Fernando Posada

FERNANDO POSADA

Las Memorias conversadas son historias de vida escritas en primera persona por Isa López Giraldo.

Isa López Giraldo es responsable del contenido de su sitio web en el que Davivienda actúa como patrocinador de la sección Jóvenes Talentos.

ORÍGENES

Nací en una familia donde los roles de las mujeres han sido referentes para todos. Mis abuelas, por ejemplo, han ido en contravía de lo que les correspondió en su época. Desde hace muchos años se empoderaron de sus causas políticas, ideológicas y familiares.

Mi abuela materna, Olga Salcedo, fue muy activa y crítica, y yo estuve expuesto a su manera de entender la realidad. Mi abuela paterna, Isabel Corpas, fue una de las primeras mujeres en obtener un doctorado en teología en América Latina. Como autora, biógrafa, columnista y maestra, ha sido una voz muy crítica del papel de la mujer en la iglesia y la sociedad.

SUS PADRES

Mis padres, Eduardo Posada Corpas y Olga Lucía Ángel, se conocieron en los años setenta en Bogotá. Fueron novios desde sus quince años y se casaron jóvenes, llenos de ilusiones y retos.

Iniciaron su vida juntos en un pequeño apartamento y a mi nacimiento en 1992 se pasaron a uno más grande. Igual ocurrió cuando nació mi hermano dos años más tarde para que cada uno pudiera tener un cuarto. Esto es una clara muestra de su esfuerzo y del compromiso con la familia que empezaban a construir.

Por el trabajo de mi papá nos trasladamos a Cali en 1995. Este fue un nuevo comienzo. Trajo la posibilidad de disfrutar de otro clima y de un entorno que nos ofrecía un ambiente muy sano y campestre, con lago y piscina. Allí aprendimos, además, a cuidar y a amar a los animales. Hemos sido una familia muy unida, pese a que nuestros seres queridos estaban en Bogotá.

INFANCIA

En mi infancia descubrí la música. Mi padre, siendo administrador de empresas, como también lo es mi madre, toca violín, órgano, piano y tiple. Y yo recibí clases de violín y piano desde una edad muy temprana.

Siempre me gustó la música de Mozart. A mis seis años, cuando se me cayó un diente, el Ratón Pérez me trajo una plata. La quise gastar en un disfraz de Mozart para llevar al colegio en Halloween. ¡Quería disfrazarme de Mozart a los seis años! Como no lo conseguí, terminé comprando un trapero que hizo las veces de peluca. Recolecté plumas de los patos del lago para simular que escribía partituras con pluma y tinta.

Las mascotas han ocupado un lugar protagónico en mi familia. Recuerdo que cuando mi hermano y yo éramos niños nos encontramos un búho. Aunque no sabíamos lo que era, lo cuidamos hasta que aprendió a volar. Ya en el apartamento de estudiantes en Bogotá, mi hermano y yo, de manera inconsulta decidimos adoptar un perro. Para buscarlo teníamos una consigna: que fuera un criollo, el menos afortunado y agraciado, y que tuviera pocas oportunidades de encontrar hogar. Lo encontramos y lo llamamos Tomás.

Tomás sorprendió a mis padres cuando nos visitaron pasados dos meses de estar viviendo con nosotros. Al principio no aceptaron la situación pues, además de otras razones, eran ellos quienes asumían nuestros gastos. Una noche al llegar de una fiesta Tomás no aparecía en su cama, que estaba en la sala. Después de un rato, lo encontré arrunchado en la cama de mis papás. Ahí se les acabó la prohibición.

Lo triste de su historia es que no nos acompañó el tiempo que hubiéramos querido, pues no superó la anestesia de una cirugía. Tomás nos enseñó gratitud, lealtad y lo que es el amor incondicional, nos aportó una mayor sensibilidad y nos fortaleció como familia. Hoy su recuerdo todavía nos conmueve, en medio de una mezcla de nostalgia y tristeza por su muerte temprana.

Después de algún tiempo rescatamos a Nala y Antonia, dos perritas hermanas en el centro de Bogotá que viven con mis padres en Cali. Ellas nos conmueven inmensamente, nos llenan de alegría y nos han cambiado en temas tan sensibles como el taurino. Porque no concebimos una corrida de toros por todo lo que implica en términos de sufrimiento para un animal. Esto para citar solo un ejemplo.

ADOLESCENCIA

Por cuenta de mi mamá conocí la música de los Beatles, me influyó de manera fuertísima en mi adolescencia. Época de rebeldía e inquietudes en la que se disparó mi gusto por la historia y por el arte. Quizás más de lo esperado, pues descuidé otras áreas como las matemáticas.

A mis doce años mi papá me sorprendió con una guitarra eléctrica, un regalo inolvidable que me motivó a conformar mi primera banda, Dante. Dejé el piano en pausa y comencé a tocar guitarra, que era más acorde con el rock que empezaba a llenar mi vida. Durante los tres años que toqué en Dante ganamos dos premios como la mejor banda de Cali. Participamos en diferentes concursos. Hicimos conciertos en muchos colegios y grabamos canciones escritas por nosotros. Hoy lo recuerdo como uno de los tiempos más felices de mi vida.

AUDICIÓN

Pero no todo fue fácil. A mis catorce años se comenzó a manifestar una circunstancia bastante inusual que me marcó la vida para siempre. Con mi familia nos empezamos a dar cuenta de que yo no entendía muy bien cuando me hablaban y que cada vez las personas me debían repetir las cosas con un mayor volumen. Luego de varias citas con diferentes otorrinos, Susana Santamaría fue determinante. Quedó claro que tenía una pérdida auditiva mediana e irreversible en ambos oídos, por lo cual debía empezar a usar audífonos… ¡a los quince años!

Esto me hizo madurar aceleradamente y entender que muchos cambios vendrían para mí. Por fortuna, mi familia y amigos me rodearon, lo que me hizo más fácil la adaptación a mi realidad, sin cambiar mis planes ni proyectos, pues he trabajado en la radio y hago música a diario, dos actividades bastante exigentes en términos auditivos.

VOCACIÓN

Curiosamente de la mano de la música reafirmé mi deseo de ser periodista cuando en el año 2008 Andrés Calamaro, uno de mis artistas favoritos en español, visitó Cali por primera vez.

El periodista Diego Martínez, muy buen amigo de mi familia, me dijo: “Mañana a la salida del colegio lo van a recoger para que entreviste a Calamaro”. Tenía quince años y un pase de prensa en mi mano, para lo que sería mi primera entrevista. Me dio mucha ilusión preparar las preguntas, alistar la guitarra y las carátulas de sus discos para que los firmara, y también la cámara para sacarme una foto con él. 

ACADEMIA

Estudié y me gradué en el año 2010 del colegio bilingüe Bolívar, y durante dos años estudié en La Arboleda, un gran colegio que me aportó muchísimo en mi adolescencia.

Cali fue mi ciudad hasta mis dieciocho años, cuando regresé a Bogotá para estudiar en la universidad.

Había tenido la fortuna de recibir el sabio y oportuno consejo de mi tía Pilar Calderón, de Héctor Abad y de María Jimena Duzán, a quienes les había contado que mi sueño era dedicarme al periodismo, pero me recomendaron estudiar otra carrera y luego especializarme en periodismo, por lo que opté por Ciencia Política en la Universidad de Los Andes.

UNIVERSIDAD DE LOS ANDES

Inicialmente me instalé en casa de mi abuela Isabel, que vivía sola hacía casi quince años, entonces adaptó su entorno y dispuso todo para compartir conmigo, un adolescente.

Esto fue extremadamente generoso de su parte y para mí de inmedible beneficio, pues convivir por tres años con una mujer tan admirable, que escribe, investiga, realiza ponencias, viaja y dicta clases de manera permanente, fue un modelo enorme que despertó en mí aún más inquietudes culturales y académicas.

En mi paso por la universidad tomé algunas materias de Derecho, de Filosofía e hice doble programa con Arte, que no terminé, pero que me afianzó en pintura y otras expresiones en esta área.

En el año 2012, cuando estaba en cuarto semestre, fui elegido representante ante el Consejo Estudiantil Uniandino durante unas elecciones atípicas en las que tuve que enfrentarme al voto en blanco. Al terminar mi primer período fui reelegido por un año más. Esta fue una experiencia que me enseñó de liderazgo, a debatir y a presentar formalmente proyectos y propuestas, aunque muy exigente en términos de tiempo y esfuerzo.

TRAYECTORIA PROFESIONAL

COLUMNISTA

Como representante estudiantil me dieron una columna de opinión para escribir sobre temas relacionados con mi carrera en el periódico de los estudiantes de Ciencia Política. Esa fue la primera experiencia que tuve como columnista, enseñándome a escoger con criterio los temas para escribir permitiéndome descubrir un nuevo ejercicio que desde entonces no he abandonado y que me ha permitido participar en distintos espacios de Colombia y el mundo.

ACTIVISTA

Recuerdo que en ese momento de mi carrera surgió un proyecto que se presentó en la Cámara de Representantes con el que se buscaba reglamentar la Ciencia Política para que el Gobierno otorgara tarjeta profesional. Organizamos un equipo opositor del que hicimos parte estudiantes de las facultades de diferentes universidades del país, protestamos, nos reunimos con el representante que había radicado el proyecto hasta que logramos hundirlo.

Ese activismo me permitió, a mis veinte años, participar por primera vez en debates radiales y televisivos. María Jimena Duzán me invitó a Semana en Vivo a hablar sobre activismo estudiantil y me gustó tanto la experiencia de participar en debates que al graduarme busqué hacer mi práctica profesional en un medio de comunicación.

PRÁCTICA PROFESIONAL

Le escribí a Juan Carlos Iragorri, en la misma línea en que le había escrito a Héctor Abad en mi época de colegio, y le pedí un espacio para trabajar en su programa Voces RCN así fuera cargando maletines o imprimiendo libretos.

Iragorri me llamó en un gesto de amabilidad, me pidió mi hoja de vida y apliqué. Más adelante me contactó para decirme que tenía una posibilidad de hacer mi práctica laboral en el noticiero de la mañana que dirige Yolanda Ruíz y del que él hacía parte.

En enero del 2015 llegué como practicante profesional a la radio y sin haber estudiado periodismo. Di mis primeros pasos y aporté las fortalezas que había adquirido en mi carrera, aunque al inicio sufrí porque no sabía qué era una cuartilla ni conocía las diferentes formas de periodismo, pero muy rápidamente aprendí a editar audios, a escribir textos y demás.

INVESTIGADOR

Comencé a trabajar en investigación al tiempo que tocaba la puerta de Yolanda con mucha intensidad proponiendo temas. No puedo sino agradecer su infinita paciencia y el que supiera cómo canalizar mi energía, lo que solo un buen líder sabe hacer.

Mi primer jefe fue Juan Manuel Ruiz en RCN, un periodista muy completo de quien aprendí muchísimo y con quien desarrollé proyectos de investigación que me enseñaron herramientas que utilizaré por el resto de la vida.

RADIO

También fui asignado durante parte de mi práctica en el noticiero Alerta Bogotá, de La Cariñosa de RCN, un noticiero más judicial y local, lo que significó un cambio tremendo. Me presentaron a Francisco Romero, su director, que me lanzó al aire de inmediato.

Cubrí Presidencia de la República, aprendí a defenderme al aire e hicimos muchas transmisiones en tarima móvil por los barrios de Bogotá y municipios vecinos. Me divertí muchísimo y en una de las salidas aprendí a bailar carranga en plena plaza de Zipaquirá, un recuerdo inolvidable.

Al mismo tiempo me enseñó la importancia de la radio en la vida cotidiana de los colombianos, algo que deberíamos tener siempre presente los periodistas.

GRADO

Una vez terminada la práctica regresé a la Universidad a graduarme. Temí que Yolanda me hubiera olvidado así que le escribí que estaba pendiente del diploma, pero listo para comenzar en caso de que hubiera alguna posibilidad. Hacía un mes había renunciado la periodista que cubría investigación así que hubo lugar para mí.

Esta experiencia me permitió hacer, de la mano de Juan Manuel Ruiz, la primera entrevista que concedió Plazas Vega sobre el Holocausto del Palacio de Justicia después de mucho tiempo sin hablar en medios. También en esa época hice un reportaje sobre el paramilitarismo en Bogotá, lo que significó mucho riesgo. Conocí víctimas del conflicto que me marcaron mucho. Recuerdo que, haciendo un reportaje sobre los treinta años del Palacio de Justicia, que fue finalista en el Premio de Memoria del Círculo de Periodistas de Bogotá, nos hicieron un seguimiento ilegal durante una entrevista, algo muy intimidante. Una especie de bautizo de fuego en esta difícil labor.

BLOGUERO – RCN

En mi segundo año como periodista de radio quise tener una columna, pero me limitaba mi falta de trayectoria, dada mi juventud. Sin embargo, le pedí a Yolanda Ruiz un espacio de opinión en la página web de RCN Radio, que me concedió en un gesto de confianza que agradezco siempre.

TWITTERO

También abrí cuenta en Twitter que mostró mis inquietudes más allá del periodismo noticioso, y me empezaron a tener en cuenta para los comités editoriales.

MESA DE TRABAJO EN RADIO

Cuando se dio una vacante en temas digitales en la mesa de trabajo de Yolanda, me la ofrecieron y finalmente me escogieron. Recuerdo que la noche antes de empezar casi no dormí de la dicha. Participé en debates, en discusiones, en entrevistas.

Fui una especie de miembro ‘junior’ de una mesa de grandes periodistas a quienes siempre he admirado: Juan Manuel Ruiz, el capi Romero, Jorge Restrepo, Jorge Espinosa, José Manuel Acevedo, María Elvira Samper y Yolanda Ruiz. Ahí supe lo difícil y exigente que es el mundo de la radio, las jornadas son extenuantes y, en medio de la adrenalina, psicológicamente también resulta estresante estar al aire.

Viví situaciones muy simpáticas. Alguna vez Yolanda me invitó a tocar el banjo, pues había hecho un comentario sobre mi gusto por la música en privado y me preguntaron al aire por mi banda y los instrumentos que interpreto. Creo que les pareció inusual que les dijera que tocaba banjo: “Mañana esperamos que lo traiga”. Me dijeron mis compañeros de mesa al aire. Realmente no sabía si era en serio. Al día siguiente llegué con él y con la armónica en el cuello cumpliéndole a los oyentes con una tanda de Bob Dylan en plena franja nacional de noticias.

BLOGUERO – EL TIEMPO

Por esa misma época me fue concedido un espacio de opinión en la sección de Blogs de El Tiempo, sin abandonar mi espacio en la web de RCN, lo que me permitió llegar a la audiencia de otro medio de comunicación.

Y en marzo de 2018, cuando comencé el proceso de aplicación a mi maestría, decidí renunciar a RCN Radio y concentrarme en volver a la academia.

COLUMNISTA DE OPINIÓN – EL TIEMPO

En ese entretanto me invitaron del periódico a comenzar a escribir, además del Blog, una columna de opinión quincenal en el portal Web, lo que significó un nuevo e inmenso reto en mi vida profesional cuando apenas contaba con veinticinco años.

TOULOUSE

Viajé a Toulouse para cumplir mi meta de aprender francés antes de comenzar mi maestría. Lo hice con mi primo piloto de avión, que para ese tiempo se fue a trabajar en la fábrica de Airbus.

Entre lo poco que pude llevar fue mi guitarra, que me acompaña siempre. Aprendí a tocar la mandolina y me propongo interpretar la trompeta de jazz. Como extrañé mi piano, compré un teclado para seguir practicando.

Este para mí fue un nuevo comienzo. Trabajé en un periódico local de una universidad local, lo que me ayudó a hablar el idioma muy rápidamente y a hacer nuevos amigos. Uno de ellos supo que yo ejercía el periodismo y que tenía cierta experiencia, entonces me invitaron a participar, pero también me entrevistaron.

Con ellos aprendí el lenguaje joven, el lenguaje de calle, y el profesional. Son muchas las cosas que no sé hablar en francés, pero aprendí en el consejo editorial de periodismo en ese idioma. Comencé a escribir sobre temas políticos de la Unión Europea que coincidió ese momento con las elecciones al Parlamento.

Aproveché para viajar un poco por Europa y en los diferentes trayectos pude comprobar que una guitarra en la mano abre puertas y ayuda a conectar con la gente. Me sentaba en los parques a tocar junto a los músicos.

Seguí muy conectado con lo que pasaba en Colombia, continué la columna, participé en debates. Este fue un proceso que me sirvió de preparación para lo que vendría después.

DESPEDIDA

Una vez culminado este período viajé a Colombia para tramitar la visa para Inglaterra.

Tenía un mes para dedicarlo a este proceso, pero me encontré con la gravedad de la enfermedad respiratoria de mi abuela Olga. Sabíamos que su situación se agravaba, entonces me dediqué a ella, a acompañarla, a contarle de mi travesía y experiencias en Toulouse.

Se emocionaba escuchando mi visita a Lourdes, pues ella era muy piadosa. Aproveché para preguntarle por temas de familia, quise rescatar recuerdos de cuando era niña.

Mi abuela nació el 11 de junio de 1935, Gardel murió el 24 del mismo mes y año. Le gustaba mucho el tango gardeliano, pero también la música clásica que escuchamos por horas.

Una de sus piezas favoritas fue el Concierto para piano número 20 en Re Menor de Mozart, su segundo movimiento es el más conmovedor y profundo. Tan pronto mi abuela murió me propuse a aprendérmelo en piano, así estuviera por fuera de mi alcance pianístico, porque la música es la oportunidad de revivir el recuerdo de lo que una persona deja en uno.  

A través de su voz conocí esa Colombia antigua que no me alcanzó a tocar y de la que ella tenía tantas historias. Un país violento, pero inquieto intelectualmente, en el que los jóvenes comenzaron a adoptar posturas políticas, con más fuerza, con más claridad, más radicales también.

También compartimos un café mientras se sentaba en las noches a ver mis intervenciones en televisión, y las comentaba, porque para ella tenía un significado muy especial, el estar en televisión era toda una realización.

Tuve la oportunidad de disfrutarla en sus últimos días, de celebrar su vida y de despedirme, porque quince días después murió.

Su ausencia la miro desde la nostalgia, mi reacción me llevó a rescatar los recuerdos en fotos y videos que digitalicé y que nos permitió ver el matrimonio de mis papás en película.

En algún momento mi abuela Isabel me entregó una caja de cartón anaranjado. Me dijo: “Tengo este video del matrimonio de tus bisabuelos en 1938”. Del profesor Juan N. Corpas, su papá. Es una cinta de 38 mm que nunca habían visto. Como mi abuela tenía ocho años cuando su papá murió y su hermana apenas un año en ese momento, y no los recordaban en movimiento. Un verdadero tesoro.

MAESTRÍA University College London – UCL

Viajé a Londres y mi primera caminata por la ciudad me llevó a la Capilla de San Martín de los Campos donde esa noche interpretarían el Réquiem de Mozart, tema con el que despedimos a mi abuela Olga. Esto para mí fue un mensaje de conexión muy clara y que me introdujo de entrada a una vida cultural muy completa. Durante el tiempo que estuve no falté a concierto semanal.

Adelanté mi maestría en Estudios de Política Latinoamericana en University College London – UCL, universidad donde durante mucho tiempo soñé estudiar y en la que finalmente fui aceptado luego de surtir un largo proceso.

Desde el inicio supe que era exactamente lo que quería, lo que había estado buscando. Eran cursos de veinte estudiantes de todas partes del mundo. El ritmo académico fue muy pesado y yo lo tomé muy en serio.

Su biblioteca fue bombardeada por los Nazis en la Segunda Guerra Mundial lo que le da una carga histórica muy potente y un ejemplo de reconstrucción, de superación de males.

Investigué sobre los procesos de paz en América Latina, estudié sobre sus dictaduras y democratización.

Estreché vínculos con los profesores y compañeros que me escogieron como representante del salón ante la Universidad.

Pero también viajé, visité viejos amigos, seguí tocando música, continué mi columna en El Tiempo, participé en debates y desde allá opiné sobre el paro de 2019 conocido por el famoso “Se están metiendo al conjunto de al lado”, y que resultó muy estresante para mí pues en Cali fue especialmente violento y allí viven mis papás.

El último viaje que hice antes de pandemia fue en febrero de 2020, cuando ya se escuchaba del virus en China y en algunos países de Europa. Me reuní con Jola en Polonia, destino que me conecta con dos cosas que me fascinan y que quería experimentar de cerca: la historia de la segunda guerra mundial y de la resistencia polaca, pero también la música de Chopin, mi compositor favorito.

Estuve en Varsovia donde cada noche asistí a un recital de piano. Me di cuenta de que hacen honor a su talento, reconocen a todos aquellos que los enaltecen como Marie Curie, Nicolás Copérnico, Frederick Chopin.

PANDEMIA

La pandemia me obligó regresar a Colombia de un día para otro cuando muchos de mis amigos europeos se empezaron a devolver a sus países. Habíamos terminado clases y nos anunciaron que la tesis sería virtual, entonces, si no viajaba, me quedaría encerrado solo y lejos de mis amigos y familia porque estaban por cerrar las fronteras.

No tenía dónde llegar pues debía aterrizar en Bogotá y surtir la cuarentena con mis papás viviendo en Cali, ya había entregado el apartamento, no podía someter al riesgo de posible contagio a mi abuela, tampoco había hoteles prestando servicio.

Por fortuna mis tíos me ofrecieron un apartamento que tenían cerrado, pero cuando mi prima decidió devolverse de Holanda me dieron la oportunidad de vivir con ellos.

Resultó todo muy bien y fue un compartir muy divertido pues armamos un club de lectura, hicimos asados que compartimos con los vecinos a través de baldes que viajaban por los balcones, veíamos películas, armábamos celebración de viernes.

En medio del compartir trabajé en mi tesis sobre el asesinato de líderes sociales luego del acuerdo de paz, diferenciando las narrativas de Santos y Duque. Trabajé con distracciones, pero logré sacarla adelante aún lejos del ambiente académico del que venía.

CONSULTOR

Comencé a trabajar en consultoría sobre temas de política pública con dos muy buenos amigos, Sergio Londoño y Martín Santos, en la firma Metódica y para medios internacionales como la BBC, El País de España, France 24. Allí preparo intervenciones, columnas, artículos, debates televisivos.

Esta oportunidad me permitió continuar ejerciendo el periodismo porque los medios locales se estaban reduciendo y muchos cerraron.

POLÍTICO

El periodismo se ha redefinido, ahora no se requiere de grandes medios para ejercerlo, solo una cámara, un tema, una investigación, un método. Desde él he podido ser una voz para la gente de mi generación que cuestiona la manera tradicional de hacer política que es sectaria.

A mis veinte años acompañé en su campaña a Germán Ricaurte, edil de Bogotá, amigo de mi edad. En 2014, cuando nos debatíamos entre la paz o la guerra, fui líder juvenil universitario dirigiendo desde la estrategia al equipo de la campaña de Juan Manuel Santos a la Presidencia.

Tiendo al centro en un país de dos opciones, por fortuna la democracia lo permite. En muchos casos las posturas intermedias suelen ser más inteligentes a la hora de reconciliarse, unir y tender puentes.

En algún momento todos nos tenemos que sentar a hacer consensos, llegando a acuerdos sobre lo fundamental. Para lograrlo necesitamos líderes que trasciendan los extremos y que gobiernen para todos.

Se trata de ir construyendo una voz y un liderazgo en términos de pedir cambios en la política, en la manera de ejercer la crítica. El curso natural de las cosas me ha llevado a un escenario un poco más político. Es así como manifesté mi deseo de participar, pero no puedo hacer ningún tipo de anuncio hasta diciembre.

No pertenezco a ningún partido y tengo clarísimo a cuáles nunca me sumaría, que son un 90% de ellos. Políticamente me identifico con los sectores que están dando la lucha por el centro.

Para mí sería muy cómodo seguir criticando lo que ocurre en política desde mi columna, pero debo ser consecuente y dar un paso adicional, que no es fácil, pero para mí necesario aún sabiendo que no quiero ser político de carrera.

Tengo grandes referentes de periodistas que incursionan en política y regresan a ejercer su profesión como Rodrigo Pardo, Juan Lozano, García Márquez, pero también Alberto Lleras, Carlos Lleras, Luis Carlos Galán.

No es fácil, pero he aprendido a manejar la crítica, porque he sido víctima de bullying en redes sociales. Lo asumo porque lo que me interesa es entender la política desde adentro, en la democracia representativa, en la actividad de la legislatura, y aportar lo que he aprendido en la academia. No aspiro a ser ministro ni presidente, no por lo menos en este momento de mi vida.

Busco trabajar en pro de las ideas que he venido defendiendo, hacerlo por un tiempo para que tengan más relevancia en el debate. Considero que uno debe saber cuándo llegar y cuándo irse. No me veo, con cuarenta años de ejercicio, dando discursos en plaza pública.

Sé muy bien que me estoy jugando mi nombre, mi carrera, mi trabajo, pero soy un convencido de la importancia de la democracia. Quiero con el tiempo volver a la academia, adelantar mi doctorado y continuar como analista.

FUNDACIÓN JULIA SALVI

Hace un par de meses comencé a trabajar en el Festival de Música de Cartagena de la Fundación Julia Salvi, como director de comunicaciones.

Esta responsabilidad me permite combinar mis dos grandes pasiones: la música y el periodismo. Organizo todas las condiciones para que la difusión sea más amplia, trabajo con un equipo de gente muy profesional, músicos de todo el mundo que vienen a los festivales, bajo el gran liderazgo de Julia y de maestros de profundísimo contenido intelectual, musical, académico y de liderazgo, como ella.

Es toda una experiencia asistir a las audiciones y reconocer tanto talento joven. Hace poco estuve en veredas del Tolima registrando los grupos de música tradicional y de campesinos que tienen su banda.

Se trata de un trabajo muy enriquecedor en lo cultural y en lo personal. Me da la oportunidad de profundizar en lecturas y reflexiones sobre los grandes autores e intérpretes de las diferentes modalidades musicales para escribir sobre ellos.

REFLEXIONES

Muchos hablan con nostalgia sobre otros tiempos. Y aunque en términos culturales, por ejemplo, me identifico más con décadas como los sesenta y setenta, me quedo con la época en la que nací, donde los recursos tecnológicos nos han democratizado el acceso al conocimiento y a la información como ninguna otra generación había podido.

Considero que el tiempo es un invento humano, algo muy relativo que nos obliga a priorizar en medio de millones de posibilidades. Tan relativo es que en los últimos dos o tres años de mi vida han ocurrido casi tantas cosas como en los diez años anteriores.

Tener una afición como la música, permite descargar toda la presión del día, de la responsabilidad, y tener algo distinto en qué concentrarse. Dedicarle horas a sacar pasajes de quince segundos enseña paciencia.

Mi mayor preocupación está en el bienestar colectivo y creo que el periodismo es el mejor canal para aportar en esa dirección, en defensa de los intereses de toda la ciudadanía y de la construcción de una sociedad más transparente.

Espero poder aportar desde mi ejercicio profesional a la construcción de un debate público donde cada vez sean más fuertes el criterio, la ética y la búsqueda de innovación.