John Geoffrey

JOHN GEOFFREY

Las Memorias conversadas son historias de vida escritas en primera persona por Isa López Giraldo.

Isa López Giraldo es responsable del contenido de su sitio web en el que Davivienda actúa como patrocinador de la sección Jóvenes Talentos.

Soy John Geoffrey Sánchez Melo, un nombre que me costó asimilar cuando niño por ser muy poco común, pero hoy me gusta, y aún más porque me ha servido en el mundo artístico dado que es muy sonoro.

Nací en Cumbitara – Nariño, un pueblo alejado y muy pequeño que no alcanza los dos mil habitantes en su cabecera municipal. Está enclavado en medio de la selva, en el Nudo de los Pastos, donde la cordillera de los andes se bifurca en dos ramas al entrar a Colombia. La cordillera occidental y cordillera central. Ha sido muy golpeado por el conflicto armado, pues sus principales fuentes económicas son la agricultura y la minería. Pero también es amable, un lugar donde aún se acostumbra a saludar.

Mis padres y abuelos, siempre han sido una familia muy unida y educada, culta, reconocida y respetada en el lugar. Mi abuelito paterno, José Virgilio Sánchez Reyes, ejerció cargos públicos y es músico, artista plástico, artesano de la madera con la que construyó algunos de sus instrumentos. Se casó con mi abuelita, María Cruz López, tejedora de sombreros de paja, con quien tuvo una grandiosa familia de seis hijos.

Mi papá, Vianney Rufino Sánchez Lopez, es el mayor de sus hermanos y solo tuvo la oportunidad de estudiar después de ayudarles en su formación. Por herencia es un artista, compositor de música colombiana, pintor, escultor y ebanista que trabaja la madera. Uno de los mayores placeres en su vida fue seguir la tradición de su papá que viajaba ocasionalmente hasta la ciudad de Pasto y, cuando lo hacía, llevaba libros de arte y música a la casa.

Mi abuelo materno José María Melo, oriundo de Guaitarilla (Nariño), llegó al pueblo junto con algunos primeros habitantes, hombre fuerte y trabajador, aserrador de madera y agricultor, murió cuando mi mamá era muy niña. Mi abuelita, Rosario Portillo, oriunda de Guaitarilla (Nariño), fue costurera y ama de casa pero apoyaba la actividad agrícola y campesina de mi abuelo que también era minero y tapiador (construía casas en tapia).

Formaron una gran familia llena de amor, unión y cuidaron mucho la educación de sus siete hijos para que tuvieran un mejor futuro, pese a que en su mayoría murieron muy jóvenes (ahora son solo tres).

Mi mamá, María Visitación Melo, fue la menor de todos y estudió hasta quinto de primaria, el máximo grado posible en ese momento. Se hizo maestra de escuela, muy querida y reconocida por sus estudiantes. Posteriormente pudo culminar sus estudios de Normalista Superior y universidad. Aunque Ella es una generación mayor a mi papá los unió el amor al arte y a la cultura. Con mi mamá aprendimos a disfrutar de la actuación, del canto y de las artes escénicas en general pues siempre vivimos en un entorno cargado de esa riqueza y tradición cultural.

Soy el sexto de siete hermanos y todos hemos sido apasionados y sensibilizados por el arte, Mi infancia fue muy tranquila y sana, llena de juego, lo que ofrece la vida de pueblo. Estudié mi primaria en la escuela San Juan Bosco con la fortuna de que mi mamá fuera mi primera maestra y con ella aprendí a leer y a escribir. Luego pasé al colegio Mixto San Pedro donde terminé mi bachillerato con maestros y compañeros inolvidables y de ahí con la posibilidad de seguir estudiando fuera del pueblo.

Las lecciones y el ejemplo de mis padres me motivaron siempre en mi gusto por la plástica, esto sumado a que fui un ávido lector de la pequeña biblioteca de mi casa. Aprendí de mi papá a interpretar algunos instrumentos porque cada noche se dedicaba a enseñarnos desde gramática musical hasta la interpretación de la guitarra y, aunque la calle y el juego de los niños nos llamaba y era el mejor sonido que escuchábamos a esa edad, hoy le agradecemos inmensamente por ese sueño logrado ya que mis hermanos mayores se han dedicado a la música y las artes escénicas profesionalmente.

Cuando me gradué de bachiller, mi papá me buscó universidad en Bogotá para que estudiara artes plásticas. Me presenté y pasé en la ASAB – Academia Superior de Artes de Bogotá. Llegué a los diecisiete años a vivir con una adorable tía y no conocía la ciudad por lo que sufrí un choque muy grande de culturas.

La ciudad resultó muy intimidante para mí, pero me conecté de inmediato con la Academia, con sus espacios, con sus pasillos llenos de músicos y artistas trabajando en sus caballetes. Para mí fue siempre un mundo soñado. Pero también añoraba a mis padres, a mi familia, a mis amigos, y los visité solo en vacaciones. Pero también extrañé mi estilo de vida y el manejo del tiempo.

Una de las cosas más difíciles de estar lejos de mi casa, era el conflicto armado, constante en mi pueblo. Muchas veces era difícil la comunicación con mi familia, así que no tenía cómo enterarme en caso de que les pasara algo. Por lo menos cuando estábamos juntos nos brindábamos apoyo moral, así que la distancia lo hizo más difícil. Mis papás, abuelitos y otros familiares, siguen viviendo allá y las condiciones de vida siguen siendo muy duras.

Yo fui muy introvertido, muy tímido, no manejaba la tecnología porque a mi pueblo no hacía mucho que había llegado la luz eléctrica permanente y la televisión. Pero conté con compañeros de estudio que fueron mi soporte, me ayudaron muchísimo y nunca fui rechazado, aunque en un principio sentí miedo de que eso pasara.

Me di cuenta que todo el aprendizaje de la casa, si bien resultó muy valioso, también traía una mirada romántica de estudiar artes, pues pensé que la academia puliría lo que ya sabía. Pero no se trataba de perfeccionar mi técnica y mi estilo, entendí que debía aprender a interpretar el arte, conocer la historia del arte, ubicarme en ella y revisar cómo encajar ahí.

Durante este tiempo de formación visité galerías, asistí a exposiciones, me acerqué a artistas y me descubrí como tal. Pero al graduarme, no supe qué hacer, no sabía qué venía para mi vida, por lo que estuve algunos meses meditando con mi tesis guardada hasta que la Galería Casa Cuadrada se interesó en mi trabajo que había visto en mi exposición de tesis y curiosamente me contactó a través de redes sociales y me brindó un abanico de posibilidades para mostrar mi obra en sus espacios.

Con ellos he expuesto desde entonces en el país en colectivas y en ferias internacionales de arte en el exterior. Dejé de hacer trabajos por encargo y pude dedicarme a construir mi estilo que lo denoto como hiperrealista. Busco inquietar al espectador, hacer que interactúe con mi obra, que dude si se trata de una ilusión o de una fotografía. Mi trabajo engaña al ojo.

En la serie Ser y Parecer, siempre he estado interesado en lo que ocurre en el espacio, en cómo la pintura se relaciona con la arquitectura a partir de todos sus aspectos: el contenido de la pintura, su tamaño y en todos sus detalles. Son perforaciones, rotos de paredes instaladas precisamente en la pared. En mi trabajo siempre está presente este juego real y metafórico, con el acto de revelar algo. En un sentido se trata de perforar la superficie para mostrar otra realidad.

Elijo estas imágenes de la realidad cotidiana porque me parecen visualmente estimulantes y pertinentes para una posible imagen plástica. Y se trata de las huellas del conflicto que viví en mi pueblo por las incursiones guerrilleras que arruinaban las casas, arrasando con todo, porque eran tan comunes las tomas, que dentro de las casas se construían trincheras y sitios para esconderse.

En la mía había dobles paredes para resguardarnos, pero lo que no lográbamos era silenciar el sonido de las balas durante noches enteras y la sensación de que ya iba a caer una bomba sobre nosotros. Esa guerra se llevó a muchos de mis paisanos y algunos murieron por balas perdidas.

Todo esto me inquietaba, desde el punto de vista pictórico y plástico. Observé todas las posibilidades que había allí y las llevé a mi producción, una tragedia, claramente, que transformé para aliviar lo adverso.

Excavar, escudriñar, revisar y extractar, son características claras de mi obra donde me permito estudiar la historia que contiene cada capa de pintura, imágenes tan recurrentes que me llevaron hacia el enigma de lo que se encuentra detrás, lo que conceptualmente puede llegar a ser mucho más inquietante que la misma superficie donde se encuentran las cosas.

Si bien no muestro la crueldad de la guerra, sí lo que queda de ella, la historia que hay detrás de una pared demolida, los recortes de periódico que alguna vez colgaban y que contaban algo. Al descascarar la pared se descubre la vida que alguna vez tuvo.

La primera obra que vendí fue en una muestra en la universidad que hacía parte de un ejercicio de pintura. No sabía qué precio ponerle porque nunca había pensado mi trabajo desde lo comercial. Cuando me ofrecieron por él, dije que no estaba en venta, entonces me preguntaron qué iba a hacer con la obra, probablemente guardarla debajo de mi cama, así que la entregué por cincuenta mil pesos.

La primera feria de arte en la que participé fue con la galería Casa Cuadrada en Venezuela, la FIA – Feria Iberoamericana de Arte (una de las más grandes). Tuve mucho éxito con mi trabajo de tesis el que fue calificado como meritorio. Quedó en evidencia que yo estaba en ese camino que tanto habían proyectado mi papá, mi mamá y mis hermanos, todo su esfuerzo se materializó. Todo esto se lo debo a ellos y así se los dejé saber el día en que expuse mi trabajo de grado: ¡tantos años de esfuerzo y de ilusiones contenidos en un instante! Fue realmente emocionante.

Mi línea de creación se abrió en un abanico de posibilidades, desde cómo pensar y mostrar el arte, en una producción muy alejada de la que siempre vi de mi papá que trabaja mucho temas costumbristas y religiosos. Esa riqueza técnica que me él enseñó, la imprimí en lo mío que resulta mucho más contemporáneo y que conecta muy bien con uno de mis referentes, Santiago Cárdenas, que también juega con la ilusión óptica. Santiago elogió mi trabajo en una exposición.

Con la galería hemos participado también en ferias en España como JustMad (feria internacional de arte de Madrid una de las más importantes de ese entonces en España), en ArtContext y Art Wynwood Miami, también hemos expuesto en Perú en la feria internacional de arte de Lima y en Barcú (Bogotá Arte y Cultura).

La mayor parte de mi tiempo estoy en mi taller pintando. Es frente al cuadro donde me siento en total libertad, donde puedo expresarme como quiero y puedo dejar todas mis emociones en la obra.

Mi búsqueda incesante de crear, nunca va a parar. Quiero que mi obra vaya trascendiendo, que dé diferentes saltos. Un artista llega al límite de sus posibilidades con su técnica pero la obra sigue en constante progreso. Tengo mucho que investigar aún, mucho qué vivir.

Mi pueblo seguirá siendo fuente de inspiración para mí, para mi obra y para mi trabajo, por lo tanto quiero seguir nutriéndome de mi origen.

Actualmente trabajo el tema minero con el que busco rescatar las experiencias de familia y de los barequeros que son los que trabajan la minería artesanal, la de subsistencia, la de “a cielo abierto”.

En esta serie me propongo hacer un análisis, oportuno y reflexivo, al impacto que ha tenido la minería actual y la histórica sobre las comunidades, articulando así sus diversas formas de participación, la resistencia a la minería mecanizada e ilegal y de cómo llevar este legado minero artesanal a una representación plástica, poniendo en consideración y en evidencia el paisaje minero y sus instalaciones como soporte de la actividad creadora, dando cabida a los nuevos comportamientos artísticos vinculados a los espacios naturales, la historia del lugar y de sus protagonistas.

El barequero representa a nuestros ancestros que en forma humilde y sacrificada han buscado oro en los ríos y playas de nuestra geografía como su único modo de sustento.

Sigo siendo un joven muy tranquilo, con sueños por cumplir, con viajes por realizar, que disfruta de una buena lectura, de la buena música, de visitar exposiciones, que cuando no está en su taller, está haciendo música en la casa en compañía de las personas que ama.