Juan José Llinás

JUAN JOSÉ LLINÁS

Las Memorias conversadas® son historias de vida escritas en primera persona por Isa López Giraldo

Crónica que le hizo merecedor de premio en el Concurso Internacional de Testimonio.

VIDA EN LAS PALABRAS

Dedicatoria: En memoria de mi madre Olguita de Llinás, de quien nunca supe lo valiente y fuerte que fué, hasta que me senté en una silla de diálisis. A todos los pacientes Renales, en Diálisis y Terapia de reemplazo y muy especialmente a la Unidad de Trasplantes del Hospital San Vicente de Paúl, de la Ciudad de Medellín y al Grupo de Trasplantes de la Fundación Cardio Infantil en Bogotá.

Era un diecisiete de Marzo, hacía una mañana soleada más no calurosa y se sentía ese clima primaveral en la ciudad de Bogotá, celebraba mi cumpleaños y a pesar de las dificultades que tenía para caminar por un dolor agudo en las piernas, tomé un bastón de madera que en su mango tenía tallada la cabeza de un perro que me recordaba unos pastor collie que tuve cuando era niño, se llamaban Jimmy y Katia y tenían su trompa finamente alargada y su pelo amarillo y blanco, los recordaba con nostalgia y con mucho cariño; por eso en un viaje a Costa Rica en un almacén de artesanías compré aquel bastón, el cual ese día me ayudó para caminar sin tanta dificultad.

Me dirigí a Iserra de la Calle 100 un almacén donde encontraría artículos para cocina especializada en Paella y ese era el plato que prepararía para la celebración de mi cumpleaños; así que compré una paellera para treinta a cincuenta personas; lo que no me imaginaba en ese momento, es que el dolor en mis piernas se agudizaría prácticamente quedando paralizada mi pierna izquierda, por lo cual decidí no hacer la paella, sino un plato más sencillo para atender algunos invitados que me acompañarían esa noche.

¡Luz Dary! exclamé al llegar nuevamente a mi apartamento, ella era una señora de origen tolimense damnificada de aquella horrible tragedia ocasionada por el descongelamiento del nevado del Ruiz, que desapareció ciudades y pueblos, entre ellos Armero, ciudad que también llevo en el alma; se desempeñaba como mi secretaria. ¡Luz Dary cómpreme una ampolleta de Voltaren y una de Neurobión con jeringa y por favor aplíquemelas! Esta mezcla de Voltaren y Neurobión era conocida como “La Bomba” y era muy efectiva, porque a pesar de la somnolencia que causaba, aliviaba el dolor en una hora.

Pasó mi cumpleaños y los días, mis piernas seguían con el dolor en las rodillas y sentía mucha debilidad además de que mi orina venia con sangrado. Mis secretarias Angélica y Luz Dary se ofrecieron a llevarme al médico pero yo les dije que eso era anemia por la perdida de sangre en la orina y que con una dieta acertada, me mejoraría; entonces llamé a la empleada de la cocina y le dije que debía prepararme jugo de mora con un pedazo de hígado crudo licuados y con poca azúcar, también debía comer hígado asado o cocinado, caldos de pollo y de costilla con papa, huevos, etc. y le ordené mi desayuno, el cual se demoró en preparar mas de una hora. Cual sería mi sorpresa y mi enfado cuando la señora Rosa que era la empleada del servicio me trae todo lo anterior al mismo tiempo, no sabía si reírme o tratar de matar a esta señora (Digo matar en sentido figurado);

Al siguiente día yo ya no podía levantarme de la cama, entonces Angélica y Jhonathan que también trabajaba conmigo decidieron llevarme al Hospital San Ignacio adonde ingresé por urgencias cerca de las 10 de la mañana y pasamos cerca de tres horas antes de que me atendieran y decidieran proceder a estabilizarme y evaluar mi estado; Angélica y Jonathan regresaron a mi casa donde también funcionaba mi oficina de Publicidad y Logística de eventos. Mientras pasaba el día en el hospital procedían a tomar muestras de laboratorio, ecografías y un sinnúmero de exámenes que finalizaron entrada la noche.

Todo el día acompañado de lamentos, gemidos, gritos de desesperación, escenas de dolor, sangre en las sabanas, el ruido de las ruedas de las camillas y de los carritos de medicamentos que llevan las enfermeras, las carreras y los gritos del personal médico y de enfermería combinado con las súplicas de los pacientes por ser atendidos y que alivien sus dolores y las de sus familiares y acompañantes por que les den alguna información, lo mismo que ese olor no sé si de alcohol o antisépticos y el frío no solo del baldosín de las paredes y de los pisos de estas salas de urgencias, sino de ese frío interno que produce el miedo y la incertidumbre.

Allí no se sabía si era de noche o de día solo se conocía la hora que marcaba un reloj grande de color plateado y blanco con los números, el horario y minutero negros, cubiertos por un vidrio de forma redonda de marca JAWACO, que cada segundo que pasaba, el TAC…TAC…TAC… sonaba como si fuera una cuenta regresiva.

En esos momentos de silencio que solo los rompe el chillido de alguna puerta al final del pasillo y el caminar de las personas que se mueven allí; el reloj marcaba las 2:13 minutos de la madrugada cuando entró el médico de turno, me pregunta cómo me encuentro, Yo le digo que bien, para no contarle la verdad! El sonríe y me dice: Hombre Juan José, Usted padece de una insuficiencia renal crónica terminal y debe ser sometido a un tratamiento de Hemodiálisis, para sobrevivir. DIÁLISIS ? pregunte Yo y el me respondió Sí, en la mañana los especialistas lo verán y determinarán qué hacer. Dio media vuelta y salió.

Inmediatamente pensé:  me morí y no alcance a estrenar la paellera que compré; Para mí, la palabra diálisis era sinónimo de muerte. Cuatro años atrás había perdido a mi mamá como consecuencia de la misma enfermedad, lo mismo que una tía, posiblemente mi abuela materna, varios primos y otro tanto de tías y primos se les empezaba a diagnosticar riñones poliquísticos.

Esa noche no pude dormir; A pesar de que yo sabía que mis riñones tenían problemas, no me imaginaba que la enfermedad que mató a mi mamá empezaba a matarme a mí. Pues hacia cálculos de que la enfermedad se me desarrollaría a partir de los Cincuenta y ocho años y yo acababa de cumplir Cuarenta y Cinco. En la soledad en que me encontraba en la sala de Urgencias, el miedo y la incertidumbre que sentía, la tristeza que me acompañaba, las lágrimas rodaban por mis mejillas y me desesperaba el no saber que hacer.

Así llegó el día; mi prima Sandrita hija de la tía que había fallecido antes que mi mamá, vino a traerme algunas cosas, también para colaborarme en las diligencias que debía realizar, pues Cafesalud la entidad que debía cubrir los gastos que ocasionara mi tratamiento se negaba a pagarlos y el hospital me exigía o que arreglara con Cafesalud o que me hiciera cargo de los gastos.

Todo esto, mi trabajo y mis asuntos personales hacían que mi desesperación y mi angustia crecieran, al igual que mi estado de salud que se agravaba a cada instante y la gerencia del Hospital estaba muy preocupada porque si moría esa noche no tenían los datos de algún familiar cercano, quien se hiciera cargo de la cuenta y recogiera el cadáver.

La enfermera que entraba de turno esa noche se me acercó para cambiar la bolsa de suero y revisar la aguja que penetraba por una de mis venas, lo mismo que el oxígeno que inhalaba a través de unas mangueritas o sondas que habían puesto en mi nariz, me saludó muy amablemente y trataba de tranquilizarme, diciéndome que la Virgen estaba rogando por mí al Señor para que me sanara. Ella portaba en su uniforme de color blanco un botón con fondo azul y la imagen de La Virgen La Milagrosa; Yo le dije: Porqué no me regala esa Virgencita y ella con una tierna sonrisa empezó a quitársela diciéndome “Yo se la regalo, pero le voy a contar la historia de este botoncito.

Los regala un doctor aquí en el hospital, al cual llegó un paciente en estado grave una noche en que este doctor estaba de turno en urgencias, era un jovencito no mayor de diecisiete años que requería una cirugía que el doctor no debía realizar, porque no era su especialidad; pero aquel muchacho era el hijo del doctor y el decidió operarlo no sin antes, pedirle con devoción a la Virgen de la Milagrosa que rogara ante Dios Nuestro Señor, para que lo iluminara y pudiera llevar a feliz término la operación. Dios escuchó los ruegos de la Virgen y de aquel angustiado padre y el joven se salvó. En agradecimiento el doctor regala estos botoncitos para propagar la Fe en La Virgen de La Milagrosa”…al oír esto yo le pedí: Dígale a la Virgen que me dé una segunda oportunidad y yo le regalo mil botones. Ella apenas sonrió.

Esa noche me dedique a elaborar el presupuesto de lo que me costarían los mil botones, incluyendo arte, impresión y elaboración me pareció que valían mucho y al amanecer cuando empieza el ruido de la llegada del nuevo turno de enfermeras, se escuchan saludos, las bromas que se hacen, el ruido de los carritos del aseo, las señoras del aseo con sus trapeadoras pasándolas por debajo de las camillas y se acrecienta el olor a limpiador antiséptico por toda la sala, se escuchan mas “Buenos Días” y regresa la enfermera acompañada de quien le recibe el turno, me saludan, toman mi tensión, temperatura y la enfermera que entrega le hace un pequeño informe de mi estado a quien la reemplazará todo el día.

Cuando ella se despide yo le pregunto “Me hace un favor?” Ella responde afirmativamente con un Qué se le ofrece? a lo que respondo: Dígale a la Virgen que yo solo le puedo regalar por ahí trescientos botoncitos. La enfermera sonrió y se despidió con un dulce Dios le Bendiga:…! Escucho el ruido de los charoles en que traen el desayuno y pienso en un chocolate, pan y huevos pericos; pero debo conformarme con otra bolsa de suero, porque tengo limitado el consumo de alimentos.

Al rato llega Fernando, un buen amigo que pasa por allí para saber cómo estaba y qué se me ofrecía, lo mismo que desearme mucha suerte y fuerza para lo que Dios disponga; después llega mi prima Sandrita, Angélica y Jhonathan, pero todos me saludan y se van rápido porque tienen que cumplir con sus obligaciones.

Vuelvo a quedar solo, le doy un mordisco a una manzana que me trajo Angélica y siento ese sabor entre dulce y ácido que refresca mi boca y todo mi ser, cambio la emisora de noticias y comentarios que suena en la radio, por una de música suave, pensando en no molestar a los demás pacientes que se encuentran en la misma sala la cual recorro con mis ojos, fijando mi mirada en cada uno de los pacientes que se encuentran allí; Un señor que solo se queja agudamente, pero que no reconoce a nadie, una señora que toda la noche clamó a Dios diciendo “Ay Señor…ayúdame”, otra señora también enferma pero en mejor estado acompañada talvez por una hija;

Un señor que en la noche se me acercó y me dijo que a él también lo tenían que dializar, que estuviera tranquilo y que le pidiera a Dios que me ayudara; otro señor que pacientemente esperaba por el doctor acompañado de su esposa…

Después de recorrer con mi mirada cada uno de los pacientes y de sus acompañantes me di cuenta que las lagrimas brotaban de mis ojos rodando por mis mejillas y me embargó una tristeza y melancolía ocasionadas por mi soledad y mi enfermedad, entre susurros alcancé a decir “Virgencita linda…ayúdame” y después de un pronunciado suspiro, lloré. Al rato sequé mis lagrimas me acomodé en la camilla y comencé a rezar, en esos momentos entró por la puerta del salón una mujer con un botón de flor en las manos…era mi hermana Atala, me abrazo fuertemente y dijo que ese botón de flor que había cogido del jardín de la casa de la amiga que la recogió en el aeropuerto, representaba volver a la vida que yo como esa flor que comenzaba a vivir, iba a curarme y ella estaba ahí para acompañarme. Ella vino desde los Estados Unidos al enterarse que yo estaba en el hospital.

El médico llegó, nos dijo que el tratamiento de Diálisis era muy costoso que me darían salida del Hospital para que yo arreglara mis problemas con la aseguradora, pero que debía someterme al tratamiento lo antes posible. La trabajadora social nos recomendó interponer una tutela para obligar a Cafesalud a prestarme la atención requerida a cargo del fondo que el gobierno tiene para estos casos, el Fosyga.

Al igual que cuando mi mamá, yo no dimensioné la gravedad de la enfermedad y lo tomé con mucha tranquilidad, ante la insistencia de mi hermana, la cual yo catalogaba de cantaleta. Ella insistía en que debía dializarme Yaa, como recomendó el médico pero yo le decía que tranquila que yo sentía que podía esperar una o dos semanas. Presentamos la tutela elaborada por los abogados de la Personería del Distrito ante el Juzgado de reparto, solo había que esperar que la aprobaran y someterme a la diálisis.

Mi hermana debió regresar a su país, porque no tenía mas permiso del trabajo y ese día yo me sentí mejor y me desplace al lugar donde Luz Dary y Angélica estaban preparando el evento en que estábamos trabajando que era el Concurso Nacional de la Belleza Juvenil “Miss Teen Colombia” nuestro espectáculo bandera, era la primera vez que los padres de las niñas participantes de ese año, veían al director general, por eso se acercaron para saludarme y hacerme muchas preguntas. Las niñas seguían ensayando al compás de la música que sonaba en una grabadora que llevábamos para todos los ensayos y al fondo la voz de Luz Dary que al corregirlas, les daba la voz de volver a empezar;

En ese momento sentí un dolor intenso en mis riñones y un frío que recorrió todo mi cuerpo a la vez de un deseo de estallar en llanto, pero no quería llorar delante de la gente, pensando que tal vez haría el ridículo, entonces empezó una sensación de lucha interna entre llorar y no llorar, yo solo apretaba el botón de la Virgen que llevaba al pecho, la gente se empezó a inquietar, Luz Dary suspendió el ensayo, las niñas me rodearon, Angélica y Jonathan le pedían a la gente que se apartaran para que yo pudiera respirar, La gente preguntaba: Qué pasa? Y yo les decía tranquilos se me está obrando un milagro, porque pensaba que lo que estaba sintiendo, era que mi fe en la Virgen empezaba a sanarme.

Como pude me levanté y salí a paso rápido hasta llegar a la calle donde lloré y después reaccioné; al cabo de unos minutos regresé para explicarle a las personas acerca de mi enfermedad y lo que me estaba pasando, pero ya la mayoría se habían marchado, Yo me preocupé demasiado porque solo pensaba que esto ocasionaría que el concurso se viniera a pique y los padres retirarían a sus hijas, miraba a Angélica y la veía tan o mas preocupada que yo y le decía “Angélica, el concurso”… y ella con su carita de desilusión trataba de tranquilizarme, diciéndome que no me preocupara que los padres entenderían.

Eso me manifestaron también algunas madres que aún estaban allí, entre ellas Luz Marina Moreno, psicóloga que tomaba mis manos me las frotaba y me decía tranquilo, por ahora preocupémonos porque usted se ponga bien. Yo le mostraba el botón de la Virgen y le decía que ella estaba obrando un milagro en mí y que los exámenes que me habían practicado saldrían satisfactorios y no tendría que conectarme a la maquina.

En ese momento sentí una sensación que nunca he podido explicar, de mi boca salían palabras que no era yo quien las pronunciaba sino una fuerza extraña que le decía a Luz Marina: ” No le está hablando Juan José, sino la Virgen La Milagrosa, crea lo que él le dice acerca del botón y pídame lo que quiera que Yo se lo concederé, con el compromiso que  cuando le cumpla Usted también regalará botones…”; Yo siempre he creído que fue un milagro, los doctores aseguran que fue un ataque debido a la intoxicación de la sangre y la falta de irrigación en el cerebro. Doctores tiene la Santa Madre Iglesia.

Angélica y Jonathan recorrieron algunas clínicas conmigo sin lograr que me atendieran porque la tutela aún no había sido aprobada, luego me llevaron a la casa. Mi prima Sandrita ya se había enterado y me buscaba de clínica en clínica, pero nadie le daba razón, hasta cuando aparecí en la casa. Ella pasó la noche cuidándome y a la mañana siguiente, volvió a darme el ataque pero esta vez se manifestaba con una risa grotesca; Sandrita y Joselín su esposo me llevaron nuevamente al Hospital San Ignacio y me ingresaron por urgencias, yo miraba muy asustado con lo que me estaba pasando porque creía que me estaba volviendo loco.

Miraba para todos los lados y las expresiones de las personas mas me asustaban, sentía como si el mundo de repente se detuviera y yo era quien lo manejaba y que si quería podía destruirlo también, creyendo esto le dije al medico que me atendía, que yo podría destruir el mundo a lo que el respondió que si era así, le pegara un puño y yo saque la mano y se lo pegué. En ese momento reacciono y exclamo: ¡Doctor, qué me está pasando? El sobándose la cara me dice que tranquilo, que se va a poner bien y ordena un calmante que me duerme.

Eran las once de la noche cuando desperté y al lado mío estaba Joselín el esposo de mi prima Sandrita, que había estado todo el día cuidándome. Porque Yo estaba aterrorizado, porque me daba cuenta de todo lo que hacia pero no lo podía evitar, esa noche seguí durmiendo y al día siguiente, pidiéndole al médico que me ayudara y me explicara que fue lo que me pasó, él, colocando su mano en mi hombro me animó diciendo que todo se debía a la intoxicación de la sangre y después de algunas diálisis desaparecería el peligro de volver a sentir esa sensación;

Luego me implantaron un catéter en una arteria importante del cuello me ingresaron a la sala de Diálisis de la Unidad renal del Hospital, un salón amplio con sillas reclinables contra la pared y al lado de cada una,  máquinas llenas de botones, luces, filtros y mangueritas por donde recorre la sangre la cual mediante unas agujas intravenosas sale del cuerpo pasa por los filtros de la maquina, que le extrae los líquidos y toxinas y regresa al cuerpo. Yo las conocía, iba a ellas cuando mi mamá requería de la Hemodiálisis, así tuve mi primera DIÁLISIS.

El Hospital me ayudó debido a la gravedad de mi estado, entonces cada tercer día debía ingresar por urgencias para lograr el procedimiento, hasta cuando el Juzgado avisó que la Tutela había sido aprobada, entonces corrimos a presentársela a Cafesalud quien autorizó mi tratamiento, ya que el estado a través de Fosyga cubriría los gastos.

En ese hospital estuve durante siete meses y luego fui trasladado a la Clínica Navarra, donde podía dializarme durante las noches y así vivir normalmente el resto de día.

El tratamiento con hemodiálisis lo soporté, siendo un paciente un tanto difícil, se me acrecentó el mal genio, la desilusión que le causa a uno el cambio brusco de vida, suspender la vida social y mis recorridos por restaurantes, bares y discotecas lo cual de verdad me gustaba mucho, aunque la había disminuido bastante posterior a la muerte de mi mamá, en vez de haberlo hecho en vida de ella, eso me causaba bastante cargo de  conciencia y arrepentimiento, porque así como estaba siendo un paciente difícil, fui un hijo que no supo aprovechar y disfrutar todo ese amor, esa dulzura y sabiduría que proyectaba mi madre, por lo equivocada que llevaba mi vida;

La arrogancia que presentaba frente a los demás, sin caer en cuenta que yo solo era uno mas, con los mismos dolores, angustias y falencias de cualquiera de los que estaban al lado mío, recibiendo un tratamiento, que aunque doloroso, nos alargaba la vida. Pero Dios y la Virgen, Jamas me faltaron, al contrario todos los días encontraba ángeles en el camino, que me socorrían, me auxiliaban y así no sentía todo el rigor y los sufrimientos que produce esta enfermedad complementada con la soledad.

Quisiera en este momento nombrar a cada uno de los doctores, enfermeros y enfermeras, trabajadores sociales, psicólogos, nutricionistas, quienes con tanta dedicación estuvieron y lo siguen aún pendientes de mi situación.

A finales de Enero unos amigos de la Ciudad de Medellín me invitaron para las fiestas que se celebraban en un pueblo cercano y el único impedimento que yo encontraba, era cómo dializarme allí. Le pregunté a los médicos, enfermeras y funcionarios de Cafesalud, claro que no conté el motivo real de mi viaje, sino desperté automáticamente un interés acerca de los trasplantes, ya que nunca había recibido información por parte de las clínicas o centros de salud que tenían que ver con mi caso, solo los cuentos que se escuchan en las salas de espera por parte de los pacientes, la información acerca de los trasplantes en algunas clínicas es muy escasa debido a que es más rentable para ellos condenar a la silla de diálisis a los pacientes, evitando el trasplante que es más económico y mejora la calidad de vida de los pacientes en un 100%.

Bueno, la diálisis fue aprobada en la Clínica de la Américas en Medellín, yo asistí a la fiesta y pude dializarme, Estando allí,  conocí al Doctor Clark director de la Unidad Renal de la Clínica de las Américas. Me motivó con sus explicaciones y sus charlas acerca del trasplante.

Al día siguiente me dirigí a la Unidad de Trasplantes del Hospital San Vicente de Paúl y fui recibido por una señora encantadora y muy humana, la gerente de la Unidad: La Doctora Marlene Cardona; Que señora!… Me atendió como si yo fuera un familiar cercano a ella, con toda la paciencia y comprensión  me indicó el procedimiento a seguir, luego me llevó con el Doctor Gonzalo Mejia quien con igual calidez y a manera de cátedra me explicó lo que sería el trasplante.

Después la Doctora Ingelena Arroyave me presentó en su clase ante unos jóvenes médicos, diciéndome: Bueno Juan José yo le voy a contar las cosas malas de un trasplante las buenas las va a vivir. Regresé a Bogotá con el compromiso de volver un mes después; el día 3 de Marzo para los exámenes de protocolo y con una luz de esperanza que se habría en el horizonte: La posibilidad de no depender de la maquina de Diálisis.

Ese mes transcurrió en medio de grandes expectativas para mí, aunque ninguna motivación de parte de la Unidad renal donde me atendían, era como si existiera cierta animadversión a los trasplantes.

El día 2 de Marzo viajé nuevamente a Medellín, la cita con el doctor Mejia era a las seis de la mañana del día siguiente, yo llegué en punto de las seis y él ya me estaba esperando; me saludó muy amablemente y me preguntó por los exámenes, contesté que a eso venía y el me dijo, asombrado “No! los tenías que traer hoy”.

Yo no había entendido bien, pero el doctor comprendió y enseguida pidió colaboración para que me practicaran todos los exámenes, los cuales se realizaron en un día y medio, tiempo récord me advirtió él con una sonrisa. Analizó todos mis exámenes y concluyó diciéndome que era un paciente apto para el trasplante. La doctora Marlene Cardona me entregó el listado de los requisitos que debía cumplir con Cafesalud y luego regresé a Bogotá, muy satisfecho.

Aquí comienza un calvario de trámites y Cafesalud me aprueba el trasplante pero en la Clínica Marly de Bogotá. No sé si era capricho o qué? Pero yo quería que fuera en Medellín, la clínica y los doctores en Bogotá no me inspiraban confianza, no hablaban claro y pareciera que me estaban embolatando, porque cada que llegaba con un resultado, el doctor o no podía atenderme o me mandaba a practicar otros laboratorios.

Así fui perdiendo mi interés y me conformaba cada día a morir pronto en la máquina de diálisis. Los malestares que producen las diálisis lo llevan a uno al desespero total, ese malestar continuo, el prurito o rasquiña por todo el cuerpo, el síndrome de las piernas inquietas, que es el movimiento permanente de las piernas sin que uno las pueda controlar esté en la posición que esté, la pérdida del sueño, alguna vez llegué a permanecer seis meses sin dormir, esto y todos los otros síntomas me hicieron entrar en un estado de depresión que solo pedía que Dios me quitara la vida, porque yo no era capaz.

Esa noche llovía copiosamente, mi alcoba quedaba en el sexto piso y daba a la calle, era tal la depresión, el aburrimiento, el malestar general, que tomé la decisión de lanzarme al vacío para acabar con todo esto; Abrí lentamente la ventana le pedí fuerzas a Dios pero al mirar a la calle y ver que estaba lloviendo, pensé que era mejor esperar otro día, así que sonreí y me dispuse a ejercitar mis piernas en una bicicleta estática, hasta que el cansancio hizo que me durmiera. Cuando desperté oré a la Virgen de la Milagrosa y a Dios, dándoles gracias por no haberme dejado cometer esa torpeza.

Con mucho optimismo y esperanza me comuniqué con el Doctor Mejia en Medellín y él con su tono estricto pero muy cordial me preguntó ¿Que hubo de Usted, Juan José? y yo le respondí “No Doctor esperándolos. A lo que él afirmó “Los que lo estamos esperando, somos nosotros, vengase para Medellín y en seis meses Usted estará ya trasplantado”. Así que un buen día de Enero del 2.003 empaqué mis cosas, vendí mi casa y me fui a vivir a Medellín.

Era sábado el camión recogió el trasteo yo me dirigí a la Clínica para mi diálisis, descansé y a la mañana siguiente arranque en mi automóvil al que llamo “Meteoro”, con destino a la Ciudad que me devolvería la Vida. El viaje fue bastante complicado, a las tres o cuatro horas de camino, había sobrepasado Puerto Salgar, bajo un sol esplendoroso pero muy caliente, de hecho dicen que es la región mas calurosa del país con extensos campos verdes, vegetación muy colorida, muchas garzas volando y mucho ganado de bonita estampa, animales muy grandes de colores blanco y café, creo que cebú es su raza; la mayoría pertenecientes a una Hacienda llamada “Talavera de la Reina”, todo un plano de naturaleza hermosa partido por una cinta de asfalto por donde yo atravesaba en mi coche, con el equipo a todo volumen, de donde se desprendían las notas de un acordeón que interpretaba un canto vallenato, música que me encanta y no es tanto el gusto sino la nostalgia de mi tierra.

Toda esa maravilla junta no me dejaron escuchar el ruido que producía el recalentamiento del motor de mi carro que terminó deteniéndose con una gran humareda de vapor al lado de la carretera. “Bueno…pensé,… paseo sin varada …no es paseo!” Al rato pasó por allí un taxi que se detuvo y su conductor me prestó auxilio, No había nada qué hacer, así que amarramos a Meteoro al taxi con una soga y me arrastraron hasta un pueblito llamado Puerto Boyacá, era difícil encontrar un mecánico trabajando porque era Domingo, el primero que encontré estaba borracho y vaya lío para que aceptara no meterle la mano al carro.

Por fin encontré unos señores que trataron de arreglarlo, pero no conseguiríamos los repuestos necesarios sino hasta el día siguiente, así que me fui a dormir a un pequeño hotel, donde dormí de una manera tan agradable como no lo hacia desde varios meses atrás, así que al llegar al taller en la mañana siguiente les manifesté a los mecánicos que si así se dormía en este pueblo, yo estaría dispuesto a quedarme por varios días, todos sonrieron.

Pasado el mediodía emprendí nuevamente mi viaje, pero tomé equivocadamente otra carretera que también me llevaba a Medellín pero con una duración de cinco horas más pues pasaba por Puerto Berrio. Esa noche por fin llegué a la Bella Villa, como también es conocida la capital Antioqueña. Llegué a la casa de un amigo al que considero mi hermano y fui recibido con esa cordialidad, esa generosa hospitalidad, esa aptitud bonachona, en fin esa manera de ser, que solo los paisas saben tener; Por eso rindo homenaje de agradecimiento a mi amigo Alexander. No fue mucho lo que hablamos, por el cansancio que me doblegaba, solo dormí profundamente y agradecí a Dios y la Virgen, por haber permitido que yo llegara a mi destino.

A la mañana siguiente, corrí las cortinas y abrí la ventana, entonces, un calorcito muy agradable cubrió mi piel y vi ese color de la ciudad donde se mezcla el ladrillo, el cemento, el asfalto, pero los árboles más verdes, el colorido de las flores y a pesar de estar en el centro de la ciudad, el trinar de muchos pájaros. Suspiré y exclamé convencido: Por fin estoy en Medellín!.

Me dirigí a las oficinas de la entidad de salud que me correspondía y contrario a lo que pensaba, Todo el mundo me colaboró y de tal manera!, que esa misma tarde fui ingresado a la Unidad Renal de la Clínica de la Universidad Pontificia Bolivariana; donde se continuó mi tratamiento de Hemodiálisis.

Pasaron los días y ya mejor organizado, empecé a buscar una oficina donde empezar a desarrollar las actividades del Concurso, trabajo del cual les conté al comienzo de este relato. Aquí nuevamente invoco la protección de la Virgen de La Milagrosa; Un día recorriendo la Avenida Bolivariana encontré un local, con el aviso pegado al vidrio que decía “SE ALQUILA”; Tomé el teléfono y me comuniqué solicitando informes. Un señor de voz gruesa pero con gran amabilidad, me citó en el sitio a las 10 de la mañana del día siguiente, dejándome conocer el local me advirtió acerca de los requisitos entre ellos el de presentar dos fiadores con finca raíz, que respaldaran mi solicitud;

Agradecí su atención y me retiré. La pregunta era adonde iba yo a buscar dos fiadores, si apenas pocos días atrás había llegado a la Ciudad de Medellín. Estaba seguro que era esa la oficina que necesitaba y esa noche en la silla de diálisis decidí volver a llamar al señor y me atreví a contarle que no tenía quién me respaldara, que en nombre de la Virgen le pedía que creyera en mí y él rascándose la cabeza me respondió “Hombre Juan, a la gente hay que creerle…firmemos el contrato”.

Ese señor quien se convertiría en mi amigo y consejero es el ingeniero Edison Londoño, Que Dios lo Bendiga!. Días mas tarde mientras recorría el parquecito ubicado al otro lado de la calle, cuál sería mi sorpresa y júbilo, en el centro del parque rodeada de flores estaba ahí, frente a mí, la imagen de La Virgen de la Milagrosa y en medio de una oración en silencio, le preguntaba: Señora Mía, será que Usted tuvo que ver con el arriendo de la oficina y sonriendo Yo respondí convencido, ¡Claro…Claro que si… Ella es mi protectora, cuanto me ama!

Mi diálisis fue programada para los días Lunes, Miércoles y Viernes en las horas de la noche, lo que me permitía desarrollar mi trabajo en el día de una manera casi normal, pues aparte de la diálisis uno debe practicarse permanentemente exámenes de laboratorio, asistir a citas de control y no solo por el departamento de Nefrología, entran a jugar una serie de especialistas como Dietética y Nutrición, Psicología, Trabajo Social y el examen de Histocompatibilidad, el cual se debe realizar mensualmente para determinar que el órgano rescatado mediante la donación de órganos y tejidos es compatible con el cuerpo y el organismo de uno;

Es ahí, cuando le llega el tan anhelado y a la vez temido momento del trasplante; Esta espera es a veces traumática pues a pesar que uno no solo necesita, sino que desea fervientemente este procedimiento, lo invade cierto escepticismo o mejor miedo a lo desconocido y lo peor aún, a la muerte.

Mientras ese momento llega, la Unidad Renal se convierte en su segundo hogar, pues, entra uno a depender de la maquina de diálisis, para sobrevivir mientras llega el procedimiento del trasplante. Desafortunadamente ningún paciente llega conforme a la hemodiálisis, toman la maquina como un verdugo y no como un eslabón en la cadena de la esperanza y hasta el momento ningún medico, enfermera, trabajadora social o cualquiera de todos los que componen el departamento de Nefrología o Unidad Renal concientizan al paciente en cuanto que, al depender del tratamiento de diálisis, no se acaba la vida, sino que se tiene este procedimiento para llegar a recuperar la calidad de vida, suerte que no tienen todos los pacientes en terapia de reemplazo, como por ejemplo los enfermos de hígado, corazón, médula, corneas, entre otros.

Uno vive la diálisis como una antesala a la muerte, a veces no se desea continuar mas, es un tratamiento desgastador y cruel, pues uno sobrevive con la zozobra de si hoy será el último día; los nervios se afectan, se convierte uno en una persona irritable y esa amargura se evidencia en esa cara totalmente descompuesta y verdosa que muestra un ser totalmente vencido por la enfermedad, todo eso, producto de los demasiados efectos negativos que produce la diálisis, pues este procedimiento solo limpia la sangre el 30% de lo que realmente hace el riñón, pero aún así, la Fe se fortalece y uno en el fondo espera recuperar la salud.

El grupo de trasplante le indica a uno cómo prepararse para el momento en que sea sometido a la cirugía de trasplante; Es como si uno estuviera hipnotizado y por teléfono le dieran una orden y le manejaran la mente. Cuando llega el momento es el instante mas traumático para uno.

Un buen día estaba en mi oficina, atareado con mi trabajo, el cual genera suficiente estrés, de pronto mis labores fueron interrumpidas por el sonido del teléfono anunciando una llamada; Contesto con un acelerado Aló? Y al otro lado de la línea una voz femenina pregunta: Podría comunicarme con Juan José Llinás y yo respondo: Quién le llama? Y la voz me dice: Le estamos llamando de la Unidad de Trasplantes del Hospital San Vicente de Paúl…

Por mi cuerpo recorrió un frío gélido, no podía pronunciar palabras y talvez mi color produjo alarma en mis compañeros, que se acercaron y me preguntaban, Quién es?… Qué le pasa?…Se siente bien?…Al fin pude hablar y respondí con voz temblorosa: Si, a la orden, con quién hablo?…Mis piernas y manos temblaban, al punto de no poder sostener el auricular, por lo que mi secretaria conectó el altavoz, mientras tanto la voz repetía: Con el señor Llinás? Y yo afirmé…Sí, señorita, a lo que contestó, “Le estamos llamando, para confirmar algunos datos personales de su historia clínica…Yo exhale un profundo suspiro y con una nerviosa sonrisa le dije: Uy señorita, pensé que me estaba llamando para avisarme que mi riñón estaba listo…Ella sonrió y contestó: Ay perdone, tal parece que lo asusté!!!…Me asusto, nooo… que va, acabo de conocer el terror y ahí todos estallamos en una estruendosa carcajada; Era una falsa Alarma.

Siempre estaba pensando que si llegaba la operación, no fuera en un momento de mi trabajo, cuando estuviera desarrollando un evento, porque sería demasiado traumático y no contaba con un numeroso equipo de trabajo, que me permitiese ausentarme.

Llegó el día, arreglaba unos mariscos y pescados para preparar una paella que me había contratado Mauricio Sreter, un amigo, para la inauguración de su apartamento; Con cuidado limpiaba los camarones, volteaba la piel de los calamares, cortaba los pulpos y caracoles, separaba las almejas y bañaba todo en aliños y limón; Mi pequeña cocina estaba invadida de verduras, pescados, pollo, carne de cerdo y chorizos, todo separado de acuerdo al orden en que debía  prepararlos.

El teléfono sonaba y yo pensaba quién sería el inoportuno, porque tenía las manos untadas de todos los ingredientes y mientras lavaba las manos decía: Ah, que esperen un momento…al fin contesté con ese Aló acelerado y poco amable, que me caracteriza. ”Hablo con Juan José, me increpó la voz al otro lado de la línea, Sí, yo con quien hablo?. Juan le habla el doctor Gonzalo Mejia de la Unidad de Trasplantes, debe venirse para la clínica, su riñón lo está esperando…Juan me escucha…Juan!…Sí doctor, le dije entre sollozos…Juan es que no quieres?… No doctor, no es eso…es que no sé que hacer…Mira Juan, tranquilízate y yo vuelvo a llamar en cinco minutos, está bien?…Bueno Doctor, gracias y colgué.

No sabía qué hacer. Los nervios se apoderaban de mí y solo caminaba de un lado para el otro del apartamento.  Lamé a Teresita  una amiga y le dije: Oiga Tere, tengo que irme para el hospital, el riñón está listo y me van a trasplantar; Lloraba y temblaba al mismo tiempo, mi amiga me tranquilizó diciéndome: No mijo, felicitaciones, alístese que yo ya voy para allá y lo acompaño…luego colgamos.

Mientras tanto en medio de mi nerviosismo pensé dejar pasar la oportunidad y me justificaba diciéndome “Y…entonces que va a pasar con la paella…perdería lo que gasté en los ingredientes…Yo le marcaba a Mauricio pero no lograba comunicarme con él, entonces llamo a su mamá…Doña Sonia? …Que hubo Juan….Doña Sonia es que me llamaron del hospital, que el riñón está listo y ella respondió…eh Ave María Juan, Bendito sea Dios…Felicitaciones mijo…Doña Sonia pero es que estoy preparando la paella para Mauricio…Ay Cristo Bendito, exclamó doña Sonia, Qué cuentos de paella ni que nada, váyase ya para el hospital, yo voy a localizar a Mauricio y ahora hablamos, pero váyase ya para el hospital.

Colgué y empecé a tratar de comunicarme con mi hermana en los Estados Unidos, pero ya había salido de su trabajo y aún no llegaba a la casa; Llamé a Bogotá a mi prima Sandrita y me contestó, “Ay Juanchito déle gracias a Dios, yo me voy para el aeropuerto y viajo en el último vuelo de la noche, tranquilo…allá nos vemos”. En eso el Doctor Mejia volvió a comunicarse y me dijo: “Cómo va Juan”?…Bien doctor alistándome, respondí. “Mire Juan váyase para la Unidad Renal, que lo dialicen solamente dos horas y que no le saquen líquidos…y al salir se viene para la Clínica directamente.” Bueno doctor, entonces allá nos vemos y se despidió.

Empecé a llamar a todos mis conocidos para despedirme, porque estaba seguro que no sobreviviría a la operación, yo sabía que esa noche moriría. Tenía justo el tiempo para llegar a la Unidad Renal, pero como no tenía listo nada, me fui para hacer diligencias como pago de servicios, comprar algunas cosas y camino a la Unidad Renal, me perdí. Llegué con dos horas de retraso, el doctor Monsalve a cargo del turno de la Unidad Renal estaba angustiado, porque mi demora ponía en riesgo la operación. Él consultó con el doctor Mejia y autorizaron dializarme.

En la puerta de la Unidad de Trasplantes se encontraba Mauricio con la Novia quien me regalo un rosario verde, porque era especial para la salud, varias personas que no conocía pero eran amigos de mi hermana y estuvieron para ofrecer ayuda si la llegaba a necesitar. En medio de los nervios y de la incertidumbre me sentía muy agradecido por las atenciones de esas personas y confirmaba lo acertado de mi decisión de trasplantarme en Medellín, lo único triste del momento era el pensamiento de que iba a morir.

Mi amiga Teresita estuvo conmigo hasta cuando ingresé al quirófano, donde el doctor Velazquez y todo su equipo me esperaban listos para la cirugía. “Te vas a quedar dormido y nos vemos  después de la operación” No tuve tiempo sino de rogarle a Dios: Señor, hágase tu voluntad y no me acuerdo de más.

No sé cuanto tiempo había pasado, cuando escuché una voz que me llamaba: “Juan José!…Juan José…!. Yo abrí los ojos y todo era oscuro, pero en medio de esa oscuridad un hombre vestido de blanco, parecía iluminado, yo pensé “Ay juemadre…me morí!!! Pensé que era San Pedro, hasta cuando me habló diciéndome: Juan te fue muy bien en la operación, nos vemos mañana… Era el doctor y yo tome sus manos y le decía Gracias Doctor…Gracias…Gracias y volvía y le repetía, Dios lo Bendiga…Gracias.

Pues sí! Estaba vivo. Dios por medio de las manos de los doctores, me estaba dando “Una Nueva Oportunidad de Vida!!!.

Toda esta experiencia vivida, me llevó a querer comunicársela a todos los pacientes en diálisis y terapia de reemplazo, para que tengan una esperanza en recobrar su calidad de vida, a los trasplantados para que unidos defendamos nuestros derechos y uniendo fuerzas, nuestros testimonios sean el mejor ejemplo de la bondad de la Donación de Órganos y Tejidos, a todas las familias colombianas para que en unión compartan y discutan el tema de la donación de órganos y tejidos tomando conciencia de que un cuerpo que es recibido en donación mejora la calidad de vida de por lo menos cincuenta y cinco personas que recobran la calidad de vida; es una decisión que se debe tomar en familia.

Cuando una persona fallece, su familia debe respetar la voluntad de quien en vida manifestó su deseo de ser donante; Aunque muchas veces por razones de índole religioso, temores infundados por los diferentes mitos o desconocimiento total acerca del tema, los familiares se niegan e impiden el proceso de rescate.

Cuando uno es trasplantado con órganos de un donante cadavérico o cualquier otro tipo, la sensación es la de volver a nacer, el alivio casi inmediato de todas las dolencias, la recuperación de las fuerzas y el deseo de ser útiles de nuevo, se ve empañada por la atención de los funcionarios de las entidades de salud, quienes no manifiestan ninguna muestra de consideración por los pacientes trasplantados, quienes se ven expuestos a diferentes infecciones, por mantenerse innumerables horas en largas y tediosas esperas, bien sea por las autorizaciones o la transcripción de formulas, la entrega de medicamentos, el viacrucis por los exámenes médicos, para los cuales los pacientes debemos trasladarnos a diferentes centros médicos, laboratorios, clínicas, farmacias, etc. Sin ningún respeto o consideración por parte del personal mencionado quienes carecen en su totalidad de comprensión, tolerancia o por lo menos buen trato.

Por esto establecí la Fundación Social TRASPLANTE DE COLOMBIA, entidad social privada, sin animo de lucro con el propósito de apoyar a todos los pacientes trasplantados y aquellos quienes están a la espera de un trasplante de cualquier órgano o tejido por lo cual nuestra meta es construir un albergue donde los pacientes que se someten al procedimiento de trasplante, cuenten con un lugar donde pasar el periodo del Post Operatorio, el cual representa un alto porcentaje en el éxito del injerto y donde reciban la atención, apoyo y afecto indispensables en esos momentos.

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La Fundación Social Trasplante de Colombia, es una entidad social privada sin animo de lucro, cuyo objetivo principal es el mejoramiento de la calidad de vida de pacientes trasplantados y en espera de un trasplante.

Fue fundada y es dirigida desde hace 10 años, por Juan José Llinás paciente trasplantado de riñón, quien lidera un grupo de pacientes y recurso humano para desarrollar su labor.

Surge, debido al sentimiento de soledad y abandono que se presenta en los pacientes, en cualquier época.

Su experiencia en la organización de eventos, le lleva a crear la Fundación para mejorar la calidad de vida de los pacientes, mediante el entretenimiento. Así nace El Concierto por la vida, del cual cuentan tres versiones, el seminario de modificación de estilos de vida, actualización en pacientes pre y post trasplantados y Festival de la vida sana.

Adquirieron una Van con el propósito de crear la primera unidad móvil de sensibilización y promoción de la donación de órganos, pero no logran encontrar apoyo a su proyecto. Piensan que los trasplantados, son la mejor muestra viviente de las bondades del trasplante, realizado gracias a la donación de órganos y tejidos.

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Juan José Llinás es un publicista de la Universidad Central, quien como consecuencia del trasplante, dio un giro de 360° y se dedicó a trabajar por los demás, amante de su labor y soñador. Una de sus metas es la construcción de un albergue, para aquellos que vienen de otras ciudades a someterse a un trasplante y no tienen dónde pasar el post operatorio, que es fundamental para el éxito del procedimiento y también para residentes en la ciudad, que no tienen quién los cuide.

Memorias conversadas para Historias de vida por Isalopezgirlado