Julia Salvi

JULIA SALVI

Las Memorias conversadas® son historias de vida escritas en primera persona por Isa López Giraldo.

Me cuesta muchísimo trabajo todo aquello que tenga que ver con reconocimientos hechos a mí. Me sorprende de qué manera personajes a quienes hemos admirado han perdido el equilibro, bien sea porque hay circunstancias en su destino que han cambiado o porque se han llenado de su propio ego. Pienso que, en muchos casos, los demás nos convertimos en sus verdugos. Siendo consciente de que vivimos en una sociedad que puede amar y agradecer, pero pasar rápidamente al desprecio, he querido darle menos importancia a quién soy yo. Sin duda un ser humano lleno de defectos, para realzar lo que ayudo a hacer. Hablo de darle el protagonismo a las hechos, a lo que se construye en conjunto.

Al pasar el tiempo me arraigo más a esa idea de no protagonismo, a diferencia de los primeros años cuando consideraba que era importante que yo fuera la voz de los proyectos en los que trabajaba. Hoy es importante para mí pasarle la palabra a otras personas y que sean muchas las voces las que expresen el significado de las cosas.

Por esto te menciono que cada vez más evito ser entrevistada. Si ves en las publicaciones que hicimos este año aparezco sutilmente y solo cuando un motivo mayor lo requiere.

– Y cuando lees un artículo como el de la columna que cito de Guillermo Perry en El Tiempo, ¿qué experimentas? Lo cito enseguida. “El Festival Internacional de Música es hoy, quizás, el mejor del hemisferio. Este enero (2017) ofreció, asociado con el famoso Festival de Spoletto, la producción operática más importante que se ha presentado en el país. Con ello, la orquesta Les Siècles y los extraordinarios solistas, el festival fue inolvidable. Julia Salvi merece la Cruz de Boyacá. En conjunto con el Hay Festival, el Festival de Cine y otros, Cartagena compite hoy con Bogotá por el título de capital cultural de Colombia”. Guillermo Perry.

¡Me congelo! El paso de la modestia a dejarse llevar por la vanidad es tan corto. Por esto, para una persona de mi edad, personajes admirables como José Alejandro Cortés son un gran ejemplo de equilibrio. Personas que han sabido identificar qué es lo importante.

Dicho lo anterior, voy a tratar en lo posible de acompañarte en tu propósito y aprecio muchísimo que hayas considerado que haya una historia qué contar que pueda servir a otras personas que quieren hacer algo por el país y que en el camino encuentran distintas dificultades.

ORÍGENES

– Cuéntame de tu infancia.

Bien sabes que esas cosas son infinitas, pero puedo decirte que crecí en el hogar de una familia corriente donde el papá trabaja y la mamá decidía tener muchos hijos. En mi casa fuimos cinco. Y fue mamá quien se ocupó de nuestro cuidado con suficientemente disciplina para formar personas capaces de afrontar las circunstancias de la vida.

Ha habido unos cambios generacionales importantes. De mi generación a la que me precede hubo un cambio social y tecnológico enorme. Este cambio hizo que valores como el de la responsabilidad humana cambiaran. De la educación de aquel entonces se perdieron cosas como el amor y el compromiso por la sociedad misma, bases fundamentales del desarrollo y de la construcción individual.

Pertenecer a una familia como la de mis abuelos, donde había tres hermanas casadas con tres hermanos, significó tener dobles primos. También vivir en un ambiente particular en el que todos éramos prácticamente hermanos. Vivimos con poca dependencia a la presencia de amigos, contrario a las nuevas generaciones en las que el núcleo familiar no les genera tanto impacto.

Esta transición generacional también es positiva en otros aspectos, y te doy un ejemplo. A mis hijos los eduqué en una globalización. Ellos han tenido una experiencia de vida privilegiada. Por nuestras circunstancias fueron educados en Inglaterra y Suiza con acceso a las universidades a las que ellos aspiraron. Vivieron en un mundo antes desconocido para mí.

Yo vivo la transición porque aún en nuestra generación los padres hacen esfuerzos para que los hijos tengamos una mejor educación y miremos hacia nuevas fronteras. Así que la oportunidad que yo pedí, más que ir a los Estados Unidos, que era lo más cercano, fue la de irme a Europa. Conocí ese continente a través de los libros y de historias magníficas.

Mi búsqueda era en lo cultural. Esta motivación surgió desde muy niña. Debo contarte que mi abuela, quien se educó en casa, era una mujer visionaria, una gran lectora. Mis tíos fueron abogados, hombres que estudiaban escuchando música clásica. Inclusive, tengo un primo músico, intérprete del violín. Su historia es muy especial y te la voy a contar.

El padre de mi primo era magistrado de la Corte Suprema de Justicia y quería que su hijo fuera abogado como él. Algún día mi primo, José María Marmolejo, encontró un violín en el closet. Su madre, quien venía de una familia de músicos, a escondidas le procuró las clases de música despertando en él una pasión enorme. Fue de esta manera como le reveló a su padre su verdadera vocación. Así pues, él se convirtió en uno de los primeros miembros de la Orquesta Filarmónica de Bogotá. Me cuenta José María que cuando salía del Conservatorio cerraba sus oídos para quedarse con la música que allí se escuchaba bloqueando así otros sonidos, me refiero a los ritmos nuestros, los que se escuchan en Cali y que se tomaban todos los espacios auditivos.

Experiencias familiares como estas tuvieron una gran influencia en mí. Por ejemplo, si yo pasaba la Semana Santa con mi abuela escuchaba música clásica únicamente, no había nada diferente porque se vivía un respeto al culto y al silencio. La emisora de música clásica que existía en Cali, gracias a Amparo Sinisterra, ocupaba un lugar importante en nuestra familia.

Ya en edad adulta, al asistir a una universidad como la Javeriana, encontré otra inspiración, otras influencias que para mí significaron una puerta para acercarme a la realidad del país; el contacto con otras personas, con otras culturas, era algo completamente nuevo. Sin embargo, la formación que yo traía, en algunos aspectos me limitaba y quizás fue esto lo que me llevó a viajar y explorar un mundo que consideré tenía algo que yo buscaba.

– ¿Por qué te fuiste del país del país?

Porque en mi época los padres decidían completamente los lineamientos y yo necesitaba libertad. Crecí en un ambiente muy protegido, pero aún así busqué siempre una independencia y controlarme no fue nada fácil. Pero tuve la fortuna de tener una relación especial con mi padre y con mi abuela. Yo era aventurera, de gran imaginación, y pese a tener una abuela tan rígida como lo fue la mía y a una persona tan centrada como lo fue mi padre, a ellos les atraía que quisiera tomar ciertos riesgos. Por lo mismo me apoyaron. De alguna manera mi vida era una proyección de la suya, por lo menos de la que hubieran querido llevar. Así pues, mi viaje a Europa les resultó muy interesante.

En ese proceso de crecer viajé a Inglaterra. Pisar esa tierra en la época en que lo hice dista mucho de lo que es hoy en día. Los peligros, las ofertas de la sociedad son tan complejas que para los jóvenes debe resultar difícil. No quiero pensar cómo habrían sido las cosas si yo fuera joven en esta época. Soy una convencida de que el destino está escrito.

En Inglaterra me encontré con una pareja de amigos muy queridos, él abogado, ella escritora. Fueron quienes me presentaron a mi esposo, una persona que ocupó un lugar central en mi vida. Con él comenzó una etapa que me llevó a vivir fábulas como la de “Alicia en el país de las maravillas“, “El Mago de Oz“. Se abrieron una cantidad de puertas, se iluminó mi imaginación. Dejé atrás un mundo que amaba para sumergirme por completo en esta nueva experiencia.

– Me podría equivocar si digo que comienza una nueva Julia. Quizás lo que el entorno permitió fue dejar que fluyera la Julia que llevabas dentro y que por tus mismas circunstancias no sabías que existía y que estaba contenida.

Esta es una pregunta que queda siempre por contestar porque no sabemos qué hubiera pasado. Pero, ciertamente lo que gané, lo que recibí en esta nueva vida, lo he podido devolver a mi país. Esto es algo que nunca imaginé lograr y que considero un tesoro.

– ¿Qué pasó con Julia la religiosa?

Muchas personas me preguntan cómo pude yo pensar en llevar una vida religiosa. Precisamente, lo llegué a considerar por ser tan cercana a mi abuela y por sentir una sensibilidad grande hacia las necesidades de otras personas.

En mi infancia jugaba rayuela en la calle hasta la hora en que mi mamá no me veía, solo sombras. Me llamaba con voz autoritaria. El “ya voy” duraba el tiempo que tu quieras antes de tener que realmente entrar a la casa. Fue precisamente ese contacto con la calle el que me permitió conocer cosas antes ajenas a mí. Me refiero a la injusticia, alas diferencias sociales, al mundo de las oportunidades que no todos tienen.

Como estudié con monjas, ellas trataban de inculcar una conciencia social y este recurso tuvo efectos en una persona sensible como yo. Desde entonces me preguntaba “¿cómo puedo ayudar a la sociedad? ¿Qué puedo hacer con estos privilegios?” Esto me hizo considerar varias opciones, una de ellas el servicio religioso. De todas maneras, mi familia me orientó hacia otros caminos.

Europa

Es como si Europa me estuviera esperando para conocer al hombre de mi vida, con el que me casé y con quien compartí tantos años y experiencias. Fue alguien muy especial, de quien aprendí enormemente. La única dificultad que tuvimos en un matrimonio de años, fue mi deseo de servicio. Esto generó distancia geográfica, pero asumí las consecuencias de mis decisiones. Él, un hombre mucho mayor que yo, quería que permaneciera siempre a su lado. Yo sentía que era su tesoro, como alguna vez sentí que lo fui de mi padre y de mi abuela.

Cuando se me amplía tanto la perspectiva del mundo, comienzo a dar los pasos que me llevan nuevamente a Colombia. Sentí el deseo de brindar a mi país proyectos como el Festival (Cartagena Festival Internacional de Música). También quise asumir retos como lo hice con los Centros de Lutería, ambos el producto de un trabajo en equipo, de aliados comprometidos, y de una sociedad que en general ha creído en ellos.

Empecé a abandonar la vida que yo tenía para dedicarme a algo que se me dificultaba por la distancia. Me obliga a ausentarme de mi casa, de mi familia, de mi esposo. El tiempo que le dedico al Festival tiene el costo de oportunidad de no dedicarlo a mis hijos y a mis nietos, todo por comprometerme humanamente con algo que significa mucho para mí.

Música

Mi esposo no fue solamente un arpista, tampoco solo un constructor de instrumentos. Mi esposo era un gran músico, un gran conocedor de la música universal. Tuvo un enorme concepto artístico y hacía parte de un mundo donde la música era su protagonista. Tenía un liderazgo que nos obligaba a desplazarnos por el mundo, conociendo lo mejor que de la música existiera, bien se tratara de música clásica como de la tradicional. Él hizo grandes cosas y de él aprendí. Y si bien se puede tener acceso a momentos magníficos en el arte, para mí siempre fue esencial observar. Me fue muy importante, por sobre todo, revisar de qué manera esto impactaba a la sociedad.

Ahora recuerdo la experiencia en los parques con artistas naturales que ambientan los espacios. Es otra dimensión excepcional, no se trata solo de grandes escenarios. Esto fue parte de mi observación, el cómo influye en la vida del que interpreta y de quien lo escucha. Es un tejido social porque pertenece a todos sin importar sus condiciones sociales, económicas, religiosas o políticas.

El Festival

Cuando llegamos a Colombia, después de una ausencia mía de treinta años, vimos el auge de Cartagena como destino turístico. Al percibir que es un lugar de encuentro familiar, mi esposo dimensionó lo que podía ser posible en sitios como la Capilla Santa Clara o el Teatro Adolfo Mejía. Comienza una construcción en su mente, partiendo de que en un lugar similar en Italia nacen los festivales y que el clima y el ambiente Caribe de la ciudad es favorable cuando en otras partes del mundo hay invierno. Es él quien me transmite la idea, él soñaba y yo materializaba su sueño. Así nos complementábamos.

Nunca pensamos en radicarnos en el país, pero tampoco pensamos que este proyecto llegaría a ser tan demandante y que surgiría la distancia de que la que te hablaba. Nadie entiende lo que no conoce. Por lo mismo, la idea de mi esposo tenía sustento, pero técnica y socialmente faltaba mucho para llevarlo a cabo, incluyendo ganar la confianza de una ciudadanía.

Mi esposo se enfermó en el primer Festival. Sufrió un ataque silencioso al corazón, años antes había tenido una cirugía a corazón abierto, y no pudo regresar a Colombia. Yo venía periódicamente, por quince o veinte días. Pero si hubiera tenido clara la dimensión de lo que asumía, que el Festival y la Fundación requerirían de todo mi tiempo, habría tenido a mi esposo conmigo y habría construido nuestra casa aquí.

Es así como la balanza de lo que era mi vida en Europa se fue invirtiendo. En ese momento, como ahora, he querido que este sea un legado que continúe, que tenga su propia fuerza y no dependa de una persona.

Por lo mismo el Festival tiene una Junta Directiva extraordinaria que ha asumido la responsabilidad de lo que este programa significa para el país. Sus miembros se fueron convocando a medida que su interés fue compatible con la misión de la Fundación; el arte es parte de sus vidas. Se trata de empresarios líderes como Bruce Mac Master, Rodolfo Segovia, Roberto Brigard, Carlos Umaña, Juan David González, Carlos Arcesio Paz, Marco Franco, Sonia Sarmiento, Diego Córdoba.

Cada año la imagen del Festival está inspirada en un tema diferente. Los artistas que la han creado están completamente involucrados, como es el caso de los maestros Santiago Cárdenas, Juan Cárdenas, Olga de Amaral y Ana González Rojas.

La Fundación Salvi creó el Festival porque a sus ojos empieza a haber un cambio cultural que requiere un apoyo enorme. Por lo mismo, se ha dedicado a traer lo que está sucediendo a nivel internacional en la música a quienes por distintas circunstancias no pueden viajar, a quienes buscan un contacto con grandes intérpretes y aprender de ellos. En el Festival hay clases magistrales gratuitas y quienes ingresan a ellas ganan su lugar por mérito. Esta experiencia les cambia la vida. Se empiezan a crear núcleos orquestales donde cada participante tiene una mejor comprensión de sí mismo y de su rol.

– ¿Se espera que las cosas se reinventen para mantener vigencia, pero el Festival es un viaje al siempre, al pasado. ¿Qué puede uno esperar cada año del él?

Lo que buscamos es ofrecer un contenido que vaya satisfaciendo las necesidades que surgen a medida que el tiempo pasa. Desde el primer Festival, diseñado de una forma más simple y tranquila, han crecido los programas que enriquecen la necesidad cultural del país, necesidad de contexto, de otras experiencias y conocimientos. Es una demanda de compositores, expresiones culturales, historia. Así que, mientras aportemos información y expresión cultural a partir de lo que ocurre en distintas partes del mundo, mantendremos un interés en el público. Pero no solo en el público colombiano, sino en el latinoamericano.

Todo esto nos da la posibilidad de trabajar en el enriquecimiento de nuestra música tradicional. Esa es una de las metas más importantes que nos hemos forjado. La de ser un apoyo para que lo tradicional conserve su valor y mantenga su refinamiento de manera que logre un impacto en cualquier parte del mundo.

Hemos iniciado un proceso importante con la Alcaldía de Cartagena de Indias, el IPCC, RCN y la Fundación Puerto de Cartagena para crear un núcleo orquestal en Cartagena de Indias que favorezca la expresión cultural de la ciudad. Este trabajo nos permite complementar los modelos de estudio de los jóvenes músicos de la ciudad en busca de ampliar sus oportunidades y acercarlos cada vez más a una academia magistral.

– ¿Se desplegará el Festival a otras ciudades y territorios?

Llegar a otras ciudades tiene sus luchas. Posiblemente tendremos nuevas oportunidades en Barranquilla para compartir un programa complementario al Carnaval, pues este tiene su propia identidad y valor cultural. La Alcaldía y algunos empresarios tienen interés en ampliar la oferta musical hacia los contenidos que ofrece el Festival. Además, la ciudad cuenta con espacios como el Parque Sagrado Corazón que tiene una concha acústica preciosa. La relación estrecha y la cercanía geográfica ayudan. Quise hacerlo en Cali, pero resulta complejo, quizás con el tiempo se logre.

– ¿Con esta realización de vida, quién es Julia Salvi hoy?

Yo te pregunto a ti. Y lo hago porque no me tomo el tiempo para mirar quién soy, sino para mirar lo que puedo ser y lograr, Para saber cómo aprovechar cada momento de mi vida. Para construir en sociedad. Es un compromiso de todos el hacer estas revisiones y aportes.

– ¿Qué cosas nuevas vienen para tu vida?

Yo creo que he completado ese ciclo de tener proyectos, el ciclo de lo que quiero ser. Ahora es el tiempo para cumplir las metas que ya me he trazado y por las que he trabajado.

Podría decirte que lo que viene es el fortalecimiento del proyecto orquestal de Cartagena. Apoyar a una generación para que crezca conociendo el Festival desde su núcleo, para que continúe con esta tradición a partir de su valor cultural. Quién mejor que sus propios ciudadanos para lograrlo. El gran esfuerzo, el que estamos haciendo todo un grupo de personas e instituciones, será dejar sembrada la semilla que les permita a los jóvenes y a las nuevas generaciones conectarse con el resto del mundo y mantener viva la línea que el Festival ha trazado.

– ¿Si fueras música qué sonido serías?

El de un piano, el de un acordeón. Me encanta el vallenato, como también me gusta la música andina. Me gusta el niño que desde pequeño construye una historia y tiene la capacidad de acompañarla con su acordeón y hacerla música.

– ¿A qué época perteneces?

Eso es muy interesante. Yo creo que a los años 50. Siento que en este época había un interés general por la lectura y por cultivar el intelecto.

– ¿Es el Festival una forma de volverte atemporal y te da la posibilidad de traer el pasado y perpetuarlo?

No había pensado en el pasado de esta manera. Pero si reviso, mis amigos mayores, muchos de ellos ya muertos, tuvieron siempre una admiración por la historia, por traerla al presente. Y el Festival logra exactamente lo que describes.

– ¿Qué te gusta dejar en las personas que se acercan a ti?

Compromiso, sentido de propiedad, lealtad y responsabilidad. Que antes de aprender a volar aprendan a caminar. A valorar la esencia de las cosas antes de otorgar privilegios. Hacerlo de manera gradual para que se pueda asimilar. Que cada momento sea importante en la evolución y en el desarrollo de una sociedad.