Mauricio Rodríguez

MAURICIO RODRÍGUEZ

Las Memorias conversadas® son historias de vida escritas en primera persona por Isa López Giraldo.

Conversaciones que cambian la vida – Su vida es su mensaje

* Mauricio, quisiera abrir preguntándole, ¿usted quién es, cómo se define?

Soy una persona que ama intensamente la vida, que aprovecha al máximo cada instante. Alguien consciente de lo frágil que es la vida, pues la vida es un milagro, es un ratico, hay que gozarla y aprovecharla al máximo. La vida es algo mágico, por lo mismo hay que asombrarse, maravillarse con las cosas impresionantes que trae, incluso hasta con las menos afortunadas.

Tengo sentido de la responsabilidad, esa que implica el ser un privilegiado porque a los privilegios hay que corresponderles. Tengo que aportar a mi ciudad y a mi país en reciprocidad por haber tenido la fortuna de haber nacido en la familia que la vida me dio, de haber trabajado en los muy interesantes proyectos y con las estupendas personas con las que lo he hecho.

*¿Cuáles son sus pilares de vida?

Mi amor por mi familia, mi país, el estudio y la cultura. Todo lo que he hecho gira a su alrededor.

  • Hablemos de sus orígenes, del primer pilar que es la familia.

Mis ancestros juegan un papel protagónico en mi vida. Mi padre, Jorge Rodríguez, fue un santandereano clásico: recio, íntegro, de carácter, de palabra, muy exigente, estricto, disciplinado, un hombre consagrado al trabajo, de una sola pieza. Obviamente ese carácter lo marca a uno profundamente desde muy temprano en la vida. Mi papá falleció hace diez meses, pero su gran ejemplo para mí jamás morirá.

Por el lado de mi mamá, Cecilia Múnera, son de familia antioqueña. Mi madre siempre alegre, simpática, conversadora, curiosa, divertida, súper familiar, muy mamá gallina. Mi mamá tenía ya ocho hijos con apenas veintiocho años, hoy tiene ochenta y cinco. Tiene ella otra forma de impresionarme y es a través del afecto, del amor, de la jovialidad, de las ganas de vivir. Mi mamá ama la naturaleza, los pájaros, la música, las flores, la caracteriza la alegría de vivir y de disfrutar intensamente todo lo que la apasiona. Siempre está sonriendo, nunca la vi brava, nunca de mal genio ni ofuscada y ha vivido absolutamente obsesionada por sus hijos.

Mis abuelos paternos, Gregorio Rodríguez y Eva Rodríguez, porque yo no soy de los Rodríguez bien, sino de los bien Rodríguez (risas), fueron maravillosos, muy longevos y los dos santandereanos, de Charalá. Gregorio muy estricto, pero querido. La abuela Eva muy cariñosa y tierna, murió de ciento cuatro años sin pisar un hospital. También tuvieron muchos hijos, pues en casa de mi papá fueron seis y vivieron con sacrificios y esfuerzos para sacarlos adelante.

Mi abuelo materno, José Urbano Múnera, influyó en mi amor por la literatura, por los libros, por el estudio. Fue un abogado muy prestante, diputado por la Asamblea de Antioquia, miembro del Partido Conservador, muy cercano a Mariano Ospina Pérez, consejero de Estado, director de un periódico conservador en Antioquia que se llamaba La Defensa. Mi vena periodística de pronto viene de ahí.

Por el otro lado, el paterno, Gregorio Rodríguez, también fue de una familia conservadora, pero línea Laureano Gómez. Mi abuelo José Urbano fue un intelectual reservado, muy serio, pero bondadoso, siempre vestido de traje oscuro y corbata, de pocas palabras, se la pasaba leyendo, escribió en el periódico numerosos editoriales y publicó un libro sobre economía política. Yo acabo de publicar un libro con aforismos de liderazgo que le dediqué. Cuando yo era niño iba a su finca en San Pedro de los Milagros, donde nació mi mamá, y recuerdo que veía frases célebres, citas, aforismos, sentencias que él recortaba de los periódicos y las pegaba detrás de las puertas en los cuartos, y a mí me encantaba leerlas. Cincuenta y tantos años más tarde, publiqué este libro y ya había publicado otros cinco de aforismos gracias a su inspiración.

Mi mamá como mi abuela, Lile Cambas, es de origen griego. Los antepasados llegan a España antes de venir a Colombia, personaje puro de Zorba el Griego, fueron muy católicas, apostólicas y romanas, rezanderas, de rosario en mano, de ir a misa de seis todas las mañana. Vivimos las fiestas religiosas muy plenamente. Cuando nos íbamos a la finca en el carro rezábamos el rosario a la ida y al regreso. Mi mamá anda siempre con medallitas y estampitas y su casa está llena de imágenes religiosas. Fuimos una familia muy tradicional.

* ¿Cómo se unen las dos familias?

Se encuentran porque mi papá estudia en la Universidad Nacional arquitectura y mi mamá viene a vivir a Bogotá, aquí en La Candelaria, con quince años de edad cuando a mi abuelo lo nombraron magistrado del Consejo de Estado -en la época en que ésta era toda una dignidad, personas que no les gustaba figurar y que se dedicaban a los libros y las leyes.

Se conocen pues mi papá, Jorge Rodríguez, y mi mamá, Cecilia Múnera, él ya graduado y trabajando en la Secretaría de Obras Públicas en el Distrito, ella muy joven, terminando su colegio. Se casaron muy jóvenes. Mi mamá fue madre a sus dieciocho años, tuvo seis mujeres y dos hombres, en este orden: María Mercedes, María del Rosario, María Clara, Mauricio, Andrés, María Clemencia, María Cecilia y María Margarita.

Tuve un padre muy exigente y una madre muy cariñosa, lo que le da a uno un balance y un ejemplo de vida maravilloso. Ellos dos, mi papá y mi mamá, nos marcan de manera muy positiva a mí y a todos mis hermanos. Ambos vienen de pueblos pequeños, Charalá y San Pedro de los Milagros, y nos transmiten ese amor por sus orígenes, por sus pueblos, por lo colombiano, por la comida nacional, por las costumbres, por la música, por los paisajes, por las tradiciones, por los campesinos y por la tierra.

* ¿Cómo influye hacer parte de una familia tan numerosa en la que priman las mujeres?

El hacer parte de una familia tan grande hace que desde muy temprano se aprenda a convivir con las diferencias, a respetarlas, pero también a apreciarlas y a gozarlas. Eso es parte esencial de mi talante. A pesar de que yo tengo mis ideas, mis convicciones y mis creencias, soy una persona muy abierta y tengo amigos de todas las religiones, de todas las convicciones políticas, de todos los niveles económicos y clases sociales, porque me crié en un ambiente muy diverso y aprendí a convivir con personas muy distintas, con un papá con un carácter fuerte y una mamá muy dulce.

La presencia femenina en mi vida es muy importante porque mis abuelas, mi madre, hermanas y tías, tuvieron mucho protagonism: sabias, tiernas, cariñosas, divertidas. Ese afecto de mi mamá, que es de una ternura infinita, la que consiente de manera permanente al grado que a mi hermano Andrés y a mí aún hoy nos dice ‘los niños’: que si ya llegó el niño, que dónde está el niño, que le sirva un tinto al niño. Ese niño, que soy yo, ya tiene sesenta años. Ese afecto tan especial es único.

Pero es que también tengo seis hermanas, muy distintas entre ellas y todas maravillosas a su manera. Tuvimos varias empleadas que eran de la familia, porque en mi casa no se marcaron diferencias de clases, las empleadas eran como unas tías o como hermanas mayores. Menciono a Anita, Carmen, Victoria y Lilia quien me crió. Nuestra relación siempre fue respetuosa, de gratitud y cariño.

Mi papá fue un gran trabajador, hecho a pulso – modelo perfecto de meritocracia- pues debía esforzarse mucho para sacar adelante a una familia tan numerosa. Y tenía un estilo de formación muy tradicional:

— ¡Yo soy su papá, usted obedece y punto!

No como los de hoy en día que son el papá amigo, compinche, conversador, sino que el mío fue la autoridad, disciplinado, exigente, muy duro. Ese era su estilo de manifestar su amor puro, su entrega, nos formaba con disciplina. Esa era su misión que cumplió con excelencia. Él fue muy generoso en todo sentido, sobretodo para los viajes y los libros. Hizo en la casa un estudio y lo dotó con una muy buena biblioteca.

Mi padre era austero, pero en materia de libros nunca lo fue. Por ejemplo, fuimos socios del Círculo de Lectores, llegaba la revista y uno podía escoger todos los libros que quisiera. En esto mi papá nunca puso límites, tampoco nos obligaba a que los leyéramos. Llegaba de la oficina con sus cajas llenas de libros y nos iba llamando a cada uno para entregarnos los que habíamos escogido. La casa estuvo llena de enciclopedias. Por ejemplo, recuerdo la Salvat, la Temática y Mis Primeros Conocimientos. Sabía muy bien mi padre del gran poder transformador de los libros.

Mi papá fue muy generoso no solo con los libros que despertaron mi amor por el conocimiento, por la cultura, por descubrir y explorar diferentes temas, sino que también lo fue con los viajes, nos llevó a todos adolescentes a viajar por Europa, Suramérica, los Estados Unidos, por el mundo. Así nos brindó visión global, lo que es muy importante. Por eso, desde muy temprana edad entendí que el mundo es ancho y ajeno, que es muy diverso, y eso me despertó una gran curiosidad permanente.

Belisario Betancur me impactó de manera muy importante desde que yo era niño. Él era estudiante de Derecho de la Universidad Pontificia Bolivariana, compañero de un tío mío, se volvieron muy amigos. Belisario pretendía a mi mamá, una joven muy linda, pero ella lo quiso siempre solo como amigo. Es así como el presidente se vuelve el protegido de mi abuelo que ve en él a un muchacho muy inteligente, culto, intelectual, con una gran visión política. Y fue tanta su cercanía a mi familia que Belisario fue mi padrino de nacimiento.

Yo participé en política desde mis doce años cuando estuve en la campaña del 70. Se distribuyeron afiches que recuerdo eran rosados y azules y que decían ‘Belisario es necesario’. Él, un gran intelectual, un gran lector, siempre me regalaba libros, en todas las fechas especiales. Pero no se limitaba a eso, sino que me preguntaba: “¿Leyó el libro?, ¿cómo le pareció?”. Me enganchó para siempre con la política y con los demás temas claves del país.

Mi papá aportó a su campaña para la impresión de los afiches y con él fuimos a Villeta, donde teníamos una finca, y a Charalá, pueblo natal de mi papá. Íbamos a manifestaciones organizadas por él. Leí muy joven un libro de Belisario que se llama ‘Despierta Colombia’ y que me sensibilizó mucho acerca de los problemas sociales, económicos y políticos del país. Y cuando tenía yo veinticuatro años, Belisario ganó la Presidencia y quedó completamente enganchado, para siempre, con la política.

* ¿Cómo se manifestaba ese carácter desde pequeño?

De niño fui terriblemente necio y rebelde. Mi papá me regañaba mucho y me castigaba con correa. Fue una relación muy dura porque yo era muy vago en el colegio pues sólo me interesaba jugar voleibol, conseguir novias y leer y leer libros que nada tenían que ver con mis clases. Estudié en un colegio muy estricto y exigente, el San Carlos, con un estándar académico muy alto. Además, es un colegio católico. A mitad de quinto bachillerato me iban a botar por vago: iba yo perdiendo ocho materias de once, estaba en el momento más alborotado con las niñas, con el deporte y con la literatura, desconectado completamente del estudio.

Mi papá me dijo: ”Mauricio, usted no se va a graduar del colegio, sino que va a perder el año. Yo ya me aburrí de castigarlo, porque el castigo no le sirvió. Ya no le voy a dar más correa, no lo voy a castigar más, no lo voy a regañar más, porque eso no le ha servido para nada. Ya hice todo lo posible con usted, así pues que me desentiendo. Si quiere, el último favor que le hago es con su tío Armando, quien tiene unas vacas, y yo puedo hablar con él para que lo reciba en la finca y usted le ayude allá con el ordeño”.

Fue muy curioso porque eso que me dijo sí me marcó mucho. Yo estaba esperando a que mi papá me diera una fuetera, me castigara, pero ese día me cuestioné ¿cómo así que mi papá dice que yo no sirvo para nada?, ¿cómo así que ya no va a estar pendiente de mí? Eso me golpeó y a partir de ese momento me puse las pilas. Pasé de ser el más vago del San Carlos a convertirme en el más estudioso, en el más nerd, en el más ñoño de todos. Pasé a ocupar los primeros puestos, me volví súper pilo. Fui monitor en la universidad desde segundo semestre y me gradué con honores.

* ¿Qué estudió?

Estudié Administración en el Cesa.

* ¿Y por qué se decide por esa carrera?

Esa es una anécdota muy curiosa. Yo iba a estudiar Derecho, porque mi abuelo era abogado, por los libros, porque me gusta hablar, escribir, leer, me gusta ese mundo, el de mi abuelo materno y porque no me gustaban las matemáticas. En diciembre del 74 y enero del 75 (yo me gradué del colegio en junio del 75) estando en Villeta en la finca de mis papás con Adolfo Carvajal (presidente del Grupo Carvajal, quien era un hombre serio, parco, gran empresario, muy buen ser humano, un gran dirigente del Valle del Cauca y del país, amigo de mis padres y vecino en la 93 con 15 en el Barrio Chicó), pero también con su familia (María Fernanda Carvajal era y sigue siendo una de las mejores amigas de mi hermana Tutina) me preguntó Adolfo:

— ¿Y usted qué va a estudiar Mauricio?

— Voy a estudiar Derecho.

— ¿Va a ser abogado?

— Sí

— Pues ya hay muchos abogados en el país. ¿A usted no le gustan las empresas, el mundo empresarial?

— No en particular.

— ¿Usted conoce Carvajal?

— Sí, yo sé que Carvajal es una empresa muy grande. Sí, señor.

— ¿Y le gustaría conocer sus plantas y negocios?

— Sí, claro que me gustaría.

— Pues lo invito una semana para que se vaya a Cali a la casa nuestra, le organizo una agenda para que conozca varias empresas del grupo.

Viajé a Cali, quedé maravillado con ese mundo, me pareció una maravilla. Entonces decidí que eso era lo que quería y que iba a estudiar Administración de Empresas.

* Pero eso tiene algo de números.

Exacto, no me gustaban mucho los números, pero me atrapó tanto ese mundo que hice el esfuerzo. Fíjate lo que puede cambiarte la vida una conversación.

Comencé la carrera y me fue muy bien desde el primer semestre.

* ¿Y el ICFES?

Esa fue mi primera gran sorpresa. Yo estaba convencido de que no iba a salir con nada ahí, pero me fue bien. Logré un resultado lo suficientemente bueno que me sirvió para entrar a los Andes. Me presenté, pero como quien no quiere la cosa, porque consideraba que no había espacio para mí, solo para los matemáticos, para los científicos. Cuandom miré la lista de admisión, resultó que pasé.

* ¿Se presentó en otras universidades?

Me había presentado también en el CESA, que estaba recién creado, incluso yo soy la segunda promoción.

* ¿Por qué prefirió el CESA?

Porque me llamó la atención el que fuera una escuela de negocios formada por empresarios y dirigentes como Carlos Lleras Restrepo, Hernán Echavarría Olózaga, Francisco Mejía, Gilberto Arango Londoño, personajes importantes del país. Me pareció que era un modelo más personalizado de educación. Fui a una charla y me gustó.

* ¿Cómo supo de su existencia?

Por un compañero del colegio cuyo padre era uno de los fundadores, Aurelio Correa. Curiosamente, él, quien me dijo que entrábamos al CESA, ingresó a los Andes. Yo comencé con Juan Manuel Mora, gran amigo del colegio que fue mi compañero de la universidad todo el tiempo y que desafortunadamente murió hace un par de años.

Fui estudiante estrella, me hice monitor desde segundo semestre.

* ¿Hubo tiempo de leer?

Siempre lo hubo, lo hay y lo habrá, pues esta es mi gran pasión. En mi época universitaria empecé a desarrollar un gran interés por el mundo de la cultura.

* ¿A qué se refiere con desarrollar un gran interés en el mundo de la cultura?

Me refiero a aprender de música, de arte en todas sus Bellas manifestaciones, de literatura, de historia. Esto fue así desde el momento en que mi padre nos llevó a los grandes museos de Europa y nos compró las grandes enciclopedias del arte. Es ahí cuando empiezo a desarrollar esa sensibilidad.

En primer semestre de universidad empecé a tomar cursos de cultura, en un sitio maravilloso que existía en Bogotá y que se llamaba ‘El Muro Blanco’. Lo hice por cuenta propia. Asistí a clases con dos grandes maestros, Andrés Holguín y Luis Antonio Escobar. Aprendí de apreciación de la música, del renacimiento, de pintura contemporánea, de literatura universal. Estudiamos también con Amparito Ángel,una pianista destacada. Me exigí tanto en El Muro Blanco como en la Universidad. Contamos con unos profesores maravillosos, unas clases muy enriquecedoras y agradables.

El Presidente Belisario, quien es un hombre muy culto, no me daba libros de economía ni de política, sino de literatura y de arte. Álvaro Restrepo es uno de mis mejores amigos, la persona más cercana afectivamente a mí desde mi infancia, gran artista, bailarín, coreógrafo, director del ‘Colegio del Cuerpo’, una persona muy sensible, muy buen lector. A través de él me sumergí en ese maravilloso mundo: leemos poesía en la adolescencia, escuchamos música de todas partes, hablamos de libros, de música, de cine. Él escribía muy buenos poemas. Una vez en el colegio contestó un examen de física con un poema. Álvaro, como Belisario, me marcaron muchísimo en el amor por la cultura.

Me volví muy bueno en matemáticas, luego fui profesor de economía, de estadística y de finanzas, al punto que años más tarde hice modelos econométricos en uno de mis trabajos en Dow Suiza -son las matemáticas aplicadas a la economía para hacer modelaje financiero con variables como las tasas de interés y los tipos de cambio-.

* ¿Qué pasa una vez graduado?

Hice mi práctica en Compensar como asistente de Germán Collazos. Fuimos los dos primeros empleados de esa Caja de Compensación Familiar, pues fue el lugar de mi práctica en octavo semestre de la universidad.

Luego ingreé a trabajar en el Citibank gracias a uno de mis profesores, Jaime Lizarralde quien era presidente de una empresa, uno de los fundadores del CESA y miembro de junta del Banco. Jaime se fijó en mí al ser el alumno que obtiene las mejores notas.

Estando en el Citi me llamó Rafael Pavía, de Dow Química, otra persona que tiene mucha importancia en mi vida. Estaban buscando un gerente de crédito y, si bien me presenté a las entrevistas, decidí no irme al sector real. Estaba muy contento en el banco y acababa de regresar de un curso en Puerto Rico que hice junto a treinta y cinco jóvenes, era el semillero de los banqueros del Citi en América Latina, curso en el que obtuve el primer puesto.

El cargo en Dow no me llamó la atención, pero me insistieron diciéndome que me iban a mandar a Venezuela a afrontar un reto grande. Yo tenía veintitrés años, era el año 81. Luego me dijeron nuevamente que el doctor Pavía quería conocerme personalmente, él había oído hablar de mí a través de mi hermano que fue compañero de sus hijos en el colegio. Esa entrevista cambió el curso de mi historia. Pavia me ofreció irme a trabajar a Planeación Financiera de Dow en Estados Unidos.

A mis veintitrés años me establecí en Miami, trabajé en la oficina para América Latina, me dieron casa y carro. Es en ese momento cuando decidí casarme, llevaba con mi novia cuatro años, Carla Tarditi, ítalo-brasilera. La familia de Carla llegó a Colombia cuando a su padre lo traslada una multinacional de ingeniería. Nos conocimos muy jóvenes cuando ella tenía quince y yo diecinueve años. Carla es la mamá de mis dos hijos mayores, Santiago y Federico.

Trabajé en los Estados Unidos un año, regresé al país porque me nombraron vicepresidente financiero para Dow en Colombia a mis veinticuatro años. Tres años más tarde nació mi hijo Santiago que hoy vive en Los Ángeles, y dos años después Federico que vive en Nueva York. Ellos y Miranda, mi hija de mi segundo matrimonio, son la adoración de mi vida , mi mayor felicidad y orgullo.

En el 88 Dow me mandó a Europa. Parvía era mi gran mentor y Enrique Larroucau, el vicepresidente financiero para América Latina, habló bien de mí cuando estaban buscando gente para promover sus carreras internacionales, por lo que a mis treinta años fui nombrado gerente financiero de Dow en Suiza.

Estaba muy joven, pero tenía un mundo grande, gracias no solo a los viajes, sino a los libros que me formaron, me cambiaron la manera de ver el mundo desde muy niño. El amor por los libros es lo más importante que me ha pasado en la vida, yo me debo a ellos y por eso los amo. Claro que la familia es protagonista como lo es todo lo demás que te nutre, como los amigos, los jefes y todas las personas con las que tienes relación. Pero los libros son mis alas, son mi mayor y mejor influencia, factor definitivo de mi vida.

Hice una carrera de doce años en la empresa, tres de ellos en Suiza antes de que me enviaran a Italia, la tercera o cuarta operación más grande de Dow en el mundo. Llegué a las grandes ligas, tenía treinta y un años y me encontraba viviendo en un muy buen apartamento a tres cuadras de La Scala de Milán, con un Alfa Romeo en el parqueadero. Era muy exitoso y tenía un gran futuro en Dow, pero también una gran inquietud…

* ¡Qué inquietud?

Estando en Italia mi amigo Enrique Peñalosa decidió lanzarse a la Alcaldía de Bogotá. Yo ya venía considerando que quería regresar al país, pese a que tenía una carrera bien proyectada. Para Carla no fue motivo de alegría, porque ella estaba en su tierra, para la empresa tampoco porque tenía planes para mí. Todo estaba perfecto en mi vida. Por lo mismo, aquí destaco el porqué Colombia es un pilar de vida, toda su situación me generaba mucha inquietud y sentí que tenía algo que aportar para ayudar a resolver tantos problemas.

* Antes de que continúe, cuénteme cómo conoce a Peñalosa.

Aquí me devuelvo al año 85, cuando yo era profesor de finanzas de Los Andes (soy profesor desde hace treinta y cuatro años enseñando doce materias distintas, también en el CESA y en el Externado). Un día de ese año me llamó Enrique Peñalosa para decirme:

— Usted no me conoce, soy hermano de Guillermo Peñalosa (yo había sido su monitor en el CESA). Estoy buscando un profesor de finanzas para el CESA.

A él lo acababan de nombrar decano de la Facultad de Administración.

— Muchas gracias pero no puedo porque ya mi tiempo académico está comprometido.

— Bueno, de pronto el semestre entrante, pero me gustaría de todos modos conocerlo y contarle mis planes aquí en la Facultad. Quisiera oír su opinión. ¿Me acepta un almuerzo?

Él era columnista en El Espectador y a mí me gustaba leerlo, así que yo ya tenía esa buena referencia. Me fui para el Externado a un almuerzo que empezó a las doce del día y que terminó a las doce de la noche en la casa de él. Hubo conexión total y no ha pasado un solo día desde ese momento en que no hablemos. Somos grandes amigos, los mejores sin duda, somos como hermanos.

Más adelante acepté ser profesor del CESA, Peñalosa se retiró para comenzar su carrera política y yo viajé a Europa. Cuando decidí regresar, Enrique estaba en campaña. Un año antes, en el 91, Juan Manuel Santos viajó a Milán, estaba recién casado con mi hermana y yo no lo conocía tan bien. Estando yo en Europa, Juan Manuel y Tutina se conocieron y se casaron. Recibí su visita, fuimos a un restaurante que quedaba a la vuelta de mi casa y le dije:

— ¿Ustedes en El Tiempo han pensado hacer un periódico económico? Todos los países tienen uno.

— Ahí tenemos la sección económica de El Tiempo.

— No es lo mismo, hablo de un periódico especializado.

Le escribí un memorando porque me pidió darle ideas para llevárselas a Luis Fernando, su hermano.

Regresé a Colombia un año después pensando en montar mi oficina de consultoría financiera, retomar mis clases, y ayudarle a Peñalosa en su campaña. La primera semana, una vez instalado en el país, me llamó Luis Fernando Santos a contarme que la idea del periódico estaba en marcha y que quería hablarme. Me pidió que lo asesorara y le buscara un director gerente.

Me fui involucrando, le di un par de nombres, pero Luis Fernando me propuso que fuera el director y gerente. Mis ideas surgieron porque soy muy buen lector de prensa económica, sin ser periodista. Luis Fernando consideró que yo era la persona que estaba buscando, y acepté porque me había encariñado con el proyecto.

* ¿Quién le dio el nombre al periódico?

Enrique Santos lo llamó Portafolio, a manera de un abanico de información financiera, económica y empresarial. Es un muy buen nombre, un gran nombre.

* ¡Y usted lo ideó!

Fui su primer director y lo creamos con mi subdirector editor, el gran periodista Silverio Gómez. Los siguientes catorce años trabajé en él. Fue un éxito desde el inicio, empezamos como semanario y un par de años más tarde nos convertimos en diario de economía y negocios.

Pasado un tiempo me nombraron vicepresidente de medios de Casa Editorial El Tiempo. Luis Fernando reestructuró, hizo un plan estratégico y me invitó a colaborarle en otros proyectos sin dejar Portafolio desde el 93 hasta el 2007.

Seguí en la academia, también aconsejé a Peñalosa, y en años siguientes hice parte de juntas directivas como la de El Tiempo, Casa Luker, Movistar y el Grupo Aval. Hice ese trabajo hasta el 2007 cuando se acercaron un par de miembros del grupo directivo del CESA para decirme:

— Mauricio, el doctor Rocha está en plan de retirarse después de más de treinta años como rector. Usted es uno de los egresados ilustres del CESA y a usted le encanta la academia, ha sido profesor. Por lo tanto, queremos que asuma la rectoría.

Pensé que sería un buen momento para cambiar, pues llevaba catorce años en Portafolio y en Casa Editorial El Tiempo. La vida es una sola, yo amo la academia, amo al CESA. El Tiempo estaba ya en proceso de transformación, se iba a vender, como en efecto sucedió, por lo que mi ciclo estaba cumplido.

Acepté el cargo. Decidí volver a casa. Pasado año y medio renuncié porque tuve una seria diferencia con algunos miembros del Consejo Directivo, pues unos querían un modelo de institución con la que yo no estaba de acuerdo. Para mí debería ser una súper escuela de negocios. Mi modelo estratégico se llamaba – internamente – Súper CESA, exclusiva para administración, con pocos estudiantes pero con un nivel muy alto. Algunos de los miembros del consejo querían que el CESA se ampliara, que tuviera otras carreras, que se masificara. Como eso a mí no me interesaba, decidí retirarme de manera amigable.

* ¿Y luego qué ocurrió con usted?

Seguí en la academia, hice algo de consejería, entré a la mesa de trabajo de Darío Arizmendi en Caracol Radio. Estando de panelista en la mesa, Noemí Sanín renunció a la Embajada en Londres para venir a hacer política. Llamé a mis amigos Alicia Arango y a Jaime Bermúdez, canciller en ese momento. Les pedí, como periodista, el nombre de quien iba a ser el nuevo embajador, porque sonaba Alicia Arango. Jaime me pidió que pasara por la Cancillería al día siguiente para contarme.

Ese jueves, a las tres de la tarde, le pregunté nuevamente. aJaime:

— ¿Quién va a ser el embajador?

— Usted.

— Ay, no me moleste. Dígame ¿quién va a ser?

— Usted.

— ¡Dígame y después charlamos, pero dígame! Necesito una chivita para llevar a Caracol.

— Mauricio, le estoy hablando en serio. El presidente Uribe quiere que usted sea el embajador en Londres.

— ¿Yo?

* ¿Y quién le habló de usted?

Pues me devuelvo en el tiempo para contarte. Yo conocí al presidente Uribe, primero, porque hay una relación familiar, fue amigo de Fabio Echeverri Correa y de mi tío Luis Ignacio Múnera. Ama los caballos, vive en Medellín, cafetero, que a su vez era amigo del padre de Álvaro Uribe, Alberto, quien también conocía a mis abuelos y a mis padres. Mi mamá estudió con la madre de Uribe en el mismo colegio y mi tío Luis Ignacio está casado con Martha Luz Gómez Sierra, su prima. Cuando estaba en Portafolio hice informes sobre temas económicos sobre la Ley 50 y la Ley 100 mientras Uribe como senador trabaja en esos temas.

Lo entrevisté para Portafolio y para un programa de televisión que yo hacía para El Tiempo, Sala de Redacción. Él siempre preguntó por mi familia y les enviaba saludos, pero también me invitaba como periodista a ver lo que él estaba haciendo en Medellín. Una vez cuando era alcalde y otra cuando era gobernador. Me mostró y me explicó todo. Me pareció muy comprometido, muy trabajador, me llevé una muy buena impresión de él.

Cuando se lanzó a la Presidencia, yo no estaba en ese momento tan involucrado en política, entonces no participé de esa campaña. Pero está con él Alicia Arango, que se vuelve su mano derecha desde esa época y yo la había conocido porque había sido directora del Instituto de Recreación y Deporte de la primera administración de Peñalosa. Es ella quien me dice que quiere que les ayude para que Peñalosa, quien acababa de salir de la Alcaldía con mucho prestigio, apoyara a Uribe. Terminamos reunidos en una cena donde Alicia, con Peñalosa y Uribe, buscando acercarlos.

Ahí nos reencontramos. En esa conversación le di ideas a Uribe por lo que a partir de ese momento me llaman de vez en cuando para escuchar mi opinión. En una reunión con Uribe, me dijo Alicia:

— Oye, Mao, ¿tú por qué no eres la fórmula vicepresidencial de Uribe?

Me insistieron porque se le estaba acabando el tiempo a Uribe para inscribir su fórmula. Le respondí:

— Me honra y lo agradezco mucho. Pero yo soy periodista y académico, no político. Con mucho gusto después les ayudo con mis consejos cuando los quieran.

— Entonces, por favor ayúdanos, a encontrar un buen candidato a la vicepresidencia.

— Deme veinticuatro horas o máximo el fin de semana (era viernes).

Y me comprometí a que si no encontraba a alguien para la fecha de inscripción del candidato, contara conmigo.

* ¿Por qué no aceptó el ofrecimiento?

Porque a mí no me gusta la política en la línea de frente, no me gusta estar en la primera línea. A mí me gustan la estrategia, las ideas, los programas. Yo soy el consejero, el asesor, el que está tras bambalinas. No tengo el hígado para eso, no me gusta el desgaste en el Congreso ni con los periodistas ni me gusta figurar ante la opinión pública. No me gustan las giras ni cargar bebés ni abrazar señoras para conseguir votos ni echar discursos. No tengo el temperamento para eso.

A mí me gustan las grandes ideas para el país, diseñar programas de gobierno y políticas públicas. Eso es otra cosa completamente distinta.

* Sígame contando. ¿Qué pasó ese fin de semana?

Me fui pensando en nombres. Uribe viajó a San Andrés y a las dos horas llamé a Alicia, le di dos muy buenas opciones para vicepresidente:

Juan Lozano y Pacho Santos son perfectos. Juan fue ministro más tarde y Pacho Vicepresidente.

* ¿Y cómo se da el nombramiento como embajador?

En el último año del segundo gobierno de Uribe, ya me había separado de forma amigable de mi primera esposa, teníamos los hijos en la universidad. Para ese momento yo ya tenía una novia, que es mi actual esposa, Sugey Pinzón, con la que ya pensaba casarme. Era agosto y proyectaba hacerlo en diciembre. Me sonó la invitación al cargo porque se trataba de explicar bien la realidad de Colombia y trabajar por el país en Europa.

Viajé como embajador. Pasado un año, cuando llegó Santos a la Presidencia, no me hubiera podido nombrar ni yo le hubiera podido aceptar, por ser mi cuñado. Pero no tuve que retirarme porque quien me había nombrado había sido Uribe. No tuve que renunciar ni Santos me tuvo que pedir la renuncia tampoco, así pues que me pidió que continuara porque a él Londres le interesaba mucho. Para él es muy importante y tiene vínculos muy fuertes, pues allá estudió y vivió diez años.

Me quedé tres años más, hasta octubre del 2013 cuando se empezaron a presentar problemas en el país como el paro agrario y las demoras en el proceso de paz. Yo siempre he creído en el Presidente Santos, admiro y apoyo todo lo que ha hecho. Entonces me ofrecí a volver a Colombia a ayudarlo y a él le pareció buena idea.

Yo ya había completado cuatro años en Londres. Me parecía suficiente tiempo, porque uno no se puede eternizar en esos puestos. En cuatro años se alcanza a hacer una muy buena tarea.

Estuve un tiempo en Palacio, pero no nombrado como funcionario del Gobierno, sino con un contrato público del BID, totalmente transparente, ético, legal, de consultoría para la Presidencia en temas relacionados con la paz y la economía, con la obligación de presentar informes sobre mi trabajo.

Luego regresé a mis actividades en la academia, a juntas directivas y al periodismo. Monté el programa de radio Líderes RCN, pues le propuse a Carlos Julio Ardila hacer entrevistas a la gente que hace cosas buenas y le gustó la idea. El doctor Molina, presidente de RCN radio, me dio el espacio diario de lunes a viernes por la noche – de 8:30 a 9 pm. He hecho setescientas entrevistas. Me parece maravilloso, disfruto mucho haciendo ese programa que destaca a gente estupenda que hace cosas muy buenas en favor de Colombia.

Unos meses más tarde el Presidente me llamó a decirme que necesitaba que lo volviera a ayudar. Regresé a Palacio durante cuatro meses sin contrato del BID, sin contrato del Gobierno, simplemente a asesorar a Santos por cuenta propia sin recibir un solo peso.

Y más tarde, hace dos años, a mediados del 2016, hablando con el presidente sobre cómo destrabar el proceso con el ELN para que la paz no quede incompleta, le insistí en eso. Pero todos estaban cansados por las muchas dificultades que genera el ELN en ese proceso. El Presidente me dicedijo:

— Bueno, si cree que ese diálogo se puede reabrir, ¿por qué no lo hace usted?

— Muy bien Presidente. Lo asumo porque creo que sí se puede hacer. No habrá ningún inconveniente en que yo sea su cuñado, porque no es para negociar en sí, sino que es para descongelar el proceso, para disponerlo y restablecer los puentes.

Se trataba de establecer unas condiciones mínimas para restablecer el diálogo. Una vez lo logré, la negociación la tenía que asumir una persona oficialmente nombrada. El Presidente me nombró jefe de delegación del gobierno para descongelar el proceso, sin remuneración alguna. Esta es una labor que adelanté durante cuatro o cinco meses en los que me reuní cinco veces con el ELN en Caracas en compañía de un equipo negociador, hasta que logramos restablecer el diálogo. Juan Camilo Restrepo asumió en propiedad la negociación.

Esa es otra de mis grandes obsesiones: la Paz de Colombia.

* ¿Luego qué ocurrió?

Comencé también a trabajar en la campaña más reciente de Enrique Peñalosa, la ganamos y lo asesoro en asuntos estratégicos.

* ¿La asesoría es en qué temas?

En todo lo que tiene que ver con estrategia, con los grandes proyectos, las grandes políticas públicas y las grandes decisiones. Soy uno de sus consejeros porque cuento con su plena confianza. Conozco muy bien los temas, su visión y su estilo de liderazgo. Estuve en su primera Alcaldía, también conozco bien la ciudad, lo que me permite hacerle recomendaciones. Además, cada tres o cuatro meses nos reunimos un par de días con todo el equipo de alto nivel para alinearlo, para organizar y revisar todos los temas.

* Hábleme de sus libros.

He escrito nueve libros de alta gerencia, uno sobre literatura, de liderazgo y recopilaciones de editoriales y otros escritos. (Brújulas I, II y III, Brújulas Curiosas, Perfiles Empresariales, Glosario Económico, Fuera de Serie, El sueño posible, Cien remedios para la soledad, cinco libros de aforismos y el más reciente sobre Liderazgo).

* Cuénteme de sus hijos.

Son la adoración de mi vida. Mis mayores viven por fuera, ya están grandes y con sus vidas muy bien proyectadas. Santiago estudió Ciencia Política en los Andes y Federico Filosofía en la Nacional.

Miranda es mi niña de cinco años y medio de mi segundo matrimonio, es el amor total, la más divertida, inteligente, divina. Me tiene totalmente embobado, fascinado.

* ¿Qué hay de sus abuelos y de sus padres en usted?

Yo soy mi papá, está clarísimo, en la integridad, en la rectitud, la disciplina, la puntualidad, el carácter, la ética absoluta. En eso soy el tipo más pulcro, más transparente y cuidadoso. Soy de una sola pieza. Mi papá era muy exigente con todo esto. Mi carácter es su carácter. Es la firmeza, el temple del santandereano del que me siento muy orgulloso.

De mi mamá tengo ese amor por la vida, esa capacidad de disfrutar intensamente todos los momentos, la naturaleza, los amigos, la familia. Tengo ese goce de vivir, esa apreciación de la belleza. Incluso tengo una página en Instagram que se llama ‘Ojo a la belleza’ donde publico fotos que tomo de cosas bellas.

* ¡Claro! Yo la sigo.

De mi abuelo materno tengo esa curiosidad por los libros y el amor por los aforismos en concreto. Por eso, mi más reciente libro de liderazgo se lo dediqué a él, porque a través de él los descubrí. Como te contaba, los recortaba de los periódicos y los ponía en la parte de atrás de las puertas en San Pedro de los Milagros.

El lado cariñoso, sociable, afectuoso, afable, amable, es de las mujeres de mi familia, de mis abuelas, de mi mamá que es una cajita de música. Es la mujer más amorosa, más afectuosa y más risueña del planeta, es la más gocetas de la vida. Eso lo heredé de ellas sin lugar a dudas.

* ¿Qué ve de usted en sus hijos?

Esa apreciación de la belleza y el amor por la cultura. Tengo unos hijos muy cultos, han viajado muchísimo. Mi hijo mayor tiene treinta y tres años, y los dos conocen más de cincuenta países del mundo y hablan cuatro idiomas. Son fotógrafos, poetas, lectores. Escriben ensayos y columnas. Van a conciertos permanentemente. Tienen sus propias bibliotecas y ese inmenso amor por el estudio. Tienen mi misma curiosidad intelectual, que ha sido una característica en mi vida: ellos y yo queremos saber de todo. Entre más pasa el tiempo, más quiero aprender, más quiero estudiar. Soy el nerdo, ñoño en su máxima expresión.

Amo estudiar, amo aprender, lo único en que pienso es en eso y en seguir viajando, en preguntar todo el tiempo. Por eso soy periodista y académico. Me gusta investigar, averiguar, conocer.

* ¿Y cómo se ve en Miranda?

Es una chiquita muy curiosa, porque también le he inculcado ese deseo de explorar y de aprender. Es muy entusiasta, llena de energía, de ganas, es muy activa. Es un volcán en erupción , quiere estar en todo, estar en todas partes, hacer de todo.

– ¿Quién asesora al asesor, quién lo aconseja?

En lo intelectual y en lo espiritual, me aconsejan mis libros. Me rodeo de miles de pensadores. De ellos salen las luces, la guía, las sugerencias. En la vida cotidiana, mi esposa es mi polo a tierra, ella es la práctica, la realista, la sensata. Si por mi fuera, me olvidaría de comer. Sugey es exactamente lo opuesto a mí en ese aspecto, es muy organizada, ordenada, práctica. Yo soy muy idealista, disperso, curioso, estoy metido en todo. Ella me centra, me aterriza.

* Se requiere ser muy organizado para que el tiempo rinda y así atender tantos frentes. ¿Cómo lo logra?

Soy muy cuidadoso con mi tiempo y con mi agenda, en la que siempre estoy pensando. Con esto sí desespero un poco a mi esposa, pues hasta el fin de semana lo tengo siempre planeado hora a hora.

* Los imprevistos ocurren en la vida. Entonces, me pregunto, cuando no logra lo propuesto ¿cómo maneja la frustración?

Envejecer tiene problemas, pero una de las muchas ventajas es que uno se toma las cosas con más calma, nada es el fin del mundo. Estoy en una etapa de la vida donde ya me jugué mis grandes cartas. Y empiezo ahora una fase más reflexiva.

Ahora en octubre cumplo formalmente cuarenta años de vida profesional. Porque fue en este mes en el que comencé mi práctica profesional, como aparece en mis registros, estando en séptimo semestre de la universidad.

He hecho lo que no hubiera podido imaginar: he sido financista, académico, periodista, escritor, profesor, diplomático, consejero, emprendedor, asesor, ejecutivo multinacional, rector. He aportado algo a la paz… He hecho muchas cosas distintas, todas muy gratificantes.

* ¿Cuál ha sido la crisis más grande que ha tenido que afrontar?

Te va a sorprender, porque la crisis más grande la tuve hace un mes, en mayo de 2018. Fue un momento crucial en mi vida porque me descubrieron un tumor en la cabeza y a los diez días me operaron. La noticia me la dio mi hermano médico, Andrés. Eso te sacude de una manera impresionante. Gracias a Dios y a los médicos, la operación fue un éxito y el tumor resultó totalmente benigno: me lo extrajo el doctor Fernando Hakim, en la Fundación Santa Fe. Hicieron la biopsia, que salió bien, y caso resuelto.

* ¿Cómo vio la vida a partir de ese momento?

Lo valioso de eso es que uno necesariamente piensa: ¡Se me acabó la vida! Y durante los días de incertidumbre uno reflexiona sobre lo que ha hecho, sobre lo que falta y, por supuesto, la primera reacción que recuerdo fue: ¡Qué es esto tan terrible! Pero gracias a Dios me pasó a mí y no a mis hijos. Porque si a alguien le tenía que pasar debía ser a mí y no a ellos. Yo ya viví una vida intensa y plena. quiero vivir más, pero si se acabó, fue suficiente y maravillosa. Ese problema en mis hijos me hubiera enloquecido.

La segunda reacción fue: Si me tengo que ir, solamente tengo gratitud con Dios, con la vida y con el destino, porque he tenido una vida llena de bendiciones, de experiencias extraordinarias, sin remordimientos, sin deudas pendientes. Quiero hacer más de lo mismo, pero sé que la vida es un milagro. He vivido plenamente, he aprovechado todas las oportunidades, he servido a la sociedad y me he entregado entero a todos mis proyectos y a las personas que he amado. Y lo seguiré haciendo feliz hasta el fin de mis días.

Quiero ver crecer a mis tres hijos, pero también sé que si me voy en cualquier momento les dejo un buen ejemplo y un futuro organizado. Miranda cuenta con una súper mamá y hermanos magníficos, y una familia que la adora. Pero, dejar a una viuda joven con una hija pequeñita, por supuesto que sería muy doloroso. Eso me estimula a vivir todo lo que pueda, pero estamos en las manos de Dios.

Afronté con serenidad el asunto. Mis hijos vinieron de los Estados Unidos a acompañarme. Hablé con ellos y con mi esposa, porque cualquier cosa hubiera podido pasar. Me hubiera podido morir en la operación que era delicada, o la biopsia hubiera podido salir mal. También hubiera podido quedar afectado de alguna manera. No es fácil pero me dio mucha alegría saber que pude manejar la situación con serenidad, con mucho amor, con agradecimiento total a la vida y con relativa tranquilidad. Dios mediante podré vivir más tiempo, pues mis médicos dicen que estoy totalmente curado del tumor que me apareció.

* ¿Cuando recibe la buena noticia, ese renacer lo llena de propósito?

Esa es una pregunta muy importante. Siempre que se sale de una situación de crisis se piensa que uno va a cambiar en su vida algo. Aquí es donde viene lo más interesante, pues yo creo que no tengo que cambiar nada en especial porque yo ya tenía plena conciencia de que la vida es un milagro y siempre la he aprovechado al máximo.

* Está bien no cambiar nada, pero ¿se piensa en hacer cosas nuevas, diferentes?

Los propósitos son los mismos, créeme. No quiero dejar de hacer nada de lo que he venido haciendo, no siento la necesidad de hacer cosas nuevas porque disfruto todo lo que he hecho. Entonces, ¿cuál es el cambio de fondo que tengo qué hacer? Suena poco modesto, pero tuve la confirmación de que yo estaba viviendo como debería vivir. Quizás sí podría hacer ajustes menores, cosas marginales, pero no voy a hacer grandes cambios en mi vida.

* ¿Qué es el tiempo en su vida?

Es una noción muy extraña. Mis cuarenta años de trabajo me han parecido cuarenta días. La vida es un ratico. Cuando te dan la noticia de un tumor en la cabeza, el tiempo se comprime totalmente y la pregunta es: ¡¿Esto era todo?!

La vida en ese momento no son sesenta años, ni sesenta días, ni sesenta horas, sino sesenta nanosegundos. Durante los días previos a la operación, cada vez que hacía una cosa, cada vez que hablaba con alguien, pensaba: Esta puede ser la última vez . Eso te hace apreciar mucho más todo y a todos.

Hubo un momento en que yo pensé que no iba a ser capaz de mantenerme sereno. Cuando me despedí de mis hijos antes de ingresar al quirófano sin saber si iba a salir con vida porque mi operación tenía riesgos. Obviamente que estaba asustado y triste, pero en el fondo estaba sereno porque el balance de mi vida era para mí muy satisfactorio.

Recuerdo, ahora que hablo de esta experiencia difícil, una frase muy bella y sabía que dice: “Uno debe tratar siempre a la gente como si fuera la primera o la última vez que la ve”.

* ¿Qué le gusta dejar en las personas que se acercan a usted?

Una frase que es uno de los imperativos morales de Kant; es extraordinaria y probablemente es la guía más importante de mi vida, porque con ella no necesito leyes ni mandamientos:

— Que cada uno de tus actos sea digno de convertirse en un bello recuerdo.

La otra frase es el título de un libro, es una anécdota en la que un periodista se acerca a Gandhi cuando está en su revolución pacífica viajando por la India. Se está subiendo al tren y le dice:

— Mahatma Gandhi, soy del periódico local, por favor para el pueblo: ¿qué mensaje nos deja?

— Mi vida es mi mensaje , respondió ese gran líder.

Hice una reflexión: ¿Le escribo una carta a mis hijos de despedida en caso de que muera en la operación o poco tiempo después? Lo pensé para que la tuvieran de legado, resaltando lo importante, lo que hay que hacer y no hacer, consejos, sugerencias y demás. Llegué a la conclusión de que no lo haría porque también en mi caso, para dejarles a ellos, mi vida es mi mensaje.

* ¿Qué debería decirse de usted el día de mañana?

Que Mauricio fue una persona que vivió intensamente y aprovechó al máximo sus oportunidades dejando huellas positivas para su familia y la sociedad. No pretendo ser un modelo, pero sí un buen ejemplo de vida y de servicio a buenas causas.

Quisiera concluir mi vida – ojalá el día esté lejano – sintiendo lo que sintió Neruda con su vida y que plasmó en el título de uno de sus libros: Confieso que he vivido. Que he vivido una vida plena, bien aprovechada, para goce mío y de mis seres queridos. Pero también aportando a Colombia a través del periodismo, la política, la academia, las finanzas y la economía.

* ¿A qué se va a dedicar en adelante?

Quiero seguir haciendo Líderes RCN, enseñando Liderazgo en el Externado y en los Andes, asesorando al alcalde Peñalosa, dictando conferencias sobre Economía, Liderazgo y Alta Gerencia, en el Consejo Editorial de la revista Dinero, en juntas directivas y escribiendo un libro sobre todo lo que he aprendido acerca del Liderazgo.

Además, quiero dedicarle buen tiempo a la formación de líderes para el posconflicto, líderes de regiones azotadas por la violencia en el pasado que ahora tienen con la paz buenas oportunidades de progreso.

Para ese propósito estoy participando en el diseño de un estupendo proyecto llamado ALAPAZ cuyos detalles serán dados a conocer en los próximos meses. Y una vez inicie, seré profesor en ese programa de formación de líderes para una nueva Colombia, una nación en paz.