Stella Cano

STELLA CANO

Las Memorias conversadas® son historias de vida escritas en primera persona por Isa López Giraldo

Por circunstancias de la vida conozco a Stella desde hace más de 30 años. He visto en ella una líder innata que conjuga armónicamente su condición de mujer profundamente femenina y atractiva, con sus conocimientos de politóloga y la fuerza contagiosa de sus ideas políticas orientadas a la construcción de una Colombia incluyente, pacífica y con mejores oportunidades para las poblaciones más desfavorecidas. A esto se suma el conjunto de valores que han orientado su vida y que le han permitido superar grandes dificultades y caminar siempre optimista, irradiando alegría y amor.

Sara Inés Gómez B.

Nací en Pereira y fui la segunda de cinco hijos. Los primeros años de mi infancia los pasé en La Celia un pequeño municipio del Eje Cafetero donde mi padre tenía sus negocios. Aficionado a los caballos, me llevaba a los toros y me explicaba el significado de los tercios y las suertes, tocaba la guitarra, cantaba bambucos y canciones españolas. Su muerte prematura, a los 39 años, cuando yo tenía ocho, generó en mi mente infantil la conciencia de lo ineluctable cuando acepté que volver a sentarme en sus rodillas, no era más que un sueño imposible como tantas veces lo tuve. Su desaparición fue la primera de sucesivas y prematuras ausencias de afectos tutelares, como lo fueron mi papá, diez y seis años más tarde mi mamá y quince después mi esposo.

Desde pequeña me incliné por las humanidades; mis clases preferidas en el colegio fueron literatura, historia y filosofía. Ya en la universidad, me apasionó el existencialismo de Sartre, Camus y Simone de Beavoir con sus conceptos sobre la condición humana, el absurdo, la libertad y el compromiso político del escritor. Mientras tanto, en Latinoamérica hacía furor la Teología de la Liberación y la Pedagogía del Oprimido de Paulo Freire que fue texto de estudio en mi facultad de Bolivariana; también las teorías de la dependencia y el desarrollo de Cardoso y Falleto, y Martha Harnecker con sus “Conceptos Elementales del Materialismo Histórico”, en simultánea con el Boom de los escritores latinoamericanos en Europa; mis preferidos, Rulfo, García Márquez, Borges y Cortázar. Pensadores y escritores todos ellos que dejaron huella en mi incipiente formación intelectual.

Me casé con Luis Carlos Arenas, mientras estudiábamos en Medellín y una vez graduados regresamos a Pereira donde nació María Paula mi hija mayor. Al poco tiempo fijamos residencia en Bogotá por espacio de quince años, lapso durante el cual cursé una maestría en ciencia política mientras me desempeñaba como docente en un colegio internacional y una universidad privada. Por esos años nacieron Ricardo y Catalina.

Fue esta la época de mi formación política. Aprendí con Alexis de Tocqueville que los problemas de la democracia se resuelven con más democracia. Con Antonio Gramsci entendí la prevalencia de lo político y el protagonismo del Estado en la historia. Y con Duverger y Sartori, la teoría sobre los partidos políticos como canales de la democracia e instancias de articulación, entre la sociedad política y la sociedad civil. Tuve el privilegio de asistir en la Universidad Javeriana, al último curso, sobre Revolución y Contra Revolución, que dictó antes de su muerte el Profesor Antonio García, así como también a las clases de economía política de Jorge Child, geopolítica con Vázquez Carrizosa; historia de Colombia con Lemonds Simonds, marketing político con Carlos Lemoine, Democracia con Luis Carlos Galán y Comportamiento Electoral con Rodrigo Losada y Elizabeth Ungar. También por estos años entablé amistad con el Presidente López Michelsen con quien discutía sobre el acontecer político del país en almuerzos con personalidades de la época.

Después de tres años como Directora Ejecutiva de la Casa de Risaralda en Bogotá, me vinculé con el sector financiero cuando la banca estaba muy descentralizada, las direcciones generales otorgaban significativas atribuciones a los gerentes, los que respondíamos ante la dirección general por la colocación de los créditos con base en el conocimiento personal que teníamos de los clientes, de la plaza, del sector económico y en especial, del negocio objeto de la colocación. Mi esposo Luis Carlos muere dos años después de regresarnos a Pereira y ocho años más tarde, el Banco Superior me traslada de nuevo a Bogotá, como gerente nacional de ventas. Luego viajo al Ecuador a ocupar esa misma posición, en la que culminé mi carrera de 20 años en el sector financiero. Me casé en segundas nupcias con Jorge Rafael Jaramillo y agradezco a la vida, ese compañero que comparte mis alegrías y tristezas, respeta mis espacios y mis ideas y acompaña mis noches porque nunca me gustó dormir sola.

Mi personaje inolvidable fue definitivamente Marina Arango de Cano, mi mamá; su inteligencia práctica y emocional le permitió, en una época machista cuando la mujer estaba relegada al hogar, al esposo y a los hijos, -cinco en su caso-, superar el duelo y salir de su casa a los 25 años para enfrentarse al desconocido mundo de los negocios. Su paulatina vinculación con lo político y el liderazgo que ejerció para impulsar el desarrollo del pueblo y del sector cafetero de su región, y su forma de interactuar y de relacionarse con la gente; marcaron mi vida y fueron inspiración y ejemplo de mi compromiso con lo público, servicio a los demás y civismo. Ella murió asesinada como una de las últimas víctimas del período conocido como “La violencia”, fenómeno que ha caracterizado la acción política en Colombia desde sus inicios como República. Este hecho motivó, desde entonces, mi interés académico por estudiar, entender y desentrañar las razones sicosociales de la violencia endémica en la historia política de este país.

Mi historia familiar estuvo siempre ligada a lo político, desde mis abuelos hasta mi madre como dije, líder cafetera y política en un pequeño municipio del Antiguo Caldas y en el Occidente del departamento. Pero en mi hija menor, Ana Catalina el gen de lo político mutó, o mejor evolucionó, a lo social para acompañar la tragedia, el desamparo, la angustia y el pánico en circunstancias extremas como las crisis humanitarias. Y se fue a Venezuela a trabajar con desplazados de Colombia por el conflicto armado. En Arauca con indígenas, en Guaviare con campesinos en programas del CICR de contaminación por armas y restos de guerra; en Meta, Putumayo y Guaviare con el programa de Mujer y Guerra, en el África con Médicos Sin Fronteras, en malnutrición y epidemias de Hepatitis E. Hoy, con inmigrantes y asilados de África que salen por Libia a cruzar el Mediterráneo para llegar a Europa huyendo del hambre y la guerra.

Pérdidas, dificultades, equivocaciones, problemas, heridas y cicatrices; físicas y emocionales… muchas; son parte fundamental de mi vida y mi crecimiento porque me permiten valorar los momentos con mis hijos, mis nietos, mi esposo, mis amigas, los viajes, las fiestas y mis clases de flamenco y pintura que tanto disfruto. Tengo una ventaja, mi mente elabora y asimila esos golpes, mi alma perdona y nunca miro hacia atrás, solo evoco los recuerdos lindos, aunque queden las cicatrices físicas como testimonio de lo que me ha tocado vivir. Y puedo afirmar que he sido feliz…

Activismo por la paz, creo que eso es lo más importante que he hecho en mi vida, actividad que inicié primero con grupos cívicos, inter gremiales de la ciudad como la Escuela de Liderazgo, El Costurero empresarial, Destino Colombia y Pereira Unida; posteriormente en forma más sistemática, y una vez jubilada de mis actividades laborales, con el estudio y la investigación sobre violencia, conflicto armado y construcción de paz.

El inicio de los diálogos de La Habana y la ilusión de un país sin FARC-Ep motivó mi compromiso personal de apoyar y acompañar el proceso desde mis posibilidades intelectuales y académicas. Fue así como desde la sociedad civil y con un grupo de amigos y docentes de la Universidad Tecnológica, creamos el Diplomado Liderazgo para la Paz hace cuatro años, en el que hemos formado más de 700 personas. Además de pertenecer al comité académico soy docente de la cátedra de Teoría del Conflicto; dicto seminarios en las universidades Católica y Tecnológica y charlas sobre el mismo tema en diferentes escenarios.

¿Qué opinión te merece lo que para tantos es tendencia en medios pero una tragedia para tantas y tantas mujeres que han querido abrirse camino en lo profesional pero que se encuentran con el acoso sexual y laboral?

Es un fenómeno que se da por las relaciones de poder propias de una cultura patriarcal, relaciones de dominación/subordinación debidas a condicionamientos culturales y a una educación que los reproduce. Al estereotipo de que la mujer es el sexo débil aunque los hechos y la misma naturaleza femenina demuestren lo contrario y a la ideologización del rol social femenino como producto de su instinto, amor o entrega ignorando el verdadero valor económico, social, histórico y político que tiene.

El acoso sexual sucede porque la posición de dependencia amilana a la mujer impidiéndole exigir el respeto que merece su intimidad y su libre decisión. Pero la mujer tiene poder para manejar o replantear su posición en las relaciones, en términos de equidad, igualdad y cooperación, no como subordinada sino como parte interdependiente en cualquier relación. Descubrir, conocer o retomar su poder es asumir una forma distinta de relacionarse con el otro.

Hay formas legales y culturales de combatir el acoso, el abuso sexual e incluso la violación pero la más importante es la educación sobre el respeto y el reconocimiento del valor que como seres humanos tenemos todos, sin importar género ni condición social o económica. Una educación que construya una autoestima elevada y permita a la mujer identificar el valor de su aporte a la relación, a lo que ella tiene y de lo que la otra parte carece. El empoderamiento de la mujer y el conocimiento de sus derechos para que, de manera clara, asertiva y propositiva exija el respeto que merece y afirme su libertad de decisión.

¿Cuál es tu idea de una Colombia ideal?

Anhelo un país en el que los conflictos sociales, -que siempre existirán porque son propios de la relación humana- se tramiten en escenarios democráticos. Un país tolerante en el que la política no se reduzca a la oposición “amigo-enemigo”, en el que a la gente no la maten por pensar o ser diferente. Una Colombia en la que la justicia actúe con efectividad y eficiencia y se utilicen mecanismos de sanción social para los corruptos, narcos y paramilitares. Una Colombia en la que la educación de calidad no sea un privilegio para unos pocos; un país más equitativo donde no se roben la salud de los más pobres, ni la comida de los niños, ni la de los ancianos y un país en el que no sigan dominando o gobernando por siempre “los mismos con las mismas para los mismos” porque el poder político hereditario, no puede ser la constante en un sistema verdaderamente democrático, que necesita la circulación de élites para mejorar la movilidad social, ofrecer oportunidades a sectores tradicionalmente marginados del poder y de los beneficios del Estado y promover de una manera pacífica las transformaciones sociales. Esa es la Colombia que anhelo y la causa que me motiva a contribuir con mi granito de arena.

¿A qué época y a qué lugar perteneces?

A una época en la que la mujer conquista su independencia y decide sobre su vida. A una Colombia que intenta dejar atrás las violencias y abrir espacios democráticos para que las ideas y las ideologías se debatan sin armas, entre contradictores y no entre enemigos y donde el aporte de la oposición construya ese país diverso, multiétnico y multicultural que consagra nuestra Constitución política.

¿Dónde reside tu fuerza de lo femenino?

En mi seguridad, mi capacidad de comunicación y empatía.

¿Cuál ha sido la mayor crisis de tu vida y qué te ha dejado?

Haber sufrido en carne propia la violencia de la que han sido víctimas millones de personas en este país; superar el trauma, y valorar y agradecer la oportunidad que me dio la vida de estar un tiempo más al lado de mis seres queridos. Esa crisis en la que por poco pierdo la vida, reafirmó mi voluntad y mi compromiso de trabajar como activista de paz desde mis posibilidades; la cátedra y la comunicación (redes y blog).

¿Cómo te castigas y cómo te premias?

No me castigo. Me premio dándome gustos como viajar, ir a un spa o salir de compras.

¿Qué te gusta dejar en las personas que se acercan a ti?

Alegría y también Inquietudes.

¿Qué debería decirse de ti el día de mañana?

Una mujer que actuó de acuerdo con sus convicciones y se comprometió con su momento histórico.

Memorias conversadas para Historias de vida por Isalopezgirlado