JAIME MILLÁN
Las Memorias conversadas® son historias de vida escritas en primera persona por Isa López Giraldo.
Alguna vez estábamos, mi esposa y yo, en León (España) y de repente nos encontramos unas mesas larguísimas y cualquier cantidad de gente alrededor de ellas, por lo que pregunté qué era lo que estaba pasando:
— Es que estamos haciendo una empanada para concursar en el Guinness Book of Records como la empanada más grande del mundo.
Decidimos hacer la fila, cuando nos sorprenden las cámaras de televisión:
— ¿Usted había visto una empanada tan grande?
— Pues, no más grande, pero sí más buena, como las que vendían en Pereira en los beneficios de la iglesia. Eran unas empanadas muy chiquitas pero riquísimas.
Te estoy hablando de mi orígenes. Soy pereirano de tercera generación porque mi abuela nació en la ciudad recién fundada. Mi papá, Enrique Millán Rubio, se crió en el Líbano Tolima, pero en realidad nació en San Juan de Río Seco, un pueblo de Cundinamarca.
Mi mamá era la octava y única mujer de siete hermanos, personas muy protagónicas en la vida de Pereira. El mayor de ellos, mi tío José Carlos Ángel, fue un líder cívico, promotor del Aeropuerto Matecaña. Le seguía Gustavo Ángel, el papá de Alba Lucia Ángel Marulanda, escritora, novelista. Otro de sus hermanos fue Guillermo Ángel Ramírez, papá de Juan Guillermo Ángel Mejía, y que fue para mí un segundo padre.
Por personas como ellas te digo que nací en una familia con mucho arraigo pereirano. Mi abuela materna, Adelfa Ramírez de Ángel, se casó con Antero Ángel Mejía. Mi mamá, Ligia Ángel Ramírez y mi papá Enrique Millán Rubio tuvieron cuatro hijos, Lucía, Jaime, Álvaro y Diego.
Lucía viuda de Jesús Antonio Henao; como bien sabes Álvaro y Beatriz Amelia Mejía son los papás de Enrique, a quien tienes en tu página. Diego se casó con Helen Drews. Todos son de Pereira y el único que se casó por fuera, con paisa, fui yo, con Luz María Uribe.
Como bien lo expresas, los ancestros nos marcan pues su filosofía y la manera de ver la vida y de asociarla tienen que ver con el origen.
Mi papá, quién llegó a Pereira cuando se casó con mi mamá, fue un comerciante exitoso; tuvo un almacén en la Plaza de Bolívar. Decían que él abría la Plaza porque llegaba a las 7 a. m. y la cerraba también. Pero mi papá después se picó por la política siendo muy joven. Hizo parte de la Sociedad de Mejoras Públicas en 1947, fue cabildante, representante a la cámara, senador de la República, alcalde de Pereira, gobernador del Risaralda y murió siendo gobernador.
El orgullo que da es que mi papá se empobreció con la política en vez de enriquecerse con ella. Él aportó a su partido liberal lo que influyó en nosotros sus hijos. Es un tema de familia, el ejemplo, la disciplina, la construcción del ser humano soportado en valores.
ACADEMIA
Te cuento que apenas le llevo un año a mi hermano Álvaro. Vivíamos cuando niños en una casa cerca al colegio La Enseñanza y ahí, al lado, había una escuelita de una señora que en una especie de kínder le enseñó a mi hermano muchas cosas. Cuando Álvaro pasó al colegio La Salle lo recibieron en tercero, conmigo, luego de que presentara un examen, así que hasta pupitre compartimos. Esto te da una idea de nuestra cercanía, del afecto de hermanos y de lo muy amigos que hemos sido siempre.
Fuimos buenos estudiantes de un colegio que pese a todos los defectos que se quisiera, es de una comunidad religiosa que brinda buena formación. Las matemáticas fueron nuestro fuerte por lo que quisimos ser ingenieros. Esto obligaba a revisar dónde estudiar y teníamos como opciones la Escuela de Minas de Medellín, donde se formó gran parte de la dirigencia antioqueña, y a la que no era fácil acceder y, por supuesto, la Universidad de los Andes.
En los Andes se presentaba primero el examen de admisión que en Medellín pero Álvaro queriendo estudiar en los Andes aplicó a las dos para que no dijeran que no había logrado pasar o que tenía miedo de entrar a Minas. Fuimos aceptados en ambas universidades pero él se quedó en Bogotá.
– Fue difícil separarse, ¿no?
Sí lo fue pues siempre andábamos juntos, teníamos los mismos amigos, compartimos todo, aunque competíamos entre nosotros. Era una competencia sana, claro está.
El doctor Uribe Ruiz, quien era miembro de la junta del colegio, en las premiaciones decía:
— Millán primero y Millán segundo
– Supongo que por lo de mayor y menor…
Claramente, pero el problema era ese, que yo me esforzaba mucho porque no me podía dejar ganar del hermano chiquito.
Yo era nadador y cuando hicieron los juegos departamentales, ganamos todas las competencias. Las estrellas del equipo éramos Alberto Restrepo González, Javier Marulanda Gómez y yo. En los Juegos Nacionales Cartagena de1960 gané medalla de bronce por el Departamento de Caldas cuando éramos el Gran Caldas.
Comencé luego Ingeniería Civil en la Escuela de Minas de Medellín y Álvaro también, pero él en los Andes como era su deseo. La primera era muy tradicional, mientras que la segunda mucho más moderna. En la Escuela de Minas hice muchos amigos y recuerdo a muy brillantes como a Jorge Enrique Uribe, quien fue presidente del Grupo Bolívar; también a Jorge Humberto Botero, un hombre solemne, íntimo de Jorge Pérez, compañero mío de la Escuela de Minas. Salíamos con las novias, íbamos a clubes y él escribía poesía como bien sabes. Escribió un poema muy emotivo cuando mataron al padre Camilo Torres.
Cumplimos cincuenta años de graduados en octubre pasado, hicimos una fiesta y nos reunimos estudiantes y algunos profesores de ese tiempo como Darío Valencia ex rector de las universidades de Antioquia y Nacional. Como a él y a tantos otros, la universidad me acercó a personas valiosas que lo marcan a uno y que lo acompañan toda la vida.
La universidad ofrecía un ambiente muy intelectual, no solamente técnico. Para esa época estaban integrando las humanidades al pénsum, lo que enriquecía nuestras vidas. La ciudad era magnífica, siempre lo ha sido, pero en ese momento no había congestiones, podíamos tranquilamente parrandear, ir a clubes, salir con amigas, pero también se trabajaba.
Gozamos de muchas motivaciones sociales. Recuerdo una charla del cura Camilo Torres en un sindicato cuando de repente irrumpió la policía y se llevó a todo el mundo. Yo estaba allí, pero logré escapar. Alguna vez durante una huelga de la Universidad de Antioquia hicieron un desfile de antorchas; invité a Luz María para curiosear, pues nosotros no estábamos en huelga. Resulta que se armó la pelotera, la dejé a ella en su casa y me fui para mi apartamento. Iba yo caminando con mis libros por la calle cuando unos policías me retuvieron y me llevaron al Coliseo donde estaban todos los estudiantes, varios de la Nacional. El caso es que el decano de la Escuela de Minas, Peter Santamaría, tan pronto supo que estábamos allá gestionó con su amigo el gobernador para que nos sacara, pero como no lo logró, se apareció con ruanas y naipes y dijo:
— Muchachos, pónganse estas ruanas y jueguen naipes porque no los pude sacar.
Esas son las historias de una ciudad cuando todavía es pequeña.
Cada mes iba a Pereira, sin falta en las vacaciones, y cada semana hablaba con mis papás por teléfono. Así cultivé a mis amigos de colegio pues no perdí el contacto con ellos.
Algunas de las clases que vi en la Universidad hicieron que me gustara la economía. Mi hermano se graduó primero, pues en los Andes la carrera era de cinco años mientras que en mi universidad era de seis. Así que él, cuando se graduó, fue a Pereira, trabajó en Valorización Municipal con Samuel Eduardo Salazar, quien era el director, luego se ganó una beca de la Fundación Fulbright para hacer la maestría en suelos. Como yo hice cursos de verano pude graduarme seis meses después que mi hermano, así que también fui a Pereira, trabajé en Valorización por dos meses. Luego recibí una llamada de una firma de ingenieros muy reputada del país que queda en Medellín, Integral, y, como allá tenía a mi novia, decidí irme a trabajar con ellos. Por supuesto apliqué también para una beca dela Fundación Fulbright.
En noviembre me llamó mi papá para decirme:
— Mire, a usted lo quieren nombrar subgerente técnico de las Empresas Públicas de Pereira.
A Cacerolo, Fernando Agudelo Velasco, lo nombraron gerente. Como era conservador, necesitaban a un liberal para hacerle contraparte. Esta fue una experiencia tan extraordinaria que daría para una entrevista completa. Fue ahí donde construí una amistad entrañable con Fernando, persona muy inteligente, de humor impresionante a quien alcanzaste a entrevistar para tu programa radial.
Después dijo mi papá:
— El alcalde necesita un jefe de Planeación.
Pensé de inmediato en Gustavo Orozco, compañero de colegio y de la Escuela de Minas, luego me llevé a Carlos Cardona, mi compañero de colegio y de universidad, para Empresas Públicas.
La cosa política era complicada, ahí tuve diferencias con dos miembros de la junta por su manejo clientelista.
Yo era completamente independiente y me enfrentaba como te digo y cuando ya me fui a estudiar con mi beca la maestría, ocho meses después, estos dos miembros presentaron una emoción de aplauso, estaban felices de que me fuera.
Cuando nombraron a mi papá alcalde, eso lo hace presidente de la junta a la que asistíamos el gerente y yo, por lo que me decían:
— El doctor “mijo”.
Teníamos un grupo de tertulia en Pereira muy interesante. Nos juntamos unos amigos con Lucho Mejía, el famoso poeta que era jefe de personal de las Empresas Públicas, un loco de amarrar, alguien muy brillante. También hizo parte Jorge Vélez Gutiérrez, quien después fue gobernador del Departamento, abogado y erudito. Nos acompañó Gustavo Orozco. Antes de que viajara a los Estados Unidos, la última tertulia la hicimos en mi casa, en la que Jorge me dijo:
— Mire, vamos a llevar a un muchacho muy joven, pero es un tipo muy brillante.
— ¿Quién es?
— César, el hijo de Byron Gaviria, que es tres años menor que usted.
Esa época, en la que disfrutamos a nuestra gente de Pereira, fue una verdadera maravilla: el pelear con los políticos, tomar traguito con los amigos, hablar de literatura, política y filosofía.
El caso es que me fui a Arizona State University a mediados de 1968 a estudiar mi maestría en recursos hidráulicos, enfocada más en modelos matemáticos y estadística. También tomé un curso relacionado con economía en el que tuve que leer de esa materia para comenzar a enamorarme de ella. Álvaro, quién había iniciado su maestría en suelos el año anterior en Iowa State University con la misma beca, volvió a Pereira en diciembre para casarse con Beatriz Amelia, hija de Octavio Mejía, y luego regresar. Como te imaginarás yo tenía que hacer lo propio, así que me casé con Luz María y regresé a Arizona, donde vivimos un tiempo maravilloso.
Ese año 68 fue paradigmático, el asesinato de Robert Kennedy, las protestas contra la guerra de Vietnam, el festival de Woodstock y los hippies pregonaban “make love not war”; profesores y compañeros eran militantes.
Al terminar mi maestría un año después sentía que tenía todo por aprender, que me faltaba mucho, así que apliqué a un doctorado. Colorado State University, universidad líder en el tema de recursos hidráulicos, me ofreció una beca. Antes de empezar los estudios doctorales, durante el verano de 1969, asistí a un curso de verano en dicha universidad dictado por los profesores más destacados en el tema en el país. Me alojé en apartamento de José Manuel Mejía, otro pereirano, ingeniero de la Escuela de Minas, quién estudiaba allá.
Me fui en el Mustang que había comprado Álvaro y que me quedó cuando él se devolvió para Pereira. Cuando nos estábamos inscribiendo alguien me saludó:
— Hola, Jaime.
Era Guillermo Perry, que estudiaba en el MIT y que había ido al curso. Fue el primer momento en el que nos juntamos Mejía, Millán y Perry. Aprendimos de todo, programación, dinámica, modelos matemáticos y más. Lo disfrutamos mucho. Debíamos aplicar lo aprendido a un caso particular por lo que, con base en los recuerdos que Guillermo tenía del río Bogotá, los colombianos lideramos un grupo de trabajo sobre el tema.
— Con Guillermo Perry nos regresamos a Arizona en el Mustang.
En Fort Collins, Colorado, pasamos cerca de tres años maravillosos. José Manuel, quien como ya te lo he dicho, es de los más grandes talentos que yo he conocido y con quien consolidamos una muy fuerte amistad, fue mi compañero inseparable. Allí compartimos junto con otros estudiantes latinos.
Empecé a tomar cursos de economía más formales, microeconomía, economía regional, economía de recursos naturales, y me fue gustando cada vez más. Como yo quería hacer una tesis doctoral que me permitiera utilizar mis conocimientos de ingeniería y economía escogí un modelo multiregional de insumo producto con simulaciones probabilísticas para lo que tenía un comité asesor conformado por profesores, dos de ellos economistas.
La cosa interesante es que José Manuel hizo una tesis sobre hidrología estocástica que fue premiada después. Recibió el premio Horton, equivalente al premio nobel del agua. En los temas económicos yo le preguntaba, él se involucraba a tal grado que de todo aprendía y me explicaba.
Luz María, trabajadora social, durante nuestra estadía en los Estados Unidos estudió inglés y trabajó como asistente en un laboratorio de genética de la universidad gracias a una oferta que le hizo un profesor de zoología amigo nuestro. Un día le dijo:
— Estoy haciendo unos experimentos con ratones. Si quiere ser mi asistente, yo la contrato.
Ella le sacaba la sangre a los ratones para hacer los experimentos y pues pasó lo que tenía que pasar, y es que mató al ratón de dos colas… (risas) Como ésta fueron muchas experiencias maravillosas.
En marzo del 1971 nació mi hijo Santiago.
En 1972 regresé a Colombia, aunque con una oferta en la Universidad de Lancaster en Inglaterra como investigador. Llegamos a la casa de los papás de mi esposa y, siendo mi papá Gobernador de Risaralda, nos visitó. Pero lo noté enfermo, con dificultades para hablar. La razón era porque le estaba empezando un cáncer con tan solo cincuenta y seis años de edad. Razón suficiente para decidir quedarme en Medellín y aceptar la oferta de la firma consultora Integral.
Me reencontré con mis amigos Juan Camilo Ochoa, y Juan Felipe Gaviria, el papá de Alejandro, ministro de salud a quien conocí siendo él muy chiquito. Éramos vecinos de oficina en Integral por lo que compartimos muchísimo. Con Juan Felipe adelantamos los estudios del potencial hidroeléctrico del río Cauca del cual hace parte el proyecto Hidroituango, próximo a ser inaugurado. Él, ingeniero como nosotros, luego estudió también economía.
Enseñábamos economía en la Universidad de Antioquia donde los estudiantes entraban en huelga, no iban a clases, por lo que los profesores asistíamos a reuniones periódicas de las que participaba Estanislao Zuleta, referente de Alejandro Gaviria.
Mi papá finalmente murió en noviembre. Todo fue muy rápido.
UNIVERSIDAD DE LOS ANDES
A mediados del año 73 recibí una invitación de un amigo mío que fue compañero en Colorado, Jaime Saldarriaga, para vincularme a FEDESARROLLO trabajando en una investigación en recursos hidráulicos financiada por Resources for the Future, centro de pensamiento americano. Decliné esta oferta pues recibí una similar por parte de Guillermo Perry, quien era director del CEDE, el Centro de Estudios para el Desarrollo Económico de la Universidad de Los Andes, y quién tenía un financiamiento similar con la ventaja de poder enseñar también en la Facultad de Economía.
Así que, después de estar un año en Medellín, nos vinimos para Bogotá. Mientras llegaba Luz María y conseguía vivienda, me hospedó Perry. Luego vivimos en Torres de Fenicia, muy cerca de la Universidad.
Puedo decirte que yo aprendí enseñando: evaluación de proyectos, economía de recursos naturales, matemáticas para los economistas, teoría de decisión, en fin… En el CEDE había gente maravillosa y de dos corrientes, los que habían estudiado en la Universidad de Chicago y los del Este: de Harvard , MIT, Yale. Obviamente los de Chicago eran más conservadores, los otros más liberales.
Compartí con José Antonio Ocampo, Guillermo Perry, Dionisio Ibañez, Manuel Ramírez, Bernardo Kugler, Álvaro Reyes- los tres últimos fundadores de la firma Econometría Ltda. Con el historiador Jaime Jaramillo Uribe, quien era una belleza de persona y padre de la historia económica de Colombia, además vivió en Pereira cuando era chiquito y escribió la historia de la ciudad. Eduardo Aldana el rector. Antonio Barrera decano de investigación. Era un ambiente intelectual impresionante.
Invité a José Manuel Mejía, quien había terminado antes porque hizo su tesis doctoral más rápido y ya había sido profesor de la Universidad de Montreal, también fue al Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas, de gran importancia en su momento, en donde trabajaba con Ignacio Rodríguez, autoridad número uno del mundo en la materia y quién después fue profesor de MIT y de Princeton.
Le dije a José Manuel:
— Bueno, allá está Ignacio, pero aquí está su tierra.
Así pues, llegó a la Facultad de Ingeniería donde asesoramos la tesis de dos estudiantes en particular, Javier Gutiérrez, presidente de Ecopetrol, y a Luis Fernando Alarcón, quien luego fue ministro de Hacienda y gerente de ISA entre otros. Tuve estudiantes brillantes en la Facultad de Economía: Santiago Montenegro, Ana Milena Gaviria, Sergio Clavijo, Hernando José Gómez, Adolfo Meisel, con quienes me he encontrado más tarde y recuerdan con afecto aquellos tiempos.
MEJÍA, MILLÁN Y PERRY
Además del trabajo académico, José Manuel Mejía y yo hacíamos consultorías y asesorías en el tema de hidrología en forma particular hasta que resolvimos formalizar a través de una compañía. La empezamos trabajando desde la empresa que tenía mi hermano Álvaro en Pereira que se llamaba Ingeniería y Estudios. Nos hicimos socios y empezamos a brindar una serie de asesorías desde Bogotá, aunque la empresa estuviera en Pereira. Más tarde creamos una firma independiente Mejía y Millán.
José Fernando Isaza nos dio un trabajo referente al impacto de los proyectos hidroeléctricos del Cauca Medio en las inundaciones del Bajo Cauca. La pregunta era si las represas eran suficientemente grandes para almacenar el agua durante las crecientes.
Me llamó José Fernando y le digo:
— Mire, no tiene ningún impacto, esos son unos embalses chiquitos comparados con el agua que pasa, no hay nada. Ya.
Y dice:
— No, es que Usted no me puede decir eso.
— ¿Por qué? ¿No me cree?
— Que Usted diga que no tiene ningún impacto no. Usted me tiene que hacer un estudio con los modelos matemáticos y toda la estadística, hacerlo en computador. Dígalo en latín.
Ahí contratamos a Luís Fernando Alarcón, nuestro primer empleado de Mejía y Millán, y compartíamos oficina con Consultores Unidos, una firma de Ingeniería eléctrica cuyos socios eran Alberto Brugman y Tirso Quintero. A Alberto Brugman lo conozco porque fue compañero de Álvaro, mi hermano, en los Andes.
Alberto es de esas personas buenas profesional y humanamente, tan buenas que como dicen: es más bueno que el pan. Como eran tan amigos Perry y Brugman, nos hicimos muy cercanos, además trabajábamos en cosas muy parecidas.
Fueron nuestros clientes Planeación Nacional, el ICEL, que no pagaban, y Empresas Públicas de Medellín, que era la única que pagaba a tiempo. El trabajo que le hicimos a EPM fue el proyecto El Peñol, donde hay un embalse. Habían hecho primero una represa chiquita y luego más grande, tenían que llenar ese embalse que inundaba al pueblo. Entonces se habían atrasado por lo que significaba mover tanta gente. Hicimos un modelo estocástico probabilístico considerando el riesgo de racionamiento.
El gerente de EPM era Diego Calle Restrepo, un personaje legendario, un tipo intelectual, economista, parrandero. Bueno, el caso es que siempre se mantenía con una botella de aguardiente. Vino al Hotel Tequendama y José Manuel y yo nos reunimos con él. Llevamos un listado enorme hecho a computador, le mostramos todo muy detalladamente cuando nos dice:
— Bueno muchachos. Ustedes lo que me quieren decir es que si no cerramos eso ya, nos llevó el putas.
— Sí, exacto.
— Bueno, entonces tomémonos un aguardientico.
Continué vinculado a la Facultad de Economía de los Andes como profesor de cátedra aunque la mayoría de nuestros trabajos de consultoría en Mejía y Millán eran en Ingeniería. Hasta que un día me invitó Perry a Los Lagartos y en el baño turco me dijo: ¿Me reciben en Mejía y Millán? A partir de ese momento se convirtió en Mejía, Millán y Perry. La economía compitió con la ingeniería en nuestros trabajos.
El cuento es que los economistas dicen que soy muy buen ingeniero y los ingenieros que soy muy buen economista… (risas) Y yo era el gerente de la firma porque a José Manuel no le gusta la parte administrativa y Perry, el más político, tenía muchas otras cosas. La gerencia en esa época era una locura, no nos pagaban. Era aterrador.
Llevamos a nuestra firma de consultoría gente de confianza, estudiantes destacados como Luis Fernando Alarcón, Efraín Rueda, Julio Ángel, hermano de Juan Guillermo, mi primo, quien fue mi alumno de economía en Los Andes; Gilberto Ángel que ya murió, hermano de Carlos Eduardo, Alejandro y Enrique. En fin, ingenieros todos que siguieron la tarea adelantada por Jorge Ramírez Vallejo. Son ingenieros que se vuelven economistas con nuestra orientación.
Otro pereirano que llegó fue Guillermo Botero, ingeniero civil de los Andes, quien luego estudió economía en Inglaterra, psicología también, fue gerente de Empresas Públicas de Pereira. Precisamente le pedimos que hiciera un trabajo sobre las tarifas de servicios públicos. Cuando yo me cansé de la administración, él me sucedió en la gerencia y, como él ya era loco, pues entonces podía manejar eso sin problema. (risas)
Pasó por la firma Cecilia María Vélez, ministra de Educación, de origen antioqueño y quien también fue secretaria de educación de Bogotá, rectora de la Jorge Tadeo Lozano.
Nos asociamos con Alberto Brugman para adelantar muchos trabajos grandes, uno fue el Estudio Nacional de Energía en el que participó también Econometría Ltda., pionero en el país que contemplaba toda la energía, el petróleo, el gas, el carbón y la electricidad. Fue éste un trabajo muy valioso.
Con tanta gente tan capaz, la llamaría yo tremenda, fue que me acostumbré al trabajo en equipo. Cuando llegaba un problema, nos sentábamos a la mesa, todos opinábamos, buscábamos soluciones, aportábamos. Así se aprende que no se puede ser egoísta con nada, de todos se aprende siempre.
En una ocasión Guillermo Perry invitó a Galán a la oficina y éste con sus posiciones políticas, incluso emocionales, aceptó nuestros planteamientos y recomendaciones sobre el Cerrejón, sobre Carbocol, lo que no es normal ver en un político.
En esa época no existía la conciencia por el tema ambiental, aunque empezaba a preocupar la contaminación de los ríos. Hice estudios del río Bogotá, también del río Medellín; eran modelos que medían el oxígeno del agua. Todavía no parecían existir restricciones ambientales al desarrollo de hidroeléctricas, pero sí te cuento una historia interesante.
Hicimos un estudio para una firma consultora que estaba estudiando los proyectos del río Sinú, Urrá, un proyecto hidroeléctrico por Montería que consistía de dos represas Urrá I y Urrá II. Nuestro análisis, basado en consideraciones puramente económicas, indicaba que no se ganaba nada haciendo la presa de la altura preferida por los consultores para Urra II situada en la parte alta de la cuenca. Este proyecto nunca se construyó porque implicaba inundar una extensión gigantesca de bosque que irónicamente no hubiera sido necesario inundar si se hubiera adoptado nuestra recomendación de hacer una presa más baja.
Recién llegado a los Andes en 1973, Perry y yo escribimos un artículo cuando estaba en primera línea la discusión sobre si se debía hacer desarrollo turístico o no en el Parque Tayrona. Un día en la finca de Guillermo, él dijo:
— ¿Por qué no escribimos un artículo donde veamos cuáles son, cuánto va en desarrollo y cuánto va en conservación, y cómo toma usted esto para hacer la cosa ambientalmente sostenible?
Fueron dos páginas que en últimas no se publicaron, pero que demuestran que no éramos indiferentes al tema. Cualquier cosa que haga el ser humano deja una huella. No sugerimos que no se hiciera nada, sino que se debía revisar la forma de hacerla lo mejor posible, que tuviera un mínimo impacto o que los beneficios fueran mucho más grandes y que después se compensara con otro tipo de medida.
En nuestra época, apenas se estaba despertando esa conciencia. Y sí, en el estudio nacional de energía tuvimos un consultor que miraba la parte solar, el viento, la generación eólica y hubo inclusive gente que miraba la parte nuclear. Soluciones que apenas ahora son económicamente viables. Más tarde, ya en el BID, creé y dirigí el programa de mercados sostenibles para energía sostenible en los años noventa del siglo pasado, pero sin mucho éxito debido a que el costo de estas energías era todavía muy alto y el precio a los consumidores muy bajo.
La firma empezó en 1976, Perry llegó dos años más tarde y en el 82 yo me fui para el BID por dos años. Se acabó cuando a Perry lo nombraron ministro.
BANCO INTERAMERICANO DE DESARROLLO – BID
El caso es que, yo daba unos cursos de evaluación de proyectos con la OEA en diferentes lugares como Perú, Paraguay y Colombia y había hecho algunas consultorías para el BID. Pablo Guerrero, un amigo chileno que trabajaba en el BID y a quién había conocido años atrás cuando era profesor en economía en los Andes vió un trabajo que habíamos hecho para EPM y como para ese momento se abría una posición en el BID, Jefe de la Sección de Economía en la División de Energía, me dice:
— Yo lo voy a postular a Usted para ese cargo.
A mí me parecía interesante y acepté porque pensé:
— Me libro de estar cobrando cuentas, estoy allá lo que es bueno para mis hijos y me devuelvo en dos años.
Fui seleccionado a pesar de la objeción del departamento de personal porque decían que yo no era economista, sino ingeniero. Pero todo salió bien. Fue una experiencia maravillosa en Washington, trabajando con gente magnífica, con desafíos intelectuales. Pasados los dos años decidimos esperar uno más.
En ese momento se fueron deteriorando las cosas acá en Colombia. Era la década de los 80, por lo que replanteé todo.
Vivimos en Washington, donde teníamos ya un grupo de amigos, entre muchos muy valiosos y queridos compatriotas, estaba Jorge Ruíz Lara; Miguel Urrutia; Luis Fernando Jaramillo; Sara Ordoñez; Néstor Humberto Martínez; Carlos Enrique Vélez; Alfonso Sánchez; Luis Fernando Alarcón; Alejandro Gaviria; Iván Duque; Eduardo Lora; Juan Mario Laserna, mi primo Julio Ángel, Juan Benavides, Manuel Ignacio Dussan y John Echeverry y muchos otros.
Luis Fernando, a quién conozco desde su época de estudiante en los Andes y luego en Mejía, Millán y Perry, tuvo una carrera meteórica, apenas digna de sus capacidades intelectuales y su calidad como ser humano. Al vincularme al BID sugerí a Nora Rey que nombrara a Luis Fernando para reemplazarme en el curso de evaluación de proyectos que yo dictaba en los Andes. No sorprende, por lo tanto, que Nora se lo llevara al DNP cuando ella era subdirectora.
Cuando Junguito era ministro, también se llevó a Alarcón como director de presupuesto, luego yo lo llamé para que se fuera a Washington a trabajar conmigo. Cuando eso, estaba César Gaviria como ministro de hacienda.
Un día llego a la casa y me dice Luz María:
— Te llamó César Gaviria.
Yo pensé, ¿qué querrá? Lo llamo y me dice:
— Dame el número de Alarcón.
Y se lo llevó de viceministro de Hacienda.
Alcanzó a estar diez meses conmigo y luego regresó cuando terminó la presidencia de Barco, gobierno para el que fue ministro de Hacienda. Fue director ejecutivo por Colombia ante el BID. Regresó al país y estuvo al frente de la Flota Mercante Gran Colombiana.
Durante mi tiempo en el BID trabajé ocasionalmente en proyectos en Colombia financiados por el Banco y en una oportunidad directamente para el Gobierno Nacional por un par de meses a solicitud del mismo. A principios de 1992 la situación financiera del sector eléctrico en Colombia era caótica. Empresas como CORELCA, en la Costa Atlántica, y el ICEL estaban prácticamente en bancarrota. El ministro Hommes decidió crear una comisión para que estudiara una capitalización de las mismas a cambio de que cedieran algunos de sus activos a la Nación y que esta pudiera eventualmente privatizar.
Me prestaron por dos meses. Ya te imaginas, Isa, quiénes hacían parte del comité: Alberto Brugman y José Manuel Mejía, también Carlos Trujillo, quien había trabajado en ISA y era un hombre extraordinario.
Recuerdo que un día nos llamó Juan Camilo Restrepo, el ministro de Minas y Energía. Nos dijo:
— Ustedes están muy ocupados mirando la parte financiera, pero me dicen que los embalses están vacíos, así que aquí lo que vamos a tener es un racionamiento.
Es el famoso racionamiento de 1992 cuando César Gaviria cambió la hora. Entre otras cosas sugerí que trataran de comprarle energía a los auto generadores, a la gente que tuviera plantas por ahí en la calle, pero muy poco se podía hacer.
Cuando sacaron al gerente de ISA, Gaviria me ofreció esa gerencia, después la de la Financiera Eléctrica Nacional, pero esas son posiciones que requieren unas características distintas, mucho tacto político y mucha capacidad en otro tipo de cosas que yo consideraba no tener, así que no acepté.
Recuerdo que una vez de visita al país fuimos a una presentación sobre Pereira en el Teatro Colón. Entrando por el corredor vi al presidente Gaviria quien me dijo:
— ¡Gallin!a (risas)
Para fortuna del país se nombró a Javier Gutiérrez en la Gerencia de ISA en donde desarrolló una labor extraordinaria. Conocí a Javier Gutiérrez, líder indiscutible en el sector energético colombiano, como su asesor de tesis de maestría en los Andes.
Considero una irresponsabilidad de los medios el manejo que le han dado cuando lo mencionan a él en los temas de Reficar, pues es un tipo pulcro como no te alcanzas a imaginar, al que no le han podido probar absolutamente nada indebido.
Queda pues Javier en la gerencia de ISA seguido por Alarcón. Javier hizo un trabajo impresionante pues es una multilatina grandísima que aporta cualquier cantidad de recursos a la nación.
Fueron tantas las veces que se planteó me devolvería al país que los amigos, en una de tantas me hicieron una despedida. Juan José Echavarría, gerente del Banco de la República, dijo:
— Bueno, ¡esta es la décima despedida que le hacemos y ni una más! (risas)
LA JUBILACION
Finalmente me jubilé a finales de 2005 y desde el 2007 comparto mi residencia entre Colombia, Washington y Hong Kong. Trabajo parcialmente en asesorías e investigaciones que me interesen profesionalmente. Desde 2006 soy miembro de la Junta Directiva de XM, filial de ISA que opera el sistema y el mercado eléctrico mayorista en Colombia.
ESPOSA E HIJOS
Luz María, paisa de pura cepa, mi compañera y polo a tierra, ha compartido conmigo casi cincuenta años. Estudió Trabajo Social y trabajó como profesora en Bogotá.
Santiago, quien nació en Fort Collins, estudió en el Gimnasio Moderno que quedaba al lado de la casa, pero después se pasó al San Carlos. Natalia nació en 1974 en Bogotá y estudió en el St. George. En Washington mis hijos se criaron en escuelas públicas extraordinarias y mantuvieron un contacto emocional y físico frecuente con Colombia. Ambos, estudiaron español en los colegios y en la universidad. Vivimos allá hasta mi jubilación en el 2005 y me quedé un tiempo más.
Santiago estudió en Wesleyan que es Liberal Arts College en Connecticut, y quería Química, pero cuando recibió clases de Economía decidió dedicarse a ella. Luego fue a Duke University para adelantar un posgrado. Trabajó inicialmente en banca de inversión en Nueva York. Ahora vive en Hong Kong y está vinculado a un Fondo de Inversión hace nueve años. Está casado con Marcela Prieto una costeña encantadora con una maestría en la prestigiosa Fletcher School of Law and Diplomacy. Tienen dos hijos, Nicolás que nació en Boston y Antonia que nació en Hong Kong. Santiago es un enamorado de todo lo chino, habla mandarín y es considerado una autoridad en la economía china a donde viaja constantemente. No obstante, su corazón permanece en Colombia.
Natalia estudió igualmente en Wesleyan, hizo un internado en el Federal Reserve Bank de N.Y donde trabajó dos años, luego fue a Princeton a la escuela de Políticas Públicas. Durante sus estudios la enviaron a una pasantía al Banco Mundial donde trabajó con Carlos Eduardo Vélez, un colombiano, economista brillante que murió el año pasado y que adelantaba un estudio sobre la pobreza en Colombia. Al final del verano el Banco Mundial le pidió permiso a la universidad para aplazar sus estudios durante un año y así poder terminar el proyecto. Después de terminada la maestría regresó a trabajar al Banco Mundial. Estando tan inmersa en estos temas, me dijo un día:
— Papá, quiero volver a Colombia
— ¿Por qué?
— Porque la pobreza está es allá.
Ella sola gestionó para llegar a Planeación Nacional recomendada por Carlos Eduardo Vélez, una persona con gran prestigio. Luego estuvo en el Ministerio de Protección Social en el gobierno de Uribe haciendo estudios de pobreza. Después la nombraron directora del programa “Bogotá, ¿cómo vamos?”. Después estuvo en Fedesarrollo y trabajó muy de la mano de su subdirector, Mauricio Santamaría.
Estando aquí conoció a quien es su esposo, Luis Fernando Charry, escritor, novelista, poeta. Cuando adelantaba un estudio sobre pensiones la enviaron a Chile donde hizo una presentación y como panelista estaba un ministro del gobierno de Piñera, y le dice:
— Usted no se va. Usted se queda aquí de asesora para este gobierno.
Estuvieron un año en Chile. Luego, por razones de estudio de Luis Fernando, se mudaron para Washington en donde Natalia ahora trabaja para el Banco Mundial.
Lo que define a la gente que me ha rodeado en la vida, además de ser gente muy brillante, es gente buena.
REFLEXIONES
– ¿Cuáles son sus aficiones?
La literatura y los viajes. Nicolás y Antonia hacen obligatorio un viaje anual a Hong Kong que aprovechamos para visitar otros países en el Oriente. He escrito varios libros técnicos, porque el poeta es Jorge Humberto, publicados por el BID. Para Fedesarrollo escribí un libro sobre los diez años de Codensa con Carlos Caballero y con Natalia, mi hija, quien aportó la parte del análisis social de los programas de Codensa en los barrios populares. Hemos viajado con frecuencia por todo el mundo y ahora comparto mi residencia entre Washington D. C. y Medellín.
– Cuando hacemos este recorrido, ¿qué emociones se mueven en Usted?
Sabes que, cuando me invitaste a que escribiéramos la historia de vida, yo dije, eso de ponerse a pensar en todas las conexiones, en toda la gente que le permitió a uno vivir tantas experiencias distintas, las cosas en que se pudo participar, lo que se compartió, resulta verdaderamente emocionante.
– ¿Qué siente por Pereira?
A ver, estuve los primeros dieciocho años de mi vida en Pereira y de manera frecuente la he visitado para ver a mis hermanos Álvaro y Lucía y Diego, a un par de primos entrañables como a Juan Guillermo Ángel y Alfonso Gutiérrez, y a mis amigos, solo que hoy es una ciudad muy distinta.
Podría decirte que lo que siento es nostalgia. Pero una cosa era cuando mi mamá vivía, ahora todo se vuelve más distante. Pero, cuando veo el Alto del Nudo, digo:
— ¡Llegué a casa!
– ¿A qué lugar pertenece?
Uno es de tantos sitios como lugares donde está el corazón.
– ¿De dónde es?
Es una buena pregunta y la respuesta podría ser que soy un ciudadano del mundo que comparte su visión con mucha gente en muchos lugares, pero con ciertas identidades.
– ¿Qué mueve sus emociones?
Todo lo que pasa aquí, todo lo que está ocurriendo, no solo en América Latina, sino fundamentalmente en Colombia.
Recuerdo que cuando estaba en Fort Collins mi papá me enviaba diariamente los periódicos para que yo los leyera. En Washington vivía en contacto permanente con los colombianos que visitaban la ciudad. Ahora es más fácil con Internet.
– Entonces, ¿es ingeniero o economista?
Te contesto a lo fajardista….
– ¿Cuál es el lugar de la política en su vida?
Mi papá se quedó con toda la política, con todos los genes, porque ninguno de sus hijos le siguió los pasos, pero obviamente vibramos por Colombia. Mi posición es en el ideario de la democracia liberal y yo funciono por eso, podrían llamarme progresista.
Obviamente que toda la desigualdad y pobreza existentes en Colombia nos indican que necesitamos hacer las cosas mejor. Mi formación técnica y académica me lleva a pensar que no vamos a mejorar la condición de la gente con meros discursos, sino haciendo las cosas bien, con buen gobierno, trabajo con disciplina y entendiendo la política en su acepción más alta.
– ¿Qué cosas están pendientes por hacer en su lista de tareas?
Todas. Soy un procastinador impenitente.
– ¿Qué hubiera hecho distinto?
Hubiera sido menos peleador.
– ¿Cuál ha sido la mayor crisis personal que ha afrontado y qué manejo le dio?
No sabe, no responde.
– ¿Cuál es su polo tierra?
Luz María.
– ¿Cómo afronta una situación que genera frustración?
Botando corriente.
– ¿Cómo se premia?
Haciendo pereza.
– ¿Cuál ha sido la mayor lección aprendida?
Que me falta mucho por aprender.
– ¿Cuál es su más preciado recuerdo?
No me acuerdo. Mañana le cuento.
– ¿Qué es ser amigo?
Comprender.
– ¿Qué es un libro en sus manos?
Depende del libro.
– ¿Qué es música para sus oídos?
Una buena conversación.
– ¿Qué le gusta dejar en las personas que se acercan a usted?
La sensación de que no perdieron su tiempo.
– ¿Cómo quisiera ser recordado el día de mañana?
Como una persona buena.