Ángel Marcel

ÁNGEL MARCEL

Las Memorias conversadas® son historias de vida escritas en primera persona por Isa López Giraldo. Publicado por Blogger en El Blog de Isa el 8/22/2014 07:36:00 p. m.

– ¿Quién es Ángel Marcel?

Averígüelo Vargas. No tengo la más remota idea. Como no creo en la unidad del yo, quisiera pensar, sí, que soy varias personas al mismo tiempo: una con el nombre de Pompilio Iriarte. Otra, con el seudónimo de Ángel Marcel. Alguien que escribe poemas, cuentos, epífanos, artículos, ensayos, anécdotas, sin reclamar el estatuto de literato o escritor. Un profesor que después de 45 años de ejercicio docente, sigue dando sus clases con juicio sin pretender el título de maestro.

Soy marido, papá y abuelo. Soy buen lector. Me gustan los objetos nobles, los libros antiguos, las plumas estilográficas, las máquinas de escribir, los artículos de cuero y de madera. Detesto el ‘patrioterismo’, el fanatismo de cualquier calaña, el arribismo, la astucia, la ‘avivatez’ y la picardía de muchísimos de mis compatriotas. Amo la discreción y el bajo perfil de las personas. No creo en absolutos. Con Woody Allen pienso que “Tragedia + Tiempo = Comedia”.

SEUDÓNIMO

– ¿Por qué usa seudónimo y por qué Ángel Marcel?

Con mi nombre Pompilio no hubiera vendido ni un solo libro. Pompilio, que en latín se dice Quintilius, es un nombre que los romanos daban al quinto hijo. Mi papá, quien no sabía latín, le puso ‘el quinto’, a quien era su primer hijo: a mí.

Los colombianos nos distinguimos por poner nombres ridículos. Ser colombiano es ponerles (no colocarles) a los niños y niñas, con todos los horrores de grafía que aguante la escritura nombres extraños. Jessica, Giselle, Wílber, Wílmer, Johanna, Yuleidy, Érika, Yuraiby, Leidydi, Mayerly, Cindy Stefanía, Deisy, Ginna, Jerson, Mangelly, Jhoan Andrey. Julieth, Christhian, Karen, Giseth, Jiseth, Lizeth, Valery, Jeniffer, Leydi Katerine, Vanessa, Yorleth, Jhorman, Tressor, Onedolar, Usnavy, Ferney, Stewenson, Nhorman o Linderman. Mientras padres y padrinos gritan llenos de entusiasmo: “¡Qué orgulloso me siento de ser colombiano!”. ¿Alguien conoce a un solo gringo que se llame Pompilio?

Como nunca me gustó el nombre que me puso mi papá, me lo cambié ante un notario, y me autonombré Ángel Marcel. Ángel, en honor a mi hija Ángélica, y Marcel en honor a mi hija Marcela. Ya era justo que las hijas nombraran a su padre.

TIEMPO

 – Si a la comedia le quito el tiempo, ¿qué me queda?

Desde el punto de vista aritmético, me quedaría Tragedia. Sabemos que el tiempo lo sana todo.

HUMOR

 – ¿Su buen humor es una herencia genética o ha sido un aprendizaje que emplea para sonreírle a la adversidad? 

El humor, más que echar chistes, es una forma de vida propia de quien no come cuento. De quien no traga entero, de quien ve todas las cosas desde la distancia. Es también una forma de la crítica, es decir, de la modernidad. El humor que me reconocen mis amigos y cercanos se lo debo al medio en el que me he formado durante todos estos años. Me refiero al Gimnasio Moderno, la única institución educativa que conozco cuya filosofía es el humor.

EDUCACIÓN

– Una cosa es educar, otra impartir conocimiento y otra sembrar el gusto por lo cultural y por lo artístico. ¿Cómo ha sido su experiencia en cada uno de estos estadios?

Educar, impartir conocimiento, es decir instruir, y sembrar el gusto por lo cultural y por lo artístico, son prácticamente la misma cosa. Todas esas tareas corresponden a acciones formadoras. Aunque don Agustín Nieto Caballero, uno de los fundadores del Gimnasio Moderno, institución educativa en la que trabajo desde hace más de cuarenta años. Don Agustín hizo famosa la frase “Educar primero que instruir”. No debemos separar una cosa de la otra, pues toda instrucción es formativa y viceversa.

Michelangelo Buonarroti, conocía como pocos el oficio de escultor. Sabía que las estatuas están implícitas en los bloques de mármol cortados de la cantera. Según tal principio estético de tan hondas resonancias en el arte occidental, tallar la figura consiste solamente en ¡quitar lo que sobra!

De igual manera, los educadores queremos esculpir al hombre ideal quitando lo que le sobra a ese ‘bloque en bruto’ que recibimos antes de formarlo. Esto a contrapelo de los malos profesores. Estos últimos no hacen más que llenar de conocimientos inútiles, de datos para el olvido, esas mentes infantiles y juveniles. Niños y jóvenes, más temprano que tarde, dan muestras de hartarse de semejante bazofia.

Esta pedagogía de la talla humana que modela y forma y pule al ciudadano ejemplar, culto, capaz de acciones comunitarias, es la que he intentado. No sé si con éxito o no, pero lo he intentado a lo largo y ancho de mi magisterio.

VALORES

–¿Es posible rescatar los valores en la sociedad? ¿Ellos son inamovibles o se les permite cambiar con el tiempo y acomodarse a las circunstancias?

Quienes piensan que los valores de antes eran mejores que los actuales, olvidan que los muchachos de hoy hacen las mismas locuras que a su edad hicimos los mayores. Y olvidan también que, como alguien dijo, “Empezamos a dar buenos consejos cuando ya no somos capaces de dar malos ejemplos”.

Tan sano realismo que renuncia, sí, a hacer del mundo un paraíso inalcanzable. Pero no renuncia a producir algunos cambios de importancia en una u otra persona, no descarta la esperanza que ciframos en nuestra labor educativa.

Por fortuna contamos con jóvenes de todas edades a quienes no cautiva ya el “discursito plano” que da por sentados los valores. Ni tienen interés alguno en que se los sigamos “inculcando” mediante “palabritas” inocuas y vacías. Palabras como aquellas que “predican” que “hay que ser buenos, honrados, francos, transparentes, generosos, esforzados y solidarios.”

A contrapelo de lo anterior, y a tono con una visión humanista y enriquecedora, realista en todo caso, proponemos debatir. También proponemos hacer conciencia y tomar decisiones en torno al supuesto o real carácter mercantilista del saber en nuestro tiempo. Pero también al supuesto o real desinterés utilitario que, según dicen, animaba el conocimiento en otras épocas.

¿Han cambiado los valores? Sí, y de qué manera. ¿Para bien o para mal? Me gustaría pensar –y esperar– que para bien. Frente a lo que me tocó vivir en mis años de estudiante, encuentro en los jóvenes de hoy mayor audacia, más frescura e irreverencia, más precaución ante “absolutos” y “verdades reveladas”, mayor capacidad crítica así sea ante cosas que los mayores consideramos “fruslerías”; mejor disposición para reírse, incluso de nuestras clases, de nosotros y de ellos mismos.

CULTURA

A la pregunta de si la cultura nos hace o no mejores, a la precariedad e ineficacia de las palabras a la hora de “comunicarnos”. Pero también a la dudosa “racionalidad” de nuestra especie, como consta en la no muy honrosa historia de la humanidad. A la complejísima, ambigua y contradictoria condición humana capaz de los más bellos actos comunitarios y a la vez de las acciones más ruines.

Al carácter teatral e histriónico de la amistad, el amor y las relaciones públicas y privadas. A la relatividad o universalidad de los valores éticos y morales. Y a la necesidad de asumirlos como soportes para no caer en el más grosero primitivismo. Ante todo esto, tendríamos ante nuestros ojos y ante los ojos de nuestros jóvenes, no una meta demasiado baja, fácil de conseguir, sino otra de mayor alcance y altura. Así corramos el riesgo de encontrar una violenta oposición en las mentes mediocres y rutinarias.

-¿Cómo define a una sociedad culta, a una persona culta?

En teoría, como sociedades y personas respetuosas de las demás personas y comunidades.

TIEMPO

Aunque adoro las coplas de Manrique, estoy muy lejos de pensar con él que “(…) cualquiera tiempo pasado fue mejor.” Lejos también de decir: “¡Ah, en mis bellos tiempos…!” “¡Ah, es que en mi época…!” Con frecuencia digo a mis jóvenes estudiantes que el día que me sorprendan diciendo semejantes chocheras, me lo hagan saber, para empacar mis cosas e irme a casa. Una cosa es cierta: si los “valores” de los viejos hubieran sido mejores, hoy tendríamos como herencia un mundo más amable.

– Independiente de si a los valores los influye el tiempo, ¿el problema social podría decirse que radica en la falta de voluntad de las personas para obrar el bien?

El problema llamado social nace de una especie de ley de Darwin: el pez grande se come al chico, el que se adapta mejor, sobrevive. El resto es literatura.

COMPORTAMIENTO SOCIAL

–¿Comparte la percepción de que muchas personas pese a sus apellidos, condición económica o reconocimiento social, tienen comportamientos tan primitivos que sorprenden?    

Sí. Salvo raras y muy honrosas excepciones –y en ello nada tienen que ver los apellidos, la condición económica o el reconocimiento social–, la historia de la humanidad ha sido la historia de la agresión y de la guerra. Salvo raras y muy honrosas excepciones, el hombre sigue siendo un bárbaro notable.

Muy triste es reconocerlo, pero el ser humano, a pesar de su vasto saber y de la habilidad increíble de sus manos –y me temo que por causa de ello mismo– no ha aprendido a convivir. Ha fracasado en la pedagogía de la concertación, del diálogo, del entendimiento, de la tolerancia y de la aceptación del otro, que es en última instancia lo que cuenta.

Este hombre tan hábil y tan “sabio” es capaz de matar o hacerse matar por futilidades, por un asunto tan baladí como la discutible validez de un gol en el estadio. Es capaz de hacer de la sangre y la crueldad motivos de diversión. Disfruta cuando el boxeador aniquila físicamente a su oponente, se deleita cuando el matador atraviesa al toro con el estoque. Daña el medio ambiente hasta poner en peligro la supervivencia de la especie.

ILUMINADOS

–Hay muchas puertas que conducen a la ‘iluminación’, entendida como el llenar de luz un espacio antes oscuro y vacío, pero a muchos les toma un tiempo importante medir la llave en cada una de esas puertas hasta encontrar su camino. Otros ni siquiera lo intentan. ¿Cómo invitar a que lo logren con éxito?

Para empezar, no me considero ningún ‘iluminado’: me hacen falta las barbas, la melena, los anteojos de intelectual, hablar en jerga incomprensible, tener cara de Rasputín o de ‘gurú’ de algo, me hace falta ‘pontificar’, ‘aparecer’, ser ‘pantallero’, citar a troque y moche a autores que nadie conoce o ha leído…

Ahora, si por ‘iluminación’ se entiende cierta lucidez, diría que se logra mediante la lectura de textos importantes, pues como ha dicho alguien, “los buenos libros le quitan a uno lo pendejo”. Saber y decir estas cosas conlleva ya una invitación para que quienes no lo han intentado, lo intenten.

DEMONIOS

–Cuántos dedican su existencia a luchar contra sus propios demonios. Otros evidencian la mediocridad del que todo lo tiene pero nada le es propio. ¿Es posible convertir la materia prima del que está colmado de expectativas, aún con sus demonios, en un genio en permanente proceso, crecimiento y movimiento?

El genio es un don de los dioses, pero el talento es nuestro propio asunto, y con paciencia persistente y muchísimo trabajo, al final, podremos alcanzar talento. Parodiando frases que ya son un lugar común, diríamos que la obra de un genio equivale a un ‘knockout’ fulminante que altera por completo el automatismo de nuestra percepción.

MAESTRO

-En su calidad de maestro, de educador, ha de sentirse gratificado, bien recompensado, pero ¿cuáles son sus frustraciones, si las tiene, por supuesto?

Los que nada esperamos no podemos sufrir desilusiones. Sin embargo, esperamos.

-Su muy sobresaliente alumno, Ricardo Silva Romero, me contaba en una entrevista que ” (como) se me empezaban a raspar las rodillas cuando armaba ciudades en el piso, la mejor manera de jugar (…) era escribir historias”. ¿Será que ahora las bibliotecas, sus libros y las historias que contienen están condenadas a muerte por la tecnología y sus distractores que llegan a muy temprana edad a dominar todos los espacios vitales, y que lo que raspa hasta herir, es la voluntad y la determinación de hacer algo que trascienda?

Es verdad que el automatismo y el hacer tan fáciles las cosas, tan propios de la tecnología,  nos han quitado el sentido de la aventura y la capacidad de asombro. No deja de admirarme el hecho de que Galileo con un  anteojo (‘catalejo’ le decían) tan sencillo y tan pobre en recursos técnicos si lo comparamos con los super telescopios de ahora.

Con unos pocos libros que poseía, fuera capaz de semejante revolución de la astronomía, frente al alarde tecnológico y al cúmulo de información de ahora que más bien lleva a la gente a aburrirse rápido de máquinas y eventos mejor inscritos en la inmediatez que en la trascendencia…

Pero también me pongo a pensar que, como dice Sábato, antes de la invención de la imprenta había cultura. Y de la buena.

TRASCENDENCIA

-Una forma de trascender es a través de los hijos, que, entendería, debe considerarlos como su mejor obra de arte. Un maestro, además, cuenta a sus alumnos y sus escritos. Si no nos llevamos nada,  ¿es imperativo sembrar algo importante?

-Para nada. Para nada. Uno no trasciende en los hijos, ni en sus discípulos ni en sus obras.

El ridículo nace de los gestos que hacemos en discordancia con lo que somos: hacer gestos de famoso cuando no lo soy. Hacer gestos de rico cuando no tengo en qué caer muerto. Dármelas de sabio cuando soy ignorante. El colmo del ridículo se da cuando hago gestos de inmortal sabiendo que soy mortal, que voy a morirme sin remedio.

POEMAS
Querida maestra:

Pronunciar tus palabras
me aproxima a tu idioma interior.
Si digo cumbre, se me vuelve la altura una costumbre
y tu elevado corazón la cima.
Decir con el silencio me ha enseñado
que el arte del no hablar es más perfecto
a la hora del beso y del afecto,
y que es mejor permanecer callado.
Escribir tus palabras me conduce
a una altura más bella todavía:
subir hasta el papel esta agonía
del corazón que gritos no produce
ni truenos ni avalanchas ni nevada…
Todo lo dice sin decirnos nada.

Pompilio Iriarte29.09.24.



Te escribo este poema. Te prohíbo
que lo nombres y palpes y lo veas
en su profunda desnudez. No leas
lo que con tanta sencillez te escribo.
No se puede nombrar ni ver aquello
que pone en riesgo la unidad humana.
Hombre y mujer comieron la manzana
y descubrieron, mutuos, lo más bello
y desdichado de llorar desnudos.
Veo que estás leyendo estos huesudos
versos, y aun no tienes mi permiso.
Cúbrete con la falda y la camisa.
Te ofende que te toque hasta la brisa.
Has perdido el amor y el paraíso.



El arte de contar


“Había una vez…” refiérese a que había,
antes del qué y del quién, un siempre y cuando.
Si solo fue “Una vez…” nos va contando
el Tiempo sin el año y sin el día.
Había una vez un hombre que moría
por inventar la música cantando;
sabemos que cantar agonizando
es don de trovadores de valía.
Murió cantando a la mujer que amaba.
Ella pensó que el hombre la burlaba:
del día y del año se olvidó y del mes.
Y así, la muerte, autora de este cuento,
nos devuelve al ahora y al momento,
a aquellos tiempos del “Había una vez…”

Las treinta y cuatro letras de esta frase
y las siete palabras de este verso

POMPILIO IRIARTE

Por puro azar entraste a aquella clase
hace ya muchos años. Aquel día
supe que hoy seis de enero escribiría
las treinta y cuatro letras de esta frase
y las siete palabras de este verso,
con sus vocales y sus consonantes.
Si hubieras ido a clase un día antes,
otros serían el mundo, el universo
y el color y el aspecto de las cosas
y el sentido que damos a las rosas
y las respuestas a nuestro problema.
Si un día después hubieras asistido,
no habrías leído lo que ya has leído,
y yo te haría mañana otro poema.

Errar es deambular y equivocarse

POMPILIO IRIARTE

Crear es corregir. Nada se crea
en un primer intento. Por ejemplo,
del error augural, resulta el templo,
y del errar de Ulises, la Odisea.
Errar es deambular y equivocarse,
es vagar y vagar de falta en falta,
es caer en el mar mientras se salta
de una isla a la otra. Si abismarse
se entiende como hundirse en el abismo
de la contemplación y el atavismo
de alguna culpa espléndida y extrema,
la falta se corrige si te atreves
a mostrar en los términos más breves
este verso tachado en el poema.

Aire y agua

POMPILIO IRIARTE

Es asunto de pájaros. Te callas
para volar al antes de aquel día.
Silencio y plenitud, pues nada había,
ni siquiera palabras ni murallas,
ni ejércitos en orden de batallas,
y –muchísimo menos– poesía.
Silencio y plenitud, muda armonía.
Es asunto de peces. Las agallas,
sin pronunciar palabras, abren, cierran.
Los arenques, por tanto, nunca yerran.
Es el hombre el que siempre se equivoca.
En opinión de pájaros y peces,
hablas y caes otras tantas veces.
El hombre muere por su propia boca.




¡Qué digo! Que la historia está inconclusa

POMPILIO IRIARTE

Traza la niña sobre el pavimento
el perfil de su madre. Con la tiza,
el rostro le dibuja, la sonrisa
y su cuerpo, en el cuerpo del cemento.
Dos puntitos los ojos, en su intento
de hacer breves la muerte y la ceniza;
con sus manos de huérfana realiza
manos y pies. Y es este todo el cuento.
¡Qué digo! Que la historia está inconclusa
si, en nombre de la niña, se rehúsa
quien escribe a contarles enseguida
que la niña, descalza, se recuesta
sobre el pecho materno y no le cuesta
quedarse pronto expósita y dormida.

Mensaje enviado en una botella

POMPILIO IRIARTE

Casi todo nos cansa. La rutina
del corazón, el uso del misterio
para explicar la luz, el magisterio
de lo común, las alas de la ruina,
la costumbre de arrodillarse en caso
de idolatrar al amo sanguinario,
o a quien se autoproclame su emisario,
el hábito de izar nuestro fracaso
como insignia de guerra, como signo
de dignidad del dueño más indigno,
del que lleva la muerte en la garganta.
Todo nos cansa, menos la costumbre
de tener cada vez la certidumbre
de un amor que, si cae, se levanta.

¿Tiene corazón este camino?

POMPILIO IRIARTE

Hemos viajado juntos. Los lugares
ubicuos nos esperan. No hace falta
separar el ocaso de tan alta
florescencia de rosas y azahares.
Hemos andado apenas. Los andares
suelen mostrarnos que la liebre salta
cuando menos se espera, que te asalta
el gozo de llegar donde llegares.
Llegan bien los que andando no se niegan
la libertad fatal de otros destinos:
el alma es un estado del paisaje.
Hemos llegado al fin, pero no llegan
los mejores momentos de este viaje:
no van a Roma todos los caminos...

Vinieron a avisar que te morías

POMPILIO IRIARTE

Que no vuelva a ocurrir. Un solo ocaso
restablece los límites del día.
En una sola noche de agonía
todos los moribundos se abren paso.
Que no vuelva a pasar. Demos por caso
que un perro solo forme la jauría,
y un solo monje el coro en la abadía,
y te cabrán los mares en un vaso.
Que no suceda más. Que no te mueras
como ayer te moriste. Ah, por suerte
nos contaste y aquí todos estamos.
Cierra bien el portón de tus afueras.
Que no vuelva a pasar. Con una muerte
basta para que todos nos muramos.

Por la hora del día en que te mueres

POMPILIO IRIARTE

Te moriste sin sol, con un bombillo,
casi a las cuatro de la madrugada.
No fue una hora histórica pensada
para escribirla en libros con el brillo
de letras de oro y frases de diamante:
«La candente mañana de febrero
en que Beatriz Viterbo…» ¿Fue primero
la muerte de Beatrice o la de Dante?
El tiempo, luz y sombra, no se mide
por el nombre del mes que nos despide,
ni por los años de labor que hicieres.
Con tus semanas y años nada nombras.
Sabes tu edad, tus luces y tus sombras,
por la hora del día en que te mueres.





Está bien que te vayas, compañera

POMPILIO IRIARTE

Baja primero tú. Si yo pudiera
dar crédito a mis pasos, bajaría.
Baja primero tú con alegría
mientras, firme, sostengo la escalera.
Está bien que te vayas, compañera,
a preparar las rutas de llegada,
los túneles de escape, la brigada
que nos pondrá mañana en la frontera.
De Operación Poética Encubierta
suele la muerte hablar en estos casos.
Será mejor decir de esta manera:
El cojo ve con claridad incierta.
Tengo el valor para seguir tus pasos;
ahora sí, sostenme la escalera.

La neblina es metáfora y no existe

POMPILIO IRIARTE

Nada ha cambiado aquí. Nada ha pasado.
La torre sigue firme en su cimiento.
El mundo sigue siendo lo que ha sido.
No hay para qué llorar ni hacer silencio.
No hay para qué decir palabras tristes.
No enlutes el acento con que me hablas.
No hay para qué decir frases solemnes.
Llámame por el nombre que me has dado
siempre. Háblame como me has hablado
desde que, al fin, los dos nos conocimos.
No es que haya estado afuera largo tiempo.
He estado solo fuera de tu vista.
Te espero. No estoy lejos, en la orilla
de enfrente, frente a ti, frente a tus ojos.
Si no me ves, enjúgate los ojos,
o espera que la bruma se despeje.
La niebla es el abrigo del torrente.
La neblina es metáfora y no existe.
La muerte es solo un cambio de aposento.
Nada ha cambiado aquí. Sigo a tu lado.






Aprenderás a ser un viejo joven

POMPILIO IRIARTE

Mientras más esos brotes de añoranza
irriten tus palabras, mientras digas
“Es que en mis años mozos”, y prosigas
con la historia gastada de tu crianza;
mientras el hoy te sepa a remembranza
de voces y palabras más amigas;
si mientras agonizas te fatigas,
para ti se ha acabado la esperanza.
“Qué épocas aquellas” tiene el dejo
del que perdió el ahora y está viejo.
Si dejas que los jóvenes innoven,
si juegas con los niños a ser grande,
si con ellos tu espíritu se expande,
aprenderás a ser un viejo joven.

Poema carta

POMPILIO IRIARTE

Elsinor, 2 de noviembre

Señor
Sepulturero 2
Elsinor
Dinamarca

Estimado señor sepulturero:

Reciba usted, enterrador, mi atento
y afectuoso saludo. Multitudes
las que han llegado a usted en ataúdes,
en hombros del dolor y el sufrimiento.
Tienen la gravedad del monumento
que a cada muerto inventa sus virtudes.
Tienen, señor, la voz de los laúdes
capaces de fingir abatimiento.
Reciba usted mi gratitud, hermano.
Qué descanso que dé por cancelada
la eternidad de cada fallecido,
gracias a la experiencia de su mano.
Agradeciendo la atención prestada,
de usted atentamente me despido.

Sepulturero 1
Acto V. Escena primera. Hamlet.


Otras las cosas puestas a la lumbre

POMPILIO IRIARTE

Hace falta a mi lado tu esqueleto
de hueso o plata o mármol o madera;
hace falta la amable calavera
para aceptar la muerte por completo.
Una tísica luz apaga el fuego
que alumbra aun el centro de la brasa;
fulgor de amanecer que vuelve escasa
la noche a punto de alba. No está ciego
el que hace con los dedos fina cuenta
de las cosas que faltan y no haremos,
las otras cosas hechas por costumbre.
Hace falta a mi lado tu osamenta
porque en las noches próximas tendremos
otras las cosas puestas a la lumbre.

Del abuelo a su nieta cumpleañera

POMPILIO IRIARTE

Tus átomos son viejos como el mundo
y solo tienes diez pequeños años.
No acusas la sordera ni los daños
de átomos abuelos, ni el profundo
menoscabo del tiempo en tus oídos.
Nuestros átomos, niña, son antiguas
y primeras partículas, contiguas
en el momento de los estallidos.
Viejos ambos en átomos, infantes
los que hacen musicales tus instantes,
más viejos los que me hacen menos fuerte,
a punto de mis últimos transbordos.
No obstante, la ventaja de los sordos
es no advertir los pasos de la muerte.

Pensar que con nosotros no se atreve

POMPILIO IRIARTE

Tenderse entre los cuerpos que la nieve
con sus sábanas blancas va cubriendo;
soñar que nos estábamos durmiendo
o que el silencio pasa mientras llueve;
pensar que con nosotros no se atreve
la palidez del que se está muriendo;
que al morirnos cambiamos el atuendo
por las formas más blancas de lo breve;
pensar, sentir, soñar que está que arde
este ahora tan gélido y, más tarde,
tendernos y dejar que la frescura
de la sábana cubra nuestro sueño,
es caer de verdad, sin dios ni dueño
en el lugar común de la blancura.

Él sabe que la Iglesia está completa

POMPILIO IRIARTE

Él sabe que la plaza está repleta
de ausentes muchedumbres solidarias
en el miedo a morir tan solitarias.
Él sabe que la Iglesia está completa.
Hombre de fe, pues cree en lo que no vemos.
Nadie en la plaza, pero el miedo estaba.
La custodia en sus manos alumbraba
la catedral sin peces y sin remos.
Qué soledad tan sola en los extremos
de la plaza. Qué extremaunción tan sola,
sin enfermos. El oficiante al centro.
Y el obelisco en medio de la ola
de contenidos llantos, de blasfemos
silencios que presiden el encuentro.

Y la gente no estaba

POMPILIO IRIARTE

Visto está que llenaba las paredes
un sólido vacío. Las llenaba
la Cena que Francisco celebraba
sin hambres pontificias y sin sedes
pastorales; sin peces y sin redes.
Escuetas las imágenes. La brava
sospecha de la fe lo quebrantaba.
En viernes pasionales las mercedes
del vino le darían la eucaristía,
y el miedo del contagio, la agonía.
La angustia de la muerte era muy alta,
la basílica reina, un gran vacío;
los cánticos, el coro y aquel frío…
Y la gente no estaba. No hacía falta.





Cristo en la cruz

POMPILIO IRIARTE

Si la necesidad detrás acecha
de la pasión magnífica y sufrida,
y él en silencio va por esta vida,
tiene completa el alma y muy bien hecha
esa quijada agónica. Los bravos
ojos de amor y de odio se contienen,
y las manos ciclónicas sostienen
la endeblez de la cruz y de los clavos.
No es del cielo la luz ni del infierno.
Si hasta el amor se extingue por eterno,
no declararlo ni siquiera importa.
Qué sería de la cruz sin ese Cristo
colgado de su sangre. No se ha visto
tan bello el mal si el bien no lo soporta.


Entre Corinto y Cali

POMPILIO IRIARTE

Un tal Carón, barquero de este lado,
que a los muertos conduce en ambulancia,
ya sabe que el terror es la distancia
entre Corinto y Cali. Ya ha notado
que hay en Grecia, además de otro Corinto,
un Aquerón tan turbio como el Cauca.
El nombre de los ríos no lo embauca:
igual es el dolor; el mal, distinto.
Ambos bañan el centro y las orillas
de su historia de muerte, las arcillas
de sus lechos fluviales. Desde el monte,
los dos tantean el mundo como ciegos,
ambos son desdichados y ambos griegos,
uno es el Cauca y otro el Aqueronte.

El arte de vivir

POMPILIO IRIARTE

Llegó a vivir como murió en el río.
Todo el viaje del agua en el instante
de un naufragar profundo, el almirante
hundiéndose en la historia del navío.
Llegó a morirse alegre de albedrío
como cayendo anduvo hacia adelante;
vivió la muerte entera el navegante
del río al mar como un escalofrío.
Tan meritorio fue su recorrido,
que no hay por qué aplaudirlo ni alabarlo.
Compendiar la Comedia en algún verso,
recién llegado a ser lo que había sido,
es alcanzar el cielo sin buscarlo
y llevar en el alma el universo.

Con la muerte volvemos a ser hombres

POMPILIO IRIARTE

Pobres nacemos. Sin palabras vanas,
es imposible presumir de dioses;
tiempo después, cuando ensayamos poses
para creer en cielos y en nirvanas,
sentimos las palabras tan humanas
que hablamos y subimos nuestras voces
y fingimos también nuestros adioses
cuando alguien ha cerrado sus ventanas.
Para asombro de nuestros animales
(¿nuestros dije?), sin bienes y sin males,
nos atrevemos a ponerles nombres.
De habla en habla se nos va la vida,
de habla en habla, triste y aburrida…
Con la muerte volvemos a ser hombres

Para siempre

POMPILIO IRIARTE

¿Qué tanto abarca la palabra sombra?
¿Qué tierras cubre la palabra día?
¿Amanece si aclara lo que había
de oscuro en la tristeza que te nombra?
¿Qué tanto calla la palabra amante?
¿Cabe el que muere en la noción de gente?
¡Asaz, harto, no más! ¿Es suficiente?
¿Es mejor demasiado que bastante?
¿Cuánto camina un hombre recorrido
así llegue a la muerte paso a paso?
Mientras más corto el viaje, más profundo.
¿Qué tanto puede un hombre ser querido
si da al amor la eternidad por plazo
y por lindero el límite del mundo?





Elogio de la lentitud

POMPILIO IRIARTE

El camino se anda paso a paso.
Poco a poco va el cojo pero llega.
Remando lentamente se navega
entre la mar de afanes. El fracaso
está en llegar sin agotar el plazo.
La esperanza sin prórroga doblega.
El amor que se muere en una entrega,
es batalla de un solo cañonazo.
Para morir feliz, sin desengaños,
hay que vivir a plenitud los años;
vivir bien el ahora en un espacio
de oscuridad con plenitud de día,
de eternidad con luz de todavía…
Léelo bien despacio, bien despacio.

Al ser humano que nos hace falta

POMPILIO IRIARTE

La palabra sostiene. Las muletas
apuntalan al cojo y al tullido.
Da sostén el bordón al impedido
y el poema soporta a los poetas.
En pie se pone el hombre y necesita
apoyarse en vocablos. Desde entonces,
aspira al mármol y a los altos bronces
y a dar lustre al camino que transita.
Si por pequeños nos ponemos zancos,
si somos paralíticos o mancos
y con miembros postizos damos cima
al ser humano que nos hace falta,
aunque la gloria sea noble y alta,
no se salga de madre nuestra estima.

PERFIL BIOGRÁFICO
Ángel Marcel (Pompilio Iriarte Cadena)
Nació en Neiva, Colombia. Profesor, escritor y poeta. Licenciado en español por la Universidad Pedagógica Nacional y Master of Arts por University of Northern Iowa, Estados Unidos. Enseñó literatura en la Universidad Externado de Colombia, humanidades en la Universidad Central y en el Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario y fue director de los departamentos de humanidades de la Escuela Colombiana de Ingeniería (1998-2001) y del Politécnico Grancolombiano (2001-2007), Institución Universitaria, de la que también fue hasta 2012 su director cultural. Ha sido, además, maestro de literatura en la Universidad Pedagógica Nacional, que en 1980 editó y publicó su primer poemario Una pausa total. El Gimnasio Moderno del que es profesor desde 1972, publicó en el 90 su segundo libro Transgresión y anacronismo, con el que había obtenido dos años antes la primera mención de honor en el Primer Concurso Hispanoamericano de Poesía “Octavio Paz”, y en el 89 el Primer Premio Nacional de Poesía “Alférez Real”. En 1991 fue el ganador del Premio Nacional de Poesía “Carlos Castro Saavedra”. En 1997, bajo el título de Obra poética, el Gimnasio Moderno recogió su obra poética completa. Coautor de numerosos libros de texto para la enseñanza del español, editados por Norma, fue también hace unos años asesor del presidente de la República. En mayo de 2014, fue condecorado con la Medalla Agustín Nieto Caballero Grado Plata y en agosto de 2022, en el Festival Internacional de Literatura Las Líneas de su mano15, recibió de la comunidad gimnasiana un homenaje por sus 50 años de magisterio. En noviembre de ese mismo año, el Gimnasio Moderno le otorgó el título de Bachiller Honorario “Por haber sabido guiar durante 50 años a generaciones de gimnasianos y maestros por el camino de las letras y por haber comprendido, apropiado y difundido los valores del Gimnasio Moderno utilizando como cincel la inteligencia y el humor”.  En la actualidad, sigue enseñando literatura y humanidades en su condición de profesor emérito.