Juan Sebastián Pinilla

JUAN SEBASTIÁN PINILLA

Las Memorias conversadas® son historias de vida escritas en primera persona por Isa López Giraldo.

Isabel López Giraldo es responsable del contenido de este sitio web. Davivienda actúa como patrocinador de la sección “Jóvenes Talentos”.

En mi familia se han heredado los nombres por tradición, y el mío lo tomaron pensando en Johann Sebastián Bach y yo me creí un poco el cuento.

Soy Juan Sebastián Pinilla Rojas, de raíces santandereanas, vallunas y rolas. También soy producto de embarazo adolescente y eso que tengo un hermano mayor un año, Rodolfo, el gran hermano. Mis papás, Rodolfo Raúl y Claudia, se enamoraron en el barrio donde queda Casa Palma, el hogar de mi mamá y el de mi papá quedaba a pocas cuadras.

Mis abuelos paternos, Raúl Pinilla Gómez y Cecilia Alvarado, así como los maternos, Luis Alberto Rojas y Lucena Mora, fueron siempre muy amorosos y estuvieron muy pendientes de nuestra crianza, por no decir que la asumieron. Fueron al rescate de sus hijos que se habían fugado a Cartagena presas del susto de lo que les estaba pasando. Mi mamá había dejado una carta pidiendo perdón a su familia, confesando su amor y su embarazo de mi hermano. Los buscaron hasta encontrarlos en La Heroica y se quedaron con ellos allá por meses.

Nací el 12 de enero de 1981 y, mi tío Fico que se encontraba en Madrid, dice que ese día nevó allá. Es muy curioso porque es una de mis ciudades favoritas.

Escogí a dos padres llenos de energía y tan jóvenes que les faltaba estructura, lo que me fue evidente cuando entré al colegio pues los de mis amigos ya tenían proyectos de vida muy consolidados que les permitía brindarles otras posibilidades económicas y afectivas.

Crecí con unos padres que se estaban descubriendo, con una diferencia de edad entre nosotros de tan solo dieciséis años, razón por la que mi figura de autoridad la encontré en mis cuatro abuelos que los llamaban al orden a ellos, a mi hermano y a mí al mismo tiempo. Ahora que soy padre, comienzo a validar mi historia, la información y la experiencia a través de los recuerdos.

Con padres como los míos, la educación es muy lúdica y libre, lo que al tiempo endosa mucha responsabilidad. Consecuencia de ella es que me gustan la aventura, el riesgo y el juego, y el que la vida se sienta muy apasionada en cada cosa que emprendo.

Mi familia materna es muy unida, son diez hermanos en su mayoría mujeres, así que tuve seis mamás putativas más las abuelas, que sumados a la familia de mi papá (un poco más reducida), me permitió tomar lo mejor de cada uno. Fui muy observador, siempre viví alerta, lo que me llamaba la atención lo asumí como propio, por lo mismo me detuve ante las personalidades que me resultaban atractivas.

En mi casa hubo muchas reuniones alrededor de la música. Por ejemplo, tengo una tía cantante, mi papá toca guitarra, mis abuelos paternos hicieron teatro y mi otro abuelo fue diseñador de muebles (como se autodenominaba) otros le dirían carpintero con fábrica, él tenía un nivel estético muy elevado y le gustaba la plasticidad, talentos que fui atrapando.

El servicio ha sido un gran pilar para nosotros y hay una red de solidaridad muy grande entre las dos familias. Nosotros vivimos de la economía de los abuelos que fueron siempre tan queridos, espontáneos, libres de espíritu, amorosos, que además de cuidar de nosotros, sus nietos, asumieron el estudio de sus hijos. Mi papá es administrador de empresas y abogado, y decidió esa carrera por la responsabilidad que tenía con la familia (pero seguramente hubiera preferido ser otra cosa) y mi mamá es licenciada en preescolar, una mujer muy dulce, entregada a sus hijos y al mismo tiempo muy activa y amiguera.

Mis papás se separaron después de quince años de unión, lo que nos pareció muy sano para todos. Mi mamá no tuvo más hijos, mi papá en cambio tiene tres hijos más, dos con Gloria, que son Daniel y Santiago, producto de su segunda unión luego de mi mamá; y con Diana su pareja actual, tienen a Samuel, mi hermanito menor de 6 años de edad. Para mi es una alegría poder tener a cuatro hermanos, ya somos un buen equipo de fútbol de salón. Yo digo que a mi papá le gustan muchos los hijos y ahora que soy padre lo valido, él no se resiste a la mirada amorosa y devota de un hijo, y yo ya sé lo que eso significa.

La época del colegio no fue la mejor, me sentí muy frustrado y limitado pues mi espíritu es libre. Estudié en un colegio masculino de curas españoles, muy bueno académicamente pero sin énfasis en arte pues se le daba toda la fuerza al pensamiento racional por encima del creativo, así pues que no encajé y fui muy rebelde. Mi hermano mayor iba dos cursos adelante y los profesores nos comparaban, lo que generó más resistencia en mí (él fue muy maduro y serio, el que llamaba al orden a mis papás).

Siempre fui muy disperso, preferí hacer otras cosas y no atendí a las clases aunque pasaba los exámenes. Dibujé mucho, aprendí de mi abuelo paterno que me ponía a hacer trazos y participé en concursos en los que me fue muy bien. Hice mucho deporte pero no me fue suficiente por lo que me inscribieron en teatro, así fue como llegué a la Casa Juvenil del Teatro Nacional. Recuerdo que sentí un poder impresionante en ese lugar, era donde quería estar: tras bambalinas.

Hice nuevos amigos con los que canté, bailé, y me desconecté, porque nos expresábamos fuera del acartonamiento del colegio y porque los profesores tenían otro estilo. En el teatro encontré un lugar de expresión al que me aferré.

El aspecto visual me marca muchísimo. En el colegio nos preguntaron qué queríamos ser cuando grandes y todos lo tenían claro pero yo solo supe que no me pondría corbata y que tendría el pelo largo. Con esto me gané un castigo, uno más de tantos, pero hoy soy lo que en ese momento proyecté.

Cuando me veo entiendo que no le fallé al niño que alguna vez fui y al que aún hoy protejo. Cuando me siento muy adulto me bloqueo, no me hallo, no me disfruto, en cambio cuando permito que el niño haga presencia, fluyo muy bien, conecto perfecto con la gente y hablo de lo que debo hablar.

Un tiempo después mi papá vio en el periódico que estaban haciendo audiciones en MISI, me llevó, me presenté y pasé. Estuve con ellos durante los últimos tres años de colegio y curiosamente esta fue una disciplina que sí me gustó, que sí disfruté y que acepté sin problema.

Resulta que cuando iba a pasar a décimo, fui expulsado del colegio y decidí que no buscaría otro. Había ingresado a uno de muy bajo nivel, de niños rebeldes y donde los profesores no eran precisos. Así pues que no aguanté allí ni una semana. Decidí vivir un año sabático, pero más que sabático fue de trabajo, en el cual realizamos varios trabajos junto a mi gran amigo Javier.

Validé mi bachillerato pues no quise perder más tiempo y así pude llegar rápidamente a la universidad. Quise estudiar mercadeo y publicidad pero mi papá me llamó de Nueva York a decirme que estudiara teatro. Comencé en la academia de Rubén Di Pietro donde se me amplió el espectro: la ficción, los cuentos, el juego, el hecho de soñar, los procesos de introspección que viví en ese inicio de la adultez, significaron un proceso de formación a través del ser porque en últimas ese es el arte dramático: reconocerse, ser consciente de uno mismo y entender los detonantes propios.

Un artista necesita exquisita sensibilidad, gran inteligencia, auto aceptación y disciplina. Trabajamos bajo estas premisas, vino mucha lectura, mucha observación y análisis, mucha confrontación con uno mismo identificando las herramientas que pudieran potenciarnos.

Encontré en mí a un loco amoroso, apasionado, súper sensible. Un fanático de las mujeres, que en cada una de mis relaciones ellas fueron edificando parte de mi personalidad. Descubrí una vocación que iba más allá del teatro, me gustó crear, más que ser dirigido, preferí dirigir, producir, articular para lograr una puesta en escena. Al final todos se peleaban por los parlamentos y yo pedía el que menos tuviera para poder detenerme, tener tiempo, analizar y desarrollar las particularidades que hacen parte de un todo.

A los diez y nueve años salí de la casa pues me enamoré de una mujer con la que me fui a vivir un tiempo importante. De alguna forma repetí lo de mis papás al tener una pareja a muy temprana edad. Paloma venía de Cali, se estaba formando como actriz y en un momento dado su papá, Ernesto Díaz, que era un productor de televisión, Producciones Imaginart, trasladó su negocio a Bogotá y con él trabajamos un tiempo (su hija, su hermano Sebastián, Federico Montilla, amigos de la universidad y yo).

Quise estudiar algo formal por lo que hice diplomados y pasé por muchos maestros. Trabajé en televisión como actor e hice papeles en programas de capítulos unitarios: Siguiendo el Rastro de Teleset y Expedientes de Tele Colombia. Debo confesar que no me gustó el proceso que implicó hacer televisión en esa época, recibir un guión a media noche para tenerlo listo a las siete de la mañana no permite madurar al personaje, así su creación no se logra de manera consciente y profunda, sino en caliente e improvisada.

No me gustó verme de esa forma, en cambio sí me gusta el teatro que implica mucho trabajo, ensayos, se logra soportado en herramientas y estudiando el personaje. Lo que sí me atrapó fue ver cómo la gente dirigía por lo que decidí estudiar cine y fotografía, que me permitiría hacer mis propias películas, rodeándome de mis amigos, menos industrializado y más artesanal.

Tanto en teatro como en cine me he sentido conectado con mi vocación, el camino se abre naturalmente, esta no es una carrera de cien metros, es una maratón para la que hay que prepararse porque el arte es de resistencia.

En mi proceso de formación como realizador audiovisual conocí a Marlon Becerra, fui a la cita como un actor que debe cuidar su imagen, y me arriesgué al decirle que yo podía dirigir su programa de entrevistas, en aquella época se llamaba “Soles y Vientos”, las entrevistas son el formato que me encanta por encima de todos los demás.

El primer programa que dirigí fue el que hicimos con Leonel Álvarez, otros personajes que recuerdo fueron el Flaco Agudelo que dijo “la vejez, la más dura de las dictaduras que tuvo la juventud alguna vez”, pero también dirigí el programa con Maradona que se hizo donde Jacanamijoy y que para mí fue muy emotivo porque despertó el niño futbolista dormido que había en mí. También hice fotografías tipo retrato a sus invitados que fueron muy especiales.

En un momento dado decidí viajar a Argentina, un destino que me llamaba poderosamente la atención por su música, su cine, era un lugar en el que encontraba muchos referentes. Fue un nuevo comienzo después de que se acabara mi relación con Paloma. Y estando allá tuve la oportunidad de descubrirme, solo y un poco más maduro. Me gustaba caminar y en especial en ese frio de otoño porque era como me sentía. Potencialicé mi pasión por la fotografía, la cámara se instaló en mis manos, con ella logré retratos espontáneos y es una herramienta a la que me acoplé muy fácilmente.

Mi primera cámara, que aún conservo, fue una Canon 500 de rollo de 35mm análogo, y es curioso porque después de tantos años me convertí en embajador de la marca. Recuerdo que comenzaron encargos familiares, fiestas de quince, matrimonios y demás, lo que me generó ingresos adicionales. Hice un diplomado en fotografía publicitaria en Estudio Eizer, donde recibí muy buenas herramientas.

Volví al país recargado para abrirme camino, para crear mi mundo. Hoy tengo claro que soy un creador audiovisual, no un actor, no un fotógrafo, no un director. No estoy limitado, todo en mí se expande para hacer cine y fotografía, para actuar, para hacer arte, hablando de él, creando talleres, dando una buena entrevista. Se trata de ser fiel a la vocación, de abrir circuitos, como el del largometraje que comencé y que tengo en pausa.

Tuve varias oportunidades laborales. Gracias a mi papá, conocí a Diego Aguayo (tal vez una de las agencias de publicidad nacionales con más premios). Él estaba haciendo un stand up comedy y fui a hacerle unas fotografías sin saber quién era, pero siempre capturando las imágenes con pasión y responsabilidad, a Aguayo le gustó mi trabajo y me abrió las puertas a la publicidad. Me formé con él gracias a los pequeños encargos que me empezó a delegar. Como mencioné, tenía pensado estudiar mercadeo y publicidad, y aquí ya estaba ejerciendo.

Mi tiempo transcurría entre la calle 90 con carrera 15, donde Marlon Becerra, y la calle 94 con 11, en Aguayo Publicidad. Un día me detuve en un bar del Parque de la 93, The Red Lion English Pub, y cuando se acercó la mesera, descubrí la belleza más especial y única, me enamoré completa y perdidamente, y para siempre. Ella muy seria, no me prestó atención por lo que seguí frecuentando el lugar hasta que en algún momento me dio su número que anoté mal y terminé chateando con otra persona.

Al día siguiente le comenté lo que me había ocurrido y ahí sí decidió abrirme un espacio para conversar. Luego supe que atendía el negocio de su familia, una familia muy amorosa y conservadora, una familia que la llamo mi “familia en amor”, en vez del término anglosajón para la familia política (family in law) yo prefiero usar mi término “family in love”. Es también una familia numerosa como la mía, muy unidos y que se respaldan los unos a los otros.

Hoy, después de diez años, Gloria es mi esposa y madre de mi hijo, Joaquín, y puedo decir que soy el más feliz al construir un mundo a su lado. Es curioso porque una de las primeras preguntas que le formulé al conocerla era si tenía hijos, después se reveló que lo que vi en ella es que sería la madre de los míos. Tenemos una productora audiovisual, Mirada Frame, que ella gerencia, porque Gloria es mi complemento, es todo aquello que a mí me falta.

Mi proyecto más inmediato es Casa Palma Bogotá “espacio cultural y creativo”. Adaptamos la casa de mis abuelos con mi primo Betey (donde mi abuelita Lucena alcanzó a celebrar sus 90 años) buscando que fuera un lugar para la fotografía, para el arte, para la música, para el audiovisual donde exponemos colectivos que incluyen mi trabajo personal.

He participado en diferentes convocatorias quedando seleccionado y en puestos honoríficos, como en N.Y que una de mis imágenes está en un compilado de las mejores fotografías de Latinoamérica, también expuse en MillBridge Gallery en Inglaterra y con los premios y los encargos, he viajado por el mundo.

De la vida tomo la energía. Mi mayor fortaleza es la pasión y la fiesta mi mayor debilidad. Mi felicidad está en mi familia y mi dolor en mi sensibilidad. El tiempo es hoy, es ahora. Mi foto es la que capturo cuando bombea mi corazón de emoción, ese es el instante que quiero detener.