Fernando Panesso

FERNANDO PANESSO

Las Memorias conversadas® son historias de vida escritas en primera persona por Isa López Giraldo.

Soy un nieto de un emigrante antioqueño. Siempre quise progresar, hacer bien lo que emprendía. La vida me ha dado muchas oportunidades que he sabido aprovechar. Reconozco la generosidad del destino.

Me ha acompañado la vocación de servir, porque me encanta ayudar a los más necesitados desde los cargos que he ocupado. Nunca me ha interesado ser rico, ni tener grandes recursos económicos. Mi eslogan ha sido: “Vivir rico antes que serlo”. Vivir rico es darse gustos simples. No me ha gustado la vida social.

Fui maratonista lo que demanda disciplina: corrí la maratón de Nueva York, la de Miami, muchas en Bogotá. También soy un buen lector, estoy dedicado a la literatura y a la historia. Ahora disfruto los podcast, me acompañan en mis dos horas de caminata diaria.

Podría decir que soy un hombre simple, sencillo. Esos altos cargos que ocupé nunca me crecieron, porque sabía que el importante era el cargo y no Fernando Panesso. Siempre fui consciente de que ese grupo de aduladores, los que se van formando al lado del poder. A todos les dicen lo mismo: “Usted es el mejor gobernador de la historia”. Y uno no puede tragarse (sic) el cuento.

Pasé de pedir el helicóptero tantas veces lo necesité, a manejar nuevamente mi carro cuando entregué el puesto. Aprendí mucho de Oscar Vélez Marulanda, Plumón, jefe político de César Gaviria, alguien muy importante de Pereira. Él me dijo cuando asumí la Dirección Nacional de Presupuesto: “Usted está muy joven para este cargo, pero acuérdese que el escritorio tiene dos caras: hoy está aquí y mañana está al frente”. Algo que nunca olvidé. Estas son lecciones de vida que tengo muy claras y que definieron mis decisiones.

Adoro a mis hijos, a quienes tampoco la plata los mueve. Amo profundamente a mi esposa.

ORÍGENES

RAMA MATERNA

Eleuterio Serna Gómez, mi abuelo, fue ingeniero civil de la Escuela de Minas. Un hombre muy importante, como se le destaca de manera notoria en el libro El ferrocarril de Caldas, pues en calidad de ingeniero jefe llevó el Ferrocarril de Caldas a Manizales. Tuvo un primo hermano, quien también llevaba su nombre, magistrado del Consejo de Estado, a quien le decían pico de oro, porque hablaba bellísimo.

En ese tiempo vivían en los diferentes campamentos a los que iba llegando el ferrocarril, entonces los hijos de mi abuelo nacieron en diferentes lugares: el mayor en Medellín, mi mamá en Santa Rosa de Cabal, y los menores en Manizales.

El abuelo fue un hombre muy influyente en la familia, austero, seco, muy amable, pero muy rígido. El mito de la universidad en la que estudió, me caló. La Escuela de Minas es una universidad muy prestigiosa en donde estudiaron personajes como Mariano Ospina Pérez, Nicanor Restrepo.

Fue muy visionario. Compró una tierra en La Virginia, Risaralda, cerca al Ingenio Risaralda, donde se ubicaron cualquier número de familias de Manizales como los Gómez Arrubla. Recuerdo que durante nuestras vacaciones en la infancia nos llevaron a la finca donde nos encontrábamos con los primos. La hacienda era inmensa, en ella nos alojábamos más de treinta personas. Mi abuelo fue tan importante e infundía tal autoridad que los yernos fumadores no fumaban delante de él, y no porque les dijera nada.

Elvira Gutiérrez, mi abuela, era de un pueblo del Quindío. Bonita, dulce, contempladora, cercana, juguetona, alguien muy especial. Todos los nietos la queríamos mucho.

Estela, mi madre, es el ser que más influyó en mi vida. A la muerte de mi abuelo se convirtió en el centro de la familia, sin ser la mayor. Fue ella un general, muy valiente. Cuando le dio cáncer, todos los días colgaba una polea en el techo para subir y bajar el brazo. A sus setenta años se devolvió a vivir a la finca, para estar pendiente, y montaba a caballo recorriéndola. De una rectitud, con detalles como que si yo le decía: Mamá, prestame cinco pesos. Me los reclamaba diciendo: “Yo se los presté”. Pero si le decía: Mamá, regalame cinco pesos. Nunca me los cobraba, ni lo mencionaba.

Mi papá coleccionaba discos de boleros, llegó a tener más de ochocientos. Y mi mamá, para facilitar su búsqueda, a cada uno le puso un consecutivo y en un cuaderno registraba el número del disco con los temas. Porque era de un disciplina impresionante, una verdadera matrona antioqueña.

RAMA PATERNA

Jesús Panesso, mi bisabuelo, era de Sonsón, hizo parte de la migración antioqueña que se instaló en Pereira. Y solo tuvo un hijo, Edelberto, mi abuelo, quien no tuvo hermanos, como se deduce. Montó una librería y papelería donde distribuía productos Norma, y tenía tal capacidad de venta que esta editorial sacaba cuadernos con su nombre.

Fue muy simple, dedicado a abrir y cerrar su negocio. Alguna vez tuvo una crisis económica y, para no hacer sufrir a la abuela, exhibió cajas en el negocio para señalar que todo estaba bien, pero en los cajones no había nada.

Elena Gallo, la abuela, fue una mujer preciosa. Tuvo tres hijos y de ellos el único que tuvo hijos fue mi papá, por esto no tuve primos. Murió muy joven, cuando su hija, mi tía Nelly, tenía diez años, y cuando mi papá ya se había casado. Al abuelo le dio tan duro la viudez, que fue su hijo quien crio a su hermana, porque no fue capaz de asumir su responsabilidad de padre. La familia era tan chiquitica que, ya muerto el tío, cuando llegaba a saludar la tía ya estábamos todos reunidos.

Oscar, mi papá, fue un hombre muy simpático, lleno de amigos, a donde iba saludaba a todo el mundo. No discriminaba a nadie, era amigo del embolador, del que cargaba las cosas, del que vendía en la tienda. Sus pasiones fueron el fútbol, escuchar boleros y leer los periódicos que compraba los domingos: El TiempoEl EspectadorLa RepúblicaEl ColombianoEl País de Cali.

Madrugaba a comprarlos, los leía sin interrupción hasta las dos de la tarde que era cuando salía al Estadio para ver a su Deportivo Pereira, pues fue hincha a muerte. Nosotros le teníamos una anécdota y con ella nos burlábamos mucho de él antes de que el Pereira fuera campeón: Iba caminando mi papá por la playa cuando le pegó a una lámpara de la que salió un mago que le dijo: “Me ha salvado. Llevo tres mil años encerrado. Dígame algo que yo pueda hacer por usted” / Quiero volver a conversar con mi mamá, quien ya murió.  / “Esta es una de las cosas que no puedo hacer, conversar con los muertos. Mejor pídame otro deseo”. / Que el Pereira sea campeón. / “¿Cómo se llama su mamá?”.

Fue un hombre simple, democrático, no discriminaba, juicioso, empleado hasta su jubilación. Trabajó muchos años en la Lotería del Risaralda, en el marco de la Plaza de Bolívar.

CASA MATERNA

Mis papás se casaron muy jóvenes, cuando él tenía veintiún años. Mi mamá fue a pasar unas vacaciones a Pereira, se enamoraron un diciembre y en enero se estaban casando. El noviazgo no duró un mes, pero el matrimonio sí toda la vida.

Mi mamá era quien manejaba el presupuesto de la casa: mi papá le entregaba el sueldo y ella le daba veinte pesos para sus gastos. Y a él no le preocupaba, pues tampoco le importó nunca la plata. Nunca fuimos de grandes boatos, las celebraciones eran simples.

Estando muy pequeño, no tendría cinco años, nos fuimos a vivir por siete años a Medellín, pues mi papá fue nombrado contador en el Banco Comercial Antioqueño. Sin ser ricos vivimos muy agradablemente en una casa en el barrio Laureles y pasamos las vacaciones en la finca de la Virginia: nos montaban en el carro al día siguiente de terminar clases y regresábamos el día antes de retomarlas. Así fue hasta cuando vendieron una parte y compraron un terreno en la salida para Tolú. Más adelante, cuando mi papá trabajaba como gerente de Fruco, nos fuimos a vivir a Bogotá, ciudad a la que lo trasladaron.

HERMANOS

Tuve hermanos ampliados, pues siempre compartimos con los primos. También fuimos vecinos de una tía materna, por lo mismo, fuimos muy cercanos a sus hijos, cual hermanos.

Oscar estudió Derecho en la Javeriana, pero nunca ejerció, sino que se dedicó al comercio; actualmente vive en Pereira, la que considera la mejor decisión de su vida: se pasó una semana antes de que comenzara la pandemia que lo alcanzó en la finca.

Gloria está casada con Antonio Ocampo, pereirano.

Mauricio es ingeniero civil fue gerente de los Ferrocarriles Nacionales en Antioquia, trabajó en ISA, en EPM. Se casó con bogotana, viven en Medellín y tienen dos hijos, los más paisas que he conocido, me impresiona como hablan.

INFANCIA

Resulta que cuando nací mi mamá quedó muy enferma, entonces le dijo a mi papá que me llevara a bautizar y que me pusiera por nombre Fernando, como el de su muñeco de infancia al que quería mucho. Papá se fue con su hermano mayor, y cuando el cura preguntó cómo me iba a llamar, mi tío dijo: Dicken Fernando. A lo que mi papá no presentó ninguna objeción, pero sí mi mamá al enterarse. La furia de ella fue toda.

Cuando llegué de sacar la tarjeta de identidad en la Administración Postal Nacional, mi mamá me reclamó por no haber pedido que me retiraran el primer nombre. Entonces me devolví, pero no se podía hacer nada. Cuando mi mamá me fue a matricular al colegio, pasó el registro civil tapando el Dicken con el dedo, entonces en el colegio nunca supieron que mi nombre era compuesto.

Nunca pude saber por qué mi tío antepuso el Dicken, quizás porque en esa época se hizo muy famoso el arquitecto Dicken Castro.

ACADEMIA

Mi mamá fue muy estricta, de grandes disciplinas: era de las que revisaba las tareas. Estando muy chiquito, contrató para mí un profesor de matemáticas, lo cual influyó mucho en mi vida, se trataba de una persona sencilla, querida, de corbatín, era un místico. Por mi parte, en el colegio me dedicaba a las materias que me gustaban, las otras las pasaba por encima.

Estudié la primara en el San Ignacio, colegio de jesuitas, quienes son excelentes educadores. Mi bachillerato lo hice en el San Bartolomé, también con los jesuitas, donde hice un grupo de amigos extraordinarios como Víctor G. Ricardo. Estando en sexto fui a un inter colegiado en Medellín y supe que tenía que regresar a mi ciudad. Una vez me gradué decidí devolverme. Tenía dieciocho años.

Dejé a mis padres y a mis tres hermanos en Bogotá y llegué a Medellín para vivir con mi tía, pero solo por seis meses. Luego un grupo de amigos, quienes estaban montando apartamento, me invitaron a vivir con ellos. Fue una locura. En el piso de arriba vivían seis manizalitas, y en el de abajo otros seis, menos yo que soy pereirano. Me tuve que ir porque las parrandas eran de miércoles a domingo. Viví solo hasta que me casé.

La Universidad estaba clara, la carrera la escogí por mi gusto por las matemáticas y por el esposo de una tía, Alonso Vélez Vélez, primo de Álvaro Uribe y gerente de Cine Colombia en Bogotá, quien me dijo: “Yo estudié ingeniería administrativa. Estúdiela usted también. Esa es la carrera del futuro”.

ESCUELA DE MINAS

Me impactó pasar de un colegio religioso a una Universidad laica donde estudié con una variedad de personas tan distintas. Comencé ingeniería y luego me enfoqué en la ingeniería administrativa.

Recuerdo que el primer día de clases se presentó un profesor muy brillante, quien había tenido que salir de su país por la persecución de Pinochet. Se trataba de Jorge Cuervo, vestía de negro, con barba roja larga y con una cacucha que tenía una estrella en el frente, podría confundirse fácilmente con el Che Guevara. Pensé que debería correr a llamar a mi mamá pues esto resultaba exótico, nuevo y asustador para mí.

El paso por la Universidad fue una experiencia maravillosa y muy exigente. Tuve que organizarme, programar mi tiempo, pues las disciplinas son muy fuertes y el nivel académico muy alto. Me tocó una época compleja, la década del setenta, con la cola de Paris 68, con los paros de la Nacional.

Fui activista en contrario, procurando contener las manifestaciones. Citada la Asamblea para hacer paros por parte del MOIR, entonces nosotros, para evitar que la gente asistiera, llamamos a nuestro movimiento el: “NOIR”. Como el ídolo del marxismo es Mao Tse-tung, llenamos con afiches la Universidad que decían: “Nadie ama a Mao”. Cuando fuimos a pegarlos en la noche, les tiramos carne a los perros bravos, para distraerlos.

Recuerdo que saliendo de alguna manifestación,  dos compañeros quemaron un bus en Robledo. Como citaron a Asamblea para la semana siguiente, pusimos afiches que decían: “Hoy, nuevo show, con fuegos artificiales a cargo de Morales y algún otro”. Este par de estudiantes se tuvieron que esconder por un tiempo, pues les dieron orden de captura por atentados terroristas.

TRAYECTORIA PROFESIONAL

CARACOL RADIO

Estando en la Universidad conocí a Gabriel Zapata Correa, posteriormente senador de la República por el Partido Conservador, hijo de Miguel Zapata Restrepo, reconocido periodista quien tenía un programa radial en CARACOL. Resulta que con frecuencia yo iba a visitar a mi amigo hasta cuando un día Luis Fernando Múnera, quien hacía parte del equipo de periodistas, actor de cine quien participó en La estrategia del caracol y quien murió hace poco, me invitó a un programa de aficionados a hablar de fútbol. Fue así como terminé siendo periodista deportivo por cuatro años con compañeros como Javier Hernández Bonet, Iván Mejía, Pacho Andrade, Wbeimar Muñoz.

El día del grado fui a disculparme con Wbeimar, pero decidido a dejar el programa. Me dijo: “Tengo un caso, el de Hernán Peláez, quien estudió en el San Bartolomé, ingeniero químico que se dedicó a la radio con mucho éxito”. Pero yo me veía más en el mundo corporativo.

COMFAMA

Mi primer puesto fue en Comfama, de la ANDI, la más grande Caja de Compensación Familiar del país y la primera en crearse, en el año 1954 porque las otras surgieron tres años después. Dado que el modelo fue exitoso, el dictador – presidente Rojas sacó un decreto ley creando las cajas de compensación donde nacieron Colsubsidio, Cafam y tantas otras.

COMFAMA había montado unos clubes campestres muy bonitos en Girardota, Rionegro, por lo que usé esta experiencia como tesis de grado que me sirvió para dos propósitos al tiempo.

COOMEVA

Luego me llamaron para trabajar en Bienraíz Ltda, de los Mora, firma de propiedad raíz. Para ese entonces llegaba Coomeva a Medellín, en la parte de salud, y me ofrecieron la gerencia en la que me fue muy bien.

PLANEACIÓN – GOBERNACIÓN DE ANTIOQUIA

Por casualidad asistí a una reunión en la Fábrica de Licores de Antioquia donde Álvaro Villegas Moreno me ofreció la dirección de Planeación de Antioquia. Le dije: “Doctor Villegas, usted ni me conoce”. Me nombró dado que le habían hablado de mí y yo cumplía con el perfil que él buscaba, el de un ingeniero y no el de un político. Porque, como dijo: “Un ingeniero se puede volver político, pero un político nunca se puede volver ingeniero”.

Ejerciendo mi cargo llegó Iván Duque Escobar a la Gobernación, quien me invitó a que siguiera trabajando con él. Durante este tiempo hice un gran trabajo con Edgar Gutiérrez Castro, quien, cuando fue nombrado ministro de Hacienda, me llevó como su director de presupuesto.

Aquí mis referentes claros fueron Álvaro Villegas, un hombre brillante, quien desafortunadamente terminó mal en la vida por lo ocurrido con su firma que construyó el Edificio Space en Medellín. Pero los problemas fueron causados no por él, sino por la ambición de sus hijos a quienes había heredado su firma. Álvaro, con toda la fortuna y el prestigio, ha sufrido también las consecuencias.

Iván Duque Escobar para mí fue un maestro en el tema político. Aprendí la manera de manejar las corrientes políticas, los directorios políticos, a hacer milimetría, como decía el presidente Guillermo León Valencia: “Si usted tiene dos diputados le corresponde un puesto”. Manejé con mucho equilibrio estos asuntos que me evitaron crisis políticas en futuro.

MINISTERIO DE HACIENDA

Fui director de Presupuesto del Ministerio de Hacienda en el Gobierno de Belisario Betancur. Estando aquí conocí a todo el mundo.

Viví una anécdota. Jaime Arias Ramírez, ministro de Salud, me llamó un día estando yo recién llegado: “Doctor Panesso, necesito una cita urgente. Hemos mirado el presupuesto y en diciembre no hay con qué pagarles a los maestros. Necesitamos una adición presupuestal”. Le dije: ¿Nos podemos reunir mañana a las diez? / “Claro” / Ah, entonces yo le caigo. / “No, no, no. Hombre. Primero, yo estoy pidiendo la cita. Segundo, el de la plata es usted. Usted es el importante, entonces yo le caigo”. Y aprendí.

Más adelante me llamó otro ministro: “Oiga, doctor Panesso, tengo una crisis presupuestal”. / Claro, ministro. Cuando quiera. Si le parece yo lo recibo mañana a las cinco / “No, no. Yo no puedo ir hasta allá, venga usted aquí”. / Ministro, yo no puedo ir. Estoy muy ocupado. Tengo citas cada quince minutos. Mire cuándo puede venir. Resulta que a los quince minutos me estaba llamando a decirme: “Sí, doctor Panesso, yo voy”.

También muy recién llegado entró la secretaria a decirme: “Doctor Panesso, afuera está María Eugenia Rojas de Moreno, que necesita hablar con usted”. María Eugenia era la presidente del Instituto de Crédito Territorial. Pero mi agenda estaba a reventar. Salí a disculparme: Doña María Eugenia, qué gusto conocerla, pero no tengo espacio, estoy muy ocupado. / “No, tranquilo. Yo espero. Aquí traje sánduches por si me toca almorzar y estos libros para esperarlo todo el día si fuera necesario. No tengo ningún afán. Cuando usted tenga un ratico me atiende”. No pude sino atenderla de inmediato. Nos hicimos grandes amigos. Conocí a Samuel muy joven, en los tempranos veintes, porque ella lo invitaba a uno a desayunar a su casa, en la treinta y siete con quince. Luego trabajé con Samuel en la ETB, pero me da mucha tristeza una vida tan desperdiciada.

CONSULADO DE COLOMBIA EN NUEVA YORK – I

Dada mi amistad con el contralor Rodolfo González, fui nombrado auditor del Consulado en Nueva York. Carlos Holguín me hizo incluir en la nómina de Naciones Unidas para ser miembro de la delegación de Colombia. Hice parte de la Comisión V, la que manejaba el presupuesto de la ONU: analizaba, estudiaba, daba conceptos para advertir gastos ante el embajador y aprobaba cuentas.

Pasamos una vergüenza que no tiene presentación. Tres países forman el comité de auditoría de la ONU del que Colombia hizo parte. Nuestros dos últimos auditores hicieron desastres dejando muy mal el nombre de la nación. Resulta que uno de estos, de Valledupar, permitió a la delegación el uso ilimitado del teléfono para llamadas de larga distancia, cuando en ese momento eran carísimas. Entonces todos los costeños en Nueva York iban a hacer sus llamadas, que duraban horas.

El hecho es que conocí el universo de Naciones Unidas, que es apabullante y que cuenta con la representación de todos los países. Vi con orgullo, en el Salón de Delegados, una de las obras del maestro Obregón.

En familia tomamos la decisión de no vivir en Manhattan, sino en Long Island para que nuestro único hijo en ese momento disfrutara del verde, de la playa. Vivimos muy sabroso y botamos el capote (sic).

MINISTERIO DE DESARROLLO

A nuestro regreso al país, ya con Virgilio Barco en la Presidencia, César Gaviria fue nombrado ministro de Hacienda. Entonces César me ofreció la secretaría general, pero no acepté, le dije: No, César. Cuando uno gana kínder, pasa a primero. Ya hice el curso, conozco el Ministerio y sé que es más importante el cargo que había ocupado en el pasado”. Al rato me llamó a ofrecerme ser viceministro de Desarrollo Económico.

Fui viceministro de Miguel Merino Gordillo, quien es el dueño de la franquicia Dunkin’ Donuts en Colombia, una persona maravillosa. Nos tocó la época del control de precios a las gaseosas y a la cerveza, a los carros de gama baja como el Renault 4, el Mazda 323, el Sprint.

Era yo quien fijaba esos precios, lo que otorga un poder enorme si se tiene en cuenta cuánto vale demorar una resolución. A mi oficina iban Augusto López, presidente de Bavaria; Carlos Upegui Zapata, presidente del Grupo Ardila Lule; Saulo Arboleda, presidente de Sofasa; José Fernando Isaza, presidente de la CCA. Ninguno me ofreció nada, y dada su integridad moral estaba convencido de ello, pero si otra persona lo hubiera hecho, lo hubiera lanzado por la ventana.

En ese cargo se puede hacer, a la manera de los parlamentarios, una fundación: “Fundación haga sonreír a un niño”. Si uno les pregunta cuál es el niño, pues: “El hijo mío”. Ese control de precios lo retiramos después con la ayuda de Germán Montoya.

De forma repentina recibí una llamada de Enrique Peñalosa Londoño, secretario económico de la Presidencia, en la que me dijo: “Oiga, Fernando, necesito un favor suyo, que se vaya para Corea mañana”. Resulta que a él lo habían invitado a un programa de dos semanas, había aceptado, pero no podía viajar porque el presidente lo requería para atender algún asunto. El cupo disponible para un colombiano se iba a perder, entonces viajé.

Estando en Seúl, cambiaron a Merino por Fuad Char, lo llamé, le dije que si quería me devolvía, pero me dijo: “Usted está cumpliendo misión oficial, quédese”. Y me ratificó en el cargo.

El regreso fue aterrador, tomé un vuelo Seúl, Nueva York, Miami, Bogotá, Medellín. No había llegado a la casa cuando recibí una llamada de Presidencia. Era César Gaviria: “Oiga, Fernando. Necesitamos hablar urgente. Viajá de inmediato”. / No soy capaz, me estoy muriendo, acabo de llegar de un viaje de más de treinta horas. / “Es que el presidente quiere nombrarte gobernador de Antioquia. ¿Qué pensás?”. / Que si a uno a los treinta y cinco años le ofrecen ser gobernador de Antioquia no puede decir que no.

GOBERNACIÓN DE ANTIOQUIA

El lunes estaba en Bogotá hablando con Fuad, quien me dijo: “Usted me dijo que seguía en el cargo y ya se va”. Trabajé con él tan solo ese día, pues debía asumir en la Gobernación de Antioquia.

Adelantamos programas de beneficio social pese a la situación de violencia que se vivía.

En los consejos de gobierno les decía: “Los niños no son liberales ni conservadores”. Con Iván Duque habíamos diseñado un programa para recoger las obras inconclusas que había en el Departamento: escuelas, acueductos. Me apoyé en esa metodología pidiéndole a cada secretaría esta información y comenzamos el proceso de terminar obras.

También hicimos un programa sobre los diez municipios más pobres de Antioquia. Si yo invertía en Medellín doscientos o quinientos millones de pesos, no se iban a notar, pero si lo hacía en los municipios más necesitados para dotarlos de un mejor acueducto, de un mejor salón comunal, de unas mejores instalaciones para la escuela, íbamos a mejorar la calidad de vida de sus habitantes. Y así lo hicimos, procedimos de acuerdo a la información de Planeación Departamental sin diferenciar si se trataba de municipios liberales o conservadores. Trabajamos con la gente. Yo visitaba cuatro pueblos durante el fin de semana reuniéndome con sus habitantes para conocer de primera mano su problemática. Algo parecido a los consejos comunitarios de Uribe.

Pero llegué en una época muy, pero muy difícil, en el punto de quiebre de la violencia del país con la bomba del edificio Mónaco. Con ella, los narcotraficantes se dieron cuenta de la manera como intimida una bomba, con las que en adelante amenazaron la sociedad.

Al comienzo de mi gobierno, en mayo de 1987, estaba relativamente tranquilo, contaba con dos o tres guardaespaldas, pero en la medida en que comenzó a calentarse, terminé rodeado de más de quince. Pablo Escobar tuvo una capacidad de intimidación total y en la ciudad mataron al médico y profesor Héctor Abad Gómez; a Luis Fernando Vélez, decano de Derecho de la Universidad de Antioquia; a Luis Felipe Vélez, presidente del sindicato ADIDA; secuestraron al maestro Arenas Betancur y al presidente Andrés Pastrana; mataron a Carlos Mauro Hoyos después de secuestrarlo.

Se presentó una situación con una fiscal que estaba firme en llevar el caso contra él, pero a los dos o tres días renunció. Resulta que había recibido una llamada en la que le dijeron: “Usted es zutanita. Su sobrino vive en tal parte, lo recoge el bus a tal hora”. Me dijo: “Vea, gobernador, que me pase algo a mí, no me importa, pero que me maten a ese niño es impensable. No podría con mi conciencia, y la familia no me lo va a perdonar nunca, ni yo tampoco”. Todo el mundo tiene un precio, no necesariamente económico. En este caso fue el miedo. Renunció no porque le hubieran ofrecido plata, sino porque le amenazaron a un familiar.

El problema no era solo por Pablo Escobar, sino que se presentó la toma de municipios por parte de la guerrilla en un momento en que las comunicaciones eran muy difíciles, no había celulares. Recibía llamadas a las dos o tres de la mañana, una de ellas, del alcalde de Valparaíso anunciándome que se habían tomado el pueblo. Pero el ejército no podía salir sino hasta las seis esperando la luz natural. A esa hora nadie duerme, entonces nos quedamos planificando para estar listos.

Se presentaron también asesinatos de líderes sindicales en Urabá, algo terrible. Tenían dos sindicatos: Sintrabanano y Sintraagrario. Decían que uno era afín a las FARC y el otro al EPL. Entre ellos se mataban, pero los paramilitares, que ya estaban en la zona, eran los culpables de la mayoría de esos crímenes.

Como si todo esto fuera poco, en Villatina se dieron más de quinientos muertos por el desastre natural de un terrible derrumbe. Fue una época muy complicada.

Recibí amenazas, de las que cortan las letras de los periódicos que pegan en una hoja. La Ley 30 del 82, la primera Ley de Estupefacientes, le había designado al gobernador de cada territorio que cuando detuvieran un vehículo, un avión, lo que fuera del narcotráfico, quedaría a manos de las autoridades. El aeropuerto Olaya Herrera vivía lleno de helicópteros viejos. Entonces di la orden en ocho juzgados que dependían de la Secretaría de Gobierno, de que no devolvieran ningún avión, que hicieran todas las peripecias para evitar que alguien fuera sobornado. Este tipo de medidas generan amenazas, pero yo no podía sino enfrentarlas.

Cuando pusieron la bomba a Pablo Escobar, relativamente cerca de mi casa, pensé que me la habían puesto a mí por la forma en que sonó. Eran las seis de la mañana, cuando salí a mirar y el cielo estaba nublado, creí que se trataba de un rayo. Llamé a la portería y al comando de la policía, y me informaron que se trataba de una bomba que el cartel de Cali le había puesto al edificio de Escobar.

En Medellín todas las noches ponían una bomba en Droguerías La Rebaja al ser de los Rodríguez Orejuela, porque volaban todo lo que representara al cartel de Cali dada la guerra de los carteles, que fue a muerte. Siempre se ha dicho que fue el cartel de Cali el que ayudó a ubicar a Pablo Escobar.

Llegó un momento en que mi hijo, de cinco años, no quería salir a la calle, pese a tener guardaespaldas. Entonces hablé con César Gaviria para decirle: Ministro, me voy. / “¿Cómo? Pero si nadie renuncia a la Gobernación de Antioquia” / Yo sí, me voy. Habían pasado dieciocho largos meses que se me hicieron eternos por tanta tragedia diaria. Lo más triste fue que quien me reemplazó, mi amigo del alma y secretario de salud, Antonio Roldán, a los nueve meses de estar en el cargo un carro bomba lo mató. Eso no era jugando, no era jugando.

FUERZA AÉREA – FORT LAUDERDALE

Rodolfo Gonzáles me había ofrecido una oportunidad en Fort Lauderdale donde la Fuerza Aérea tenía una oficina de auditoría a través de la que se hacían todas las compras. Aquí llegaban los aviones Hércules, que eran famosos, para recoger material. Entre otras, en varias ocasiones me tocó afrontar el hecho de que los aviones llegaran con más cosas de las debidas obligando a que detuvieran a la tripulación.

El operativo era impresionante: agentes de la DEA cerraban el avión, no dejaban mover a nadie y sus perros detectaban los talegos muchas veces debajo de las sillas. Estas son manzanas podridas, porque en general la gente era muy buena. Como el director de la oficina, el coronel Onofre, después general, un hombre valiosísimo.

Durante la primera o segunda noche que llegamos, escuchamos unos sonidos, parecían disparos. Entonces Patricia corrió por los niños diciendo afanada: “¡Salgamos ya!”. Una vez afuera nos dimos cuenta de que estaban inaugurando una cancha de golf y que los sonidos eran producidos por los fuegos artificiales. Teníamos psicosis, por lo que en ese momento sentimos que vivíamos en un paraíso.

CONSULADO DE COLOMBIA EN NUEVA YORK – II

Cuando César Gaviria ganó la Presidencia me nombró cónsul general de Colombia en Nueva York. Esta era la misión más grande de Colombia en el mundo, con treinta funcionarios, pero afrontando serios problemas de narcotráfico.

Al Metropolitan Correctional Center en Nueva York llevan los presos que todavía no han sido juzgados y quienes esperan por sus audiencias. Alguna vez, me llamó la canciller a decirme: “Cogieron a unas personas muy respetables de Popayán, por lavado de activos. Quiero que hable con esa pareja que fue extraditada de la Florida”. Porque en los Estados Unidos existe la extradición entre los diferentes Estados. Pedí cita al director quien me recibió al día siguiente a las diez de la mañana. El ingreso es muy complejo: puerta que se abre, puerta que se cierra, para abrirse otra nuevamente y nuevamente cerrarse.

Tomando tinto con el agente le pregunté: “Oiga, ¿ustedes saben por nacionalidad cuántos detenidos tienen?”. De inmediato comenzó a sonar la impresora mientras yo pensaba: ¡Trágame tierra, yo para qué hago esas preguntas! Resulta que, después de los Estados Unidos, Colombia tenía la mayor población carcelaria especialmente por narcotráfico y algunos pocos por lavado de activos. En esa época los Estados Unidos tenían seis mil seiscientos presos, de los cuales dos mil doscientos estaban en la jurisdicción de Nueva York.

Coincidió mi paso por el Consulado con el comienzo de la carrera de Martha Cecilia Pinilla, que acaba de retirarse de embajadora que ejercio en Bolivia, Suráfrica y Trinidad y Tobago. La nombré cónsul de los presos, porque se especializaban por áreas. Siendo ella abogada, conseguimos un abogado americano especializado en su legislación para que nos ayudara con los trámites que obliga el sistema carcelario de ese país, y juntos visitamos algunos presos.

Cualquier día tuvimos que ir hasta la cárcel de mujeres, ubicada a más de una hora de Nueva York, para conversar con una joven, pero llamamos para pedir tres o cuatro nombres más de colombianas detenidas. Al llegar la hicimos llamar. Nos dijo: “No, fue que cometí un error”.

Luego pasó otra, una de las que estaba en la lista, muy asustada nos dijo: “¡Yo no necesito abogados! ¡Yo no he pedido abogados!” / Nosotros no somos abogados, venimos del Consulado de Colombia. Reaccionó fuerte: “¡¿Qué?! ¡Ustedes cómo supieron, si esto no lo sabe nadie! Por favor, esto no se puede saber”. Ella era de Cali. Le habían dado cuatro años de prisión al encontrarla con cocaína. Pero no contó en su casa, sino que dijo que estaba estudiando. Una amiga le ayudaba a cruzar cartas con su familia.

En algún momento un copiloto de Avianca fue detenido justo al salir del John F. Kennedy. Fui a hablar con él y me dijo: “No, cónsul. Yo no entré sino dos kilitos”. / ¿Acaso dos kilitos pesan menos que dos kilos?

Debo anotar que la discriminación a los colombianos no sucede en las cárceles, sino en los juzgados. Al momento de la sentencia a los gringos les dan cuatro o cinco años, a los colombianos doce o quince.

Para ese entonces en la cárcel se encontraba detenido Dandeny Muñoz Mosquera, alias La Quica, señalado de terrorismo por haber puesto la bomba en el avión de Avianca en el que iban dos americanos. También  fue juzgado por narcotráfico. Tiene como tres cadenas perpetuas. La historia de su detención tiene mucho de película.

Resulta que colombianos con beeper ya generaban desconfianza, pues usaban la red de telefonía pública para no ser detectados. Desde el beeper enviaban el número del teléfono público junto al que esperaban hasta que timbrara. La DEA estaba atenta.

Estando la Kika en Los Ángeles tuvo que viajar a Nueva York donde debería esperar una llamada tarde en la noche en una calle de Queens. La calle estaba solitaria, había alguien barriendo, otro limpiando. De repente se detuvo un carro con cabina doble del que se bajó La Kika, tomó el teléfono y de inmediato brotaron tipos de la tierra quienes, junto al barrendero y al que limpiaba, le dijeron: “¡A ver, su pasaporte!” Y él presentó uno falso a nombre de Juan Esteban Restrepo Santamaría, robado en Europa. El primer cargo fue por falsedad en documento.

Para reseñar situaciones más amables, montamos una galería de arte con la asesoría de Consuelo Acuña, quien hoy trabaja en el Consulado de Colombia en Roma, y patrocinados por el Banco de Bogotá. Destinamos el primer piso para hacer exposiciones de artistas colombianos en Nueva York y veladas maravillosas.

Lo más difícil para un artista en Nueva York es encontrar una pared, para colgar sus obras, y la única condición que pusimos fue la de que donaran una al Consulado. Expusieron también artistas muy reconocidos como Ana Mercedes Hoyos. Y yo pensaba que si el Consulado hubiera comenzado este ejercicio al abrir, treinta años atrás, tendría la pinacoteca más grande y valiosa porque por allá pasaron Grau, Botero y tantos otros cuando se encontraban iniciando sus carreras. Dejé más de veinte obras muy lindas que espero conserven.

Me acerqué muchísimo a la gente. Recuerdo que mi antecesor había puesto en la entrada a un vigilante negro jamaiquino de más de dos metros de altura que no hablaba español, también una puerta de detector de metales y luego otra. Lo primero que hice al llegar fue retirar todo y decirle a Louis, una muy bella persona, que no fuera a esculcar a nadie, pues debíamos generar unas relaciones de confianza con la gente logrando hacerla sentir como en su casa. Al día siguiente me llamó el cónsul a quien le había recibido el cargo para decirme: “¡Cómo se le ocurre retirar ese detector de metales, pues costó un montón de plata”. / Precisamente por eso lo quité, lo guardé muy bien guardado para evitar que se dañara. A partir de ese momento no volvió a intervenir en mis asuntos.

Además de lo anterior, a la entrada se hacía una cola muy larga porque nadie sabía a dónde ir según el trámite. Entonces le pedí a un funcionario que los dirigiera a todos a donde la funcionaria tal, con nombre propio y ubicación precisa.

De alguna fábrica de relojes publicaron un boletín interno pidiendo que no contrataran personal colombiano, por tratarse de ladrones. Me fui con la comunidad a protestar, nos atendió el gerente ofreciendo disculpas y contrató colombianos.

También hicimos lanzamientos de libros. En Nueva York vivía el escritor Eduardo Marceles Daconte, de Aracataca, reconocido por haber  escrito posteriormente la biografía de Celia Cruz, libro que fue un éxito en ventas. Para ese tiempo era el curador del Museo de Queens. En el lanzamiento de uno de sus libros dije: “Quiero presentarles a Eduardo Marceles, uno de los dos grandes escritores que han nacido en Aracataca. Ve, ¿cómo es que se llama el otro?”. Entre otras, el libro Cien Años de Soledad nombra a familiares suyos.

Recuerdo la despedida tan especial que me hizo la comunidad en varias ciudades de New Jersey y en la misma New York al momento de mi regreso a Colombia.

CUARTA CUMBRE IBEROAMERICANA DE JEFES DE ESTADO

Estando en Colombia asumí la dirección de la Cuarta Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno que se llevó a cabo en Cartagena. El presidente me llamó a decirme que este sería el evento más importante en la historia internacional del país y que me asignaba un buen presupuesto. Asistieron veintitrés jefes de Estado entre ellos el rey de España, Carlos Salinas de Gortari, Carlos Menem… Eso de imponerle el horario a tantos jefes de Estado no es cualquier cosa: a las nueve desayunan, a las diez tienen esta reunión, a las doce se encuentran en tal sitio para almorzar, a las tres tal cosa…

Me tomó ocho meses organizar la Cumbre, por fortuna, Cartagena se presta como escenario magnífico. Contratamos a Sanin y Vandenenden, manizalitas encargados de montar el escenario del reinado de belleza de Cartagena. Hicimos una fiesta en el Castillo de San Felipe con la orquesta de Joe Arroyo. Entre otras, un golpe duro es ver cómo un escenario tan precioso al día siguiente ya está en el piso.

De esas cumbres quedan buenas intenciones. Se trataba de buscar la integración Latinoamericana que con el tiempo creó UNASUR, aunque en el gobierno de Duque nos retiramos, algo que considero muy desafortunado porque nos falta integrarnos. El hecho político más importante del siglo XX es la Unión Europea y aquí no somos capaces de integrarnos pese a tantos factores que nos son comunes.

En el libro Bandeja de historia paisa en Bogotá incluí la carta que César me envió para reconocerme la labor realizada, cuando él ya había asumido la secretaría general de la OEA.

EPM BOGOTÁ

EPM es la empresa donde más tiempo he estado, casi nueve años, y con la responsabilidad de traer a la capital la calidad del servicio telefónico. Para ese momento ETB era un desastre: para lograr una línea había que esperar un año y el servicio era malísimo. Ahí era por donde queríamos abrirnos mercado.

Recuerdo que era tan importante tener un teléfono que en la escritura pública de una casa no solo se indicaban los linderos, como se sigue haciendo, por supuesto, sino que se registraba el número del teléfono fijo. Era un activo que hacía que una casa valiera más o menos según si contaba con el servicio o no.

EPM fue la mejor empresa de servicios públicos del siglo XX según Portafolio. Monté a EPM Bogotá, desarrollé productos, la mercadeé con un equipo extraordinario. Se acabó cuando la absorbió UNE.

COOMEVA

Me vinculé a Coomeva siendo su primer gerente en Medellín, después dirigí la regional Bogotá, estuve en el Consejo de Administración y después como gerente general de la EPS. Fue un reto muy interesante, pero que me trajo todos los problemas inimaginables.

Resulta que la contralora Sandra Morelli se concentró en las dos EPS del sector cooperativo, Saludcoop y Coomeva, las más grandes. A la primera la acabó y a Coomeva la investigó sin descanso, pero siempre salimos bien librados a excepción de lo referido a un asiento contable.

Resulta que hicimos un asiento contable en el que, según la contralora, llevamos a costo algo que era gasto. Quien sabe de balances, sabrá que al final el Estado de Pérdidas y Ganancias será el mismo. Esa diferencia, según manifestaron los funcionarios especializados en el tema, estaba bien. En el fallo apenas lo mencionan, no lo discuten. Entonces, me pregunto, por qué no tuvo en cuenta lo que decía la misma Contraloría. Hay un concepto de la Superintendencia de Salud, que dice que según el Plan Único de Cuentas – PUC el asiento contable había quedado bien hecho.

Lo que es evidente es que Sandra Morelli quería sancionar a Coomeva, porque no se trataba de una acción contra mí. Sancionaron al auditor, Price Waterhouse, a la gerente financiera, al contador. Alguien comentó que en otro caso  con Sandra Morelli, ella le dijo que de pronto podía tener la razón, pero que no cambiaría el concepto, que tendría que demandar.

Nunca me acusaron de haberme apropiado de un peso, sino de que lo clasificara mal, de que estaba cargándole al sistema de salud unos gastos que eran costos. Esta situación me llevó a integrar la lista de deudores fiscales, con lo cual todo lo mío es embargable. Hace poco tenía quinientos quince mil pesos en Nequi y me los embargaron.

La sanción inicial era de diecinueve mil millones, ya va en treinta mil con los intereses. Pero es algo absurdo y ridículo, Sandra Morelli buscaba el titular de prensa para presentarse como la zar anticorrupción dañando tantas vidas con esto. Aceleró mi retiro, por fortuna cuando mis hijos ya estaban educados. Pero le acabó la vida a una joven de cuarenta y tantos años quien en adelante nunca pudo volver a trabajar. Aquí aplica la frase: “Por pulir un verso, acabo el mundo”, porque por un titular acabó vidas.

ENTREVISTA

·      Quisiera pedirle que me explique el detalle para entender el caso.

Antes existía el Seguro Social que era estatal. Pero se crearon las EPS como entidades privadas prestadoras de servicios de salud, y hacen una medida de aseguramiento.

·      ¿Quiénes hacen una medida de aseguramiento y sobre qué cosa?

Quiero decir que las EPS son entidades de aseguramiento creadas para prestar servicios de salud. Dado el contrato de administración que existe entre las EPS y el Estado, este último se obliga a aportar una suma por usuario para su atención, suma definida mediante un estudio, un cálculo actuarial que arroja el valor necesario para brindar la atención básica a todos los usuarios.

Cuando alguien firma un contrato le piden que contribuya a la salud, plata que va a un fondo para atenderlo en caso de necesitarlo.

Egresos como arriendos de las IPS, que son las clínicas, los centros de salud, se clasifican como costos, pero Sandra Morelli dice que tienen que ser gastos. Es decir, según la Contraloría estábamos cargándole al sistema de salud unos gastos que eran costos. Para que se entienda, si son costos, Coomeva los puede cobrar como parte de la Unidad Per cápita de Capitación – UPC de lo que le entrega el Estado para poder atender a los usuarios.

Nuevamente, si este rubro lo llevo al costo, lo puedo quitar como quien ha hecho una inversión en el usuario. Si lo lleva a gasto, es lo que necesito para operar como entidad. Una cosa es para que la EPS opere en la parte de salud y la otra como empresa. Estoy pagando como gastos que me corresponden como empresa con cargo al sistema de salud.

·      ¿A quién beneficia registrar los rubros de una determinada manera?

A nadie. Ese es el gran tema. Ahí está la mala intención, pretender dolo que es cuando alguien se va a apropiar de algo, pero aquí no pasó y Sandra Morelli la aplicó. Nadie se apropió de un centavo, solo fue un manejo contable.

·      ¿Históricamente cómo lo habían registrado?

Así, siempre, siempre.

·      ¿Los diecinueve mil millones son de qué período?

De año y medio.

·      ¿Y si siempre había sido igual, por qué solo se fijaron en año y medio?

Porque la investigación solo puede iniciar cinco años atrás. Si lo anterior no lo habían investigado, ya queda cerrado.

·      ¿Y por qué no miraron los tres años y medio anteriores?

Sí lo hicieron, solo que yo me retiré en ese momento.

·      Pensé que la investigación era sobre Coomeva.

La investigación recae sobre cada persona responsable: revisor fiscal, al financiero, al presidente, a todos los que teníamos que firmar el balance. Yo no respondo sino por el tiempo que había estado.

·      ¿Cómo lo registraban las otras EPS?

De la misma manera que Coomeva. Pero, a partir de esto, cambiaron las clasificaciones, para evitarse problemas. A Coomeva le hicieron ocho investigaciones y la única que perdió fue esta.

·      Y si siempre había sido igual, ¿por qué hasta ese momento lo presentan como dolo y no antes si Contraloría ha habido ‘toda la vida’?

Porque Sandra Morelli quiso hacer un show mediático con lo del cartel de la salud en el 2011 o 2012.

·      ¿Cómo se puede hablar de desfalco a la salud si no hubo apropiación de recursos y si nadie se beneficiaba por el manejo contable?

Porque Sandra Morelli las quiso acabar. Saludcoop era una EPS bellísima y acabó con ella.

·      Pero la quiso acabar o encontró situaciones anómalas, malos manejos, que la llevaron a  hacerlo.

Hay un libro de Alberto Donadío que dice: “Palacino es inocente”. La compra del club que allí se menciona se hizo con otros recursos.

·      Pero esa es la opinión de Donadío y no un fallo judicial ¿no?

Fueron muchos los amigos que me rodearon, que me manifestaron su apoyo.

Le hizo tanto daño Sandra Morelli al sector salud que todos los argumentos del hoy presidente Petro de que la salud se la roban, son los que ella tenía hace seis años. Dejó en la mente que las EPS estaban mal manejadas.

·      ¿Lo dejó en la mente o lo comprobó contablemente? ¿Sandra demostró que sí hubo desviación de recursos?

En algunos casos sí hubo. Pero para hacer esta persecución, definitivamente no. Que las EPS en ocasiones abusaron e hicieron cosas mal hechas, seguro. Hay gente que está en la cárcel por el tema de los medicamentos. Pero este es un show mediático.

Lo que quiso fue perjudicar el nombre de Coomeva llevándose a mucha gente. Los de Price Waterhouse tuvieron congeladas sus cuentas durante mucho tiempo, siendo una firma internacional de una gran honorabilidad.

·      Usted no me contestó. Si no hubo detrimento patrimonial ni desviación de recursos, por qué lo embargaron.

Ahí está la injusticia. La plata no se perdió. No existe una sola acusación.

·      ¿Esto tiene apelación en el Consejo de Estado?

Apelamos hace cuatro años, pero así es la justicia de este país. Mi caso lo lleva la oficina de abogados de Juan Carlos Esguerra, exministro de Justicia, y la apelación no se ha movido un ápice, no avanza. Provoca llorar.

¡Horror! Ahí es donde uno entiende que en lo penal, la gente se toma la justicia por sus propias manos. Aquí no hay justicia.

·      ¿Duerme usted tranquilo?

Completamente. Nunca me han acusado de haberme robado un peso, no pueden hacerlo, pues nunca ocurrió.

·      Cuénteme qué siguió en su vida.

El fallo sale estando yo en la Embajada de Ecuador. Decidí renunciar. La canciller me pidió que no lo hiciera, me dijo que me respaldaba, pero no quise continuar para que no se viera afectado el nombre del país ni del presidente ni de la Cancillería. No sé si me aceleré, pero me fui. Me dio muy duro. Fue un momento que aceleró mi retiro.

·      Le propongo que retomemos su historia cronológica, porque antes estuvo en la ETB y en la Embajada de Turquía.

ETB

Me retiré de Coomeva ante el ofrecimiento de la presidencia de ETB por parte de Samuel Moreno siendo alcalde de Bogotá.

Salí de ETB porque empecé a tener diferencias con él y con su Junta. Yo estaba convencido de que el futuro de la empresa era muy complicado y que había que venderla. Competir con Claro y Movistar es imposible. ETB era una empresa pública en un sector que ya no es trascendente, el de la telefonía fija y su nuevo portafolio difícil compite con los grandes del sector. Además, se tenía el sindicato en contra de la venta.

CAMPAÑA A LA PRESIDENCIA DE JUAN MANUEL SANTOS

Recibí una llamada de Germán Cardona y  Germán Santamaria para decirme: “Ayúdenos en la campaña de Santos con el tema de comunicaciones”. No trabajé en la parte política, sino en lo temático, nunca entré a la sede política, que quedaba detrás, en la 71.

Cuando ganó la Presidencia me pidieron que fuera el encargado del empalme en comunicaciones. Todos daban por hecho de que yo sería el ministro, pero no volví a ver al presidente. No pasó nada.

CAMPEONATO SUB-20

En diciembre me llamó Juan Mesa a decirme que el presidente quería encargarme del Campeonato Mundial Sub 20 de fútbol. Esto salió muy lindo, se retiraron las rejas al Campin y a todos los estadios, se hizo una fiesta popular con todos los estadios llenos a excepción del de Manizales. Santos es muy seco, pero cuando terminó el campeonato me abrazó en el estadio.

EMBAJADA EN TURQUÍA

Cuando Patricia terminó de leer el libro De parte de la princesa muerta, me dijo: “Yo tengo que ir algún día a Estambul”. Por mi parte le había manifestado que quería volver a Barcelona, me encantó su arquitectura en la que no hay esquinas, sino plazas. Entonces me comprometí a que viajaríamos tan pronto terminara el Campeonato.

Nos encontrábamos en un festival de jazz en Aruba cuando recibí la llamada del presidente Santos: “Fernando, ¿cómo estás? Quedé muy agradecido contigo, todo salió muy bien. Te voy a pedir un favor, el de que me acompañes como director de Coldeportes”. / No, presidente, muchas gracias, pero no quiero ser funcionario público”. De inmediato Patricia me dijo: “Te van a ofrecer la Embajada en Turquía”. / No, negrita. En Turquía ni siquiera hay Embajada. Pero si me insiste con lo de Coldeportes, tendré que aceptar, porque uno no le dice dos veces no a un presidente.

Nuevamente me llamó el presidente Santos a decirme: “Qué tal si te vas para la Embajada en Turquía”. Al colgar la llamada, le dije a Patricia: “No nos vamos a pasear a Turquía, sino a vivir”. Y así lo hicimos por cuatro años en un país mágico, precioso, muy bello. Su gente es maravillosa, realmente. Estando allá conocimos a turcos “reales”, porque los que conocíamos hasta ese momento los llaman así sin serlo porque los primeros migrantes llegaron con pasaporte del Imperio Otomano y de ahí que los llamen turcos.

Abrir una embajada brinda muchas oportunidades. Nos apoyamos en la parte cultural y en la ley de la gravedad. Turquía tiene ochenta millones de personas, y esperar que nos conocieran todos era muy ambicioso. Con que nos conocieran los círculos de poder como los gremios, las universidades, centros de pensamiento sería suficiente para que de ahí la gran masa de turcos nos empezara a distinguir.

Vendimos a Colombia desde lo más alto buscando que supieran la manera como nos diferenciamos: llevé músicos, comida, libros. Conseguí que la Orquesta Sinfónica Presidencial de Turquía tocara un concierto de música popular colombiana, alegre. La Orquesta Sinfónica de Colombia me regaló las partituras que había escrito de Colombia Tierra Querida, Yo me llamo Cumbia y varias otras canciones tropicales. Felipe Aguirre, director de orquesta colombiano que vive en España, viajó unas semanas antes para enseñarles el ritmo. Trajimos de Colombia una caja, la quijada de burro….. Por fortuna dos músicos turcos tocaban en un bar latino en Estambul y tenían algo del swing.

Por otra parte, conseguimos maravillosas becas para pregrado y posgrado. Pero también que la aerolínea Turkish Airlines volara directo Estambul – Bogotá. Y logramos que las exportaciones colombianas se quintuplicaran.

EMBAJADA EN ECUADOR

Estando en Turquía me llamó la canciller María Ángela Holguín a decirme: “El presidente y yo queremos pedirle un favor”. ¡Qué me devuelva, pensé! Continuó: “Usted sabe lo complejo que es manejar las relaciones con Ecuador después de lo de Raúl Reyes. Piénselo”. Pero no podía decirle al presidente ni a la canciller que no.

Me hice muy amigo de Correa, que era lo que se buscaba. Y él conmigo fue especialísimo. Alguna vez, en una reunión ministerial en Cali, la canciller me llamó: “Correa ya viene en camino y nosotros no alcanzamos a llegar. Usted maneje eso”. Protocolariamente era terrible que llegara primero el presidente invitado. Cuando llegó Correa, yo me encontraba en la escalerilla, y lo primero que me dijo el jefe de protocolo ecuatoriano fue: “¿Dónde están el presidente y la canciller?” Le contesté que ya venían en camino, que habían tenido un problema por los diálogos de paz. Invité al presidente Correa a que me acompañara en la sala VIP. Pero prefirió quedarse en la pista.

En medio de nuestra conversación le dije: Presidente, ¿usted sabe el chiste que le tienen con Uribe en Colombia? / “No, ¿cuál?” / Que usted lo llamó un día: Álvaro, ¿cuándo vienes para-Quito? A lo que Uribe le contestó: ¡Paraquito será su madre! Me contestó: “En mi país me tienen una peor. Venía Xi Jinping a Ecuador en un momento en el que han criticado que todo se produzca allá y que los contratos público privados se firman con ellos. Yo salía del aeropuerto Mariscal Sucre después de una noche de lluvia. Como la pista estaba llena de charcos, me doblé el pantalón, pero olvidé que lo había hecho. Se tardó el jefe de protocolo en decirme: <Presidente, bájese los pantalones> A lo que contesté: <¿Así nos tienen de amarrados?>”. Este ejemplo es una muestra del grado de buena relación, no entre dos personas, sino entre dos países.

Correa es un hombre muy inteligente, a quien le encanta el poder. Como Luis XIV, piensa que: “El Estado soy yo”. Porque todas las instituciones giraron en torno suyo. Hizo muchas obras, el problema fue la corrupción de su gobierno, según lo señalan investigaciones. Al cambiar la Constitución quiso que Lenin Moreno le guardara el puesto, pero este, al día siguiente de tomar posesión de su cargo, le dio la espalda y se convirtió en su peor enemigo. Existe una orden de captura contra Correa.

AFICIONES

Llevaba dos años largos en Ecuador cuando salió el fallo por el caso de Coomeva que me hizo decidir renunciar. Patricia y yo nos dedicamos a viajar: fuimos a Europa, volvimos a Turquía, visitamos Pittsburg en los Estados Unidos porque allí vive nuestro hijo Santiago y vivía la única hermana de Patricia, Ana María.  

Ahora estoy dedicado a leer y a escuchar podcasts de historia. También publicamos un par de libros con Carlos Gustavo Álvarez.

Hago parte de juntas directivas. El problema no me ha permitido aceptar en el sector financiero ni puedo ejercer cargos públicos, los que no me interesan en esta etapa de la vida.

Doy conferencias, una de ellas, “Un viaje a la mágica Estambul’. En el 2022 fui invitado al Festival Internacional de Historia en Villa de Leyva a darla y el escenario se llenó, al parecer gustó.

Ahora vivimos entre Bogotá y Villeta donde pasamos el mayor tiempo posible, me encanta este lugar.

FAMILIA

Patricia Gómez, mi esposa, es antioqueña, una mujer maravillosa, solidaria, muy culta, gran lectora. Tiene en su familia un tema cultural muy importante al ser nieta de Efe Gómez, uno de los grandes escritores costumbristas colombianos, autor de Guayabo negro. Miguel Agudelo, su tío abuelo, compuso la letra de Antioqueñita.

Tiene dos hermanos maravillosos. Una hermana científica, Ana María, que es médica patóloga pediátrica, PhD en inmunología. Un hermano, Javier Cristóbal, el mejor examen del ICFES, beca Manuel Uribe Ángel cada año mientras estudiaba medicina en la Universidad de Antioquia. Son dos personas muy brillantes.

Patricia es ingeniera administradora de la Facultad de Minas, donde nos conocimos cuando yo hacía parte del comité de recepción de primíparos (risas). Vivía a la vuelta de mi casa, aunque yo no la había visto nunca. Ya han pasado cuarenta y cinco o más años de conocernos. Nos casamos tres años más tarde.

Estando en la Universidad quedó embarazada de nuestro primer hijo, el muchachito más necio que ha producido la humanidad: lo llevamos al grado de Patricia y hubo que devolverlo con la abuelita en un carro, pues, de otra forma, hubiera acabado con el aula máxima de la Facultad.

El factor económico para Patricia, como para mí, no ha sido importante. Ha sido mi compañía, me ha ayudado muchísimo en los tiempos de crisis, y es mi compañera de viaje, de trasteos, cortos y largos y repetidos una y otra vez.

Si bien tuvo mucho éxito profesional, cualquier día decidió que se dedicaría a sus hijos. Y los educó contrario al papá, pues a mí las manos no me sirven sino para peinarme, pues mi mamá era muy machista y nos educó con la famosa frase: “Los hombres en la cocina, huelen a rila de gallina”. Yo nunca cociné, nunca tendí una cama, nunca he hecho nada. Sus tres muchachos son su obra de arte, realmente son fabulosos.

Juan David, es el mayor. Con su inquietud hizo que cuando llegaran a visitar a la familia no dijeran: “Llegaron los panessos, sino, llegaron los panecios”. Nació en Medellín, vivió con nosotros en Nueva York y en todos los destinos, lo cual nos obligó a cambiarlo de colegio y de amigos. En Bogotá entró al Rochester donde terminó su bachillerato. Pero estando en quinto casi pierde el año cuando le regalé un computador clone, al que se dedicó descuidando el estudio. Esto le cambió la vida, su cuarto era lleno de cajas de computador.

Una vez graduado entró a los Andes a Ingeniería de Sistemas e hizo el doble programa con Administración. En primer semestre estuvo un poco desubicado, pero en una feria de emprendimiento de sexto, con unos amigos montó una empresa de desarrollo de software. En pandemia tenían dieciocho empleados, ahora son alrededor de ciento cuarenta. Prestan servicios a veinticuatro países. El cambio en él ha sido total, hoy es muy serio, y nos hace falta un poco el loquito que era.

Tomás es todo un personaje, formal desde chiquito, nunca molestaba. Su primera lengua fue inglés. Una vez en Bogotá, empezó a estudiar en el Nueva Granada y entró al modelo de Naciones Unidas para estudiantes donde terminó siendo secretario general. Así lo llevaron por una semana a la ONU en Nueva York. Estando allá sintió que quería cambiar el mundo, por lo cual viajó a estudiar Economía a la Universidad de Alberta en Edmonton, Canadá.

Al año volvió con excelentes notas, pero nos dijo: “No me gustan ni la economía ni la Universidad de Alberta ni Canadá”. Quiso estudiar medicina, la cursó en los Andes, hizo su rural en Ibagué y se especializó en Alemania, porque no quiso ir a los Estados Unidos, como era de esperarse. Estudió por ocho meses hasta graduarse en alemán, luego cuatro meses de alemán médico. Hace poco fue nombrado subdirector de infectología de los hospitales de la Cruz Roja en Berlín. Cayó donde era, porque es cuadriculado.

Santiago, médico, estudió en el Nueva Granada, pero no se adaptó. Continuó en el Campoalegre, colegio muy lúdico, por Hatogrande. Hizo un año en los Estados Unidos. Pasó en la Facultad de Medicina de los Andes. Se ha dedicado más a la investigación que a la medicina clínica. Trabajó en la Universidad de Colombus, Ohio. Actualmente está en Pittsburg. Le han publicado cuatro papers, lo que es muy importante. Uno sobre una investigación de cáncer de ovarios.

Resulta muy curioso porque ninguno de los tres quiere tener hijos. El menor tiene una perrita que es su adoración.