JUAN DANIEL OVIEDO
Las memorias conversadas son historias de vida escritas en primera persona por Isa López Giraldo.
Una de las cosas que me deja la campaña que acaba de terminar, es el hecho de tener muy claro quién soy. Entre muchas otras cosas, me defino como una persona a quien le gusta trabajar. He encontrado una virtud que es la disciplina. Esto me ha dado frutos en el pasado al protegerme de momentos difíciles. Actualmente la confirmo como una de las capacidades más importantes que me acompañan.
Mi trasfondo es el de alguien hecho a pulso. Provengo de un hogar en el que recibí mucho amor, pero en el que también hubo dificultades y tensiones desde lo psicológico y lo económico. Esto me ha llevado a tener un vínculo muy fuerte con mi mamá con la misma profundidad del que tengo con mi abuelo.
Soy alguien que quiere poner sus capacidades al servicio de los demás. Me gusta servir, por lo mismo me siento supremamente orgulloso de este, el logro más importante que he tenido hasta este momento en mi vida. Me refiero al haber sido respaldado por seiscientas dieciséis mil novecientas dos personas para ejercer el nuevo modelo de hacer política.
Pero también soy una persona sensible. En esa sensibilidad quiero reconocer la diferencia. Tengo orientación sexual diversa, soy un hombre gay. Me acepté como tal alrededor de los veintiuno o veintidós años. A partir de ese momento he vivido una homosexualidad muy abierta y clara en los sentimientos y experiencias. Esto ha sido muy valioso para mí y para otras personas que forman parte de la comunidad LGTBI que todavía sufren por los estereotipos alrededor de este tema.
Al mismo tiempo me he confirmado como una persona que le gusta hablar con la verdad. He descubierto que el defecto más grande que tengo es el no saber decir mentiras, es mi debilidad más fuerte. Porque, así se trate de una mentira piadosa, quedo en evidencia. Estoy convencido de que esa debilidad se vuelve una oportunidad para que podamos hacer política con la verdad.
Creo también en el mensaje de esperanza que me dieron las personas tan valiosas en Bogotá que viene acompañado de un sentimiento a nivel nacional, el de que hay una oportunidad. Empieza para mí un camino inesperado en la vida. Ese escenario, el de querer participar para ganar la alcaldía de Bogotá, se convirtió en una proyección de un mensaje de esperanza. Este es el que muchas personas quieren tener en la política y que me implica una responsabilidad muy grande para todo lo que viene en adelante.
Este soy yo, este soy yo.
ORÍGENES
Dentro de mi identidad y de lo que yo me reconozco, mi concepto familiar viene fundamentalmente del lado de mi mamá.
PLUTARCO ARANGO TORO
Plutarco Arango Toro, mi abuelo materno, fue para mí esa figura paterna. Nació en 1910. Fue un carpintero que se enamoró de mi abuela, Alicia Bedoya, en el Líbano, Tolima. De ese amor nació mi mamá, Miriam Arango Bedoya, en 1951. El suyo fue un amor contra todas las corrientes y prejuicios de la época por provenir mi abuela de una familia muy tradicional.
De mi abuelo aprendí la disciplina, la precisión, el ser pulido, el pensar que las formas son importantes. Porque no se trata solo de satisfacer una necesidad, sino que es necesario fijarse en la manera como se hacen las cosas. Fue él una persona muy importante para mí. Por cosas de la vida, fue quien estuvo presente en momentos críticos. Pero, tristemente, murió a mis diez años.
ALICIA BEDOYA
Mi abuela Alicia murió en el Líbano cuando mi mamá tenía diez años. Esto generó una situación crítica para mi mamá, pues la familia de mi abuela rechazaba a su papá por su oficio y por su cuna, además porque tomaba trago.
Fue así como mi abuelo, cual judío errante, se llevó con él a mi mamá. Partió en busca de trabajo y de un sitio donde pudieran cuidar bien de su hija. Esto generó un vínculo muy fuerte entre ellos. Por lo mismo, mi mamá siempre vivió con su abuelo, incluso estando casada, y hasta su muerte.
SUS PADRES
Miriam, mi mamá, es ese pilar tan importante en mi vida, un ser de luz, de amor y protección. Tuvo ella una vida en familia antes de mi nacimiento cuando encontró el amor en Cali. De él nacieron mis dos hermanos mayores, Roberto y Margarita, con un año de diferencia entre ellos.
Cuando se dañó su relación, mi mamá se fue con mis hermanos y con mi abuelo para Barranquilla. En su rebusque logró trabajar en una empresa aérea colombiana de nombre Aerocóndor. Ella escribía los tiquetes a mano gracias a su bella letra, también era muy bien puesta. Estando aquí conoció a mi papá, piloto de la aerolínea y de quien se enamoró. Lo siguió, con sus hijos, hasta Bogotá.
Buscando unificar a la familia, mi papá les dio su apellido a mis hermanos, pero con él tuvimos una relación muy compleja. Se pensionó como aviador de carga.
De mi mamá el principal elemento que apropio son las ganas de salir adelante pese a que siempre fue víctima de violencia psicológica. Mi papá le decía: “Usted sola no va a ser nada en la vida”. Pero le demostró lo contrario cuando decidió separarse e iniciar una vida como emprendedora.
HERMANOS
Mis hermanos son muy importantes en mi vida.
Roberto, es el hermano, quien siempre está para resolver problemas, aunque sea cascarrabias. Se preocupa por mí y vive muy pendiente de que todo me salga bien. Esto es algo maravilloso.
De Margarita heredé el amor por la pedagogía, es licenciada en preescolar. En algún momento se fue a vivir a Cali. Se casó en 1994 y es mamá de Catalina, Andrea y Juliana.
PRIMEROS AÑOS
Mi mamá quiso honrar a mi papá dando a luz el 9 de marzo, mismo día de nacimiento de mi papá, pero no fue así. Nací en Villa Luz una semana más tarde, el 16 de marzo de 1977, fecha de cumpleaños de mi abuelo. Esto lleva a que, en lo personal, a mí me guste tanto celebrar esta fecha, pues me recuerda la natividad de mi abuelo.
Hice parte de un hogar disfuncional. Mi papá tenía otras familias, una en Modelia, otra en Villa Luz, la nuestra en Normandía donde crecí. Con esto hizo mucho daño a mi mamá, se convertía en una tragedia porque, o no llegaba o no lo hacía a tiempo. Empecé a identificar en él la fuente de dolor que significaba para mi mamá. Nunca pude tener un vínculo afectivo con él pese a que mi mamá siempre me dijera que él me quiso mucho, algo que no niego. Eso sí, era bastante parco, nunca cercano.
Trabajando mi mamá nos sacó adelante a mis dos hermanos mayores y a mí. Recuerdo que yo le ayudaba haciendo oficio, aunque contábamos con señoras que nos apoyaran. El fin de semana era plan aspirar, lavar la fachada de la casa, brillar el piso con cera roja. También hacía los mandados como ir a comprar el pan, estaba pendiente de traer las cosas de la droguería e iba a comprar a la tienda.
Confieso que mi hobby es hacer oficio. Soy psicorrígido con el orden y con el aseo sin importar si alguien me ayuda. Hago aseo y organizo todo cuando vivo momentos de tensión muy grandes o cuando estoy muy estresado.
Me gusta mucho la Navidad, esta es una fecha que ha sido muy importante para mí. En esa época yo ahorraba para comprar las barras de dulces Charms, que hoy se conocen como Halls. Las envolvía en papel de regalo, les ponía cinta y las ubicaba debajo del árbol para regalarle a mi mamá y a mis hermanos. Movía el pesebre todo el tiempo. Como he sido buen madrugador, entonces el plan durante el fin de semana consistía en mover el agua, los patos, los reyes magos después del 24 de diciembre y hasta el 6 de enero para que estos se fueran acercando al pesebre.
Nunca tuve amigos en el barrio. Como no salía, no me invitaban a jugar fútbol. Tan solo contaba con el parche de los rechazados del colegio y unas pocas amiguitas que me buscaban para patinar con ellas en la manzana. Porque he sido muy buen patinador desde chiquito. Ellas pedían permiso en mi casa para que me dejaran salir.
Los fines de semana los pasaba en mi casa. Y me gustaba consentirme preparando para todos pancakes a los que les echaba leche condensada y arequipe. Cuando teníamos carro, mi mamá procuraba llevarnos de paseo al norte para que comiéramos el dulce de queso con arequipe en Alpina de Sopó.
Como mencioné, fue mi abuelo quien estuvo en momentos muy críticos de mi vida. Por ejemplo, a mis cinco años cuando tuve un accidente en mi cuarto de juegos. Resulta que la señora que nos ayudaba con el oficio y nos cuidaba decidió que un tarro metálico de leche en polvo serviría como cesta de basura y lo ubicó precisamente ahí. En medio de mis juegos caí en él rajándome el rostro. De este accidente quedó un cicatriz muy grande que con mi crecimiento se fue disimulando. El caso es que me encontraba solo con mi abuelo y fue él quien me llevó al hospital Lorencita Villegas y estuvo pendiente de mí.
Hizo mi abuelo las veces de papá, de amigo porque jugaba conmigo, veíamos juntos Plaza Sésamo y los programas educativos de las tardes. Estaba pendiente de mis resultados en el colegio para cuando obtuviera buenas notas poder darme un premio, regalarme una galleta, invitarme a una torta o llevarme a la panadería. Entonces trabajaba más de lo habitual y así garantizaba recursos. Para mí, mi abuelo fue la imagen de cuidado y de protección, como lo fue mi mamá.
Recuerdo que en la Navidad de 1986 a mi abuelo le diagnosticaron un cáncer fulminante de hígado que ya iba a hacer metástasis en el pulmón. Pasamos esas fiestas en Málaga, Santander, en familia. Cuando regresamos a Bogotá me prohibió verlo. Esto fue así por casi cuatro meses, cuando murió, pues no quería dejar en mí un mal recuerdo suyo. Realmente no entendía que él, estando en la casa, no se dejara ver. Su partida se dio el 3 de abril de 1987, día muy triste para mí, pues me preguntaba quién estaría detrás de mí. Nunca quise causar problemas en mi casa, pues veía que mi mamá sufría por los problemas con mi papá. No sabía quién me iba a apoyar en la vida.
Mi mamá me llevó al Amazonas para pasar el duelo de mi abuelo. Aquí conocí el río, Tabatinga, a los indígenas. Visitamos las comunidades. Fue un paseo muy lindo. Solo que al regreso me enfrenté a lo que ya era una realidad para mí cursando quinto de primaria cuando ya era víctima de matoneo.
Mis papás se separaron en 1991 cuando yo cursaba noveno grado. A partir de ahí viví una temporada con mi mamá y con mis hermanos. Luego ellos salieron de la casa.
ACADEMIA
DIFERENTES COLEGIOS
Podría decir que fui un muñeco más de mi hermana junto a sus muñecas a las que les daba clases de matemáticas y de lectura. Fui su alumno, jugaba con ella. Yo acusaba a las muñecas que no hacían la tarea y muy juicioso hacía la mía. Aprendí a leer, a hablar y matemáticas mucho más temprano que el resto de los niños gracias a mi hermana. Reconozco al amor tan grande que me tiene, aún hoy me dice “bebé”. A ella le agradezco el haberme iniciado en el mundo de la pedagogía y por haberme despertado el amor por los números muy temprano en mi vida.
Ante esta ventaja comparativa tan grande, nunca quise asistir al colegio del barrio, sino a uno de grandes, como el de mi hermana. Ella me llevaba pidiendo permiso a Josefina Castro Escobar, directora del Pepa Castro. Luego pasé al Anglo Americano que más adelante se dividió en dos. Ahí hice prekínder y kínder, y fue cuando sufrí el accidente.
Ocurrió que estando en el colegio sufrí matoneo masivo a causa de mi voz aguda, más aguda de lo que se podría esperar. Me decían que, como tenía voz de niña y estudiaba en un colegio de niñas, yo era una niña. Eso no les cuadraba, como tampoco les cuadraba mi cicatriz que era enorme. El rechazo se dio por feo, cara cortada, voz de niña.
En ese ambiente mi abuelo era el antídoto, pese a que yo no hablaba de eso en mi casa. Pero el amor que recibía de mi mamá y de mi abuelo borraban el sentimiento de tristeza que generaba esa situación.
Más adelante pasé al Liceo Boston dado el ciclo económico en mi familia. Cuando a mi papá le iba bien era magnífico, no así cuando quebraba la empresa en la que trabajaba, en ese momento Intercontinental de Aviación. Así pues, quedaba sin nada siendo mi mamá quien lo rescataba haciendo arreglos de Navidad, bufandas, pashminas, pues ella tejía muy bien. Con esto mi mamá conseguía lo de los huevos y el chocolate para el desayuno.
He de reconocer que era muy llorón. Siempre he sido muy exigente. Como me calificaban sobre 10, si sacaba 9.5 lloraba inconsolable. Mi mamá sufría, me hacía ver que muchos niños perdían las materias, pero igual me dolía no lograr la mejor nota. Aún hoy soy muy sensible y se me escurren las lágrimas.
COLEGIO DEL ROSARIO
Mi mamá es ejemplo de recursividad, la relación calidad – precio le es muy importante, es su segundo corazón. Buscó el mejor colegio que pudiera pagar. Le recomendaron el colegio del Rosario cuando monseñor Suescún Mutis era su rector. Era asequible para población de estratos medios y medios bajos. Aquí estudié desde segundo de primaria hasta la universidad.
Coincidía que al siguiente año pasaba a bachillerato en el colegio del Rosario que quedaba en el 7 de Agosto donde actualmente está la escuela de Medicina y Ciencias de la Salud. Este era el coco, pasar no era fácil, entonces me dediqué a estudiar como nunca para que no me ocurriera a lo que tantos niños quienes perdían el año y se desubicaban. Como no quise ser un problema para mi mamá, me consagré al estudio.
Desde primero de bachillerato fui el nerd, el juicioso, el que hacía las tareas, el sapo, el primer puesto, quien se ganaba los diplomas e izaba bandera, el que hacía las cosas bien. Esto me ayudó a ganarme la beca de estudios, pero no solo del bachillerato, sino también de la universidad. Esto ayudó un poco a mi mamá en la responsabilidad que tenía del cuidado de sus tres hijos. Y fue mi abuelo quien, con su ausencia, me llevó a esconderme en el estudio para evitar cualquier problema. Desencadenó él esa competencia o virtud que tengo en mi vida, la disciplina.
Dados mis resultados académicos, era natural que se pensara que yo iba a continuar en la universidad y que mi papá sería un apoyo, pero él no quiso ayudarme. Quizás por la misma mala relación que tuvo con su papá, quien tampoco lo quiso apoyar para que fuera a la Fuerza Aérea cuando era joven.
El hecho es que mi papá tomó la decisión de no respaldarme, lo que me dolió muchísimo, pues su tema no era falta de recursos. Estaba en el mejor momento de su vida económica. Para mí fue doblemente triste porque mi papá había llevado a vivir a su nueva mujer a la casa donde yo crecí y donde debía ir a reclamarle la manutención, que tampoco dio.
En este momento mi mamá, mis hermanos, mi abuelo y yo vivíamos en Lisboa, por Cafam de la 134 con séptima, cerca del Éxito. Iba hasta su casa, lo veía en medio de sus lujos y negándose a apoyarme, por lo que le dije a mi mamá que me resultaba muy incómodo volver. Mi mamá estuvo de acuerdo en que no regresara. Me dijo que trabajaría muy duro para pagarme la universidad.
VOCACIÓN
Hacia el año 91 o 92, cuando mis papás ya se habían separado, yo quería ser médico. Hice cuentas y me fue evidente que la carrera de Medicina era la más costosa. Sabiendo que mi papá no me iba a ayudar, no quise imponerle esta carga a mi mamá.
Para ese momento ya vivíamos en la 150 con séptima, en Cedro Golf. Era sábado y acabábamos de hacer aseo, le había ayudado a aspirar y demás, cuando de repente algo le pasó a mi mamá. Sufrió un accidente, un golpe que le rompió la cabeza estando en la ducha. Pidió ayuda, quise socorrerla, pero cuando vi el piso rojo, lleno de sangre, casi me desmayo. Descubrimos que le tengo pavor a la sangre, entonces lo mejor era no estudiar medicina.
Yo no era un ser sociable, no me querían en el colegio, pero sí fui muy cercano al orientador profesional. En los recreos me quedaba en su oficina ayudándole a ordenar las pruebas que aplicaba. Curiosamente a él nadie le prestaba atención y también lo rechazaban por su aspecto, el del típico psicólogo de gafas encerrado en su oficina en medio de papeles.
Él valoró mucho mi gesto solidario, entonces me hizo más pruebas de las que normalmente le hacía a los estudiantes promedio. Logramos identificar en mí una habilidad especial por las ciencias sociales y un componente cualitativo y de matemáticas muy fuerte. He sido muy hábil con los números. Entonces él consideró que lo mío se acercaba a una Ingeniería Industrial, Administración de Empresas o Economía.
En esa época, cuando me estaba graduando, en 1994, el presidente César Gaviria estaba muy de moda con su kínder de Palacio. Era un presidente economista con ministros economistas muy reconocidos de la Universidad de los Andes.
Mi resultado en el ICFES fue muy bueno lo que hizo que recibiera una carta de admisión automática para estudiar en los Andes. Yo quería estudiar allá, pero la matrícula era venenosa y el ICETEX no era tan amplio para otorgar créditos. Supe que no podía porque mi papá no iba a ayudarme y yo no quería asfixiar a mi mamá. Entonces fui estratégico.
UNIVERSIDAD DEL ROSARIO
Estudié en el Rosario, de lo que me siento muy orgulloso, con la aspiración de poderme ganar la colegiatura a mitad de carrera. Los colegiales son quince estudiantes que forman parte del gobierno de la Universidad y que por sus virtudes tienen la posibilidad de ser voz a la hora de elegir rector. Y lo logré.
Comencé a estudiar cuando la Facultad de Economía del Rosario no era muy reputada, como sí lo eran la de los Andes, la Nacional. Después la Javeriana tomó un impulso muy grande. Posteriormente el Rosario se metió en el área de fortalecimiento cuando yo ya me había graduado.
Encontré en la Economía una conexión de cabeza y de corazón. Me siento orgullosísimo de ser economista, especialmente por esa capacidad que tenemos de identificar problemas. Sabemos que son complejos, no romantizamos su complejidad, los caracterizamos y nos alejamos para simplificarlos, buscar una solución que luego se implemente. Antes que asustarse, se buscan las respuestas al quién está metido en el problema, por qué unos ganan y otros pierden, cuáles son los objetivos de las personas que generan conflicto o diferencia, cuáles son las reglas de juego detrás de ese problema. Esto es algo que me ha servido muchísimo en lo profesional, en la política, pero también en la vida misma, hasta en lo sentimental.
Para entonces no había doble programa, pero me gustó el Derecho. Me gustó tardíamente, cuando regresé de mi doctorado a hacer regulación económica. Es ver cómo lo público y lo privado forman parte de la prestación de servicios públicos como la educación, la salud, la electricidad, el agua. El impulso privado está en la búsqueda de beneficios y el público en la búsqueda de bienestar. Debemos ganar todos, entonces se deben balancear los intereses.
Me gradué el 2 de marzo de 1999, en plena crisis económica del país.
TRAYECTORIA PROFESIONAL
DEPARTAMENTO NACIONAL DE PLANEACIÓN
Fabio Sánchez, profesor de la universidad a quien admiro muchísimo, me dio la oportunidad de trabajar año y medio, siendo yo estudiante, en la división de estudios económicos del Departamento Nacional de Planeación. Se le conoce como la Unidad de Análisis Macroeconómico, ubicada en el piso 18. Era lo que podría llamarse la clase selecta de economistas jóvenes y maduros pensando la política pública del país. Aquí estuve haciendo aportes a la construcción del Plan de Desarrollo de Andrés Pastrana.
Cuando Fabio se retiró lo reemplazó Juan Carlos Echeverri para convertirse en mi jefe. De allí la relación tan cercana que tenemos.
ESPAÑA
En esa época pagar una carrera resultaba muy costoso, más un posgrado. Mi mamá me dijo: “Ya estoy en la quiebra. Lo único que tengo es el carro, que podemos vender. Usted podrá contar con lo que quede después de pagar el crédito. Como las cosas en Colombia están tan mal, considere irse con una beca”. El Rosario me ayudó con la beca para adelantar cursos en España de fortalecimiento en matemáticas.
Viajé el día de mi grado, un 2 de marzo de 1999, sin saber dónde me iba a quedar. Tomé un vuelo de Iberia hacia Madrid. Me salvó la mamá de Carol Enciso, amiga de la universidad, pues le quería hacer llegar una plata en un momento en que las remesas resultaban muy costosas. Me buscó en el aeropuerto, me entregó unas pesetas y me pidió que se las entregara a su hija. Carol fue quien me ayudó en el proceso de instalación.
Finalmente, mi mamá vendió su carro y me dio esa plata. Pero ella sufrió mucho con mi ida de la casa, pues he sido su bebé. En esa época mi mamá administraba un almacén de vestidos de baño de lujo, de nombre El muelle, ubicado en la calle 122 entre la carrera quince y diecinueve. La dueña era muy querida, le dijo: “Deje esa lloradera. Le voy a dar un dinero para que traiga un líquido limpiador de plata que solo se consigue en Europa para venderlo entre las amigas del Club Los Lagartos. Usted me paga con las ganancias, pero, por favor, vaya vea a Juan Daniel”.
Fue así como en el verano de 1999, justo antes de que yo empezara el doctorado, mi mamá viajó a visitarme. Yo había ahorrado todo cuanto pude con la plata que mi mamá me enviaba, “tacañié” (sic) comiendo mal y en cuanta cosa pudiera ahorrar con el fin de llevar a pasear a mi mamá. Consideré que esta podría ser la única vez que yo estuviera en Europa, por lo mismo quise darle lo mejor. Le dije a mi mamá que tenía más plata de la que ella creía. Recuerdo que vacié mi cuenta de ahorros, la que tenía en el BBVA, el famoso Libretón. Pero no me importó.
Fuimos súper recursivos. No compramos el pase de tren, sino el de bus que es más barato. Pernoctamos en los trayectos para ahorrarnos el hotel. Comimos sánduches, hicimos picnics. Fue un viaje muy lindo. El último día lloramos, no sabíamos qué iba a pasar conmigo. Cuando me preguntó cuánta plata me quedaba, le confesé que me la había gastado toda. Entonces me entregó su tarjeta de crédito Diners para que hiciera un avance y pudiera sobrevivir mientras se definía lo de Toulouse.
En al aeropuerto nos enteramos de que el vuelo estaba sobrevendido. Por megáfono dijeron que estaban ofreciendo cuatrocientos dólares a los voluntarios que decidieran aplazar su viaje para el día siguiente. Mamá pensó que recibiría la plata en efectivo, entonces se ofreció con tal de dejarme esa plata a mí. Pero la devolvieron con un bono y con la necesidad de devolvernos a Madrid. En ese entretanto se quedó son su tarjeta y al día siguiente viajó quedándome yo con el pase de buses que me duraba hasta el catorce de agosto, casi un mes más.
TOULOUSE
Decidí viajar con un morral a Toulouse dejando todo donde mis amigas en España. Como yo no sabía francés, el único trabajo que encontré fue recogiendo manzanas en un pueblo cercano. Me tocó dormir en la calle con tal de lograr la posición para convertirse en mi primer salario mínimo en Europa. Este me permitió comprar el colchón y algunos libros para iniciar mi doctorado en octubre siguiente.
Por fortuna, me admitieron con una beca para estudiar en la Universidad de Toulouse donde hice un doctorado en Economía. Este estudio fue en inglés. La Universidad se encontraba en un proceso de internacionalización, recibía recursos de la comisión europea y contaba con profesores que habían ganado el Premio Nobel. Se trataba de la potencia emergente de estudios e investigación en Economía.
Durante el primer año sufrí la exclusión idiomática y cultural, pues la vida social se restringía a los extranjeros que estuvieran en el programa. Por lo tanto, no pude integrarme con los franceses. Además, estaba viviendo mi proceso de orientación sexual. Fue solamente hasta el segundo año que me gané la beca del Banco de la República que asignó tan solo a cinco estudiantes. En el 2000 viajé al país para hacer las vueltas de recepción de la beca y para el nacimiento de mi sobrina Juliana. Esta beca daba una mensualidad muy cómoda y apoyo económico para el perfeccionamiento del idioma. Fue así como ingresé a la Alianza Francesa que me permitió relacionarme mejor con la gente y trabajar.
Trabajé en Londres gracias al inglés que había aprendido durante el apagón de Gaviria. Le había pedido a mi papá que me enviara de intercambio, pero no me apoyó. Y fue mi mamá quien me pagó las clases del Centro Colombo Americano de la calle 109.
En cuanto a experiencias personales, puedo decir que logré encontrarme conmigo mismo. Había crecido en Colombia con muchas heridas. Estas van desde el rechazo de mi papá, el acoso en el colegio, el dolor de mi mamá, la ausencia del abuelo, hasta la exigencia autoimpuesta de ser el mejor para ganarme las becas. Siempre estuve cargando cosas, emociones, alejándome de mí en tantos aspectos tan distintos.
Este viaje me permitió adquirir consciencia, fue un golpe de realidad, reconocer gente más inteligente, más audaz, más talentosa. Reconocí que el mundo era más grande, que estaba libre de prejuicios alrededor de la sexualidad. Pude descubrir la mía, saber que no quería hacerle daño a las mujeres jugando con esa ambigüedad. Esta es una decisión que lo enorgullece a uno, el ser capaz de reconocer una identidad propia. La sobre exposición cultural, la visita a museos que era mi plan de domingos, me enriqueció muchísimo.
Ya en el 2001 conocí a Benoit, mi primer novio quien como pintor y fotógrafo vinculado a Pompidou, contribuyó enormemente en mi gusto por las artes, me acercó a grandes artistas de talla internacional que se convertirían en mis referentes. Mi vida loca en Francia me llevó a vivir un segundo noviazgo también rodeado de arte, me acercó a la apreciación estética y cultural.
Llevo en mi corazón el legado francés que me dejó mucho más maduro intelectualmente, que me brindó una formación pragmática y que me permitió vivir en armonía conmigo mismo. Sé que fue difícil para mi mamá asumir mi realidad, pero lo hizo como lo hicieron mis amigos. Sabía que no permitiría que me opacaran con cualquier discriminación asociada con ese tema cuando regresara al país.
Después de graduarme me quedé un año más como profesor asistente. Diría que mi primera aspiración fallida fue el no haberme podido quedar en el exterior porque quise hacer consultoría internacional. En Washington cerré una negociación con una empresa que me devolvió a Toulouse en clase ejecutiva al considerarme ya parte de ella, pero al llegar y encender el teléfono encontré el mensaje de que se había caído el negocio.
Para quedarme necesitaba contar con una oferta de trabajo que me permitiera pagar la deuda adquirida con el Banco de la República que se pagaba con tiempo al regresar al país. Recuerdo que mi novio me ofreció pagarla, pero no me sentí cómodo porque esta se convierte en una deuda para toda la vida. Quise ser responsable de mis temas. La mejor forma de asumirlos era regresando al país. Esta es una decisión de la que no me arrepiento.
TRAYECTORIA PROFESIONAL
Comienzo por recordar que mi vida profesional inició temprano. Trabajé pegando stickers de correspondencia de educación continuada en la Universidad del Rosario cuando estudiaba segundo semestre de carrera.
Luego, gracias a María del Rosario Guerra, decana y vicerrectora, fui secretario académico de la Facultad de Economía siendo yo colegial. Esto ocurrió entre 1996 y 1997, por año y medio.
Como mencioné, fui asistente de investigación en el Departamento Nacional de Planeación en la Unidad de Análisis Macroeconómico con Fabio Sánchez y Juan Carlos Echeverry de finales del 97 hasta comienzos del 99.
En Toulouse, a mediados de 2001, logré una pasantía de Summer Internship en una empresa de consultoría energética internacional, National Economics Research Associates – NERA.
En Londres fui asistente de investigación y consultor por nueve meses interrumpidos en programas de regulación y desregulación energética en Bulgaria, Argelia, Irlanda, Francia. Regresé al siguiente verano al ganarme la confianza de mis jefes que me dieron más responsabilidades de las normales para un joven de mi edad.
Finalmente, fui profesor asistente de Economía en la Universidad de Toulouse durante un año hasta graduarme. Regresé de Francia el 1 de noviembre para vincularme como profesor asociado de la Facultad de Economía de la Universidad del Rosario hasta la fecha.
SERVICIO PÚBLICO
Comencé a tener momentos en el servicio público, después de Planeación Nacional, cuando María Del Rosario Guerra me invitó a ser su mano derecha en el Ministerio de Comunicaciones. Ella había sido nombrada en la campaña de reelección de Álvaro Uribe.
Estando aquí, incursionamos en proyectos maravillosos que nos llevó a convertirlo en el Ministerio de Tecnologías y Comunicaciones, sacamos un nuevo marco legal en el tema de regulaciones, en lo que me había doctorado.
Fui su asesor como jefe de gabinete, con un nivel de confianza que me llevó a participar en todo, desde la ley de tecnología de información y comunicaciones, la regulación de COMCEL, hoy Claro, de la ley postal para dinamizar el servicio de giros y de dar inicios en la reforma de la institucionalidad de la televisión en Colombia, tema muy álgido.
FIRMA DE CONSULTORÍA
Esta labor, que fue muy reconocida, me llevó a regresar a la Universidad y a vincularme a una firma consultora con María del Rosario y Gustavo Valbuena. María del Rosario luego se fue a hacer política con el partido Centro Democrático y Gustavo a su oficina de abogados. Quedé entonces responsable de la consultoría desde el 2013 hasta el 2018.
UNIVERSIDAD DEL ROSARIO
Entre el 2014 y el 2018 fui abriéndole más apoyo al Rosario con José Manuel Restrepo como rector desde la dirección de Planeación y efectividad institucional. Así me convertí en su mano derecha, en su “rectorcito”, como me decía. Siempre tuve el perfil de buen segundón.
Hicimos una muy buena labor, visibilizamos al Rosario en los rankings internacionales, hicimos reformas institucionales que mejoraron la eficiencia de su articulación académica, empezamos a tener planes de infraestructura en el norte y en la calle 63.
DEPARTAMENTO NACIONAL DE ESTADÍSTICAS – DANE
Tenía la esperanza de que José Manuel fuera un rector de ocho años, que lo fuera desde octubre del 2014 al 2022. Yo me encontraba jugado para ese período. Pero el presidente Iván Duque lo llamó para ser su ministro de Comercio. Ido el primero, ido el segundo. Debía buscar otro trabajo o volver a mis clases.
José Manuel quiso que fuera su viceministro, pero María del Rosario habló con Iván Duque quien había sido su compañero de bancada. Entonces el presidente me invitó a ser director del DANE. La verdad esto era algo que no esperaba. El sueño de un economista como yo era dirigir el DNP o ser ministro de Hacienda. Pero igual tomé la opción.
La gente ve a esta institución como La Cenicienta, pues tiene que dar noticias que no les gustan a los gobiernos, menos si las cosas salen mal. Me propuse a ser el mejor director del DANE. Vino entonces ese huracán profesional.
Desde el primer momento la gente me rechazó por mi voz, porque hablo mucho, porque, según decían, soy un gomelo que no puede hablar de pobreza. Me criticaron porque fui claro diciendo que el censo había tenido problemas operativos, que había que ser muy cuidadosos en el ajuste de los datos arrojados para reconocer esos problemas.
La gente me cogió fastidio por temas de forma y por mi autocrítica. Los expertos me mandaron a callar, escribieron columnas de opinión diciendo que dejara de hablar, que dejara que las cifras lo hicieran. No gustaba el que yo explicara, que hiciera pedagogía, ni que le aplicara disección a los datos.
La pandemia para el DANE fue la oportunidad para lucirse, para demostrar su utilidad, su presencia. Se envió el mensaje de que cumplía, de que ampliaba sus estadísticas. También se habló de sentimientos de depresión, de sobrecarga del trabajo doméstico, de desempleo femenino, de pobreza de la población negra, de si la gente se estaba vacunando, de si le temía al COVID. Por supuesto, se humanizaron las estadísticas, algo que la gente reconoció muchísimo y a mí como su director.
Esto conllevó a que el presidente Petro quisiera mi continuidad en el cargo, aunque no se consolidó. El presidente Petro le dio un impulso a mi carrera al decir que con el único funcionario que continuaría trabajando sería con Oviedo. Entonces todos se preguntaron quién era yo. Decidí que no continuaría. La gente se preguntó la razón y se intrigó por lo que me pondría a hacer. Reconocían que había hecho la tarea, que había sido responsable, que había explicado las cifras, que había hecho entender la inflación, el desempleo, la pobreza.
A mi salida del DANE, el 5 de agosto, anuncié oficialmente que quería aspirar a la Alcaldía de Bogotá. Tenía prevista mi salida desde enero.
Resulta que soy muy juicioso con la literatura organizacional y uno de los errores que se cometen en los ciclos gubernamentales es que no se piensa en el plan de sucesión. A este no se le da importancia. Pero yo había leído sobre esto con suscripciones a revistas internacionales, al Harvard Business Review entre otras. Y quise hacer un buen plan de sucesión. Desde enero del 2022 creamos una bitácora de lo que iba a suceder, del legado que íbamos a dejar, su manual de instrucciones para quien me recibiera no comenzara de ceros.
Estaba preparado para mi cierre, para irme a Italia a estudiar Historia del Arte con mis ahorros. Pero esto cambió cuando Petro le dijo a José Manuel Acevedo, el viernes 27 de mayo antes de la primera vuelta, que, como mencioné, con el único que seguiría sería conmigo. Esto generó mucha expectativa. Este reconocimiento se confirmó después de la segunda vuelta.
Era una oportunidad muy bonita, la de expresar que el DANE no tiene color político, que la institución refleja realidades gracias a las estadísticas. Me ilusioné, realmente, aunque mi pareja Sebastián estaba en plan de cerrar su taller para que viajáramos.
Resulta que Petro fue muy elocuente conmigo, pero su equipo de empalme no. Este comenzó a generar unas críticas de fondo sobre mi gestión en materia de las estadísticas étnicas para los indígenas y la población negra.
Al ser evidente que el presidente tenía un tono conmigo y su equipo otro, supe que había un teléfono roto, que no tendría línea directa con él. Esto es algo que se ha confirmado, que Petro gobierna muy solo. Ante semejante desorden decidí que no dirigiría una entidad en la que se fueran a derrumbar los cimientos que yo con esfuerzo había creado por cuatro años, especialmente en el catastro multipropósito.
El 18 de julio dije oficialmente a los medios que no continuaría en el cargo espantado con el proceso de empalme.
CAMPAÑA A LA ALCALDÍA DE BOGOTÁ
El recibir el cariño y el reconocimiento de la gente, lo entendí como el mensaje de que debería seguir en lo público. Le dije a Sebastián: “Este es un cuarto de hora”. Mi mamá dice que en la vida solo hay uno, yo no soy tan radical, pienso que hay varios.
Sentí una oportunidad, leí a la gente en positivo y quise intentarlo. Fui muy pragmático, revisé qué estaba más cerca en lo público y se trataba de las elecciones territoriales a la Alcaldía de Bogotá. Mi vocación es ejecutora, entonces resultaba perfecto.
Inicié una carrera política en la que rescato las ganas de esperanza que tiene la gente, a la que le cortan las alas con muchos prejuicios ideológicos, con estereotipos, con trampas, con beneficios personales.
La esperanza de una nueva forma de hacer política se pierde cuando llega un nuevo actor al que encasillan de alguna forma: como uribista (por mi trabajo anterior), petrista (por decir que no se estigmatizara a los jóvenes), lopista (porque estoy de acuerdo con el corredor de la séptima o por calificar a Claudia con 3 o con 3.5 sobre 5 en su gestión).
Confirmé que esto no está acabado, que la gente quiere una nueva forma de hacer política, mucho más realista, sincera, basada en realidades. Pero es que no se trata de mí, sino de un movimiento que quiere reconocer a Bogotá como ejemplo de diversidad ideológica, política, étnica, religiosa, de género, como fuente de crecimiento. Una ciudad en la que la diversidad no genera conflictos, sino que es un motivo de unión para encontrar la capacidad de resolver problemas alejados de las ideologías.
También fue evidente que la gente quiere alcaldes que administren la ciudad. Bogotá se cansó de alcaldes que rompen con la tradición. Colombia ha estado gobernada por centro y derecha desde la Constitución del 91, mientras que Bogotá ha querido ser alternativa abriendo espacios dentro del progresismo. Pero sacrificó la virtud de buen administrador con tal de garantizar el balance ideológico. Un ejemplo de esto fue Samuel Moreno, quien nos llevó a un balance de corrupción muy importante.
El deseo de contar con un buen administrador para la ciudad es algo que me llena de optimismo. Colombia debe entender que sus dirigentes políticos deben ser administradores capaces de resolver problemas.
También supe que la gente quiere cosas simples, acciones, soluciones, ser escuchada, que está cansada de la polarización y de la politización de los problemas de la ciudad. La metida del presidente con el plebiscito sobre la primera línea del Metro de Bogotá durante la última semana de campaña le costó muchísimo a Gustavo Bolívar. Pero también me costó a mí porque su intromisión llevó a que se fortaleciera el discurso de miedo, la gente quiso definir todo en primera vuelta.
Un tema negativo es que la política es sucia. Después de la estigmatización con el uribismo, la supuesta inhabilidad, pasé a ser invisibilizado y finalmente me graduaron como inútil. Muchos me dijeron: “Chévere Oviedo, pero no ahora. Votamos por Galán para sacar a Bolívar de la contienda electoral”.
El hecho es que conocí gente maravillosa. Trabajé con ochenta y un personas por quienes estamos abogando para que puedan obtener un trabajo, pues entregaron ocho meses a esta campaña sin ningún tipo de remuneración.
Estamos cerrando los temas de campaña, pues quedan las culebras, como se dice coloquialmente. Resolver esto ha llevado una agenda casi que similar a la que teníamos antes, pues estamos agradeciéndole a la gente que nos apoyó. Me refiero a empresarios, a ciudadanos. Buscamos cómo puedo pagar las deudas dictando charlas a nivel nacional.
CONCEJO DE BOGOTÁ
No quise aspirar al Concejo de Bogotá, sino a la Alcaldía. Curiosamente esta aspiración me llevó al primero. Ahora tengo que aprender a servir desde el control político, desde la crítica, para que Bogotá pueda resolver sus problemas.
Voy a ser el mejor concejal. Para esto debo hacer buen equipo con mis cuarenta y cuatro colegas. Tenemos que estructurar muy bien lo que queremos hacer desde el Concejo. Debemos generar unas dinámicas desde el colectivo que logren que la gente cambie su percepción frente a los concejales que aparecen cada cuatro años a pedir el voto para luego encerrarse en el cabildo.
Queremos trabajar el modelo del concejal cercano a la gente con la estrategia de “Oviedo para oreja”. Para esto voy a escuchar de forma juiciosa y estructurada a la gente. Vamos a demostrar, a confirmar con evidencia de que el Concejo como institución está aportando al cambio, a la mejora de las condiciones de vida en la población. La curul en el marco de oposición va a ser ver que esta es útil, que se construye también en la diferencia. Para lograrlo vamos a establecer mecanismos alternativos de visibilización (sic) a través de un informe periódico muy completo con diagnósticos y propuestas que enriquezcan el abanico de estrategias que le entregaremos al alcalde Carlos Fernando Galán.
Creo que ahí hay una oportunidad y una agenda desafiante. Oponerse no es pelear por pelear, sino construir a partir de la diferencia. Este es un elemento crítico. También es importante estar muy en contacto con la gente que quiere sentir a la política cerca en el sentido de que los actores rindamos cuentas y que escuchemos.
Cuando se acepta un puesto aspirando a otro, esa aspiración se vuelve una cáscara de banano para no hacer bien la tarea que se asumió. Ahora quiero honrar el voto de las personas que me dieron su apoyo y ejercer haciéndole ver a la gente que la campaña se acabó. Ahora tenemos que hacer equipo, en la diferencia, en oposición, buscando que a la ciudad le vaya bien.
SUBASTA DE ARTE
Me emociona la subasta de arte que tiene como propósito recaudar fondos que ayuden a pagar las deudas de la campaña.
El arte para mí es la oportunidad de reencontrarme con mi esencia y una buena disculpa para aprender otras cosas. En estos momentos estoy muy expuesto al desarrollo cultural a nivel global, estoy suscrito a muchas revistas, sigo las tendencias de lo que ocurre en el arte. Esta pasión me pone a conversar conmigo mismo. Me gusta el concepto de la neurociencia, por eso me gusta aprender todo el tiempo.
PROYECTO DE VIDA
Mi sueño es vivir en un apartamentico chiquitico en Florencia con Sebastián y con Mora, levantarme todas las mañanas a estudiar Historia del Arte, a pasar las tardes en la Galería Uffizi aprendiendo del Renacimiento. Quiero construir nuevas cosas desde lo artístico.
SEBASTIÁN
Conocí a Sebastián en la calle, es amor callejero, justo cuando estaba en una tusa tremenda por un desamor. Contamos más de once años juntos, desde el viernes 20 de septiembre de 2012.
Tenemos una relación maravillosa, un amor cómplice. Sí, porque Sebastián me ha permitido conocer el amor en la complicidad. La comodidad es con los amigos, pero la complicidad se vive con la pareja. Él siempre ha estado dispuesto a apoyarme en mis cosas y yo a él en las suyas, sin meternos en nuestras vidas, sin juzgarnos.
Ha sido súper importante en mi vida, mi compañero de lucha junto con mi mamá. Así como la vida me trajo una cicatriz que me marcó en la niñez, también me expuso a la sordera cuando en un accidente en el 2014 perdí el oído derecho y en el 2017 el 60% del izquierdo. Tengo una prótesis y el riesgo de quedar sordo. Pero Sebastián ha sido incondicional siempre, me ha dado el impulso para seguir adelante y buscar soluciones.
En la campaña estuvo muy presente apoyándome sentimentalmente ante la presión y el estrés, también ayudándome en la recolección de firmas. Compartimos el gusto por el patinaje siendo él muy superior en esto. También nos gusta el baile, salir en las noches los fines de semana, irnos a tomar algo.
MORA
Sebastián adoptó a Mora a mediados del 2018. La encontró abandonada en una de las casas de pique en el barrio Santa Fe donde él es líder comunitario. Sebastián hace labor con las trabajadoras sexuales trans en el taller de creación de nombre El Olimpo. Desde allí ha hecho cosas maravillosas y no deja de sorprenderme con toda su creatividad.
Mora es parte muy importante de nuestra familia. Me ha disciplinado a entrenar con ella, por lo mismo, me ha mejorado mi salud física y mental. Es una fuente de bienestar, cariño, nobleza y lealtad maravillosas.
CIERRE
Siento orgullo. En las dos manifestaciones públicas del movimiento LGTBI me preguntaban por qué me siento orgulloso. Y es que lo que ha pasado en mi vida me hace sentir así. Es un ejemplo de superación, de esfuerzo, de voluntad, de ganas de servir. Orgullo de estar donde me encuentro, de haber logrado el reconocimiento de la gente.
Tengo la esperanza de que esto siga, crezca, se multiplique y contribuya a que en Colombia podamos confiar nuevamente en la política y que esta pueda hacerse con la verdad, con transparencia, sin corrupción, con más ejecución y efectividad.
Cierro resaltando la importancia de escuchar, pese a mis problemas de audición. Solo así podremos ser más efectivos a la hora de tomar decisiones que atiendan las necesidades de la gente. Cierro también con la evidencia, con los datos. Y afronto el matoneo haciéndome el sordo.