César Eduardo Tamayo

CÉSAR EDUARDO TAMAYO

Las Memorias conversadas® son historias de vida escritas en primera persona por Isa López Giraldo.

Soy un hombre de familia, antioqueño, economista, amante de las culturas, de las cosas extrañas a nosotros, pero con fuertes raíces y arraigo.

Tengo hobbies de viejito, de los que se deben guardar para la jubilación, porque me gusta el jardín, sé de memoria el nombre de árboles, plantas y flores. Amo las montañas y a ellas llego cual destino.

Crecí con sentido de familia poderoso. Mi familia es tan numerosa, tan paisa, que casi ni amigos tuve.

Cultivar la mente fue una de las guías que recibí desde siempre, por parte de mis padres y familia.

ORÍGENES – RAMA PATERNA

Mis abuelos son del suroeste antioqueño. Mi abuelo, Eduardo, a razón de los negocios de la familia, nació en Jericó y mi abuela, Elena Ortíz, en Fredonia. Ya casados se instalaron en Medellín y tuvieron siete hijos.

Poco disfruté a mi abuelo quien murió cuando yo tenía cinco años, entonces mis recuerdos se apoyan en las historias que me contaron. Fue un hombre de negocios de palabra, pues nunca firmó un contrato. Se dedicó a muchas cosas porque fue sastre, ganadero, funcionario público, comerciante. Cuando por algún negocio recibía una finca, esta se convertía en nuestro destino de descanso de fines de semana y vacaciones, especialmente la de San Onofre – Sucre.

Soy el sexto nieto, primer varón después de cinco mujeres, lo que me hizo su favorito para malcriarme como pocos. Me llevaba con él a la finca que, si bien no tenía comodidades, si el niño pedía agua caliente, con agua caliente podía contar.  

Íbamos en su Nissan, ese jeep con sillas laterales atrás, incómodas y sin seguridad, en un viaje que podía tomar once o doce horas que incluía mareada. Si bien yo era muy chiquito, los acompañaba a pasar revista para marcar el ganado o contar los terneros.

Fue muy consentidor y juguetón, me dedicó mucho tiempo. Veía por los ojos de su nieto varón que, por su tradición y cultura, para él fue muy importante, además, porque era la posibilidad de continuar el apellido a través del hijo de su hijo mayor.

Mi abuela vivió un poco más, quizás diez años más. Fue la típica matrona de la casa que todo lo mantiene bajo control. Hizo las veces de modista para sus hijas, porque esto le entretenía. También fue muy consentidora y alcahueta con sus nietos que la visitábamos sin falta después del colegio. Recuerdo que, cuando quería pedir un permiso que sabía que mis papás no me darían, la llamaba a ella. Con seguridad la metí en más de un problema.

A mi papá desde muy joven lo responsabilizaron de algunas cosas, por ejemplo, recoger a mi abuelo en el carro para evitar que manejara porque tomaba aguardiente mientras hacía sus negocios en la feria de ganado donde tenía su oficina. Era lo que se usaba en la época.

Pero mi abuelo tuvo siempre como premisa fundamental el estudio de sus hijos, porque en su casa podía faltar lo que fuera, pero no el estudio. Todos sus hijos se hicieron profesionales.

Mi papá estudió medicina, pues desde el colegio vivió su vocación de servicio. Si bien es alguien muy serio y poco expresivo, sí es muy servicial como le reconocen todos. Se dedicó a su profesión y se especializó en cirugía cardiovascular y, junto con unos amigos, fundaron la Clínica Las Américas.

RAMA MATERNA

Mi abuelo, Jorge Tobón, tuvo primos lejanos que hicieron parte de la firma Posada Tobón – Postobón. De una rectitud a prueba de todo, serio, disciplinado, hombre de campo que, con los años, se instaló a su finca de Copacabana. Fue amante de la música clásica y les tocaba piano a todos sus hijos a las seis de la tarde a diario, los instruía en los diferentes instrumentos para agudizarles el oído.

Trabajó como abogado en Tejicondor toda su vida donde se jubiló. Pasó siempre entre la oficina y su finca, que era de recreo.

Lo recuerdo en su mula por las montañas, paseándose de finca en finca porque era vecino de sus hijos quienes sí preferían los caballos, pero para él su mula era sinónimo de seguridad, sabía que nunca se caería de ella y que lo acompañaría por siempre. Y es que disfrutaba la vida del campesino, por eso su mula a la que se subía con ruana a recorrer las veredas.

Tuvo catorce hijos con mi abuela, Alicia Acosta. Fue la tradicional ama de casa dedicada a su familia. Muy longeva pues murió de 98 años en el 2019. Logramos, para en su último cumpleaños, una foto con sus hijos, nueras, yernos, nietos y bisnietos. Es la señora más prudente que he conocido, cariñosa, pero la que marcaba la línea. En las reuniones familiares cuando los tíos entraban en discusiones, era ella la que las terminaba diciendo “se acabó”, sin necesidad siquiera de levantar la voz, porque hablaba muy suave.

Durante las novenas de Navidad, era el centro de atención. En el momento de rezarlas, todos debían hacer absoluto silencio. Si bien no leía, siempre tenía una novena en su mano y, si alguien hacía ruido, el más mínimo, ella levantaba la mirada por encima de sus gafas. Recobrado el silencio, retomaba los rezos.

Mi mamá, María Beatriz, nació en medio de la dulzura y serenidad de mi abuela y el rigor de mi abuelo. Es la más afectuosa con mis hijos, pero les impone horarios para cada cosa.

Estudió enfermería especializada en perfusión, maneja al paciente a través de la máquina cuando el cirujano cardiovascular debe desconectar su corazón y pulmones. Así operó con mi papá casi que todos los días de su vida compartiendo quirófano.

Mis papás se conocieron a mediados de la carrera en la Facultad de Medicina de la Universidad de Antioquia.

Cuando mi papá presentó a mi mamá en su casa, mis tías supieron inmediatamente que se casarían.

INFANCIA

Somos dos hijos. Mi hermana lleva el nombre de mi abuela, María Elena. A mis cuatro años nos fuimos a vivir a México, por los tres que tomó la especialización de mis papás.

Desde siempre me di cuenta de la importancia del estudio, de la diferencia que hace en la vida, de su alta exigencia y del sacrificio que significa cuando se combina con la vida profesional.

También tuve el ejemplo de unos padres dedicados a su familia, pues no hacían planes diferentes a estar con nosotros. Esto responde también a una realidad país, en un momento en que se sentía muchísimo temor y se corría altísimo riesgo si se salía a la calle porque en un restaurante podía perderse la vida por una balacera ocasionada por las masacres deliberadas que hacían para causar terror.

Si bien tuve amigos del colegio, prácticamente solo compartíamos con la familia que, por fortuna, es numerosa.

Mis papás tienen una mezcla curiosa entre tradición y pensamiento liberal. Pertenecen a familias de arraigo antioqueño, pero sin seguir rituales. A mi hermana y a mí nunca nos bautizaron buscando que tomáramos una decisión consciente con respecto a la religión. Decidimos hacerlo cuando llegó el momento de la Primera Comunión, que fue cuando supimos que no lo estábamos, pero solo para no perdernos de los regalos y la fiesta. Si se hubiera podido aplazar unos años más, quizás hubiera sido mejor.

Si bien mi papá no aprendió a cocinar, pues en su época y por las taras de la tradición familiar esto no correspondía a los hombres, celebra el hecho de que yo sí lo haga.

Desde siempre en mi casa la afinidad y el gusto por la música ha estado por herencia familiar. A mi papá le gusta especialmente la ópera, la que escuchamos cuando éramos niños desde Radio Bolivariana en la que tenían una programación diaria y que por horas se concentraban en un compositor determinado y en su obra.

COLEGIO

Cuando mi hermana estaba aprendiendo a leer y a escribir yo la acompañaba y por lo tanto también aprendí siendo más pequeño. Hoy lo veo con mis hijos cuando el menor, que tiene apenas dos años, intenta hacer sus primeros trazos por imitación del mayor, de casi cinco.

Inicié en el Colombo Británico, al que volví a nuestro regreso de México. En México estudié en el Gandhi donde me adelantaron un año, entonces fui el menor de mi salón, además, bajito. Me ayudó mi resultado académico que hizo que se fijaran en mí con reconocimiento.

Nuevamente en el Británico, donde estudiaban también mis primos, el bus nos dejaba en la puerta de la casa de mi abuela con quien permanecíamos hasta que nuestros papás pasaran a recogernos cuando terminaban su día laboral.

En los últimos años se despertó mi interés por las matemáticas y la física, no tanto la química. Claro que cuando inicié con física tuve dificultades, entonces mi papá me puso un tutor excelente que hizo que me fascinara y me fuera muy bien con tan solo recibir un par de clases.

Alguna vez representé al colegio ante EAFIT, en un concurso por equipos de tres alumnos de física y matemáticas. Llegamos a la final. El equipo campeón recibía una beca completa y, media beca el segundo lugar, que fue el que ocupamos.

También tuve una vena artística que no aproveché. Cuando muy niño dibujaba y pintaba muy bien, entonces mis papás me llevaron a clases los sábados en la Escuela Popular de Artes. Igual tomé clases de guitarra, en la que todavía interpreto algunas canciones. Ahí se amplió mi espectro pues conocí gente muy diversa, de todos los estratos sociales y de muchos y muy diferentes lugares. A varios de mis nuevos amigos los invitaba a almorzar a mi casa, pues venían de muy lejos y sin desayunar.

En algún momento consideré estudiar Medicina. Le presentaba a mi papá las inquietudes que me surgían con respecto a estos temas y él tranquilamente me los explicaba. Me alcanzó a gustar, pero rápidamente decidí que lo mío era la Economía.

En noveno grado recibimos una clase de Economía en la que hicimos un ensayo sobre economía sostenible, precisamente en un momento de crisis cafetera. Sugerí una transición a otros sectores con mucho mayor valor agregado, aunque no tenía tan claro qué era exactamente lo que quería decir con eso, pero mis argumentos fueron potentes. Me ayudó en la decisión el hecho de tener tres tíos economistas que permanentemente desarrollaban estos temas. 

UNIVERSIDAD EAFIT

Comencé a estudiar Economía y nunca se me ocurrió nada distinto. Me gusta leer de otros temas como de Arquitectura y de algunos aspectos del Derecho.

EAFIT me gustó muchísimo, aunque tenía como alternativa la Universidad de Antioquia de donde son egresados los mayores referentes que yo pudiera tener, pero con los paros no fue opción para mí.

Cuando inicié mi carrera estaba orientada a atender las necesidades locales, dirigida a la administración y a los negocios. Las empresas apenas si estaban acercándose a alcanzar un grado de sofisticación para requerir economistas puros. Así fue como me proyecté al mercado laboral en el sector empresarial, pensando en adelantar una especialización que me diera alguna ventaja comparativa.

Estando en cuarto semestre vivimos una calamidad familiar cuando mataron a mi tío, Hernán Henao, en la Universidad de Antioquia y por orden de los grupos paramilitares, Carlos Castaño y su gente. Esto me afectó muchísimo y comencé a cuestionarme por esos temas nacionales, por el origen de los conflictos, por qué los niveles de violencia.

Coincidió con que hacia finales de la carrera tomé Política Económica y Economía Internacional. Me interesé entonces en lo público.

Mis papás me habían insistido en su idea de que yo me fuera de intercambio como lo habían hecho mi hermana y mis primos. Pero yo no quería, realmente, quizás para no atrasarme en el colegio ni perder a mis amigos. Fue algo que pospuse y que quise vivir ya graduado de la carrera.

UNIVERSIDAD DE SUSSEX – INGLATERRA

Un año y medio después de graduarme viajé a Inglaterra donde la oferta de las universidades es muy buena, más cortas y económicas. Tuve mucha afinidad con este destino no solo por el colegio, sino porque mi hermana y algunos primos habían estudiado allí.

Entonces hice la maestría en Economía Internacional y aproveché para viajar y conocer. Fue aquí donde me enamoré aún más de mi carrera y aprendí muchísimo. Lo curioso es que contaba los días para regresar al país del que seguí su política muy de cerca.

Comencé a tener referentes profesionales como Alejandro Izquierdo, del Banco Interamericano de Desarrollo – BID, y Sergio Clavijo, codirector del Banco de la República. Observé sus trayectorias para marcarme un camino, lo que me fue muy útil.

A mi regreso pasé por Washington para compartir con uno de mis amigos de la maestría. Tuve una especie de entrevista de trabajo telefónica, con alguien del BID, pero que no prosperó quizás por falta de claridad y por inoportuna. Nunca imaginé que, con los años, finalmente me vincularía.

EXPERIENCIA PROFESIONAL

IMUSA

Tan pronto me gradué de EAFIT me vinculé a IMUSA cuando estaban dándole otra dirección a la estrategia y requerían un estudio de mercado y financiero.

Fue aquí donde hice mi práctica profesional, lo que generó muy buenos vínculos con la gente y en especial con su presidente, María Elena Velásquez, quien tuvo una influencia muy positiva en mi primera experiencia laboral desde el sector privado y empresarial.

INVESTIGACIONES ECONÓMICAS – BANCOLOMBIA

Al regreso de Inglaterra me vinculé a investigaciones económicas de Bancolombia con sede en Bogotá, donde aprendí enormemente y donde dejé amigos entrañables.

Al poco tiempo de haberme vinculado, mi jefe me encargó presentar los indicadores ante el entonces comité de GAP, que integraban el presidente y varios vicepresidentes, entre ellos el actual presidente del Banco, Juan Carlos Mora. Recuerdo mucho a Jaime Velásquez Botero, con quien trabajé de cerca y quien fuera vicepresidente del Banco hasta hace poco.

En un curso, que hemos venido dictando recientemente desde EAFIT para funcionarios de Bancolombia, me encontré con algunos colegas de esa época, e invitamos a Jorge Londoño, su presidente por ese entonces.

ANIF

Llevaba poco menos de un año cuando pasé a ANIF. Esto fue así porque Sergio Clavijo me invitó a trabajar con él. Cómo negarme si se trataba de mi referente. Mi única motivación para dejar el banco era el hecho de trabajar directamente con Sergio, a quien conocí a través de Jonathan Malagón. De otra forma no me hubiera retirado.

Como ya estaba pensando en el doctorado, sabía que debía irme perfilando más hacia la investigación académica. Fedesarrollo, ANIF y Banco de la República eran los candidatos naturales para moverme en términos laborales.

Por dos años tuve el privilegio de aprender de Sergio, un apasionado de la economía con quien pasaba horas hablando de estos temas. Como yo era el más madrugador del equipo, cada vez que Sergio requería algo me encontraba a mí, entonces me involucré en un buen número de proyectos.

En algún encuentro de los que programa el sistema financiero conocí a Arturo Galindo cuando era asesor de la presidenta de Asobancaria, María Mercedes Cuéllar. Pero nos acercamos muchísimo más en el BID.

Recuerdo que, Sergio Clavijo, muy rápidamente me fue delegando temas. Al final de algún evento en Cartagena me invitó a unirme a una cena a la que asistiría con un par de colegas. Se trataba de Arturo Galindo y de Ugo Panizza. Por primera vez me senté entre grandes del mundo económico, entre adultos de la profesión.

Estando aquí conocí a muchos de los que hoy son mis amigos. Puedo nombrar a varios corriendo el riesgo de que algunos me queden por fuera.

Alejandro Vera, Jonathan Malagón y Camila Torrente que trabajó en el Goldman Sachs. Mario Castro de Nomura Securities, con quien me veía más en Colombia porque coincidíamos en eventos de Asobancaria en Cartagena, aunque trabajáramos en los Estados Unidos.

Franz Hamann, del Banco de la República. Hemos sido coautores de artículos especializados en publicaciones de altísimo nivel académico como Journal Development Economics.

Sandra Rozo, economista brillante y de altísimas competencias, trabajaba en Fedesarrollo en ese momento y coincidimos como asistentes en el mismo curso del profesor Álvaro Riascos de la Universidad de los Andes. Con Sandra me encontré más adelante en el BID y en conferencias del doctorado. Actualmente es profesora de la Universidad de California del Sur.

BANCO INTERAMERICANO DE DESARROLLO – BID

Tuve la curiosidad intelectual de hacer trabajo académico por un tiempo y pensaba en el doctorado aún con mis reservas. De manera permanente están llegando convocatorias muy distintas y apliqué a una, al igual que lo hicieron mil personas más en Latinoamérica. Olvidé el tema y continué trabajando en función del doctorado.

Algún día recibí un correo en el que me manifestaban el interés de que me presentara a entrevista. Asistí a sus oficinas de la 72 con séptima y, un mes más tarde, recibí la llamada de Christian Daude en la que me invitó a trabajar con él en el Banco Interamericano de Desarrollo – BID.

Este fue uno de los cambios grandes de mi vida. Di un salto al mundo de la política pública latinoamericana que se gesta desde Washington. Trabajé unos meses con Christian porque rápidamente se fue para la OCDE, aunque no hemos perdido el contacto y nos encontramos en diferentes destinos.

Mi foco era el estudio de los países del Cono Sur en un momento poscrisis de Argentina, por la situación de los años 2002 y 2003, por el cambio de gobierno, por las medidas controversiales que había tomado y sin que tuviera vínculos con el Fondo Monetario Internacional – FMI.

Cuando el BID le iba a otorgar crédito contra política y no específico por sectores, debía estudiar su situación, a profundidad y en detalle, conocido como el Macro Policy Framework.

Es rutinario pedirle al Fondo su concepto al ser el guardián último de la política macro, pero como llevaba cinco años sin relación con ese país, pues la labor para el BID fue mayor.

No solo se retiró Christian, sino también el economista jefe para la subregión. Quien quedó a cargo se acompañaba de mí para temas en los que no debería participar aún. Recuerdo que recién llegado me sumaron a una reunión con el vicepresidente de países, con el de sectores y otra gente.

Ante esta situación, Arturo Galindo y Alejandro Izquierdo quien también me había entrevistado para suscribir mi ingreso, me invitaron a trabajar con ellos. Al integrar su equipo conocí gente magnífica como Liliana Rojas-Suárez, con quien Arturo y Alejandro adelantaban un trabajo en el que participé como asistente. Pero también a un buen número de otros economistas destacados como Eduardo Cavallo, uno de mis mentores y después colega, hemos escrito juntos y adelantado proyectos. Pero también a Andrew Powell y a Alessandro Rebucci quien haría parte de mi comité de tesis doctoral y que actualmente está en Johns Hopkins University. Tuve mi primer contacto con Eduardo Lora cuando era economista jefe encargado, aunque no lo veía tanto.

Hice un grupo de amigos, una especie de cohorte, generación de asistentes con quienes aún hoy conservamos el vínculo.

Juan Pablo Atal, chileno, vinculado a la Universidad de Pensilvania. John Jairo León y Ana María Cuesta que están en el BID. Mauricio Pinzón, que está terminando su doctorado en Suiza.

Conocí a Carlos Prada actualmente vicepresidente de ANIF. A Oscar Becerra, profesor de los Andes. A Oscar Valencia, director de Política Macro del Ministerio de Hacienda y hoy en el BID. A Micaela Sviatschi, profesora en Princeton. A Ambrogio Cesa-Bianchi, hoy en el Banco Central de Inglaterra. A Gonzalo Iberti.

Más adelante conocí a Andrés Fernández, amigo entrañable y coautor, colombiano egresado de la Universidad de los Andes que hizo el doctorado con Chang. Ted Enamorado Enamorado, a quien quise traer a EAFIT, pero que se lo llevó Princeton, es otro de mis entrañables amigos del doctorado. Francisco Arizala y Sebastián Acevedo mi compañero de EAFIT, y los dos están ahora en el Fondo. Fueron tan cercanos que hicieron parte de mi familia. Pero también me reencontré con Sandra Rozo.

Fue una época muy enriquecida, me sentía profesionalmente realizado en medio de personas tan magníficas de las que aprendí tanto. Trabajar con mis grandes referentes fue toda una escuela.

El Departamento de Investigación del BID organiza las reuniones de primavera y otoño anuales que congrega a economistas muy calificados y que están diseñadas para que los técnicos del más alto nivel de los gobiernos asistan. Pero también hacen parte ministros y presidentes de los bancos centrales. Yo me sentaba muy tímidamente en una silla al fondo y ayudaba con la logística. Escucharlos en sus discusiones era de otro nivel.

DOCTORADO – RUTGERS UNIVERSITY

Sabía que para avanzar debía dar un paso más, requería de un entrenamiento potente que solo ofrece la academia.

Como me sentía a gusto en investigación, entonces decidí aplicar y lo hice a Rutgers motivado por Roberto Chang, macroeconomista muy destacado de la región y profesor peruano que sería mi asesor de tesis en el campo de mi interés.

ESPOSA

Organizaba todo para regresar al país por dos meses buscando prepararme antes de comenzar a estudiar, cuando Carlos Prada me animó a asistir a una fiesta en la casa de unos amigos comunes. Pasó a recogerme acompañado de una amiga que con el tiempo se convirtió en mi esposa.

Conocí a Mónica quien también trabajaba en el BID desde el 2009 y no nos habíamos cruzado. Una semana más tarde la busqué en el directorio del Banco y le escribí un mensaje invitándola a almorzar.

Nuestra primera cita fue en medio de las responsabilidades laborales y en un sitio de ensaladas, Cosi. Nos vimos un par de veces más en la casa de Prada, pero al mes viajaría a Colombia y estaba por comenzar el doctorado.

Era muy difícil pensar en que pudiéramos comenzar algo duradero, pero, con buenas intensiones y sin demasiadas esperanzas, comenzamos a salir. Estuvimos mucho tiempo separados porque el destino se empeñó en que así fuera.

DEDICACIÓN EXCLUSIVA

Comencé a estudiar con dedicación exclusiva. Ya estaba grande para iniciar este estudio pues tenía veintisiete años y compañeros de veinte que acababan de terminar su pregrado.

El esfuerzo que me tocó fue muy grande porque, a diferencia de ellos, yo no tenía la matemática tan fresca ni mucho menos el ritmo de estudio. Volver a tomar esas disciplinas y el lápiz y el papel no fue nada fácil. Mi ventaja se hizo evidente cuando llegamos a las materias que exigían análisis de casos, ahí tuve una ventaja importante.

El 2010 fue un año atípico. El desempleo en los Estados Unidos se había disparado, entonces generó un doble impacto en las universidades. Se presentó un muy alto nivel de demanda estudiantil, pero también de oferta relacionada con el presupuesto de las instituciones.

Las universidades privadas se vieron afectadas con la caída de la Bolsa, entonces las admisiones estaban muy difíciles. Las públicas tuvieron un recorte de presupuesto enorme que no les permitía otorgar becas.

Los que pasamos a segundo año, becados por la Universidad, fuimos la mitad de los que empezamos. El colador se activó muy fuerte.

Disfruté mucho esta etapa porque, además, tenía claro que se trataba de mi única responsabilidad. De manera permanente me estaba recordando que era el momento para hacerlo bien, así tuviera que trasnochar o amanecerme estudiando. Mi curva de aprendizaje fue más empinada que la de la mayoría de mis compañeros. Esto me permitió continuar y finalizar con éxito.

MATRIMONIO

Con Mónica me vi muy poco, quizás cada tres semanas cuando ella tomaba el tren para visitarme, que era uno al día.

Si bien en segundo año nos vimos un poco más, en tercero quise trasladarme a Washington, pero justo a Mónica le resultó trabajo en Colombia donde permaneció por dos años, del 2012 al 2014.

Mónica se vinculó al Ministerio de Hacienda como subdirectora de Crédito Público, una oportunidad profesional muy importante y de la mano de María Fernanda Suárez. Trabajó con los ministros Juan Carlos Echeverry y Mauricio Cárdenas.

Pero fue una decisión estratégica porque no sabíamos si, con el tiempo, nos quedaríamos a vivir en Washington o regresaríamos al país. Si algún día decidiéramos instalarnos en Colombia, Mónica no tendría una trayectoria que mostrar en cargos públicos. Mientras que, si optaba por esta posición, le daría la oportunidad de tener vínculos y realizaciones en los dos países.

Me faltaban dos años para terminar el doctorado, lo que impidió que compartiéramos de la manera como que hubiéramos querido. Pero, desde su cargo, Mónica viajó con mucha frecuencia a Washington y yo a Bogotá.

Vivimos separados los primeros cuatro años de nuestra relación. Nos casamos en Medellín cuando Mónica vivía en Bogotá y yo en Washington. Y asistió un contingente enorme de amigos de muchos lugares distintos.

Luego de su experiencia en el sector oficial, Mónica regresó al BID, entonces nuestra vida se normalizó y desde ese momento hemos estado juntos.

Regresamos al país cuando nuestro hijo mayor tenía tres años y nuestro bebé pocas semanas de nacido.

GRADO DOCTORAL

Durante los dos últimos años de doctorado trabajé con la Reserva Federal de los Estados Unidos en su programa de pasantías para estudiantes en fase de tesis. Luego pasé al BID en calidad de estudiante pre posdoctoral, donde me pagaron para concretar mi trabajo de grado. En esta etapa recibí una oferta como economista permanente.

Con la tesis tan armada y con la posición de Staff del Banco, Chang me manifestó que estaba listo para graduarme. Recuerdo que estaba en una conferencia, en la que debía exponer, cuando recibí el correo de Chang diciéndome que cuadráramos la fecha de mi defensa. Luego con Mónica almorzando, le compartí el mensaje y no pudimos menos que celebrar. Ese día fue el más feliz de mi vida académica.

El día del grado, para mí, es aquel en el cual el advisor dice: Usted está listo para defender su tesis. Este es más importante que el de la defensa y que el de la ceremonia. Cada momento es emocionante, pero este es clave.

NUEVA ETAPA PROFESIONAL

Comenzó para mí una nueva etapa en el BID. Trabajé muy de cerca de su vicepresidente, Santiago Levy, de quien aprendí sin medida.

Se trata de un profesional excepcional, de gran agudeza y velocidad mental, alguien muy entrenado en economía y con muchísima experiencia. Levy impactó de manera importante en México a través de los programas de transferencia social condicionada. Sembró en mí el afán por estudiar temas latinoamericanos como la informalidad empresarial y laboral, y la productividad.

Desde el área del desarrollo de los mercados financieros en América Latina, viajamos a los diferentes países de la región en misiones muy interesantes.

En el 2016 visitamos el país con el profesor Thorsten Beck para atender una reunión en la que participaron el presidente de la Bolsa de Valores, Sergio de ANIF, el Ministerio de Hacienda, el Banco de la República.

Estudiamos el problema de la falta de crédito de largo plazo del mercado financiero colombiano. La construcción de esta agenda fue mi responsabilidad, partí de origen en el estudio de este problema pues no se contaba con ningún estudio previo bien estructurado.

Conformé un equipo de altísimo nivel apoyado en el presupuesto que me asignaron para ello. Reuní a la gente de las más altas calidades académicas en la materia y trayectoria importante. El mismo Beck, hoy en el Cass Business School, una de las escuelas de negocio más importantes de Europa, quien había trabajado en el Banco Mundial. Pero también otros con quienes conservo excelentes y estrechas relaciones.

En este cargo conocí a Ricardo Bebczuk en Argentina, con quien trabajamos de la mano en los temas de su país, y a destacadas economistas colombianas como María Fernanda Prada, Diana Hincapié, a quien tengo la fortuna de llamar amigas.

También a un colega que todos extrañamos, Enrique Kawamura, quien murió en el 2019, mente brillante e inquieta. Trabajábamos juntos en un proyecto y teníamos una carpeta compartida que no me sentí capaz de borrar. Habíamos empezado a escribir en ella, pero un día me dijo que estaba enfermo y que debía bajarle el ritmo. Cuando menos pensé recibí la noticia de su muerte.

REGRESO A COLOMBIA

Después de once años volvimos al país. Hicimos todas las consideraciones antes de decidir nuestro regreso, porque nos amanecimos evaluando los pros y contras.

Yo había surtido varios procesos al tiempo, uno de ellos fue el de EAFIT y la oferta llegó cuando teníamos planeadas unas vacaciones.

Viajamos a Europa del Este, estuvimos en Budapest, Praga, Viena y Berlín. Algún día de almuerzo de sánduche, caminando por el parque, tomé mi siesta obligada de diez minutos cuando timbró mi celular. Era Juan Luis Mejía, rector de EAFIT, para preguntarme si aceptaría el cargo para él hablar con el Consejo Superior de la Universidad, que era la última instancia.

Este fue un cambio muy importante de vida. Cada vez que hay un movimiento de estas dimensiones, empiezo a revisar el pasado, pero también a planear. Si bien me necesitaban de inmediato, me tomé el tiempo que faltaba para que naciera mi bebé pues el estado de embarazo era avanzado.

Me anticipé unas semanas durante las que estuve viajando con frecuencia. Superado diciembre, viajamos al país. Comenzó un proceso de adaptación para todos, muy en especial para Mónica que nunca había vivido en Medellín. Nos dio mucha tranquilidad el estar rodeados de la familia, más aún con niños tan pequeños.

DECANO DE ECONOMÍA – UNIVERSIDAD EAFIT

Cuando, sin experiencia administrativa, acepté la decanatura de Economía de la Universidad de EAFIT, le pedí a Mónica que me sentara a hablar con Juan Carlos Echeverry pues ella trabajaba con su esposa, Verónica Navas.

Juan Carlos estaba en ese momento en Washington y me invitó a almorzar al restaurante francés, Bistro Du Coin. Pasaron horas de conversación. Y me dijo:

— De los trabajos más emocionantes y divertidos y que yo más he disfrutado, ha sido la Decanatura de la Facultad de Economía de los Andes, por encima del Ministerio, de Ecopetrol o de Planeación Nacional.

Recibí muchos consejos y me habló en detalle. Aún hoy recibo sus recomendaciones, y visita la Universidad. Ha sido una influencia muy potente en mi vida, aunque lo conocí tarde en la vida.

EAFIT en todo sentido ha superado mis expectativas. No esperaba tal intensidad, porque ha sido un trabajo frenético. Es una institución que permite hacer muchas cosas, generar debates alrededor de la escuela, traer invitados, ser epicentro de la discusión de temas económicos.

El equipo es de altísimos estándares, con el que trabajo de manera muy agradable y comprometida. Me considero un facilitador. Mi responsabilidad es generar el ambiente propicio para que la Facultad y sus docentes se sigan desarrollando y fortaleciendo, partícipes del debate regional, nacional y en la escena Latinoamericana.

REFLEXIONES

  • ¿A qué lugar perteneces?

Soy de frontera.

  • ¿Cómo te proyectas?

Cumpliendo mi labor en EAFIT. En unos cuantos años, quizás con responsabilidades de política pública, pero como técnico.

  • ¿Qué huella quieres dejar en las personas e instituciones?

Hay una frase de cajón: Quiero inspirar vidas. Porque, cuando se trata de mi profesión, aplica perfectamente. Y lo viví con mis mentores que, antes de conocerlos, fueron mis referentes.

  • ¿Cuál consideras es tu característica más sobresaliente?

Soy sencillo. Tengo muy pocas certezas. Busco apartarme del ego que caracteriza a quienes ejercemos esta profesión.

  • ¿Cuál es tu sentido de la existencia?

Disfrutar la vida y hacerla más amable para nuestro entorno y para las futuras generaciones.

  • ¿Cuál debería ser tu epitafio?

Aprendió, en su medida, de aquellos con quienes compartió.