Juan Ricardo Ortega

JUAN RICARDO ORTEGA

Las Memorias conversadas® son historias de vida escritas en primera persona por Isa López Giraldo.

Soy Juan Ricardo Ortega, bogotano. Nací en la fecha de un fuerte terremoto en Cúcuta en julio de 1967 en la Clínica del Country. Cuenta mi mamá que la cuna se movía de lado a lado. Para mi madre, que es venezolana, el terremoto era doblemente preocupante porque su familia es de San Cristóbal y de Rubio, dos pueblos fronterizos del Estado Táchira.

ORÍGENES – RAMA MATERNA

Mi abuela, Erminda López, nació en Rubio. Su familia es de cafeteros.

En esa época la tradición de la pernada y toda esa cultura machista nuestra, se ejercía de manera inclemente. Mi abuela, una mujer bastante educada, sentía un poco de asco y rechazo hacia los hombres, por razones obvias.

La familia estudió ingeniería en Europa y mi abuela en Aruba-Curazao. A ella la enviaron a una escuela de señoritas. Fue mi abuela una mujer muy inteligente, gran cocinera, buena lectora, tocaba piano y violín. Era una mujer muy formada y especial, pero criticada por su época.

Fui muy cercano a mi abuela, probablemente el apoyo espiritual más grande que tuve en mi infancia. Independiente de lo imperfecto que uno fuera, ella sólo brindaba afecto e invitaba a hacer las cosas bien pues nunca corregía ni criticaba, sino que decía: “haz más”.

Mi abuelo, Josías, mucho mayor que mi abuela, ya había muerto cuando yo nací. Era de una familia muy poderosa de generales, de Juan Vicente Gómez, dictador venezolano. A la familia de mi abuelo le iba muy bien por lo que mi abuela se casó con él, quien parecía ser el mejor pretendiente de todos cuantos tuvo. Pero nunca lo quiso, como tampoco quiso a la cultura que esa época le imponía a la mujer.

Tuvieron dos hijos, a quienes mi abuela se consagró con esmero y rigor. A raíz del machismo tan brutal, mi abuela mandó a mi mamá a estudiar lejos para que no tuviera que vivir lo que a ella le tocó y se le acusa de influir a mi mamá desde los catorce años.

Beatriz Gómez de Ortega, mi mamá, es una mujer increíblemente buena, extraordinaria estudiante. Mi madre creció en San Cristóbal. Cuando visitaba Caracas, los problemas sociales la ofuscaban a tal grado que, en algún momento, hizo parte de los movimientos estudiantiles en contra de la dictadura. A sus tíos, generales de la República, les parecía muy traumático su carácter, entonces decidieron devolverla a Táchira. No la dejaron seguir en Caracas y la enviaron a estudiar a Mérida, con menos opción de hacer relajo.

Por ser tan buena estudiante se ganó una beca completa. Adelantó un posgrado en la Universidad de Vanderbilt en Nashville TennesseeMi mamá intentó estudiar ingeniería como lo hicieron sus tíos, pero la sociedad no ayudó. Terminó estudiando economía. Ser economista no le convenció del todo al considerar que los modelos eran muy alejados de la realidad que ella vivía y conocía. Luego estudió matemáticas en la Universidad Nacional. Se dedicó a ser profesora de estadística y econometría, materias que sí la apasionaban.

Enseñó en la Universidad Javeriana y en el CESA. De la Universidad de Los Andes la botaron por hacer parte del grupo de profesores que apoyaron las protestas en los años 70. Porque mi mamá fue una mujer muy sensata, juiciosa, rigurosa y muy buena. Perteneciente a una familia abierta al mundo.

RAMA PATERNA

La familia de mi papá es bogotana y conocida como los Ortegas de Sopó.

El papá de mi abuela, Elvira Acosta Ortega, general conservador, de esos que la historia colombiana ve de manera muy crítica y probablemente con razón, era un hombre metido en esa guerra partidista salvaje desde la Guerra de los Mil Días hasta los años 50. Mi bisabuelo se preciaba por sus habilidades para disparar y pelear.

Se dieron matrimonios entre primos hermanos que, como buenas familias de terratenientes, se casaban entre ellos para no dividir las propiedades. Mi abuelita Elvira se casó con su primo hermano, Francisco Ortega París, papá de mi papá, familia de hacendados con tierras en Sopó y Zipaquirá, ganaderos que crecieron levantando vacas en la sabana, produciendo carne, leche y algunas verduras.

La familia Ortega París, vivía con todas las privaciones de la Bogotá de esa época pues no había acceso a la cultura, al piano o a la música. Tenían libros, tan solo algunos diría yo, pero se preciaban de tener mucha cultura. Aunque, es propio de los colombianos preciarnos de tener más de lo que es en realidad.

La de mi papá es una familia más tradicional, en una Bogotá con muchas ínfulas, todo caro, pocas oportunidades, poco acceso a lo importado. Lo que tenían, sus pequeñas posesiones, eran como un tesoro: rompe cabezas ingleses y platos. Pero todo esto en el mundo es bastante insignificante.

Además, la de mi papá fue una familia profundamente religiosa. Mi papá estudió en el seminario con convicciones éticas y religiosas súper estrictas, con negaciones en temas de sexo, del deseo de la carne, aspectos altamente condenados, pero él contó con un sentido de responsabilidad social y por el prójimo muy desarrollados.

CASA MATERNA

Mis padres se conocieron en Harvard cuando adelantaban sus estudios de posgrado. El contexto de la Revolución cubana como la de China, les producía interés intelectual. Resultaron ambos idealistas y enamorados, haciendo parte de los movimientos juveniles.

En el año 1964 decidieron casarse y conformar su familia de tres hijos: Ana María, Juan Ricardo y Luisa. Fueron muy románticos, construyeron un matrimonio ejemplar, sano, sin peleas, de mucha admiración recíproca y preocupados por educar bien a sus hijos.

A papá le gustaba viajar por Colombia. Con subsidios de la Caja Agraria se compró un par de motos para viajar. Con escasos recursos, siendo funcionario público, sus destinos eran los municipios y no el exterior. En los pueblos se detenía a hablar con los campesinos que le daban guarapo, le contaban de los precios de la papa y de la cebolla. Conocía los sitios donde producían las frutas.

Buscaba entender a los campesinos en su verdadera dimensión pues la inflación en el país le ahogaba los salarios a la gente más pobre. La inflación es el impuesto mas regresivo y más injusto que pone a los más pobres a pagar a través de no poder gastarse su salario y el gobierno a financiarse a costa de la gente más necesitada sin cobrar impuestos.

Estas fueron las causas por las que mi papá  luchó toda su vida hasta que, finalmente, con el equipo de trabajo convencieron al presidente Gaviria de hacer la reforma. Leía todos los artículos de Nueva Zelanda y con Joaquín Bernal, Juan Carlos Jaramillo, Guillermo Perry, Carrasquilla, Miguel Urrutia, Roberto Steiner, y varios otros. Lograron la independencia del Banco de la República y cambiar la contabilidad para que las reservas no financiaran el gasto público.

En el 91 acabaron con las estructuras administrativas que permitían que los gobiernos se financiaran con la inflación. Este era un mecanismo para enriquecerse que utilizaban algunos líderes empresariales, pues el que paga en pesos y tiene dólares necesariamente le va muy bien cuando la inflación es alta. Proceso muy interesante que funcionó. Rompieron la estructura de poder de ciertos grupos que se beneficiaban enormemente, a quienes no les cobraban impuestos.

Comenzó la mentalidad rentista que en Colombia ha sido muy fuerte. Hablamos aquí de unos pocos que no buscan hacer las cosas bien y que no buscan generar valor, sino simplemente posicionarse a través de unas relaciones y unos favores que les permiten que las reglas de juego giren a favor de ellos.

Todo implica riesgos, pero mi papá contó con el apoyo de personas que fueron clave, como el presidente César Gaviria, pues con su apoyo fue muy relevante.

Este fue pues el entorno familiar y sus búsquedas. El propósito fundamental de mi mamá fue educar a jóvenes de manera rigurosa, en estadística y probabilidad, para que aprendieran a pensar ordenadamente. El de mi papá, obsesionado toda la vida por en el Banco de la República, desde donde buscó becas para mandar gente talentosa a las mejores universidades en el exterior, pues Colombia no tenía suficiente capital humano.

El Banco brindaba la posibilidad de formación a personas independiente de su estrato social o de su origen y lograba que las admitieran generando una tecnocracia que por muchos años ha hecho tareas en el país.

FORMACIÓN ACADÉMICA

Mis padres tuvieron la expectativa de que yo estudiara economía y no matemáticas, pues mi papá no la consideraba una carrera viable.

Entonces, estudié Economía en la Universidad de Los Andes. Luego hice un doctorado, pero con el problema de no poder acceder a las becas que inició mi papá en el Banco. Mi papá consiguió financiación en el exterior y conté con la buena fortuna de que la Universidad me becara con la matrícula y US$9.000 dólares al año. Con eso estudié en los Estados Unidos y es lo mejor que me pudo pasar en la vida, en términos académicos.

Cuando se estudia en el exterior, se ve el mundo de las personas que piensan diferente, que ven a la humanidad de forma desinteresada y no bajo la estrategia de sacar ventaja de un grupo a otro. Se analizan los términos con profundidad, palabras que en Colombia se usan mal, como liberal o neoliberal, por ejemplo.

Se ve lo que estas palabras implican, en términos prácticos, en la vida de la gente y en el ordenamiento de la sociedad. Vi a unos profesores obsesionados con las experiencias de sus vidas, en cómo hacer sociedades con gente libre y en cómo se define libertad. Todo esto termina marcándome.

Entiendo que la gente no es libre porque la sociedad los trate igual, como dice la Constitución del 86 en Colombia, sino porque la gente no tiene por qué vivir con susto. Afuera hay un Estado, instituciones y mecanismos legales, donde todos pueden defenderse. Lo que claramente no ocurre en países como el nuestro donde la mayoría de la gente está pisada por alguien, por un sistema o por un político que no permite que la gente migre.

Colombia es un país donde la mujer no es defendida por la justicia, las niñas quedan embarazadas desde chiquitas con unas estadísticas absurdas por altas. Donde la sociedad es muy frágil, es el caso de poblaciones en Chocó, Tumaco, donde hay desnutrición, violaciones, temor. Donde los campesinos viven con miedo, en regiones como el Putumayo, por ejemplo, porque no les está permitido ni ver ni oír ni pensar, pues, si lo hacen, los matan.

Hoy en día todavía existen esas masacres de las que nadie es consciente. Nadie se ha preocupado por las líderes mujeres Wayuu, para citar solo un caso. Es extraño que la gente quiera seguir teniendo guerra. La gente quiere que se muera gente frágil y vulnerable. Eso no lo entiende nadie.

Esta es una sociedad muy injusta. Por ejemplo, decirle a alguien indio en Colombia es considerado motivo de vergüenza. La persona de origen indígena es tan despreciada, perseguida y marginada que solamente mencionarla se vuelve un insulto.

Cuando se escapa de ese entorno, se pueden ver las vulnerabilidades de nuestra cultura: expresiones que se consideran ofensivas en el país como el que las personas que trabajen con uno se acerquen a la mesa, como el hecho de retirar la dignidad humana. Vivimos bajo unas estructuras sociales de discriminación, humillación y de sometimiento de muchísima gente en Colombia.

Estas son unas cicatrices muy grandes en nuestra sociedad. Y la gente no lo habla de manera franca y evolucionada, sino que se ofende, como si se alteraran unos derechos adquiridos de unos sobre otros.

Debería pensarse libremente. El comportamiento humano es fácilmente violento. El hombre tiende a imponerse por la fuerza sobre la mujer. El susto, el grito, el golpe se imponen porque somos mamíferos para sobrevivir.

Las sociedades que han logrado crear sistemas judiciales, jueces, policías, Estado, procesos de liberación participativos en los Parlamentos, han logrado liberar a la mujer y a la población más vulnerable. Entenderlo, donde la mayoría de la gente sigue pisada, no es trivial.

Matan a la gente y no pasa nada. Existe el crimen organizado, gente dominada por grupos violentos desde hace 50 años y no pasa nada. Lo que se quiere es que la gente agache la cabeza. Que en Turbo, Necoclí y demás regiones se sometan y no pase nada.

En los estudios de ciencias sociales se hace evidente que, un Estado que permite que la gente levante la cabeza, descubra su belleza. Así las sociedades prosperan. Darle a la gente libertad es la única razón de estudiar ciencias sociales. Es el cómo se construyen las instituciones, los pesos y contra pesos.

Soy pues el producto de la educación de unos padres, la convivencia con unas hermanas muy estudiosas e inteligentes que vivieron muchas de las cosas que en Colombia son brutales hacia las mujeres. Educarse en una muy buena universidad, con buenos profesores que actúan como un abre latas, obliga a replantear ideas estúpidas, mal armadas, sin argumentos, basadas en el poder que tiene el poder en sí mismo.

Gente muy cercana decía: ¿Para qué estudia? Tenga amigos que, con los amigos correctos, usted tendrá todo lo que necesita en la vida. Pero el reto es transformar ese mundo de roscas, a uno de logros y de méritos.

ESPOSA

Tuve la suerte de conocer a una mujer muy especial, porque estoy muy bien casado.

Mi esposa es mi socia, a la que no le aburre que yo piense y hable de estas cosas, sino que también a ella le interesan estos temas. Hablamos de cómo puede una sociedad tolerar ciertas situaciones. Tomamos decisiones haciendo juicios objetivos, no arbitrarios. Hacemos debates de si alguien es ladrón o no, apoyados en evidencia e indicios, sin tomar decisiones a la ligera, sino surtiendo procesos de búsqueda de la verdad.

Como periodista, adelantó la investigación de Interbolsa.

Llevamos ocho años juntos, todos muy buenos años. Tenemos tres hijos y otro de mi primer matrimonio a quien quiero profundamente. Buscamos que sean buenas personas, de valores, disciplina. Que sean responsables de sus actos, conscientes del otro y de sí mismos. Que controlen sus emociones. Con resistencia ante la dificultad y la adversidad. Que hagan parte de entidades emprendedoras, que innoven.

Estas características determinan a un individuo más centrado, con capacidad de estar en grupo, de hacer equipo.

Lo más importante, es que nuestros hijos sean gente de bien, lo que me significa un reto conmigo, en una lucha de una educación católica, de disciplina férrea. Pertenecen a un mundo en el que no se alza la voz porque no hay que intimidar, sino dar responsabilidad. Por más que la intimidación genere obediencia, la libertad genera gente con mucha mayor capacidad de crear.

Debo pues, tratar de reeducarme para hacerlo bien. Es mi reto actual, educar a un mundo muy distinto al que nosotros vivimos. En el mundo actual, los hombres y las mujeres de éxito lo son a los veintidós años, las grandes empresas no tienen más de diez. Es el mundo que van a vivir nuestros hijos, muy distinto a lo que es Colombia. La capacidad de gerenciarse a sí mismo es el reto.

PERSPECTIVAS

Mi regreso al país es algo improbable, pero incierto. Atiendo y me concentro en lo que debo hacer hoy y agradezco lo que tengo, que es mucho. Hago lo mejor que puedo con toda la gente que me rodea, lo demás no lo gobierno. Procuro no pensar mucho en qué viene mañana, y mejor sí, en qué puedo hacer hoy, qué puedo aprender, cómo puedo vivir un buen día. Todo el mundo vive sus momentos y las historias de un instante.

Desafortunadamente a los poderes en Colombia no les interesa nada de lo que yo te he dicho. Personas con poder, que no voy a mencionar, lo único que les interesa son las mujeres, el trago y disfrutar. Absolutamente nada diferente. No les interesa el prójimo, ni las instituciones, ni el mañana, ni la sociedad, mucho menos la situación de los adolescentes solo que se traguen su droga. Son personas descontroladas, haciendo el ejercicio más absoluto de su poder, pase lo que pase, cueste lo que cueste, pisen a quien pisen.

No hay contrapesos. Controlan el legislativo y al ejecutivo lo tienen totalmente arrodillado. Controlan la Registraduría en las elecciones. La justicia la han ido permeando. Tienen a cualquier cantidad de bárbaros para que los cuiden. El procurador es totalmente de ellos, es un títere a su servicio.

Esta es pues una estructura que se ha vuelto multimillonaria. La cantidad de plata que maneja esta gente es innarrable. El valor agregado es ninguno. Son personas sin valor, con nada que aportar, pero sí mucho que perder. Por lo mismo uno se vuelve indeseable para esos individuos y lo que se corre es el riesgo de que te maten.

Es lo que me hizo salir del país porque había pruebas clarísimas de que mafiosos estaban dispuestos a pagar US$3mm de dólares en Caucasia. Personajes éstos que no actúan solos, pues todos están relacionados. Entiendo lo que es un Cartel de Cali y del Norte del Valle y toda su estructura de narcotráfico, como el de Envigado y el de Medellín. Es decir, la gran mayoría de los que tienen el poder en Colombia tejen vínculos muy estrechos con estructuras criminales que han permeado el Estado.

Por ese mismo conocimiento es que he denunciado una cantidad de situaciones que han ayudado, por ejemplo, a la caída de Samuel Moreno como alcalde corrupto, todas las estructuras de lavado de Barranquilla, y más.

Yo no tengo nada distinto que mi capacidad de comunicar. Mi única arma en la vida es mi capacidad de entender y transmitir. No tengo plata ni amigos. Por principio no hago favores, simplemente hago lo que la gente se merece. Mi único deber es servir, escuchar y tratar de hacer lo que corresponda dentro de las reglas de juego.

Así pues, puedo decir que nunca he hecho nombramientos en mi vida. He tenido un sinnúmero de cargos públicos; he estado al frente de entidades gigantescas, pero nunca he nombrado a nadie, tampoco a familiares, ni a amigos; tampoco he recibido hojas de vida.

A nadie le debo nada. Esto en Colombia es clarísimo: si a nadie le debes nada, nadie da un peso por ti.

He jugado con total conocimiento del riesgo que he estado corriendo, pero tengo la firme convicción de obrar en principios y sin ningún interés.

Sueño con que Colombia le brinde a los ciudadanos la capacidad de ser gente, que es buena, trabajadora, generosa, confiada, bonita. Quizás por eso se vive lo que se vive.

Juan Ricardo Ortega es nombrado presidente de la Empresa de Energía de Bogotá – 2020

Publicado por Blogger en El Blog de Isa el 12/29/2015