ALPE d’HUEZ
FRAGMENTOS
Un ciclista desmoralizado es una cosa sin nombre, un lastre, una rémora, que no deja pasar ni deja ver.
Ese sol que no es un adversario, sino acaso una manta.
Guardarse las felicidades, tragarse las frustraciones, hablar un poco menos.
Como si el calvario fuera el hábitat del mártir.
Cualquiera sabe que usted hace la carrera desde la noche anterior.
Jamás puede decirse en voz alta que ya se ha visto todo.
Sin tono, ni énfasis ni acento de vuelta en la persona detrás del personaje.
A los sesenta años ya sabe uno que lo sabio es resignarse al fracaso ajeno.
No puede conciliar la vida como cuando no es posible conciliar el sueño.
Su propia voz, que suele tragarse las palabras, le dice.
Tan difíciles de resolver como los fantasmas o las nostalgias.
Un radiecito que hace las veces de hoguera.
Entre uno más viejo es, más le gusta pensar y más le gusta callarse lo que piensa.
Quién se atreve a llevarle la contraria a un delirio que jamás va a pronunciarse.
Todo el mundo merece una mejor suerte, no cabe duda, la buena fortuna es la excepción a la regla.
Los amores tienden a marchitarse, pues suelen depender de la buena voluntad del destino.
Hay un momento en l vida en el que uno descubre que la fe no es una brasa que uno debe encender en los reveses, sino una fuerza que uno tiene aunque no sepa.
Siempre está haciendo estos actos simbólicos que nadie más ve.
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