Raquel Bernal

RAQUEL BERNAL

Memorias conversadas® son historias de vida escritas en primera persona por Isa López Giraldo.

Alguna vez tomé una hoja seca, lista para volverse ceniza, pero también la pasta de un libro en papel pergamino con carátula de cuero, es decir, por fuera muy duro y en su interior muy frágil. Estas dos características son un resumen de mi esencia. Soy una mujer muy decidida, un tanto fuerte, y por dentro muy frágil. Es una ambivalencia que me ha acompañado en la vida con impacto en lo que hago.

Soy responsable, trabajadora, disciplinada, en exceso. Reconozco que me hace falta flexibilidad, algo de relajo. También soy honesta y franca. Me considero compasiva, me preocupa el bienestar de quienes me rodean. En ocasiones pienso que es cuestión de género, pero, genuinamente me importa la gente, razón que me llevó a ser educadora.

Tengo esa faceta un tanto cuadriculada que me hace ser en ocasiones neurótica y, de otra parte, una sensibilidad interna que me hace ser una persona compasiva, frágil con la intención de aportar desde mi pequeño quehacer.

ORÍGENES

RAMA MATERNA

Prepararme para hablar contigo me ha hecho ver que el que conozcamos muy poca historia es muy diciente: no provengo de la aristocracia, puedo trazar sólo hasta mis abuelos.

Se trata de una familia humilde, numerosa. Mis abuelos son del Huila y se conocieron en Pitalito.

Mi abuelito, Marco Aurelio Salazar, trabajaba como constructor al servicio de la Gobernación y de diferentes alcaldías lo que los hizo viajar por todo el Departamento. Tuvo once hijos, cada uno nació en un municipio distinto y a todos los bautizó con nombres poco comunes sacados no sabemos de dónde.

Fue él un hombre muy trabajador, dedicado a su familia, sin vicios, recto, estricto. Lo que me cuenta mi madre, porque jamás lo percibí así, es que era muy fuerte, de trato severo y maltratador.

Con los años se establecieron en Neiva donde mi abuelo fue policía hasta pensionarse. Así lo conocí.

Mi abuelita, Diva Ramírez, fue costurera y con esta actividad complementó el ingreso del hogar. Como el prototipo de la época, fue una mujer muy sumisa, callada, atenta a todo lo que dijera su esposo.

Los vi durante mi niñez, quizás una vez al año, pero con un nivel de cercanía afectiva muy fuerte. Marco Aurelio murió de un cáncer de estómago cuando yo tenía doce años. Mi abuelita de manera reciente, ya de viejita.

MAMÁ

Mi mamá, Zenobia, es una mujer supremamente responsable, disciplinada, juiciosa, muy estricta. El estilo de mi abuelito la impactó tanto que un poco de lo que soy proviene claramente de ellos.

Es la segunda de once hijos y de niña hizo las veces de mamá cuando ayudó en la crianza de sus hermanos.

Estudió bachillerato en una normal y después fue profesora de niños de primaria en pueblos a los que la enviaba la Gobernación. Al momento de enseñar tiene mucha paciencia, quizás en la cotidianidad no tanto, pero es muy buena formadora.

RAMA PATERNA

Se trata de una familia boyacense de la región de Garagoa. Desde muy jóvenes mis abuelos, Marco Tulio Bernal y Graciela Franco, llegaron a Bogotá a buscar mejor vida mientras que los otros permanecieron en el campo cultivando la tierra.

Mi abuelito se vinculó a Chocolates Corona lo que le obligó a viajar mucho, pero también le permitió hacer contactos en tan diferentes destinos que abrió una tienda de víveres, pues conoció a quienes se hicieron sus proveedores de productos como arroz, café y demás.

Le fue muy bien en su negocio y pudo matricular a mi papá, Marco Tulio Bernal, en el Liceo la Salle. Dada su temprana muerte, cuando mi padre tenía doce años, mi papá y mi abuela tuvieron que encargarse del almacén. Sin embargo, el negocio quebró. Mi abuelita se fue a vivir a Anolaima donde estaban sus hermanos. Viajó con su hija, pero dejó a mi papá en Bogotá bajo el cuidado de uno de los sacerdotes del Liceo. Eran las épocas en las que había que educar al varón, así mi tía tuvo una vida muy distinta a la de mi padre.

Mi papá estudió con compañeros muy elegantes, como los Ezkenazi, mientras él vestía pantalones rotos y vivía en un cuarto alquilado en una casa de familia. Esta situación le impuso un reto enorme de vida porque lo motivó a salir adelante. Por fortuna, el cura de la Salle lo acompañó por mucho tiempo.

Con apoyo de mi abuela y trabajando, mi papá se hizo arquitecto de la Universidad Nacional. El cura que lo apadrinó le decía que era creativo, innovador y con buena imaginación, entonces que podría ser arquitecto o abogado. Siempre reconoció que tenía esas características, era bueno para pintar, por lo que tomó la opción.

Sus inicios de carrera fueron con Luis Carlos Sarmiento en la constructora que dio origen a la Corporación de Ahorro y Vivienda Las Villas. Mi papá quedó muy marcado con esta experiencia porque Sarmiento es un señor muy impactante, y su trabajo se guio por la disciplina y ritmos muy fuertes.

Con los años trasladamos a la abuelita a Bogotá y la visitamos con frecuencia. Era una mujer muy fuerte, bastante severa y mi papá tenía mucho de ella, entonces no había manera de que yo fuera distinta.

CASA MATERNA

Mis papás se conocieron en un San Pedro en Neiva. Mi papá viajó con unos amigos, a última hora y sin planear, entonces no encontraron hotel: las calles estaban a reventar de gente, día y noche. Por cosas de la vida, que tienen que suceder, terminaron alquilando un cuarto en la casa de unas amigas de mi madre, pues la gente hace su agosto con los cuartos en sus casas.

En la noche las amigas invitaron a mi mamá a hacer plan con los huéspedes para llevarlos por la ciudad. Fue de esa manera como mis papás se conocieron y a los tres meses se casaron en un matrimonio que tiene anécdota.

Resulta que mi papá viajó, con toda la familia, por tierra desde Bogotá. Como llevaban el almuerzo en olla, pararon en el camino, pero le indigestó la comida pues con el calor se vinagró. Como se demoró, mi mamá pensó que no llegaría y eso la estresó. Pero mi papá, aunque tarde, se casó en medio de un gran malestar estomacal. Ahora cuentan cinco décadas de matrimonio que cumplirán en el 2022.

Mi papá tiene ochenta y seis años, y le lleva quince a mi mamá. Este es otro aspecto muy importante en mi vida, pues mis padres pertenecen a dos generaciones distintas. Casada, mi mamá se instaló en Bogotá donde ha permanecido desde entonces.

Soy la mayor seguida por Marco Tulio, ingeniero civil de los Andes que adelantó su maestría en Ingeniería Estructural en los Estados Unidos donde reside desde entonces trabajando en una petrolera donde construye estructuras para extracción en tierra y en mar. Está casado con colombiana, Patricia Rodríguez, y son padres de Elena y Emma.

Luego nació Roberto, arquitecto que se dedica al arte, retratista y diseñador de espacios. Para él su vida es lo prioritario, no el trabajo. Está casado con Erika Kaiser, de descendencia alemana, pero nacida en Argentina, con quien tiene una niña, Camila. Viven a las afueras de Bogotá.

Mi padre, no sé si de origen o quizás con el tiempo se transformó, es más de avanzada que mi mamá. Fue quien me dio alas, imagino que para evitar lo ocurrido en su familia. A él le preocupa mi rol de madre, de esposa, de profesional, pues le parece una gran responsabilidad, pero me ha respaldado siempre. Mi mamá quizás desearía que me dedicara por entero a la familia.

INFANCIA

Recuerdo de mi infancia una gran unión con mis hermanitos. Fue muy peculiar y entre más lo analizo más me enternezco sin comprender muy bien, pues a ellos los pusieron a compartir cuarto y peleaban mucho, pero cuando yo llegaba cambiaban la dinámica, quizás por mandona o porque les generaba un gran respeto.

Desde chiquitos me cuidan, siendo la mayor. Jugábamos infinitas horas con roles definidos: al profesor, a la playa, a la exploración, al zoológico, y muchos otros que nos inventábamos juntos. Con mis hermanos se refleja mi perfil de educadora en una época en que los papás no se involucraban tanto en los juegos de los hijos.

Hemos tenido una relación de ensueño hasta el sol de hoy, pues mis hermanos son mi último recurso siempre. Son respetuosos, me toman en cuenta para sus decisiones. Crecimos en un hogar de pocas palabras en el que no había mucho diálogo, era peculiar. Si bien no se manifestaba el cariño, el amor se percibía de otras maneras.

Tuvimos amigos con quienes salíamos a montar en bicicleta y a jugar en la cuadra hasta antes de la comida.

Durante gran parte de mi infancia mi mamá no trabajó, lo que recuerdo con mucho cariño pues me apoyaba en el estudio sentada a mi lado mientras hacía sus cosas y yo hacía mi tarea. Estando en la Universidad la invitaba a que se sentara a mi lado mientras yo trabajaba, pese a tener ya veintidós años.

Nos usteaba, pero estaba cerca, era presente. El amor era tácito, estaba implícito, no era expresivo. Vivimos gran respeto y tranquilidad.

Cuando empecé mi bachillerato medio, mi mamá comenzó a trabajar con mi papá en la constructora e inició otra etapa de la vida. Mi papá fue más el proveedor, pero en la medida en que fui creciendo me fui volviendo más cercana a él. Ahora soy el parche de mi padre, conversamos largas horas, acudo a él para consejos de vida, en la toma de decisiones, porque para mí es sabio.

En mi infancia tardía mi papá se convirtió al cristianismo. Pasó de católico educado en colegio de curas a ser cristiano. Se convirtió en un hombre muy de Dios, alguien que guarda valores y principios muy estrictos que lo guían y que me han servido mucho.

ACADEMIA

COLEGIO ST. GEORGE

Además del rigor de la casa llegué a un colegio que no es particularmente flexible, sino muy rígido, el St. George. Fui muy juiciosa, la primera del curso, me gradué con el promedio más alto que había tenido el colegio en su historia. Fui de pocos amigos, pero que conservo, y muy fiestera, porque sacaba el tiempo ya en mi adolescencia.

Una de mis mejores amigas, Claudia Valencia, es de familia cartagenera, y Carolina Soto con quienes pasé mucho tiempo durante mi niñez y adolescencia, y Peter German, que es bogotano. Son mis amigos más cercanos.

UNIVERSIDAD DE LOS ANDES

Entré directamente a la Facultad de Economía de la Universidad de los Andes por consejo de mi profesor de filosofía quien me dijo que era muy buena en las cosas cuantitativas, pero que tenía vocación social, y que esta era la única carrera que combinaba las dos cosas.

Inicié un grupo pequeño de amigos, tejí relaciones tan sólidas como las que hice en el colegio: Claudia Hernández, María Ángela Parra, Claudia Meza, Iván Cardona, Claudia Puentes, Jimena Hurtado. Le tomé mucho amor a la carrera donde tuve profesores como Alberto Carrasquilla, Mauricio Cárdenas, Juan Carlos Echeverry. Muy pronto supe que me encantaba el tema y me dije: “¡Quiero ser ministra de Hacienda!”. Me gustaba la carrera política, pero también quería ser directora del Banco de la República.

Me gradué del pregrado con Summa Cum Laude junto con una estudiante de administración.

Muchos de los que estábamos en Colombia viajaron a hacer el doctorado regresando a asumir cargos públicos. En mi caso fui evolucionando en el pregrado con mayor contacto con lo académico sin abandonar la intención que he tenido desde tercer semestre, pero es que viví una adolescencia tardía porque ni a mis catorce, quince ni dieciséis le di un dolor de cabeza a mi papá, pero en la Universidad me rebelé un poco.

Continué con la maestría una vez terminé materias, porque así lo ofrece los Andes sin mayores cambios excepto un nuevo diploma. Allí la gente normalmente se hace una persona distinta, pero tengo la idea de haberme vuelto adulta después, no en esta época en la que me seguía sintiendo “hija de”.

Conocí personajes fantásticos, directores del Departamento Nacional de Planeación – DNP, ministros de Hacienda, a José Antonio Ocampo y a Guillermo Perry. Con ellos se fue creando en mí una vocación de servicio.

EXPERIENCIA PROFESIONAL

FEDESARROLLO

Una vez graduada trabajé un par de años con Mauricio Cárdenas en Fedesarrollo, quien fue mi jefe directo y de quien aprendí muchísimo. El chip me cambió pues no me encontré con política pública, sino con investigación relevante. Sin descartar hacer mi doctorado, me gustó lo académico.

COMPROMISO

En esos años me comprometí en matrimonio, pero me arrepentí un mes antes de la boda, de otra forma me hubiera casado a los veintitrés, la misma edad en que mi madre lo hizo. Me amargué todo un año, fue una decisión muy dura. Lloré, pero con la tranquilidad de haber tomado la decisión correcta. Y maduré.

DOCTORADO
Pese a mi situación emocional me inscribí para el doctorado en un buen número de universidades y fui aceptada, menos en Berkeley, la Universidad que yo más quería y en la que había estudiado Mauricio Cárdenas. Entonces decidí iniciar mi doctorado en New York University.

Quien me ayudó a definirme por NYU fue Juan Carlos Echeverry que como egresado me dio una perspectiva del tipo de economía que impartía, que era muy macro, como me interesaba para la función pública.

Además, Nueva York es mejor vividero, en los veranos se concentra la banca mundial que aproveché para ganarme la plata para sobrevivir cada año de doctorado. Otra ventaja que tuve en cuenta fue la diferencia horaria que me facilitaba el poder comunicarme con mi familia, pero también el que son menos horas de vuelo a Colombia.

El primer fin de semana llegué con mis papás, que me ayudaron a instalar, y al siguiente me reuní con la única persona que conocía en Nueva York, amiga de mi exnovio, quien me conectó con un grupo de amigos en el que conocí a Juan Pablo Ospina, mi esposo.

El primer año de doctorado ha sido el más difícil de mi vida. Tenía veinticinco años durante los cuales había vivido con mis padres. Fue tenebroso, estudiando muchísimas horas, durmiendo muy pocas, pasando en la biblioteca hasta amanecer. En Colombia era la mejor del curso, pero allá estaba con los mejores de todo el mundo y me costó muchísimo porque me sentía en desventaja.

Quizás fue un error haberme ido a vivir sola, quizás hubiera facilitado mi proceso el tener un roommate. Tuve que aprender a conocerme, a sobrellevar la soledad y a afrontar los retos, a moverme en medio de la dificultad, la angustia, el estrés en un país nuevo, con amigos nuevos, en circunstancias totalmente desconocidas.

Fue una experiencia supremamente importante. Aprendí a valorar las cosas, quién soy, qué me gusta y qué no, a manejar mis emociones, a regular los momentos difíciles, a sobrellevar la adversidad, me volví resiliente.

Una vez superado el primer año tuve una vida muy feliz en Nueva York porque me parece una ciudad fantástica en la que disfruté planes con amigos, sus restaurantes, su vida cultural.

Fue una época de contemplación científica, y soy consciente de que jamás en la vida volveré a contar con esos espacios en los que pude sentarme en una biblioteca a pensar con exclusividad y por horas en una idea, a leer y a revisar soluciones a los problemas que van surgiendo cuando se hace una tesis.

En segundo año tomé dos cursos con Michael Keane, quien se volvió mi asesor. Mike me impactó con contundencia, tiene una vocación de mentor impresionante, peculiar, dedica cualquier número de horas a sus estudiantes, es un científico brillante con toques de locura.

Tuve la fortuna de que me aceptara en su grupo de investigación para trabajar por tres años muy de cerca con él en el impacto del empleo materno sobre el desarrollo de los hijos, tema al que me he dedicado desde entonces, también a las inversiones que promueven el desarrollo temprano, en por qué invertir en los más chiquitos es tan efectivo. De ahí mi obsesión con la neurociencia, con el desarrollo del cerebro.

Este fue un gran aporte que me hizo mi profesor en cuanto a interés profesional en el que me he concentrado los últimos veinte años de mi vida, aprendizaje que aportó a mis calidades de docente. También trabajamos como coautores.

Mike me cambió la vida al mostrarme que lo de menos es enseñar la técnica, sino que se debe enseñar acerca de la vida, brindar apoyo y extender el conocimiento completo, transmitirlo sin límites, para que dé sus frutos.

Él y su esposa me alojaron muchas veces en su casa para que yo pudiera trabajar en mi tesis, modelo que adopté con mis estudiantes, mis hijos esparcidos por el mundo. Diciembre para mí es una dicha porque todos me llaman, me invitan a un café. A Mike sus estudiantes le celebramos los sesenta años, porque lo admiramos y queremos.

En esa época viajé mucho. Me encantan los viajes, como a mi papá que le gusta moverse incluso de vivienda porque vivimos en doce residencias distintas. Viajé con un muy buen amigo veneciano a Venecia, fuimos en lancha a una pequeña isla, allí encontramos unas mesitas de madera a campo abierto donde sirven en canastas grandes cubiertas de papel una fritanga de mariscos acompañada de vino, es la Calera veneciana.

Los economistas tenemos lo que llamamos el job market, cuando los candidatos de doctorado se gradúan, el mercado de trabajo está centralizado. El primer fin de semana de enero se ofrece una conferencia muy grande de la Asociación Americana de Economistas en donde paralelamente ocurren las entrevistas de los candidatos que se gradúan ese año para emparejarlos con las Universidades que están contratando profesores.

A este punto ya había cambiado mi opinión con respecto al deseo de llegar al Ministerio de Hacienda, sin embargo, siempre me quise devolver porque contaba los días para regresar a Colombia, pero tuve un éxito inesperado en el mercado laboral y no pude negarme dado que aceptar una afiliación académica les da reputación a los mentores.

Fue muy inesperado porque navegué ese océano inmenso y profundo nadando muy duro, más que el resto de mis compañeros, hasta finalizar mi tesis que tuvo gran aceptación. Presenté veintidós entrevistas, trece universidades me invitaron a dar un seminario, y ocho me hicieron oferta laboral. Algo que poco se ve, más ahora que este campo está tan competido.

También me asusté, pues ya tenía la maleta lista y en un período muy corto se me abrió todo este panorama: Yale, Princeton, Chicago. Hice trece viajes en mes y medio.

NORTH WESTERN UNIVERSITY

Acepté un trabajo en Northwestern University en Chicago, entre otras, porque era la mejor ranqueada y ubicada en esa ciudad maravillosa y hermosa que es Chicago donde fui supremamente feliz para el momento de vida en que me encontraba.

Fui profesora asistente en el Departamento de Economía por cuatro años hasta el 2007. Le di ese impulso a mi carrera académica gracias a la gente de la que me rodeaba, hice valiosos contactos, conocí a mucha gente y cuento con un buen número de coautores que vienen de esa época por lo mismo sigo publicando muy bien en revistas internacionales

MATRIMONIO

Estando en Chicago me casé con Juan Pablo, quien viajó conmigo. Juan Pablo estudió en el San Carlos, nació en los Estados Unidos cuando su papá, que era médico, adelantaba la residencia lo que toma tres años. Desde su grado de bachillerato viajó a estudiar ingeniería a Georgia Tech, luego estudió un MBA en NYU, decidió quedarse y fue allí donde nos conocimos.

Cuando nos casamos Juan Pablo me dijo: “Tienes claro que yo no me quiero devolver para Colombia, ¿cierto?” Hicimos el pacto de quedarnos, yo me sentía contenta, pero en la crisis financiera lo trasladaron para Colombia. Entonces viajó a Bogotá mientras que me quedé en Chicago.

Estando en Bogotá dirigió el primer fondo de capital privado de Colombia. Por lo regular los fondos tienen una duración de ocho años de los cuales los primeros dos o tres están en función de recaudar capital, luego se invierte, se deja madurar la inversión, para finalmente obtener la ganancia.

Después de los tres primeros años consideré devolverme. Quiero pensar que hubiera podido hacer una carrera interesante, además, la vida en los Estados Unidos me encanta. Si bien quiero aportarle a mi país, en ocasiones sufro, y mucho. La calidad de vida en Chicago es muy buena.

UNIVERSIDAD DE LOS ANDES

Desde mi regreso en el 2007 me vinculé a la Facultad de Economía de la Universidad de los Andes cuando el decano era Alejandro Gaviria. He continuado con mi carrera de investigación, pero me cambió un poco el perfil ultra académico.

Teníamos un proyecto muy grande en la Facultad con el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar – ICBF que consistía en evaluar el impacto de sus hogares comunitarios, involucraba cuatro mil millones de pesos de la época. El profesor que lo dirigía desde hacía seis meses dejó la Universidad precisamente cuando yo llegué, entonces el decano me dijo que me tenía que quedar con el proyecto. Le contesté que lo que yo quería era publicar y no hacer consultoría. Fue una gran fortuna aceptar porque hice grandes conexiones con el ICBF con quien he seguido trabajando a lo largo de los años.

Tengo la vena investigadora de relevancia nacional, de entender y ayudar a mejorar la política de primera infancia de una manera cercana a los diseñadores de política pública. Mi carrera se reorientó trabajando de manera más cercana con la gente que diseña la de la primera infancia en Colombia.

FAMILIA

Podría decir que Juan Pablo es solitario, algo huraño, muy casero. Par busca par, porque es tan cuadriculado como yo, psicorrígido. Esta no es una familia flexible. Como es adicto al ejercicio, para poder verlo tuve que volverme igual, entonces somos muy deportistas.

En el 2008 nació Juan Miguel, introspectivo, muy inteligente, le fascina pintar, hacer escultura, hace unos dibujos que resultan impresionantes para su edad. Es san carlista como el papá.

El San Carlos es un colegio privado bilingüe, cuenta con las cohortes más grandes de estudiantes que figuran todos los años en el top 5 del ICFES, la mitad de sus estudiantes se hacen ingenieros de los Andes, y es muy económico. No tuve argumentos en contra a excepción del tema de género que no alcanzaba a compensar tantas ventajas.

Sofía nació en el 2012, es Pachita, parece de otra familia porque no sacó de nuestro cuadriculado. Es supremamente avispada, despierta, flexible, divertida, muy especial. Por supuesto, es los ojos del papá. Pelirroja como mi bisabuela materna. Cuando nació tuvo insuficiencia pulmonar, por lo mismo la dejaron en cuidados intensivos y no le teníamos nombre. Juan Pablo le puso en la cartelera de cuidados intensivos: “Petunia”. Cuando me la devolvieron y la bañé, me sorprendió ver su pelo rojo, de inmediato pensé: “¡Me la cambiaron por no tener nombre! ¡Me la cambiaron!”. Como la Unidad de Cuidados Intensivos es oscura y no baña a los recién nacidos, durante los diez días que pasó allí no pude identificar el color de su pelo. La molesto mucho diciéndole que es de otra familia y revienta en risas.

REFLEXIONES

  • Háblame de tu tema central profesional.

Mi razón de vida profesional ha sido mover el tema de la primera infancia.

Durante los dos primeros años de vida es cuando más cosas ocurren en el cuerpo humano, cuando uno crece mucho más porcentualmente, cuando el cerebro crece mucho más proporcionalmente, cuando ocurren la gran mayoría de las conexiones neuronales.

A los dos años uno tiene las mismas conexiones neuronales que un adulto, a los tres tiene el doble de eso, se estabiliza a los nueve y luego el cerebro escoge las que considera son las mejores conexiones hasta llegar al nivel de un adulto.

Si uno aprovecha esa ventana de tiempo, se vuelve más factible que a la persona le vaya bien. El número de palabras que uno dice a los cinco años predice el salario que se va a tener a los treinta y cinco.

Se volvió mi causa buscar que en Colombia se le dedique un esfuerzo mayor a la primera infancia. En alguna época lo que ahora son centros de desarrollo se llamaban guarderías, porque guardaban a los niños, algo pavoroso, cuando este es el período en el que más hay que estimularlo, por lo mismo se debe aprovechar al máximo.

Me he dedicado, desde la academia y trabajando de manera cercana con el Gobierno, a entender, a estudiar exactamente qué hay qué hacer, cómo se debe enseñar. Me genera satisfacción acompañar la estrategia De cero a siempre, aunque ahora se ha invisibilizado un poco. Sacamos adelante iniciativas de impacto para los niños.

Esta es mi razón de ser académica a la que le dedico tantísimo esfuerzo.

Si le invirtiéramos a los niños poderosamente después no habría que sufrir tanto porque desde el principio se evitan las brechas entre los más ricos y los más pobres. En Colombia a los cinco años un niño de estrato alto habla como un niño de cinco, pero el mismo niño de cinco de estrato bajo habla como uno de tres años y medio, es decir, en lenguaje hay una diferencia de año y medio. A los cinco años ya hay una brecha y la debemos cerrar, no dejarla surgir.

La literatura inicial habla de hacer unas inversiones muy costosas en centros híper especializados, con profesoras PHD y con implementos costosísimos. En el tercer mundo no se puede hacer esto cuando se cuenta con personal menos calificado.

Se ha presentado esta dificultad porque la literatura es muy elegante, y ha sido necesario aterrizarla para gestionar con los recursos de un país en desarrollo, revisar hasta qué punto esa inversión sirve.

Hago recorridos con las mamás por áreas rurales para conocer las diferentes prácticas. He observado que pasan las horas y no les hablan a sus bebés ni a los niños que cuidan; cuando pregunto la razón, la respuesta es los bebés no entienden, entonces que para qué hacerlo.

Esta ha sido mi bandera académica y científica, busco que se haga algo. Se suma una gran preocupación en pandemia porque los chiquitos son los más perjudicados.

  • ¿Cómo defines la educación desde la academia?

Enseñar es sembrar y me defino como profesora cuando formo personas, no economistas ni estadísticos, sino seres humanos que requieren apoyo en otras esferas de la vida.

  • ¿Cuál es tu filosofía de vida?

Soy la única que tiene la capacidad de hacer que la decisión que tome sea la mejor, me hago responsable de ese camino y lo voy a hacer excelente.

  • ¿Quisieras alguna vez participar del sector público?

En la medida en que pasan los años voy entendiendo que el sector público es muy difícil, tampoco tengo tan claro que el impacto pueda ser algo como hubiera anticipado porque se manejan unos intereses con los que no estoy familiarizada y que son ajenos para mí.

Cuando Alejandro Gaviria me ofreció la vicerrectoría, me ofrecieron también la dirección del DNP y no logré el cargo porque mi perfil político es nulo. No me gustan las intrigas que se viven en política, soy muy mala con eso, pero también tengo muy claro y por experiencia que: “nunca digas nunca”.

  • ¿Es importante para ti dejar huella?

Mi rol como educadora es muy importante y se me da muy fácil por mi personalidad, con lo que soy y con mi formación. He formado cohortes de ciudadanos jóvenes, muchos de ellos extranjeros, sobre los cuales he dejado huella, una semilla distinta del tipo de persona que deberían ser, de sus sueños, de la razón de ser de un profesional como es la de impactar, ayudar, hacer que las cosas en cada contexto sean mejores para todos, que trabajen por los demás. Espero que esto sume.

  • ¿Quién eres como lectora?

Mi gusto por la lectura ha sido de temas científicos. Mis estudiantes, que me conocen bien, me regalaron un libro de la neurociencia y de género. Acabo de leer el Cerebro adolescente, que es anecdótico, pero con evidencia científica sobre cómo es importante tomar riesgos y sobre cómo el padre debe acompañar al hijo en su proceso.

  • ¿Qué hay en tus silencios?

Soy excesivamente racional, muy analítica. Mis decisiones son una tabla de muchas filas de pros y contras, no doy puntada sin dedal, no soy de impulsos porque cada cosa que hago la pienso muy bien, la mido.

A pesar de todo me considero miedosa. No soy de las personas que van tranquilas por la vida porque tengo miedos, a los grandes cambios, las decisiones grandes me atormentan.

  • ¿Cuál es el sentido real de tu existencia?

Soy muy cristiana, creyente de otra vida, consciente de que en esta debo cumplir un propósito como es el de ayudar. El mío es que mi vida haya tenido algún objetivo lo que se traduce en a quién ayudé, a quién impacté, qué dejé en los demás, cuál fue mi legado.

Paradójicamente no me interesan los títulos, no busco los cargos, no soy política, no hago lobby, no busco poder, no me interesa la exaltación personal, sino tener impacto y hacer diferencia en la vida de los que me rodean.

  • ¿Qué es el tiempo en tu vida?

En esta vida moderna es realmente la barrera. Vivo batallando contra el tiempo: por qué pasa tan rápido, por qué llegué tarde. Soy muy acelerada, siempre estoy tarde.

El tiempo es un constructo al que debería poder adaptarme a él y no él a mí. El tiempo me asusta, es mi restricción, mi enemigo.

  • ¿Qué color eres?

El negro es definitivamente mi color. Me gusta por elegante, por sobrio, es tranquilo. Lo uso en todo, en mis cuadernos. Soy cositera en mi escritorio y uso el negro.

  • ¿Cómo abrazas tus miedos, cómo te consuelas?

Orando y meditando. Tengo dos espiritualidades que compiten. Soy muy espiritual de maneras muy distintas. Puedo encerrarme a ayunar y a orar para vencer miedos. La meditación es mi herramienta fundamental para superar a mi peor enemigo que es el tiempo, pero también de superar mis miedos.

El descanso que me da la espiritualidad de conexión con Dios y conmigo misma es único. Cuando encuentro un espacio para comprenderme, para tener compasión conmigo, me calmo y tomo decisiones de manera más reflexiva.

Pero también a través del ejercicio, me encanta correr, me cambia la perspectiva de vida.

  • ¿A qué lugar perteneces?

A la ciudad, soy citadina. Mi descanso después del confinamiento fue salir a ver gente andando. Significa mucho para mí el ser humano que me está rodeando, la multitud, la gente, como en Nueva York que uno no se mueve, lo mueven.

No me gustan las calles perfectas y vacías, sino en las que hay cafés, restaurantes, fiestas en la noche. Me encanta salir y ver gente.

La ciudad es mi espacio.

  • ¿Cuál debería ser tu epitafio?

Quizás algo sobre mi yo formador, sobre mi razón de vida, de impactar a alguien: Por las pequeñas diferencias que logré.