Ximena Steevens

XIMENA STEEVENS

Las memorias son conversadas, las historias escritas en primera persona por Isa López Giraldo.

Me veo como un fragmento del universo y a la vez un universo en evolución llamado Ximena. Mi rol en el mundo es crear y mi amor por la vida se manifiesta a través de la defensa de los derechos de los animales. Soy artista, vegana, feminista, curiosa, tengo una mente inquieta, de pensamiento crítico, vivo comprometida con lo que creo y quiero, y amo la libertad. Me gusta fluir en armonía con la energía transformadora del universo.

ORÍGENES

Como siempre en mi vida, me sería difícil escoger el momento, situación, circunstancia, posibilidad poética, científica, o metafísica ideal por donde comenzar, dado que, por la anarquía de la memoria, no sabría si decidirme por una escenografía de Wes Anderson, o por una de Almodóvar contemporáneo. Pero igual me resulta difícil ubicar con nitidez la imagen de quienes cuya relevancia en mi vida ha sido su ausencia. A mis abuelos no los conocí y con mis abuelas la relación fue distante.

RAMA PATERNA

Steevens es un apellido británico. Vinieron al país para traer el papel moneda. Luis Eduardo Steevens Espinoza, mi abuelo fue la primera generación nacida en Colombia, ingeniero civil que trabajó en la construcción del acueducto y alcantarillado de Bogotá. Fue el segundo esposo de mi abuela. Recordado por ser de carácter tranquilo, condescendiente, de mente abierta, alguien empático y amable. Murió a sus cuarenta años a causa de tensión alta cuando mi papá apenas tenía once.

Parte de la vida de mi abuela, Ligia Pardo, bogotana, hija de un militar estricto, y la segunda de tres hermanas, estuvo determinada por las consecuencias de su rebeldía adolescente. Después conoció a mi abuelo, con quien tuvo un matrimonio feliz y a seis de sus siete hijos, pero enviudó joven. Murió a los ochenta años rodeada de sus hijos, nietos y bisnietos.

LUIS EDUARDO STEEVENS PARDO

Luis Eduardo Steevens Pardo, mi papá, el León que se dio como algo indómito, fue un niño travieso que a los seis años no vio conflicto en irse manejando el carro de su papá, meter un caballo en el garaje de la casa o escaparse del colegio para ir a visitar a sus hermanas en el suyo. Desde niño demostró que viviría bajo sus propios términos. La muerte de su papá lo marcó. Su carácter lo llevó a tomar la decisión de irse de su casa a los quince años.

Cortó la relación con su familia por un tiempo. Terminó el colegio e ingresó a la universidad. Fue un chapineruno que creció en la época de los Flippers y los Speakers, bandas que hacían covers en español de los Beatles, Rolling Stones y bandas de rock del momento. Frecuentaba el Mamut Rosa, la discoteca de moda.

Al sentir que necesitaba darle un poco de disciplina a su vida decidió viajar a Medellín, donde según él, encontró un ambiente universitario que requería más rigor y auto disciplina.

En sus años universitarios diseñó ropa, accesorios, muebles y tuvo un restaurante con el que terminó de pagar su carrera de economía y recorrió el Pacífico. Amaba montar en moto, pero sufrió un grave accidente, situación que lo llevó a reencontrarse con su familia y a devolverse para Bogotá. Recorrió toda Suramérica en carro, porque fue aventurero.

Abrió otro restaurante, El Velero, que de hecho era un barco en plena séptima con ciento cincuenta y algo, y después importó carros de alta gama y distribuyó algunas marcas desde su concesionario de la calle 82 que después trasladó a la 94.

Fue un emprendedor nato, tuvo varias empresas, también quiebras, pero siempre volvió a empezar, sabía qué era tenerlo todo, pero también sabía qué era perderlo.  Nunca se sometió a cumplir normas ni horarios de terceros. Vivió la vida plenamente y al límite. Recorrió todas las carreteras que pudo y más, tomo de la vida hasta más de lo que en algunos momentos pudo manejar. Amó, disfrutó y lloró. Recibió golpes, pero también los dio. Lo enfrento todo y se mantuvo erguido. Decía que, con plata o sin ella, él era Eduardo Steevens y eso era lo importante. Al final, a sus cincuenta y un años (según él cuarenta y cinco), ante la frustración de otro fracaso matrimonial y una nueva quiebra, decidió que ya era hora de descansar de las circunstancias y de la vida que quiso y pudo construir.  Un golpe en la cabeza por una caída en bicicleta en la ciclovía nocturna, y su decisión de irse a Santa Marta a pesar de este golpe no tratado de la mejor forma, le facilitaron una decisión que estaba tomada. Creo que el en el fondo pensaba no volver. 

La última vez que lo vi me cantó The House of the Rising Sun de The Animals. Antes de morir me dejó un mensaje en el celular, nada nuevo, lo mismo que me dijo siempre: “Xime cuida de tu hermana. Te quiero”. Cuando recibí la llamada de Marcela, su esposa, para darme la noticia, sentí que me partía en dos. En mis cuarenta y cinco años, mi papá ha sido el único hombre que me ha roto el corazón. Yo lo adoraba.

RAMA MATERNA

Esta también es una familia de emigrantes, españoles que llegaron a causa de la guerra civil. Mi bisabuela, Dolores Leal, mamá lolita, viajó con su hijo mayor y con mi abuela, Amelia Mariño, de cuatro años. Se establecieron en Ibagué donde mi bisabuela se volvió a casar y tuvo más hijos. Recuerdo a mamá lolita de manera cercana y afectuosa, tocaba las castañuelas, porque era muy andaluza, cargaba abanico en su cartera, leía los naipes. Creo que de ella viene mi gusto por el flamenco. La imagen que me gusta conservar de ella en mi memoria es la de una foto que se tomó en una carretera parada al lado del cinquecento que manejaba y que tenía una maleta atada en el techo del carro; vestía falda y blusa remangada. Aquí revela un espíritu libre, el de una mujer que manejaba su destino, y por eso me gusta. En el 86 decidió que quería morir en su tierra, tal como ocurrió.

Amelia Mariño Leal, mi abuela, nació en Madrid, de fuerte carácter, recuerdo que fumaba cigarrillos Pielroja, fumó hasta que sus pulmones se lo permitieron hace poco. También se casó dos veces y mi mamá fue la mayor de sus hijos. La relación con ella ha sido distante, hay un abismo entre las dos siendo yo su nieta mayor. Admiro su fortaleza.

Norma Constanza Méndez Mariño, mi mamá, nació en Ibagué, hija de finquero terrateniente tolimense. Cuando sus papás se separaron quedó a cargo de su mamá, pasó parte de su infancia en Cali. Cuando su mamá se separo de su segundo esposo, se mudaron a Bogotá. Al ser la hija mayor, fue el apoyo de mi abuela con sus hermanos. Mi mamá era carismática, alegre, amable, también de temperamento fuerte, sensible, una mujer hermosa, llamativa, de gran estilo, creativa, tenía un encanto especial, elegancia y buen gusto. La habitaba una sensibilidad estética. Su espíritu libre corrió hacia la eternidad, siendo muy joven, dejando un vacío tan grande que a veces me parece que solo hubiera existido en una dimensión desconocida de mi memoria, en un espacio ausente.

CASA MATERNA

Mis papás eran una fuerza salvaje de la naturaleza, de una energía muy poderosa.

Los dos crecieron y se educaron prácticamente solos, sin figura paterna, Creo que los dos eran demasiado voltaje, que de haber tenido una guía en sus vidas no se hubieran fundido, no tan rápido.

Se conocieron y se casaron al poco tiempo, él de veinticinco y ella de cieciocho. Al año nací y hermana Cathy cuando yo iba a cumplir seis años. Uno o dos más tarde vino la separación de mis papás, y más adelante mi mamá término con su vida, seguramente por una depresión no atendida. Tenía treinta años, yo apenas diez. Esta es la ausencia que marcó mi vida.

INFANCIA

Para poder contar sobre mi niñez, debo recurrir a ciertas figuras y componer la imagen necesaria del comienzo. Me puedo ver corriendo por una pradera de pastos y flores, antes de saltar por los aires y caer en los brazos de mi papá, junto a mi mamá y a nuestro primer perro, Toy 1, sobre una cobija en un día de campo soleado. El recuerdo es perfecto hasta que el sonido del carrete se suelta de la cinta, y el sonido nudo del rollo golpeteando el proyector me llevan de nuevo a este momento.

Toy 1 murió atropellado al soltarse de la correa, estábamos en uno de esos restaurantes campestres por la séptima. Íbamos seguido al Pórtico, pero esta vez estábamos en otro por ahí. Vi el accidente, pero creo que, al ser un evento traumático, mi cabeza lo bloqueo y solo tengo la imagen de cuando se soltó. Ya. No recuerdo más. Yo tenía como cuatro años.

Amé el jardín, estudié en uno que se llamaba Platero y yo, y creo que por eso me gustaban mucho los burros, hasta quería disfrazarme de burro, pero no existía ese disfraz. Me tocó entonces de conejo. De niña yo no veía los burros con el prejuicio de los adultos y su especismo. Para mí era un animal hermoso. En el jardín había huerta, conejos, fue lo máximo.

Hasta los seis o siete años recuerdo ser una niña feliz, muy curiosa, con una gran imaginación, a la manera de los Muppet Babies. Sentía profunda admiración por mis papás, de grande quería ser como ellos, en esa época mi papá tenía un Porsche Carrera 911 en el que le encantaba dar trompos, y yo me imaginaba siendo piloto de Formula 1 y estudiando psicología, como mi mamá.

Acompañaba a mi papá en sus viajes de negocios a Panamá.  Eran principios de los ochenta. Cuando los veía alistarse para salir de fiesta o a discoteca, me imaginaba que debía ser lo máximo, creé un imaginario y más o menos no veía la hora de ser grande para ver cómo era, la versión en la mente de una niña de cinco años de Studio 54. 

Con mi mamá hacíamos performance grabados en cassette, collage con recortes de revistas y nos encantaban los comics como Archie y La Pequeña Lulú; veíamos películas de dibujos animados: cuando vi Bambi y otros cuentos, nunca pensé que la vida pronto me fuera a poner ante situaciones similares. Me enseñó a ser ordenada, era muy estricta con el orden. Cuando la veía maquillarse, ella a veces me ponía un poco de color en los cachetes. Me encantaba moldear plastilina y pintar con temperas.

Me gustaba que me dijeran que me parecía a mi mamá, pues era una mujer muy bonita.

Yo nací con la cadera luxada y tendía a torcer un pie, mis papás me llevaron a los mejores especialistas que encontraron y por un tiempo tuve que usar unos aparatos, uno de día y otro para dormir. Mis papás se encargaron de que fueran lo menos invasivos posibles, los que la tecnología ortopédica de ese momento ofrecía. Más allá de la incomodidad, no fue algo que me traumatizara.

Desde chiquita tuve la sensación de que era diferente, de niña tenía el pelo ondulado (todavía lo tengo) y corto, no usaba aretes porque mi papá no consentía que me tocaran las orejas, hasta que nació mi hermana y mi mamá nos llevo a que nos pusieran a las dos. Alguna vez llegué preocupada del colegio porque alguien me dijo que parecía un niño al no usar aretes ni el pelo largo. Mi papá, que para esa época no me bajaba de tesoro, me dijo que no prestara atención, que era todo lo contrario, y que, además, ser diferente me hacía especial, que mis crespos, mi lunar junto a la boca y todo lo mío era lo más divino del mundo. Por eso me cantaba la canción Cielito Lindo.  Esa es la primera de tantas veces que me animó a ser diferente, me decía que era más interesante ser original que copiar a los demás o ser igual a todos.

Toy 2, el segundo perro de la familia, llegó antes que mi hermana. Un Lhasa Apso hermoso, mi amigo y compañía.

CATHY

Al ser hija única por casi seis años, quería tener un hermano para jugar, hasta que por fin nació mi hermana Cathy, pero no fue lo que esperaba, pues un bebé duerme mucho, no juega y en cambio sí acapara mucha atención.

Con el tiempo lo asimilé y me gustó el rol de “asistente” apoyando a mis papás con su cuidado. No sospechaba todavía que ese iba a ser un rol de toda la vida ni tampoco que mi hermana iba a ser mi compañera, mi amiga, mi apoyo y casi toda la familia que iba a tener.

De niñas poco jugamos por la diferencia de edad, pero siempre traté de cuidarla y de protegerla. Casi me traumatizo cuando Cathy entró al colegio, lloraba al acabarse el recreo porque le tocaba ir a su clase y separarse de mí. Me sentía horrible de verla llorar y que se la llevaran. Crecimos siempre juntas. Mi papá incentivo el que fuéramos unidas y decía que nunca íbamos a encontrar mejores amigos que nosotras mismas.

PUNTO DE QUIEBRE

Creo que mi infancia terminó cuando mis papás se separaron. Su conflicto me causaba estrés, para mí fue traumático, por lo cual siempre preferí que tomaran distancia.

Pasamos la mayor parte del tiempo con mi papá. Ante su quiebra (por el cierre de las importaciones en el gobierno de Betancur), por un tiempo nos encerramos los tres, él, mi hermana y yo. Tan solo íbamos al colegio y poco salíamos, pero vivíamos en una casa campestre por lo cual siempre tuvimos espacio para jugar, hacer deporte y tener actividad. Recordé ese tiempo durante la cuarentena.

Maduré muy rápido. Recuerdo verlo cuando escribía durante las noches mientras escuchaba música, a veces lo vi llorar. Ocasionalmente jugaba tenis (muro).

Yo estudiaba juiciosa, no jugaba tenis como a mi papa le gustaba, sino que usaba la cancha para poner unos ladrillos con una tabla y saltar en la bici. En esa época era un poco tomboy, me sentía nerd si usaba vestidos o faldas, prefería ir de jeans, tenis y ya. Quería ser como los niños en E.T o en los Goonies, que andaban solos en bici libres, sin supervisión de adultos, cosa que nunca pasó.

Más adelante, cuando empecé a ver a Madonna con su estilo tan particular, pensé que eso sí me gustaba. Mi mamá y yo oíamos sus canciones y nos encantaban.

En mi casa no hubo temas tabúes, yo podía preguntar todo. Me explicaron qué era la homosexualidad y el travestismo sin lío. Eran los ochenta.

Fui muy curiosa y exploré todos los libros de mi casa. Obviamente El Hombre Al Desnudo de Desmond Morris no era para una niña de ocho años, pero bueno, yo iba leyendo y sobre todo explorando los libros que tenían fotografía. El tomo verde de la Enciclopedia de Los Niños fue mi primera escuela de Arte y un libro de Dalí que por años disfruté ver, hasta que por fin pude conocer su obra en realidad.

Viví algún tiempo con mi mamá, mi hermana y mi tía Diana (también menor de edad, tendría quince años) por ocho meses en un hotel en Santo Domingo, República Dominicana. Experiencia extraña, sin duda.

En esa época empezó MTV, para mí fue lo máximo, abrió un mundo de posibilidades estéticas en mi cabeza, ver los videos sin parar era algo que me entretenía. Empecé a tener claro que cuando grande quería dedicarme a algo que involucrara la estética. 

Una vez decidí aventurarme a probar todo el minibar, pero el trago me pareció feo, era amargo y pasaron unos años antes de volver a intentar tomarlo.  En el hotel podía andar libremente, eso me gustaba, pero me estresaba no estar cerca de mi papá. Mi mamá se enfermó y estuvo hospitalizada unos días.  Al regreso volvimos a vivir con mi papá, ya no en la casa, y sin Toy.

Toy 2 fue otra víctima de la separación de mis papás. Unas semanas antes de esta entrevista estuve de viaje y a mi regreso encontré que Mauricio, mi esposo, había rescatado una perrita, apenas la vi, recordé a Toy: con sus mismos colores y tamaño. Aunque un poco molesta porque él no me había contado, no dudé en adoptarla. En el fondo me gusta pensar que con el amor y cuidados que doy a Greta reivindico un poco lo que siendo niña no pude hacer por Toy.

DESPEDIDA

Al poco tiempo de regresar, mi mamá tomó la decisión de acabar con su vida, diez días antes de mi cumpleaños.

A los once años había perdido a mi mamá, a mi perro, y a mi familia como la conocía. En ese momento no me dijeron la causa de su muerte. Esa noche recibimos una llamada. Mi papá y Marcela, su novia, de inmediato salieron sin decirme nada. Me desperté y pensé: mi mamá murió.

Al día siguiente me levanté para ir al colegio. A mi regreso confirmé mi sospecha. Murió a la misma hora en la que yo había despertado esa noche.

La vida simplemente continuó. No conté con un apoyo especial. A excepción de mi tía Diana nunca fui cercana a la familia de mi mamá, pero desde ahí perdimos contacto definitivamente por un par de décadas. No nos dejó herencia, nunca tuve claro quién, pero saquearon su apartamento, no me permitieron conservar ni el más mínimo recuerdo físico de ella ni siquiera una joya, algo. Hasta las cosas personales de mi hermana y mías, ropa, juguetes, desaparecieron.

Años después, ya siendo artista, siendo Abstractus, hicimos dos proyectos basados en en ese sentimiento, en la búsqueda de tener siquiera algo que me permitiera sentir que ella existió. Con el tiempo he entendido que hay vacíos que nunca se van a llenar, uno simplemente aprende a vivir lo mejor y más feliz posible a pesar de estos.

Solo unos meses después ya tenía una nueva familia. Mi papa y su novia Marcela tuvieron una hija, mi hermana Tatiana.

A los trece años me encontré con el acta de defunción de mi mamá. Así me enteré de la causa de su muerte.  Crecí con la ausencia siempre presente de mi mamá, la que determinó mi vida. Lidiar con la información que encontré en ese documento no ha sido un proceso fácil en mi vida, he pasado por muchos estados, ahora trato de estar en paz con eso y entender que no fue algo por mi culpa o en mi contra, simplemente que estaba enferma y no tuvo la ayuda que necesitaba. La salud mental es fundamental y no se trata de “locos”. Es igual a la del resto del cuerpo. 

Para las circunstancias, creo que me adapté relativamente bien a la nueva realidad, incluso mejor que los adultos.

La familia de Marcela siempre estuvo presente, fue extraño crecer compartiendo con una familia que no fuera la mía y de la que mi hermana y yo no formábamos parte, lo cual siempre se dejó claro.

Durante estos años apareció esa sensación de desarraigo en mi vida. A lo único que siento que pertenezco totalmente es al hogar que formé con Mauricio y a nuestra pequeña familia con mi hermana.

EL CAMINO CONTINÚA  

Nunca nadie tuvo que supervisar que yo estudiara o hiciera mis deberes. Fui buena estudiante, obtuve buenas notas, tampoco perdí materias, solo un par de veces disciplina. Cathy y Tatiana estaban en otro colegio diferente al mío.

Mi papá y Marcela tuvieron otro hijo, Federico. Siempre he querido a mis hermanos, nunca tuve problemas con ellos, y me gustó disfrutarlos siendo bebés o quizás se trataba de madurez para afrontar que ellos no tenían qué ver con las diferencias que imponían los adultos entre nosotros que, si bien mi papa no promovía, tampoco evitó. Irónicamente fui su hija más cercana, la más amiga y con la que mas compartió.  

Recuerdo los paseos a la Costa, amaba pasear en el waverunner, me daba sensación de libertad, cosa que siempre añoraba tener, los fines de semana haciendo enduro, sentarme a hacer visita con mi papá oyendo sus historias de vida, escuchando música, me hacia reír cantando Java Naguila o bailando su propio híbrido entre Michael Jackson y Mick Jagger. Hace poco hice una lista en Spotify con la música que le gustaba, como un mini homenaje.

Mi papá decía que me contaba sus experiencias para que yo cometiera otros errores y no fuera a repetir los suyos. Que, así como era mi papá, también era mi amigo, que siempre podía preguntarle el porqué de las cosas.

Fui educada por un hombre que quiso empoderarme como mujer, mi papá fue católico, pero nunca me impuso su religión, me dejó abierta la puerta para que tomara mis propias decisiones. Me decía: tienes que cultivar tu mente, tu cuerpo, no creas todo lo que te dicen ni todo lo que lees; arma tu propia narrativa mental de acuerdo con tus principios. Me enseñó a quererme, a respetarme, a valorarme y a tener pensamiento crítico. Aunque era una persona liberal, fue muy estricto conmigo. Siempre esperó de mí que hiciera todo bien, daba por hecho que iba a estar a la altura de todo, como si yo fuera perfecta y no necesitara nada. Mi resiliencia y empatía siempre se dio por hecho.

No fue fácil crecer sin mamá y con madrastra. Marcela me enseñó algunas cosas, pero fue difícil, y siempre quise crecer rápido para irme de la casa. A diferencia de la mayoría de las personas, mi mejor etapa no fue mi niñez ni el colegio ni la universidad, aunque fue la época en que forjé algunas de las amistades que hoy siguen presentes en mi vida, no son muchas, pero para mí son muy importantes, empezando por Mauricio, mi esposo. Prefiero la libertad de la adultez, a pesar de las responsabilidades.

ACADEMIA

No fui una adolescente rebelde, de hecho, me gustaba destacarme por cosas positivas.  Al no dar por hecho el amor, siempre busqué ganarme el de mi familia, inclusive el de Marcela. Pero no era una “ñoña”, de hecho, en el colegio y entre las demás niñas sí me gustaba parecer un poco rebelde, arrojada y no me faltó imaginación.

Me emborraché un par de veces, la primera a los catorce, pero hasta ahí. Pensé que iba encontrar algo que no encontré, solo regaños, malestar, y darme cuenta de que no me gusta perder el control de mí misma. Así que eso fue todo, tampoco fumé, no le veía sentido a adquirir un vicio que era malo para mi salud.

Con mi mente me bastaba para imaginarme mil mundos y posibilidades, no veía la hora de crecer, de salir de mi casa a explorar el mundo, ¡a vivirlo!  

Y a pesar de que crecí en los noventa, donde romantizábamos la depresión de Kurt Cobain y las canciones de Radiohead, sin hablar de redescubrir a los mártires del rock como Jim Morrison, Jimmy Hendrix o Janis Joplin, que para mí eran lo máximo, tuve claro que el sentido de mi existencia iba a ser disfrutarla, de forma positiva, sin hacerme daño a mí ni a otros.

Siempre he tenido claro que la libertad propia acaba donde empieza la de los demás, y ese concepto ha sido clave en mi evolución al anti-especismo.  Estaba ávida por empezar a acumular experiencias interacciones de vida, y eso es lo que he hecho y todavía me gusta, como en este momento, que disfruto de poder compartir este espacio que me has ofrecido para contarte mi vida y lo que me llevó a ser una artista activista por los animales.

Durante mi adolescencia me formé mi propia iconografía. Desarrollé mi gusto por el cine. Mi papá y yo discutíamos, porque decía que a mí me gustaba ver cosas muy rebuscadas, y yo una vez le contesté que no era eso, que me gustaba el cine interesante, no ver películas de Jacki Chan para reírme, comentario que obviamente lo ofendió y me regañó.

La música ha sido muy importante en mi vida, siempre ha estado presente, y al ver mi vida en retrospectiva no puedo evitar pensar en el soundtrack

La lectura fue parte importante de mi formación. Siempre desde el análisis critico, nunca creyendo 100% en las verdades de otros.  Lo mío eran las humanidades, saqué el mejor promedio para poder graduarme sin ver cálculo.

En mi época escolar se usaba todavía diseccionar animales. A mis amigas y a mí nos tocó una gallina y nos negamos a llevarla. Cuando llegamos a clase la profesora nos dijo que íbamos a perder la materia si no lo hacíamos y nos dijo que teníamos que ir a buscar una. Mis amigas la consiguieron. Yo me negué a entrar, me dolía saber qué estaba pasando adentro. Muchas de las niñas salieron llorando. Fue algo horrible. Para ese momento no me entendía como una persona especialmente interesada en los animales, simplemente no iba a participar en algo que no creía correcto. De alguna manera me estaba protegiendo de hacer algo que me fuera a causar un dolor emocional. 

A mi esposo también le pasó, con la diferencia de que, en mi caso, fue en la adolescencia, a él en la niñez. Él sí lo hizo, dice que ahí murió su inocencia de niño. Creo que esa experiencia está entre tantas razones que lo llevaron, siendo hijo de ganadero, a ser animalista con un santuario. 

INTERÉS POR EL ARTE

Mi interés por el arte cada vez crecía más. Mi papÁ me decía que yo era una artista. Coleccionó obras de maestros nacionales como Omar Rayo, algo de David Manzur, Omar Gordillo y Armando Villegas.

Alguna vez se cayó un Villegas y se alcanzó a dañar, lo restauré y me animé a seguir sus trazos. Fue una experiencia que me gustó.

Quise estudiar arte, entonces me presenté a arte en los Andes, a arquitectura en la Javeriana, a diseño gráfico en la Tadeo (pues me veía ilustrando libros), y a publicidad y mercadeo en el Politécnico. Pasé en todas, lo cual complicaba mi decisión. Mi papá no intervino, pero me dejó saber que no sería fácil como artista el tema económico.

Apenas era una niña tratando de detener lo inevitable, al empoderar mi inocencia contra el cinismo del mundo que se describía con cierta antipatía, al tener que ganarme la vida pronto para poder encontrar mi lugar, que no era mi casa.

Afronté lo estricto de la realidad y decidí estudiar publicidad y mercadeo, pero me decepcioné de inmediato, pues la publicidad, a pesar de involucrar creatividad, es una herramienta del marketing, la intelectualización de las ventas, algo que no me llamaba la atención, aunque ahora me sean tan importantes. Quería algo más que eso, quería expresarme. Pero igual estaba segura de mi decisión, pues me permitiría tener libertad económica muy pronto.

MAURICIO VÉLEZ ACOSTA

En primer semestre conocí a Mauricio, quien es hoy mi esposo.  La primera vez que lo vi me llamó la atención por autentico, se veía seguro de sí, tenía cierto desparpajo y una pinta excéntrica: aretes y jeans y chaleco de jean rotos, chaqueta de cuero, y para su vergüenza, ahora como animalista, unas botas tejanas de cuero de culebra: ¡cómo no, era hijo de vaquero!

Venía de dos universidades más, ya que su papa lo había obligado inicialmente a estudiar veterinaria y, a pesar de ofrecimientos como que le cambiaban el carro por un Jeep si seguía en esa carrera, decidió que se rebelaría hasta poder hacer lo que quería.

Pensé: este personaje va a ser mi amigo. Como en efecto ocurrió durante los cuatro años de carrera. Él tenía sus novias y yo mi novio, cero coqueteos.

Desde esa época empezamos a trabajar juntos en la estética, nos divertíamos haciendo los trabajos de la universidad y sobre todo las campañas para las que yo lo consideraba con un talento especial. Compartíamos nuestro gusto por el cine, la música y el arte. Después de trabajar como practicante en una agencia, se salió de la universidad para, como decía, “dedicarse al arte”. Yo hice la práctica en quinto semestre en CENPRO, productora de televisión.

EXPERIENCIA LABORAL

En sexto semestre me pasé a horario nocturno, según lo planeado, y empecé a trabajar como ejecutiva en una financiera, sector que poco o nada me interesaba, pero me esforcé por hacerlo bien. Esto me permitió comprar mi propio carro y terminar de pagar mis estudios para no tener que pedir en mi casa. Trabajar no era algo tan extraño para mí. Desde los catorce trabajé durante algunas vacaciones vendiendo ropa, antes de viajar con mi familia.

En la financiera estuve los cuatro semestres que me faltaban para terminar la universidad. Tenía veintidós años.

Un año antes de graduarme, Mauricio y yo no ennoviamos y fue un comienzo difícil, pues en su casa estaban pasando por situaciones complicadas y la muerte de su mamá.

Me gradué con el cuarto mejor promedio de la Facultad y en el tiempo planeado. Vendí mi carro y decidí irme a estudiar una maestría a Barcelona. Mauricio se fue conmigo.

BARCELONA

Amé llegar a Barcelona. Me sentía libre y feliz de haber dejado mi casa. Por fin estaba en un lugar que yo misma había elegido para mí, en medio de la arquitectura de Gaudi, con la luz cálida del cielo y con todo por hacer.  

Vivimos en un apartamento con una amiga de la universidad y su novio. Yo no quería seguir en el sector financiero, pero por mi experiencia conseguí trabajo en el fondo de inversión de una empresa llamada Catalana Occidente.

Decidí no hacer la maestría, no estaba segura de que el tema me interesara del todo. Mauricio se dedicaba a hacer arte, visitar galerías e inclusive la academia, y como artista autodidacta fue ponente en una maestría de arte contemporáneo en la Universidad de Barcelona. Esto me animó a seguirlo, comenzamos a hacer investigación estudiando la obra de los artistas que nos gustaban para lo que viajábamos a Alemania y a Italia a ver arte. Asistíamos a exposiciones, museos, monumentos, llenándonos de cultura visual, nutriéndonos de arte. Nos interesaba mucho la obra de Joseph Beuys, los expresionistas alemanes, el Dada, estudiamos las vanguardias, disfrutamos las obras renacentistas. Consumimos todo el arte posible.

Decidí retirarme de mi trabajo, no solo motivada por el nuevo camino que se me abría, sino porque no disfrutaba en él. Se rebosó la copa cuando alguna vez mi jefe, al terminar una reunión, palmoteó diciendo: ¡A acurrar! Es decir, a trabajar. También una vez me dijo: Tranquila, Xi, ¡no tienes qué pensar! De inmediato supe que mi vida no puede ser esto, que alguien me diga que o no hacer en cada momento, eso no es libertad, es decir, no es vida para mí.

Este fue el punto de inflexión. Decidí que haría de mi vida lo que yo quisiera, no lo que me tocara. Me sentí con la capacidad, la valentía y todas las ganas de hacerlo.  Quise crear algo propio. Es lo que he hecho hasta el momento, es lo que quiero y en lo que creo, eso sí, asumiendo las consecuencias, que las prefiero mil veces a terminar mi vida con una frase que empiece diciendo: “hubiera”.

REGRESO AL PAÍS

Mauricio propuso que volviéramos a Colombia y viviéramos en su finca, que es prácticamente en Bogotá. Me pareció un buen plan y me establecí con Mauricio en su finca.

Encontré todo al revés: mi papá nuevamente se había quebrado, su matrimonio estaba roto definitivamente y con mi hermana en medio de todo esto.

Trabajé algunos días en la empresa de mi papá: visionaria para la época, integradora de tecnología, desarrolladora de soluciones móviles para las empresas, cosas cotidianas hoy como Internet móvil y Apps. Pero la empresa en ese momento ya estaba herida de muerte, finalmente se acabó y mi papá quedó muy mal en todos los sentidos. Un año después murió.

A los dos días de la muerte de mi papa, mi hermana tuvo que dejar la casa. Otra vez quedamos huérfanas, ella apenas en primer semestre de derecho. La única herencia que recibimos fue el talante y los genes, y hasta ahora hemos sobrevivido a todo lo que la vida nos ha propuesto, siempre esperando darle buen uso al estar vivas.

Finalmente, mi hermana se graduó de administración e hizo maestría en marketing en el CESA. Mauricio y yo, nos casamos por lo civil, fue una boda muy solitaria.

COLECTIVO DE ARTE – ABSTRACTUS

A nuestro regreso de Barcelona, comencé a hacer trabajo curatorial de la obra de Mauricio. Después los dos estuvimos de acuerdo en que yo interviniera la obra. Así, en un proceso orgánico, empezamos a crear juntos.

Decidimos bautizar nuestro colectivo y crear juntos con ese nombre. Era el año 2001. Hoy, veintiún años después, Abstractus es el resultado de una evolución compartida en el arte de dibujo, escultura, intervención en espacio público, performance, documentación fotográfica y su inclusión en obras de técnica mixta, técnica que hemos explorado y desarrollado durante todos estos años.

Para nosotros el proceso de creación es tanto una obra de arte como el propio objeto creado, y hemos buscado convertir el trauma existencial en un escenario positivo de creación. Practicamos el arte en la vida y viceversa.

Mauricio ha sido mi compañero de vida, de arte y ahora en el activismo animal. Hemos compartido un proyecto de vida juntos, personal y profesional.

La finca ha sido clave en nuestro proceso. Ahí vivimos casi diez años, de 2001 a 2010, fue como una residencia artística que duró todo ese tiempo y nos permitió dedicarnos por entero a investigar y evolucionar nuestra obra. En ese periodo desarrollamos la ontología de Abstractus, como ser, como ente artístico. Nuestro proceso en la finca nos ha llevado a pasar de interactuar con los objetos, a los seres, involucrando en la obra todo lo que ahí nos rodeaba.

El coleccionismo de nuestra obra nos permitía viajar para ver qué se estaba haciendo en otros lugares y ubicar nuestra obra en otros contextos. Pasamos algunas temporadas cortas en Europa. Como amé Berlín, esperaba vivir en Alemania en algún momento, sentí que allá pasaba todo y estaba rodeada de historia, donde todo en estaba en construcción.

Cuando empezamos éramos inocentes. Creo que, por no haber estudiado arte en la academia, lo que nos faltaba de contactos lo teníamos en arrojo, nos sentíamos capaces, por ejemplo, de entrar en Londres a galerías como White Cube a presentar nuestro portafolio.

Buscábamos Saatchi Gallery y no sé por qué terminamos preguntándole a un señor que estaba parado frente a una puerta, en esa época no había Google maps, resultó que era uno de los fundadores del Stukism, movimiento que se oponía precisamente al tipo de arte que mostraba Saatchi. El hecho es que el señor cumplió su cometido, porque finalmente no fuimos, nos quedamos hablando con él y cambiamos de planes. Después supimos que era expareja de Tracy Emin, una de los British Young Artists que era objeto de estudio para nosotros. 

En una galería de París conocimos a una catalana historiadora del arte quien por años ha reseñado nuestra obra. Con el paso del tiempo trabajó en el Museo de Orsay, en la Fundación Miro, como profesora de la Universidad de Barcelona. Ha sido interesante ver nuestra propia obra a través de sus análisis.

Nos fuimos llenando de cultura visual, de experiencias que acumulábamos para volver a la finca y seguir creando. Decidimos que era tiempo de buscar otros horizontes y miramos hacia New York. En 2005 expusimos en una colectiva en una galería en Chelsea. Más adelante, parte de esas obras fueron a parar a las oficinas de un expresidente de Estados Unidos que preferimos no mencionar. Esa exposición nos hizo sentir que debíamos estar en ese lugar. Un tiempo después volvimos a pasar una temporada, nos inscribimos a unos cursos en el MoMA, y estudiamos parte de la colección.

Conocíamos mucha gente en diferentes lugares, y de esto salieron algunas exposiciones y coleccionistas. Siempre nos ha gustado llevar el arte más allá del objeto, vivirlo, experimentarlo, pues para nosotros el arte ha sido la vida.

Nos pareció divertido presentar nuestras propias obras a Sotheby’s. La situación era tan absurda que, las personas de esta institución no se percataron hasta que ya estábamos en reunión con ellos en sus oficinas.

También pasamos un tiempo en Miami, pensando en quedarnos, pero la crisis de 2008 nos hizo considerar volver.

En alguna oportunidad, viendo la revista Art Forum, como siempre lo hacíamos, salía algo de Art Chicago. Mauricio pensó que seria chévere participar entonces presentamos un proyecto de Land Art – El Jardín de los Sueños Sintéticos que habíamos realizado en la finca, interviniéndola con los materiales plásticos que reciclamos durante los años que vivimos allá. Fuimos invitados como proyecto especial a su sección de arte emergente y avant garde. Ese año la galería que representaba nuestra obra también participó en la feria con obra nuestra.

Casi todas las obras se quedaron allá. Nos sentimos felices por el éxito comercial y los buenos comentarios. Nos fuimos a descansar unos días a San Francisco sin saber que la vida estaba a punto de dar un giro que nos iba a cambiar. 

Mr. BOOTS

Al volver decidimos dejar la finca y vivir en Bogotá. Por esos días murió mi perro Tomás, de trece años. Tomás había sido el perro de mi casa y al morir mi papá se quedó con nosotros en la finca. Yo lo adoraba.

Llenar el vacío dejado por Tomás fue lo que nos llevó a crear a Mr. Boots, escultura con forma de perro que no se parecía a mi labrador dorado. Eera un bull terrier que parecía más una vaca con botas anaranjadas.

Lo ubicamos donde se hacía Tomás, le pusimos collar y correa. Años después Mr. Boots iba a ser el protagonista de nuestro proyecto de arte público en Canadá.

INUNDACIÓN

Nos invitaron a participar con nuestra obra en una subasta de arte en la residencia del embajador de los Estados Unidos. Estando ahí, por una conocida me entere de que las inundaciones de la Sabana de Bogotá estaban llegando al Occidente.

Al otro día, buscando cómo habían reseñado el evento y cómo saldría en la página social del periódico y en la sección de estilo del noticiero, vi la gravedad de lo que estaba pasando con las inundaciones y la manera como las fincas estaban siendo afectadas.

Sentí empatía con las víctimas y pregunté si era posible que nos afectara a nosotros. El papá de Mauricio dijo que parecía que no estábamos en riesgo. El hecho es que se rompió un Jarillón que nos expuso al riesgo.

En la noche el papaá de Mauricio nos llamó a decirnos que teníamos que ir a la finca lo más temprano posible. Llegamos a las cinco de la mañana. Todo parecía normal por unas horas. De pronto, el agua empezó a brotar del piso y empezó a subir el nivel del agua.

Sacamos a los animales caminando entre Mauricio, su papa, su hermano y yo. Los empleados estaban alistando su trasteo, pues la orden era la de evacuar. Llevamos más de doscientos animales caminando hasta el ICA, cuya sede queda a unos pocos kilómetros de la finca.

Era mi cumpleaños, 21 de noviembre de 2010, y evidentemente un desastre natural no era lo que había planeado para celebrarlo.  Yo todavía no dimensionaba lo que venía. Me imaginaba que el agua iba a estar unos centímetros por unos días y ya. Pero todo se volvió caos.

Salían camiones de todas las fincas con trasteos y “ganado”. En la tarde el nivel del agua era de dos metros, los dos metros en los que se mantuvo por ocho meses. Acudí a la Defensa Civil buscando rescatar a los gatos de la finca: algunas personas se molestaron, otras de burlaron y les exigieron que no me ayudaran más con eso. Es un recuerdo un poco surreal.

De esta forma, al cumplir treinta y cuatro años, me enfrenté con la nueva realidad que presentaba ante mí el cambio climático.  El agua se llevó mucho de nosotros y no solo cosas, perder casi toda nuestra producción artística era lo de menos, comparado con todo lo demás, empezando por la vida como la conocíamos. Mauricio y yo no volvimos a ser los mismos.

El nivel de estrés que esta experiencia nos causó no fue poco. Durante mucho tiempo le tuve miedo a la lluvia, cada vez que llovía me estresaba y me afectaba físicamente. De hecho, creo que ese miedo no ha desaparecido del todo.

Para ese momento yo ya no comía mamíferos ni aves. Vivir rodeada de animales me había hecho empezar a sentir que eso no estaba bien. No me iba a comer a mis “vecinas”, las vacas. Que en realidad más que vecinas eran animales explotados para nuestro beneficio. Si bien no se trataba de mi decisión, sino las circunstancias a las que me había llevado la vida por compartirla con Mauricio cuando heredó este negocio de su mamá.

Mauricio tiene una conexión muy fuerte con su finca. Su papá ha sido ganadero y su mamá fue terrateniente. Sus padres fueron productores de leche para Alpina, como él también lo fue hasta 2019. Mauricio nunca quiso aceptar la imposición de seguir los pasos de su papá. A los once años, cuando vio unas obras de Franz Kline en una galería en New Orleans, supo qué era lo que quería ser: artista.

ESPECISMO

Yo desconocía este mundo de la producción lechera y sus implicaciones para los animales. El especismo hace que uno dé por hecho a lo que son sometidos. Nunca me había preguntado por qué una vaca daba leche continuamente ni hasta cuándo lo hace ni qué pasa con ella después.

Durante los años que viví en la finca aprendí esto y mucho más. La casa y el kiosko de bbq que habíamos transformado en nuestro estudio de arte, estaba rodeado de árboles. Yo casi siempre estaba ahí, imbuida en mi arte. Era mi refugio, literalmente, como el nombre de la finca: El Refugio de la Hda. Sta Isabel

Poco iba a la zona de trabajo: como la sala de ordeño. Algunos fines de semana iba a consentir a las terneras y a darles tetero. Empecé a preguntarme por qué no estaban con la mamá, por qué no se amamantaban de ella, dónde están los terneros macho que nacen. Cuando supe que los terneros macho eran enviados al matadero, Mauricio y yo empezamos a comprarlos para que pudieran vivir en la finca y convencimos a mi suegro con el argumento de que no se iban a necesitar pajillas de inseminación.

No voy a entrar en los dolorosos detalles de lo que pasó con los animales ni en los conflictos familiares y financieros como consecuencia de la inundación. El hecho es que para Mauricio y para mí fue traumático.

A pesar de que el día de la inundación salvamos todo el hato, no haber podido conservar a los animales u ofrecerles un mejor destino, después de que su vida había sido parte importante de nuestro sustento, nos hizo sentir muy mal. Estábamos devastados.

Pasó un año hasta que se pudo volver a la finca después del desastre. Afortunadamente en ese momento la obra se estaba vendiendo y nos enfocamos en esto. Una dealer de Nueva York estaba moviendo nuestro trabajo en algunas ferias en Holanda, Bélgica, Estados Unidos.

Mauricio no quería continuar la sociedad con su familia para la producción de leche. No quería seguir explotando animales. Pero en ese momento no vio otra salida y no quería más conflictos. Así que la producción lechera volvió a empezar de ceros en la finca. Nunca volvió a ser lo que había sido antes.

CANADÁ

Sentí que debía irme un tiempo de Colombia. A mí siempre me ha gustado estar en movimiento, me siento ciudadana del mundo, me siento extraña en mi propio país, seguramente por ese sentimiento de desarraigo del que te hablé antes. Soy una outsider, pero tengo la suerte de serlo junto a Mauricio, estamos los dos.

Hacía unos años, gracias a un coleccionista de nuestra obra vinculado a la Embajada de Canadá quien nos había invitado a su país, nos habían ofrecido la residencia por mérito artístico.

En 2014, Mauricio, Mr. Boots -el perro escultura de botas anaranjadas- y yo nos mudamos a Toronto. Leo, un gato con la cadera rota que habíamos rescatado hace poco en honor a los gatos de la finca y que ya había sanado, se quedó con mi hermana Cathy. Creo y siento que uno no solo rescata a los animales, ellos también lo rescatan a uno. Leo fue muy importante para mi hermana durante mi ausencia. Hoy sigue siendo parte fundamental de nuestra familia interespecie.

Al llegar a Canadá, nuestro primer proyecto artístico se dio de forma orgánica.  Podríamos describirlo como metaarte urbano. Durante casi un año salimos con Mr. Boots a recorrer Toronto, Montreal y Quebec City. Lo llevábamos como si fuera un perro de verdad, documentando en fotografía, retratos de grupo y crónica social enmarcada en la cotidianidad cosmopolita que acogió a este objeto dotado de significado con empatía.

Después de acumular pérdidas, necesitábamos un enfoque vitalista, amable. Eso era El Diario de Mr. Boots, un proyecto autobiográfico que representaba la melancolía de lo perdido, pero también la superación de la tristeza y la absurdidad existencial.

Irónicamente, unos años después, cuando fuimos a exponer el proyecto en Bogotá, en el trayecto de regreso a Colombia, Mr. Boots se perdió llegando de Montreal al aeropuerto de Pearson en Mississauga. Mr. Boots nació como parte de un proceso para superar la pérdida y terminó perdido. Un cierre triste pero poético. Ojalá un día lo volvamos a encontrar.

Considero Toronto un punto de escalada profesional y creativa. En pocos meses nos habíamos integrado bien al medio del arte, conocido a muchas personas, hecho amigos, y habíamos expuesto nuestra obra en el Consulado de Colombia. En un centro de arte, dentro del marco de un festival, hicimos una retrospectiva y presentamos un performance en la Nuit Blanche. Fue una obra íntima dentro de una habitación del Gladstone House que ante los ojos de cientos de personas que, de siete de la noche a tres de la mañana nos dio la oportunidad, a Mauricio y a mí, de reencontrarnos como personas y como pareja a través del arte.

EL SANTUARIO

Decidimos tener un apartamento en Bogotá para pasar los inviernos y así también estar más pendientes de la finca. Adoptamos a Gala, una gata recién nacida que mi hermana había rescatado. Es nuestra princesa de porcelana.

Llevábamos un tiempo siendo vegetarianos y evolucionando al veganismo. Veganos con una finca lechera. ¿Cómo la paradoja de la existencia humana no va a ser objeto de nuestra obra si es que la vida se nos ha presentado así?

Las circunstancias empezaron a cambiar y pasábamos más tiempo en Bogotá hasta que dejamos de ir a Toronto. El peso de explotar animales crecía en nuestras conciencias, no nos sentíamos bien. Tratamos de estudiar la forma de hacerlo libre de crueldad y eso no existe. ¡No hay explotación ética!

Exploramos posibilidades alternativas de negocio para la finca, pero no logramos convencer al papá ni al hermano de Mauricio. No era fácil disolver eslaa sociedad, ninguno conocía una forma diferente de hacer las cosas.

La situación personal y ética era insostenible en la finca. Empezó a haber una rotación importante de empleados, y nosotros personalmente tuvimos que hacer algunos reemplazos. Ordeñarlas. Yo les ponía música y Mauricio las trataba con la mayor delicadeza, sabiendo que eso era menos que un paño de agua tibia. Rescatábamos y abogábamos por los derechos de los animales, mientras no podíamos salvar a los “nuestros” de nosotros mismos.

Un día llegamos a la finca y había un ternero inclusive unas terneras listas para enviar al matadero. Seguramente siempre pasó, pero no nos dábamos cuenta. El acuerdo no era ese. Y ese fue el florero de Llorente que desencadenó lo inevitable.

Ese día Mauricio decidió fundar el santuario, y lo apoyé.  Desde hace tiempo teníamos la idea de crear uno, pero cuando fuera un buen momento. Bueno, pues ese momento no llegó, y se dio en las peores circunstancias posibles. No teníamos idea de qué ni cómo íbamos a hacer.  Pero la decisión estaba tomada, lo que nos costó, no solo nuestra estabilidad financiera, sino el romper del todo las relaciones, ya muy deterioradas con la familia de Mauricio que tampoco siguió ordeñando.

A partir del 1 de agosto de 2019, una finca que por más de cinco décadas había sido dedicada a la producción de leche, no volvió a ordeñar. El proceso fue muy doloroso.

Haber sufrido la realidad del cambio climático nos preparó para dejar un negocio que nos daba todo para enfrentar un mundo hostil, pero al enfrentarnos al dolor de no tener oportunidad de esquivar la moral y su ética, sin estar preparados para lo correcto, lo hicimos.

Como artistas transformamos la materia y con el Santuario transformamos un espacio, antes dedicado a la explotación animal, en uno para la vida y la creación artística diluyendo la línea que diferencia al activista del artista. Promovemos una evolución cultural de respeto a la vida y la no violencia.

Cada día trato de ser la mejor artista posible y quiero que mi obra trascienda, pero la vida es hoy, el tiempo es el ser, y para mí lo las importante es lograr impactar la vida de otros de forma positiva.

REFLEXIONES

Un santuario animal es un lugar donde los animales residentes (generalmente víctimas de explotación o mal llamados de granja) viven por el resto de su vida libres de explotación, reciben el mejor cuidado, son respetados y valorados como individuos y tienen la oportunidad de vivir tan naturalmente como sea posible en un entorno protector. En él los animales no se reproducen, tampoco se venden. Tiene como premisa que todas las vidas valen por igual. No es un lugar abierto al público, no es entretenimiento, algunos reciben visitas programadas y hacen una labor pedagógica con relación al anti-especismo y la defensa de los derechos de los animales.

La razón de ser de Abstractus Microsanctuary es el activismo en defensa de los animales. Nuestro santuario es el resultado de un conflicto ético, que nos llevó a dejar un modelo económico beneficioso y más que normalizado, como la ganadería / producción lechera, y que se volvió insostenible para nosotros porque involucraba utilizar vidas como si fueran cosas.

Transformar un espacio para la explotación implica sufrimiento de seres sintientes en beneficio propio, en uno para practicar y promover el respeto a la vida y la creación artística. Abstractus Microsanctuary es un santuario de vacas y un espacio para el arte.

Nuestra misión es velar por el bienestar de los animales residentes. Como la primera finca lechera transformada en santuario animal vegano en Colombia, nuestra misión, desde el ejemplo, es promover un cambio cultural más que justo para los animales y necesario para los humanos, de respeto a la vida, a través de la defensa de los animales usados para consumo y víctimas de la agricultura animal.

Promover la no violencia y el antiespecismo. Difundir el estilo de vida vegano, el no consumo de animales ni de productos derivados de su explotación, como la forma de reducir el sufrimiento y evolucionar a un mundo mas justo y sostenible.

Buscamos hacerlo sostenible y tener un mayor alcance para llegar a más personas con el mensaje anti especista en defensa de los animales y poder cambiar más vidas.

El especismo consiste en basarse en que unas vidas valen más que otras para despojar de valor y derechos la vida de individuos y así disponer de ellos en beneficio propio. Antiespecismo es lo que se opone a esto, no discrimina la vida según la especie.

Deberíamos dejar de consumir carne por empatía, por consideración y respeto a la vida, a la propia y a la de los demás seres sintientes. Desde lo individual, para reducir el sufrimiento que causamos a los demás.

Hacerlo por los animales porque la agricultura animal es la principal causa de sufrimiento en el planeta. Los animales son criados, abusados, sometidos a sufrimientos indescriptibles. Son asesinados industrialmente, por millones, para un consumo que no es indispensable para los humanos.

En el caso de la producción lechera, que era nuestro caso, en vez de crecer pastos para alimentar vacas que son criadas para ser inseminadas, tener bebés de los que se les separa causando sufrimiento. Tomar la leche que es para sus hijos porque todas las hembras mamíferas producen leche solo cuando tienen bebés, pues no existen vacas lecheras, existen mamás. Se puede sembrar comida de manera directa sin causar todo este sufrimiento. Existen muchas opciones de leche de origen vegetal.

Deberíamos hacerlo por la sostenibilidad de la vida humana en el planeta. La agricultura animal es la principal responsable de la crisis climática. Causa deforestación y acapara la mayor parte de las tierras cultivables. Se podrían alimentar más personas. El 70% se usa para alimentar animales de “consumo”, cuando se podría cultivar más comida y generar más empleo, porque la agricultura requiere mas trabajadores que la ganadería.

Hacerlo por salud. Está más que confirmado por la academia, por instituciones competentes, por médicos, que una alimentación basada en plantas es más saludable. El consumo de carne está relacionado con problemas cardiovasculares y algunos tipos de cáncer, obesidad y diabetes, por ejemplo.

Dejemos de comer carne por amor y cuidado propio. Para qué alimentarse de estrés y sufrimiento de otros. La forma en que se crían a los animales es insalubre y genera enfermedades.

Creo que la pandemia por zoonosis y la crisis climática que vivimos hablan por sí solos de lo que estamos haciéndonos a nosotros mismos al tratar de forma abusiva al planeta y a los seres con los que lo compartimos.

Podemos los seres humanos evolucionar en el amor y en el respeto a la vida, salvando así también la propia.