Víctor de Currea-Lugo

VÍCTOR DE CURREA-LUGO

Las Memorias conversadas® son historias de vida escritas en primera persona por Isa López Giraldo

La arrogancia es un buen maquillaje para la timidez, dice. Es coqueto y enamoradizo. Vivió en Suecia por amor aunque éste acabó. Enseñar, escribir y viajar pero no manejar, ni nadar, ni tener mascotas. Su apartamento es su bodega, su trinchera, su galería, su lugar. Le quita las pastas a los libros y arranca las páginas para conservar las que le son importantes. Vive libre de equipaje. Busca su propia armonía, no se miente, reivindica su naturaleza, caza peleas, sabe lo que le gusta.

-No soporto la censura. Cuando alguien da razones a favor o en contra no me importa, pero cuando sin razón se busca callar a la gente o versiones y miradas de la realidad, me produce muchísimo malestar.

-Pienso que en Colombia no tenemos medios independientes, tenemos medios que son susceptibles al poder y el poder finalmente decide qué se publica y qué no. Alguien decía que la definición de periodista es aquel que controvierte al poder.

-La verdad no le agrada al poder. Decir cosas en ciertos espacios fue bonito, yo he estado en grandes, pero ahora he decidido que voy en solitario para decir cuanto quiero.

-Del periodismo no se vive, para mí es un gusto. He viajado, he cubierto algunas guerras del Oriente Medio, Asia Central, Norte de África.

  • Te consultan, como experto, en temas como la situación en Siria.

Dicen que experto es el que puede hablar de un tema más de diez minutos. En mi caso, ha habido un afán académico en dos niveles: el periodístico, que para muchos es un nivel que está desprestigiado. Critican que un documento sea periodístico, pero también lo critican por resultar muy académico. Yo no termino de entender qué es algo académico, ¿acaso hablar con pies de página de Harvard? Yo he enseñado en universidades y he sido periodista y, por lo mismo, pienso que hay trabajos periodísticos que son mucho más académicos que algunas cosas que escriben profesores que no saben dónde están parados.

Mi experiencia ha sido ir al terreno. Creo que hay que visitar el lugar, oler sus aromas, sentir, hablar, hacerse una idea y transmitirla de manera honesta. Yo no creo que uno sea objetivo, ni neutral, pero sí honesto.

  • A propósito de ser, vayámonos al terreno de lo personal y dime ¿quién eres?

Esa es una pregunta que resulta muy complicada. Yo soy un buscador, no como Google, pero cada vez que tengo una pregunta trato de respondérmela yo mismo. No puedo con las mentiras y en el caso de Venezuela, por ejemplo. El problema es que son sociedades tan radicalizadas y polarizadas que en cuanto tú dices A, los del lado B, dicen que eres un castro-chavista y cuando dices B, los del otro lado dicen que eres un agente del Imperialismo yanqui.

Soy un buscador que quiere aprender y que escribe de una manera que reconozco, resulta egoísta: escribo para explicarme a mí mismo qué está pasando. Ahora, si después alguien lo lee y le interesa, me parece perfecto.

Por ejemplo, mi libro sobre el Estado Islámico, que funcionó bastante bien, es un afán por explicarme la situación; lo escribí después de estar en en Siria, Turquía, Irán, Irak, Jordania, Líbano; habiendo entrevistado muchas voces; habiendo estado con Hizbollah y con el Ejército Libre Sirio, con muchos refugiados; y habiendo revisado muchos textos de otros. A partir de ahí organizo el debate.

  • Eres un buscador que conoce el mundo. ¿Ya te encontraste?

¡No! Y qué hartera que uno se encuentre porque ese día, capaz que dejo de buscar. No, yo creo que uno también se busca a través del mundo, es decir, las excusas de la búsqueda afuera tienen también que ver con las búsquedas interiores, pero eso no hay que negarlo, eso no está mal. Alguna vez le decía a un profesor, mi gran mentor, un español que dirigió mi tesis doctoral, que me sentía un poco perdido y él me contestó: “Tranquilo que perdidos estamos todos. Los únicos que no están perdidos son los idiotas o los dogmáticos”. Lo interesante es eso, si uno no se cree idiota ni se cree dogmático, tiene que estar parcialmente perdido en esta realidad.

  • Siempre estás buscando el origen de la verdad, para que esta se presente a tus ojos y no porque te la cuenten otros. Cuéntame, ¿cuál es tu origen? ¿cuál es tu verdad?

Es curioso, yo nací en un barrio muy pobre en Bogotá, en una zona que se llama Bosa. Le decimos “Bosa donde la gente goza”. Hay alguien un poquito más dañado que dice: “Bosa, donde la gente goza y donde la puñalada es más sabrosa”. Queda entre Soacha y Bogotá. Crecí ahí, en Palestina-Bosa y resulta muy curioso porque de niño oí la palabra Palestina y terminé trabajando en Palestina, en Oriente Medio, lo que para mí representó una experiencia mágica…

  • ¿Cómo surge el niño en un medio tan hostil, cómo se defiende, qué miedos tiene?

Se defiende con arrogancia y tiene todos los miedos. Uno es un saco de miedos, lo que pasa es que la gente no los cuenta, no los saca. A la gente le da miedo decir que tiene miedo. A la gente le da miedo decir que está perdida o no quiero estar sola. Vivimos llenos de apariencias.

  • ¿Cómo duerme ese niño, cómo pasa las noches, en qué piensa? 

Lo fundamental era enamorarse de una causa. Yo soy ateo desde los trece años y ni aún en los momentos más duros de mi vida he pensado en la religión, además me parecería tramposo que en el último momento uno diga: hombre, estoy necesitado, ahora sí creo en Dios. Eso es oportunismo, no voy a caer en eso y no es mi estilo.

Tengo claro aquello de la falta del sentido de la vida. En otras palabras, la vida no tiene sentido y frente a ese sinsentido de la vida, hay por lo menos dos opciones, una es llorar y cortarse las venas, y la otra es inventarse un sentido para cada día. Así hice yo, a cada día le doy su sentido. Un sentido mío era terminar mi bachillerato como lo hice; entrar a la Nacional a estudiar medicina porque lo quería, luego me soñé un doctorado en España.

En la búsqueda de uno mismo se va construyendo el ser humano. La arrogancia fue una de las herramientas que usé para defenderme, también la soberbia. Eso no es bueno ni malo, solo es. Alguna vez, durante un segundo, llegué a sentir un poco de vergüenza, aunque mínima, sobre mi origen, el ser de Bosa. Hoy lo digo con total orgullo.

  • ¿Y porqué?

Porque uno es también su historia y negarla es terrible. Tú recuerdas que el César tenía un esclavo detrás, cuando saludaba a la multitud que salía a las calles a rodearlo, en lo que constituía ese “momento mori” (memoria-muerte) y era decirle al oído: recuerda que eres mortal. No te creas Dios. Mi “memento mori”, el de Víctor, es “recuerda que eres de Bosa”. Cuando tú tienes eso claro, lo demás es ganancia.

  • ¿Cuándo entendiste que era más sano aceptarlo?

Muy pronto y fui muy desafiante con eso. En la universidad por ejemplo yo decía con contundencia: perdóname, yo no necesito que tú me des una clase sobre la pobreza. Yo tengo que levantarme a las cinco de la mañana, en un barrio sin pavimento para llegar hasta acá. A partir de ahí, construí un discurso profundamente contestatario. Yo creo que todo rebelde tiene un problema con la figura paterna.

  • ¿Tuviste guías que te orientaran y que te mostraran opciones?

Yo tuve tres guías que murieron. Primero mi mamá que me enseñó a leer y a escribir cuando era muy pequeño y antes de entrar a la escuela. Eso es lo que recuerdo de ella, pues murió hace ya trece años, pero una de las cosas que más me marcaron fue su interés porque yo aprendiera. Fue el mejor regalo que pudo darme. No creo en eso de que “me dio la vida” pues la maternidad es un accidente biológico y sé que lo que digo es muy sacrílego porque en este país no se puede dudar de la santidad de la madre. La segunda persona fue un amigo de la secundaria, que me marcó políticamente, él murió hace ya bastantes años, fue asesinado. Luego, un profesor español, mi director de la tesis doctoral.

  • Sígueme contando tu historia.

Estudié siempre en escuela pública donde hice un periódico mural que tuve un tiempo, gracias a un profesor, Jairo Chaparro, que me apoyó mucho. Luego entré a estudiar en universidad pública.

  • ¿Yo estoy hablando con un médico? ¡Por eso es que uno nunca debe suponer! 

Yo estudié medicina en la universidad; cuando me preguntan ¿cuál? Digo: ¡pues la única que hay: la Nacional! Pero eso es pura arrogancia de los de la Nacho.

  • ¿Y por qué estudiaste medicina?

Porque quería saber cómo funcionamos. Porque es apasionante. Cuando tú estudias fisiopatología, cuando estudias anatomía, ya no necesitas a Dios. Es absolutamente bello.

  • ¿Querías encontrar el origen como parte de tu búsqueda?

Sí, ahí también hay una búsqueda del origen, pero te cuento, yo no quería ser médico, lo que quería era estudiar medicina, que son dos cosas diferentes. Cuando la gente dice que perdí el tiempo, mi respuesta clara es que no fue así porque hice lo que quería.

  • ¿Nunca ejerciste?

Trabajé con Médicos Sin Fronteras, una organización decente, seria, que respeto mucho, donde se trabaja muy duro y se paga mal, pero eso es lo correcto porque los humanitarios no estamos para enriquecernos con el dolor ajeno. También trabajé con algunas organizaciones humanitarias en otros países. Ese sí era uno de mis sueños, pues yo quería irme con la mochila, de guerra en guerra, y conocer el mundo.

  • ¿Pero entonces qué querías ser en la vida?

Tengo una ventaja y es que no sé qué quiero ser. Cuando tú tienes un libreto, fracasaste. No me creo el cuento de que hay que llegar lejos. Alguna vez estaba en la India y llamé a mi mamá para decirle: “Mamá, ya llegué lejos”. Ya más lejos no se puede porque es volver por el otro lado a acercarme a Colombia. Geográficamente no se puede ir más lejos, pero eso de ser alguien en la vida o llegar lejos, me parece que son dos fetiches.

  • ¿Cómo lo entendiste temprano?

Haciendo lo que me da la gana. Lo digo en serio.

  • ¿Has sido un alma libre? Si es que puedo hacer referencia al alma…

Sí, lo he sido. Pero claro, eso te lleva a tres cosas: una, coleccionar muchas envidias; dos, coleccionar muchos enemigos; y tres, quedarte solo. La libertad se paga en soledad. Si decides hacer lo que quieres, te quedas solo.

Desde el colegio estaba interesado en lo social, andaba interesado en los movimientos de izquierda, fui mal militante, no sirvo para eso, al grado que un compañero en la universidad me bautizó: ‘Anarco-camarada’ porque los anarquistas me rechazaban por comunista y los camaradas por anarquista. Yo no encajaba.

Me divertí mucho en la universidad pero fortalecí una formación en sociología, en ciencias humanas. Adquirí una percepción que me ayudó. Luego me hice parte de organizaciones humanitarias. En mi búsqueda me fui construyendo y curiosamente ya trabajaba como periodista para una agencia de prensa, recuerdo que pagaba treinta dólares por artículo. Siempre me ha gustado escribir.

  • ¿Qué había en ti que hiciera que quisieras estudiar y no salir rápidamente a ganarte la vida?

Porque los vecinos son un claro ejemplo. Tuve vecinos sicarios, ladrones, mecánicos que salían a ganarse la vida y a emborracharse los viernes y sábados, y yo no quería eso. Vi ese modelo y quise otra cosa. Creo, realmente, en las fuerzas internas de romper con todo. La pobreza es muy enajenante, no te deja ver.

No quiero culpar a ese vecino porque él no tuvo de dónde y yo soy un privilegiado en ese sentido que tuvo esa arrogancia y esa soberbia, esa voluntariedad mínima para pelearse y decir: voy a hacer lo que quiero. Pero esa no es la constante, o sea, yo soy un “mal ejemplo”, por decirlo de otra manera. Me considero excepcional, no de ser especial, sino de ser la excepción, porque es muy difícil soñar más allá de esa realidad cuando se ve la mierda del trabajo, de la cotidianidad, del barrio .

Hay que ser profundamente lógicos en entender los alcances de la mente humana, ésta nos hace muchísimo daño y la pobreza lleva a la resignación. Pero yo no lo hice y soñé con el doctorado y con vivir en Europa. 

  • Me dices que estando en la Universidad ya hacías reportajes periodísticos.

Yo había hecho columnas de opinión sobre cultura porque me dediqué a la poesía un tiempo. Todo colombiano es poeta hasta que le demuestren lo contrario y yo me dediqué a escribir versos. Me pidieron que escribiera análisis de poesía palestina y vietnamita, así que hice pequeños artículos.

Recuerdo la Revista Opción, prensa de izquierda a la que llegué por accidente. Alguna vez tenían que mandar a alguien que hiciera una crónica en el Magdalena Medio porque hubo una gran ofensiva de paramilitares y ejército, y el compañero que tenía que viajar tuvo que irse para Arauca, así que me invitaron. Me dieron cinco páginas de la revista para escribir el informe especial. Tenía yo veintitrés años y ni la menor idea de lo que iba a escribir. Tenía diez casetes grabados por lado y lado, con testimonios de víctimas, de mujeres, de desplazados, de campesinos, lo que contenía cualquier cantidad de información.

Hasta que me recuerdan que al día siguiente debía entregar y yo no había escrito nada, pero llevaba un diario de viaje, lo transcribí y lo entregué. Eso fue muy impactante, a la mitad de la gente le pareció basura y a la otra mitad novedoso. Realmente me dieron muy duro las críticas pero lo reconfortante es que, tres meses después, hubo el fallo del Premio Latinoamericano de Periodismo “José Martí” y me llamaron para decir que me lo había ganado con esa crónica. Cuando eso te ocurre a esa edad, te dices: ¡Yo sé escribir!

Me di cuenta de varias cosas. Una, es que yo sí podía escribir. Dos, es que escribir desde el corazón y desde la cotidianidad era lo central. Tres, que tenía que ejercitarme. Bueno, yo tenía que comer, así que la agencia de prensa me invitó a escribir y me pagaba lo que para mí en ese momento era un platal, así pues me ayudaba para los buses y otros gastos; mi padre me ayudaba también, por supuesto. Terminé medicina con un acervo periodístico, con formación en lectura y escritura y cada vez que viajaba escribía.

  • ¿Cómo se dan esos viajes?

Del 93 al 97 me dediqué mucho a viajar en Colombia, porque tenía que ver la realidad. Quería saber qué eran las marchas cocaleras y debía ir a las zonas de paramilitares en el Cesar. Por ejemplo, yo iba a Medellín en flota y me quedaba donde un amigo y logré hacer unas entrevistas en la Comuna Nororiental en el año 91 cuando estaban en manos de las milicias; pude ver cientos de hombres armados con fusiles patrullando donde no entraba el ejército ni la policía; pude ver los combates entre las ollas del narcotráfico y las milicias. Tuve un trabajo interesante en el Magdalena Medio, entrevisté gente del Cauca, me metí al terreno, hice varias crónicas.

Después me fui a hacer mi doctorado, sobre el tema de salud y derechos humanos a España y decido ese país por una canción que me marcó,como decía Pablo Neruda: “se robaron el oro pero nos dejaron el idioma”. Estando allí me vinculé con varias ONG y alguna me propuso irme de jefe de alguna de sus misiones. Revisando la lista de los destinos, vi que uno de ellos era Palestina y no lo dudé. Era el año 2003 .

Lo que busco con mis viajes, es el descubrir. Hay una cuota orgásmica, es el placer erótico de descubrir qué puede estar pasando. El deseo de intuir, de indagar, de contradecirse, de pelear con uno mismo y eso lo vuelco haciendo lo único que medio sé hacer bien que es escribir. Yo no sé hacer nada distinto. A partir de ahí construyo una persona que va, huele, olfatea, toca y escribe. Eso implica riesgos, claramente, pero eso le da sentido a mi vida.

  • ¿Tú resuelves tu vida cada día o tu día cada día?

Yo resuelvo mi vida y mi día, cada día. Está la historia de Ciorán (creo) que dice: “me amarro los zapatos y luego me pregunto, ¿ahora qué hago?” Yo no me complico con eso. Un psiquiatra podría decir que es un mecanismo profundo de evasión, y si fuera así ¿cuál es el problema? Hay gente que se evade con el futbol, otros con los reinados, cada cual decide. He tomado causas por las que he peleado, en las que creo. Ayudé mucho a la causa Palestina varios años. Estuve muy metido en la creación de Misión Médica en Colombia, el primer libro que se hizo sobre eso fue mío en el año 97 y la investigación más grande, la primera en el mundo fue la que yo hice estando en el Comité Internacional de la Cruz Roja . Le dediqué mucho tiempo.

  • ¿Cómo te construía cada sitio al que llegabas? ¿Cómo hacía diferencia en ti?

Uno tiene que llegar a aportar con lo que sabe hacer, así que, he diseñado, he acompañado procesos como la lectura jurídica del muro que construye Israel, encerrando a los palestinos. Esto implica, participar en reuniones de la ONU donde fui invitado, una en Nueva York, por ejemplo. Esto me abrió otros horizontes, pero también, así como ganas amigos, ganas enemigos.

Me dediqué a la causa humanitaria durante algún tiempo, así que estuve en el genocidio de Darfur, coordinando hospitales; en Etiopía, Bangladesh, en el desierto del Sahara. Así pasé once años fuera de Colombia porque también viví un tiempo en París, Suecia, Holanda. Siendo médico en Médicos sin Fronteras, mi tarea era hacer análisis de contexto político y produciendo los materiales de denuncia de esos países.

  • ¿Cuándo aprendes a hablar inglés?

Yo me crié con una izquierda mamerta horrible donde decíamos que el inglés era el arma del imperialismo yanqui, por lo mismo había que hablar en español. Soberana bobada porque había que comunicarse. Me doy cuenta que es una herramienta más y a los treinta años aprendí a balbucear, porque hablo inglés con acento de Bogotá. De hecho, fui profesor invitado en inglés en varios cursos y en diferentes países.

Combinaba eso con mi vida, en algunos de estos países donde tenía mi base y mis idas a terreno a trabajar en temas humanitarios. Esto me dio mucha riqueza, pero claro, hay que leer a los grandes, todo eso hay que hacerlo, pero lo más importante es oír a la gente de a pie que te enseña muchísimas cosas.

Fui construyendo un discurso de análisis de conflicto, reflexiones sobre la guerra, no basado en los grandes teóricos, los que me producen cierta alergia, sino desde las víctimas y los guerreros. Si te sientas a hablar con los del Hizbollah en Líbano, de Hamás en Gaza, del Frente Moro de Liberación en Filipinas… y te cuenta una versión de la guerra, y está bien. Te encuentras con una víctima siria, con un cristiano iraquí y con una viuda en Afganistán y todo eso me fue enseñando mucho.

  • ¿Qué aprendiste?

Aprendí que el dolor es universal, que la especie humana es de derecha y que la humanidad como futuro es bastante discutible. Pero no lloro, yo no estoy rasgándome las venas por eso que acabo de decirte. La vida es la que es.

  • ¿Qué sigue en tu vida?

Vuelvo a Colombia. Me invitan a enseñar en una universidad y fue muy bonito porque en mis cursos en las dos universidades en que he dado clases, yo leía la historia, los análisis, miraba fuentes secundarias, pero para mí era relativamente fácil hablar de Palestina. No hablo desde la teoría como te decía. Recibí muchas críticas diciendo que lo mío era anecdótico y periodístico. Yo me pregunto, ¿qué tiene de malo que le cuentes a un estudiante tu relación con las víctimas de Afganistán? ¿Crees que si lees un artículo teórico sobre conflictos vas a enriquecer más a ese estudiante?

Cuando en 2011 explotan las famosas revueltas árabes, yo no la llamo “Primavera Árabe” por muchas razones, del periódico El Espectador me invitan a escribir sobre esto. Así lo hago, escribo algunos análisis pero me doy cuenta que no se podía hacer desde el escritorio.

  • ¿Porqué?

Porque tenía que ir a mirar. Cogí la cámara y me fui para El Cairo, luego al Líbano, Siria, Jordania. Viajé a Oriente Medio, a veces cada tres meses, a veces cada seis y sin querer, por acumulación de experiencias, de lecturas, de foros, debates, reflexiones, alguna gente me llama para hablar de esa región..

Esto da origen a otro libro mío sobre la revueltas árabes, ya había publicado uno sobre Misión Médica, otro sobre experiencias periodísticas, mi tesis doctoral, salud y neoliberalismo, un par sobre Palestina. Luego sigo viajando y ampliando la zona, pues fui a Turquía y me metí con los kurdos, a Iraq en el 2014 cuando inició la guerra del Estado Islámico, fui a Irán varias veces, la lista es larga. Con este análisis me mantuve seis años, analizando conflictos en El Espectador. Ahora estoy terminando un libro sobre Siria.

  • ¿Qué es el periodismo para ti?

Es como un amante, como mí amante. Y uno al amante no le cobra ni le pide plata. Es mi placer.

  • ¿Actualmente qué haces?

Suspendí dar clases para poder viajar a Venezuela donde hago en parte periodismo y en parte mi post-doctorado, llegué anoche, donde estuve más de un mes. Es mi sexto viaje y creo en eso, en que hay que seguir explorando porque así justifico mi existencia.

Otro de mis focos ha sido el ELN, he ayudado un par de veces a destrabar la Mesa, y he ido a la Casa de Nariño por invitación del Presidente Santos a hablar del tema. Mi más reciente libro se llama “Historias de Guerra para tiempos de paz” que son entrevistas con los nueve comandantes, donde indago eso que tu haces: ¿cuál fue su primera caminata en el monte, porqué se metió a la guerrilla, cuál fue su primer combate, qué pasa con los heridos, cómo es el amor en la guerrilla? Eso era lo que me interesaba porque son seres humanos, como todos y a partir de esa humanidad yo puedo discutir, no para defenderlos ni para condenarlos, sino para construir paz.

Tú dialogas con alguien que reconoces como potencial, como tu par, con el que tienes cierta empatía. Uno no negocia con un dragón. Fíjate que duré cuatro años trabajando el tema del ELN donde logré muchas amistades, participé en muchos programas, el gobierno tuvo en cuenta mis artículos y me he reunido con toda la delegación en diferentes momentos para analizar, también con la iglesia. Ya hice mi aporte, ya contribuí con algo, ya depende de ellos y ya no tengo nada qué hacer ahí por eso ahora quiero estudiar Venezuela durante un tiempo.

Terminé mi libro sobre Siria, M me resulta apasionante. También quiero publicar un libro de fotografías, aunque tengo muchas fotos pendientes por tomar

  • ¿Sientes que has impactado de alguna manera?

No mucho y es mejor pensárselo así. Cuando tú crees que te leen todos, pierdes, te empiezas a vender.

  • ¿Tu sentido está en entender no en impactar?

Si alguien cree lo que voy a decir, sí impacto, pero yo soy el último mono de la fila. No me voy a ganar el Nobel, ni voy a ser el gran editorialista de los diarios colombianos…

  • ¿Eso es discurso o es un sentimiento real y legítimo?

Eso es real. Soy de Bosa Palestina. Los círculos de poder te invitan pero no vas a vivir ahí. Yo te invito a mi casa a comer pero no te vienes a vivir. Eso hay que tenerlo claro. El poder es real, no necesita argumentos y es una aplanadora. Y tengo una vena anarquista, de desdén por el poder que me salva, que me libera, así no me vendo y puedo decir lo que quiero con responsabilidad.

  • ¿Qué has ido descubriendo en ti con toda esta experiencia?

Primero, que mi naturaleza siempre me empuja a la búsqueda, a la contradicción, al debate y no quiero dejar de ser el que soy. Como la historia del escorpión y la rana. Yo puedo ser los dos dependiendo de las circunstancias…

  • Siempre estamos buscando razones y explicaciones a todo.

Yo soy un hombre profundamente racional pero creo que las causas últimas no se discuten sino que se asumen y esa frase no es mía, los gustos son parte de las causas últimas. Por ejemplo Isa, ¿porqué te gusta el chocolate? (risas)

  • ¿Qué queda del médico en ti?

Mucho, primero porque desde niño fui muy racional, eso marcó mi alejamiento absoluto, permanente y radical con la religión, pero luego la forma de pensar médica es bastante cuadrada, esquemática y ese es uno de los grandes regalos que me dio la Facultad de Medicina: aprender a ser cuadrado, ordenado, que hay causas y consecuencias. Segundo, ejercí algunas veces en Colombia como médico del Comité Internacional de la Cruz Roja atendiendo guerrilleros y, paramilitares en combate y eso es muy duro, eso me enseñó la guerra, como en Darfur. Eso te enseña a entender la enfermedad humana, la naturaleza humana.

  • ¿Cuál es la enfermedad del ser humano? Filosóficamente hablando…

La enfermedad nuestra es la condición humana. Es que no somos otra cosa. El problema es cuando tú esperas ángeles.

  • El más grave problema es negar la naturaleza.

Claro. Pero la sociedad rechaza cualquier cosa que sea políticamente incorrecta y así es muy difícil. Somos lo que somos. Negar la naturaleza es el peor crimen que un ser humano puede hacer con él mismo, negar su esencia.

  •  En tu opinión, ¿el deber ser, ayuda a construir sociedad o la destruye? 

Depende cuál sea “el deber ser”, porque éste también puede cambiar con el tiempo. Éste como algo absoluto es complejo. Porque como decía Kant, revelar dónde está tu amigo sabiendo que lo van a matar, no sería mi deber ser. Hay principios sobre los cuáles hay que construir sociedad, como el no matar, el respetar el acuerdo colectivo, la igualdad frente a ciertos principios y la igualdad de oportunidades.

  • ¿Igualdad o equidad?

Igualdad. Equidad también, pero ahí hay un problema grave y es que, aunque curioso, me lo enseñaba una mujer campesina en Catatumbo y me lo decía un negro de Tumaco, los dos en escenarios y momentos diferentes de mi vida: ella estaba cansada del discurso de género y él del discurso de etnia. Nos hemos perdido la naturaleza cuando la hemos fragmentado, entonces al final, tienes que ser algo, indígena, negro, clase media, burgués, y, ¿el ser humano dónde queda? cuando hay cosas en las que somos profundamente iguales.

El dolor es universal, pero no solo éste, hay muchas otras cosas que también lo son y a nosotros nos enseñan a pensar sobre la base del color del pasaporte y ahí nos dañaron. ¿Qué te hace diferente de una pakistaní? En esencia nada. Somos de pueblo de montañeros y eso nos hace mucho daño. Seguimos creyendo que Venezuela es el extranjero y es un vecino. Seguimos creyendo que el mundo es grande. El discurso de muchos es: no quiero ser libre, quiero ser parte de algo, de un partido, de una iglesia, de un equipo, quiero que me incluyan y ese ‘parte de’ te lleva a que nunca puedas entender la soledad como opción.

  • ¿De qué eres parte?

Yo no soy parte y eso me hace libre, feliz y en constante búsqueda.

  •  ¿Qué es la soledad para ti?

Depende. Anoche llegué a mi casa donde vivo solo y, volver a disfrutar de mi cama después de más de un mes, me hizo sentir un placer absoluto. Es mi reencuentro con mis cosas, con mis libros, con mis lecturas. Tener mi propio orden. Manejar mi tiempo. En ese sentido, la soledad es muy positiva, es mi opción. El problema de la soledad como imposición es que tú peleas contra ella, entonces te vendes por la compañía y eso es pedir ser parte del club aunque dejes de ser tú.

Darle sentido a mi vida a través de un tercero me parece egoísta. Ahora, no he sido un hombre que haya vivido solo toda la vida, he tenido novias, relaciones estables, viví un tiempo con una sueca, otro tiempo con una francesa, aprendí mucho de ellas, mujeres que fueron muy valiosas, a las que les debo muchísimo, con las que crecí, aprendí, confronté.

  • ¿Cómo te abrazas, cómo te consuelas?

Una buena comida en un buen restaurante es lo que me suelo regalar, también una buena película. Ahora, si puedo ir acompañado mejor porque me encanta. Creo que también hay placer en el relacionarse con la gente, pero desde lo que soy. Mi naturaleza es coqueta en sentido amplio, en el de la seducción. Hay que escribir para seducir, hay que hablar para seducir, hacerlo con amor o con odio, pero con el corazón ahí de por medio.

  • ¿Hay vacíos en tu vida?

Todos tenemos vacíos. Si preguntas por los académicos, aprender a nadar y a conducir.

  • ¿Y emocionales?

Claro, creo que hay una relación con el poder que tiene que ver con cosas de afectos y desafectos y esa es una de mis agendas a resolver, por supuesto.

  • ¿Qué te da sosiego y desasosiego?

A mí me pone histérico la bulla. 

  • ¿Y el ruido de la guerra?

Es diferente. Tú sabes a lo que vas. El primer disparo asusta mucho, el segundo no. El primero te sacude, te recuerda que eres mortal, te pone frágil, te asusta, te sube la adrenalina, te tensiona, te hace valorar las cosas para el siguiente paso.

  • ¿A qué te aferras en esos momentos de reconocimiento existencial?

Creo que al sueño de poder salir de ahí para contarlo. Yo he tenido tres momentos duros. Uno fue un bombardeo en Gaza por el ejército israelí, yo estaba a una cuadra. Otro fue en un hospital nuestro, que ametrallaron en Darfur y un intento de secuestro en Iraq que mi guía detectó a tiempo, allí estaban secuestrando gente para vendérsela al Estado Islámico. En ningún caso dije: ¡Dios mío! ¡Que conste para la historia que mi ateísmo es probado

  • ¿Dónde están tu paz y tu equilibrio?

Cuando termino un buen texto: bueno para mí. Cuando tomo una buena foto: buena para mí. Con una cuota muy alta de egoísmo sí, porque lo que hago es para mí y me lo regalo.

  • ¿Qué buscas perpetuar con la fotografía?

Eternizar rostros.

  • ¿Cuál es tu mayor preocupación?

Ser asertivo. Ese es un reto grande. 

  • ¿Qué respuesta no has dado, que evadas y qué respuesta no te han dado, que busques?

Aún no me respondo: ¿qué busco? Y como decía el Doctor House: “todo el mundo miente”, entonces sería bello algún día encontrarse con alguien que se atreva a decir la verdad, pero eso es más o menos como buscar un unicornio verde.

  • ¿Cuál es el recuerdo más valioso que conservas?

Mis tres muertos: mi madre, mi amigo y mi profesor. Mi madre murió de cáncer en mis brazos, yo le cerré los ojos; esa fue una lección bien bella, de morir con dignidad, de morir acompañada, de aceptar la muerte, de recordarle la temporalidad a la gente. Pero también lugares de recuerdos valiosos: pisar Babilonia fue para mí absolutamente conmovedor, es una ciudad abandonada, ochenta kilómetros al sur occidente de Bagdad, en Iraq; sobrevolar Afganistán donde siempre quise ir, y cuando aterricé en Kabul supe que me podía morir en paz en ese momento.

  • ¿Sientes que la vida te debe algo y sientes que le debes a ella?

Hay una vieja canción de Olimpo Cárdenas que dice: “nada te debo vida, ni tú me debes nada, y cuando tú lo quieras podemos terminar”.

  • ¿Quisieras ser recordado de alguna manera?

No. En mil años la humanidad va a recordar lo mismo a Víctor de Currea-Lugo o a Miguel de Cervantes Saavedra. Me divierto y vivo mientras estoy y luego pasamos al olvido, como dice Héctor Abad Faciolince: “El olvido que seremos”. En mi diversión comencé hace poco un pos doctorado en Filosofía y Ciencias Humanas, aunque no sepa bien para qué sirve.

  • ¿Qué te gusta dejar en las personas que se acercan a ti?

Dudas.