Ricardo Silva

RICARDO SILVA ROMERO

Las Memorias conversadas® son historias de vida escritas en primera persona por Isa López Giraldo. Publicado por Blogger en El Blog de Isa el 6/13/2014 08:15:00 a. m.

ORÍGENES

– ¿Cuál es su primer recuerdo de infancia en relación a su vocación en la vida?

Iría hacia atrás: a los días del taller de letras del colegio en el que Ángel Marcel nos enseñaba a todos los muy tímidos que la literatura tenía mucho de rompecabezas y de enigma; al momento en el que descubrí que, ya que se me empezaban a raspar las rodillas cuando armaba ciudades en el piso, la mejor manera de jugar que me quedaba era escribir historias; a la temporada en la que mi mamá me leyó El viejo Djin Jottabich para ayudarme a sobrevivir a un insomnio de cuando era chiquito; y a las noches en las que a mi papá le dio por leerme Las aventuras de Huckeberry Finn antes de dormirme.

REFERENTES

– Qué personas y hechos han escrito en su alma y en su corazón?

Me han marcado muchas personas, pero, en orden de aparición en la vida, pienso en mis papás, mis padrinos Magyaroff, mi profesor Ángel Marcel, mi amigo Carlos Manuel, mi amigo Germán, mi amigo Daniel, mi amigo Luis Fernando y mi esposa Carolina. Ella me ha enseñado, cuando ni siquiera lo temía, que el amor es la generosidad que no descansa nunca. Y me ha confirmado que uno no se puede dar su propia importancia.

Conservo a mis amigas de siempre así, por cuenta del trabajo y el paso del tiempo, poco hable con ellas. Y he tenido encuentros inesperados en el mundo de los libros, de Toño García a Juan Esteban Constaín, que me han mostrado que incluso en el territorio mezquino de la cultura puede uno encontrarse buenos amigos.

AUTOCRÍTICA

– Usted es crítico de cine. ¿Cuál es su mayor autocrítica? ¿Qué no ha querido cambiar por goce o por la motivación que fuera?

Yo soy dramático. Más que religioso, más que excesivamente sensible, que en ciertos sentidos soy las dos cosas también, soy dramático. Y entonces veo señales por todas partes de lo que viene e interpreto todo el tiempo lo que está sucediendo como un paso hacia lo que va a pasar. De vez en cuando, me devora la ansiedad. Pero también duermo en paz una que otra noche.

OBSERVADOR

– También es un observador del mundo, de las personas y de lo que generan. Cuando se mira desde afuera, ¿qué ve en usted? ¿Cuando se ensimisma, qué le dice ese silencio interior?

Cómo decir esto que voy a decir sin sonar a que me estoy enloqueciendo. A ver: soy inconsciente de mí mismo. Mejor dicho: yo solo, en silencio o ensimismado, no tengo una opinión buena ni mala sobre mí, sino que intento no hablarme demasiado para no aconsejarme pendejadas ni perder mi tiempo detestándome o cansándome de estar siempre con la misma persona. Trato de conducir ese silencio, que nunca es tal, a mi trabajo: a escribir. Y sin duda es un gran alivio.

Respondiendo la primera parte de la pregunta, veo una persona que solo le hace mal a sí misma, y no tengo cuentas pendientes. Hasta cierto punto pienso lo mismo de los libros que he hecho: sólo puedo decir que son lo que yo quería, y mi trabajo llega hasta ahí, y el resto está en manos de los otros. Lo mismo pasa conmigo: soy como puedo y como quiero y como debo ser, y, dado que no rompo leyes ni violento a nadie, el resto está en manos de los demás. Repito: no soy el encargado de mi importancia.

– ¿Cómo se hace mal? ¿Por qué se hace mal?

Quiero decir que soy una de esas personas que van guardando y guardando como en un cuarto de atrás, y entendiendo tarde lo que le hicieron, y que si no escribiera una columna semanal, y si no pudiera poner en escena en las ficciones que escribo toda las pequeñas mezquindades y las pequeñas rabias que contengo cada día (que tantos dejan salir, y curiosamente no viven mejor), entonces sí iría por ahí haciendo daños y cobrándoles a los demás lo que supuestamente me han hecho.

Creo que serían daños y cobros entre comillas menores, que, por ejemplo, haría sufrir a los que conozco, y sería la clase de persona que obliga a sus personas a resolverle sus traumas, pero a fin de cuentas serían daños y cobros.

ESTÉTICA

–  Es tan importante la forma. ¿Está referida también a la estética?

La forma es, en este caso, la literatura: la mirada que modifica la realidad en el intento de contenerla. Por eso el realismo es imposible.

PERFECCIONISMO

– ¿Es perfeccionista?  ¿Cómo lo sufre o lo disfruta?

Es una de las cosas que no sabría de mí mismo. Yo me siento un trabajador que confía en sus amigos y en sus editores, pero no un perfeccionista de aquellos. Sin embargo, visto desde afuera puede que lo sea. Puede que controle cada detalle de lo que hago.

OBRA

– ¿Usted busca producir efectos y afectos a través de su obra?

Esa es otra definición, a mi modo de entenderlo, de arte: un objeto que afecta. Para mí, criticar algo artístico por “efectista” es criticarlo por fallar a la hora de producir un efecto. Si lo produce, si da rabia o angustia o desconsuelo, si da risa o ganas de vivir o compasión, simplemente funciona. La respuesta es que sí: que la idea es afectar, estremecer.

 – ¿Son tan poderosas las palabras? ¿Qué es lo más extremo que ha logrado con el uso de ellas además por supuesto de diecisiete libros?

Sí lo son. Son parte del clima: y, como un aguacero, pueden cambiar la historia de cualquier día. Pensándolo bien, sí, las palabras me han servido para contar y para afectar y para acercarme a las personas que quiero y me tocaron en suerte (en suma, para lo obvio, pero también lo más difícil: comunicarme), pero, para que la vida no se me desbarate, también me ha servido acompañar a la gente que he querido acompañar con verdadera disciplina. ¿Algo extremo?: yo diría que despertar en los lectores decisiones como escribir, renunciar, casarse…

SILENCIO

– Si “nada nos define mejor que las palabras que usamos” (Ricardo Silva Romero), ¿cómo nos definen los silencios y cómo la actitud que dice más que mil palabras?

Era eso lo que estaba diciendo: que estar ahí, al lado de alguien, acompañando a alguien con disciplina en sus rutinas y sus problemas, también lo define a uno. Y también quedarse callado ante las injusticias, por ejemplo. Y también votar, criticar, aparecer, desaparecer, jugar, hacerse mala sangre, mamar gallo, quedarse quieto puede cambiarlo todo. Nos define estar en donde estamos, mejor dicho, ir o no ir, estar o no estar es la cuestión.

LIBROS

– ¿Cuál es un buen destino en sus libros? ¿A dónde me deben llevar? ¿A dónde conducen más allá de la trama?

Quizás no sea ambicioso lo que voy a decir, pero mis libros la deben llevar de la primera página a la última. Y está en su lectura, que sucede en un silencio, en un vacío semejante al religioso, al de la oración, al de la soledad, la posibilidad de que el texto la ocupe, la modifique, le dé luces. Para eso, podría agarrarse de la misma trama, de los personajes y de las frases como versos. Pero mis libros, como los de todos, son partituras, y, aun si son buenas composiciones, dependen enteramente de su intérprete.

– ¿Cómo recrea a los personajes de sus novelas? ¿A partir de su esencia o los toma del mundo exterior pero salpicados de su conciencia?

De ambos lugares. Creo, porque conozco varios, que como un actor. Hay una parte escrita, fingida, hecha a partir de las personas que he visto, con sus testimonios y sus hechos documentados. Y hay una parte interpretada a partir de lo que he sentido. Un personaje puede hacer lo que han hecho tantas personas, y soportar lo que tantos han soportado, pero, a la hora de sentir y lamentar y estremecerse, necesita de la experiencia de quien lo pone a andar.

– ¿Cada libro lo escribe en condiciones especiales? ¿En esas mismas condiciones recomendaría leerlo? ¿Circunstancias de modo y lugar, como una música, un espacio, alguna bebida especial como las que, si bien no lo inspiraron si lo ayudaron a ser?

No tengo recomendaciones para la lectura ni para la escritura. Pero puedo decir lo que a mí me sirve. Para leer, me sirve la música. Pero sobre todo me sirve para escribir. Cada novela tiene una banda sonora hecha, en mi caso, entre la música popular y la clásica. El libro de la envidia, por ejemplo, tuvo la Pasión que escribió Peter Gabriel, el Réquiem de Mozart y canciones populares del siglo XIX sonando durante la escritura.

– Un libro nos permite viajar aferrados a una silla. ¿Cuál es el mejor viaje realizado y cuáles están pendientes o aplazados?

De los ajenos, tengo una torre de novelas por leer: de Richard Ford a Alejandro Dumas. De los míos, tengo una lista por hacer que, cuando estoy de buen ánimo, y creo que vale la pena lo que hago (la autoestima y su energía oscilan como un péndulo), pienso que es tan larga que jamás la voy a completar. Pienso, para empezar, en el libro de mi familia que quiero empezar a escribir.

AUTOESTIMA

– La autoestima siempre lo he visto como un “yoyo” usted la significa con un “péndulo”. La autoestima baja o sube, la suya…viene y va?

Siempre he pensado en un péndulo porque sospecho que la autoestima no sube y baja, sino que viene y va, sí. Como un problema físico más que psicológico. Y como una energía que se recobra y se pierde y se recobra. No soy bipolar, ni tomo pastillas para nada más que para el dolor de cabeza, pero creo que en cierta medida todo los que trabajamos en algo creativo trabajamos y trabajamos a la espera del momento de euforia.

– ¿Cuando acalla su mente es como si se siguiera leyendo o como si estuviera escribiendo?

Ya hace años que, por deformación profesional, siempre estoy armando frases, siempre se me están ocurriendo. Creo, mejor dicho, que poco acallo mi mente. Necesito que llegue la gente a la casa, necesito ver películas. Para acallar mi mente, trato de recordar cosas muy concretas, como el personaje de Autogol. Y funciona que la ansiedad se acaba.

– Para usar sus propias palabras, ¿cuántos y cuáles libros o autores lo han vaciado, es decir, cuántos lo han invadido?

Muchos para acordarme en una sola sentada: Retrato del artista adolescente, La inmortalidad, De mujeres con hombres, El palacio de la luna, Alicia en el país de las maravillas, La metamorfosis, Muerte en Venecia, Crimen y Castigo, El conde de Montecristo, Los hermanos Karamazov, Trilce…

EMOCIONES

– Si Usted define la envidia como “el despecho de la mediocridad y el rencor de la medianía” entonces puedo deducir que es un sentimiento que no ha experimentado.

Tengo pequeñas envidias, pero son blancas (hubiera querido ser futbolista o actor o ver La ventana indiscreta en su primera función o estar con mi esposa desde los diecisiete años), y no, no me duran. Y la prueba que tengo para mí de que deseo pero no envidio de verdad, verdad, es que nunca he querido la vida de nadie, nunca me ha hecho falta vivir la vida de alguien, y no pienso que nadie me ha quitado nada. Siempre he satisfecho la necesidad humana de ser otro, y lo he hecho escribiendo ficciones, y en el proceso se aprende que hay que vivir bien la vida que nos corresponde.

EL LIBRO DE LA ENVIDIA

– “Lo único seguro en una sociedad sin historia, sin ley, es aquello que no se tiene”. ¿Por lo mismo busca rescatarla en parte con El libro de la envidia?

Probablemente. Mi propósito siempre es tan modesto como este: que el libro no aburra, que sea lo que yo quería que fuera, que funcione, pero por el camino puede lograrse algo como eso. Que se recobre la historia, que se acepte la parte mezquina, que se viva bien, por fin, reconociendo el horror.

– “La luz de la lámpara ocupa el espacio como un amanecer que se va quedando…” Imposible no resaltarlo aquí porque se puede escribir una historia pero frases como esta demuestran un grado de sensibilidad muy alto, una capacidad de traducir las emociones que no todos logran.

Creo que es una traducción de la mirada. Y se aprende leyendo y escribiendo poesía. La poesía es un atajo, una manera de decir exactamente lo que uno quiere decir, y sospecho que una novela es un drama narrado a punta de versos.

EDICIÓN

– ¿Es su vida un libro que quisiera editar alguna vez?

Es una suma de libros, sí, no uno solo. Entiendo la pregunta. Tiene que ver con arrepentimientos. Y no los tengo, no porque no haya cometido muchos errores ni haya caído en muchas trampas, sino porque ya qué: me trajeron hasta acá y acá estoy. Pienso que mi vida está guardada, eso sí, en estos libros. Y que justamente esos libros son mi manera de criticarme, de corregirme, de darme forma.