Camilo Ramos

CAMILO RAMOS

Las Memorias conversadas® son historias de vida escritas en primera persona por Isa López Giraldo

Soy soñador, visionario, pero más allá de eso, trabajo por alcanzar mis sueños. Soy vegano hace tres años por amor a los animales. Me encantan los deportes a motor y ayudar a la gente.

ORÍGENES FAMILIARES

Mi familia paterna proviene del Huila, específicamente de la Jagua, el primer municipio en su momento junto a Garzón, pero este se desarrolló tanto que lo superó para reducirlo a corregimiento. Mi bisabuelo, Policarpo Benavides, fue su último alcalde.

Mi abuelita, Emma Benavides Serrano, tiene 102 años, es el centro de la familia, la mujer fuerte de la casa, la que lleva las riendas del hogar, aún tiene el rol de mandar.

Miguel Ángel Ramos Trujillo, mi abuelo, murió antes de que yo naciera. Mis tías dicen que soy el nieto que más se parece al abuelo en gestos, en características de personalidad. Fue un hombre muy alegre, nada lo enojaba y le encantaba jugar con los niños.

Tuvieron dieciséis hijos de los que mi papá es el menor. Mi papá, Fernando Ramos, desde niño le ayudó a la abuela a vender las famosas achiras que ella hacía; estudió en Garzón, cuando terminó el bachillerato viajó a Bogotá en búsqueda de mejores oportunidades, se instaló donde sus hermanas y comenzó a trabajar en el Banco Caja Social como mensajero hasta llegar a la gerencia, luego se vinculó a UCONAL.

Quiso estudiar ingeniería de petróleos, pero no le alcanzó la plata para pagar el semestre, entonces se graduó como contador público. Trabajó por treinta años en el sector financiero. Una vez retirado montó una oficina de asesoría financiera.

Mi familia materna es paisa, de Abejorral, Antioquia. Mis bisabuelos, Alfredo Palacio y Rosa Palacio, murieron muy temprano en la vida. Mi abuelo, Jaime Salazar, y mi abuela, María Margarita, tuvieron tres hijos, luego se separaron, entonces le tocó a mi abuela asumir la responsabilidad en un momento en que la sociedad condenaba los divorcios. Trabajó en el Banco Caja Social donde conoció a mi papá sin sospechar siquiera que se convertiría en su yerno.

Curiosamente mis papás no se conocieron por intermedio de mi abuela, sino en la universidad. Cuando mi mamá lo invitó a la casa, mi abuela abrió la puerta y se sorprendió.

Mi mamá, Margarita María, fue la niña consentida de su familia. Quiso ser azafata, pero estudió contabilidad, como mi papá. Ha sido muy comercial, es una vendedora nata desde los dieciséis años cuando inició en Servientrega.

PADRES

Cuando mi papá empezó la universidad tenía veintidós años. Como trabajaba en el banco llegaba de traje y el primer día decidió hacerse pasar por el profesor. Siempre fue sobresaliente, es muy matemático, cual calculadora humana, pero sus compañeros no lo quisieron mucho porque decía: Profe, se le olvidó pedir la tarea. Profe, hagamos quiz.

Mi papá se había fijado en otra compañera de la clase y en mi mamá otro joven. Salieron a bailar las dos parejas y se cruzaron, porque estos no eran buenos bailarines mientras que ellos se entendieron maravillosamente. A los tres meses mi papá le pidió matrimonio y tres más tarde se casaron.

Empezaron a trabajar juntos con magníficos resultados, conservando sus trabajos, puestos estables y bien remunerados. Un año después se fueron a vivir a Tunja por un traslado laboral. Nací a los tres años de su matrimonio, pero luego mis papás se separaron. Actualmente tengo dos hermanos: Julián Fernando, diez años menor, y Juan David, quince años menor.

INFANCIA

Mi abuelita cobró mucha importancia y fue muy protagónica en mi vida porque acompañó mi crianza en la que fue muy importante la alegría. Me recibía del colegio y me ayudaba con las tareas.

Aprendí a nadar y a montar en bicicleta a los tres años, a manejar carro a los cinco. Con la separación mi papá, que ha sido muy alcahueta conmigo, me regaló una moto. A pesar de vivir en un edificio sin ascensor, mi abuelita bajaba las escaleras cargando la moto para acompañarme  y alcahuetearme la montada, porque además de estricta era complaciente.

EMPRENDEDOR

Empecé a vender cosas desde muy niño. En primaria, cuando nos proyectaban una película, llevaba maíz pira para venderles a los amigos, y era normal que cargara cinco esferos por si alguno de mis compañeros necesitaba. A los quince años empecé a vender lociones en oficinas, alguna vez tuve que venir a Bogotá tres veces el mismo día para surtirme. Fue un negocio maravilloso que me dejó buena plata. Expandí mi negocio, me animé a vender réplicas de relojes y ropa a crédito.

Cuando inicié en la Universidad del Rosario vendí algunas cosas, pero no era permitido. Como estaba acostumbrado a manejar mi plata y necesitaba para mantener mis tres motos, comprar repuestos y trajes, y practicar Motocross, entonces decidí hacer chocolates para venderlos.

Justo ese día en el Rosario estaban haciendo una requisa que me asustó, salí y le ofrecí a un indigente que las vendiera y nos viéramos a las cinco de la tarde. Soñé todo el día con conformar una cooperativa de indigentes vendedores. Cuando salí, lo busqué por todas partes y decidí esperarlo hasta las nueve de la noche.

ACADEMIA

Nunca me gustó el colegio, pasé por cuatro, le cogí pereza porque tuve profesoras regañonas, que nos pegaban, que nos obligaban a comer el almuerzo. Cuando se acababan las vacaciones el olor a útiles, uniformes y a zapatos nuevos me revolcaba el estómago.

Pasaba a séptimo grado cuando abrieron el Country Bilingual School, entonces hice todo para que mi papá me pasara. Cuando averiguamos nos enteramos de que tan solo llegaba hasta sexto grado. Así fue como busqué convencer a mis amigos de que se matricularan, que estudiaran en un colegio moderno y dejaran el sistema tradicional.

En últimas abrieron el curso, pero ninguno de mis amigos se inscribió, entonces fuimos solo cinco, a final de año ya éramos nueve, en cursos posteriores fuimos quince.

Se dieron cambios importantes porque pasé de un curso de cuarenta estudiantes a recibir una educación personalizada. Fuimos los grandes del colegio, en edad y en curso, no así en estatura. También fui personero y representante hasta graduarme.

DECISIÓN DE CARRERA

No quise estudiar nada que tuviera matemáticas, quise ser piloto de avión, pero la inversión era muy alta y el mercado laboral muy competido, entonces me presenté a la facultad de Jurisprudencia del Rosario.

Me brindaron orientación profesional e identificaron que quizás no era lo mío, entonces me sugirieron hacer un preuniversitario que, además, haría más amable mi proceso de adaptación a la ciudad. Lo inicié, pero me arrepentí, pese a que estudié muy consagrado y obtuve las mejores notas que pueda registrar en mi vida académica.

Al semestre siguiente comencé Negocios Internacionales donde conté con excelentes profesores, no tomé notas ni llevé cuadernos, pasé por mis habilidades y no por dedicación.

Durante las vacaciones trabajé en la oficina de mi papá donde también hice la práctica profesional adquiriendo una gran experiencia en el área de finanzas. Finalmente me vinculé de tiempo completo y ya cuento once años.

SIEMBRA COLOMBIA                                                                                 

SiembraCo  nació en confinamiento durante la pandemia en el 2020, cuando con Yuly, mi esposa, y Jeison, mi cuñado, nos anticipamos a evaluar la posible escasez de alimentos que se daría y que generó tantas alarmas. El riesgo de desabastecimiento fue tan alto que las alcaldías compraban el mercado para surtir las plazas.

Indagamos sobre el agro, identificamos que los agricultores de pequeña escala son los que menos ingresos reciben, los que tienen más barreras de producción y carecen de mercados justos. Entonces buscamos una solución para quien vive en la ciudad y que no conoce de campo, sin necesitar tierra ni empleados ni insumos ni tiempo, y que a la vez les diera oportunidades a los agricultores.

SiembraCo es una plataforma basada en economía colaborativa en la que cualquier usuario, persona o empresa, siembra virtualmente para tener su propio cultivo, el que le asignamos a un agricultor. Invitamos a comprar la mata y lo que produzca es del cliente, porque el riesgo se lo quitamos a los agricultores, pues queremos ser una solución para ellos.

Hacemos seguimiento, garantizamos cumplimiento en cuanto a lo técnico para que, si llega a haber una pérdida, esta no obedezca a un descuido o a un mal manejo. Nuestra tecnología controla y verifica las actividades en tiempo real, las registramos para tener la trazabilidad del cultivo. El cliente recibe información relevante, la aplicación geolocaliza el cultivo, muestra cuándo se sembró y para cuándo se proyecta la cosecha. Cuando está lista se tienen tres  opciones: consumo propio, donarla o venderla, y se pueden combinar al gusto del cliente.

Contamos ciento cincuenta agricultores  activos en seis departamentos de Colombia con una capacidad productiva de doscientas ochenta hectáreas, pero también empresas, restaurantes, retail.

REFLEXIONES
  • ¿Cómo contribuyó Social Skin a tu crecimiento como emprendedor?

De Social Skin me enteré por las redes sociales cuando me encontraba en un proceso de aceleración con rockstar quienes nos animaron a postularnos. Al momento de enterarnos de que éramos finalistas nos emocionamos mucho.

Nos ayudó de manera importante en la presentación, también a identificar diferentes métricas, no solo de ventas.

  • Basado en tu temprana experiencia, ¿qué recomendación le harías a quien quiera iniciar su camino hacia el emprendimiento?

Emprendí sin haberlo previsto, pues surgió espontáneamente en medio de una coyuntura. En el camino me di cuenta de que se debe tener claro a dónde se quiere llegar, identificar qué es lo que se está mejorando al comparar con las alternativas del mercado.

Deben fijarse objetivos y trabajar con persistencia, no de manera terca porque se debe escuchar a los demás, aprender a recibir retroalimentación, prestar atención ante las observaciones negativas pues le puede salvar de algo o ayudar a mejorar.

  • ¿Cómo quieres impactar al mundo?

Me di cuenta de que ayudar es una de las cosas que más me gusta hacer en la vida. Con SiembraCo tenemos un plan agresivo de impactar positivamente a doce millones de personas al 2030, esa es la principal razón por la que nuestro equipo se levanta todos los días.

Espero que cuando lo logré pueda continuar con más proyectos y seguir contribuyendo con el desarrollo sostenible.

  • ¿Cuáles son tus mayores talentos?

Soy piloto de carreras, me gusta el rally, manejar moto.

  • ¿Cuál es tu código de ética?

No hacer lo que no quiero que me hagan, respetar las ideas diferentes a las propias.

Isabel López Giraldo es responsable del contenido de este sitio web. Davivienda actúa como patrocinador de la sección “Jóvenes Talentos”.