Juan Alejandro Ángel Arango

JUAN ALEJANDRO ÁNGEL ARANGO

Las Memorias conversadas® son historias de vida escritas en primera persona por Isa López Giraldo

Soy un pereirano con todo lo que representa haber nacido en una ciudad intermedia, muchas ventajas que cada vez son más escasas en la medida en que esta crece. Me describo como una persona creativa.  Soy quien se propone algo y trabaja para lograrlo. Inquieto por conocer mundos y posibilidades. Emprendedor. Promotor de proyectos. Soy hijo, hermano, esposo y un padre de familia que da lo mejor que puede. Golfista y en general deportista. Me gusta la naturaleza, el turismo. Valoro mucho el emprendimiento, a los empresarios como tal, al considerar que son importantísimos para la sociedad.

ORÍGENES

RAMA PATERNA

En una investigación que adelanté durante el primer año de pandemia, supe que mi familia llegó de Antioquia por la ruta de Sonsón, pasó por Salamina donde hace poco, al visitarla, pude encontrar mucho de nuestras raíces.

Don Valeriano, padre de mi bisabuela Tulia Marulanda, fue alguien muy importante en la historia de Pereira junto con sus dos hermanos, Francisco y Juan María. Juan María fue abuelo de María Isabel Mejía. Valeriano fue un actor muy importante en la región por su liderazgo y trabajo, además fue el consultor de muchas personas que acudían a él para que les ayudara con asuntos de su vida diaria. 

Don Bernardo Ángel Marulanda, mi abuelo, hijo de Tulia,  fue un comerciante que importaba todo lo necesario para atender la industria cafetera y las que surgieron; en su almacén vendía motores, secadores de café, cables eléctricos, transformadores. El abuelo también fue un consejero al que muchos acudían. El término con el cual ha sido reconocido siempre Don Valeriano ha sido el de “El gran consejero” y Don Bernardo, de alguna manera, heredó ese don, esa capacidad. Es curioso porque con frecuencia me encuentro con personas en la región quienes me cuentan que viajaban de los municipios aledaños para hablar con mi abuelo en su almacén  y pedirle consejo.

Doña Gladys Arango, mi abuela, perteneció a una familia de gente muy de esta región. Se casó con mi abuelo y tuvieron siete hijos a quienes criaron a media cuadra de la Plaza de Bolívar, sitio donde todo el mundo vivía, cerca unos de otros, porque era un pueblo pequeño.

Carlos Arturo Ángel, mi papá, fue siempre muy buen estudiante, viajó becado a los Estados Unidos donde estudió ingeniería química en Pittsburgh, Pensilvania. A su regreso se convirtió en un gran administrador trabajando para empresas e instituciones de la región y del país. Nunca fue emprendedor, pero si un gran administrador. Así fue un directivo empresarial que estuvo al frente de la Corporación Financiera de Occidente, profesor de la Universidad Tecnológica, gerente del Ingenio Risaralda y del Ingenio Riopaila, de Conconcreto, presidente de la ANDI. Pero también fue gobernador de Risaralda y senador de la República. Le gustó mucho lo público y ocupó cargos públicos al ser nombrado en ellos, pues no fue político de elección popular. Murió de cáncer muy joven, a los sesenta y dos años.  Yo diría que mi padre le entregó parte importante de su vida, su salud incluida, a los complejos cargos que ocupó y a los “chicharrones” que decidió enfrentar.  Fue un hombre de un gran carácter.

De mi padre, tuve un referente de liderazgo muy grande, porque fue alguien muy trabajador, inspiración para mi vida profesional. Fue una persona muy musical, tocaba el órgano y el acordeón; un estudioso consagrado a quien le encantó leer, escribir y hacer ponencias.  Durante sus años en el Congreso de la República, fue el senador que más ponencias hizo. Mi padre poco ayudaba a mi madre, porque casi siempre estuvo frente a cargos que lo mantuvieron lejos de Pereira.

RAMA MATERNA

Alberto Arango, mi abuelo materno, murió muy joven, cuando mi mamá tenía doce años. Esta situación la convirtió a ella en la mano derecha de mi abuela, Elvia Abad, quien quedó dueña de la finca Maracay que tuvo que sacar adelante en circunstancias adversas.

Luz María Arango, mi madre, también muy pereirana, fue una mujer muy fuerte, trabajadora, generosa con sus amigos, con la comunidad en general y con nosotros sus hijos en quienes confió. Nos dio siempre todo el respaldo y la libertad de disponer de sus cosas y de ayudarle, lo que me ha permitido a mí liderar una empresa familiar y construir junto con mi hermano y primos. De ella recibí la confianza que nos permitió potenciar lo que heredamos de los abuelos; se dedicó a apoyar a sus hermanas y a su madre, quien también murió muy joven; atendió la responsabilidad de manejar una finca, situación poco común en su época.  Mi madre también invirtió tiempo de su vida a causas sociales como la fundación de la Liga de Lucha contra el Cáncer y la Fundación Gloria Restrepo.  

Mi madre, recién fallecida, octubre 2 de 2022, nos deja un legado inmenso de amor, un ejemplo grande de confianza y respaldo y unos recuerdos muy valiosos que tenemos la obligación de mantener vivos para las futuras generaciones.

INFANCIA

Disfruté mucho mi infancia, fueron unos años muy felices. Vivimos en el barrio Los Álamos, que era lejos del centro de Pereira. Recuerdo el compartir de mis papás con sus amigos, vecinos de barrio, por ende, sus hijos fueron nuestros amigos. También compartimos muy de cerca con tíos y primos, porque llevamos una vida muy familiar. Las Navidades las pasamos en la finca Maracay, en Cerritos, y los Años Nuevos en la finca El Cairo, del Abuelo Bernardo Ángel en Salento, en el Valle del Cocora.

Somos dos hijos. Mi hermano Andrés estudió en EAFIT, está casado, tiene dos hijos, vive en Medellín, y toda su vida ha sido un alto ejecutivo del sector salud. Trabajó en Sura veinte años, actualmente está con un grupo peruano quienes han comprado varias clínicas en Colombia.

ACADEMIA

Estudié en el colegio Calasanz donde se me inculcaron muchos valores. No fui el mejor estudiante, por ende sufrí un poco. Uno pasa trabajos cuando niño si no le va muy bien en el colegio, en especial cuando la forma de medir es por resultados. Debo decirlo, lo que me parecía tan maluco en el colegio lo he aprendido a valorar con el paso de los años. No me gustaba la historia ni la geografía ni el español, hoy en día me encanta escribir, trato de hacerlo lo mejor que puedo; la historia me fascina, no quiero sino ver series de historia; la geografía me encanta y disfruto viajar.

Como mi padre estudió en los Estados Unidos, mi gran interés fue estudiar allá también. La carrera siempre la tuve muy clara dado que, al tener una finca ganadera como Maracay, de alguna manera quise ser finquero, entonces decidí estudiar zootecnia. Viajé primero para aprender inglés y quise quedarme para adelantar la carrera.

Asistí a Michigan State University, muy al norte, por ende había pocos latinos. Hice parte de una fraternidad, Theta Chi, que me dejó una gran cantidad de amigos con quienes he vuelto a conectar a través de las redes sociales. Aquí permanecí por seis años, desde mis diecisiete. Decidí quedarme períodos largos, viajando cada año o año y medio, lo que me generó mucho arraigo al lugar y a su gente.

En esa época todavía no había Internet, hablar con los papás, con los amigos o la novia era una tarea muy costosa porque valía demasiado hacer una llamada. Recuerdo que nos cruzábamos cartas que se demoraban en llegar casi un mes; cuando las recibía, las noticias ya estaban obsoletas.

GOLF

Una anécdota que viví y que me ha marcado siempre, tiene que ver con mi amor por el golf, el que empecé a jugar a mis nueve años. Si bien lo amaba, no era lo suficientemente disciplinado para dedicarme a él. Quería ser el mejor en la rumba y en el golf, lo cual es completamente imposible. Sin embargo, me antojé de conformar el equipo de la Universidad y lo logré después de hacer muchas cosas que hoy, cuando miro hacia atrás, me enorgullecen.

Para poder estar cerca del equipo conseguí un trabajo en el campo de golf. Afortunadamente no necesitaba trabajar porque mi padre era muy generoso y me mandaba la plata que necesitaba para cubrir todos mis gastos y para atender todos mis antojos, pero descubrí que trabajando estaría cerca del equipo. Fue así como recogí bolas, limpié los carritos de golf, lavé los baños del campo. Hice cosas que nunca en la vida había hecho ni volví a hacer, pero que me formaron mucho. El entrenador, quien vio mis ganas por hacer parte, me invitó a conformar el equipo. Este fue uno de los momentos más felices de mi vida.

ZENÚ

Cuando llegué de estudiar Animal Science o zootecnia me instalé en Medellín. Esto fue así porque mi padre, quien era en ese momento presidente de la ANDI, me podía ayudar a conseguir un buen puesto en una empresa. Me preguntó: “¿En qué quiere trabajar?” Le dije que en porcicultura. Entonces me consiguió un trabajo en Zenú donde permanecí por año y medio.

Esta fue una experiencia muy enriquecedora, pues fui el supernumerario de veinte zootecnistas que tenía la empresa. Me correspondía recibir al que iba a salir de vacaciones, reemplazarlo, luego entregarle nuevamente. De esta manera conocí alrededor de cincuenta fincas en toda Antioquia. Era un época muy dura, resultaba peligroso y azaroso vivir en Medellín por las bombas de Pablo Escobar. De hecho, cuando decidí que de zootecnista no iba a realizarme plenamente como profesional, días antes de viajar a Bogotá dieron de baja a Escobar.

UNIVERSIDAD DE LOS ANDES

Estudié un MBA en la Universidad de los Andes. Esta experiencia fue mágica porque me permitió descubrir que sí podía ser buen estudiante, que no me había esforzado lo suficiente ni en el colegio ni en la universidad. Fue un año y medio muy intenso en el que estudié prácticamente de día y de noche, podía amanecerme con mi grupo de estudio conformado por ingenieros, en su mayoría, y de muy altas exigencias. Quedé altamente agradecido por lo que aprendí, especialmente por mis compañeros.

Aquí tuve la oportunidad de analizar múltiples opciones, la de emprender, por ejemplo. Me llamó mucho la atención la electiva Gerencia de Proyectos Inmobiliarios que la dictaba Camilo Congote. Esta clase me permitió ver la oportunidad que teníamos de convertir la finca en un condominio, en un lugar bien urbanizado, bien habitado y en sitio donde lo ecológico tuviese gran importancia. Allí surgió la idea de Maracay Ciudad Campestre. Era 1992.

ALMACÉN DEL ABUELO

Cuando regresé a Pereira, siendo ya un zootecnista con MBA, pensé que podría contribuir en el mejoramiento empresarial de la familia, entonces me fui a trabajar con mi abuelo Bernardo en su almacén y con mi tío Augusto Ángel, el tío Tuto, quien estuvo toda su vida al lado de su padre, apoyándolo. Fue muy enriquecedor y aprendí muchas cosas de ellos.

FONDO GANADERO DEL RISARALDA

Habían pasado dos años cuando me ofrecieron la gerencia del Fondo Ganadero del Risaralda ante el fallecimiento de Gilberto Ángel. Gilberto, quien no era pariente mío, murió de repente, entonces el presidente de la Junta del Fondo, Helio Fabio Castaño, me invitó a asumir esta responsabilidad.

Encontré que este cargo complementaba muy bien mi formación profesional. Atendí las fincas del Fondo, no quedaban en Risaralda, sino en el Magdalena Medio, la cuna del paramilitarismo. Tuve que manejar fincas en el momento más álgido del paramilitarismo en Colombia, una situación extrema, impresionante. Ya no había enfrentamientos con la guerrilla, entonces, si uno jugaba con las reglas de los paras, podía ir y convivir y no le pasaba nada. Cuando se daban los ordeños, los campesinos dejaban las canecas en una carretera completamente inhóspita y el lechero pasaba, dejaba la plata encima de la caneca y seguía. El caso es que nadie podía tocar esa plata, porque quien hiciera algo malo no viviría para echar el cuento.

Conocí muchas familias campesinas con fincas grandes, de mil y dos mil hectáreas. Se trataba de campesinos de ruana con un Toyota parqueado ahí, pero descalzos trabajando su propia tierra. Conocí muchos testimonios de familias que habían perdido a sus hijos, a esposos que habían perdido a sus esposas. Realmente historias dramáticas de cómo la guerrilla hizo un daño tan fuerte y de cómo les tocó armarse para defenderse. Este fue el origen de un paramilitarismo que todavía no era narcotraficante ni nada de lo que vino después, se trataba de autodefensas buscando salvar su trabajo y cuidar de sus familias.

ASOCIACIÓN NACIONAL DE INDUSTRIALES – ANDI

Después de dos años me ofrecieron la gerencia de la ANDI capítulo Risaralda. El poder estar tan cerca de tantos empresarios, los más grandes e importantes de la región, con la posibilidad de escuchar sus experiencias, su problemática, sus quiebras, sus retos, me permitió aprender en profundidad y ayudarles ante el gobierno local y nacional. Este hecho hizo que me empezara a antojar de hacer empresa.

Tuve grandes ejemplos de empresarios que me marcaron para siempre:  Marcial Navarro, Alfredo Hoyos, Felipe López, Rafael Villegas, entre otros. Para iniciar mi emprendimiento, contraté a un joven que me ayudaba a hacer mis vueltas, pues necesitaba apoyo.

TIPSA

Tipsa, empresa familiar promotora de Maracay, nació con la escritura de constitución en un maletín que cargaban los hombros del joven que había contratado. Conté con el apoyo inicial de mi tío Jaime Aristizábal, esposo de mi tía Nohra Ángel. Jaime estudió en la UTP y ha sido siempre un hombre muy ejecutivo y gran consejero de empresas. Actualmente hace parte de las juntas directivas de Frisby, Caminos, de la Empresa de Energía, del Aeropuerto, de la ANDI. Nos orientó en la forma estratégica en que debíamos constituirnos como sociedad familiar.

Para esto me fue fundamental la confianza de mi madre y de mi tía Martha Ligia, quienes creyeron en la idea que yo les estaba vendiendo, la de que debíamos comenzar a desarrollar esta tierra, pues estaba ocupada en actividades agropecuarias de muy baja rentabilidad. La ciudad venía creciendo hacia Cerritos y muy pronto los impuestos serían imposibles de pagar con actividades del agro.

Estuve decidido a aplicar mis conocimientos de desarrollos inmobiliarios que aprendí en los Andes. En eso mi papá, quien era presidente de Conconcreto, me ayudó mucho. También sus amigos de Medellín, como Tulio Gómez, dueño de Londoño Gómez, una de las constructoras más grandes del país. La gente fue muy generosa en darme todo lo que estaba a su disposición para que yo pudiera iniciar nuestra  empresa lo mejor posible. También revisamos otros proyectos, tan emblemáticos como Mesa de Yeguas, Pradera de Potosí, Anapoima, de firmas muy reconocidas y serias que inspiraron lo que ahora es Maracay.

A mi padre siempre lo rigió algo en su vida. Consideró que la vida de un profesional gerente no debía pasar de cinco años. Sostenía que en ese tiempo un profesional debía ser capaz de entrar a una empresa, leerla, entenderla, diagnosticarla, ejecutar y dar espacio para que otra persona entrara. Esto me pareció una señal que seguí. Entonces decidí retirarme de la ANDI y ponerme al frente de mi propia empresa.

Montamos oficina en el Centro Financiero desde donde, además de atender el proyecto, hice focus groups para pensar en nuevas iniciativas. Por ejemplo, cuando nos sentamos contigo, Isabel, en una mesa alrededor del Centro Internacional del Eje Cafetero, proyecto que nunca hicimos, pero que estuvo muy avanzado.

DIVERSIFICAR

En Tipsa entendí la importancia de diversificar para evitar estar muy expuesto en una sola actividad o tipo de activos. Pasamos de ser una familia agropecuaria a tener actividades inmobiliarias. Constituimos Red A3 Asesores Inmobiliarios, que maneja alrededor de trescientos inmuebles de otras personas.

También emprendimos en proyectos como Trilogía, tres torres de apartamentos cerca del Terminal de Transportes. Hicimos Uniplex, una experiencia muy buena, porque en él me convertí en socio de don Héctor Villa, dueño de Dromayor, quien en ese momento tenía unos ochenta y cinco años. Don Héctor había sido mensajero en una droguería ubicada en la antigua galería de Pereira, donde hoy queda Ciudad Victoria, después fue su dueño y al morir ya tenía más de doscientas veinte droguerías en el país. Conseguía socios jóvenes con los que pudiera emprender, y lo hizo con nosotros.

PROYECCIÓN

Desde hace unos años me propuse a planear un poco la vida para que fuera más balanceada. Lo primero que atendí fue cultivar la vida espiritual para que me resultara más positiva, más tranquila, más balanceada. Hoy en día hago yoga con buena intensidad, sigo a Yoga al alma con Ana Isabel Santamaría a quien conocí durante un viaje a la Costa, en plena pandemia.

En lo laboral continúo sacando proyectos dentro de Maracay. Actualmente estamos sembrando cacao, queremos hacer un centro comercial a la entrada, un senior living, y queremos sacar adelante un resort en la parte baja enfocado en el deporte, en la vida sana, saludable. Queremos hacer un aporte importante al turismo del Paisaje Cultural Cafetero.

En lo deportivo, estoy jugando el mejor golf de mi vida; ahora soy senior y como tal me he ganado los últimos cinco torneos nacionales que me llevaron a clasificar junto con otros cinco golfistas del país, para jugar el torneo aficionado más importante de Latinoamérica, Latin American Amateur Championship – LAAC, que se va a jugar en enero en Puerto Rico. Logré algo que ni siquiera pensé, ingresar al ranking mundial amateur, dados los buenos resultados: debo estar en el puesto trescientos setenta. Mis amigos se ríen cuando al preguntarme por qué estoy jugando tan bien les contesto que es porque estoy haciendo yoga. Claramente también estoy practicando más y mejor y pensando más acertadamente.

En lo familiar, estoy siempre trabajando para fortalecer los lazos con los míos, pues no puedo desconocer que el matrimonio ha tenido momentos muy difíciles, pero en los que hemos trabajado para sentirnos muy plenos. En lo social, aprovecho la ventaja de tener amigos mayores, pero también muy jóvenes, porque de todos aprendo.

MENSAJE A LOS JÓVENES

Desde muy joven, cuando estaba en los Estados Unidos y comencé a trabajar, valoré la importancia que tiene adquirir experiencia haciendo algo, así sea básico. De esta forma se aprende muchísimo de responsabilidad, manejo de horarios, esfuerzo, el rigor de hacer las cosas bien y, sobre todo, aprender del trabajo duro que tienen que hacer tantas personas. Aprendí mejor inglés trabajando que asistiendo a los cursos, pues me obligaba a comunicarme. Trabajar conecta con la realidad de la vida laboral. Así lo he hecho siempre.

Cuando estaba en la ANDI no desperdicié oportunidad para asistir a una reunión gremial o coctel porque sabía que allí conocería a alguien importante, iba a oír algo que me podría ser muy útil, conocería un nuevo empresario. He mantenido la mente abierta y el deseo de explorar.

FAMILIA

A Alejandra, mi esposa, manizalita, la conocí en una cabalgata en Maracay. Estudió mercadeo y publicidad, hizo un MBA con la Javeriana. Se dedicó, de manera ejemplar, a la familia, pues quedamos embarazados muy recién casados. Ahora, con los hijos más grandes, empezó a emprender en un tema de experiencias alrededor de la naturaleza, del cacao, y lo está haciendo muy bien.

Sanint Nature es el nombre de la empresa de Aleja, con lo cual la veo muy feliz y yo quiero apoyarla mucho.  Tengo un gran sentimiento de gratitud con la vida por haberme dado de esposa a una mujer tan especial.  Gran apoyo en mi vida.

Tenemos tres hijos espectaculares. Luna, quien actualmente estudia en los Andes para ser psicóloga y desde ya es muy profesional.  Luna fue un nombre muy pensado y creo que la describe plenamente:  ¡Una gran mujer! Simón estudia administración también en los Andes, está muy inclinado hacia su cuidado personal, al deporte y es un gran amigo de sus amigos.  Tiene esa gran vocación de servicio y apoyo a los demás que tanto necesita nuestra sociedad. Martín, siete años menor a Simón, estudia en el Liceo Francés, pica en todos los deportes y yo lo apoyo porque disfruto inmensamente acolitándole, ojalá pronto se focalice en alguno.  Martín ha sido un gran regalo que la vida nos dio cuando pensábamos que ya el grupo éramos cuatro y llegó el quinto para completar el “fivesome” como diría un golfista.

REFLEXIONES

  • ¿Cuál es tu sentido de la existencia?

Ser feliz, porque si uno lo es, logra irradiar a otros. Servir, cuando lo que uno hace le sirve a otros, uno logra estar muy pleno. Reconozco que tener cierta abundancia es bueno porque permite invertir y crecer, pero concluyo que uno no necesita realmente mucho para ser feliz. Muchas veces, cuando es demasiado, lo material lo puede alejar a uno de la verdadera felicidad.

  • ¿Qué debería decirse de ti el día de mañana?

Que dejé proyectos y que brindé apoyo, con lo que ayudé a transformar a la sociedad para bien.  Que criamos unos hijos que también son personas de bien y que aportan con su trabajo e inteligencia a este país que tanto nos necesita.

  • ¿Cuál debería ser tu epitafio?

Esa idea me queda de esta charla.