María del Pilar Rodríguez

MARÍA DEL PILAR RODRÍGUEZ

Las Memorias conversadas son historias de vida escritas en primera persona por Isa López Giraldo.

Soy una barranquillera que nació el 14 de noviembre de 1980 y quien desde muy niña tiene un tema con el arte.

INFANCIA

La única vez que llamaron a mi mamá al colegio, estudiaba en el Anglo Americano y tenía siete años, fue para que atendiera un altercado que había tenido con otra niña. La compañerita me había dicho que Botero era mejor que Obregón. Por qué hablaba de eso a tan tierna edad es una pregunta que jamás hemos podido resolver, es la gran pregunta en mi familia, pues en ella no se cuentan pintores ni artistas plásticos ni a nadie en el mundo del arte. Mi papá fue gestor cultural, pero murió cuando yo estaba muy chiquita.

Ya un poco más grande, a mis nueve años, en Bogotá abrieron la heladería Solferino donde se debía ir hasta la caja para pagar el helado antes de comérselo. Recuerdo que mi mamá me dejó sentada en la mesita y cuando regresó con el helado yo ya no estaba. Le dijeron que había atravesado la calle.

Resulta que yo había entrado a una casa vieja, blanca, con unas escaleras que tenían un hueco en el que me senté mirando hacia uno de los cuartos, donde había un señor pintando una calavera con un pañuelo rojo atado al cuello. Años después, tomándome un trago en el taller de Darío Ortiz, amigo a quien quiero entrañablemente y uno de los grandes pintores colombianos, me dijo: “¡Ese pintor era yo!”.

Una señora mona y de ojos claros (me encantaría saber quién era, imagino que la directora de Cooperartes), al verme me llevó a su oficina y me entregó unas pinturitas de colores y un papel. Cuando llegó mi mamá, angustiada y llorando, se quedó hablando con ella por un rato afuera. Cuando regresó y vió lo que yo había hecho con el papel dijo: “¡A esta niña le vamos a dar clases!”. Esta escuela no era un lugar para niños, claramente, pero allí recibí clases de percepción artística. Darío recuerda que yo solía meterme debajo de todo, pues lo que me gustaba era ver pintar, más que hacerlo.

Mi mamá en esa época tenía una casa de modas, entonces me mostraba los figurines de las colecciones para que yo escogiera los de mi agrado y me hacía la versión para niña. Así pues, yo tenía mi pinta de artista con la que iba todos los sábados a Cooperartes.

Tengo una imagen clarísima de la primera vez que fui a Cartagena. Mi mamá le pidió al taxista que bajara la velocidad cuando pasábamos frente a la Vitrola. Nunca olvidaré que me dijo: “¡Ese es Alejandro Obregón!”. Fue la única vez que lo vi. Estaba con su camiseta de rayas al lado del farol. Eso te da la señal de que ese era un tema recurrente para mí. Para mí, ver a Obregón significó lo mismo que para cualquier otro niño ver a Mickey Mouse.

Mi mamá, ya viuda, vivía en pareja en ese momento con Gerardo Quiroga. Mucha de mi percepción vital se la debo a Gerardo, quien, además, es el papá de mi hermano. Se trata de una persona que considero determinante en mi historia. Llegó a mi vida cuando yo tenía cinco años y salió a mis veinte.

Gerardo se concentró en mi formación intelectual. Además de los libros que leía en el colegio, apostábamos a que yo podía leer una obra de literatura al mes. Lo curioso era que, si lo lograba, él me llevaba a mi restaurante favorito. Pero tampoco podía elegir cualquier restaurante, pues no me dejaba comer comida chatarra: solamente íbamos a restaurantes de cinco cubiertos.

Recuerdo que al llegar al colegio después del fin de semana, los niños comentaban sobre las pizerías a las que habían ido. Por supuesto, mis restaurantes eran el Castillo de los Rosales, Casa Blanca, Casa Medina, Classic de Andrei. Muchos amigos me dicen que soy una tía porque mi restaurante favorito es Matisse.  

Tenía prohibido ir a cine, solo a teatro. Gerardo no me dejó de llevar a la Zarzuela Luisa Fernanda, hasta que me la aprendí. Siendo muy chiquitica ya iba al Teatro Colón. También me comportaba con los protocolos que exige estar sentada a la mesa. Aprendí de etiqueta. De hecho, no tenía idea de cómo pedir un perro caliente, lo conocí a mis quince años viviendo en Cartagena bajo otro sistema. Porque me educaron bajo un régimen intelectual muy completo, el que nunca sufrí, por el contrario, lo disfruté enormemente, aunque pueda parecer absurdo.

Mi mamá siempre insistió en que yo tuviera otros dominios, otra estructura, otras capacidades. Ha sido mi eterna cómplice. Es ella la responsable de mi visibilidad mediática. Se trata de una mujer muy estudiada para su época, pues adelantó tres carreras: nutrición y dietética, salud pública, historia del arte. Hizo talleres de arte floral en la Complutense de Madrid. Alcanzó a avanzar en sociología, pero cerraron la Facultad. Siendo una mujer tan culta, también fue candidata a señorita Atlántico. Ahora tiene una Fundación en Cartagena dedicada a la promoción del diseño local, con cinco diseñadoras quienes me visten con sus obras, me presento en sus pasarelas y me divierto en su entorno.

CARTAGENA

Cartagena para ese momento era una ciudad pequeña, no la reconocida y luminosa de hoy. Estando aquí vivimos en Castillo Grande, un pequeño gueto en el que conocí gente bellísima que me apoyó y respaldó de muchas maneras distintas. Yo sin Cartagena no sería lo que soy. Me permitió hacer todo cuanto quise.

ACADEMIA

Estudié mi bachillerato en el colegio La Presentación de Cartagena donde me gané la simpatía de las monjas. Estando aquí escribí para el periódico, declamé, gané premios en los intercolegiados.

Cuando me tuve que cambiar, la rectora me presentó con las mejores referencias al Eucarístico de Santa Teresa, el mismo colegio en el que había estudiado mi mamá su primaria, pero en Barranquilla.

Del Eucarístico recuerdo a Lorena Bernal, quien iba varios cursos adelante. Fue mi amiga y protectora. Podría decir que llegué escoltada al colegio porque, si bien no choqué con las monjas, pues sentían que se habían ganado un trofeo conmigo, sí lo hice con las otras niñas a quienes les resultaba diferente.

Lorena es de las mujeres más inteligentes que conozco. Por ella descubrí grupos musicales que no escuchaban a las niñas de mi edad, lo que generó una brecha más grande aún de la que ya existía con las niñas de mi generación. Lorena me abrió los sentidos a otras formas de percepción, a otra literatura como la de Kafka. Comencé a asumir una cantidad de modelos estéticos que no correspondían a mi edad.

Si bien tuve mis detractores, el colegio me permitió desplegar mis capacidades de liderazgo desde frentes muy distintos.

Desde mis catorce años trabajé con el grupo directivo de la Pascua Juvenil Salesiana, grupo juvenil de Cartagena. Me hice amiga del sacerdote y asesor Diego Patiño, un hombre muy guapo a quien siempre llamé por su nombre.

He de confesar que no me gustaban las clases de matemáticas, entonces la rectora me sacaba de ellas para contarme chistes.

En la promoción fuimos ciento ocho estudiantes que dirigí para teatro, para el que escribí guiones.

Le hice la campaña a mi mejor amiga, Melisa Benedetti, para que fuera la personera, y ganó por el doble en votación a su contrincante.

Estando en grado once, hice el fashion del colegio, aunque lo que realmente quería era producir un espectáculo, lo que se sustenta en que mi mamá ofrecía los fines de semana unos almuerzos gigantescos, de cuarenta o cincuenta personas, algo absurdo, y de ahí viene mi vocación de anfitriona.

Recuerdo que solía caminar el centro, cualquier día me quedé observando el Museo Naval del Caribe e inmediatamente se me ocurrió la idea de hacer el fashion del colegio en ese lugar. Me encontraba sentada en la puerta de mi casa cuando llegó el coronel de la Armada, Hernando Thorné. Me saludó, le conté mi idea y me animó a ir a la oficina del director presentándome como su sobrina. Con esto logré hacer una fiesta a la que asistieron dos mil quinientas personas. Para ese momento tenía tan solo diecisiete años.

Con el propósito de sacar adelante mi proyecto, construí mi propio mundo, armé y dirigí comités: decoración, logística, modelos. Lo materialicé el 7 de agosto de 1998 y lo llamé Eclectic Fashion Night, dado el eclipse que disfrutábamos por esos días. Las boletas fueron troqueladas como un CD con una foto de un eclipse en punto de diamante.

Recuerdo también que obtuve el quinto mejor ICFES de mi promoción sin que me hubiera preparado para presentarlo.

El Eucarístico fue una experiencia para mí muy particular, pues venía de un modelo educativo muy bogotano.

DISCOTECA

Unos meses antes de terminar el colegio, teniendo diecisiete años, Fernando Tinoco Támara, secretario de gobierno de Cartagena, impuso la Ley zanahoria en Cartagena. Nunca estuve de acuerdo porque no había discoteca zanahoria para jóvenes, como sí ocurría en Medellín. A raíz del éxito del Fashion, la esposa de Mariano Tatis, mi actual coach life, me planteó la idea de hacer estas fiestas.

Tinoco era vecino nuestro, entonces fui hasta su casa para decirle: “Buenas, vengo a hablar con tu papá”. / “Con mi papá, dices. ¿Realmente con quién quieres hablar?” / “Con Fernando Tinoco” / “Soy yo”. La verdad es que se veía muy joven para ser el secretario de gobierno.

Mi regalo de grado fue el permiso para abrir una discoteca zanahoria. No fui a mi fiesta de grado pues en ese momento participaba de un consejo extraordinario de gobierno, en el que recibí el permiso. La discoteca se llamó Euforia, se abrió en sociedad con Sandra Bustillo, la mujer de Mariano Tatis.

Mis amigos de vida desde esa época han sido Fernando Tinoco, Mariano Tatis, y Fabricio Botta. A su lado yo era una bebé, pues me doblan la edad. El grado de amistad con ellos llega al punto de que Fernando no me dejara de hablar cuando, manguera en mano, le mojé su convertible nuevo. Hice esto por no haberme contestado el teléfono. Al bajarse del carro lo mojé a él también. Y no se inmutó, se quedó tranquilo.

VOCACIÓN

Tenía quince años cuando a Fabiola Morera, esposa del primo más cercano de mi mamá y a quien he considerado tía, se le ocurrió que yo iba a ser periodista pues siempre me ha gustado escribir.

En 1996 me llevó a Colombiamoda para ser asistente de prensa. Si bien tenía quince años, mi apariencia era de persona grande y todos pensaron que tenía dieciocho. En esa sala de prensa aprendí lo que era un boletín, a escribirlo, a hacer una agenda de prensa.

En vacaciones Fabiola me traía a Bogotá para “trabajar” con ella en Fabiola Morera Comunicaciones, una de las agencias de relaciones públicas más grandes e importantes del país, sinónimo de respetabilidad. Yo era, si se quiere, el “juguete”. Aprendí a organizar eventos y demás. Por lo mismo, cuando me imaginé el Fashion del colegio, lo visualicé como lo que ya conocía, que era realizar proyectos de grandes magnitudes.

Si bien había decidido estudiar comunicación social, no me gustaba la facultad de Cartagena, entonces comencé a estudiar artes plásticas en Bellas Artes. Tomé materias de todos los semestres y me dediqué a hacer relaciones públicas. Entraba a los talleres de los pintores, hablaba con todos. No estudié una gota.

TELEVISIÓN

En el segundo semestre de 1999 comencé en la Universidad Autónoma del Caribe de Barranquilla. En esa época frente a mi casa en Cartagena vivía Claudia Fadul, presidenta de la Sociedad de Mejoras Públicas, una mujer bellísima. A Claudia se le ocurrió la idea de que yo hiciera televisión. Llamó a Julito Farah, gerente de Telecaribe, y me presentó de tal forma, como solo se presenta a una hija.

Llamaron Ramiro Franco, productor general, para que me enseñara lo que debía aprender de televisión. A los seis meses ya estaba haciendo transmisiones en directo, produje el programa “Hola, qué tal”. Después llegó Raúl Alfonso, de Hansel y Raúl, y produje para él. En algún momento tuve que cambiar mis horarios en la universidad para la noche a fin de atender todos mis compromisos.

JAIME ABELLO BANFI

En esa época llegó a mi vida Jaime Abello Banfi, amigo al que quiero mucho. Lo conocí durante mis primeros pinitos curatoriales en una exposición en Cartagena. Hubo mucha química entre los dos.

Cualquier día me saludó de abrazo en la puerta de Telecaribe lo que generó una reacción para mí muy extraña en mis compañeros del canal. Jaime había sido cofundador del canal, su gerente en una época y desde entonces dirigía la Fundación Gabriel García Márquez para el Nuevo Periodismo Iberoamericano, lo que nos volvería a unir intelectualmente. Fue en ese momento cuando me enteré de su importancia.

Jaime es un hombre increíblemente brillante, con el que comparto mil cosas, desde Gabito al Carnaval, donde nos volvemos locos cada año.

RADIO

Víctor López, director de Caracol Radio en Barranquilla escuchó mi voz y dijo que quería esa voz en mi emisora. Fue así como desde el 11 de septiembre de 2001 me empecé a levantar de madrugada todos los días para transmitir a las seis de la mañana en el programa “Buenos días, Barranquilla”. Leyendo los cables de Reuters aprendí a hacer radio, a modular la voz.

PILAR JARAMILLO

Después de vivir estas experiencias y con el fin de ayudar a pagar mi universidad, organicé eventos, inauguré discotecas, hice fiestas.

En ese proceso conocí a Pilar Jaramillo, estudiosa de la meditación consciente, quien me invitó a ser su jefe de prensa. Comencé un curso de milagros, a hacer meditación consciente y me sumé a la asociación “Colombia ama” con sede en Cali.

Pilar me presentó a su hijo Ramiro Avendaño Jaramillo, el hombre que ideó la venta de minutos de celular en el Caribe colombiano por medio del modelo Telemic. Él manejaba el departamento de Internet de Celcaribe que contaba con una página llamada delcaribe.com que pasé a manejar en un momento en que esas iniciativas eran realmente muy escasas.

COMUNICACIÓN ORGANIZACIONAL

El énfasis que decidí para mi carrera fue comunicación organizacional. Me dediqué al tema de eventos y desarrollo de estrategias.

Martín Tapias, mi profesor de liderazgo organizacional, hoy gran amigo, me dijo:  “Mapy, llegaste como estudiante a enseñar”.

Los fines de semana viajaba a Cartagena a estudiar Crítica de Arte con mi maestro Camilo Calderón, haciendo, además, una o dos exposiciones al año.

LICORERA DEL ATLÁNTICO

Antes de terminar la universidad fui a la Licorera del Atlántico a pedir un patrocinio para unas tarjetas de invitación para inaugurar un bar. Me recibió Ana Cristina Duva Márceles (Anina), quien hoy es mi hermana del alma, mi conciencia en este mundo.

Anina me pidió que le presentara un portafolio. Yo lo tenía con las acreditaciones de los diferentes eventos en los que había trabajado. Me preguntó si me gustaría trabajar con ellos, pues la gerente de mercadeo estaba empacando sus cosas.

Me consiguió cita con el gerente general, Mate Certain Duncan, (mito urbano barranquillero). Entre un buen número de preguntas que me formuló hay una que no se me olvidará jamás: “¿Mija, tú estás loca?” / “Eso dice mi mamá, señor Mate”. Para el cargo lo que más se necesitaba era estar loco y yo lo cumplía. A la semana estaba contratada en la Gerencia de Mercadeo de la Licorera del Atlántico.

Mi primera campaña fue en octubre: “Dicen que las brujas no existen, pero de que las hay, las hay. Pregúntale a Ron Blanco”. Luego vinieron los precarnavales y carnavales del Departamento. Lo recorrí entero en una chiva. Fui al festival del burro, al del bollo de yuca… A cuantos pude. ¡Qué no me inventé para cada fiesta! El señor Mate pensó en ponerme escolta porque decía que con mi trabajo la competencia querría matarme (risas).

JOE ARROYO

Para la inauguración de lo que se esperaba sería la discoteca más moderna de la ciudad, citaron a todos los proveedores. Recuerdo que estuve compartiendo mesa con señores presumiendo chequera cuando yo solo podía regalar ron. Al día siguiente sintiéndome muy acongojada, le dije al señor Mate: “Usted es amigo del Joe, ¡llámelo!”

Regresé a la discoteca y le dije a Victino o Guillo Mendoza: “Creo que tú vas a tener que cambiar esos logos. Tengo dos palabras para ti: ¡Joe Arroyo!”. Por supuesto, se presentó y cantó “¡En Barranquilla me quedo!”

Mis exámenes finales de liderazgo organizacional fueron de cinco sin presentarlos siquiera. Le dije a Martín: “¡Al examen no voy! Califícame como quieras”. Me contestó con mucha gracia: “¡Se eximió pues!”. Tampoco fui por mi título, terminé la carrera, pero por razones de trabajo no asistí al grado.

Pasado este evento y mi grado, en la Licorera me ofrecieron la gerencia nacional de mercadeo. Desde esa posición diseñé una bebida energizante latinoamericana Global Brands.

OTROS RETOS PROFESIONALES

Por supuesto, siempre tuve claro que no quería ser empleada el resto de mi vida. Fui asesora de Shark, firma de la competencia. Luego trabajé en relaciones públicas; en la industria farmacéutica. En Procaps hice campañas con Isabella Santodomingo hasta lograr el número uno en prescripción en Colombia. También fui proveedora de Colfondos y otras compañías del sector financiero. Me especialicé en hacer eventos de lujo, inauguré el primer hotel de Germán Efromovich en Cartagena.

En esa época hacía hasta tres curadurías al año. La primera oficial fue Oscar Salamanca, “Pinocho” en el Museo de Arte Moderno de Cartagena. Aunque hubo un intento amateur anterior, también de Salamanca en el año 99 que se llamó Paisaje Interior. Hice curaduría en fotografía, la primera fue del mexicano Cuauhtémoc Rodríguez.

CARLOS JACANAMIJOY

Mi plata la invertía viajando a Bogotá para estudiar con María Teresa Guerrero y con Umberto Giangrandi. Mi hobbie seguía siendo la cultura que financiaba con mi trabajo.

En diciembre de 2006 expuse a Carlos Jacanamijoy en el Museo de Arte Moderno de Cartagena, que definió mi vocación curatorial.

Recuerdo que Carlos Salas me pidió un artículo para la edición Enrique Grau de la Revista Mundo, que él dirigía. Esa fue mi primera publicación. Cuando viajé a agradecerle personalmente en su galería la cortesía que había tenido para conmigo, vi una serigrafía de Jacanamijoy en su oficina. Entonces le manifiesté mi deseo de hacerle una exposición a este artista. Él amablemente lo llamó.

Recuerdo que yo estaba comiendo donas cerca al lugar donde me alojaba cuando timbró mi celular. Era Carlos Salas para darme el número de Jacanamijoy. Lo llamé y de manera directa le dije que quería hacerle una exposición en el Museo de Arte Moderno. Él estaba en Cartagena y me citó en Bogotá. Llegué a la galería Mundo y me encontré a un hombre completamente diferente al de la imagen que tenía creada de él. Hablamos de fecha, número de obras y demás detalles relevantes.

Para esa época Isabella Santo Domingo dirigía la Revista Carrusel y nos encontrábamos en Pereira en una gira para Procaps. Le conté sobre mi proyecto, me dio la portada de la revista y su hermano Nicolás le tomó una foto a Jaca en Cartagena.

Sin mi mamá esa exposición no hubiera sido posible, pues logísticamente era muy difícil y resultaba muy costosa. Era demasiado grande para mí en ese momento. El galerista León Tovar me ayudó, como lo hizo Carlos Salas y toda la gente comprometida con el proyecto. En esa exposición conocí a Nadín Ospina y a su esposa Mirella. A partir de ahí se tejió una amistad muy bella.

GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ – GABITO

Esta es una historia que muchos conocen, sin embargo, creo que la mejor síntesis de esa locura está en mi Blog: http://mariadelpilarrodriguez.blogspot.com.co/2016/06/el-gabito-que-me-toco-mi.html?view=timeslide.

Hacia el 2004 comenzó a pasar lo de Gabito. Fue en el 2009 cuando me encargaron de la ruta de Macondo Magdalena, razón por la cual prácticamente abandoné las relaciones públicas: hice eventos, pero de manera ocasional pues me dediqué a la investigación y a la cultura. Fue García Márquez quien me terminó de torcer el camino.

Estoy inscrita en Colciencias como investigadora desde este 2017. Fui catedrática del Colegio Mayor de Bolívar, coordinadora académica del diplomado Rutas Macondianas que deseñamos con Carmen Alvarado.

ALEJANDRO OBREGÓN

Alejandro Obregón ha sido mi obsesión desde niña. De esto supo su hijo, Rodrigo Obregón, quien se obstinó en conocerme. Nos vimos por primera vez en Art Bo 2007, para volvernos los mejores y más grandes amigos. Silvana, su hermana, cada vez que me ve, me dice que necesito enamorarme de una persona viva, pues mi amor profundo claramente es Daniel Alberto Alejandro María de la Santísima Trinidad Obregón Roses.

ESCRITORA

En esencia, soy escritora. Esa es realmente mi vocación primigenia, el resto ha sido para divertirme, aunque todo con una enorme pasión. No he dejado de escribir un solo día, imposible no hacerlo, sería perder la vida. Tengo una novela a medias y sin zapatos que trabajo con mucha frecuencia. Estoy haciendo una colección de cuentos.

Te darás cuenta en lo que escribo como editora asociada en la revista Enfoque Visual sobre fotógrafos, hablo mucho de los personajes, porque me interesan profundamente, tanto como su trabajo. Mi género favorito es el perfil de personalidad y tengo una colección de estos bajo el nombre Seductores: capacidad que tienen algunos seres de poner a hacer a otros lo que ellos quieren, sintiendo placer.

JANE CHAPLIN

Escribiendo sobre Jane Chaplin fue como nos hicimos amigas. Podría decirte que me la gané en una rifa, que me salió en una piñata, es de mis amigas más divertidas.

Carolina Vélez, amiga de Cartagena tenía un restaurante que frecuentaba Jane. Algún día me la presentaron y le ofrecí una entrevista que trajo como resultado un perfil titulado: “Más Jane, menos Chaplin”. He hecho corrección de estilo a su ópera prima como guionista.

RUVEN AFANADOR

http://www.ruvenafanador.com/m/

CIERRE

Mapy una privilegiada vital, un personaje que no tiene miedo a reinventarse. No es la misma de hace unos meses, porque yo dejo que la vida sea.

Me identifico esencialmente como escritora sin publicaciones y sé que eso y la investigación un día se van a tragar mi existencia.

He trascendido una etapa y ahora estoy en lo que es mi razón de ser en la vida. Muevo mucho con la palabra escrita. El que yo tenga un dominio verbal, lo considero un oficio porque disfruto del silencio. Toda la euforia que ves la disfruto, pero son solo momentos.

Vivo contrastes violentos.

Muy pocas cosas no se me han dado en la vida porque generalmente soy yo quien pone los derroteros.

Mis frustraciones han sido del orden sentimental. Cualquier otra la tolero muy bien.

Soy una mujer que atrae, que no necesita un hombre al lado: opaco al que está conmigo, lo que molesta e incomoda. Soy exigente, de respuestas rápidas. Cuento con gente que me protege. También soy muy solitaria, me recojo mucho del mundo.

Un profesor de filosofía descubrió una frase en un texto mío cuando estaba en décimo grado y que creo me resume bastante bien: “Puede más mi amor por volar que las ansias de la vida normal por arrastrarme”.