Santiago Rojas Arroyo

SANTIAGO ROJAS ARROYO

Las Memorias conversadas® son historias de vida escritas en primera persona por Isa López Giraldo.

Es una persona que por azar ha terminado metido en temas públicos, lo que siempre le ha apasionado, pero también le ha obligado a buscar otras soluciones en su vida para poder desarrollarse. Tiene una hija espectacular de quince años que da alegría a su vida para llenarla de luz.

Soy bogotano y puedo decir que tuve una niñez afortunada gracias a pertenecer a una familia espectacular de origen payanés. Mi papá, gran lector y amante de la música clásica, me introdujo en el mundo intelectual, pero por sobre todas las cosas, me enseñó que lo más importante en la vida es ser una muy buena persona, y él era muy buen ser humano. Cuento con esa guía, la de una persona totalmente honesta, recta, y a quien la gente quería mucho.

Mi mamá irradiaba amor permanentemente, era por todos muy querida y eso nos enseñó a mi hermana y a mí; desarrolló en nosotros esa faceta de amor, de cultivar a los buenos amigos, además tenía un gran sentido del humor. Fueron mis padres mis grandes referentes de vida. Lo que lamento fue no haber conocido a mis abuelos pues murieron cuando yo era aún muy niño.

Estudié en el Gimnasio Campestre, un colegio que me gustó mucho y que hizo esta época de mi vida muy amable y feliz. He tenido grandes amigos como Andrés Uribe o Germán Cadena -Mancho- (qepd) con los que compartí toda mi adolescencia.

Mi papá asesoraba empresas en temas de comercio internacional. Fue durante mucho tiempo presidente de Analdex. A mí me llamaba la atención el Derecho, por lo mismo decidí estudiarlo en la Javeriana y con la influencia de él terminé en sus mismos temas. Mi tesis de grado fue sobre comercio exterior y la dirigió Martín Ibarra. Desde ese momento comencé a trabajar en lo que llamaban -INCOMEX–, como asesor de Marta Lucía Ramírez. Eran los años 90.

Quedé con la frustración de no haber podido estudiar filosofía cuando hacía mi pregrado, por política de la Universidad, pero lo he compensado un poco con la lectura. Cuando uno se dedica mucho a los temas profesionales y deja a un lado ese mundo interior, se está privando de lo que significa un goce y yo creo que eso es lo que después en la vida uno trata de rebuscar y replantearse.

En ese, mi primer trabajo, viví una experiencia muy enriquecedora. Ahí sí se aprende realmente, eran muchas mujeres y todas muy estrictas. Recuerdo a María Concepción Puello, Claudia Uribe, Ángela Orozco, de quienes aprendí muchísimo y por eso les agradezco también. Me abrieron las puertas para pasar después al Ministerio de Comercio, cuando nombraron al hoy presidente Santos como Ministro de Comercio Exterior. Luego fui secretario privado tanto de Marta Lucía como de Santos al mismo tiempo. Eso fue una atadura en el sentido del tiempo, no sé cómo logré hacerlo, pero me dio la oportunidad para aprender. Incluso saqué tiempo para hacer una Especialización en Negociaciones y Relaciones Internacionales en Los Andes.

Estos han sido mis grandes mentores a nivel profesional y como te decía, mi papá y mi mamá en lo personal. Con todos tengo una deuda de gratitud.

Creo que uno debe tener alguna línea grande qué perseguir. Desde la época de universitario yo quería ser Ministro de Comercio Exterior, lo reconozco. Comencé en el cargo más bajo posible como profesional, de ahí me tocó ir haciendo carrera. Tuve la ventaja de conocer al ministro y a la viceministra y después la gran fortuna de que me enviaran a Ginebra a la Organización Mundial del Comercio en la Misión de Colombia. Esa experiencia le abre a uno el mundo, el panorama de lo que es la vida, porque el mío era muy cerrado, limitado a las instituciones por las que había pasado. Comencé a entender que la vida va mucho más allá de lo que estaba viviendo en ese momento y me permitió, después, regresar a seguir con la vida pública y reafirmando mi deseo de ser ministro. Afortunadamente lo logré después de veinte años de trabajo, pues no fue fácil.

El sector público tiene algo interesante y es que lo que se hace es de interés general, se cambia la vida de las personas, el rumbo del país y se tiene la oportunidad de decidir cómo proceder, eso es muy gratificante y posteriormente poder definir la manera de consolidar los diferentes acuerdos comerciales que tenía el país, es maravilloso. Servir al país era mi mayor interés, era lo que yo había perseguido, para lo que me estaba preparando.

Ya en el ámbito personal tenía la ilusión de formar una familia, lo que también logré aunque circunstancias llevaron a la terminación del matrimonio, pero manteniendo excelentes relaciones con quien fuera mi esposa y la mamá de mi única hija a quien amo profundamente.

En Ginebra logré consolidar el inglés y el francés lo que resultó muy positivo para mi manejo en temas internacionales. Fui el último director del INCOMEX, luego viceministro de comercio. Cuando nombran al hoy presidente Santos como ministro de hacienda, me lleva a la DIAN en el 2001 y 2002.

La DIAN es una entidad que, si bien nadie quiere, es extraordinariamente importante para el país. Cuenta con un buen equipo humano que es un factor clave y que me ha permitido estar muy contento en este trabajo, pues trabajo con personas muy comprometidas. Esta es una tarea muy ingrata y nadie va a aceptar ni a reconocer lo que se hace, pero en últimas, estamos haciendo algo muy importante para el país, con errores, con aciertos, con cosas buenas, con cosas malas, cosas que nos critican, cosas positivas, pero al final yo creo que es un tema que nos permite hacer algo de verdad crucial.

Cuando llego por primera vez era muy jovencito, tenía treinta y pico de años asumiendo la responsabilidad de semejante entidad. Recuerdo que me miraban como bicho raro, como el que no tiene idea de nada, pero hicimos una buena comunidad con el equipo y ahí tuvimos unos resultados importantes en temas de seguridad jurídica y en control de contrabando.

Una vez me retiro, trabajo en una firma privada con Gabriel Ibarra que muy amablemente me invitó a conformar parte de su equipo y lo hice por espacio de un año. Luego salió la oportunidad de viajar a Lima y participar en la Comunidad Andina como conferencista a hablar sobre el tema de controversias. Allí se encontraba Guillermo Fernández de Soto y yo, la verdad, despotriqué sobre el sistema, dije que eso no servía para nada, que estaba todo al revés, que eso no dirimía las controversias. Y al final de la conferencia me llamó y me dijo:

— Mire, ya que tanto critica, por qué no va allá como director jurídico y pone la casa en orden a ver cuáles son sus ideas tan maravillosas.

Hice un muy buen equipo con él. Realmente es un gran ser humano, le tengo mucho aprecio. En esa época Venezuela hacía parte de la CAN, era una entidad todavía fuerte, y fui su director jurídico. Resultó en todo sentido una experiencia muy constructiva, además Lima una ciudad muy agradable, se podía viajar en carro, ir al desierto, al mar, a Machu Pichu, Arequipa, y los peruanos son muy buenas personas. La gastronomía peruana obviamente magnífica.

Permanecí en el cargo hasta que el hoy presidente Santos me pidió que fuera a dirigir la Fundación Buen Gobierno en la que hice diez o más foros al año de diferentes temas. Sacamos una revista, que repartíamos a todos los alcaldes y gobernadores. Mi trabajo consistía en pensar en política pública y eso me abrió la mente para lograr ser eficaz y desarrollar temas de transparencia, eficacia, eficiencia y rendición de cuentas.

Luego llego a Bancoldex, el banco de comercio exterior, lo que me abrió las puertas al mundo financiero. Eso es una combinación bien interesante pues conocí el mundo exportador. Yo había sido miembro de la junta directiva del banco en una época, entonces tampoco fue tan novedoso, pero sí un gran reto el dirigir a un equipo muy serio y muy profesional en el que cualquier error podía afectar el balance y para un banco eso era muy delicado. Le dimos mucha importancia al desarrollo de la innovación, a los exportadores y a los industriales también, a las pequeñas y grandes empresas. Era una entidad muy seria que se había manejado muy bien de tiempo atrás. Me tocó a mí recibir un buen banco y realmente fue muy grato, con un gran equipo profesional.

Después de tres años llegué al Ministerio de Comercio. Había trabajado muy de la mano con Sergio Díazgranados, quien hizo una excelente labor como ministro y me correspondió continuar con la política pero ya no solo de comercio exterior, como la primera vez, pues también era de comercio, industria y turismo. En esa época en comercio el gran reto fue consolidar el acuerdo de la Alianza del Pacífico que estaba en la etapa final; se logró cerrar y pasarla por el Congreso de la República, lo que fue bien importante. El turismo comenzaba a repuntar, era muy gratificante recorrer los sitios turísticos de Colombia que son espectaculares, fue una experiencia maravillosa. En industria, el reto fue continuar con el apoyo a la innovación y el emprendimiento, brindar apoyo al sector industrial, pero resultó más difícil porque la industria en esa época estaba bastante golpeada por la revaluación que nos tocó capotearla.

Cuando llego como ministro, encuentro que la gente con la que había trabajado era casi toda la misma, lo que les significaba tener a un ministro muy cercano, muy de la casa; yo creo que eso era bueno para el equipo y resultaba muy agradable para mí encontrar personas con las que había trabajado veinte años atrás, la sensación fue realmente espectacular. Llegar a la gran oficina, es emocionante pero inmediatamente comienza uno a ver las responsabilidades que son enormes, atender medios de comunicación, afrontar preguntas de política pública del comercio internacional a quemarropa y tocaba tomar decisiones inmediatamente en temas que eran muy sensibles. El manejo público era de alto nivel, debía participar en cuestiones de ministro que aunque era gratificante y muy emocionante, generaba cierto temor de alguna manera.

Lo único que lamento es que mi papá había muerto no hacía mucho tiempo. Hubiese querido que él viviera esa etapa conmigo. Mi mamá murió a los dos meses de yo haber asumido el cargo. Esa fue muy duro pues tomé posesión en octubre, en noviembre le detectaron cáncer y murió en diciembre. Con ella se fue un pedazo de mi alma.

– ¿Recuerda el momento cuando el Presidente lo nombra ministro?

Íbamos en el avión presidencial Bogotá-Neiva, me acuerdo que el Presidente Santos me llama aparte y me dice que yo iba a ser el nuevo ministro.

Si bien sentí mucha emoción, también la tranquilidad de quien uno sabe está preparado porque lleva muchos años trabajando para eso, pero de todas maneras genera cierta ansiedad. Como acepté, inmediatamente lo anunció y me tocó la primera entrevista de radio con él a mi al lado, eso sí fue aterrador. Los medios de comunicación comienzan a hacer preguntas como si uno llevara ya décadas trabajando en el tema y se tiene que responder de manera seria y responsable. Después viene el día a día, con una agenda de locos, porque no da tiempo para nada distinto.

Después regreso nuevamente a la DIAN. Gran responsabilidad. Me tocó una época difícil por la descolgada en los precios del petróleo. Menos mal Juan Ricardo Ortega había hecho una excelente gestión al frente de la entidad. Hicimos muy buen equipo con el Ministerio de Hacienda. El ministro Cárdenas, con su inteligencia y gran responsabilidad, tomó decisiones valientes que el país algún día le reconocerá. En la DIAN el equipo técnico fue un soporte en todas esas decisiones. No terminaré de agradecer el compromiso de los funcionarios de la entidad con el país. Estamos haciendo un cambio estructural en la aduana, en impuestos, en la lucha contra la evasión y el contrabando. Los resultados se comienzan a ver y con seguridad en los próximos años los resultados de estos cambios saltarán a la vista.

– Una vez termine su segundo período en la DIAN, ¿qué sigue en su camino?

Quiero cerrar esta etapa en el sector público y dedicarme a lo privado; creo que tengo ya elementos para apoyar al sector empresarial. Será un espacio distinto para mi vida. Voy a dedicarme más a mi familia, a estar con temas personales. A mí me gusta escribir y a pensar en temas diferentes al de ser simplemente un profesional.

– ¿Pero entonces no se proyecta en un cargo de elección popular?

No, la verdad yo nunca he sido político. Mi personalidad no es así. Quiero pensar en otras cosas. Yo estoy muy agradecido con el Presidente Santos porque me ha dado grandes oportunidades, ha sido realmente alguien muy importante para mi vida, y en este momento cuando termina su gobierno, lo que quiero es cerrar los temas que están en proceso y hacerlo bien.

– ¿Y la academia?

Fui profesor durante diez años en la Javeriana, en la cátedra de comercio exterior en pregrado. Tuve que renunciar por falta de tiempo. Si de golpe, algún día una universidad quiere que dicte unas charlas, pues si se les hace interesante, será muy grato para mí poder colaborar pero no como profesor.

– ¿Sufre de estrés?

No sufro de estrés, no sufro de acelere pese a las situaciones tan complicadas que se manejan. Me habita la calma, no me desespero. En ocasiones uno piensa que algo es el fin del mundo, pero luego se da cuenta que la vida sigue y por lo mismo hay que manejarlo bien. Todo tiene una solución, en lo personal y en lo profesional y el secreto está en la mentalidad que se adopte ante la vida.

– ¿Es trascendental?

Yo creo que todo ser humano siempre está pensando en cómo combinar ese elemento externo de la vida con la parte interna. Ahí uno siempre tendrá sus inquietudes; tuve inquietudes religiosas, a veces me da por ser agnóstico, a veces si creo en una entidad religiosa. Pienso que todos esos asuntos uno los va como analizando internamente y eso me gusta mucho.

– ¿Cómo vive la espiritualidad?

Variable. En ocasiones estoy demasiado metido en mis cosas externas entonces abandono lo otro, pero sé que sí hay un componente interno importante a desarrollar, que debo trabajarlo permanentemente y de muchas formas, leyendo bastante, compartiendo con las personas que quiero, también conversando con expertos de esos temas para tratar de identificar cuáles son esos temores infundados, de cómo uno puede de golpe, relacionarse mejor con las personas.

La vivo mucho más como pegamento en el sentido de la vinculación con los seres humanos, siempre tengo esa inquietud y siempre va a estar ahí presente.

Se vive a través de conocer otras culturas y a mí me gusta viajar, y esa es otra forma de espiritualidad.

– ¿Qué lo asusta?

Yo creo que el temor es este: que algo le pase a mi hija o que ella no sea feliz. Esto por no mencionar, por ejemplo, el padecer una enfermedad grave pues es algo difícil de manejar.

– ¿Es proteccionista o deja fluir?

Yo creo que la vida me ha enseñado… mejor, me ha obligado a entender que uno tiene que viajar solo y tener su vida, sin descuidar a los suyos, estar ahí para las personas que uno quiere, aunque al final cada uno tenga que viajar solo.

– ¿Cómo define al amor? 

Es dificilísimo. Yo creo que es esa vinculación, es ese entender que uno como ser humano ve en unas personas una conexión especial e intenta vincularse y vivir de manera paralela esas vidas. Yo creo que es el gran misterio, el de cómo vincularse mejor y ser mucho más abierto a ciertas personas. Lo demás ya es otro cuento pero para las personas cercanas es ese vinculo especial.

– ¿Qué es el tiempo en su vida?

En este momento el manejo del tiempo no depende mucho de mí pero en un sentido más amplio te diría que el tiempo es el que te recuerda que uno caduca.

Yo creo que uno debe vivir mucho el presente.

Uno tiene que mirar que lo que hace ahora tiene consecuencias para el futuro, y uno es ahora fruto de muchas cosas del pasado, eso es indiscutible, pero tampoco se debe ser su esclavo pues con el pasado se puede romper cualquier cadena o carga que mortifica.

Cuando miras hacia el futuro pasa igual, qué sentido tiene decir que voy a sacrificar ahora mi vida para tener de golpe un mejor futuro que es incierto. Por lo tanto, el tiempo obliga a hacer las cosas razonablemente bien. Soy un convencido de que hay que dejarle algo al destino. No todo puede ser planeado, no todo puede ser organizado, no se pueden medir las consecuencias de todo lo que uno hace. Algo que pase incierto es chévere. Viva ahora y mire hacia adelante para ver qué cosas depara el destino.

– ¿Y es de añoranzas, es nostálgico?

Por épocas sí, claro. Precisamente hoy hace dos años murió mi papá y eso genera un sentimiento de nostalgia y de querer volver a vivir en ese núcleo familiar amoroso.

– ¿Qué le gusta dejar en las personas que se acercan a usted?

En la última conversación que tuve con mi papá en su lecho de muerte, parte de lo que me dijo dentro de muchas cosas y de manera muy tranquila, fue que las personas que lo conocen a uno, que realmente están con uno, saben que uno es un buen ser humano. Lo mejor es no dejar temas pendientes con nadie. Es grato cuando se deja una buena impresión en los demás y es muy agradable generar empatías.

– ¿Cómo le gustaría ser recordado el día de mañana?

Por mi hija como un gran papá. Por las personas que uno quiere, como un buen ser humano, pues al final todo lo demás se desaparece.