Elkin Drews Castro

ELKIN DREWS CASTRO

Las Memorias conversadas® son historias de vida escritas en primera persona por Isa López Giraldo

19 agosto 1942 – 6 agosto 2020

Su plenitud está en su familia, la que recibió y la que desciende de él, la que lo hace sentir muy orgulloso.

ORÍGENES

Mis bisabuelos Julio Castro Rodríguez y Alfonso Castro Rodríguez eran hermanos, y mis padres, Federico Guillermo y Amparo, primos hermanos.

Mi bisabuelo, Julio, era un alemán que había venido de la República de El Salvador hacia 1902, tiempo en el que no había mucha radio ni tampoco discos, pero él llegaba con nombre rimbombante, como el director de las grandes orquestas, a la Orquesta Sinfónica de El Salvador del momento. Viajó con uno de sus hijos y con una hermana. Pasado un tiempo, se fue a recoger a sus otros hijos para traerlos a Colombia, pero estaban en mitad de la guerra, por lo que decidió ir a El Salvador donde tenía parientes, los Álvarez.

Fue allí donde mi abuela paterna, Tulia Castro (que en la Guerra de los Mil Días, hacia 1906, la habían mandado a estudiar a París, como a su hermano Jaime a Londres) conoció a mi abuelo Henrique Carlos Drews, se casaron y tuvieron seis hijos: Edith Julia Carmen Helena, Carlos Alberto, Federico Guillermo (mi padre), Tulia Ana, José Oscar, Else Hilda Inés y María Lisbeth. Mi madre, Amparo Castro, nació en Medellín, y mi padre, mis hermanos Milly y Otto -mi gemelo- y yo, nacimos en Pereira.

Llegaron a la ciudad porque mi abuelo, siendo de Medellín, había venido a vivir a Manizales y había comprado unas fincas cercanas, por lo mismo se bajó a vivir a ellas por 1888.

CIVISMO

Para esa fecha Henrique había creado en Pereira lo que fue un primer banco, el J. Castro Hijos y, años más tarde, se crearon en la región el Banco de Pereira, el Banco del Quindío, el Banco de Caldas y otros más en Manizales. Alrededor del año 1920 se contaba ya con cualquier cantidad de ellos.

El Banco de la República se creó cuando llegó a Colombia una misión americana, la que vino a organizar el sector financiero y, los bancos comerciales, se fusionaron o se acabaron. Una de las peculiaridades era que esos bancos tenían la posibilidad de emitir billetes que, de ese entonces, uno encuentra de veintiséis bancos distintos. Es así como tengo una colección simpática de ellos que datan de 1800 y de comienzos de 1900, con unos diseños muy coloridos, porque eran realmente espectaculares, lo increíble es el manejo del color para las imprentas tan rudimentarias de la época.

Los bancos, como el nuestro, se creaban como empresas de familia, otros lo hacían reuniendo a la  gente. Esta es una de las primeras demostraciones del civismo que ha tenido Pereira, por tradición. Cuando en 1919 se creó el Banco de Pereira, tenía más de cien accionistas de la ciudad que aportaban sumas de diez o veinte pesos que, para el momento, tenían un valor adquisitivo importante. Destaco la cantidad de gente que participó pues, cuando reviso las escrituras de constitución y las listas de quienes fueran aportantes, encuentro nombres de personajes que alcancé a conocer y a todos los movía el interés de contar con una ciudad próspera.

Luego vinieron otras demostraciones de civismo, como la creación de la Sociedad de Mejoras Públicas de Pereira, en los años veinte. Mi bisabuelo y mi abuelo, junto con otros personajes, también participaron en la creación de la Empresa de Teléfonos de Pereira. Telefónica fue la segunda en Suramérica y la primera en Colombia en instalar teléfonos automáticos después de la de Buenos Aires. No sé cómo se dio el contacto con la Siemens, que era la empresa que en Alemania desarrollaba la tecnología, es posible que hubiera sido producto de algún vínculo familiar. Recuerdo que el teléfono de mi casa era el 448 de mil.

Pereira fue una ciudad muy liberal, ese carácter le dio un enfoque distinto y así fue reconocida. Fue una de las ciudades de Colombia que recién creada tuvo logias masónicas, que ayudaron en ese concepto de libertad, y una en particular, de gran empuje, que logró que su gente participara en gestas de desarrollo regional. Fue así como a finales de los años 40 y comienzos de los 50, se dio un gran movimiento para construir el Hospital San Jorge, con carácter regional. Ahí participaron parientes, mis tías y la familia en pleno.

El gobierno nacional había construido un aeropuerto en Cartago donde aterrizaba Scadta y luego Avianca. Pero comenzaron a poner retenes de la municipalidad que entorpecían el flujo de la gente y como reacción a esto se construyó el Aeropuerto Matecaña. Y lo hizo la ciudadanía echando pala, moviendo tierra, aplanando con morteros y juntando morros, se ayudaban con chorros de agua que, con la presión de las bombas, tomaban la consistencia suficiente. Así se hizo la pista de 1.600 metros, en el mismo lugar donde hoy se encuentra.

Recientemente la Nación aportó unos recursos para extender la pista, construir un nuevo terminal y una nueva torre de control pues el aeropuerto se estaba quedando corto; la ampliaron ciento cuarenta metros para quedar de la dimensión aprobada por la Aeronáutica Civil y así no perder el carácter de internacional. El municipio es el dueño del aeropuerto, lo que no ocurre en otras ciudades grandes.

A finales de los años 50 y, terminado el aeropuerto, se hizo otra gesta grande. Se trata de la construcción de La Villa Olímpica, que contó con la participación de presupuesto nacional e inversión local. La gente hizo grandes sacrificios, iba a convites los sábados y domingos, movía tierra, las señoras asaban arepas y cocinaban chorizos. Una vez terminada, hicieron unos juegos nacionales en ella.

Desafortunadamente, a mi modo de ver, la ciudad ha perdido ese civismo. En una época a Pereira le tocó asumir una circunstancia especial por su mismo liberalismo. En el momento del inicio de la violencia de los años 40 y 50, mucha gente se desplazó a la ciudad, donde tuvo acogida, se le dio empleo y se involucró con sus asuntos. Pero con los años se fue perdiendo el sentido de pertenencia y por lo mismo el entusiasmo para proponer nuevos desarrollos. También faltaron líderes cívicos que, a diferencia de los políticos, con su participación mueven a la gente y hacen que las ciudades crezcan amables y que sean amigables para convivir.

ACADEMIA

Para hablarte de mí, al momento de empezar a estudiar entré a un colegio de mentalidad libre, abierta y que resultaba muy avanzado para lo que se conocía en Pereira. Me refiero al Liceo de Corolí, regentado por las señoras Gina y Lía (la primera fue la abuela de un gran publicista de Bogotá y relacionista público, una señora que se casó en Pereira).

Luego pasé al Colegio La Salle que quedaba en la calle 13, en la Plaza de la Estación. Como cosa curiosa, siempre celebraban el primer viernes de cada mes llevándonos en la tarde a la finca del colegio ubicada donde hoy es el Almacén La 14. Recuerdo que debíamos bajar unas cañadas y subir una loma muy empinada; llevaban agua en una caneca de veinticinco galones que ubicaban al lado de la cancha de futbol. Esto resultaba algo realmente retador, muy complicado, pues para ese momento parecía muy lejos. Con los años el Colegio se trasladó a algún sitio por los lados de Cerritos.

Después mis padres me pasaron a un colegio recién fundado, el Liceo Pereira, que tenía nexos con la Universidad de Los Andes en Bogotá. Los profesores iniciales fueron Rodríguez Plata y otros, a los que he considerado grandes maestros. Quedaba en el Parque de la Estación en los bajos de la fábrica Garios, al lado de donde pasaba el ferrocarril. Se trataba de un edificio que, en vez de ser de altura, crecía hacia abajo. Luego lo pasaron a un local alquilado de la carrera quinta entre calles 18 y 19 por unos cuantos años y hasta ahí estuve yo porque después vine a estudiar a Bogotá.

Mi familia no ha sido muy religiosa, muy por el contrario, lo que motivó nuestra salida de la ciudad. Fue así como me gradué en el Colegio Gimnasio Germán Peña de Bogotá, que quedaba en la calle setenta y dos con séptima, al final de la Avenida Chile, enseguida del Tout va bien, un bar con canchas de bolos al que nos volábamos a jugar. El colegio era en calidad de internado, pero los dormitorios quedaban en la setenta y cuatro con Caracas, lo que nos daba la posibilidad de caminar o de hacer el recorrido en el bus. Aquí estudié con mi hermano, Otto, por cinco años. Luego estudié en Medellín en la Universidad de Antioquia y posteriormente en los Estados Unidos.

Adelanté economía agrícola un par de años pensando en las fincas y en lo que había sido la trayectoria de la familia. Después me cambié a psicología industrial, referida al manejo del hombre dentro de su ambiente de trabajo. Una vez graduado y de regreso al país, me vinculé a la Universidad Tecnológica como profesor de psicología y seguridad industrial, y luego trabajé en Delima por espacio de cuarenta años, los que me fueron muy amables.

DELIMA

Delima nace años antes, en Cali. Ernesto Delima Lefranc empezó a trabajar con Home Insurance como agente de seguros, fue creciendo hasta crear el concepto de corretaje, que es diferente al agente pues no se es exclusivo de una compañía. Él era independiente, trabajaba con distintas aseguradoras con las que negociaba un porcentaje de comisión de cada seguro que vendía. Se trataba de un concepto nuevo en el país que tomó de los americanos, específicamente de Marsh McLennan (apellidos de dos personajes que habían hecho esa función en el exterior). Participé activamente hasta llegar a ser el mayor corredor de seguros de Colombia.

En Delima – Cali, Ernesto Delima fue creciendo su empresa y, como no daba abasto, invitó a un par de amigos a trabajar con él en su negocio. Uno de ellos fue Ever Echeverry, de familia pereirana que básicamente no me conocía a mí, pero sí a mi familia. En un momento dado hicieron un contacto con una empresa de Pereira para manejarle los seguros. Como Quijotes, llegaron a buscar a alguien que hiciera el oficio, así fue como me llamaron y me contaron la historia que me pareció interesante, era la posibilidad de acercarme a la industria, el objetivo de mi profesión y del corredor de seguros.

Al comienzo éramos cuatro o cinco personas y, al momento de mi retiro, treinta y dos, lo que nos hizo el intermediario más grande en la ciudad y en el país. Abrí Delima Pereira, Manizales, Armenia e Ibagué; la firma ya estaba en Cali, Medellín, Bogotá, Barranquilla y Cartagena. Luego hicimos negocios en el Ecuador y en Perú, plazas que ayudé a abrir. Con los años, Ernesto decidió el proceso de jubilación de algunos de nosotros, por lo tanto, vendimos participación y luego ellos fueron comprando. Quedó la Organización Delima que es socia de Marsh lo que hoy se conoce como Delima Marsh. Era una negociación de cierta cuantía, de la que no había similares en el país.

Al estar vinculado con Delima se me dio la posibilidad de conocer muchas empresas, a la mayor cantidad de las industrias importantes de la ciudad, fue cuando se despertó en mí otros intereses, como el de participar en la creación de nuevas industrias, lo hice invitando gente. Entre ellas puedo mencionar a la Compañía Forestal de Risaralda, Trudex (truchícola), TPL que posteriormente cambió su nombre a Magnetrón por un lado y ABB TPL por el otro, Cocosilk como socio y productor de seda, y muchas otras. Esto me movió durante muchos años, y me ayudó la herencia de civismo que fue en parte mi vida.

Al final de los años, en este proceso en que voy en cierta retirada, me siento satisfecho de lo que hice pues, se generó empleo, se constituyeron empresas, se hicieron unos esfuerzos importantes con la colaboración de mucha gente. Pero llega un momento en que se desea concentrarse en otras cosas.

Tuve la ventaja de que uno de mis hijos, Erick, quien es Administrador de Empresas, se vinculó con nosotros en Delima, llegó a trabajar conmigo en el último momento en que estuve, luego vino a Bogotá y se vinculó a otra empresa del sector. Erick es alguien que dentro de sus características personales propias, tiene una estructuración cultural y mental, y una educación, que le permiten cumplir sus funciones como Director Comercial.

PEREIRA

Con tristeza por mi deseo personal y por Pereira, mis dos hijos están radicados en Bogotá, con una vida que hace que volverlos a llevar a Pereira sea muy difícil, pues todas sus circunstancias los ligan a esta ciudad. Ellos, como tantos otros hijos de amigos, han dejado unos espacios que deberán ser ocupados por otra gente, ojalá muy cívica y de alta cualificación.

Hay mucha gente luchando por la política, pero con fines personales, lo que se evidencia en la actualidad. Pereira fue la ciudad de mayor producción de café del país, pujante y de mucho desarrollo. Llegó a ocupar el cuarto lugar en importancia a nivel nacional y hoy el noveno, y seguimos retrocediendo. Veo una ciudad no bonita, desordenada, colmada de mugre y sumida en el caos, con un centro invadido de vendedores ambulantes que la administración no ha sido capaz de controlar.

La mayor problemática de la ciudad está en diferentes frentes. La fuga del intelecto; el hecho de que no se han revivido mecanismos, ni creado nuevos, para que se de arraigo de inmigrantes; no hay planeación, porque no sabemos hacerla, ni la administración pública sabe hacia dónde dirigirse ni qué se quiere lograr. Risaralda está estratégicamente ubicada, es un punto de paso obligado que no aprovechamos.

Es bien complejo rescatar la ciudad y tampoco ha habido gestión. No se trata de llegar a más gente, sino de llegarle bien a la gente, con maestros mejor preparados, enseñando principios, generando bases morales. Pero eso no lo estamos haciendo.

Uno ve a Pereira y la recuerda con nostalgia. Pero me pregunto qué es hoy más allá de rumba y comercio. No hemos cuestionado con la suficiente contundencia el cierre de La Corporación Financiera de Occidente, qué se hizo esa plata y quién se la llevó, son preguntas sin respuesta. Esta era una empresa que daba apoyo a un desarrollo que funcionó bien durante muchos años y cumplió una función social importante, pero la acabamos y no pasó nada. No quisiera mencionar a la iglesia, pero desafortunadamente no veo que, la Católica, haya tenido impacto social, le ha faltado protagonismo, una de sus funciones es educar y no lo ha hecho, formar y no formó. Son las cosas que nos han pasado y nos están afectando, y lo más triste es que no nos sentamos a pensarlas.

La sociedad no solo está desentendida de los temas, sino que tiene temor. Uno espera que haya un momento de reacción y para que se dé, tienen que ocurrir eventos de diferentes características, pero de suficiente magnitud y que hagan reaccionar a la gente, pero eso tampoco lo estamos teniendo.

CIVISMO

Toda mi vida trabajé en política, nunca fui político ni nunca ambicioné un cargo público, pero siempre estuve participando porque “si usted no lo hace lo ve hacer”. Y es lo que nos ha pasado, es un fenómeno que está ocurriendo en todo el país y a nivel mundial, pues los calificados no participan en política porque absolutamente todo lo que hay por dentro es corrupto. Sigo participando políticamente, pensando en ciudad, ayudando económicamente y aportando con mi capacidad de convocatoria.

ABUELO

Tengo tres nietos y el menor me hizo recordar algo que he dicho siempre y que mi hijo le ha repetido acompañado de la frase: “Esto es lo que dice su abuelo”. Veníamos de Anapoima y, haciendo fila en el peaje, el señor de adelante se metió en la línea por donde debían pasar los que hacen el prepago, lo hizo sin tener el papel correspondiente ni la plata, por supuesto, armó un trancón que ni se imagina. Es ahí cuando mi nieto comentó: “Definitivamente, como dice mi abuelo: usted tiene derecho a muchas cosas en la vida menos a estorbar”.

Y las formas de estorbar son muchas. Entiéndase como: no hacer daño, no afectar a otros, no ser negativo a todo. Se deben aceptar cosas nuevas, ver los cambios y ayudar a que se den y a mejorar. Es el concepto que tengo con relación a las personas, cómo se puede colaborar, cómo ayudar a que la gente se desarrolle, cómo apoyarla, cómo impulsarla, cómo no estorbarle, cómo influirla positivamente en su capacidad de análisis y criterio. Es la psicología aplicada en cada momento de la vida.

Uno va llegando a un momento en que debe empezar a empacar la maleta. No me arrepiento de cómo he vivido, creo que he colaborado positivamente a muchos, lo que me hace sentir satisfecho de una labor cumplida y espero que en el tiempo que me falta pueda seguir en esa misma dirección.

Construcción de la genealogía en fotos: Javier Ignacio Rodríguez