Enrique González Ayerbe

ENRIQUE GONZÁLEZ AYERBE

Las Memorias conversadas® son historias de vida escritas en primera persona por Isa López Giraldo

ORÍGENES

Nací en Popayán hace poco más de cincuenta años. De mi infancia conservo mis mejores amigos. Por circunstancias familiares, a mis diez años, llegué a Bogotá a estudiar en el Gimnasio Campestre.

Mi papá estuvo involucrado en la vida pública nacional y mi mamá se consagró a sus cuatro hijos durante toda su vida. Los temas de conversación en familia eran políticos, lo que explica mis trinos, aunque ninguno de los hijos siguió los pasos de mi papá.

ACADEMIA

Mi hermano mayor vive en Popayán atendiendo las fincas, mis hermanas, una abogada y otra politóloga, son de la Javeriana, y soy publicista del Politécnico

Todos tenían la expectativa de que yo adelantara una carrera tradicional, cuando mis opciones eran publicidad y veterinaria. Me inscribí en la Universidad Católica de Manizales pero Daniel Ronderos, en una charla que ofreció para mi colegio, en dos segundos me convenció de estudiar publicidad.

Esta es una carrera con una alta dosis de creatividad y capacidad de síntesis. Soy muy observador y si bien trivializo las cosas, lo hago con contenido y contexto. Y eso es la publicidad, es transmitir mensajes en pocas palabras o sin ellas. Lo que aplica también en mi faceta de twittero: “lo que aquí llaman tuits, en mi casa siempre fueron bobadas”.

TRAYECTORIA LABORAL

Trabajé por once años en el departamento de comunicaciones de la Caja Agraria. Comencé como mensajero y fui ascendiendo hasta la gerencia de esa área. Llegué por la exigencia de la Universidad de hacer práctica pero me gustó y me quedé. Buscando la pasantía y como mesero de un restaurante campestre, atendí la mesa del presidente de la Caja cuando le celebraban su cumpleaños. Le dije que estaba buscando trabajo y, en vez de pasarle el menú, le entregué la hoja de vida (risas).

Llegó un momento en que la Caja Agraria ya era inviable, entonces, acepté el plan de retiro voluntario por los beneficios que significaba. Luego me asocié con dos personas para montar una agencia de publicidad, lo que duró cinco o seis años.

PADRE DE FAMILIA

Me casé, mi esposa quedó embarazada y decidí trabajar desde mi casa con miras a volverme a emplear, pero ya llevo casi dos décadas como independiente. Nació Matías y quise dedicarle el mayor tiempo posible: este acompañamiento generó un vínculo muy fuerte porque era yo quien lo levantaba para ir al colegio, lo llevaba, lo traía, lo esperaba y lo acompañaba a hacer las tareas.

Bogotá me empezó a sofocar por el tráfico, por los costos y por la gente. En la casa propuse vivir en Popayán, pero no logré tener eco. Por cosas de la vida me separé y regresé a mi tierra.

La magia de Popayán y de muchas ciudades intermedias es que es manejable en muchos términos. Me ha permitido bajar la velocidad a mi vida y dedicarme a mis grandes aficiones de infancia: la fotografía y la gastronomía.

GASTRONOMÍA

Desde niño entraba a la cocina a mirar lo que estuvieran preparando, a preguntar cómo lo hacían, a destapar ollas, a ‹menear› los alimentos (revolverlos). Cuando me independicé decidí que no iba a ser de esos solteros que comen huevito o máximo un sánduche de jamón y queso al desayuno, al almuerzo y a la comida. Así que empecé a preparar platos completos y diferentes cada día.

Además, me gusta atender a mis amigos, tener invitados a la mesa y servirles a manteles. Preparo de todo, pero, en especial, comida criolla porque además soy un defensor del patrimonio nuestro: soy de fíjoles, lentejas, sanchoco y ajiaco. Me encantan los cuchariables.

Aunque nunca he estudiado cocina, con las bases que tengo salen muy buenos platos y muy rápido.

En el 2002, María Consuelo Araújo estaba en mi casa (donde se quedaba a dormir por los fuertes vínculos de amistad). Algún día, a la hora del desayuno nos dijo que desde el Ministerio de Cultura había unos programas con presupuesto para realizar actividades de unos determinados sectores. Cuando mencionó el gastronómico, mi papá se emocionó enormemente. Fue tan evidente que María Consuelo nos preguntó:

— ¿Se le miden a hacer un evento en tres meses?

— ¡Claro que sí! (le dijo mi papá).

FESTIVAL GASTRONÓMICO DE POPAYÁN

Mi papá reunió diez personas de la sociedad civil, amigos que voluntariamente ayudaron a preparar el Primer Festival Gastronómico de Popayán, al que asistieron trescientas cincuenta personas. 

Esa primera experiencia nos enseñó que era importante abrirlo a la gente, entonces creamos la Corporación Gastronómica. Temíamos que no trascendiera por lo que se le agregó un componente académico.

Así, al año siguiente, se hizo el “Congreso Gastronómico de Popayán” con invitados especiales, todos conocedores del tema. Se quería que hubiera investigación, profundizar en la parte antropológica y sociológica de la gastronomía, es decir, en todo lo que hay detrás de una receta. Invitamos, entre otros, a Julián Estrada y a los grandes chefs y conocedores de la cultura gastronómica colombiana en ese momento, como D’Artagnan, Kendon McDonald, entre otros.

Desde el comienzo mi responsabilidad fue la publicidad, la imagen y el diseño de los congresos. Luego llegué a la presidencia. Son dieciséis años de trabajo y en el último congreso logramos reunir a más de treinta y cinco mil personas.

La Corporación comenzó a tener miembros cuando permitimos que la gente se pudiera asociar. Actualmente tenemos dieciséis países invitados de Sur y Centro América, de Oriente y de Europa, de nuestros departamentos y regiones. Además del apoyo del Ministerio de Cultura, recibimos el de Fontur pues la gastronomía se convierte en un tema turístico de la Gobernación del Cauca y la Alcaldía de Popayán.

En el año 2002 la UNESCO nombró a Popayán como la primera Ciudad de la Gastronomía en el planeta con todas las ventajas que eso implica. Y es que esta organización tiene áreas creativas que involucran artesanías, música y literatura. La nuestra es la gastronomía.

MUSEO GASTRONÓMICO

Dentro de mis propuestas está la de hacer el Museo Gastronómico. Abarca las cocinas indígenas, afros, campesinas y gitanas, para hacer un espacio gastronómico multicultural. Pero también, una biblioteca gastronómica de consulta permanente y de manera gratuita. Existe muy buena literatura alrededor del tema, como lo han dejado en evidencia invitados al Congreso como Roberto Burgos Cantor, Sánchez Baute, Alberto Salcedo Ramos y otros escritores contemporáneos.

También quisiera darle mayor alcance a la Corporación para que traspase las barreras de Popayán y se convierta en la Corporación Gastronómica Colombiana.

TWITTERO

Me hice twittero hace siete u ocho años. Al comienzo no entendí cómo era el juego, pensé que no era lo mío entonces cerré la cuenta. Pero por presión de mis amigos le di una segunda oportunidad. Mi estilo es el de hacer una caricatura escrita, una burla permanente de todo lo que pasa sin importar la naturaleza del tema, siempre dentro de los límites del respeto. Tengo una alianza con Pucho & Picho de El Espectador, con quien en ocasiones colaboro: siempre firmando mis caricaturas.

REFLEXIONES

Tengo unas rutinas muy claras. Soy madrugador, duermo poco, entonces a las cinco de la mañana escucho las noticias radiales y leo la prensa, lo que me permite trinar a las 7 a. m. También me gusta contestarle a la gente las menciones que me hacen: claro que tener esta correspondencia toma tiempo.

La vida me ha enseñado a no cazar peleas, a ser agradecido, a no hablar de política de manera pública, pero tampoco de religión y mucho menos de futbol. No busco convencer a nadie ni me dejo convencer. En cambio sí hablo de comida porque es un tema agradable y común a todos. Las relaciones se van tejiendo como una receta a la que se le suman ingredientes.

Como padre de Matías, para él quiero la felicidad, que disfrute cada momento de su vida, que decida sobre su futuro. Yo no soy un hombre religioso pero sí espiritual y esto es algo que también quiero transmitirle.

Me gustan los tatuajes y tengo dos en mi brazo: el pájaro barranquero que representa a mi mamá y que me tatué a mis cuarenta años precisamente cuando murió: es mi fijación. El otro representa a mi hijo. El tercero será en honor a mi papá pero tengo tantos lunares que no dejan espacio a tatuarme como quisiera.

  • ¿Por qué tatuarse?

Impregnarse en la piel es como instalar un órgano más y hasta ahora no me he arrepentido (tampoco creo que lo haga en el futuro), porque son mis seres queridos quienes están tatuados en mí.

  • ¿A qué le teme?

A nada. Pero no quisiera que me cogiera la muerte sin creer en algo…

  • ¿Y en qué quiere creer?

En que exista algo después de la muerte. En que me puedo encontrar con los que ya no están.

  • ¿Qué cosas son cuestión de fe?

Yo soy muy racional. Leo mucho en busca de respuestas.

  • ¿Qué lo emociona hasta las lágrimas?

Mi hijo Matías. Lloro muy fácilmente de alegría. Un himno bien cantado me hace llorar o los aplausos a alguien hace que se forme un nudo en mi garganta. No me mueven así los temas tristes.

  • ¿Cómo asume la tristeza?

Ese es mi lado irracional.

  • ¿Si no fuera un ser humano, qué sería?

En eso no había pensado pero quizás un plato de comida.

  • ¿De dulce o de sal?

Siempre de sal. Algo muy de nuestro Pacífico Colombiano, con tambores y sobre una hoja de plátano.

  • ¿Dónde está el dulce en su vida?

No en la gastronomía: sólo en los chocolates.

  • ¿Dónde está la salecita de la vida?

En hacer lo que me gusta sin afectar a otros.

  • ¿Qué es lo que más brilla en su vida?

Definitivamente Matías. Además, tiene una luz propia impresionante.

  • ¿Dónde está su oscuridad?

Soy muy positivo para todo. No sufro de depresión ni de odios, no vivo la polarización, ni idolatro a nadie.

  • ¿Cuál es el edificio más pesado que ha cargado?

La enfermedad de mi mamá. Tuve la bellísima oportunidad de acompañarla durante los diez meses que padeció.

  • ¿Cuál es su lugar en el mundo?

Donde me sienta querido.

  • ¿Qué le gusta dejar en las personas que se acercan a usted?

Sonrisas. Soy muy tímido y muy poco protagonista.

  • ¿Cuál es una buena forma de despedirnos?

Hasta el siguiente plato.