Jerónimo Delgado

JERÓNIMO DELGADO

Las Memorias conversadas® son historias de vida escritas en primera persona por Isa López Giraldo

ORIGEN

No tengo ni la menor idea de quién soy y no me preocupa mucho buscarme. Sé de dónde vengo. Tengo ancestros paisas, payaneses y cucuteños, y me marcó la relación tan cercana que tenía con mis abuelos.

Mi abuelo, Julián Caicedo, un hombre recto, honesto, ecuánime, sensato, servicial, inteligente como el que más, uno de los grandes ingenieros de Cúcuta nacido en Silvia (Cauca), llegó desplazado de la violencia en el baúl de un carro y construyó muchos de los edificios emblemáticos de Cúcuta: el Estadio, la Alcaldía, la Gobernación y muchas obras más.

Conoció a mi abuela, oriunda de Medellín, y muy rápidamente se casaron. Mi abuela, Nelly Gutiérrez, una mujer sin igual, dedicada a ayudar a los demás, nunca la vi trabajar, pero tenía sus obras de caridad en secreto de las que sólo nos enteramos cuando murió porque llegó muchísima gente a dar las gracias en su funeral. Fueron un par de abuelos alucinantes e inmejorables.

No tuve mucha cercanía con mis abuelos paternos. Mi abuelo murió antes de que yo naciera y con mi abuela nunca hubo un vínculo muy estrecho. Además, la relación con mi papá siempre fue distante. Mis papás se separaron cuando yo tenía un año. Tengo un hermano del segundo matrimonio de mi mamá con Humberto, la persona a quien yo considero mi papá. A mis dieciocho años le regalé el cambio de apellido para poder ser hijo legal de él. Es el mejor tipo del planeta.

Algún día le dije que su amor era verdadero, porque él no tenía ninguna responsabilidad conmigo y aún así decidió meterle la ficha a un hijo que no era de él: me pagó el colegio, me mandó de intercambio, me ayudó a pagar la maestría y siempre ha estado ahí para mí. Nuestro lazo es muy fuerte, yo doy la vida por él.

Mi mamá, Eliana Caicedo, ¡vieja verraca! Una mujer incorruptible, tenaz, una dura, echada pa’lante que no se vara para nada. Es sin duda mi modelo a seguir. A ella le tocó sola hasta mis once años. Trabajaba como gerente de banco pero su sueldo no era el mejor. Recuerdo que había meses en que no había para comer y decía:

— Denle de comer a Jerónimo que yo tomo Coca-Cola con pan.

Yo antes de la muerte de mis abuelos tenía seis ángeles en la vida, ahora tengo cuatro que son mi mamá, mi papá, mi hermano y mi tía (la hermana menor de mi mamá). Mi tía es una mezcla de mamá, prima, hermana, amiga y compañera de viajes por el mundo. Es una de mis grandes guías y una de las personas más especiales para mí.

INFANCIA

Mi infancia fue muy solitaria. Mi mundo eran mis juguetes y mis libros. Leía mucho gracias al ejemplo de mi abuelo. Yo quería juguetes, ropa o lo que fuera y mi abuelo me decía que no había plata, pero si le decía que había visto tres libros que me gustaban, sacaba la plata inmediatamente para que los comprara.

A mi abuelo le gustó mucho la literatura pero yo nunca pude con ella. Yo leo historia, pero no la de Estados Unidos y Europa, esa me ‘aburre’. En cambio sí me gusta la historia de lugares raros como Haití, países africanos, Oceanía, Asia central o Medio Oriente. También leo de relaciones internacionales.

Me gustaban los lugares raros. Mi abuelo tenía un mapa en su estudio que ya pedí de herencia y usaba alfileres para señalar todos los lugares que visitó en su vida. Era un viajero empedernido que se iba con mi abuela por cuatro meses sin problema. De esos viajes siempre me trajo libros y juguetes.

Sin falta nos sentábamos a conversar ampliamente de sus destinos. Yo he seguido sus pasos, he venido sumando alfileres al mapa. Ahora, tengo una regla y es que no me gusta visitar países que bombardeen a otros. No me gusta que usen mi plata para eso, por eso no piso Estados Unidos, aunque viví allá pero no me interesa volver.

Tomé clases de piano, pero duraron hasta el momento en que, yendo en mi bicicleta, tropecé con una piedra la carretera que me hizo rodar y con la caída, me fracturé una mano. Luego tomé clases de natación en el club, y brevemente participé en las competiciones de la liga de Norte de Santander. También me gustaba dibujar, especialmente paisajes y aviones, a los que soy adicto, me encantan y también dibujé banderas pues tengo memoria fotográfica. Esas eran mis actividades extracurriculares.

A mí la soledad no me molesta en lo más mínimo. Resulté ser muy buena compañía para mi mamá, como ella lo ha sido siempre para mí. En Cúcuta no había mucho que hacer en esa época, pero cuando queríamos celebrar algo, mi mamá me llevaba a comer a Presto aunque le significara un esfuerzo económico importante. Visitábamos a mis abuelos en su finca y lo hacíamos con frecuencia. Esos eran nuestros planes. Cuando murió mi abuela fui yo quien tuvo que hablar en su misa, igual cuando murió mi abuelo.

Conservo algunos amigos de mi colegio. Fue una etapa que me gocé al punto máximo, sobre todo el bachillerato que fue fantástico. Tuve un grupo de amigos alucinante, hacíamos maldades juntos pero también nos portábamos bien y salíamos los fines de semana. No éramos malos estudiantes pero tampoco nerdos. Odié filosofía, nunca pude con matemáticas, pero sólo perdí educación física porque me quebré la muñeca una vez que pisé un balón jugando fútbol en el batallón de Cúcuta con los soldados.

VOCACIÓN

Cuando estaba buscando Universidad me senté a revisar quién era quién en el mundo de las universidades. Mi abuelo y mi mamá me enseñaron unos valores muy particulares, liberales, de respeto, que para mí son importantes. Había un sinnúmero de universidades buenas, pero unas eran del Opus Dei, otras de otras corrientes religiosas que no me interesaban. Yo venía de un colegio de curas y por eso prefería una Universidad en que la religión no jugara papel alguno. Y el Externado es justamente eso, comparto sus ideales de libertad, de respeto, de democracia, de no corrupción, de no mediocridad.

Estudié Gobierno y Relaciones Internacionales que fue lo que siempre me llamó la atención. Me presenté y me fui, dejé el cupo y viajé de intercambio a Estados Unidos. Yo quería Australia pero no se pudo. Llegué a un pueblito en la mitad de la nada llamado Marinette en Wisconsin en pleno invierno a 40º grados bajo cero. La pasé muy bien, me tocaron tres familias magníficas.

Fui a través del programa de intercambios de Rotarios que hacía reuniones mensuales con todos los estudiantes de intercambio de 5 estados, dormíamos 150 alumnos en colchonetas en el piso de algún colegio y hacíamos actividades todo el fin de semana. Era una maravilla. Dejé grandes amigos que después he visitado por el mundo.

No puedo decir que esa experiencia me haya cambiado la vida, la disfruté enormemente, sí, pero no me cambió la vida. Es que a mí nunca me ha producido nada Estados Unidos. Me sirvió para aprender inglés, para hacer amigos y para cambiar la visión del mundo porque sí se me abrieron los ojos.

Regresé a estudiar en El Externado con un par de pausas, en las que viajaba a Cúcuta a trabajar con mi tía durante las vacaciones. Ella es bacterióloga y tiene un laboratorio. Y también con mi tío que tuvo un negocio de metales. Yo era el mensajero, caminaba por toda la ciudad para luego, con los ahorros por ingresos de mi trabajo, poder caminar las de Australia, donde quería ir. Antes de que mi abuela muriera le dijo a mi abuelo que me completara la plata para ir a Australia y a Nueva Zelanda a finales de 1998.

Nunca tuve una razón particular para querer ir a ese destino… a mí se me meten países en la cabeza. En ese viaje en particular me enamoré de Nueva Zelanda que es un país alucinante con gente fantástica y paisajes que te quitan la respiración.

Antes de graduarme hice el último semestre de intercambio en la Universidad de Calgary (Alberta-Canadá) con una beca luego de que un profesor del Externado me ofreciera hacer la pasantía en la Embajada de Canadá en Colombia; allí trabajé con el agregado cultural de turismo.

A la Universidad había llegado una profesora de Chad (África) y empezamos a trabajar juntos hasta crear el Centro de Estudios Africanos, fui su asistente hasta que me gradué y a mi regreso de Canadá, la Universidad me contrató para continuar en él. Así fue como me inicié en la academia, claro que siempre me gustó mucho la diplomacia pero escogí la primera. Mi carrera en el Externado fue, primero, como profesor asistente, luego como profesor en propiedad y ahí he estado desde entonces.

En 2003 y 2004 hice la Maestría en el Instituto de Altos Estudios para el Desarrollo de la Cancillería en convenio con La Sorbona. Me demoré en hacer la tesis porque estaba trabajando y sólo hasta 2007 me gradué. Fue un período en extremo duro económicamente, yo estudié con ICETEX, no tenía con qué pagar mi alojamiento, ni mi comida, ni mi transporte, sólo por pagar cumplidamente las cuotas.

Es más, el mismo profesor que me consiguió la pasantía, me ayudó con un amigo de él para que me financiara un semestre de la Maestría porque yo no tenía con qué pagarlo.

Un par de años después, cuando ya estaba saliendo adelante, logré comprarme un carro pequeño de segunda. Un día, yo iba feliz a la oficina y se empezó a incendiar, no frenaba, casi me mato. El carro quedó de pérdida total. Un mes más tarde, mi mejor amiga se metió en mis cuentas del banco y se robó el cupo de todas mis tarjetas de crédito. En teoría me lo iba a pagar pero nunca lo hizo.

Aprendí que si uno se desespera muere en el intento, que si uno se frustra, pierde. Todavía confío en la gente. Sentí mucha frustración cuando me vi tan limitado en recursos, porque no es sólo la situación mía, sino la mía frente a los demás, estaba solo para afrontar mi situación, pero la vida, así como en ocasiones te pone frente a este tipo de cosas, también te da la mano para salir de ahí. Luego de todos esos episodios, me llegó una asesoría fantástica que me permitió pagar la deuda, el carro y viajar con mi mamá a Sudáfrica. Siempre, sin excepción, he viajado, o por trabajo o por vacaciones.

Trato de vivir sin preocupaciones y feliz. Me he estrellado muchas veces pero siempre salgo adelante. Soy un convencido de que la vida no le pone a uno nada que no pueda manejar, entonces, por más excedido que uno se sienta, siempre hay una forma de salir adelante. Mi abuelo siempre me decía: ‘no haga sancocho, empiece por una cosa hasta solucionarla, luego, siga con la otra’. Lo que no puedas solucionar, quítalo de ahí para seguir adelante. Lo otro, en lo que siempre he creído, es que la felicidad es una decisión racional, uno puede decidir serlo incluso cuando está en la inmunda.

Después de hacer mi Maestría sigue un período de consolidación a nivel laboral, hay paz y mucha tranquilidad. Me dedico a dictar clases, escribir artículos y libros, y a investigar. Son dos los temas que me apasionan enormemente, resolución de conflictos y cooperación sur-sur (países del sur global). África me mueve de siempre. Como te mencionaba al comienzo, me ha molestado la relación de superioridad que tienen Estados Unidos y Europa frente al resto, el que se atribuyan tanto y en muchos casos ignoren o demeriten lo que viene de abajo. Considero que su voz es tan válida como la de los demás.

En alguna oportunidad me gané una beca del gobierno sueco para hacer un curso de tres semanas en Uppsala en Resolución de Conflictos, con princesa de Suecia a bordo porque estaba haciendo el curso con nosotros. Allá vi cualquier número de profesores hablándome de un montón de países del sur que ni siquiera conocían, había un personaje en particular, una de las grandes eminencias que hablaba y no me aportaba absolutamente nada.

Éste es un ejemplo de cómo la calidad de la educación en el sur puede ser infinitamente superior a la de muchas instituciones de países desarrollados. De hecho, para explicar un poco a lo que me refiero, en los agradecimientos de mi tesis doctoral escribí:

— When deciding where to do a PhD, many Southern students choose to go North to Europe or North America. I, instead, knew my place was in the South. Then, when I decided to do my studies in South Africa, a few eyebrows were raised and some jaws were dropped. It was not a ‘normal’ place for someone from Colombia to do his PhD… But it was my place. All these years in South Africa have proved me right. Cape Town and South Africa have taught me more than I could ever imagined. They became not only my temporary home, but also a permanent source of learning and inspiration.

En el proceso de decidir dónde hacer un doctorado, muchos estudiantes del sur deciden irse al norte, bien sea Europa o Norteamérica. Yo, por el contrario, sabía que mi lugar estaba en el sur. Entonces, cuando decidí hacer mis estudios en Sudáfrica, a algunas personas se les levantaba la ceja y se les caía la mandíbula. No era un lugar ‘normal’ para que alguien de Colombia hiciera su doctorado… pero era mi lugar.

Todos estos años en Sudáfrica me demostraron que estaba en lo correcto. Ciudad del Cabo y Sudáfrica me han enseñado más de lo que jamás imaginé. Se convirtieron no solamente en mi hogar temporal, sino también en una fuente permanente de aprendizaje e inspiración.

Me tomó siete años conseguir el doctorado y, cuando menos lo esperaba, todo se alineó. Hice el doctorado en Sudáfrica por la conexión que siempre he tenido con ese país, aunque no fue nada fácil. Busqué la mejor universidad, la de Ciudad del Cabo que es una de las mejores del mundo, por encima de muchas del Reino Unido, Francia o Alemania. El único factor en contra fue la distancia porque se hacía difícil y caro venir a visitar a mi mamá.

A Sudáfrica he llevado a mis alumnos y he estado repetidas veces por gusto propio y por temas de trabajo, así que mi conexión es muy fuerte, particularmente con Ciudad del Cabo que para mí resulta alucinante. Mi mitad del alma está en Colombia y la otra allá.

Ésta es una de las pruebas claras de que la vida le pone a uno las cosas que le tiene que poner cuando se las tiene que poner y, nuevamente, una muestra de que no manda nada que no puedas manejar.

Estaba una vez con treinta de mis estudiantes en Namibia, con un plan trazado, pero algunos de ellos se dedicaron a cotizar diamantes cuando teníamos cualquier número de museos esperando por nosotros. Esto me molestó sobre manera. Llegamos a almorzar y yo seguía muy contrariado, decidí que me iba a caminar y les dije que a mi regreso los quería a todos ahí sentados. Entré a una librería (pues una de mis costumbres es comprar un libro de la historia del país que visito), el dueño podía tener noventa años, muy entero, muy lúcido y le pedí me refiriera un buen libro.

En esa conversación fue muy irrespetuoso y agresivo, tanto así, que una señora se dio cuenta de lo que ocurría, se unió para bajarle el tono a la situación. Compré el libro, me presenté a ella y le pregunté quién era. Se trataba de Nancy, una profesora de la Universidad Ciudad de Cabo, le agradecí, me dio su tarjeta y se despidió. Volví al restaurante y ella por coincidencia también llegó, me acerqué y la invité a almorzar. Desde ese momento nos hicimos muy buenos amigos.

Para corroborar que la vida lo pone a uno donde lo tiene que poner, yo quería hacer mi doctorado en la universidad donde ella trabajaba y ella quería hacer su sabático en Colombia. Un par de años más tarde nos apoyamos para lograrlo.

Mi doctorado fue netamente de investigación por lo que pude adelantarlo en tan sólo tres años y medio. Acabo de terminarlo y mi graduación será en diciembre. Es el mayor anti clímax del planeta, no sé si vaya a brincar cuando me entreguen el diploma, quizás ocurra, realmente no sé.

Siempre escribí la tesis en un café frente al mar, y curiosamente el último día estaba al otro extremo de la ciudad. Mi directora me escribió diciéndome la tesis estaba lista y que la enviara al Comité Doctoral, entré a un café cualquiera, me senté ahí en pleno territorio desconocido, la envié y permanecí en el lugar por veinte minutos más. Se acabó, fue lo que pensé. Cuando salieron los resultados, mi directora me pidió que fuera a la Universidad. Así lo hice al día siguiente y cuando me saludó me dijo:

— Doctor Delgado, buenos días.

Fue una experiencia alucinante que no repetiría jamás, la disfruté enormemente porque no permití que el doctorado fuera mi vida. Yo escribía de 8:30 am a 4:30 pm entendiendo que quien lo hacía era un ser humano y no un robot. Este es un proceso muy emocional, es una maratón que toma tiempo, es a largo plazo; me costó trabajo al principio pero entendí que hay días en que el cerebro no funciona, entonces son los días para ir a la playa, pero otros son intensos y muy productivos.

Funcionaba por períodos de un mes o mes y medio, ahí descansaba, me calmaba por un par de semanas. Eso lo hizo amable, socialicé, hice deporte, tenía una vida. Conseguí un apartamento fantástico con patio en el que había una palmera pero no escribía en mi casa porque dejaría de ser mi lugar de refugio para convertirse en mi lugar de trabajo. Me prometí, desde el primer día, no escribir en mi casa, ni después de las cuatro de la tarde y tomaba descansos para reorganizar mi mente porque es extenuante.

Mi tema fue el papel de las ciudades en la política exterior de potencias medias emergentes. Identifiqué una profesora en Ciudad del Cabo que podía ser la guía que yo necesitaba, hubo una conexión muy fuerte desde el principio y hablando con ella llegamos a un tema que nos gustara a los dos y que juntara lo que los dos hacíamos. Yo trabajo en países del sur y política exterior y su tema nos unió para retarme a aprender cosas nuevas, a salirme de lo que ya había estado estudiando por quince años. Aprendí muchísimo no sólo del tema sino de ella, que, aparte de mi familia, es la persona de la que más he aprendido en mi vida.

Una estudiante, a la que quiero y con la que he trabajado mucho en investigación, me pidió que fuera su director de tesis de Maestría a distancia. La dirigí a medida que me dirigían a mí; obviamente había muchas cosas que lo hacían diferente, el alto nivel de exigencia que yo recibía se lo pasé a ella. Su sustentación fue la semana pasada y recibimos los mejores comentarios de la investigación, de la tesis, de la estudiante y del director. Eso para mí fue clave y por lo mismo le agradecí a mi directora de la que aprendí.

Ahora leo lo que me gusta y lo hago antes de dormir. Tuve un libro en mi mesa de noche más de tres años, ahí, viéndolo a diario, pero no me provocaba leerlo por obvias razones pues mi tesis tiene más de noventa páginas de bibliografía. Estoy dedicado a escribir un libro, también artículos y a dirigir tesis.

  • ¿A qué lugar perteneces?

Después de recorrer ochenta y seis países, Ciudad del Cabo fue el único que se robó un pedazo de mi corazón. Yo vine a Colombia pero no del todo. Y aunque tengo un amor por mi país más grande que cualquier cosa y una vocación de servicio más grande que yo, me ha dado duro volver, porque estamos en una sociedad que normaliza lo que no debería. Normalizamos los huecos en las calles, los asesinatos, la guerrilla…

  • ¿Cuál es tu partido político?

Tiendo a ser más de izquierda que de derecha sin pertenecer a partido alguno, porque éstos pueden ser demasiado útiles pero también pueden ser la maldición de un país. Creo en una sociedad que respeta diferencias; que es fundamental legalizar el aborto, las drogas; que los gais deben tener los mismos derechos; creo en la equidad de género; no creo que la iglesia tenga que estar metida en la sociedad.

Me gustaría trabajar con el gobierno, lo que pasa es que yo no puedo hacerlo con el actual por diferencias irreconciliables. Si puedo aportar lo haré, eso es claro, por eso estoy en la academia porque creo que la educación es la única forma de cambiar a una sociedad. Y es que a mí no me importa si mis estudiantes al final de la materia olvidan todo, siempre que se lleven en su mente dos cosas: que la corrupción y la mediocridad son inaceptables.

Me quiero sumar a las voces que trabajan por la paz y la reconciliación del país. Creo que si uno puede generar un impacto positivo en la gente, ya la hizo en la vida.

  • ¿Los problemas te quitan el sueño?

Realmente no. Lo que me permite dormir tranquilo en las noches, así no tenga que comer, así se me incendie el carro, me roben plata o lo que sea que me pase, es que nunca nadie pueda decir que yo cometí un acto de corrupción o de mediocridad. Si puedo hacer algo, lo hago bien. Lo más importante es que mi nombre no tenga tacha.

  • ¿Dónde está tu plenitud?

La plenitud no es permanente. Para mí se trata de lograr sentirme lo mejor posible con cada cosa que haga.

  • ¿Entonces la encuentras en el logro?

Está en cómo veo la vida, cómo la aprovecho y en qué hago con ella para mi felicidad y para dejar un mejor planeta cuando yo me muera.

  • ¿Y qué es la felicidad para ti?

¡Qué pregunta más difícil! La felicidad…No sé…Creería que es la capacidad de ser uno mismo.

  • ¿Cuándo tienes esa capacidad y cuando no?

A veces las circunstancias lo llevan a uno a cuestionarse sus valores y, en últimas, quién es uno. Yo lucho todos y cada uno de mis días por ser yo mismo y defender las cosas en las que creo. Y me considero extremadamente afortunado porque he logrado ser yo mismo a pesar de los momentos en los que la vida trata de descarrilarlo a uno.

  • ¿Qué te reta?

La corrupción y la mediocridad me exceden, como también la desfachatez. Es algo en lo que he tenido que trabajar mucho porque sacan ese lado intolerante de mí.

  • ¿Y cómo se manifiesta tu intolerancia?

En ira. Me obliga dar dos pasos atrás, tomarme un café, calmarme, porque me supera.

  • ¿Te resulta frustrante?

Me frustra no poder hacer más por Colombia. Sé que hago lo que puedo pero que probablemente podría hacer más. Muchas de las cosas que me retan se han normalizado en el país y eso me frustra. Y ahí está el debate entre hacer con gente en la que uno no cree o hacer desde afuera sin tener un impacto tan grande.

  • ¿Cómo te premias cuando obtienes un logro producto de tu esfuerzo?

No lo veo así. No es un premio lo que necesito para poder seguir funcionando. Ahora, lo que siempre necesito es un viaje y lo necesito cuando me va bien, cuando me va mal o regular. Cada vez que puedo viajo y es algo que le aprendí a mi abuelo. Un viaje es lo que siempre reconforta el alma.

  • Quedan claros tus proyectos profesionales, ¿cuáles son los personales?

En quien primero pienso es en mi mamá a quien durante tres años y medio tuve medio abandonada por la distancia. Ese tiempo no lo recupero pero sí puedo aprovechar lo que queda. Quiero dedicarme a ella, a que viajemos, compartamos, hablemos…

También estoy escribiendo un par de libros de relaciones internacionales.

Tuve dos objetivos de viajes. Ya cumplí el visitar los cinco continentes antes de los treinta años, ahora me reto con al menos dos países nuevos al año y tener en mi haber al menos el doble de países que mi edad… Veremos si lo puedo lograr.

  • En tu maleta del viaje de la vida están los viajes, los libros, el conocimiento, tu mamá…

Mi mamá va primero. Y mi hermano, mi papá y mi tía, y un par de amigos a los que quiero mucho.

  • ¿Qué le falta a esa maleta? ¿Descendencia?

No. Un no rotundo y categórico. Creo que mi aporte a la humanidad no es ese, suena pretencioso, pero mi legado en el mundo no es ese. No quiero hijos.

  • ¿Cuál es tu misión?

Educar a los que están, por ejemplo, estoy trabajando en crear una beca para estudiantes de bajos recursos, porque prefiero usar mi plata en quien ya está que en traer a alguien nuevo al mundo. Además no le tengo paciencia a los niños, tantos años de educación con jóvenes me quitaron las ganas de lidiar con niños en casa también.

  • ¿Y espacio para una mascota?

Sería irresponsable tener una mascota porque viajo demasiado. Tuve peces que cuidaba mi vecino cuando yo me iba.

  • Entonces tu vecino tuvo peces…

No, eran míos. Los disfrutaba enormemente cuando estaba en casa.

  • ¿Qué te vas a llevar contigo?

Espero que el mundo, un poquito de cada lugar al que fui.

  • Si no fueras una persona, ¿qué serías?

Una palmera. Las palmeras nunca están en un lugar feo. Nunca tiene una mala vista. Ven el mundo desde arriba y desde allí, el mundo se ve maravilloso, diferente, amplio.

  • ¿De qué tamaño es tu ego?

Chiquito. Yo soy quien soy, sé lo que quiero, sé de dónde vengo. Tengo un ego positivo, que me sirva para hacer lo que es correcto, para darme cuenta que soy capaz de hacerlo pero no para sentirme superior frente a nadie.

  • ¿Qué te hace sentir diminuto?

Difícil cuando mides dos metros dos. Pero la naturaleza siempre me ha excedido. Por ejemplo, el eclipse de luna que me tocó en Ciudad del Cabo antes de devolverme fue alucinante. También, cuando ves el mundo, te das cuenta de lo insignificante que eres. Viajar me hace sentir chiquitico.

  • ¿Qué te gusta dejar en las personas que se acercan a ti?

Curiosidad.

  • ¿Qué debería decirse de ti el día de mañana?

Que siempre luchó porque creyó que Colombia podía ser muchísimo mejor de lo que es.

  • Ahora sí, dime ¿quién eres?

Cuando se describe algo se usan adjetivos y te puedo decir algunos con los que me identifico y su suma te dirán quién soy.

Hay unos parámetros que me definen, soy un soñador que cree que todo puede ser mejor para su país y soy un convencido de que las cosas se pueden hacer bien. Creo que voces como la mía son importantes. Soy curioso, me gusta leer, preguntar, aprender.

¿Te acuerdas de Messenger? Bueno, en Messenger yo siempre usaba los mismos tres nombres que creo que me definen y todos terminaban en Jero: Calle-Jero (por mi eterna curiosidad de estar afuera viendo el mundo); Via-Jero (por mis viajes); y Gran-Jero (cuando trataba de tener la grandeza que se requiere para generar un impacto).

Para lograr ser alguien, debo llegar al día de mi muerte con el deber cumplido. Esa sería una buena existencia.

Isabel López Giraldo es responsable del contenido de este sitio web. Davivienda actúa como patrocinador de la sección “Jóvenes Talentos”.