JULIO CÉSAR GONZÁLEZ
Las Memorias conversadas® son historias de vida escritas en primera persona por Isa López Giraldo.
Publicado por Blogger en El Blog de Isa el 2/15/2015 10:14:00 p. m.
– ¿Quién es Julio César González más allá de lo que hace?
El título que más me llena en este momento de mi vida es ser el papá de Sara y de Mateo, estrenándome como papá otra vez, lo que me define más que portar el rótulo de Matador.
Pereira no que en sus primeros años era un proyecto de gamín aunque consciente, como decía Belisario Betancur, que no se necesita mucho para tenerlo todo.
– ¿Eres una persona alegre y tranquila?
Diría que sí. Soy “mamagallista”. La cuestión es no tomarse en serio.
– ¿De dónde viene tu sentido del humor?
El sentido del humor en una persona tiene diferentes vertientes; somos la familia que tenemos, lo que leemos, lo que comemos. Que le paguen a uno por disfrutar, por “burlarse de los demás” eso no tiene precio.
– ¿Se puede definir una caricatura como una fina burla? ¿Caricaturizar es sinónimo de ridiculizar?
De las dos, pero para que el humor funcione tiene que ser verídico; no se puede hacer humor a través de una mentira, ni burlarse de alguien colocándolo en una situación mentirosa, por lo mismo, los caricaturistas políticos a los políticos les damos palo pero no nos metemos con su vida privada, eso no es de interés, pero si es él mismo quien ventila sus asuntos privados, en ese momento autoriza para que abordemos sus temas.
– ¿Se debe aplicar algún tipo de auto censura a fin de evitar reacciones en los que se vean afectados por el humor?
Jamás y le voy a explicar por qué. Cuando usted comienza a auto censurarse pierde el humor. Se tiene que hacer la caricatura sin pensarlo mucho, de otra forma no haría nada.
Estamos viviendo una sociedad en la que todo terminó siendo políticamente correcto. Por ejemplo, a un negro no le puede llamar de otra forma distinta a afro descendiente. Las minorías han ganado. Hoy usted no se puede burlar de un defecto físico como sí se podía antes, como Montecristo quien se burlaba de los boquinches, de los cojos…
Uno debe abordar todos los temas. En mi caso he tratado algunos tan horribles como cuando hago alusión a los descuartizados, violados, desplazados, pero con un sentido del humor que no ofenda, sin ser grotesco. Aunque es válido, no lo aplico.
– ¿Como el de Charlie Hebdo?
Como el de Charlie Hebdo.
– ¿Sientes algún tipo de consideración con la persona que te inspira una caricatura?
No, realmente. Aunque de todas maneras detrás de cada personaje público hay un ser humano y eso lo noté más ahora con la salida del libro cuando entrevisté a tantos de ellos, especialmente políticos. Es fácil concluir que el poder es una máscara.
– ¿Para ocultarse?
Para ocultarse y para que ese poder sea más creíble. Por ejemplo, la tragedia que sufrió Antonio Navarro, a quien entrevisté y considero una persona muy querida. A Angelino Garzón se le había suicidado una hija en el 2001 o 2002 circunstancia que nadie conocía. En estas situaciones se evidencia el drama, pero uno no alcanza a entender por qué quieren el poder. Son personas que envejecen muy rápidamente, como Uribe.
Me parece que el poder tiene cierto grado de locura. Aunque es imposible no tener consideración con la tragedia, no puedo dejar de dibujar.
– Cuando decías que el poder es una máscara, ¿lo es también la caricatura en la que te escondes o por el contrario te expone y exhibes a través de ella?
La caricatura lo que hace es desenmascarar las cosas. Cuando uno le dice a un político que es corrupto o que es ladrón lo que se está haciendo es desenmascarándolo. Pero el político colombiano llega al grado de pretender que uno las firme. Nuestra política carece de toda vergüenza; los políticos son personajes que descaradamente roban y compran la justicia y salen incólumes.
– Este comportamiento que describes, ¿podría entenderse como un mecanismo de protección que usan para restarle peso y veracidad al tema que evidencia la caricatura?
Creo que el poder de la caricatura es ese, el de desenmascarar. Por lo mismo digo que un humor con mentiras no cabe. Pero la caricatura le cuenta al mundo las cosas tal cual son.
– Además de estar muy informado, debes ser muy observador para capturar la esencia del personaje y de la situación que se dibuja.
Claro. Precisamente ayer me llamó un amigo quien tiene muy buenos contactos en el Centro Democrático. Me contaba que a Uribe le gustan mucho las caricaturas que yo le hago porque soy el único que lo dibuja en crocks.
No hay muchas fotografías que lo revelen pero un buen observador dará cuenta que Uribe puede ir en traje pero con sus crocks, así pues que es importante hacerse a esos pequeños detalles para crear el personaje.
Un caricaturista que es muy bueno en ese tipo de cosas es Osuna. La leyenda dice que él puede hacer una caricatura de alguien de espaldas y la gente sabe de quién se trata, por eso se ganó el “Vida y Obra” en el Simón Bolívar el año pasado.
– Quien te inspiró fue Fontanarosa.
Si se mira mi puesto de trabajo sólo se le ve a él. El personaje que más me gustó siempre fue “Boogie el aceitoso”. Podría decirse que este era un humor completamente incorrecto porque le pegaba a las mujeres, mataba negros, era un sicario, pero todo tratado con un humor descarnadamente fino, Incluso, cuando se estrenó la caricatura en Lecturas Dominicales, hubo muchas cartas de los lectores criticando eso, pero también infinidad de otras apoyándolo.
Me parece que el humor es liberador porque quita mucho tabú, porque a la vida no se la puede tomar en serio.
– ¿Cómo reírse de uno mismo? ¿Es acaso el primer paso para reírse de los demás?
Claro, eso es fundamental. Cuando no se tiene la capacidad de colocar la vida y observar que es una tragicomedia, no hay forma de burlarse de los demás. Tampoco es posible cuando uno no se asume como una caricatura. Porque realmente todos somos una caricatura, también en temas de la vida como hijos, matrimonio y demás escenarios.
El modelo del mundo nos vende todo perfecto. Ni qué decir de la publicidad que nos vende un mundo idílico, pero cuando Usted ve su propia vida que contiene fracasos y se ríe de eso, ya está liberado para muchas cosas, ya ve la vida de otra forma.
– Es medicinal entonces.
Había una sección en la Revista Selecciones que se llamaba “El humor remedio infalible”. Me parece que sí.
– ¿El humor como remedio infalible incluso en las situaciones más complejas?
Creo que el humor lo que hace en la gente es una catarsis.
Con la tragedia de Armero se hicieron chistes. Se saca el dolor y se pone en la verdadera dimensión. La vida es tan frágil que el riesgo es inminente.
– ¿Qué decirle al que se siente ofendido porque no asume lo jocoso y gracioso como parte de ese remedio?
Eso hace parte de la neurosis, hay mucha gente que no tiene sentido del humor y que todo lo toma literalmente pues no tiene esa capacidad de reírse.
En Colombia tenemos un error de percepción, creemos que somos muy chistosos y no es así; muchas personas no toleran que se burlen de ellas y se matan y por la neurosis se agreden.
– ¿Cuál debería ser ese primer paso para aprender a reírse de uno mismo?
Asumir la muerte, así como lo hacen muchas culturas, como algo que está presente.
Todos actuamos como si fuéramos inmortales, pero cuando se asume la muerte como un hecho cierto, entendemos que se debe reír, que esto no es tan en serio. En esos entierros pomposos la gente reprime la carcajada como parte del nerviosismo de lo que vendrá.
– ¿Qué es lo más serio que has afrontado en tu vida?
Diría que no he tomado absolutamente nada en mi vida en serio, incluso lo que para otros podría ser una tragedia como la muerte. Creo que se debe ser realista y no trágico, por eso es que nos gustan tanto las novelas porque son muy trágicas, porque el drama es más fácil, porque el día a día lo vivimos con problemas, si fuera distinto nada nos afectaría.
– ¿Tomas en serio tus caricaturas?
No, sí así lo hiciera no me divertiría haciéndolas.
– Pero hay una formalidad en el proceso.
Ah, claro, eso ya es una rutina. Primero tengo que leer, informarme de periódicos, revistas, blogs, tweets. Me nutro para que de ahí salgan las ideas. Me río mucho cuando me gusta una caricatura, sea buena o mala.
Soy muy claro con la gente pues yo no soy artista. Nunca fui a una escuela de artes, lo mío siempre fue espontáneo. Se dio desde mis cuatro años. Hoy soy publicista. Tengo una anécdota muy simpática, Me echaron de una agencia de publicidad porque no fui capaz de dibujar un equipo de fútbol, porque lo mío es hacer mamarrachos.
– Hoy les debe pesar enormemente.
Bueno, nunca supieron eso.
A la gente le gusta mucho que se planteen posiciones con humor.
– ¿Cómo maduras como caricaturista?
Ser caricaturista nace con uno. Yo puedo enseñarle la técnica de cómo hacer una caricatura, pero no puedo instalar el chip del humor pues este es innato.
Gran parte de lo que soy se lo debo a los libros.
Mi papá y mi mamá no terminaron la primaria, pero eran muy trabajadores. Tuvieron un almacén de zapatos. Pero ellos sí querían que los hijos estudiaran. En ese entonces se contaba con dos canales de televisión y la programación infantil era los sábados lo que obligaba a alimentar la imaginación.
Se salía a la calle, se jugaba fútbol, por lo mismo el dibujo para mí era un escape. Mis cuadernos eran completamente llenos de mamarrachos. No tuve juguetes. Los niños de hoy son más creativos, pero los de antes éramos más imaginativos. Nosotros teníamos que imaginarnos el mundo mientras que los de hoy lo tienen todo.
En una charla que dicté a niños del Liceo Francés les recomendé que pidieran libros, pero no para colorear, porque viene la corporación Disney y les muestra el dibujo perfecto de la princesa y cuando el niño confronta su trabajo se desanima, lo esconde. Eso lo apliqué con mi hija mayor Sara, que tiene 13 años. No pretendo que sea Picasso, pero sí que el dibujo sea su forma de expresión libre.
Lo bueno de la caricatura es que no tiene pretensiones estéticas, a nadie le importa, es sólo un golpe de vista.
La imaginación debe nutrirse con lectura, con la tradición oral. Adí como cuando escuchaba en radio a Calimán, era necesario imaginarlo. Esto no ocurre actualmente con los medios visuales, los que entorpecen el crecimiento creativo y la imaginación. La gente se queda con lo fácil.
– ¿Qué es lo más cómico que has vivido?
Muchas cosas porque eso sí viene de familia. En mi casa nunca se toman nada en serio y pasan cosas tan graciosas como cuando un día apareció una boa de dos metros en la noche…
– La pregunta era lo más cómico no lo más peligroso… ¡JA! Pero cuéntame qué pasó.
Se convirtió en nuestra mascota durante seis años.
– ¿Y el riesgo que implica?
Sí, es cierto.
– ¿Es un error confundir a un caricaturista con un comediante o tienen lugares comunes?
Que un caricaturista sea más bueno es un clown, una persona jocosa, dicharachera. Los caricaturistas somos introvertidos, debe ser por una lejanía de la realidad. El perfil es el de una persona tímida, buena lectora, que le gusta el licor que actúa como catalizador y que permite ser muy sociable.
En mi caso, tanto en la etapa de colegio como de universidad fui muy extrovertido, pero esa es la excepción a la regla. Actualmente cuento chistes, soy mal hablado, alegre, muy paisa en ese sentido y no me tomo en serio; no me da pena hacer de payaso. La historia es que una amiga iba a hacer una fiesta, pero el presupuesto no le alcanzaba: contrataba el payaso o compraba trago. Así que me ofrecí de payaso. Esa es una experiencia realmente dura.
– ¿Qué te produce risa y qué llanto?
Fui criado con el slogan de “los niños no lloran”.
– ¿Y un llanto interior y silencioso?
La vida es tan cortica que no merece la pena estar triste ni llorar por nada. Una prueba es que a mi papá le dio cáncer hace cinco años y estuvo muy cerca de la muerte. Nos turnábamos mis tres hermanos y yo para cuidarlo pues mi mamá estaba muy frágil psicológicamente. Mientras lo acompañaba le hice una caricatura que hoy tiene en la finca. Él tampoco se toma nada en serio.
– ¿Eres trascendental?
Para nada. Una canción de Juan Manuel Serrat dice “Nunca es triste la verdad sino lo que no tiene remedio”.
Me parece que la tristeza no cabe, reconozco que hay situaciones muy tristes pero la alegría y el humor nos saca de ahí. Mucha gente que hace reír se suicida, vive del humor y en el fondo es muy triste porque se toma en serio y otros les demandan de manera permanente. Pero uno sí puede lograr mantenerse en cierto estado de gozo. Ni Cepeda Samudio ni Gabo se tomaron demasiado en serio.
Estado de gozo es como el limbo entre no estar borracho ni sobrio sino “a media copa”.
Que el día de mañana no nos arrepintamos de haber desperdiciado el tiempo y de no haber disfrutado la vida.
– ¿Eres crítico con tu trabajo?
Busco aprender todo el tiempo de mi experiencia y de otras personas. Por ejemplo, yo no sabía, y no creo que todavía sepa, hacer tiras cómicas, pero con el reto que me puso hace cuatro años Soho de hacer caricaturas en viñetas, comencé a nutrirme y a aprender cómo se hacían y a comunicar a través de ellas.
Busco mejorar cada día. Si comparo mis caricaturas de hace quince o veinte años, estas han mejorado.
– ¿Cómo recibes la crítica?
Me gusta más la crítica que la adulación. Cuando se recibe un piropo, se está desnudo; es no creérselo. La crítica depende de quien venga, pero tomarla como tal porque no tenemos la verdad revelada.
Cuando algún sector del uribismo me agrede, pienso que algo estoy haciendo bien dado que estoy molestando.
– ¿Te blindas de alguna forma, en redes sociales por ejemplo?
Nunca contesto, quizás muy esporádicamente a alguien que me haga un cumplido, pero no a una ofensa. No lo hago pues la mayoría se esconde detrás de un anónimo y gastaría mucho tiempo en sentar mi posición.
Yo hice mi caricatura y dejo que ella se defienda sola. Pero sí hay gente muy apasionada.
– ¿Eres de los que bloquea?
Para nada. Uno debe tener la mamá de caucho, que todo le rebote. Además, yo no confronto. En los blogs pasa eso, en los time line dejo que peleen entre los que comentan.
– ¿Podría cualquiera equivocarse al considerar superficial una caricatura cuando el mensaje es realmente profundo, aunque jocoso?
Si me pregunta que si el efecto de la risa le quita un poquito de seriedad al tema, le diría que el lector tiene que ser cómplice de lo que uno hace. Me explico, si hago una caricatura de Oscar Iván Zuluaga hoy y alguien no sabe quién es él, no la va a entender. Uno tiene que jugar con que la persona esté mínimamente informada; tiene que haber un conocimiento previo.
– ¿Si bien no todo lo publicas, siempre haces una caricatura mental de quien tienes al frente?
Me pasa con las personas feas. Hace seis años me invitaron al Mini Cromos y he de decirle que no hay nada más complejo que hacer una caricatura de lo bello. En los reinados no hay una nariz grande, no hay un bigote, no hay qué tomar.
Es más difícil caricaturizar a una mujer porque los hombres tenemos rasgos más fuertes y somos feos. Esto es así salvo contadas excepciones, es el caso de los metro sexuales de los que también podemos burlarnos. Pero la mujer esconde las imperfecciones con el maquillaje.
La psicología de la mujer es distinta y puede verse afectada pues es muy sensible a su imagen, el hombre es más práctico y tranquilo.
– ¿El humor para qué?
El humor nos evita caer en la paranoia. El hijo de una amiga tiene una condición especial que le impide entender el humor, es como tantas personas que se sienten atacadas. El humor evita caer en enfermedades mentales, en el estrés.
En mi libro hice el “Kamasutra Político” tengo personajes como el procurador y muchos otros. Es más fácil amenazar a Daniel Coronell pues lo que dice no contiene humor. En mi caso, puedo hacer una caricatura con la misma denuncia, pero, como son muñequitos, la gente recibe distinto la misma verdad.
– ¿La caricatura requiere aplicar mucha psicología?
Tenía la psicología como segunda carrera. Me sirvieron mucho los libros que leí sobre esta materia, sobre la expresión corporal que se utiliza en las caricaturas. Visualmente ayuda mucho ese tipo de conocimiento.
La psicología ayuda a conocer al personaje de mis caricaturas. Dibujar a Uribe, el Mesías, el super poderoso… Cuando alguien como yo, de provincia,s lo dibuja y lo ridiculiza, me invita a decirles que ellos tienen “El poder para qué” y que nosotros tenemos la opción de molestarlos. Con eso no le vamos a hacer daño de ninguna manera.
Hubo épocas en que el caricaturista tenía mucho poder. A comienzos del siglo XX una caricatura podía tumbar a un ministro. Klim puso a López Michelsen de mal humor a través de sus columnas. El humor es un arma para desenmascarar las fallas del poder.
– ¿Si tuvieras que expresar tu talento de una forma diferente a la caricatura, qué medio escogerías?
Creo que el teatro pues tendría que mostrarlo de alguna forma. Como no tengo las habilidades, sería un actor cómico.
– ¿Asumirías ese reto?
Lo he pensado, pero para eso se necesita tener mucho talento.
– Con la sola idea seguro agotas la boletería.
Garzón era un caricaturista editorial de este país. Los humoristas son muy escasos. Los colombianos nos quedamos con el humor de Sábados Felices, con el de las emisoras que no es bueno tampoco, con todo lo chabacano. Estamos midiendo el rasero por lo bajo. Rescato el de La Luciérnaga y otros cuantos que requieren contar con un público informado e inteligente.
Viene a mi mente un caricaturista español llamado Gila, que combinaba las caricaturas y tenía sketch; hacía un humor muy inteligente sobre la guerra. Si no pudiera expresarme en caricaturas haría eso.
– ¿Qué quieres dejar en las personas que se acercan a ti?
Detesto la vida pública porque la gente tiene una imagen errada de uno, pero somos lo que somos. Mucha gente que comienza a tener cierto poder cree que la vida es verdad, por lo mismo nunca he dejado Pereira, pues no quiero perder mi identidad ni mi esencia. Yo no le rindo culto a la personalidad.
En la historia hay mucho tonto victorioso, para el caso cito a Maduro. Hay una tesis que se llama “El Cuchillo de Hanlon” quien decía que quienes están en el poder maquinan todo el día y son malvados, pero realmente muchos de ellos son estúpidos. Bueno, también los hay muy inteligentes, pero son pocos.