MOTIVO DE TRISTEZA NO HAY NINGUNO
POMPILIO IRIARTE
Muy próximo a morir, un hombre viejo –si por viejo se entiende quien es noble–, un hombre sin las ínfulas del roble, sin el lugar común del vino añejo; un viejo joven si por tal se entiende el bien reído abuelo y gran risueño, el anciano que nunca frunce el ceño y, aunque tenga razón, a nadie ofende; este difunto joven saldrá indemne del elogio del párroco, solemne, quien antes del ritual inoportuno nos pedirá entre lágrimas de risa: “Propongo que por hoy no hagamos misa, motivo de tristeza no hay ninguno”.