Adriana Mosquera

ADRIANA MOSQUERA

Las Memorias conversadas® son historias de vida escritas en primera persona por Isa López Giraldo

Teniendo quince años mi mamá me trajo al mundo. Ha sido una gran madre como también una niña a la que he apoyado desde muy temprano en mi vida, pues de muchas formas ha dependido de mí y lo sigue haciendo: ese hecho me hizo madurar de forma acelerada y tener el propósito de superación constante.

Mis raíces son santandereanas por parte de mi papá, Fernando Mosquera, y una mezcla de costeño con cachaco por parte de mi mamá, Genoveva Soto. Crecí rodeada de adolescentes, siendo yo la nieta mayor y por ende la hija mayor de tres hermanos: Ivonne, Giovanny y Jimena. A mis abuelos paternos les decíamos los nonos, Rafael y Teresa, y a los papás de mi mamá les llamábamos abuelos, Ana Teresa y Didacio. Todos nos brindaron mucha protección.

Mi abuelo era funcionario penitenciario -trabajó como director de cárceles-, lo que lo hacía muy estricto y por lo mismo tenía a sus hijas estudiando en un internado ubicado en Cáqueza, vía Villavicencio, y ocasionalmente ellas iban a saludar la casa que quedaba en La Fragua, al sur de Bogotá. Mi papá vivía en el San Jorge y conocía a los hermanos de mi mamá y alguna vez, en una reunión cualquiera, vio una foto de su primera comunión y se propuso conocerla.

Mi tío los presentó, mi papá comenzó a visitarla en su internado hasta que literalmente la sacó de ahí –mi mami cursaba cuarto bachillerato-. Siempre se dijo que la secuestró, por lo mismo la familia los obligó a que se casaran pues papá la había deshonrado –así lo consideraban en esa época-.

Cuando mis padres contraen matrimonio se van a vivir a la casa de mis nonos. He de contarte que mis padres tuvieron tres hijos en tres años lo que deja ver que al comienzo todo era romántico, precioso, muy bonito, pero luego esa relación terminó muy mal. Ahora que soy una persona adulta, miro al pasado y reconozco que debió ser muy duro para todos.

Papá hacía parte de una orquesta, fue comerciante y con diecinueve años asumió una responsabilidad muy grande: se vio sobrepasado por la situación. A mi mamá le tocó muy niña empezar a criar. Tuvieron ayuda de mi abuela materna que trabajaba como la secretaria personal del ex presidente Turbay y cuando sale una promoción de casas con subsidios en el barrio Nuevo Kennedy, hace todo el papeleo y le otorgan una a mi mamá.

Fuimos a vivir a una de esas casas que estaba en obra gris, lo que recuerdo con mucha alegría porque llegábamos a un espacio que yo veía gigantesco después de estar viviendo en una habitación diminuta que era la de soltero de mi papá. Tenía yo cinco años. Mi tío Jairo (hermano de mi mami) -que ya murió-, nos ayudó a terminarla.

Para esa época mi papá se fue a trabajar a la Marina con la Flota Mercante Grancolombiana, ahí comienza a ser un ausente, durante muchos años nunca lo vi pero sí lo recuerdo cuando llegaba a visitarnos porque nos traía juguetes y regalos. Mi mamá trabajó como costurera, dio clases de cómo hacer peluches, luego hizo cosas de porcelanicron. Ella tiene una habilidad manual que aprovechó y fue siempre muy artesanal.

A mis doce años comienzo a tener conciencia de que mi padre está alcoholizado, hay muchos malos tratos, tanto psicológicos como físicos, quiebra una y otra vez, perdemos varias casas incluida la que nos había dado mi abuela. Mi mamá para intentar arreglar la situación queda en embarazo -ya han pasado nueve años desde de mi nacimiento-. Mamá se enferma de los nervios. Vi en el colegio drogas, alcohol, gente muy mala, pero me mantuve al margen, ni siquiera fumo y me dedico es a estudiar.

Recuerdo que mi segunda hermana -que fue bailarina del Ballet de Colombia-, me invitaba a bailar, pero yo la desatendía porque prefería leer. Siempre estuve rodeada de historietas como la del Pato Donald y Mafalda; pensaba todo el tiempo en emprendimientos para adelantar con mi mamá y que nos permitieran salir adelante.

Yo he sido caricaturista desde que estaba en cuarto bachillerato en el Colegio Nacional Sergio Arboleda. Tuve un profesor de Bellas Artes (Villamarín) que me enseñó muchísimo sobre arte contemporáneo; para mí era un sueño y mi meta única era graduarme sin importar cuánto sacrificios me costara para poder entrar a la universidad.

Me presenté en tres ocasiones a la Universidad Nacional pero no pasé, quizás la academia no es la respuesta a todas las personas con talento. No necesariamente hay que pasar por los mismos conductos para llegar a ser lo que uno quiere.

Obtuve un muy buen puntaje en el ICFES, lo que me alcanzó para una beca en la Universidad Distrital. Me hice bióloga pero lo curioso es que toda mi carrera como mi tesis de grado, fue dibujada: hice manuales de anatomía y de microbiología que fueron de gran ayuda para mis profesores que me apoyaron para que hiciera material audiovisual. Mucho de lo que aprendí lo aplico en las tiras cómicas pues la ecología es un tema que ha cobrado mucha vigencia.

Cuando termino materias busco trabajo pero no me daban la oportunidad de ser profesora por mi aspecto infantil, pues consideraban que no resultaba conveniente para enseñar en bachillerato. Por fortuna, me contratan en las agencias locales del diario El Tiempo para recibir publicidad; como siempre tuve en mente la idea de ser caricaturista y de hacer tiras cómicas, me pareció el camino para aprender sobre medios.

Algún día y a la hora de almuerzo, veo una exposición de caricaturas en el centro comercial donde trabajaba. La persona que atendía, hoy en día es mi marido: Turcios, que en ese tiempo firmaba como Ofit. Pude ver en su álbum de recortes de periódico que se había ganado el primer puesto en el concurso de CAFAM y curiosamente en ese mismo concurso yo había ganado una mención que me habían enviado por correo porque no pude ir a reclamarla. Él me pidió que se la mostrara porque no me creía. Quedamos de vernos al día siguiente, me invitó a almorzar, y así empezamos una relación que hoy cuenta 26 años.

Él ya era caricaturista de El Tiempo y me pide que lo acompañe a El Espectador. Al llegar me encuentro con uno de mis compañeros del Colegio, Henry Rodríguez, era editor del suplemento económico, me invita a ilustrar un artículo: éste fue el inicio de un trabajo que aún conservo.

A Turcios y a mí, nos hicieron una nota como las grandes promesas de la caricatura. El recordarlo me llena de emoción.

Sacaron una revista que se llamó Espectadores 2.000 y su directora, María Antonieta, me propone hacer algo que impacte. Resulta que yo había estado en la Feria del Libro de Bogotá del año 1992 donde la única caricaturista mujer era yo. Nos pidieron que dibujáramos una pared con personajes; todos plasmaron sus modelos perfectas, y yo quise hacer algo distinto, ahí se me ocurrió una muñeca de piernas peludas, con el pelo sin arreglar, de nariz grande y gafas, le puse un traje sin forma y botas.

A la gente le encantó ver el contraste. Yo me quedé con esa idea y decidí que debía hacer algo con ese personaje, así pues que lo usé para Espectadores 2.000. Gustó tanto que me proponen sacarlo todos los días.

Seguí estudiando hasta obtener mi grado que fue por ventanilla, porque quedé en embarazo cuando estaba haciendo la tesis. Por las vivencias en mi casa, debo reconocer que me daba un poco de susto establecer una relación de pareja, pero llegó a mi vida alguien que me enseñó que la historia no necesariamente se repite y que todo podía ser distinto para mí.

Durante el embarazo tuve que trabajar desde mi casa lo que me sirvió para estar centrada en Magola, me dediqué a contar a través de ella, lo que yo estaba viviendo. La fórmula me funcionó perfecto.

  • ¿Porqué la llamas Magola?

Siempre quise un nombre muy popular colombiano y en los sitios en los que yo he vivido siempre había una Magola: la de las empanadas, la de las arepas, la de la esquina. Es una señora de casa que está al frente de una situación, luchando por su familia. Es un contenido muy nuestro.

  • ¿Quién la inspiró?

Magola está inspirada en mi mamá, en su situación de vida, en una mujer autosuficiente; físicamente copio su pelo que era tan negro que se veía azul. Sus otras características físicas son en protesta de los cánones de belleza que tenemos en el país porque no tiene la nariz respingada, ni está operada, tampoco tiene trasero, ni curvas en las caderas, no se depila las piernas, usa calzado cómodo y nunca va en tacones.

Es una crítica a la sociedad, con un mensaje directo contra los hombres, por mi papá, porque yo quería sacar esa carga tan profunda que tenía de rabia, de decepción por todo lo que había vivido y resultó un gran material para trabajar.

  • Magola ha cambiado ¿En qué momento deja de ser tu mamá para integrarte tú al personaje?

Ha sido un proceso no evidente para mí. A mí me sorprende el que cada día me parezco más a mi personaje. Es curioso porque yo la hice a propósito fea, como una forma de protesta y resulta que al final voy a terminar como ella. (risas) Pero he aprendido también a quererla, me he ido enamorando de ella.

Cuando Magola empieza a salir con su novio, yo estaba empezando una relación de pareja e iba contando todo lo que me pasaba, que no es poco.

  • ¿Magola ha evolucionado?

Sí, lo ha hecho de muchas formas. Un detalle estético, es que en ocasiones le pongo las gafas como cuando no quiero que tenga expresión en su mirada, pero por lo general me gusta que tenga los ojos saltones. Magola ha evolucionado en cuanto a la línea, pues es un poco más ágil, tiene más movimiento, más expresión, antes era rígida quizás por mi inexperiencia, pero conserva el mismo vestido, los mismos zapatos.

Al comienzo usaba mucho sarcasmo, toda mi rabia contenida en contra de los hombres, mucha liberación femenina de la brutal pero he ido aprendiendo a moderarme un poco, a trabajar por la equidad de género, a perdonar por el camino porque tengo un marido fantástico que me ha enseñado que no todos los hombres son mi papá.

El esposo de Magola ya no es mi papá sino que es mi esposo. Mi papá por ejemplo nunca perdió el pelo, ahora es calvo como mi marido, es tierno y gracioso, aporta mucho a la historia porque ayuda en la casa y en la crianza.

Son todas esas cosas que, tanto la vida como la misma tira cómica, me enseñaron a darle la vuelta a una historia que yo pensaba sólo podía existir como yo la había vivido en mi infancia pero no, también hay hombres buenos, parejas que funcionan y que son capaces de salir adelante, padres que son feministas y cariñosos. Todo eso lo he ido reflejando en la tira cómica.

  • ¿Qué tan cómica es la tira?

La realidad por amarga y dolorosa que sea, resulta graciosa…

  • ¿Magola va envejeciendo?

Sí, también, incluso su hijo que está inspirado en el mío, ha pasado por bebé, adolescente y ha ido creciendo con ella. Me parece bonito aplicar las leyes de la naturaleza en mis personajes. Todos envejecemos, todos cambiamos y quería reflejarlo en mi trabajo para diferenciarlo. Si tu ves a Mafalda ella siempre fue igual, Lorenzo y Pepita también, como Olafo el amargado que también lo fue.

Yo quería que Magola fuera madurando y cambiando como una mujer real.

De vez en cuando saco la crisis de los 40. Magola va un poco detrás de mi edad porque voy contando lo que me va pasando y por lo mismo necesito procesarlo. Por ejemplo, hablo de las dudas que surgen en torno a la menopausia, también de las arrugas y de las canas. Aunque Magola es muy libre en ese sentido, mucho más libre que yo, porque da ejemplo, el de no estar supeditado a la sociedad que te critica, el de que no necesitas gustarle a todo el mundo.

Lo que me propongo es darle la vuelta a todos esos comentarios que me llegan de amigas, de mis propias hermanas, de compañeras de trabajo y sacarle punta y decir: ¿por qué tenemos que estar siempre pendientes de si le gustamos a los demás? Lo más importante es que te gustes a ti misma porque la verdadera belleza no está en el aspecto.

Y debo confesarte que le tengo muchísimo miedo a envejecer porque empiezo a darme cuenta de todas las facultades que se van perdiendo, ahora ya no veo tan bien como antes cuando podía dibujar en cualquier sitio, ahora debo ir con toda la parafernalia: gafas, luz, gotas para los ojos. (risas)

Veo el reflejo en mi mamá que ahora le tiemblan las manos, entonces pienso que eso me va a ocurrir mañana. Es algo que me asusta. El reflejo en el espejo: ojeras, bolsas, arrugas, canas todo al mismo tiempo, es como un ataque de la vida. Debería poder aceptarlo…como lo hace Magola.

  • ¿Y si le tienes miedo a envejecer porqué envejeces a Magola cuando tienes la oportunidad de perpetuarla en un momento de la vida?

Porque a pesar de todo me parece interesante y no todo el mundo tiene la oportunidad de envejecer. Y como yo en Magola cuento todo lo que me pasa, es mi reflejo. Es material que va saliendo solo, es algo que debemos aceptar las mujeres.

  • ¿Eres perfeccionista?

Sí que lo soy y es mi marido el que me frena, porque las cosas no salen como uno quiere sino como les da la gana. (risas)

  • ¿Cómo haces para que toda esa emocionalidad contenida la descargues en tres recuadros y quede el mensaje?

Ha sido un aprendizaje. Últimamente lo logro en un solo cuadro que es todavía más exigente pero es que me he dado cuenta que entre más directo sea el mensaje, más se te queda.

Todavía tengo mucha rabia y sarcasmo dentro de mí y para mí Magola es un tratamiento psicológico pues necesito expresar a través de ella todo lo que me pasa, así cuando tengo una idea, veo o escucho algo, me pregunto: ¿cómo puedo contarlo de tal manera que sea certero y que con un solo dibujo se entienda? Empiezo a darle vueltas a la idea y encuentro la respuesta en un dibujo.

  • ¿Cuántos años han pasado desde que dibujaste a Magola por primera vez?

Ya son veintitrés años publicando.

  • Mencionaste la Feria del Libro de Bogotá como un primer momento. ¿Qué tan importante ha sido en adelante?

Asistí con Turcios durante tres o cuatro años incluso estando solteros. Ha sido uno de nuestros pilares de la relación y de nuestro crecimiento porque Corferias dio un espacio muy grande a los caricaturistas y nosotros podíamos vender nuestros productos, preparados con toda la anticipación del caso.

Entre otras cosas, yo edité mi propio libro con las tiras cómicas que había publicado en El Espectador. Gustó tanto que en España se enteran de él por una nota que me hicieron en el periódico. Llega una invitación a El Espectador para que yo viaje a España a dar unas conferencias en la Universidad Alcalá de Henares.

Mi hijo tenía menos de tres años para ese momento y yo no me le quería despegar de él, tampoco nunca había salido del país y fue mi esposo quien me subió en el avión. Me fui llorando de la angustia y regresé llorando de la emoción. (risas)

  • ¿Qué expectativa tenías?

Yo pensaba que me iba a encontrar con una cantidad de mujeres caricaturistas y fui la única, lo que resultó muy extraño para todos. Quise estudiar Bellas Artes porque quería ser pintora y la única vía que se me abrió fue la de la caricatura como mi forma de expresión y la aproveché al máximo.

  • ¿Qué aprendiste de esa experiencia?

Ahí supe que quería que mi hijo creciera en una sociedad organizada, donde la educación es obligatoria y gratuita, donde se atiende la salud, donde el transporte público funciona. Se me volvió un propósito.

Tuve muy buena acogida por parte de la Universidad de Alcalá que hace la segunda edición de mi libro y lo vende en España a través del Diario de Alcalá.

Conocí al maestro Forges que fue mi apoyo, mi padrino. Murió este año (2018) lo que ha sido para mí durísimo. Él me abrió las puertas de la revista Interview lo que hizo que me devolviera a Colombia con trabajo.

Era todo tan ideal y bonito que cuando regreso a Colombia lo hice llorando pero por haber dejado España y le digo a mi esposo:

— No sé cómo vamos a hacer, no tengo ni idea, pero yo me quiero ir a vivir a España.

— Bueno, si a ti te gusta, a mí también.

Turcios participa en un concurso de la Revista Semana en el que el premio era un viaje a París para dos personas con todo pago y se lo ganó.

Le digo:

— Está todo dado.

Mi hijo era tan pequeño que ni pagábamos por él y yo podía conseguir que desde la Universidad nos invitaran a Madrid una vez estuviéramos en París y mi plan era quedarnos ahí. Eso hicimos.

  • ¿Y tu mamá?

Para mí no era fácil dejarla, pero yo estaba convencida que me la iba a llevar después y así fue. La Universidad nos ofreció alojamiento por un mes mientras nos instalábamos. Seguimos colaborando con El Espectador, lo que al principio fue un poco difícil porque debíamos enviar las caricaturas por fax pues los medios no eran lo que hoy. Por esa época comienza el Diario La Razón en España que contrata a Turcios.

Ahorré lo que pude y a los dos años traje a mi mamá, lo que significó un dolor menos aunque desde ese momento, hace ya dieciséis años, la relación con mi papá se va deteriorando hasta que finalmente perdemos el contacto. De esto hace ya cinco años.

Si bien te decía que con Magola hago catarsis, todavía no puedo concluir que haya sido un proceso de sanación, porque si así fuera, yo podría hablar con mi papá, pero también soy consciente que no depende solo de mí. Si mi papá recapacitara sobre todos sus actos, tal vez podríamos tener un diálogo. Pero más que sanar, he vivido un proceso de crecimiento.

España me cambió la mentalidad, porque a pesar de su fama de violencia de género no la hay tanto, lo que pasa es que la hacen más visible, que es lo importante. Los casos que se presentan no pasan desapercibidos, son muy comentados y mediatizados. Es una sociedad que está empeñada en que eso no suceda más.

  • ¿Podría inferir que tu rabia se convirtió en propósito dado que ahora también trabajas en temas de género?

Ha sido un proceso que se ha dado solo, lentamente, porque en un primer momento yo hablaba de lo que me ocurría a mí con exclusividad, pero cuando comienzo a viajar, otras mujeres me dicen:

— Es que a mí también me pasa. Es que yo también lo he vivido.

Ahí me doy cuenta que es un problema universal y que las parejas se relacionan igual, no importa el idioma, todas tienen problemas muy similares. Empiezo entonces a utilizar un lenguaje más universal, eso hace que todavía viaje más y que me llamen de ONGs -como la Cruz Roja de Argentina y de la misma España-, para colaborar en sus campañas porque mucha gente necesita recibir ese mensaje.

La familia es la célula de la sociedad, es su base y mientras la familia esté enferma, la sociedad también lo va a estar. Las mujeres tenemos un gran papel y en ocasiones somos las primeras machistas.

Magola no es infalible, también se equivoca, el marido también tiene la razón, muy pocas veces pero también la tiene (risas). Yo no soy femi-nazi, yo amo a los hombres, yo amo a mi marido y a mi hijo que ya tiene veinticuatro años y que lo hemos educado en igualdad de género.

Yo quiero seguir llevando mi mensaje por distintos lugares del mundo, como México, en el que he estado varias veces, ven mis tiras y me preguntan que si no me han amenazado por ellas.

  • Con tu testimonio de vida, lo que demuestras es la fortaleza que hay en ti y que te ha acompañado siempre, pero te has debido derrumbar en algún momento. ¿Cómo manejas la frustración?

Hace unos cuatro años comienza en España una crisis económica muy fuerte y prolongada y es cuando me doy cuenta que mi vida son mi marido y mi hijo. Tuvimos muchos problemas para seguir adelante pues prácticamente en este país cerraron todos los medios de papel lo que nos golpeó directamente.

Mi propósito es muy de ideales, buscando ayudar a otros pero la pregunta es: ¿quién me ayuda a mí? Es una crisis existencial muy dura pero es ahí donde mi familia es mi fortaleza.

Hemos tenido que reinventarnos y eso es bueno, lo que nos hace recursivos. Tuve un sentimiento de responsabilidad por haber traído a mi mamá pero por fortuna ella está bien, adaptada y enamorada.

Te confieso que se siente miedo y angustia, pero hemos sabido salir adelante.

Hubo un momento en que hice clic y se me acabó la tristeza, la frustración y decidí mirar las cosas desde otro ángulo, busco el lado positivo, pero yo creo que es la madurez.

  • ¿Cuándo se legaliza la situación de ustedes en España?

Alcanzamos a estar cinco años sin papeles como inmigrantes ilegales, pues llegamos como turistas y nos quedamos. Luego nos tocó una amnistía del gobierno que cambió todo para nosotros. Mi hijo vuelve a Colombia solo cuando tiene once años.

  • ¿Qué sigue en tu vida?

Yo espero que muchas cosas. Este año tengo muchísimos viajes en torno al feminismo, tengo exposiciones para presentar mi trabajo, material para mi caricatura en El Espectador, voy a la Feria del Libro en Guadalajara a una ponencia y ese será un gran momento. Tengo otros eventos: uno en Colombia, otro en China.

Lo que viene es seguir trabajando con energías renovadas, porque también tenía un cansancio del mensaje pero ahora ya lo están escuchando, estoy recuperando material que sé que es bueno y al que nadie le había prestado atención y que ahora quieren.

Muy importante será seguir apoyando a mi hijo en su actual etapa de vida.

Espero ayudar a construir una mejor sociedad, invitando a la reflexión de la forma como nos relacionamos, sobre tanto chiste machista, tanta desigualdad de género, entender que los hombres también pueden ser feministas.

  • Tu vida te fue marcando tu destino, tus experiencias te dan autoridad para desarrollar los temas que abordas. ¿Lo ves así?

Pueden haber cosas curiosas como en las películas en las que dices: ah, el destino la estaba preparando para esto. Pero cuando sientes que te está pasando a ti, la de la película eres tú. En la vida te pasan cosas que acaban contigo o te fortalecen. Yo he sabido exorcizar cada problema y llevarlo a un trabajo que es visible. Ahora que recojo los frutos me hace preguntarme:

— ¿Quién iba a pensar que estar en un lugar o conocer a determinada persona, me fuera a llevar a un destino?

Mis hermanos y yo podemos reconocer que tenemos algún tipo de trauma y cada uno lo ha manejado de una manera diferente. En mi caso, mi psicóloga fue la caricatura, tuve esa ventana y fui una afortunada.

  • Cada vez más te pareces a Magola y ella a Nani, se están integrando perfectamente.

Pues déjame decirte que la gente me reclama porque yo sí uso tacones y me maquillo pero eso es como exigirle a Quino que vaya vestido como Mafalda. Magola es un personaje y yo soy la autora, lo que pasa es que con el tiempo yo sí voy viendo que me hago cada vez más parecida a ella, pero somos diferentes, de no ser así, no necesitaría dibujarla.

Voy a terminar pareciéndome más a Magola con el tiempo, por una cuestión de comodidad, estoy muy convencida de eso. Yo no soy un personaje de tinta y papel, soy de carne y hueso y voy notando el cansancio, cada vez me gusta más la ropa cómoda e ir más tranquila por la vida. Mi lado más humano se ha ido normalizando y ha ido entendiendo que no es necesario ser perfecta así me maquille y vaya al gimnasio.

  • Es normal que se presenten conflictos entre madre e hija, ¿hay algún conflicto entre personaje y autora?

Tengo más conflictos con su marido (risas) y es un punto interesante porque quiero que él sea la parte masculina de la tira cómica, entonces le pongo en la boca frases que he escuchado de hombres muy machistas y me preocupa que piensen que son de Turcios porque él no las diría ni de riesgos, pero me ha tocado sacrificarlo.

  • ¿Cómo celebras tus logros?

Casi siempre llorando. Me gusta mucho poder exteriorizar los sentimientos y una de las maneras que tengo es que se me salen las lágrimas y no es que me guste. Pensé que era algo que superaría con el tiempo y que era heredado de la infancia en que lloraba mucho.

  • ¿Sientes que la vida te quedó debiendo niñez?

Sí y pienso ponerme al día con ella. Ahora tengo un grupo de amigas magníficas con las que voy al gimnasio, la pasamos muy bien y ahí vuelvo a ser joven, libre, niña, me gusta saltar, tirarme al suelo, gritar y reírme con ellas.

  • ¿Ahora eres hija de tu mamá?

No. Ella a mí me dice: madre.

  • ¿Qué debería decirse de ti el día de mañana: nació para ser madre?

¡Sería perfecto si lo dicen!

  • ¿Quién habla más duro: Nani o Magola?

Magola sin duda. Aunque me gustaría incursionar en política para trabajar por los derechos de la mujer para que sea escuchada y elevar mi voz.

  • ¿Volverás algún día a vivir en Colombia?

Por ahora no es un proyecto, pero extraño muchísimas cosas como las navidades en familia, las comidas, las tradiciones, el paisaje, el clima, a mis amigos que es gente que llevo en el alma, a mis compañeros de colegio y de universidad, a mis colegas como Betto con quien hablo una vez a la semana obligatoriamente.

  • Quiero preguntarle a Magola ¿qué piensa de Nani?

Que soy un poco cursi (risas) porque a diferencia de mí, ella es mucho más dura, se ríe de la vida y de la gente, le importan muy poco muchas cosas, pasa olímpicamente entre los temas. También sabe que a pesar de que quiero ser muy libre, todavía sigo muy atada a convencionalismos sociales. Que como persona estoy un poco por debajo de su nivel.

  • ¿Qué consejo te daría?

¡Que deje de ser tan pendeja! (risas)

Isabel López Giraldo es responsable del contenido de este sitio web. Davivienda actúa como patrocinador de la sección “Jóvenes Talentos”.