Disruptia

DAVID SALAS

Provengo de una familia originaria de Tibirita, Cundinamarca, donde vivir de la manera más significativa y honrar el trabajo es importante.

Mi abuela materna logró superar sus retos económicos brindando a sus hijos educación e invitándolos a pensar diferente; ha sido mi inspiración para llevar al país a otro nivel desde la educación.  No ocurrió así en la familia de mi papá teniendo el mismo origen y afrontando las mismas dificultades. Estas dos fotos son evidencia de lo que ocurre en las familias colombianas.

Soy un ingeniero industrial, profesor de la Universidad de los Andes, que cree en el valor de la gente y en la idea de la transformación, lo que va de la mano con la educación.

He sido emprendedor desde siempre. Mi primer negocio junto con mi hermano, a los catorce años, fue un criadero de perros, pero los temas éticos junto con la necesidad de concentrarnos en el estudio hicieron que lo cerraráramos. También tuve pequeños emprendimientos de CD’s quemados, empaques de regalo en papelerías, entre otros.

Hace trece años con un grupo de amigos creamos Somos CaPAZes, organización de educación para la paz en Colombia que ha tenido un efecto muy positivo y que, con el tiempo, se volvió sostenible.

JUAN SEBASTIÁN VIVIEZCAS

Soy una persona muy enérgica que siempre tiene que estar haciendo algo, un convencido de que la confianza dada, es la confianza que se recibe. Me acompaña la voluntad de construir un mejor país donde más personas tengamos acceso a educación de calidad y a vivir una vida plena con bienestar.

Provengo de una familia matriarcal de diversos municipios de Caldas y de Cartago, Valle, donde nacieron mi mamá y tías, y que se trasladó con los años a Bogotá, ciudad donde nací. A mis cuatro años mi mamá me regaló un acetato, entonces mis primeros recuerdos están alrededor de la música, en el baile. Mi abuelita fue una persona muy entregada a la comunidad, dedicada al campo junto al abuelo.

Mi madre hizo su carrera profesional en varias grandes corporaciones. Su disciplina y enfoque fueron inspiración para mí. Mi padre es empresario independiente y dentro de su familia, una de mis tías abogada laboralista, muy reconocida en el entorno, me inculcó la lectura, la buena música y del encanto por viajar.

Inicié estudiando Ingeniería Mecánica en la Universidad de los Andes, pero,  en el camino me interesé mucho más por el mundo de los negocios y empresarial, por esta razón decidí pasarme a Ingeniería Industrial.

Para mí ha sido inspirador el profe, David Salas, con quien nos quedábamos charlando luego de cada clase de Pensamiento Sistémico en las Organizaciones sobre temas sociales y los recursos de que disponíamos para aportar a la solución de problemáticas sociales. Pero también lo fue la materia Sistemas Públicos en la que leíamos sobre economía, administración, filosofía, debatíamos ideas y conceptos de libertad, y asumíamos retos sociales.

Tuve clarísimo entonces que quería dedicarme al mundo social  y fue cuando llegué a Somos CaPAZes en calidad de voluntario en el 2007, conmovido también por el ejemplo de mi familia.

PAULA PORRAS

Soy una persona práctica, hacedora, graduada de Ingeniería Industrial, facilitadora en temas de paz y conflictos. Me gustan las finanzas, la tecnología, las comunicaciones. Jamás consideré ser profesora y ahora enseño emprendimiento.

Somos una familia de cuatro personas, tengo un hermano menor. Mi mamá trabajó por veinticinco años hasta pensionarse de la misma empresa. Mi papá fue emprendedor y se auto empleó en diferentes actividades, fue artista, mago, se vinculó a una empresa de aviones en la que fue ascendiendo hasta ocupar la gerencia. Esto fue así por inquieto pues en esa medida fue aprendiendo del tema; estudió inglés, se formó en las noches mientras trabajó en el día. Luego montó su propia empresa del sector aviación.

En el colegio quise estudiar zoología, soñaba con el África, la estudié de libros, en un cuaderno pegué recortes de animales tomados de revistas, les hice ficha bibliográfica con nombre científico, clasificándolos por especie. Cuando en grado once abrimos un corazón de vaca no me gustó y descarté la carrera.

Pensé en ser arquitecta, diseñadora, vena heredada de mi mamá que es artista, pintora, decoradora. Así navegué por un universo de opciones que me encantaron hasta el momento en que tuve que, frente al computador, tuve que decidir.  Marqué ingeniería.

Al comienzo tuve la mentalidad de mi mamá, la de emplearme, entonces trabajé en finanzas corporativas en el Politécnico Grancolombiano donde me especialicé.

Me encontré con David quien me invitó al voluntariado, acepté pues necesitaba ocuparme para distraer mi tema afectivo, y esta actividad me llenó el corazón.

Me comprometí inicialmente con el área de comunicaciones, buscamos ampliarnos, llegarle a más gente. Ideamos la plataforma educacionenpaz.org para multiplicar los programas de paz con alcance nacional. Pasamos por diferentes emprendimientos, fracasamos en uno de los concursos de Ventures lo que me afectó gravemente y quise renunciar al proyecto.

Retomamos y ahora es una plataforma que, después de tantos años y sin haber contado al inicio con la confianza de la gente, hoy llega a los rincones más recónditos. Renuncié a mi trabajo en Colciencias para concentrarme por completo a lo social.

Emprendimos un proyecto de realidad virtual con Sebastián y con David, algo realmente complejo, pero que pudo evolucionar cuando nos tomamos un respiro para analizarlo y reestructurarlo.

FELIPE ORDUZ

Soy una persona cuyo talento es acompañar la ejecución de proyectos. Mi rol durante estos doce años de experiencia laboral ha sido acompañar la ejecución y materializar la misión y el impacto de organizaciones sociales. Cuando fui Fellow de Acumen, un programa en formación para el liderazgo, describieron mi rol como “catalizador de organizaciones”.

Existe la imagen tradicional del emprendedor como quien da la cara frente al mundo, que aparece en artículos y da entrevistas, pero el ejercicio de emprender puede hacerse desde muchos lugares. Cuando se piensa en emprendimiento, usualmente se va directo al qué hacer, a las grandes ideas y a su misión transformadora, pero casi nunca se aborda la manera de lograrlo los objetivos, de materializar las ideas para transformar realidades.

Precisamente, soy una persona muy enfocada en los “cómo”, con una profunda sensibilidad por la manera como se pueden transformar sueños en procesos logrables, aterrizados y, de esta manera, mover las estructuras de desigualdad que existen en el mundo.

Llego allá muy influenciado por la vocación de servicio de mis papás, Arturo, médico, y Marta, odontóloga, quienes han dedicado su vida a sus profesiones, entendiendo que desde allí están haciendo cambios transformadores.

Una de las cosas que más recuerdo de niño es la aproximación de mi papá a sus pacientes. Como es diabetólogo, la mayoría de sus pacientes eran personas  mayores y, cuando llegaban a consulta, los abrazaba, los saludaba con entusiasmo, les conversaba y generaba un espacio seguro. Vi a un papá supremamente conectado desde la humanidad de sus pacientes y muy crítico de la falta de esta en algunos médicos de hoy en día.

Esta primera imagen me lleva a la intención de conectarme profundamente con las personas con las que trabajo, desde su humanidad reconociendo su importancia en cualquier ejecución de iniciativas sociales para generarles valor con la calidad esperada.

Cuando entré a la universidad llegué convencido de que la Ingeniería Industrial me iba a dar ciertas cosas muy poderosas, procesos, sistemas, herramientas, números, pero la complementé siempre con un trabajo social voluntario en el que obtuve lo que la carrera no me podía dar.

Trabajé dos años en organizaciones sociales ejerciendo un rol de ingeniero industrial, algo poco común en esa época. Fui parte del equipo fundador y trabajé durante cinco años en una organización de educación llamada Coschool, entidad que rescata la importancia de la educación en habilidades socioemocionales como fundamentales para el desarrollo educativo del país.

En algún momento, durante el ejercicio de formar jóvenes, me encontré con casos que me agradecían por la alta calidad de los procesos educativos, pero también otros que me decían que, una vez cerrado el proceso, volverían a su realidad porque las pandillas no se van, y la pobreza y la falta de oportunidades tampoco.

Me quedé reflexionando en que a pesar de la alta calidad de muchas iniciativas,  muy pocas organizaciones se quieren comprometer con el siguiente paso después del proceso formativo. Las habilidades adquiridas ayudan, brindan posibilidades, potencian, pero el entorno contiene variables muy estructurales y difíciles de afrontar.

Conversando con David concluimos que sería del caso hacer una organización que no solo se comprometiera con la formación técnica y socioemocional, sino que, además,  ayudara a romper barreras de acceso a entornos donde estos aprendizajes se pudieran poner en práctica.  

En Disruptia entendemos el primer trabajo como el escenario ideal para hacerlo. Es necesario abrir trocha para alcanzarlo y que, una vez se accede a él, los jóvenes encuentran una oportunidad perfecta para generar autodeterminación, construir un plan de vida y generar recursos para la sostenibilidad personal.

Fue así como llegué seis años después a la historia que habían empezado mis compañeros, pero al mismo lugar.

DISRUPTIA

DAVID

Paula, en el 2016, tuvo una idea que giraba en torno a la tecnología al servicio de la educación. Juntos, con Paula y Juan Sebastián, trabajábamos en Somos CaPAZes donde nos concentramos en temas de paz y resolución de conflictos para formar niños, brindándoles oportunidades laborales en edad adulta.

PAULA

La frustración fue enorme, cuestionamos nuestros alcances y nuestra responsabilidad. Pensamos en programas de liderazgo, hablamos con otras organizaciones sociales para concluir que, pese a que los jóvenes se beneficiaran con becas, la formación emocional los quebraba ante la mínima frustración llevándolos a abandonar. Así pues, lo técnico no es suficiente.

Iniciamos un piloto, Escuelas del futuro, en el que preparamos a los jóvenes desde las emociones y la motivación para que no se bloqueen por situaciones mínimas como que el computador no les prende sin hacer nada por solucionarlo.

Decidimos parar operaciones por un año, pues quisimos abarcar tanto que nos perdimos en el camino en medio de reflexiones y buscando soluciones: que si presencial, que si virtual. Fue aquí cuando llegó Felipe aportando el cómo, estructura, cronograma.

FELIPE

Disruptia es la plataforma que materializa todas nuestras reflexiones previas.

Lo que nos moviliza es lograr que la población más necesitada se prepare y acceda, de la manera más rápida posible, a trabajos de alta demanda en el mercado.

La pandemia puso en evidencia las profundas desigualdades del mundo , así como las fallas estructurales del sistema generando en nosotros sentido de urgencia.

Entonces buscamos soluciones que brindaran a los principales afectados como son los jóvenes, mujeres y población discapacitada, oportunidades reales de formación y de conexión laboral para la generación de ingresos, pero que se pudiera hacer en contextos digitales dadas las limitaciones, y que fueran rápidas eficientes y orientadas a un resultado clave: un primer empleo formal.

Nuestra lectura del modelo parte de la desconexión absoluta entre tres actores del sistema: las empresas que requieren perfiles específicos; la población  que requiere oportunidades laborales y que enfrenta las barreras de un sistema que los excluye, sin recursos, sin experiencia para acreditar; y la oferta educativa virtual de calidad que cada día crece más y está más alineada con las necesidades del mercado.

Disruptia se convierte en el integrador. Visitamos las empresas para entender la oferta de empleo y construimos rutas de formación para llevarlas a la población desempleada.

Generamos alianzas con las empresas, con la academia, con el gobierno, con organizaciones sociales que fondean proyectos, ya sea para capacitar a su personal o para brindar becas a la población beneficiaria de sus programas.

También tenemos la línea para personas naturales donde cobramos la capacitación dividida en dos: una parte al iniciar el programa y la otra solo en caso de que consiga empleo en alguna de las ofertas con la que lo conectamos.

REFLEXIONES

  • ¿Cómo contribuyó Social Skin a su crecimiento como emprendedor?

Gracias a Rafael Salas, primo de David, gestionamos nuestra participación en la convocatoria que conocimos por amigos que se habían presentado en el pasado.

DAVID

Clasificamos entre más de seiscientas iniciativas. Felipe sugirió que concentráramos en Paula la responsabilidad de la presentación ante el jurado, lo que resultó ganador.

PAULA

Compartimos con otros emprendedores magníficos como el equipo de SiembraCo que permite ver la relevancia de lo que hacen y en sectores tan distintos. Ver la emoción de las realizaciones de otros, en un momento en que el país está en medio de paros y protestas, brinda esperanza.

SEBASTIÁN

Nos ayudó a mejorar nuestro discurso, a afinar diferentes elementos, a segmentar cada vez mejor. Aprendimos a articular la historia de manera precisa.

FELIPE

Ante algo tan estructurado y grande se puede dudar de la propia capacidad, aún más en medio de emprendedores con proyectos de mucho impacto, pero hay que tenerse confianza, transmitir de la mejor manera nuestra razón de ser.

Hay que conectarse con la misión del emprendimiento como primer paso, luego desagregar lo que se hace en diferentes componentes que permitan conocer en profundidad la organización.

  • Basado en su temprana experiencia, ¿qué recomendación le harían a quien quiera iniciar su camino hacia el emprendimiento?

DAVID

Que tenga propósito, foco, una métrica de seguimiento.

SEBASTIÁN

Que tenga disciplina para alcanzar las metas.

FELIPE

Que desarrolle la capacidad de experimentación continua, que tenga un producto alineado con un propósito claro y con una necesidad específica e iterar para mejorarlo constantemente.

PAULA

Que escuche, que reciba retroalimentación. Perder en este tipo de eventos también es retroalimentación. No se puede ser terco como para no entender al mercado, el que quizás necesite algo distinto.

  • ¿Cuáles son sus mayores talentos?

DAVID

Reconozco que no tengo mucho talento, pero sí ganas. Ante propósitos muy grandes busco estar a la altura de la responsabilidad.

SEBASTIÁN

La buena energía que agrega valor. Y, por supuesto, la disciplina.

FELIPE

La capacidad para planear, encontrar el punto medio que me permite ver el objetivo mayor que está muy arriba y el contexto que está muy abajo, y entender la realidad de estos dos mundos para poderlos conectar.

PAULA

Mis talentos varían según la necesidad, puedo apoyar en diferentes frentes. Soy visionaria, reviso posibilidades de desarrollo, preparo el camino.

  • ¿Cuál es tu código de ética?

DISRUPTIA

Trabajar desde el corazón. Rigor empresarial. Inclusión. Compromiso.

DAVID

La libertad: quitarme los estereotipos para escuchar con atención. La pasión por lo que hago.

PAULA

Tener claro que somos todos brillando. Dejarlo todo en la cancha, estar a la altura de la responsabilidad. Reflexionar de manera permanente para ser cada vez mejor.

SEBASTIÁN

La disciplina y aceptar la responsabilidad para asumir desafíos y corregir errores.

FELIPE

Abordar todas las situaciones de la vida con humildad olvidándome del ego. Pensar que el usuario va primero, luego los resultados de impacto y finalmente el éxito económico

Isabel López Giraldo es responsable del contenido de este sitio web. Davivienda actúa como patrocinador de la sección “Jóvenes Talentos”.