Natalia Salazar

NATALIA SALAZAR

Las Memorias conversadas son historias de vida escritas en primera persona por Isa López Giraldo.

Isa López Giraldo es responsable del contenido de su sitio web en el que Davivienda actúa como patrocinador de la sección Jóvenes Talentos.

Soy esencia y mi mundo son los caballos.

Mis raíces son paisas y rolas tanto por mi rama materna como paterna. Tengo herencia campesina, amamos la naturaleza, el campo y los animales.

Mis cuatro abuelos trabajaron juntos lo que hizo que mis papás se conocieran de toda la vida y se enamoraran desde muy temprano por lo mismo se casaron muy jóvenes. Ellos realizaron todos sus bienes para invertir los recursos en su finca en los Llanos donde proyectaron una vida juntos pero tuvieron que abandonarlo todo, sueños y patrimonio, pues la guerrilla se los tomó por la fuerza y con violencia, sin compasión masacraron a las familias que les ayudaban incluidos los niños.

Mis papás no se encontraban en ese momento en el lugar y fue así como se libraron de la muerte pero no del destino que los golpeó emocionalmente muy fuerte. Llegaron inicialmente a Bogotá, luego viajaron a Cali donde un tío Arzobispo y más tarde se instalaron en Medellín donde nací.

Somos tres hijos, dos mujeres y un varón, con espacios de cuatro años entre nosotros. El hecho de ser  la menor que hizo que me criara muy sola. Estando muy pequeñita vinimos a vivir a la finca El Edén, a las afueras de Bogotá por Siberia, y recuerdo que mis amigos eran los niños de las veredas vecinas y que mi mamá, diariamente y sin falta, llevaba a mis hermanos en su carro a sus colegios en Bogotá.

Como yo me quedaba sola, me uní a los niños de la vereda, los acompañé a la escuela y le pedí a la profesora que me inscribiera. Llegué a mi casa y le pasé la lista de útiles a mi mamá y le pedí uniforme y ella muy considerada accedió a comprármelos (para ese momento ya se había divorciado de mi papá).

Pero como la felicidad no dura para siempre, por razones obvias, llegó el día en que tuve que someterme a los interminables viajes a la capital, a uniforme, compañeras y colegio nuevos. Comencé en el Gimnasio Femenino renunciando a todo lo que me era tan propio, tan de mis afectos. Aquí comenzó una etapa traumática para mi existencia que duró hasta cuando me faltaron dos años para graduarme, pues literalmente no resistí más ese ambiente tan cuadriculado, en el que no encajaba, en el que con dificultad y con los años, apenas si logré acercarme a pocas amigas pero que en últimas pertenecían a un mundo absolutamente diferente y alejado de mi esencia que es sencilla y cálida.

Le pedí a mis papás que me sacaran del colegio con tal insistencia que parecía ruego, pero ellos consideraban que ese era mi lugar por lo tanto tomé la decisión de hacer un hueco en un muro con mis manos y salir. Las profesoras, que me querían y de alguna forma me protegían por ser yo muy tímida y evidentemente distinta, me ofrecieron no tomar medidas disciplinarias pero yo les rogué que lo hicieran para que mi esfuerzo no se truncara. Estaba decidida a pagar el precio de las consecuencias pues era lo que quería.

Una vez por fuera, averigüé hasta llegar al colegio al que iban estudiantes que como yo, no encajaban en una sociedad como la nuestra, estudiantes con talentos excepcionales y sobradas calidades humanas y vocaciones definidas. Así pues que le dije a mi mamá que no se preocupara por mí, que yo me encargaría de todo incluyendo mi transporte. Y como los ángeles existen, me encontré a un señor en el camino que por dos años me recogió en la finca, me llevó al colegio y de vuelta me dejó nuevamente en mi casa.

Es curioso porque al colegio lo rondaban unos gamines que se hicieron mis amigos y mis protectores, fueron siempre tan especiales que me decían que no me preocupara que con ellos no me pasaría nada, me acompañaban cuando tenía que caminar y hasta plata me prestaron algunas veces, pues yo no siempre tenía aunque trabajé desde mis doce años. El hecho es que por primera vez en muchos años, en tantos años, volví a ser feliz, me sentí absolutamente cómoda e identificada con los compañeros, con el ambiente y con el entorno.

Resulta que con mis amigos de la vereda nos íbamos a cabalgar todos los fines de semana y esta fue la forma como logré darle manejo a toda esa carga negativa que me generaba el colegio, aunque desde muy pequeña monté pues crecí en una finca con vacas, perros y caballos, siendo estos mis preferidos. A mis seis años le pedí al señor que colaboraba en la finca que me ayudara a ensillar, me subí y monté, y fue precisamente ese día cuando supe que mi vida se la dedicaría a los caballos, que ellos eran mi todo, un sentimiento que jamás ha cambiado y que por el contrario se ha fortalecido.

Fue muy curioso porque a mis doce años un vecino de la finca me invitó a que aprendiera con él a amaestrarlos y además me pagó por hacerlo. Él es alguien muy importante en mi vida y abrió la puerta para que yo sea hoy lo que soy, gracias a su carácter amable, tranquilo, humano, a su estilo que conecta lejos de la fuerza y la rudeza que se aplica en el gremio.

Una vez graduada y siguiendo los pasos de mi mamá, viajé a Alemania a hacer grado trece pese a no tener el idioma. Estando allá me enamoré y a mis diecinueve años me casé con un joven de familia muy tradicional y conservadora, un machista que consideraba que el papel de la mujer era el hogar criando a sus hijos, en efecto, fui mamá muy rápidamente. A pesar de las magníficas condiciones de vida, yo me sentí ahogada, encerrada y muy limitada, viví en un paraíso que no podía disfrutar cuando lo que quería era viajar, conocer, explorar el mundo, recuperar esa libertad que con mi pareja no tenía.

Decidí el divorcio renunciando a todo excepto a mi hijo, le informé al gobierno de mi decisión y recibí el respaldo que necesitaba, por lo mismo pude tomar un apartamento y mi hijo tuvo educación y todo cuanto necesitaba.

Pese a que las condiciones y mi situación como colombiana no lo permitían, insistí hasta lograr estudiar, entonces me matriculé  en diseño de modas. Ese estudio ha sido muy valioso y complementa muy bien lo que hago, pero soy una convencida de que mi amor por los caballos trasciende esa academia que no deja de ser rígida y que limita.

Después de nueve años sentí que necesitaba regresar, estaba lista para hacerlo, lo notifiqué a mi abogado quien adelantó todos los trámites para nuestro regreso. Llegué a la finca de mi mamá que nos recibió muy amorosamente, claro que ella fue muchas veces a visitarnos y yo en las vacaciones de invierno venía a trabajar como la domadora que era.

Una vez en el país me volví a enamorar y, aunque tenía claro que no volvería a ser mamá, inicié nuevamente una familia que también se fracturó aunque mantengo excelentes relaciones con el que considero el amor de mi vida.

Por razones de trabajo, pero también de temperamento, comencé a viajar por todo el país, a lugares maravillosos e insospechados, y lo hice con mis hijos hasta que la presión familiar y social me impidió seguirlo haciendo. Para mí estaba bien que donde yo me encontrara, mis hijos asistieran a la escuela del lugar.

Ahora, cuando el mayor cumplió once años me pidió no faltar a su colegio porque lo ama y porque se siente muy a gusto en él, mi felicidad no pudo ser mayor pues yo no tuve esa experiencia, así pues que cómo no reconocérselo al Gimnasio Moderno que le brinda a mi hijo una experiencia positiva y constructiva.

Los caballos son mi polo tierra, son mi paz, son mi equilibrio y mi comunicación con ellos es genuina, conectamos energéticamente y el vínculo con ellos nunca se pierde pues cuando dejo de verlos un tiempo el reencuentro es emotivo y magnífico.

Ellos son terapéuticos, me ayudaron a vencer mi timidez y a superar mis miedos, siento que no necesito a la gente porque me complementan muy bien en una danza que fluye, el vínculo es inmediato, me entienden cuando les doy instrucciones aún si los acabo de conocer, no necesito hacer uso de la fuerza ni de técnicas que los agreda para alcanzar mis objetivos.

Ahora mi proyecto es montar una academia en la que la gente pueda tener una experiencia completa sin caer en esos códigos comunes, porque uno debe fluir naturalmente, y así, sin sospecharlo siquiera, se logran cosas maravillosas con los caballos gracias a su sabiduría milenaria.

http://www.bbc.com/travel/gallery/20190523-colombias-indomitable-horse-whisperer