Luis Roberto Martínez

LUIS ROBERTO MARTÍNEZ

Isa López Giraldo es responsable del contenido de su sitio web. Davivienda actúa como patrocinador de la sección Jóvenes Talentos.

En su ensayo Identity and Violence, Amartya Sen cuenta que una vez, al llegar al aeropuerto en Londres, entregó su formulario migratorio con la siguiente dirección: “Master of Trinity College, Cambridge”. El funcionario de inmigración le preguntó si esta persona era un amigo cercano, lo cual lleva a Sen a reflexionar sobre nuestra habilidad para conocernos a nosotros mismos. Siempre me ha gustado esa historia, acaso porque me es un poco incómodo hablar de mí mismo.

Me describo como alguien común y corriente, con virtudes y defectos. Apasionado por mi trabajo y por mi familia, pero al mismo tiempo bastante descomplicado, easy-going dirían los gringos. Simplemente procuro no tomarme las cosas demasiado en serio. Tiendo a ser obsesivo, meticuloso si queremos ser elogiosos. Reviso cada coma de cada artículo que escribo, pregunto todo, escarbo. También tiendo a ser enciclopédico con las cosas que me gustan.

Es difícil que algo me guste de manera superficial, me tengo que meter de cabeza procurando saber lo máximo que me sea posible. Por ejemplo, me gusta mucho la música: colecciono discos, voy a conciertos, estudio las bandas que me gustan. Puedo decir sin problema cuál es la canción número diez de determinado álbum y cuáles fueron los músicos que participaron. También me gusta el fútbol y me sé de memoria las estadísticas de los partidos, de los equipos, de los jugadores, de los campeonatos.

Últimamente me he vuelto más deportista. Desde hace años venía corriendo, pero de manera lúdica, quizás un par de veces a la semana y dedicándole más tiempo los domingos. Siempre quise la oportunidad de tomármelo más en serio, y gracias a mi hermana estuve entrenando los últimos seis meses para la maratón de Chicago, la cual corrimos juntos hace unos días. Correr es un ejercicio bastante particular. Por un lado, se hace solo, lo cual revela algo de mi carácter, ya que disfruto bastante de mi propia compañía. Por otro, requiere de mucha disciplina, muchos pequeños pasos que conducen a una gran meta. El hecho que este tipo de desafíos me atraigan es tal vez la misma razón por la que soy académico.

ORÍGENES

En mi familia no tenemos un sentido genealógico muy fuerte. Contamos con alguna información, pero esta se disipa después de un par de generaciones. Supongo que esto es en parte porque no tenemos mayores abolengos. La historia de mi familia es una de movilidad social, donde mis abuelos no tuvieron mayor educación, pero todos sus hijos fueron profesionales y tuvieron acceso a mejores oportunidades.

RAMA MATERNA

La familia de mi mamá es de Venezuela. Este país tuvo una inmigración europea grande, incluida parte de mi familia. La Venezuela de la segunda mitad del siglo XX en la que creció mi madre era muy próspera gracias a la riqueza petrolera.

PEDRO ARMAS SUBERO

Pedro Armas, mi abuelo “Perucho”, nació en Tucupido, pueblo pequeño en el Llano venezolano. Sus padres murieron siendo él joven y quedó a cargo de unos parientes. Se dedicó al comercio. Socialmente era el centro de las reuniones, extrovertido, dicharachero.

Era tal vez la única persona en Caracas que lograba que el Metrobús parara en la puerta de su casa, para lo cual se sentaba al lado del conductor y le contaba la historia de su vida y los males que lo aquejaban.

En privado podía llegar a ser un tipo complejo. No le gustaba viajar y le ponía mala cara a mi abuela cuando venía a visitarnos. Alguna vez lo invitaron a Disney World y al entrar al parque pidió que le consiguieran un asiento y un cenicero y se sentó ahí a fumar todo el día. Murió hace ya varios años, relativamente joven, acaso por fumar tanto. 

FRANCISCA

Alcancé a conocer a Francisca, la abuela “Panchita”, quien era la madre de mi abuela. Su esposo provenía de las Islas Canarias y murió muy joven, de tal forma que ella tuvo que sacar adelante a sus cuatro hijos. Mi principal recuerdo de ella es una vez que estaba visitando Caracas, de pequeño y jugando fútbol con mis primos, le pegamos con el balón en la cabeza. Ella no se preocupó demasiado por quien había sido el responsable, con tan mala suerte que yo era el que estaba más cerca y me gané un monumental pellizco (sin haber sido el culpable).

GRACIELA DÍAZ

Graciela Díaz, mi abuela, nació en Caracas. Fue maestra de primaria por muchos años. Después de la muerte de mi abuelo empezó a pasar temporadas más largas con nosotros en Bogotá. Es alegre, tranquila, poco conflictiva. Creo que nunca la he visto de mal humor. Mi carácter refleja el suyo. Vive todavía en Caracas.

GRACIELA ARMAS

Graciela Armas, mi mamá, nació y creció en Caracas. Es perfeccionista y muy atenta a los detalles. No le gusta llegar tarde a ningún lado. Mi mamá es la persona más elegante que conozco, siempre está bien arreglada. Su personalidad se parece a la de mi abuela, siempre de buen humor, cercana a sus hijos.

Empezó estudiando farmacia, pero uno de sus profesores (¡quien era su padrino de bautizo!) la rajó en una materia y esto le hizo reconsiderar su decisión de carrera. Se graduó en psicología en la Universidad Católica con enfoque en recursos humanos. Tal vez ha debido dedicarse a la terapia, pues hoy en día es la persona a quien todos en la familia acuden cuando necesitan hablar con alguien o buscan un consejo.

Mi mamá trabajó durante varios años en Venezuela, principalmente en el sector público. A principios de los ochenta decidió estudiar por fuera. Aprendió inglés en Boston donde permaneció un año. Luego hizo una maestría en Recursos Humanos en Ohio State University, en Columbus. Estando ahí conoció a mi papá.

RAMA PATERNA

La familia de mi padre es extensa por el lado materno, compuesta por liberales santandereanos. Por el lado paterno, en cambio, no conocemos a nadie.

ROBERTO MARTÍNEZ CÁRDENAS

De Roberto Martínez Cárdenas, mi abuelo, sabemos muy poco. Decía haber nacido en Cáqueza, pueblo al margen de Bogotá, en la vía a Villavicencio. Sus padres murieron siendo él joven, por lo que terminó al cuidado de un hermano mayor. Como no le brindó buen trato, mi abuelo se voló de la casa.

Llegó muy joven a Bogotá. Nunca contó nada de su familia, pero le gustaba hablar de la ciudad de sus primeros años, de Jorge Eliecer Gaitán y del Bogotazo. No recibió mucha educación y tuvo diferentes empleos. Alguna vez trabajó en una fábrica de quesos. A los empleados a veces les regalaban grandes quesos redondos, los cuales mi padre me cuenta que usaban para alimentar la chimenea. Trabajó como conductor durante varios años para el colegio Helvetia y también para la familia del economista Miguel Urrutia.

Mi abuelo era un tipo más bien serio, pero se animaba si uno le proponía jugar una partida de Tute con una baraja española. Murió en 2012.  

GILMA MUÑOZ

Gilma Muñoz, mi abuela, fue una mujer muy dulce, familiar, nada conflictiva, el centro del hogar. Nació en Jesús María, Santander, pueblo del que se vio obligada a salir hacia Bogotá como resultado de La Violencia. Falleció en 2013.

LUIS ROBERTO MARTÍNEZ

Luis Roberto Martínez, mi papá, nació en Bogotá y es el único hijo hombre de su casa. Es muy culto, le gusta la música clásica, la ópera y el jazz. Al igual que mi mamá, es perfeccionista. Muy dedicado a su trabajo, nadie le regaló nada. Pasó por distintos colegios y terminó sus estudios en el de la Universidad Nacional del que tiene recuerdos maravillosos. En esa época, años 1960, el colegio estaba muy integrado a la Universidad y no era raro que las clases las dictaran profesores de la Universidad.

Gracias a ese vínculo, mi papá comenzó su pregrado, estudió arquitectura y luego se vinculó como profesor. En esa época, un profesor visitante lo motivó a estudiar por fuera. Fue entonces cuando aplicó a su maestría en Ohio donde conoció a mi mamá.

SUS PADRES

En un evento de socialización para estudiantes latinos en Ohio State, mi papá entabló conversación con la persona que estaba sentada al lado, de quien se hizo muy amigo. Después de un tiempo, este nuevo amigo le pidió que le ayudara a limpiar su casa para recibir a su prima, quien llegaba de visita. Fue entonces cuando se conocieron mis padres, se enamoraron y comenzaron una vida juntos.

Cuando terminaron sus estudios tuvieron que tomar la difícil decisión sobre dónde vivir. Mi papá estaba disfrutando de una licencia de su trabajo de profesor, además tenía la obligación moral de ver por sus papás. La situación de mi mamá era otra, algo más cómoda. Optaron por instalarse en Bogotá para iniciar su nueva vida.

Para mi mamá la experiencia no fue tan amable, pues en Colombia comenzaba la época de la violencia debida al narcotráfico. Los primeros años de mi mamá en el país estuvieron marcados por la toma del palacio de Justicia, el asesinato de Rodrigo Lara y de Luis Carlos Galán, y las bombas del cartel de Medellín. A pesar de esto, supo hacer de Colombia su hogar donde lleva ya cuarenta años. Hace poco adoptó la ciudanía colombiana.

MARÍA CRISTINA

Mi hermana María Cristina nació cuatro años después que yo, en 1988. Es una de mis mejores amigas, la más cercana junto a mi esposa. Compartimos intereses en política, música, literatura, deporte. Nuestra principal diferencia es que ella es mucho más extrovertida, es el alma de la fiesta. Estudió en el English School, luego Derecho en la Universidad Javeriana, más adelante hizo un LLM en NYU. Mi hermana es brillante y ha trabajado en firmas muy prestigiosas de abogados de Bogotá, Nueva York y Paris. Ahora nuevamente se encuentra en Colombia.

Está casada con María Laura Rojas, tienen dos gatas y una perrita.

INFANCIA

Tengo los mejores recuerdos de mi infancia. Me cuesta pensar en cosas para quejarme porque mis papás siempre tuvieron un matrimonio muy amoroso, de mucho respeto. Pusieron a sus hijos siempre primero. Esa tal vez fue la lección más importante.

Quizás tuve una adultez temprana, porque los temas del país me han importado desde niño. Recuerdo que a la casa de mis papás llegaba a diario el periódico. Yo lo leía mientras desayunaba, siempre empezando por los deportes. Aunque la mitad no lo entendía, se me fueron quedando cosas.

ACADEMIA

Como lo manifesté al comienzo, mis abuelos le dieron importancia a la educación. Igual hicieron mis padres pese al esfuerzo que significó para ellos brindárnosla, en buenos colegios y con privilegios.

ENGLISH SCHOOL

Estudié en el English School, donde siempre fui un nerd. En la entrega de notas de primero de primaria alcancé a escuchar a la profesora diciéndoles a mis papás: “Es que él es muy bueno”. Supe entonces que era el tipo de persona a la que le iba bien en el colegio. Esto fue importante para mí. Fijé en mi mente que podía lograr las cosas. Siempre tuve muy buenas notas.

También fui tomador de pelo, hablador en clase. La queja era que distraía a los compañeros. Y me metía en problemas que hoy se ven chiquitos, pero que en su momento eran graves. Alguna vez me suspendieron por no asistir a una asamblea y cuando estaba próximo a graduarme casi no me dejan por salir del colegio sin autorización. En últimas me dejaron, pero no me permitieron dar el discurso de grado.

PERSONERO

Ejercí cargos de elección popular dos veces en el colegio. En quinto de primaria fui elegido representante del curso en el concejo estudiantil. Confieso que esto pasó después de pararme detrás de la directora de primaria en una asamblea y burlarme de ella a sus espaldas. En bachillerato me postulé para ser personero. Recuerdo que tenía un discurso preparado, pero antes de empezar a hablar lo encontré aburrido y acartonado. Entonces lo rompí y decidí improvisar. Solté arengas revolucionarias que me dieron la victoria.

ICFES

Me fue muy bien en el ICFES, fui el mejor de mi colegio. Pero, al estar el English enfocado en el bachillerato internacional, esto no era muy importante.

DECISIÓN DE CARRERA

César González, primo de mi papá, fue un economista muy destacado, decano en la Nacional, presidente de la Asobancaria, superintendente de servicios públicos. El falleció hace casi una década, pero fue una figura muy influyente para mí desde mi infancia. Era un tipo culto, sabía de historia, de economía, de música, de política, de literatura.

Con su familia compartíamos fechas especiales. Y me encantaba ir a su casa pues estaba llena de libros, de discos. Me escapaba de las reuniones para encerrarme en su biblioteca. Confieso que hoy juzgo a la gente por sus libros: una casa sin libros me parece un sitio árido e inhóspito. Siempre quise ser como él. Así que, sin saber qué era la economía, desde mis catorce años manifesté querer ser economista.

Durante los últimos años de colegio tomé un curso de filosofía que me encantó. Lo dictaba Iván González, profesor magnífico, desparpajado, alternativo, un poco de izquierda. Su clase fue una introducción maravillosa a la filosofía: leímos a Platón y a Nietzsche. Esta fue una experiencia maravillosa.

Siempre me interesó la política y la historia. Recuerdo a Carlos Muñoz, mi profesor de geografía en el bachillerato, quien en teoría debía hablarnos de los ríos y las montañas y cosas así, pero optó por dictarnos el curso sobre “Geopolítica”. Nos contaba la historia del siglo veinte, con sus guerras y revoluciones. A mi todo eso me encantaba y años después volvería a esos temas en mi investigación.

DECISIÓN DE UNIVERSIDAD

A la hora de escoger universidad me gustaba la idea de ir a la Nacional, en parte porque mi papá era profesor lo cual me permitía estudiar gratis. Esto era importante, ya que no me gusta pedir favores ni imponer costos a los demás. Tenía otra opción, la de ir a la Universidad de los Andes. Mi profesora de economía en el colegio me decía que en Los Andes no sería feliz debido a que yo era demasiado de izquierda.

Mi mamá abogaba por los Andes, quizás por su prestigio como universidad privada. Mientras que mi papá dejó la decisión en mis manos. Finalmente, decidí los Andes, porque acababa de introducir la opción de hacer doble programa, lo que me permitiría estudiar Economía, pero también Filosofía.

UNIVERSIDAD DE LOS ANDES

PREGRADO

En mi interés por no ser un costo ni un lastre para mi familia y como hacer el doble programa implicaba más materias y créditos, me enfoqué en tratar de graduarme lo más rápido posible.

Cuando armaba mi horario sentía que jugaba a Tetris, donde el objetivo era tratar de acomodar el mayor número de materias posibles. Esto hizo que la experiencia no fuera la más placentera, pues simplemente metía las materias que cupieran según horarios y no según preferencias. Siento que no me pude dar el lujo de ver materias más afines a mis intereses, simplemente por evitar pagar un semestre extra.

Economía me pareció árida y aburrida. Hay un poco de injusticia en lo que estoy diciendo, pues realmente es fascinante, pero el problema está en la forma como la enseñamos. Quedó entonces atrás en mis intereses. Muy distinto ocurrió con las clases de Filosofía, que me encantaron.

Volviendo a que tiendo a ser muy enciclopédico, sentía que la filosofía de mi colegio había sido la entrega de pequeñas muestras de distintos autores, cuando yo sentía que quería saber la historia completa. Su pensum es muy cronológico: se estudia a los griegos, Descartes, Kant, Hegel, Nietzsche, etc. Me encantaba ir llenando el álbum del aprendizaje sobre estos pensadores.

Estudiar Filosofía fue la mejor decisión que pude tomar en esos años. Tuve profesores excelentes, quienes influyeron incluso en mi manera de dar clases hoy en día. Por ejemplo, tomé varias clases con Roberto Palacio. Parte de lo que lo hacía muy buen maestro era que no era acartonado, sino histriónico, bordeaba el stand up comedy. En medio de sus clases contaba experiencias personales y chistes, era muy divertido.

GRADO

Cuando me fui a graduar, me otorgaron la distinción académica Summa Cum Laude, la más alta para estudiantes de pregrado. Para recibirla, se debe estar en el 1% más alto de los promedios y el mío cumplía este requisito para Economía. En Filosofía técnicamente fue Cum Laude porque sólo estaba en el 5% más alto. Además de cumplir el requisito de promedio, la otra condición era ser postulado por un comité de decanos luego de una entrevista. Fui seleccionado y me pidieron dar el discurso de grado, el mismo que no di en el colegio.

MAESTRÍA EN ECONOMÍA

En la prueba de grado para universitarios, llamada ECAES en esa época, saqué el mejor resultado de los Andes y el segundo mejor de Colombia en Economía. La Facultad me premió con una beca para la maestría en Economía.

Llegó un punto interesante, porque si bien me empezaba ya a gustar la Economía, la Filosofía me gustaba muchísimo más. Mis profesores de filosofía, incluido mi director de tesis Luis Eduardo Gama, eran de tradición continental y habían estudiado en Alemania. Se tenía un poco la idea de que si uno quería estudios más avanzados en filosofía debía ir a ese país. Yo no hablo alemán y no consideré la opción de estudiarlo, así que ese fue el fin de mi carrera como filósofo.

Busqué una forma de combinar la economía y la filosofía. Renuncié a la filosofía pura cuando descubrí que había una rama de filosofía de la ciencia aplicada a economía. Estudia los modelos que hacemos los economistas: hasta qué punto reflejan la realidad, la manera como debemos pensarlos, los supuestos. Este fue el tema de mi tesis de maestría, que hice bajo la supervisión de Jimena Hurtado.

TESIS

Milton Friedman, famoso economista de Chicago, tiene un conocido artículo en el que afirma que los supuestos de los modelos económicos no tienen que ser realistas, que lo que importa de una teoría es su habilidad predictiva. Mi tesis fue una pelea contra esta visión. Argumenté que una teoría basada en supuestos falsos bien puede producir predicciones acertadas, pero no nos permite comprender los mecanismos detrás de los fenómenos sociales. Esto es fundamental a la hora de diseñar la política pública y se relaciona con la famosa “Crítica de Lucas”. Esta consiste en que, si bien la política monetaria puede ser efectiva si toma a las personas por sorpresa, pierde su efectividad si los agentes pueden anticiparla. Había un poco de ese tema en mi argumento.

Decidí enviar mi tesis a una conferencia de una asociación de filosofía y economía en Holanda, en la que me gané un premio como el mejor presentador joven.

TRAYECTORIA PROFESIONAL

DEPARTAMENTO NACIONAL DE PLANEACIÓN

Recién graduado presenté mi hoja de vida a una convocatoria del Departamento Nacional de Planeación en el segundo Gobierno de Uribe. Armando Ardila fue mi primer jefe, Carolina Rentería la directora y Andrés Escobar el subdirector.

Andrés había encargado a Armando de montar un sistema de seguimiento a los documentos CONPES. Esto no era fácil si los documentos no estaban elaborados de una manera técnica, con metas y compromisos claros. Así que el proyecto se extendió a modificar la elaboración de los documentos mismos.

No me gustó ese trabajo. Sentía que tenía una influencia nula en el proceso de formulación de las políticas públicas y que me pasaba los días en reuniones y llamadas interminables y poco efectivas.

Ya en ese punto tenía en mente aplicar a un doctorado en el exterior, así que me pareció prudente regresar a la universidad y empezar a acumular la experiencia en investigación que necesitaba. Hablé con Armando y coordinamos mi retiro.

UNIVERSIDAD DE LOS ANDES

Siempre tuve la vena académica, herencia paterna. Mi papá se jubiló de la Nacional y una de sus hermanas sigue siendo profesora.

A finales del 2008 regresé a la Facultad de Economía en los Andes donde permanecí hasta el verano de 2010. Trabajaba como asistente de investigación para Jorge Tovar y Christian Jaramillo. Tengo los mejores recuerdos de esa época.

En ese periodo me permitieron dictar una clase sobre filosofía y economía. Alejandra Ramos, estudiante de la Nacional que ahora es profesora en Trinity College, se enteró de mi curso, lo tomó y me dijo que seguramente les podía interesar en su universidad también. Alejandra movió toda la burocracia y logró ese espacio para mí. Así que siendo muy joven ya dictaba clases en las dos principales universidades del país. Más adelante, con Jimena Hurtado dimos una clase sobre teorías económicas de la justicia en los Andes. Los contenidos estaban referidos a diferentes marcos normativos y sus aplicaciones a temas como la distribución de la riqueza, equidad y justicia.

DOCTORADO

LONDON SCHOOL OF ECONOMICS

Apliqué a veinte universidades, diecinueve en los Estados Unidos y una en Reino Unido, el London School of Economics (LSE). Como había estudiado en el English School, el Reino Unido siempre me había sido muy cercano.

Desde que era pequeño, por alguna razón mi papá decidió que yo iba a estudiar allá y con frecuencia me decía “cuando te vayas a hacer tu posgrado a LSE”. Cuando me iba a graduar del colegio, pedí que me llegara a la casa un folleto informativo de LSE, pero me fue obvio que mis papás no lo podían pagar y no apliqué.

De las universidades que me admitieron al doctorado, por fortuna estaba LSE, así que me fui para allá.

EXPERIENCIA EN VIAJES

Llegar a Londres fue un despertar, me abrió los ojos a culturas y países muy diferentes. Londres es supremamente cosmopolita, tiene una población muy grande de Asia, de África, musulmana, personas de diferentes culturas con quienes no había tenido contacto. Esta fue una vivencia transformadora.

EXPERIENCIA PROFESIONAL

La experiencia profesional en el doctorado fue muy buena. Tengo el mejor recuerdo de esos años. Hice buenas amistades y tuve profesores fantásticos. Mi supervisor era un profesor catalán llamado Gerard Padró i Miquel, pero también hablaba mucho con Tim Besley.

El doctorado es una experiencia desafiante, solitaria. La metáfora que me gusta usar es que otros tipos de postgrado, como las maestrías, se parecen a escalar en un muro, con piezas de distintas formas y colores que dan lugar a una cierta estructura que conduce a la meta. En cambio, un doctorado es como escalar en una montaña cubierta de nieve, donde hay poco de qué agarrarse y uno mismo debe ir armando su camino.

Creo que en ese proceso me ayudó mi carácter, esa rara combinación de obsesividad (sic) y descomplique. Partía los problemas grandes en problemas más pequeños para poder ir avanzando poco a poco. Era muy disciplinado

Mis intereses han sido muy cercanos a Colombia, entonces las primeras investigaciones fueron sobre el país. Escribí un artículo basado en las peleas entre los presidentes Uribe y Chávez, sobre si las FARC estaban o no en Venezuela. Usé la geografía del conflicto dentro de Colombia para mostrar que, en los municipios más cercanos a Venezuela, la actividad de este grupo se disparó después de que Chávez llegó al poder. 

Otra pregunta que me interesó fue la referida a si los gobiernos gastan mejor la plata cuando se la tienen que levantar ellos mismos a través de impuestos a diferencia de cuando les llueve del cielo a través de regalías. De mis días leyendo el periódico en la casa de mis padres mientras desayunaba recuerdo muchas historias sobre elefantes blancos, municipios que no cuentan con servicio de agua, pero sí con piscina de olas. En general, los temas que me ocupan desde entonces están referidos al desarrollo económico en Colombia, en particular al papel de la descentralización desde la Constitución del 91.

EXPRIENCIA GENERACIONAL

Mi tesis se la dediqué a mis abuelos. Siempre me ha llamado la atención la manera en que ellos comprendieron el valor de la educación, a pesar de no haber recibido mucha ellos mismos. Cuando pienso en la vida de mi padre, puedo ver claramente cómo ir a la universidad le permitió acceder a mejores oportunidades. 

Hasta hace poco estuve trabajando en algunos proyectos de investigación relacionados con este tema. En estos proyectos estudiamos los recortes a las universidades que tuvieron lugar en Chile tras el golpe militar de 1973, los cuales llevaron a una caída pronunciada en la matrícula universitaria.

Nuestra investigación muestra que una persona que se graduó del colegio en Chile en 1976 o en 1978, tuvo peores posibilidades educativas que quienes lo hicieron cinco o seis años atrás. Estas personas, cuya única falta fue nacer en el año incorrecto, tienen peores trabajos, menores ingresos y no gozan de buena salud. El punto de corte en este análisis corresponde a quienes tenían veintiún años en 1973, la misma cohorte de mi padre.

EXPERIENCIA PERSONAL

Cuando me fui a Londres tenía una novia, María Fernanda Perdomo, con quien llevaba ya varios años. Ella estaba terminando su carrera de medicina. Le vendí la idea (cierta) de que el primer año de doctorado era muy difícil, que me obligaba a concentrarme en mis materias. Por lo tanto, yo me iría adelante, solo. Esto no le gustó mucho, pero accedió. Así que me puse las pilas y a los pocos meses le pedí que se casara conmigo.

Como no tenía plata, dicté una clase de programación y con el pago me fui a la calle de las joyerías de Londres para comprar un anillo. En el viaje a Colombia para nuestro reencuentro me sentí como Frodo, personaje de El señor de los anillos, cargando y cuidando el anillo de bodas.

Por fortuna aceptó mi propuesta y nos casamos en el verano siguiente, en el 2011. Cuando empezamos a salir, María Fernanda ya tenía una hija, Ana Sofía, a quien quiero como propia. Nuestro matrimonio implicaba varios desafíos logísticos, incluyendo el tema migratorio, pues no era obvio que Ana pudiera acceder a una visa como hijastra mía. Por otro lado, ella estudiaba en el Liceo Francés de Bogotá y la queríamos transferir al mismo colegio en Londres. Por fortuna todo salió bien después de muchos meses de incertidumbre.

El recuerdo de esos años es el mejor, fueron unos de los mejores de nuestras vidas. Vivíamos a quince minutos caminando del Liceo, al suroeste de Londres en el barrio de Wandsworth. Frente al colegio hay un parque gigante al que siempre llevábamos a Anita. Al principio la perseguíamos temerosos, pero luego entendimos que no corría peligro y dejamos de hacerlo. Permanecíamos sentados tomando café.

Durante esos años viajamos mucho, recibimos a la familia y a los amigos que nos visitaban. Creamos lazos muy especiales. Tuvimos una calidad de vida altísima.

La mayoría de mis compañeros eran solteros y no tenían hijos. Contaban con una flexibilidad que les permitía quedarse en la oficina hasta tarde o ir los fines de semana. Yo, en cambio, tenía mi vida familiar esperándome.

Esto fue bueno en el sentido de obligarme a ser aún más disciplinado. Al mismo tiempo, el tener una vida por fuera de la universidad fue una gran ayuda para poner las cosas en perspectiva.

También ha sido muy valioso el que mi persona más cercana esté en un mundo completamente distinto al mío. Por ejemplo, cosas que para mí son problemas gigantes, al hablarlo con mi esposa puedo ver que realmente se trata de insignificancias.

María Fernanda durante ese tiempo adelantó su maestría y disfrutó su rol de mamá. El plan era devolvernos a Colombia para que retomara su carrera haciendo su residencia y demás.

EXPERIENCIA UNA VEZ GRADUADO

Me había ido bien en el doctorado, los profesores me dijeron que la investigación era buena. Terminándolo apliqué a trabajos principalmente en Colombia y otras partes de Latinoamérica, pues nuestra intención era regresar, pero también apliqué a algunas universidades de élite.

Mi objetivo era ser recibido en los Andes o en alguna otra universidad del país. Nunca consideré el doctorado como un trampolín para nada diferente.

En el mercado académico, que es complejo, tuve ofertas en Colombia, lo que nos permitiría cumplir con el proyecto familiar de volver. Pero también las tuve en otras partes de Latinoamérica.

Resulta que mi última visita en ese proceso la hice a la Universidad de Chicago. Volé desde Londres para presentar mi trabajo sobre regalías e impuestos. Recuerdo que esta ha sido una de las mejores presentaciones de mi vida, todo salió muy bien. Cuando terminé de presentar me di cuenta de que los otros profesores me empezaron a tratar diferente, todo el mundo se volvió de súbito mucho más amable.

Mi esposa ya tenía un pie en Colombia. Pero de regreso al hotel la llamé, eran las dos de la mañana en Londres. Le dije: “No sé qué vaya a pasar, pero siento que me fue muy bien”. Creo que María Fernanda no pudo dormir lo que le quedaba de la noche.

UNIVERSIDAD DE CHICAGO

La oferta que recibí de la Universidad de Chicago implicó unos dilemas profesionales y personales grandes. Pusimos todo en la balanza y decidimos irnos para allá. Para mí no fue tan difícil, pues esto era todo un sueño profesional, pero para María Fernanda implicaba procurar rehacer su carrera casi que desde cero. 

La Universidad de Chicago es una de las universidades más influyentes en la historia de la economía como disciplina. De hecho, tiene toda una escuela propia. Uno de los economistas más famosos de la tradición de Chicago da su nombre al centro de investigación que hoy en día financia mis trabajos. Se trata de Milton Friedman, con quien peleé hace tantos años.

Aún hoy, después de siete años, me pasa que estoy en un salón y me pongo a pensar cuántos premios Nobel están alrededor. Colegas como Roger Myerson, Premio Nobel en el 2007 por sus trabajos en teoría de juegos, o Michael Kremer, Premio Nobel en el 2019 por sus trabajos en desarrollo económico.

En momentos como estos recuerdo a mis abuelos, nacidos uno en Cáqueza y otro en Tucupido.

Una de las características de la Universidad de Chicago es su respeto profundo por la libertad de expresión y por el escrutinio de las ideas. En ese sentido hay que cuestionarlo todo, preguntarlo todo, no dar nada por sentado. En el mundo actual, cada vez ponemos más barreras a lo que se puede decir, a lo que se puede pensar. Pero la Universidad de Chicago se mantiene firme en su defensa de la libertad de expresión.

INVESTIGADOR Y DOCENTE

Trabajo en la Harris School of Public Policy. Doy clases a estudiantes de posgrado interesados en el sector público. Mi carga docente no es muy alta. La mayor parte de mi tiempo la dedico a investigación.

Devolviéndome a mis intereses de adolescente, mi investigación se centra en economía política. Busco entender cómo los factores políticos afectan el funcionamiento de la economía y del desarrollo económico.

Me interesan mucho los temas relacionados con descentralización, gobiernos locales, finanzas públicas. A medida en que avanzo en mi carrera, la posibilidad de participar en la conversación nacional y en el diseño de políticas públicas me atrae cada vez más.

COLOMBIA

Muchos de mis coautores y colaboradores están basados en Colombia. Viajamos en familia con frecuencia, porque mantenemos el vínculo con el país.

En nuestros viajes suelo visitar la Universidad de los Andes, la del Rosario, el Banco de la República. Actualmente me encuentro colaborando con el Departamento Nacional de Planeación en algunas cosas.

Más aún, mi investigación sigue estando enfocada en resolver las preguntas del país que me agobian desde siempre.

FAMILIA

María Fernanda comenzó de cero validando su carrera, consiguió un poco de experiencia, hizo rotaciones, aplicó a la residencia médica y ahora trabaja como médico en los Estados Unidos.

Mi hija Ana estudió en el colegio de la Universidad de Chicago. Se graduó en el verano y acaba de comenzar en la Northwestern University, aquí en Chicago. Así como pienso en los privilegios que he tenido, pienso en los de Ana quien nació en Bogotá, creció en Londres, hizo el bachillerato en Chicago y ahora comenzó su pregrado en una magnífica Universidad.

CIERRE

Me cuesta describir lo afortunado que me siento. Soy un agradecido con la vida por tantas bendiciones que he recibido. Procuro disfrutar cada día.