Diego García

DIEGO GARCÍA

Las Memorias conversadas son historias de vida escritas en primera persona por Isa López Giraldo.

Isa López Giraldo es responsable del contenido de su sitio web en el que Davivienda actúa como patrocinador de la sección Jóvenes Talentos.

En esencia, soy un artista, un dibujante apasionado, alguien tranquilo, quien no reacciona mal, una persona que ha tenido experiencias multiculturales. Por la misma dinámica de la vida me he desempeñado en muchos oficios. Respeto las libertades de todos, no juzgo, y estas dos cosas me han llevado a ampliar mi red de amigos. Soy muy sociable, me gusta compartir con la gente, disfruto de una buena conversación, de un chiste oportuno.

En este momento de la vida me considero muy feliz, después de superar grandes frustraciones.

ORÍGENES

RAMA PATERNA

Pablo Emilio Mantilla, mi bisabuelo, peleó con los liberales en la guerra de los mil días en Palonegro. Tuvo un espíritu combativo totalmente contrario al temperamento de su hija, mi abuela. Mi abuela contaba sobre el distanciamiento que tuvo con la iglesia cuando en misa el padre dijo que era permitido asesinar liberales. Nunca volvió.

Elena Mantilla, Nena, una mujer suave, dulce, alcahueta, amable, fue la típica abuela, cocinaba delicioso. Siempre le gustó estudiar las raíces del apellido y construyó un álbum con el árbol genealógico que conserva una tía. Mi abuela era supersticiosa, contaba historias de fantasmas en el monte como la Patasola. También salía con cuentos como el de que: “un día fulanito (un familiar), antes de morirse, se apareció en la cocina de la casa”. Curiosamente, todos los 31 de diciembre lloraba y decía: “Ahora sí es el último, el otro año me muero”. Cuando me fui de viaje para vivir en Canadá, ese sí fue el último 31 de diciembre para mí con ella, con los abuelos. A mi regreso ya habían muerto los dos.

Jorge García, Tote, mi abuelo, venía de una familia de ideología contraria a la de mi abuela. Su abuelo (mi tatarabuelo), el general Tomás García, peleo en la misma batalla, pero en el ejercito contrario al de mi bisabuelo materno. La guerra la ganaron los conservadores, y él era “godo, godísimo”. El general García fue el último gobernador que tuvo Panamá antes de la separación.

Mi abuelo fue un hombre de recio carácter. Vestía de traje, corbata, tirantas, se aplicaba loción y llevaba con él una lupa para leer, todo esto sin importar qué día fuera. Sin pronunciar palabra desmentía los cuentos de la abuela, lo hacía a través de gestos. Era sínico, cuando leía las noticias trágicas y crueles del periódico, decía entre risas: “¿Vieron? Jajaja, ahí mataron a quince vergajos”. Era buen bebedor. A él no lo vi envejecer, para mí siempre fue viejo. Yo lo imitaba y él me seguía el juego riéndose. Al enviudar vivió un tiempo en mi cuarto en la casa de mis papás.

Tuvo el privilegio de morir como muchos desearían, acostado en una cama rodeado de todos sus familiares. Muchos llegaron de distintas ciudades a estar con él. Fue muy emotivo y desafortunadamente yo fui el único que no pudo acompañarlo, para ese entonces ya vivía en Canadá.

De haber estado vivo cuando retraté en caricaturas al gobierno Duque, creo que a mi abuelo no le hubiesen gustado. Imagino que las gozaría ahora que cuestiono al gobierno Petro.

Luis Fernando García, Toto, mi papá, es el de la mitad de tres hermanos. Heredó el carácter compasivo de mi abuela. Mi papá es el favorito de mi grupo de amigos, alguien muy sensible, sindicalista, deportista. Debo decir, el más veterano de su equipo, apenas la semana pasada estaba en un torneo nacional de volleyball. Es funcionario del poder judicial, pero no tiene compromisos políticos. Jamás se ha prestado para hacer negocios por debajo de la mesa. No le gusta la plata fácil. Su buen actuar me permite ser crítico y ácido con la clase política.

RAMA MATERNA

Antonio Neira, Tono, mi abuelo, fue un hombre divino, tierno, dulce, alegre, para morirse de amor por él. Se disfrazaba de Papá Noel, hacía juegos para los nietos como el tesoro escondido dejando pistas de caramelos. A diario llamaba a sus hijos, los invitaba a tomar café con bizcochitos. Eso sí, en ocasiones resultaba impertinente con lo que lograba desesperar a mi abuela. Trabajó en la Contraloría como auditor en la marina. Cuatro años antes de su muerte decidió aprender a tocar guitarra. A él lo pude acompañar a sus diálisis y estar presente al momento de su muerte.  

Mi abuela fue la matrona de la casa. De fuerte carácter, muy brava. También feminista con columna en el periódico. Escribió cuatro libros, el primero a sus veintitrés y el último a sus ochenta años. Se identificó con Freud, le encantaron los temas del empoderamiento femenino y del subconsciente. Montó el colegio Atenas, en el cual ella era la directora general y mi abuelo el director administrativo. Por supuesto, era ella quien mandaba en la casa. Reunía a la familia los domingos y no toleraba que hicieran comentarios machistas. Sufrió trombosis, razón por la cual le dictó su último libro a mi tía, pues ella ya no pudo escribirlo.

Constanza, Conny, mi mamá, es de fuerte carácter, muy sensata, de humor negro pesado. Es una mujer valiente a quien le gusta leer, al igual que a mi papá. Disfrutan yendo a ópera, viajando (estuvo en Rusia en la época de la Cortina de Hierro). Es abogada litigante y felizmente jubilada, correctora de estilo de nosotros sus hijos y quien respalda todas las aventuras que hacemos.

CASA MATERNA

Mi papá es un defensor absoluto dela justicia social, muy sensible por las luchas campesinas. De no ser porque se enamoró profundamente de mi mamá, creo que se hubiese animado a irse al monte (risas). Pero el amor pudo más. Mi papá la enamoró escribiéndole poemas. Y mi mamá los recolectó y conservó siempre: mandó a producir un libro del que tan solo se cuenta con un ejemplar. Son un matrimonio sólido, conformaron una familia de dos hijos, se acompañan, son alegres. Tuvimos por costumbre almorzar juntos, y no podíamos comenzar hasta no estar los cuatro sentados a la mesa.

Mis papás han sido el diccionario de la rectitud. A nosotros, sus hijos, nos educaron en valores, donde la honestidad como base. Nos enseñaron que hacer cosas incorrectas produce vergüenza. Como dicen, da mucha pena la sola idea de tener que contarlo, entonces mejor evitar obrar el mal. La ética personal nos dice si eso está mal o no. Recuerdo que alguna vez me hicieron devolver un lápiz que no me pertenecía. Mi mamá llamó a la profesora y le contó del hecho. Pero también le recomendó que al día siguiente se asegurara de que yo se lo devolviera al dueño. Creo que mis papás hubieran sufrido muchísimo si mi hermana o yo hubiéramos escogido el camino de la política. Esto por la posibilidad de vernos expuestos a cometer errores, con gravísimas consecuencias.

Regañaban a quien se demoraba por estar atendiendo una llamada. Ellos vivieron siempre muy pendientes de nosotros. Pese a que siempre trabajaron ,no fueron indiferentes a nuestros temas, hicieron parte de nuestro mundo, fueron muy amigos de nuestros amigos.  

INFANCIA

Cuando niños íbamos a Santa Marta en las excursiones que mi abuela arreglaba. Estas eran pensadas para los estudiantes de la jornada del día de su escuela, pero también para los de la noche. La recuerdo con megáfono organizándonos a todos.

Alguna vez asistimos a una exposición de fotografía en el Festival de Cine de Barichara. Fue muy duro porque las fotos revelaban el dolor de las madres de sus hijos asesinados en el conflicto armado. Mi papá rompió el protocolo para dar un discurso sobre la importancia de la paz, de la solidaridad. La gente lo aplaudió de pie, y yo,  me sentí muy orgulloso. También asistía a las marchas de Santurbán y, si yo no lo podía acompañar, iba con alguno de mis amigos.

Mis papás llenan alcancías para mi regalo en diciembre, me sorprenden con ellas, lo que me parece un  gesto de amor muy grande. Me recomiendan lecturas constantemente, lo que considero muy importante.

Recuerdo que por mi papá me gustó dibujar. Yo lo observaba mientras trazaba mapas cuando me ayudaba en las tareas del colegio. Fue así como me animé y le pedí que me enseñara a hacerlos. Mi mamá me inscribió en clases de dibujo con Máximo Flores artista de Bucaramanga, muy reconocido. Le dijo: “Máximo, yo sé que usted debe cobrar un montón, pero cuánto me alcanza con esta plata para que le enseñe la técnica”. La primera que aprendí fue la del clarooscuro, y sigo dibujando con carboncillo, con pasteles, con sombras y perspectivas. Alcancé a recibir tres clases, porque luego tuve que viajar.

ACADEMIA

Fui muy inquieto en la época de colegio. Todo el tiempo llamaban a mis papás a reuniones por mi comportamiento.

Comencé estudiando en La Quinta del Puente. Pero en tercero me cambiaron, pues el colegio resultaba muy costoso para el presupuesto de mis padres. Por supuesto, era de muy alto nivel académico, muy estricto para mi temperamento, casi militar. Fue en ese colegio en el que tuve mi primer emprendimiento estando en segundo de primaria. Resulta que hacía mis dibujos en un papel, me gustaba la línea de Garfield, luego los recortaba y los forraba con papel contact. Quedaban como calcomanía para los cuadernos de mis amigos.

Llegué al San Pedro, colegio jesuita, magnífico, donde conocí a mis grandes amigos de la vida. Podría decir que allí recibíamos ‘clase de parceros’. Esto es así, porque todas sus generaciones son de alumnos que se hacen muy amigos y que siguen celebrando fechas especiales y aniversarios. Otra forma de decirlo, es que el colegio formó muy bien los valores de la amistad. Todos mis amigos de esa clase me acompañaron en el lanzamiento de mi pasado libro y espero que estén en el actual.

Aquí seguí dibujando porque me encargaban los murales de la semana cultural de cada año, también las carteleras. Me volví más rebelde, especialmente contra los profesores. Ellos se molestaban por el hecho de que yo fuera tan conversador. Siempre decían: “Allá, los de atrás, dejen la recochita”. Pero también porque mantenía la camisa por fuera: “Diego, métase la camisa”. / “¿Por qué? ¿En qué cambia mi vida, o la suya, si me meto la camisa? ¡Si la gente en la calle la lleva por fuera, por qué yo no voy a poder!”.

Estando en octavo me echaron. Mi mamá fue hasta el colegio para hablar por mí: “¿Qué lo va a echar, le dijo al rector, si es un pelao”. Pero no hubo caso. Fuimos a la casa de la abuela, mi mamá le contó y ella delató a mi papá. El hecho es que a él también lo habían echado del colegio alguna vez. Cuando mi papá llegó del campeonato de voleibol se enteró de mi situación. Según mi mamá, él debía hacerse el serio y estar enojado. Y quiso darle gusto, pero todo terminó en risas cuando le dejé saber que ya estaba enterado de lo suyo.

Tuve que buscar colegio, hice todas las vueltas y terminé estudiando en El Caldas. Pero también me echaron, porque siempre encontraba la oportunidad perfecta para tomar del pelo, para no entrar a clase y quedarme en los pasillos. Hacía todo lo que molestaba a los profesores. No me ayudó el haberme encontrado a otros estudiantes, quienes como yo, también eran “vagos”, inquietos. Mi mamá se preocupaba, pero no había nada que pudiera controlar.

Quise estudiar en el colegio Príncipe de Asturias, al que llegaban todos los echados de los colegios. No se me dio, pues tuve que salir del país por razones de seguridad. A pesar de todo esto que te cuento, no me iba tan mal en las notas. Solo en matemáticas.

CANADÁ

Viajé a Canadá cuando tenía dieciséis años. Pasaban períodos muy largos en los que no podía comunicarme con mi familia. En esa época noo existía la tecnología de hoy. Por supuesto, esta es la que tanto nos acerca de los que estamos lejos y nos distancia a los cercanos. La comunicación era principalmente por correo. Para llamar se necesitaba una tarjeta que se consumía muy rápidamente, pues yo no tenía celular.

Inicialmente estuve en Detroit, Estados Unidos. Luego llegué a Windsor, a la casa de una tía, hermana de mi mamá, quien me acogió. Como mi tía vivía con su esposo y mis dos primas en un espacio reducido, entonces me tocó buscar otro lugar.

Solicité asistencia social al gobierno, pagué una habitación, me inscribí en bachillerato, trabajé los fines de semana en fincas. Realmente el pueblo me pareció muy aburrido. Por fortuna, conocí a unos amigos muy especiales. Ellos me hablaron del suyo, tenían equipo de fútbol, escuchaban vallenato, hacían asados. Fue de esta manera como viví en St. Catharines, junto a las Cataratas del Niágara. Mi trasteo fue con mesa de dibujo, porque no dejé de dibujar. Estando acá me gradué del colegio y cuando tuve mis primeros ahorros me propuse estudiar arte. Porque siempre quise ser artista, desde muy niño.

En St. Catharines trabajé en un estudio de tatuajes, pero me tuve que retirar. Vendieron el estudio y el nuevo dueño era racista. Un agravante era que yo no dominaba el idioma. Me brindaba un trato medio despectivo cuando decía: “El latino este, tal cosa o tal otra”. Me confrontó cuando me impuso cambios de turnos. Dijo “¡Se sale del High School y llega a trabajar todos los días a las nueve de la mañana o se va!”. Claramente me fui.

Me gradué en 2005 y en 2006 viajé a Montreal a estudiar Bellas Artes. Esto me obligó a desprenderme de mis amigos, quienes se habían convertido en mi familia y con quienes mantengo contacto. Viajé en bus con mi mesa de dibujo. Llegué a una habitación que había sacado por Internet. De inmediato empecé a estudiar en Dawson College, donde días antes había ocurrido un tiroteo.

También comencé a atender los temas migratorios necesarios para que los costos del estudio tuvieran descuento, lo que me obligó a suspender las clases. Durante ese tiempo estudié francés. Tomé cursos independientes para obtener notas que me permitieran matricularme en la Universidad de Concordia. Y lo logré para estudiar en su Facultad de Bellas Artes. Estando ahí tomé clases de psicología porque mi enfoque estaba en terapia artística.

RADIO LATINA

El punto de inflexión de mi historia se dio en segundo semestre. Un periodista costeño, quien llevaba muchos años ejerciendo su profesión en Miami, quiso montar una estación de radio en Montreal. Esta era una ciudad en la que nunca había estado. Entonces, un amigo de mi papá, quien es como un tío para mí, locutor de fútbol, le habló de mí. Así me contactó y me invitó a asociarme; recuerdo cuando me llamó pues identifiqué de inmediato su voz de locutor profesional: “Diego, tengo una oportunidad de negocio que nos puede cambiar la vida”. Me embrujó, me dejó pensando y me emocionó. Él necesitaba un residente canadiense que terminé siendo yo.

Con esta experiencia aprendí de periodismo, me gustó abordar temas locales y a través de mi experiencia quise ayudar a los inmigrantes recién llegados, quise orientarlos, decirles lo que más les convenía facilitándoles así la transición. También hice un programa en el que desenmascaraba a los tumbadores que se hacían pasar por abogados para cobrar lo que en Canadá es gratis. Iba hasta las fincas, les vendía radios a los trabajadores que dormían con él escuchando los programas; también les recomendaba los mejores trabajos, los que brindaban las mejores condiciones, los mejor pagados. Hicimos eventos, fiestas.

Empecé a acercarme a la política local, a traducir las noticias del inglés y del francés al español, y las leía al aire. Esto fue así, al considerar que si el migrante entiende el mundo en que vive, puede tener mayor identidad y recursos para socializar e integrarse a su nuevo mundo.

Gané premios con la emisora, el de jóvenes emprendedores, porque fuimos reconocidos, recibimos subvenciones, asesorías. Pero luego nos desplazó la tecnología, la gente ya no quiso comprar el radio porque empezaron a escuchar los programas emitidos desde Colombia. Pero no era lo mismo, pues en ellos no los acercaban a la realidad de su nuevo país.

Vimos la necesidad de aplicar para pasar la emisora a la frecuencia corta, A.M. La inversión fue muy grande, pero en el proceso aprendí muchísimo de comunicaciones. La firma de ingenieros encargada del estudio me aceptó ayudar en todo lo que podía para hacer oficios buscando que me saliera más económico el encargo del trámite. Mientras mi socio le daba vida a la emisora desde la cabina de radio, yo lo hacía en la calle.

Recuerdo que el diputado del barrio donde quedaba la emisora era Justin Trudeau. El hoy primer ministro de Canadá nos visitaba con su familia para que lo entrevistáramos, pues estaba en campaña. Los hoy primeros hijos de la nación en ese entonces se divertían comiendo empanadas y caramelos de los negocios vecinos a la emisora, pues parecía más un Sanandresito lleno de locales diminutos con ventas de múltiples productos. Antes de irse, Trudeau le compraba las empanadas a la señora que a su vez hacía de niñera mientras él daba la entrevista.

En ese proceso recibí mi ciudadanía, condición también del trámite para aplicar a una licencia AM. Aquí invertimos todo lo que teníamos, apostamos en un intangible. Pero no nos otorgaron la licencia por intereses de los grandes medios que argumentaban daño a sus intereses económicos  cuando ellos tan solo tenían un espacio muy breve dedicado a los latinos. Quisieron comprarme y no lo permití, me gané enemigos, acabaron con mi sueño de ser el “Univisión de Canadá”. Ese era mi proyecto. Declararon desierta la licencia, perdimos toda la plata, después de cuatro años quedé en bancarrota, con llamadas de las a declarar ante un juez y pagando abogados que nos representaran ante los bancos.

Mis amigos fueron mi soporte emocional, porque me deprimí. Volví a trabajar como mesero donde atendí a quienes hasta hacía muy poco habían sido mis clientes pautando publicidad en la emisora. Llegó un momento en que reflexioné para concluir que la felicidad no está directamente relacionada con la plata, que era lo que yo perseguía también cuando pensaba: “Cuando tenga cinco emisoras y un canal de televisión voy a ser millonario”. Sentí que lo único que podría devolverme la felicidad era volver a dibujar, actividad que tenía en abandono. Porque yo pagaba por dibujar y había interrumpido mi sueño por dedicarme a desarrollar una actividad que era producto de un sueño ajeno, la de un periodista que quería tener una emisora. Mi vida no iba encaminada a materializar una radio, la de mi socio sí. Agradecí la experiencia, porque no se vive en vano, pero decidí volver a dibujar.

Cuando me sentí tranquilo y reconciliado, ya no me dio pena volver a trabajar como mesero ni encontrarme con la gente conocida, pues ya tenía un nuevo norte, el de ser artista.

VIAJE A SURAMERICA

Trabajando como mesero ahorré una plata que tenía un destino claro, el de irme de viaje por Suramérica. Era el año 2012 cuando sentí urgencia de desconectarme, y no quería quedarme en Canadá ni en Colombia, por lo menos por un tiempo. Entonces organicé mi viaje, pero al llegar a mi casa un familiar me pidió que le prestara la plata que tenía ahorrada con ese fin, la misma que se demoró en pagarme.

Mientras esperaba, compré mi caballete y me fui para San Gil a dibujar, porque quería ser artista. Cualquier tarde me fui a hacer mercado y terminé en un hostal en el que me detuve para tomarme una cerveza, donde terminé hablando en inglés sobre viajes con unos turistas. Esto llamó la atención del dueño quien me preguntó si me estaba hospedando en su hostal, cuando le dije que no, continuó: “No conozco a nadie en este pueblo que pueda hablar así con la gente y me gustaría que trabajara conmigo animándolos a que se decidan a hacer turismo por la región, a que vayan a Barichara, conozcan Guane, jueguen bolo criollo.

Acepté y me quedé un tiempo considerando, mientras trabajaba y hablaba con los viajeros, emprender mi viaje con la misma fantasía que ellos transmitían de Machu Picchu, de Ecuador, de Iguazú, del desierto de Bolivia. Me entró afán de viajar. En ese momento mi abuelito materno se enfermó y quise estar cerca para apoyarlo en su proceso, factores que me llevaron a regresar a Bucaramanga.

La plata me la pagaron en diciembre, cuando ya mi abuelo se había muerto. Apenas recibí mi plata salí buscando el sur hasta donde mis posibilidades me llevaran. Por mi suerte de hacer amigos con facilidad y de dominar tres idiomas, se me dio muy bien conseguir trabajo en todos los destinos a los que llegaba.

Una joven en Ecuador me dijo que en Máncora, al norte de Perú, encontraría un hostal de nombre Loki Hostel en el que seguramente me podrían contratar para trabajar en el bar. Cuando el viaje me llevó a Máncora fui al Loki, pero no tuve suerte. Suerte con la que sí conté cuando el viaje me llevó hasta Lima pues tenían un cupo, me asignaron habitación, trabajaría cuatro días y descansaría tres, con comida gratis y 50% de descuento en todo lo del bar.

Me acomodé, empecé a trabajar y a disfrutar. Al mes me pidieron ser el gerente de eventos del hostal, ya con sueldo. Debía llevar músicos, preparar cocteles especiales para lo que me llevarían el licor que requiriera. Literalmente me pidieron que el bar estuviera siempre “on fire”. Fueron tres meses de fantasía, de mucha alegría, de fiesta. Me fui cuando sentí la necesidad de continuar mi viaje.

Llegué a Bolivia donde encontré otro Loki. Le escribí por Facebook al de Loki Lima para que me recomendara. Al llegar me estaban esperando, me recibieron muy bien y pude trabajar. Estando aquí seguí conociendo gente que me invitaba a quedarme en sus casas de sus países de origen cuando estuviera por allá. Y fue así como logré acomodarme durante todo el viaje. En Salta encontré otro Loki donde me quedé otro mes, en medio de las montañas, con caballos, vino, fogatas, asados. Se me fue un año deteniéndome en cada lugar tanto en Argentina como en Brasil, porque estuve en Río de Janeiro, Florianópolis.

Durante el viaje pensaba que al llegar me concentraría en ser artista. Llevaba seis meses de mi recorrido cuando decidí aplicar a Bellas Artes en Montreal, pero no me aceptaron ni en la universidad ni en el college. Como era junio, decidí continuar con mi travesía. Mi viaje empezó por Ipiales, di toda la vuelta por el sur en bus, subí luego hasta Venezuela desde Brasil para finalmente llegar a Cúcuta en diciembre un año después.

ONDA 5

Estábamos compartiendo la Navidad con la familia, cuando me encontré con el  amigo de mi papá locutor de fútbol y propietario de una emisora en Bucaramanga, me invitó a considerar quedarme a trabajar con él dada mi experiencia y para evitarme el frío de Canadá por la época del año en que nos encontrábamos, en enero Montreal puede llegar a menos cuarenta grados bajo cero. Entonces decidí quedarme tres meses.

Cumplido el tiempo me dijo que esperara a que pasaran las elecciones de alcaldía y gobernación, que eran en octubre. Estábamos en el año 2015 en el que comencé a hacer reportería en un tiempo en el que ya sabía hacer efectos especiales, imitar voces, política de humor. Si bien yo no hablaba de política en el programa, porque no estaba tan informado, ahora sí estaba teniendo la posibilidad de conocer a los políticos y de informarme mejor.

Me dijo mi tío que me concentrara en el que iba a ganar, se refería al candidato del alcalde, entonces me instalé en su campaña como periodista de  onda 5. Cubrí el día a día del candidato, lo acompañé en sus recorridos en el carro en los que conversábamos y él me preguntaba de la vida en Canadá. Empecé a asistir a sus eventos en los que me fue evidente el comportamiento de la gente: “sáqueme un contratico”, “cómpreme el voto”. Todo lo veía desde afuera porque si bien se trataba de mi ciudad, tampoco sentía tanto arraigo, sentía que no era la mía de alguna forma.

El hecho es que el candidato se quemó, pero a mí me dio criterio político, malicia en estos temas, la disciplina de estudiar los proyectos y escándalos de los políticos de la región. Este ejercicio me dio un carácter en la emisora, pero también empecé a rayar con su línea editorial pues yo me quería comer el micrófono, pero me apagaban: “calladito se ve más bonito”. A partir de esta censura decidí que igual hablaría, pero que lo haría a través del dibujo.

CARICATURISTA

Pedí una semana libre, tiempo que pasé en el Tayrona con mi material de dibujo para crear a mis personajes: Rodolfo Hernández, el gobernador, el alcalde de Floridablanca, Santander. Parecía psicópata, como asesino en serie, llevaba fotos de políticos recortadas de  los periódicos , papel y lápiz para dibujar, pero también llevé el libro Las reputaciones, de Juan Gabriel Vásquez, pues cuenta la historia de un caricaturista. Me metí, como dicen, “en la película” de ser caricaturista.

En enero de 2016 empecé a publicar mis caricaturas en Facebook y, por lo tanto, a incomodar, hasta que llegó el día en que mi tío me dijo: “Hasta aquí trabajas”. Planteé una despedida al aire, pero recibí un contundente no por respuesta. Yo lo estaba afectando porque los políticos pensaban que me usaba para decir lo que él supuestamente pensaba de ellos y no se atrevía a decir al aire, lo cual me parecía un irrespeto de los políticos a mi criterio. Entendí la situación, respeté su mundo y me fui en muy buenos términos, pues mi tema era contra ellos, contra los políticos.

Fue precisamente a los políticos a quienes les empecé a dedicar una caricatura tras otra de manera intensiva. También comencé a enviar hojas de vida, a enviar correos a diferentes medios, pero no recibía respuesta.

ESTRATEGIAS DE COMUNICACIÓN Y MERCADEO

Nuevamente regresé a Canadá, en marzo de 2016, para estudiar y poder vivir del arte.  Regresé a Montreal, me matriculé en LaSalle Collège para estudiar Estrategias de comunicación y mercadeo por tres años mientras continuaba dibujando sobre la actualidad política de Santander.

Conseguí trabajo y seguí conectado con la política nacional porque hasta ese momento mi vida había sido Santander, mi tierra era mi frontera, pero luego amplié mi espectro y aprendí de la política nacional.

Para ese momento empecé a recibir amenazas de fanáticos de la corriente de Rodolfo Hernández diciéndome que sabían donde vivía, que me iban a hacer daño (sic), cuando yo ni siquiera estaba  en  Bucaramanga, eso me dejó ver cómo son los fanáticos políticos y que muchas veces las intimidaciones son vagas para intentar desmotivarlo a uno y que suelte el lápiz. Aunque no dejó de ser muy incómodo, me llenó de coraje.

VANGUARDIA

En 2017 me encontraba estudiando cuando recibí una llamada de Vanguardia para decirme: “Hola, muy chévere lo que estás haciendo. ¿Te gustaría hacer una prueba con nosotros? Pero no tenemos cómo pagarte”. Decidí que sí y empezamos la prueba de tres meses, pero cumplido el tiempo no me contrataron

Pasaron otros tres meses cuando me escribió Diana Giraldo, directora del periódico: “Diego, tenemos que hablar. Llegó una denuncia por injuria y calumnia de la Fiscalía en tu contra de parte del alcalde de Floridablanca, Héctor Mantilla, por una de tus caricaturas  durante el periodo de prueba”. Me aportaron el abogado para solucionarlo.

Aquí mi vida cambió, con este tema me di a conocer a nivel nacional, recibí llamadas de un número importante de medios de comunicación desde Colombia como La W, La FM, Semana, El Espectador, también de España y de la Asociación Mundial de Caricaturistas. No se había registrado nunca que un mandatario denunciara de manera directa a un caricaturista. Aquí recuerdo que mi mamá se conmueve siempre con el personaje de mis caricaturas, pero mi papá, por el contrario, se entusiasma.

Pese al revuelo mediático, a las manifestaciones de solidaridad de Matador, de Betto y de tantos otros, tampoco fui contratado. Pero comprendí el poder de la imagen y la denuncia me llevó a querer ser caricaturista para toda la vida. Mi caricatura, diciendo verdades y siendo contrapoder, alteró de manera grave a un político. Esto me encantó. Salí entonces a comprar cualquier cantidad de libros de caricaturas, desde La controversia de las imágenes y tantos otros.

Continué con mis estudios hasta graduarme en octubre de 2018 año cuando me llamaron de Vanguardia a decirme que ya había presupuesto y que me podían contratar.

REGRESO A COLOMBIA

En ese momento de mi vida coincidieron varias situaciones: terminé una relación que tenía, me gradué, se venció el contrato de mi apartamento y me llamaron de Vanguardia. Esto me convirtió en agente libre, sin compromisos de ninguna clase, entonces viajé a Colombia para pasar la Navidad.

A mis dieciséis años había llegado a Canadá con Brackets y como la odontología era tan cara, me los terminé quitando por mi cuenta e interrumpí ese proceso.  Pero tenía una cirugía ortognática pendiente que requería tres meses de recuperación, entonces la programé para este viaje.

LIBROS

Ya venía adelantando un libro de mi vida ilustrada, Diego my friend, que inicia con mis abuelos: este es mi proyecto de ensueño, al que le falta mucho para poder cerrarlo.

Solo que me entró el afán de publicar un libro, el que fuera, entonces hice una compilación con mis caricaturas políticas que venía dibujando desde hacía cuatro años inventándome con ellas una novela gráfica sobre la política de Bucaramanga mientras pasaba mi convalecencia a causa de la operación. Lo llamé, Bucaramanga en 101 caricaturas.

Como no conseguí editorial que la publicara, terminé pagando por la impresión. Mis papás se endeudaron con un banco y yo, creyente a ciegas de mi proyecto editorial sabía que tenía que pagarles sí o sí. Le presenté el borrador a Daniel Samper Ospina a quien le gustó y quien escribió el prólogo, y se sumaron otros a escribir en él. Lo vendí muy bien vía redes sociales. Afortunadamente les pagué a mis padres el préstamo en cuestión de dos semanas.

Me empezaron a pasar cosas maravillosas, recibí llamadas de varias universidades, conocí a  mi novia, renuncié a mi sueño canadiense porque quise quedarme en el país, empezó a crecer mi audiencia y me alcanzó la pandemia en Bogotá estando con ella. Estando aquí me contrataron de la EAN para hacer otro libro, pero me sacaron de Vanguardia lo que me impulsó a hacer más proyectos digitales, algunos trabajos con Canadá. Durante la pandemia avancé mucho en mi libro Diego my friend, hice periodismo entrevistando a víctimas del conflicto armado y dibujando su tragedia y empecé a viajar dictando talleres y dando conferencias. El caso es que estaba llevando una vida que me encantaba.

MATRIMONIO

A comienzos del 2023 me casé con mi novia, la de la pandemia. Hoy es mi esposa y soy completamente feliz con ella, ha sido una persona fundamental en mi vida. Lo más importante es que cree en mí. Yo no dejo de admirarla, tiene un humor maravilloso, sueña en grande, ama viajar, es abogada ambiental y hace yoga, tiene una profunda sensibilidad por el medio ambiente, la unión familiar y me anima a hacer deporte. Cuando al comienzo pensábamos que la relación tendría fecha de vencimiento dado mi proyecto de volver a Canadá , resultó que no. El amor nos ganó y terminamos juntos para siempre.  

A ella la conocí años atrás cuando trabajé en Lima, Perú. ¡No estuvimos juntos desde entonces, pero la vida nos unió en el 2018 y mira dónde vamos!

CINCUENTA MANERAS DE IDENTIFICAR A UN CORRUPTO Y NO DARLE EL VOTO

Me animé a hacer otro libro dada mi fobia contra los corruptos. Como se acercan las elecciones quise hacer otra novela gráfica. Así nació Cincuenta maneras de identificar a un corrupto y no darle el voto.

Me he sentido muy confiado porque mi trazo está más avanzado, mi red de contactos es mayor, por la gente que participa en el libro.  El hecho que un hombre de la talla de Daniel Samper Pizano haya aceptado hacer el  prólogo me llena de orgullo  sobre este libro. En él cuento con el respaldo de Ricardo Silva Romero quien escribió sobre la importancia de la denuncia que se hace con una historia en apariencia simple y cargada de fantasía sobre la problemática social que es real. También validan la obra con sus epígrafes Vladdo, Ana Cirstina Restrepo, Gustavo Gómez y Ana Bejarano.  

A mi mascota, Betto, lo hice personaje importante del libro, pues representa una época de mi vida muy bonita, la actual. Él es adoptado de la policía antinarcóticos y complementa nuestro hogar. Fue mi compañía durante las cientos (o miles) de horas en que dibujé esta obra.

La preventa del libro fue emocionante. Me pidieron libros de lugares en donde no pensé que me conocían. Casanare, La Guajira, Meta, Antioquia, Valle. Las redes han sido fundamentales para este alcance. ¡Antes no me pasaba eso!

PROYECTO

He buscado tener siempre metas a corto y largo plazo para estimularme emocionalmente de manera constante: me gusta mantener el norte.

Considero que tengo dos vidas: una responsabilidad como colombiano que debe contribuir a su sociedad desde la denuncia y el arte, pero también otra pendiente como emigrante en Canadá. Si bien sé que falta mucho para mi libro biográfico, siento que la obra es muy importante para el público al que va dirigida, que son los migrantes, pero también es importante para mí al permitirme contarla. Quisiera llevar mi caricatura a teatro, a las pantallas, a series sobre lo burlados que somos como sociedad por parte de quienes administran lo público. Siento que el humor es un mensaje que viaja muy rápido.