Alejandro Zotti

ALEJANDRO ZOTTI

Soy matemático, ingeniero, inventor, hacedor, soñador, sociable, extrovertido, pero también hermético en mi espacio. Lo que me ha impulsado en la vida es la curiosidad, porque me gusta experimentar, entender las cosas, el mundo. Me genera satisfacción el obtener ingresos a través del conocimiento, al dominar un tema.

Desde pequeño me gustan el dibujo y la música: necesito sentir la vibración de las notas cuando interpreto la guitarra. Cursando mi carrera me encontré con un documento que decía que uno llega a la cúspide cuando mezcla el arte con el oficio. Porque no se trata solo de hablar de los negocios, sino del arte que implican, del arte de escribir.

Igual me ocurre en ingeniería pues me lleva a retarme solucionando problemas complejos, porque me encanta la complejidad del mundo. Para lograrlo me apoyo en la híper concentración: puedo permanecer por horas ultra concentrado en algo, para luego ya disfrutar de otras cosas. Pasado ese tiempo de inmersión quedo disperso.

También me gusta la actividad física, adoro jugar ping-pong (tenis de mesa), me parece un deporte limpio, porque así se le imprima mucha fuerza no se le hace daño a la otra persona con quien se está jugando.

Creo en la suerte, en que esta existe, en que favorece las oportunidades que se presentan en la vida. He aprendido de la adversidad, del dolor ante la pérdida. Creo en el taoísmo, en el balance natural. Un concepto taoísta que rige mi vida está centrado en buscar lo eterno, no lo efímero. Sé que lo eterno, como la música, no se domina, y esto es hermoso porque permite dedicarse a ella toda la vida.

Para mí la vida no es mala o buena, sino una lección de algo. En ella priorizo la armonía.

ORÍGENES

RAMA PATERNA

Gregorio Zotti, mi abuelo, fue un español con sangre portuguesa e italiana. Su familia salió de Italia anticipándose a la guerra. Nació en España, luego su familia se fue a Portugal para finalmente llegar a Colombia, al Departamento de Antioquia. Antes de emprender su viaje tuvieron la referencia de otras colonias que ya se habían instalado en el país haciendo un trabajo de exploración. Gregorio heredó el oficio de su papá, quien había traído al país el arte de las velas, candelas, como se llamaban. Este fue un negocio muy próspero por la falta de electricidad y porque sus clientes fueron grandes empresas de la época.

Como no contaban con guitarras españolas, mi abuelo aprendió a tocar el tiple: tengo muy poca memoria del compartir con él, pero lo recuerdo interpretándolo. Como mi papá tenía más de treinta y cinco y mi abuelo setenta cuando nací, fue muy poco lo que pude disfrutarlo. Conservo su imagen sentado en una mecedora fumando Pielroja.

Irene Pedraza, mi abuela, fue hermana gemela de mi tía abuela Rosa, en una época en que las gemelas o mellizas no vivían mucho, pero ellas fueron unos robles: Rosa aún vive. Mi abuela creció en la casa que con los años compró la Universidad de los Andes para construir una de sus sedes.

Se casó con mi abuelo Gregorio, siendo él una persona mayor, la diferencia entre los dos era de veinte años. A diferencia de su hermana, mi abuela fue una persona extremadamente seca, no daba ni recibía caricias ni decía que amaba. Fue muy distante, muy rola, muy cachaca, religiosa hasta los huesos.

Con mi tía abuela Rosa he tenido una relación muy cercana, muy estrecha. Tuvo muchas muestras de amor para conmigo: nunca me faltó con el jugo de mora, haciéndolo mi favorito. Siempre que nos veíamos, siendo yo niño, me extendía la mano para depositar un billete.

Luis Alberto Zotti, mi papá, es mi héroe, mi top, y lo será siempre. Fue faro de honestidad. Se hizo a pulso. Tuvo ideas de izquierda. Viajó a Rusia a estudiar matemáticas pues siempre pensó que la educación es la única forma de salir adelante. Se graduó también como ingeniero civil especializado en estructuras. Hizo sociedad con un italiano de nombre Gregory, negociante que venía de perder a sus papás en la guerra de Italia y quien trajo unos planos de Alemania para hacer torres de alta tensión, únicos en Colombia. Mi papá fue quien materializó el proyecto energético en un momento en que en el país nadie conocía del tema, para surgir FEM como empresa de gran importancia.

Mi papá sufrió robos importantes de manera recurrente: en una Navidad vaciaron la casa de los abuelos, subieron todo a su carro y huyeron. De maneras muy distintas le robaron cuatro carros en una época donde no había forma de asegurarlos y resultaba imposible rescatarlos.

Se levantó un día en que fue a atender un partido de fútbol, se devolvió porque se le habían quedado las llaves, se despidió por segunda y última vez pues sufrió un aneurisma cerebral que lo dejó en coma por tres días. Murió a sus cuarenta y un años. Solo tengo recuerdos de mi papá en perfecto estado de salud.

En el cumpleaños número noventa de las abuelas, cuando ya habían pasado veinte años de la muerte de mi papá, se reunió la familia extendida congregando a cerca de seiscientas personas: ellas tuvieron ocho hermanas más. En esa celebración recibí solo comentarios positivos sobre mi papá, mencionaron lo que aprendieron de él, los favores recibidos, fueron múltiples los halagos por su carácter. A través de lo que mi papá dejó en los otros y en mí es que lo he podido seguir descubriendo, me he sentido siempre acompañado de él, porque ha estado en los momentos felices, pero también en los más críticos. Me encantaría que estuviéramos trabajando juntos, que participara de lo que estoy haciendo.

RAMA MATERNA

Alba Myriam Bernal Guevara, mi abuela, oriunda de Pijao, Quindío, a sus seis años fue secuestrada, quizás mejor, fue robada, pues nunca pidieron rescate: su padre tenía mucha tierra. Permaneció dos años lejos de su familia, condenada a trabajar, sin cortarse el pelo, sin zapatos y  prácticamente usando la misma ropa. Fue cuando se volvió amiga de la selva.

A diario la enviaban a recoger agua obligándola a pasar por en medio de las víboras: se sentó a descansar sin fijarse y lo que pensaba era un piedra se empezó a mover: resultó ser una pitón. Cuando fue a la tienda a comprar queso, lo que ocurría una vez a la semana, un señor que conocía a su mamá la identificó, le preguntó su nombre, le pidió que lo escribiera; sin dar crédito a lo que estaba sucediendo le pidió que no dijera nada, que regresara sin comentarle a nadie del encuentro. Luego llevó la nota y regresó por ella, para rescatarla. La escritura salvó a mi abuela, aunque lo único que sabía escribir fuera su nombre, suficiente para regresarla a su familia, a su libertad.

Mi abuela quedó embarazada muy joven, a sus quince años, en una relación tan tormentosa que hizo que con el tiempo decidiera instalarse en Bogotá donde tuvo a su segunda hija con el mismo señor, mi abuelo. Más adelante conoció a otra persona con quien se casó y con quien tuvo a su hija menor.

Heredó de su mamá la habilidad para la costura, estudió diseño de modas y hasta hace muy poco confeccionó vestidos de novia ‘nivel dios’. Con este oficio tan suyo, que le fue tan propio, sacó adelante a sus hijas.

Amo profundamente a mi abuela, es mi heroína, tenemos una comunicación muy fluida y frecuente, la admiro, me encanta compartir, interactuar permanentemente con ella. Quisiera, al llegar a su edad, contar con la vitalidad que tiene, porque no se rinde ante nada, es muy saludable, tiene una mentalidad que la hace joven.

Mi mamá, heredó los mejores genes de la abuela. Es el eje de mi vida. La veo como una niña grande, ingenua para muchas cosas. Es preciosa, muy hermosa. Tiene un gran talento para la cocina, con la que ha capturado a la familia extensa. Es ella la definición de una persona estoica, algo que le aprendí. Le encantan las buenas maneras, los protocolos, la etiqueta, tiene muy buen gusto para todo, se fija en los detalles. La adornan sus valores, su ética, su honorabilidad.

Es administradora de negocios y de su vida, y lo ha sabido hacer muy bien. Trabajó en el Ministerio de Hacienda y antes de morir mi papá, el amor de su vida, se retiró para iniciar juntos un negocio que no pudo ser, pero ella decidió no dejarse amilanar y salir adelante. Enfrentó la viudez y se consagró a mí, su único hijo de apenas ocho años. Hubiera tenido una hermanita mayor dos años, pero mi mamá sufrió un accidente estando en embarazo y la perdió.

INFANCIA

No tengo recuerdos de infancia, sino a partir del momento de la muerte de mi papá cuando sentí que transcurrieron para mí cincuenta años. En cuestión de instantes conocí muchas realidades, tan crudas como la muerte. Por fortuna mi mamá estuvo siempre para mí, también mis tías, pues fui su consentido, el primer y único hijo nacido para mis padres, el primer nieto por ende el primer sobrino de la familia.

No hago una metáfora cuando digo que nací de pie, si bien tiene que ver con la fortuna que he tenido en todas y cada una de las decisiones de vida, también con el hecho de que mi mamá en su embarazo tuvo un accidente causando un parto prematuro pues me giré quedando con los pies en el canal de nacimiento y con el cordón umbilical rodeando mi cuello. Las cosas se me dan como por misericordia, de manera muy fluida, por lo mismo que nací de pie, como caen los gatos.

Muy temprano en mi vida mi mamá se dio cuenta de que yo tenía un talento, pues dibujé antes de pronunciar mis primeras palabras. Tenía un año y un mes cuando dibujé un bus con el que participé en un concurso en el que fui reconocido.

Cuando murió mi papá, mi mamá me regaló una guitarra acústica muy linda (y tomé clases), pero en ese momento no me interesó mucho, eso sí, me ha acompañado toda la vida. En ella interpreto música clásica: soy malo tocando acordes, pero disfruto descubriendo la complejidad de una obra.

Mi papá me había regalado una caja de palitos de colores de diferentes dimensiones, desde un centímetro hasta diez, para construir cosas. También adoré jugar con canicas. Me ha encantado hacer, soy un hacedor, un ejecutor.

Crecí en las Margaritas, un barrio que me permitió tener amigos, crear comunidad, ir al parque donde viví cualquier cantidad de anécdotas. Fue muy grande la coincidencia de que, al mes de muerto mi papá, a uno de mis mejores amigos se le muriera la mamá y a los dos meses el papá de otro de mis amigos. Estos hechos nos unieron mucho más, nos acercaron de manera importante.

ACADEMIA

LICEO CERVANTES NORTE

Estudié en el Liceo Cervantes Norte, cuando era masculino, lo que me llevó a desarrollar habilidades especiales. Fui siempre muy líder, el que congregaba. Tuve especialmente cinco amigos muy cercanos a quienes los invitaba a compartir en mi casa, muchas veces se quedaban a dormir.

Me aficioné al fútbol, fui el capitán del equipo del salón, su motivador, el entusiasta así perdiéramos los campeonatos. Los buenos siempre les hacían bullying a los troncos, cosa con lo que yo no estaba de acuerdo, entonces me cambié de equipo, los motivé a todos hasta lograr, después de meses, ganarles a los mejores.

El mío fue un colegio muy fuerte en lo académico, muchísimo en matemáticas. En octavo tuve problemas con una profesora a quien le molestaba el hecho de que yo tuviera talento, pero no prestara atención. Era disperso, distraído, quizás afectado por la muerte de mi papá. Entonces le dijo a mi mamá: “Alba, veo que su hijo tiene el potencial de ser alguien grande. Le aconsejo que lo matricule en el Consejo Británico para que aprenda inglés, pues vengo de Gran Bretaña y sé de la importancia que tiene dominar ese idioma”.

Estudié en el Consejo Británico inglés, para impactar de manera muy positiva mi vida. A partir de allí pude interactuar con jóvenes de otros colegios, pero también con niñas. Supe que había un mundo más allá del Cervantes. Conocí otro sistema de enseñanza, que es vivencial. A partir de esta experiencia se despertó en mí un amor gigantesco por la cultura británica.

Cursando octavo me presenté y gané las olimpíadas de matemáticas del colegio. Me pasó lo que a Spiderman cuando lo pica la araña, pues surtí un proceso de transformación en cuanto a mis resultados académicos: siempre había sido el que pasaba raspando, ahora me destacaba. Era rutinario que estas olimpíadas las ganara Luis Miguel López, pero esta vez lo superé. Él no lo podía creer, mucho menos yo.

El premio fue estudiar matemáticas y filosofía con miras a las olimpíadas mundiales recibiendo clases de los mejores profesores y compartiendo con los estudiantes ganadores de los otros colegios durante un mes en la Universidad Nacional y en la Antonio Nariño. Ahí supe que ser inteligente tenía muchas ventajas. Llegué muy motivado, y me encantó encontrarme con niños cinco años menores y con capacidades sorprendentes que superaban a las mías, quienes habían representado al país en MIT. Si bien no gané el campeonato mundial, sí unas olimpíadas de física.

Amé conocer estas universidades, el hablar con antropólogos, filósofos, teólogos, pero también me encantó irrumpir en un gueto, sentarme junto a tanto talento e inteligencia. Llegué a un grupo ya armado, pero logré establecer relaciones de amistad que han perdurado.

Recuerdo que, hace unos diez años, iba en un vuelo cuando me llevé la sorpresa de que alguien me reconoció la voz, giró y me dijo: “¿Alejandro Zotti?” / “Sí. ¿Quién es usted?” / “Luis Miguel López”. Fue muy emocionante y más aún saber de su brillantísima carrera: egresado de Duke University y trabajando en McKinsey. Me manifestó que le alegraba el que alguien como yo le hubiera ganado por única vez las olimpíadas.

Obtuve un resultado muy alto en el ICFES y el colegio quedó ese año como número uno en esas pruebas, lo que nos permitió el ingreso a las mejores universidades del país.

VOCACIÓN

Quise estudiar artes plásticas, pues he tenido una influencia muy fuerte de mi tía materna, quien precisamente es artista plástica, ella me enseñó con amor. Yo la imitaba cuando hacía la mezcla de colores, cuando utilizaba los carboncillos. Esto fue algo que se me dio muy naturalmente. No practico mucho, pero sí puedo dibujar muy bien. Porque no solo me gusta contemplar el arte, sino hacer arte. Recuerdo que en una celebración del día de la madre, fecha muy importante para los Agustinos, me encargaron hacer un mural de diez metros por tres. Entonces dirigí a todo el equipo, cada compañero pintaba un sector.

Y es que siempre tuve muy clara mi decisión de carrera, pero la cambié al escuchar el consejo que me diera mi mamá. Cuando le manifesté que quería estudiar en la Nacional artes plásticas con la beca que me habían ofrecido, ella me dijo que lo sentía mucho, pero que la estudiara cuando la pudiera pagar, que yo tenía la obligación de explotar el don en matemáticas que me había sido concedido.

Ahí entendí la importancia de decir no, muchas veces a lo que uno quiere. Decir no puede ser la solución a muchos problemas y la oportunidad de iniciar nuevos caminos.

ESCUELA COLOMBIANA DE INGENIERÍA

Mis amigos del Cervantes continuaron sus estudios en la Universidad de los Andes, en donde yo quería también estudiar. Mi mamá me dijo: “Tú te ganaste una beca en la Escuela Colombiana de Ingeniería que queda a quince minutos de la casa, no tienes que pagar, mucho menos endeudarte. Es mejor ser prácticos, además, se trata de una muy buena universidad, porque tiene gran prestigio”. Me invitó a considerar la situación, a entender que el “pedigrí” viene después.

Estudiando en la Escuela Colombiana de Ingeniería tuve un choque cultural grande, descubrí unos estilos de vida diferentes y en los que reconocí inmenso valor.

PABLO ALEJANDRO HERRERA

En primer semestre conocí a Pablo Alejandro Herrera, egresado del Refous, a quien declaré mi archienemigo académico, porque me encanta la idea de retarme, me fascina la rivalidad positiva, tener competencia que me estimule intelectualmente.

Pablo era muy apuesto, modelo de trajes, un roble, de bello carácter, de buen sentido del humor, poeta, porque le gustaba escribir y rayaba sus jeans con sus décimas. Alguna vez me escribió: “Bendita la vida que nos llena de agua las manos, malditos nosotros que no sabemos distinguir entre húmedo o mojado”. Es realmente algo muy profundo, una invitación a la reflexión, a reconocer que la vida nos está dando todo, a mirar lo que tenemos en las manos, a que este es el momento de vivir. Como estoico, reconozco todo el valor del aquí y del ahora y de que este momento presente es lo que hay.

Viajé a Ohio a hacer un intercambio donde conocí gente magnífica. Representando a Colombia me gané un mundial de ping-pong jugando contra China. Recuerdo que el último momento de este juego fue acompañado por la suerte cuando la bolita por instantes se detuvo en la malla para caer del lado contrario dándome la ventaja que me llevó a ganar. Estando aquí llamé a Pablo. Ante la sola pregunta de cómo estaba supe que había problemas, pues me contestó: “No sé. Salí de mi casa y me perdí, de un momento a otro no sabía dónde me encontraba. Fui al médico y me mandó Dolex”. Una semana después lo volví a llamar para saber cómo seguía, pero me respondió: “No sé. Me levanté y no pude ver por un ojo”.

Resultó con un tumor del tamaño de una bola de tenis en su cabeza que lo llevó a cirugía en la que murió por unos minutos, luego nuevamente despertó. Me contó que durante ese tiempo había visto a Dios, quien le había dado dos opciones: la de entrar al reino o la de quedarse más tiempo en la tierra. Le pidió regresar porque quería cumplir su sueño de ser ingeniero.

De inmediato comencé una Teletón a fin de recaudar recursos para ayudarle. Estuvo un año atendiendo su tema médico y regresó a la Escuela cuando yo ya me había graduado y me encontraba trabajando. En mi trabajo busqué respaldo económico para él y hablé con los profesores para que lo ayudaran a cumplir su sueño. Le faltaba un semestre, se recuperó por un par de meses, quizás más, pero luego empezó su verdadero declive, ni siquiera pudo volver a caminar. Me dijo: “Alejo, me queda una mano, solo una mano, necesito que me traiga un guante de béisbol para lanzar la bola. Y no se preocupe que enfermo que come nunca muere”.

Le prometí que lo sacaría ingeniero, que no lo abandonaría en su esfuerzo. Pedí presentar los exámenes por él, la Universidad respaldó el proyecto y lo graduó en una ceremonia privada en su casa antes de morir, lo que ocurrió días más tarde. En su grado me dijo: “Eres la persona más inteligente que he conocido. Gracias por la competencia”. Para mí las personas nunca se van, yo sigo hablando con él como lo hago con mi papá, porque sigo sintiendo su presencia, su energía.

BERNARDO LIÉVANO

Durante mi carrera no asistí a las clases, tan solo a presentar exámenes, pues ya sabía los contenidos, ya los dominaba. Bernardo Liévano, profesor emérito de la Escuela Colombiana de Ingeniería, un presocrático profesor del Gimnasio Moderno, dominaba nueve idiomas, interpreta el clavicordio, el piano antiguo, alguna vez fue gimnasta.

Bernardo me dijo: “Alejandro, como tú sabes tanta matemática, por qué no tomas un trabajo conmigo: el hijo de mi novia necesita clases antes de presentar su examen para sacar su bachillerato internacional”.

Comencé efectivamente a dictar las clases y poco después Bernardo me dijo: “Quiero hacer un libro contigo”. Para esto me permitió acceso a su enorme biblioteca construida por su paso de las universidades élites del mundo y clasificada por bloques: en alemán, francés, griego, latín, italiano. Fue una experiencia extraordinaria, pues aprendí enormemente de él.

También me dijo: “Alejandro, recuerda, tienes el rigor de los números, pero no olvides el de las palabras. Tienes que aprender filosofía, de otra forma serás la mitad de la persona que pudieras llegar a ser”. La filosofía entendida como la estructura del pensamiento que abarca conceptos como la estética, la ética, la moral. Luego me dijo: “¿Ya sabes física cuántica?”. Con él me acerqué a entender el pensamiento de la gente madura.

Yo había comenzado a estudiar ingeniería electrónica, pero me obligaba a atender unas tareas que no me gustaban, entonces empecé a mirar hacia la ingeniería eléctrica que también tiene todo el rigor y con profesores de gran renombre internacional. Fue cuando decidí cambiarme. Por supuesto, seguí escribiendo con Bernardo.

NUEVO MÉTODO NUMÉRICO

Como dejé de asistir a clases y solo fui a presentar exámenes, el profesor de Métodos Numéricos me reprobó en sexto semestre, pese a sacar cinco en todo. Le reclamé, me propuso un problema matemático muy complejo en el que yo debía resolver ecuaciones a nivel de doctorado. Es decir, me quería dañar, me quería hacer perder.

Comencé a estudiarlo y encontré una nueva forma de resolverlo. Me encontraba en la biblioteca con Angélica, una de mis mejores amigas de la Universidad, cuando entusiasta grité: “¡Eureka! ¡Encontré un nuevo método numérico que se resuelve desde el punto de vista geométrico!”.

Desarrollé el método, fui a la clase que era al día siguiente de la asignación. El profesor dijo: “Para hoy tenemos un ejercicio muy importante que le pusimos al doctor Zotti, tiene que ver con resolver el punto fijo a nivel matemático y hacer la demostración”. Le pedí quince minutos para hacer mi exposición argumentando que había descubierto un nuevo método. Me contestó: “¿Tú sabes quién fue la última persona que descubrió un nuevo método numérico? Newton. Y tú no eres Newton”. / “Bueno, yo no soy Newton, pero soy Alejandro”.

Cuando terminé mi exposición el profesor saltó y me dijo: “¡Esto es real! ¡Una solución que no está en libros, que yo no conocía!”. Se me acercó y me preguntó cómo había llegado a la solución. Le contesté: “Han intentado resolverlo con la herramienta equivocada, han usado la matemática cuando es un problema geométrico”. Me pidió que trabajáramos juntos y que lo publicáramos, pero me negué respondiéndole: “No, porque tú tampoco eres Newton”.

ERNESTO ACOSTA

Minutos después de la clase busqué a Bernardo para preguntarle quién era la persona que más sabía de matemáticas en la Escuela. Me contestó con contundencia: “Ernesto Acosta, es egresado del Réfous, doctor de Princeton”.

Lo busqué en su oficina, me presenté y le consulté lo que debía hacer para publicar un método numérico que había descubierto. Me preguntó la razón, le contesté que quería publicar un libro, ser famoso, reconocido. De inmediato me dijo: “Ven mañana, porque ahora no estás preparado”. Durante una semana lo visité y le presenté razones que él no encontró válidas para trabajar conmigo hasta el día en que le dije: “Quiero aprender matemáticas”. / “Ahora que entiendes la razón de ser del conocimiento, te voy a enseñar”.

Me incluyó en el currículo de matemáticas y se dedicó a mí dándome clases individuales. En la primera me dijo: “Ya hiciste el 10%. Ya lo probaste en R^2, es decir, en dos planos, ahora debes hacerlo en R^n”. / “¿Cómo es la dimensión ^n?” / “Precisamente, te voy a enseñar a que dejes de mirar con los ojos y lo hagas con la mente abierta. No te voy a explicar qué es, pero sí cómo funciona”. Me tomó un minuto descubrir el método y dos años probarlo.

Tanto Bernardo como Ernesto fueron genios, pero su genialidad era el 10% de su éxito, el resto era dedicación, trabajo, foco. Fueron ellos quienes me formaron en filosofía, método e investigación, porque entender ciencia es una cosa y hacer ciencia es otra muy distinta. Terminé mi ciclo con ellos y me dispuse a iniciar mi práctica profesional.

TRAYECTORIA PROFESIONAL

OCCIDENTAL PETROLEUM CORPORATION – OXY

Llegó el momento de hacer mi pasantía. Fui llamado por Ecopetrol, pues tenían la intención de contratarme. Pero uno de mis mejores amigos del colegio había aplicado por mí desde el empleo.com a una convocatoria de la Oxy. Me llamaron al día siguiente y les dije que yo ya tenía trabajo, igual me invitaron a que nos reuniéramos, entonces fui a sus oficinas.

Recuerdo que me reuní con un señor santandereano, quien se presentó como el psicólogo. Me preguntó qué era lo que más me gustaba hacer en la vida, le dije que enseñar y el arte; también me preguntó si hablaba inglés. Me manifestó que sería interesante que enseñara un programa de potencia, pero yo no recordaba haber recibido clases, igual me comprometí pues contaba con una semana para prepararme. Le dejé saber que tenía puerta de entrada en Ecopetrol, que necesitaba una definición rápida. Su respuesta fue: “En Occidental una de las cosas que más apreciamos es la paciencia”.

Al día siguiente me llamaron a la seis de la mañana para informarme que había sido seleccionado. Entonces les pregunté por el salario, pues no me iba a ir por menos de lo que Ecopetrol me estaba ofreciendo. El hecho es que entré a ganarme tres veces ese salario.

Tuve entonces la oportunidad de entrar a Occidental Petroleum Corporation – Oxy. No vi a mi jefe durante la primera semana, tampoco sabía qué tenía qué hacer ni cuáles eran mis funciones. Así que disfruté lo que la empresa ofrecía como la zona de relajación. La jefe de Recursos Humanos me preguntó quién era mi jefe, le dije que Fernando, y todos quedaron mudos, sin palabras. Semana y media después llegó, era quien me había entrevistado.

Fernando, a quien conocí ejerciendo desde un muy bajo perfil, había sido educado por jesuitas. Me dijo que dos cosas tenían para él gran relevancia: primera, que podía enseñarme cuanto quisiera de energía eléctrica a partir de algo que a mí me gustara; lo segundo, que los misioneros van con una bolsa diminuta al desierto y con esta deben sobrevivir. Por lo mismo, no quiso que mientras me enseñaba yo tomara notas de ninguna clase porque en campo no iba a tenerlas a disposición poniendo en riesgo mi vida: si no aprendía de verdad me podía matar.

Al día siguiente tuve que viajar a Medellín para reunirme con los pares de ISA atendiendo la interconexión del sistema de transmisión nacional. Estando aquí afronté el problema relacionado con las descargas atmosféricas. Fui recibido por diez expertos paisas quienes esperaban la presencia de Fernando, el gerente nacional de energía de Oxy, pero llegué yo, sin que nadie me conociera, sin ninguna experiencia. Les pareció un chiste, pero Fernando les dijo que debían atenderme como merece un funcionario de su empresa y que me enseñaran lo que yo no supiera. Asumí con toda humildad el hecho cierto de que yo no sabía nada, pero que tenía toda la actitud para lograr que el proyecto saliera adelante. Eso calmó los ánimos y comenzamos un trabajo de equipo muy valioso.

Viví seis meses en Medellín, aprendiendo, haciendo. Se me ocurrió que podíamos contactar a la NASA para que brindara apoyo, también a ESRI. Aquí el inglés empezó a jugar un papel muy importante en mi carrera, me permitió establecer puentes de comunicación muy fluidos con los peer review sobre temas de gerencia.

Recibí una caja de la NASA con libros que me guiaban en la solución de los temas que nos ocupaban, brindándonos apoyo. De aquí salió la solución que implementé para todo el sistema que me llevó a ganarme un premio nacional de energía al combatir la ineficiencia de la red eléctrica por descargas atmosféricas.

Barrancabermeja es el segundo lugar del mundo con más descargas atmosféricas, después del Congo. Pero lo asumieron siempre como un problema de ingeniería, resultó que estaba en la geometría de los postes, pues su forma no los protegía de las descargas: el 80% estaban sobredimensionados y el 20% sub dimensionados, pues habían hecho un estándar general. Nuevamente la geometría viene a mí permitiéndole a la empresa sacar la visa Hi Potential.

PREMIO NACIONAL DE INGENIERÍA ELÉCTRICA

Conocí a Ricardo Quintana Sighinolfi, fundador de la Escuela Colombiana de Ingeniería, quien fue becado por MIT y quien había sido también promedio perfecto en la Universidad Nacional de Colombia, cuando juntos recibmos por parte de la Sociedad Colombiana de Ingenieros el Premio Nacional de Ingeniería: él a sus setenta y yo a mis veinticuatro años.

ESTADOS UNIDOS

Mi ingenuidad ha jugado a mi favor. Estando reunido con los peers, manifesté mi deseo de irme a los Estados Unidos. Uno de los ingenieros del equipo me dijo que hablara con el señor que estaba sentado solo y distante en un escritorio. Era la cabeza a nivel global de la parte eléctrica, pero yo no lo sabía, además, era alguien muy blindado al resto, concentrado en sus temas en total seriedad.

De inmediato me acerqué, me presenté y le pregunté qué necesitaba para irme a trabajar en su país. Me contestó que justo en ese momento había una oportunidad, solo que requería experiencia, debía tener trayectoria, me dijo que lo podíamos hablar en una semana cuando tuviera claro lo que nosotros estábamos haciendo.

Pasada la semana me preguntó por mis planes a cinco años, no daba crédito al hecho de que yo no tuviera experiencia y aun así estuviera frente a proyectos de gran envergadura. Vio imposible abrir un espacio para mí, pues en los Estados Unidos le dan prioridad a sus nacionales, tendría que justificar mi presencia y no encontraba la manera dado que no tenía la experiencia.

Me puso a hablar con Robert, a quien le manifesté que tenía interés de cursar mi maestría en su país, apoyar a la empresa en la parte eléctrica y al mismo tiempo aprender. Me pidieron una razón para justificarlo. La razón llegó con el Premio Nacional de Ingeniería que recibí precisamente esa semana llevándome a Occidental Petroleum Global cuando tan solo habían pasado diez meses desde mi ingreso a la sucursal en Colombia.

Cuando Ernie me ofreció el trabajo llamó a su esposa, quien es astronauta de la NASA. Le dijo: “Esta es la persona que he estado esperando por cinco años”. Aquí conocí la sencillez del verdadero poder. Llegué al programa Hi Potential en el piso 29 de 30, en Houston. Éramos doce jóvenes cada uno encargado de un área, la mía era la eléctrica. Pasé novecientos días en hotel, tres años viajando, conociendo, aprendiendo. Shadowing work.

Estando en el programa conocí a gente de otras regiones, entre ellas a Hammet, quien me integró a través de los deportes y de la comida. Después de jugar futbol conmigo me invitó a jugar golf con él. Me acercó a su grupo más íntimo, todos musulmanes a quienes pude descubrir en su verdadera esencia, la de personas muy íntegras, familiares. Me regalaron el Koran, su libro sagrado. Conocí a Sultán, un hombre con posdoctorado para Shell, alguien absolutamente brillante, sus hijos me empezaron a llamar uncle Luis.

HARVARD

Pese a todo esto no había logrado comenzar mi maestría en ingeniería eléctrica, pero no me la recomendaron, pues lo que había aprendido estaba por encima de lo que la universidad brindaba en ese momento. Me motivaron a adelantar un MBA ante mi inquietud de querer hacer más eficiente el negocio, aunque con esto me salía de mi línea.

Estudié seis meses en Harvard para saber si realmente estaba alineado con lo que estudiar este MBA significaba. Aprendí el arte liberal y me fasciné.

UNIVERSIDAD ESTATAL DE PENSILVANIA

Luego de la experiencia en Harvard pasé a la maestría de negocios que adelanté en la Universidad Estatal de Pensilvania enfocada en grandes corporaciones y no en emprendimientos.

Desde el primer día debí escoger una empresa para convertirla en mi caso de estudio durante los dos años que toma el programa. Decidí preguntarle a Vicky, presidente de la Oxy, le escribí un correo en el que me presenté, le agradecí el que patrocinara mi programa de estudio y le pedí que me ayudara a resolver las dudas de con quién comparar a la empresa, cómo y enfocándome en qué variables. Siendo tan ocupada, a los diez minutos me respondió diciendo que me esperaba el lunes a las seis de la mañana en su oficina porque quería dirigir mi MBA.

Llegué muy puntual y me empezó a formular preguntas corporativas de la empresa. Comencé con un análisis comparativo de la Oxy contra una empresa y luego contra quince tomando diez años de información. Vicky siempre fue muy puntual a excepción de un día en que me sorprendió porque llegó tarde, me dijo que venía de reunirse con el Papa. Había sido invitada por el Vaticano como la mujer más influyente del sector para asignarle la labor de limpiar el mundo, cual designio divino. Y me involucró en su misión, la misma que me llevó con los años a fundar mi empresa.

Para continuar con mi proyecto, me quise devolver a lo manual, entonces fabriqué unas cartas a manera de juego de mesa. Una estaba en blanco para que me dijera qué le preocupaba, en las otras identificaba los problemas que me habían sido evidentes. Resulta que el problema para mí más sensible era en el que ella había comenzado a estudiar tiempo atrás. Fue una muy valiosa coincidencia.

Buscando soluciones tecnológicas trabajé con el COO viajando por los centros de investigación más importantes del mundo. Llegué a un lugar muy épico en Nueva York, un centro que cuenta con setecientos profesionales doctorados trabajando en los problemas más complejos de la General Electric, un edificio con tecnología de camuflaje, en él tienen el escritorio de Thomas Alva Edison y la primera patente de la empresa.

Una de las soluciones que implementamos fue una circunferencia que levita y que recorre la mesa pasando de puesto en puesto en la medida en que cada participante interviene; se acerca a quien más se extiende en su exposición de ideas para hacerlo consciente de que está hablando mucho versus el tiempo que han usado los demás, y muestra las palabras más relevantes que se van pronunciando.

También elaboramos un mapa tridimensional con los correos cruzados durante los últimos quince años en la empresa que me permitió identificar los ejes nodales más relevantes.

BERKELEY UNIVERSITY

Para poder continuar con el análisis de data requería apoyo o capacitación. Fue entonces cuando adelanté mi maestría en data, para convertirme en un científico de datos de la Universidad de Berkeley, California. Ahí sentí que no sabía nada en medio de gente muy joven dedicada exclusivamente a estudiar. En esta universidad, Oppenheimer hizo el programa atómico. Es la mejor universidad pública del mundo.

CONOCOPHILLIPS

Cuando hice toda mi carrera en Occidental y mientras adelantaba mi maestría me contactó ConocoPhillips. La firma supo de mí cuando dicté una charla en un congreso en ciencia de datos para explicar cómo se categorizaban unas redes eléctricas, un caza talentos americano me ofreció tres veces lo que me ganaba más un dólar, con el fin de que no me negara al cambio.

Subí al piso treinta de la Oxy a exponer mi situación y fui entendido y respaldado en mi decisión. El cambio fue posible porque los verdaderos genios no capturan el talento, lo dejan fluir para que vuelva. Cuando me despedía del staff me encontré un libro en el que vi a alguien idéntico a mi amigo Hammet, era el primer ministro de Energía de Amán que resultó ser su papá. Nuestro vínculo de amistad se dio precisamente porque lo abordé como ser humano sin saber quién era él ni quiénes eran los suyos, qué hacían, a qué se dedicaban en la vida, y eso fue algo que él valoró inmensamente.

En Houston disfruté el mundo cosmopolita, su arte, la ópera. Tuve oportunidades nuevas, retos distintos para superar. Me empezaron a llevar al extremo de mis capacidades, por ejemplo, me pidieron que llevara al agua los desarrollos que ya había hecho en lo eléctrico. Requerí un marco de referencia para que lo que había construido por años se aplicara a la gran empresa de manera integral, en la búsqueda de solución a problemas de amplio alcance.

Habían pasado tres años cuando me empecé a cuestionar muchas cosas. Empecé a sentirme encapsulado, con un buen número de restricciones, no pude volver a dictar conferencias, me estaba vetado hablar de mi conocimiento, no podía registrar una patente. Esto me llevó a preguntarme dónde quedaba yo. Si bien me encontraba muy bien remunerado, como persona estaba desapareciendo, me estaba diluyendo.

Leí el Oráculo de Aquiles que dice algo así como que si uno se queda donde está, será feliz, tendrá una esposa e hijos, su generación crecerá, pero su nombre se perderá; y si va a la guerra morirá, pero su nombre estará por siempre en la historia de la humanidad. Me enfrenté a eso, sabía que podía continuar en la empresa en tan excelentes condiciones, ganándome el doble que el presidente de TGI más los bonos, porque me encontraba en el último rango de ingeniería a nivel global. Me cuestioné qué haría con la abundancia; si continuaba trabajando allí sería rico en términos económicos, para morir como un ingeniero más y mi nombre sería olvidado, pero si saltaba a hacer lo que siempre había querido, un líder innato desde muy niño, obtendría otras satisfacciones para mí más importantes en ese momento de mi vida.

DECIMETRIX

Mi mentalidad que me lleva a pensar que tiene que haber otra forma de resolver los temas, que emprender no tiene que tomar tanto tiempo, me llevó a crear Decimetrix, por supuesto, sin conflicto de interés con la empresa donde trabajaba. La enfoqué a la misión que me impuso Vicky, la de limpiar energéticamente el mundo.

Sentí que era mi tiempo de implementar la misión, tuve la fuerza para tomar la decisión para vivir sin miedo y sin nada, como empecé mi carrea cuando tenía diez dólares en el bolsillo. Mi fortaleza estuvo en lo que había construido. Me reté, me puse a prueba con títulos y trayectoria. Recordé, además, que los árabes me enseñaron una palabra que me encanta: Wabarakatuh, se puede traducir como paz, perdón y bendiciones de Allah: lo que Dios tiene para ti, no hay ningún hombre que te lo pueda quitar.

Al igual que cuando visualicé el método numérico, esta vez tenía en mente los problemas de emisión de gas con sistemas implementados por las energéticas, pues es imposible evitar fugas por la misma entropía, pues las cosas se dañan naturalmente. Con mi nivel no quería trabajar en un problema trivial, sino que quería retarme hasta los huesos en un problema global que pudiera escalar.

Existía la tecnología para detectar fugas, pero a gran escala resulta muy costosa, requería entonces diferentes sistemas. Pensé en un software que integrara el hardware donde las empresas pudieran hacer gestión de contaminación reduciendo su huella y manteniendo viva la industria energética. A eso me dedico y cuento como clientes a Ecopetrol, Parex y a tantas otras corporaciones. Además, ahora tengo independencia, pues me retiré de Conoco.

Academy es uno de nuestros departamentos enfocado en tres conceptos: el que sea perpetuo (no perder las mentes brillantes y tenerlas como una experiencia), eliminar la trampa (obligar al otro a retarse hasta lograrlo), finalmente educar con tecnología.

Le dije a mi equipo, quienes son egresados de la Escuela de Ingeniería, que quería construir la parte matemática. Les pregunté si conocían a alguien de la Universidad que pudiera dar los cursos y me refirieron al profesor que había intentado rajarme. Y no se equivocaron pues tiene un excelente método de enseñanza, porque es brillante.

Quien lo refirió me dijo que él vivía obsesionado con un estudiante que había descubierto un método numérico, que siempre les ponía el mismo ejercicio, pero que jamás dio el nombre. Pedí que lo contactaran porque lo queríamos contratar. Así hicieron, nos reunimos virtualmente, me uní a la llamada, me reconoció, se giró, fue a su mesita de noche, trajo un papel y nos lo mostró. Era mi tarea con el método numérico que yo había escrito a mano. Luego me dijo: “Cuente con mi apoyo”.

Decimetrix se centra en la transformación digital de la industria energética con un enfoque láser en la gestión de emisiones de gases de efecto invernadero, la sostenibilidad, la electrificación y la capacitación industrial en XR a escala. Diseñamos, desarrollamos e implementamos software multiplataforma, multiusuario y de grado industrial para resolver desafíos operativos.

Nuestros productos y servicios incluyen soluciones específicas para digitalizar activos, integrar tecnologías, implementar detección de fugas, cuantificación de fugas, inventario de activos, implementar procedimientos de campo, capacitar al personal y simular sistemas de energía, petróleo, gas y agua para aumentar la seguridad, la eficiencia operativa, rentabilidad e impacto ambiental mientras se cumplen los requisitos reglamentarios.

También nos enfocamos en la transformación digital, la descentralización y la reducción de la pobreza mediante la implementación de soluciones EdTech a escala. Queremos y podemos hacer un mundo más verde, eficiente e igualitario con nuestras soluciones.

Ha sido muy emocionante ver el proceso de crecimiento cuando al comienzo no teníamos ni oficina. Ahora facturamos por encima del millón de dólares. Cualquier noche en sueños vi a mi papá con la camisa de Decimetrix, sonriente me pregunta si podemos hacerlo, porque él no se ha ido nunca, él sigue conmigo, es mi fuerza. Es maravilloso vivir de lo que uno ha soñado y quiere y sabe, sin miedo, afrontando lo que se presente.

LUIS MARTÍN

Mi hijo Luis Martín tiene seis años y es la razón de mi existir. Lo amo infinitamente, no hay una persona a la que yo ame más en el mundo. Es precioso, amoroso, de gran personalidad. Vivo en función de él, recordando a mi papá, buscando ser una mejor persona. Mi mamá estuvo en la UCI a causa del COVID, y me dice que volvió a la vida por Luis Martín.

CIERRE

De alguna forma busco implementar el estoicismo, pues considero que es muy importante saber vivir sin nada como práctica de supervivencia. Me lo enseñó mi jefe con la bolsa en el desierto.

El tiempo no lo mido en horas, sino en atención, en concentración, tengo foco. Tomo fragmentos del tiempo para abordar diferentes tópicos, todos de mi interés.

Pienso en la vida como un triángulo, pues necesita balance: espiritualidad blindada contra lo negativo buscando una conexión estrecha con la naturaleza (quiero aprender botánica para curar con ella); espacios para disfrutar; finanzas sanas, porque para mí parte del éxito es ser autosuficiente, ser independiente y dejarle a Luis Martín un patrimonio importante. Todo esto sin descuidar la salud.

Pienso que uno debe entregarse a la misión que la vida tiene para uno. Que el compromiso personal sea más grande que uno mismo.

Isa López Giraldo es responsable del contenido de su sitio web. Davivienda actúa como patrocinador de la sección Jóvenes Talentos.