RICARDO ABELLO
Las Memorias conversadas son historias de vida escritas en primera persona por Isa López Giraldo.
Soy un abogado, egresado de la Universidad del Rosario. Buen amigo, alguien tranquilo, rumbero. Me gusta disfrutar la vida, los pequeños placeres son fundamentales para mí: un buen almuerzo, un buen vino.
ORÍGENES
RAMA PATERNA
Aura Noguera de Abello, mi bisabuela fue la gran patrona de Santa Marta. Recuerdo que la visitábamos con mi abuelo. Osvaldo Abello Noguera, mi abuelo, en buen samario decía que su nombre se escribía con v: “porque no soy gringo”. Fue un ser bueno, amable, generoso. Les ayudó a los samarios que llegaban a Bogotá. No hizo fortuna con el ejercicio de la profesión, pero siempre vivió bien, disfrutó la vida. Le fascinaba ir a un buen restaurante, tomarse un buen vodka. Estos eran sus placeres.
Fue muy importante para mí, la figura que uno quiere seguir. Me llevaba a fútbol a ver jugar al Santa Fe siendo él hincha del Unión Magdalena y de Millonarios, pero ese era mi equipo, entonces quería darme gusto, acompañarme y pasar tiempo juntos. Antes almorzábamos escargots, porque me fascinaron desde muy niño y a él le encantaba atenderme y le divertía verme comerlos. Siempre nos sorprendía con regalos, desde un dulce, un chocolate, hasta plata: me llevaba a los almacenes de juguetes para regalármelos todos.
Estudió Derecho en Bogotá y muy joven fue nombrado consejero de Estado, en el año 1965. Lo fue hasta quince días antes de la toma del Palacio de Justicia cuando le dijeron algo así como: “Ya pensionado, no vuelvas”. Eso hizo que no estuviera el día de la toma.
A Susana Trujillo, mi abuela, nació en el Tolima y luego se instaló en Bogotá, donde conoció a mi abuelo, su segundo esposo y el amor de su vida con quien tuvo una relación muy linda. Mis tíos, los hijos de su primer matrimonio, siempre lo consideraron como un padre, tuvieron una muy buena relación con él, muy estrecha. Murió el 28 de noviembre de 1974, a mis seis años.
JOSÉ IGNACIO ABELLO TRUJILLO
Nacho, José Ignacio Abello Trujillo, mi papá, fue una persona afable, de un sentido del humor inigualable, inteligente, de gran sensibilidad, buen conversador, rumbero, con un grupo de amigos maravilloso encantados por la literatura, la filosofía, el teatro.
Nació en Bogotá, terminó su bachillerato en el Alfonso Jaramillo, estudió Derecho en el Externado. Su diploma de grado lo certifica como doctor en Derecho. Fue uno de los abogados más jóvenes de su Universidad, pues se graduó a los veintiún años y ese día le dijo a mi abuelo: “Aquí está el diploma que tú querías. Ahora me voy a estudiar lo que quiero”. Nunca ejerció, la tarjeta profesional le sirvió para dejarla en los edificios cuando a la entrada le pedían un documento.
Viajó a Bélgica a estudiar Filosofía en la Universidad de Lovaina donde hizo la carrera, la maestría y el doctorado. A su regreso dictó clases de Filosofía del Derecho, Introducción al Derecho en el Externado, Teoría del Conocimiento y Lógica. Muy rápidamente se vinculó a la Universidad de los Andes donde enseñó hasta su muerte. La última conferencia la dictó dos semanas antes de morir, a sus sesenta y cinco años. Dejó varios libros.
RAMA MATERNA
Mis abuelos son oriundos de Simacota, Santander. Tuvieron que salir de su tierra, dejar su finca, por temas de la violencia partidista, pues los iban a matar. Llegaron a Bogotá con siete hijos.
Lizardo Galvis, mi abuelo, abrió un comercio de ropa en el que tuvo mucho éxito. Contó con un soporte enorme que recibió de mi abuela, Rosadelia Ortiz, una mujer que lo ayudó sacando adelante a sus hijos. Hubo en ella una fuerza y una templanza muy grandes. Con el tiempo la familia compró una casa en Simacota donde pasamos las vacaciones de la infancia y la adolescencia.
Ligia, mi mamá, la tercera de sus hermanos, fue la primera que pudo ir a la universidad, entonces estudió Derecho en el Externado. Esto fue así contra la voluntad de mi abuelo, quien consideraba que debería quedarse en la casa o conseguir marido. Pero su temperamento recio, muy santandereano, primó sobre cualquier circunstancia. Tiene ideas y convicciones firmes, una inteligencia impresionante. Logró contra la voluntad de la familia hacerse profesional y viajar. A su regreso al país se vinculó como docente del Externado enseñando Lógica y Filosofía del derecho. Trabajó como secretaria general cuando la División Nacional de Estupefacientes era una secretaría del Ministerio de Justicia.
CASA MATERNA
Mis padres fueron un par de intelectuales a quienes les encantaba la música clásica, aunque en ocasiones en mi papá se manifestaba su origen costeño y en mi mamá la música colombiana, le encanta el tiple. En la casa escuchábamos música clásica, a mis siete u ocho años mi mamá empezó a llevarme a Ópera a la primera temporada que se dio en Colombia cuando surgieron estrellas como Martha Senn: estuve presente en los inicios de su carrera y mi mamá es muy amiga suya, trabajaron juntas en la Universidad de los Andes.
Al terminar sus estudios de derecho mis papás viajaron a Lovaina a estudiar filosofía. Desde la universidad eran muy cercanos, estudiaban juntos y tenían el mismo combo de amigos.
Estando los dos en Bélgica y sin recursos, se rompieron las relaciones entre ese país y el Congo Belga, hoy República Democrática del Congo (que no es república ni es democrática). Este hecho permitió que las becas que tenían reservadas para el Congo, su excolonia, se les brindaran a quienes estaban estudiando. Fue así como mis papás se beneficiaron, aunque mi mamá no logró terminar el doctorado, no en esa ocasión.
Cuando nací, en Lovaina, mi papá tenía veinticinco años, pero no obtuve la nacionalidad pues Bélgica solo la otorga por el vínculo sanguíneo. Regresamos a Colombia en 1971 cuando yo tenía tres años. Una vez en el país, en 1974, nació mi hermana, pero también murió mi abuela paterna y se separaron mis papás, aunque nunca se divorciaron.
Somos dos hermanos. Alessia es muy santandereana en cuanto a temperamento, es muy inteligente, trabajadora, supremamente exitosa. Es abogada en temas de infraestructura. Está casada y tiene gemelas. Pese a la diferencia de edad con mi hermana, que es de seis años, hemos sido muy unidos.
BÉLGICA I
En 1979 mi mamá decidió dejar el Ministerio y viajar con sus dos hijos a terminar su doctorado en Bélgica. Mi papá era muy amigo de Andrés Holguín, quien tenía y dirigía el Muro Blanco, sitio donde se dictaban clases de Filosofía, Historia, Literatura y Música, y alguna vez saliendo de ahí me dijo: “Es muy duro que se vayan, pero es muy importante que lo hagan”. Igual fue a visitarnos pese a que viajar no era fácil.
Mi mamá logró revivir la beca que había tenido en 1965, con el argumento que había quedado interrumpido su estudio. Resulta que la Universidad se dividió porque los del norte querían que la Universidad impartiera clases en flamenco. Así nació Louvain-la-Neuve en territorio francófono. El problema surgió cuando tuvieron que dividir la biblioteca. Entonces, durante los cuatro años que le tomó sacar adelante su tesis doctoral, mi mamá tuvo un trabajo muy curioso que se dio como consecuencia de esa división: sacaba copias de los libros, lo hacía con aparatos especiales, pues todos los estudiantes necesitaban acceso a todos los libros.
ACADEMIA
BÉLGICA II
Mi hermana y yo recorríamos las calles con mi mamá cuando se acercó un policía y le preguntó qué hacían los niños fuera del colegio. Ella le contestó: “Acabamos de llegar y estamos caminando para que conozcan el campus de la Universidad”. De inmediato le dijo: “Un miércoles por la mañana los niños tienen que estar en el colegio”. Por más explicaciones que le dio mi mamá, por más que el año académico se estuviera acabando, él le contestó: “No, señora. Usted tiene una semana para que estos niños estén escolarizados. Deben ir al colegio más cercano de su casa y presentarnos el certificado de estudio”.
Entonces comencé, no en el colegio al que mi mamá quería matricularnos y que tenía como método de enseñanza el Freinet, uno mucho más personalizado en el que el estudiante es más autónomo. Hice sexto de primaria en l’Ecole des Bruyeres, y comencé mi bachillerato en el Institut Saint Etienne. Nunca me destaqué especialmente por ser buen estudiante, quizás porque tuve la dificultad de acoplarme académicamente en un idioma que me era extraño.
Este fue un proceso complejo, pero supremamente interesante y valioso para mi vida al conocer otras culturas, porque me crucé con ciudadanos de todo el mundo haciendo un buen número de amigos de diferentes nacionalidades. El comienzo de mi adolescencia lo viví en un medio absolutamente privilegiado en la medida en que Lovaina La Nueva era una ciudad peatonal en la que me desplazaba en bicicleta, sin carros, sin peligros, sin problemas de seguridad, sin tener que atravesar una calle, sin correr ningún riesgo para la integridad física. Llevé una vida tranquila, con mucha independencia. Nunca me sentí ahogado por las limitaciones de espacio, propias de los lugares en los que viven los estudiantes, porque siempre estábamos afuera con los amigos jugando, haciendo diferentes actividades.
No tuvimos opción de que no nos gustaran los museos. Mientras estuvimos en Bélgica viajamos con mi mamá en carro a diferentes destinos. Visitar Grecia con una filósofa se constituyó en una experiencia fantástica. Mi mamá se inventaba cualquier cantidad de historias con los dioses griegos para captar y mantener nuestra atención, especialmente porque mi hermanita tenía cinco o seis años. Recibimos de ella cursos de filosofía, fabulosos. Entonces visitamos, entre otros, los museos de París, Madrid, Berlín y varios otros, acompañados de grandes historias.
INGLATERRA
Mi mamá me envió a Inglaterra para que aprendiera inglés. Ella, muy tranquila, muy confiada en mí, en mi sentido de la orientación que es muy bueno, me envió solo, siendo yo apenas un niño. Pero es que vivir en una ciudad universitaria no permite tener los parámetros de una ciudad como Londres, entonces llegar fue toda una aventura.
Le encargó a Mariano, amigo de mis tíos, que me recibiera en el aeropuerto. Mariano le preguntó en cuál de los aeropuertos, pero ella no sabía y dijo que en el principal. Cuando llegué no encontré a nadie esperando por mí y tampoco me crucé con alguien que supiera hablar español ni francés. Decidí entonces sentarme con mi morralito a esperar.
En algún momento escuché que me llamaban por el alta voz. Acudí, me preguntaron si yo era Ricardo Abello, me pasaron el teléfono y escuché una voz que hablaba español del otro lado de la línea: “¡Su mamá me las va a pagar! ¡Cómo me hace esto!”.
Resulta que llegué a Gatwick y Mariano estaba en Heathrow. Para él era imposible llegar. Me dijo: “Yo no alcanzo a ir a buscarlo. Usted tiene que tomar un bus hasta la estación de Victoria. Ahí nos encontramos. Por favor, diga que lo guíen”. En efecto, salí a buscar el bus, pregunté si iba para Victoria y por señas le pedí al chofer del bus que me avisara al llegar. Con tan mala suerte que el bus, en esta ocasión, iba a parar en otro lado y no en el sitio de siempre, pues estaban adelantando unas obras. Igual tuve que bajarme y sentarme a esperar con mi morralito. De pronto, un señor con el pelo enroscado, bajito, gordito, se quedó mirándome y me dijo: “¿Ricardo?”. Habían pasado muchas horas. El señor casi se infarta, estaba muy angustiado, pero yo me sentía tranquilo.
Me llevó a Farnham donde yo tomaría las clases de inglés durante dos semanas. Terminado el tiempo de estudio vinieron mi mamá y mi hermana por mí, y regresamos mi hermana y yo a Colombia. Era el mes de agosto de 1982.
COLOMBIA
El regreso a Colombia se dio a mis catorce años. Nunca fue una opción quedarse en Europa. Es más, cada vez que me he ido del país lo he hecho con tiquete de regreso porque para mí vivir por fuera no ha sido la idea. En ese momento fue duro separarse de los amigos, pero no sentimos el deseo de quedarnos, siempre supimos que era algo temporal.
Llegamos a la casa de una tía. Tuvimos la necesidad de adaptarnos a la ciudad, como lo es Bogotá, a un nuevo colegio, a nuevos amigos. Para integrarme me ayudó muchísimo mi colección de discos, esta fue la locura en mi colegio: Police, Pink Floyd, Bob Marley, Gloria Gaynor, Madness, Specials.
También me ayudó la bicicleta, comencé a hacer Ciclo Cross a nivel competitivo cuando la pista quedaba por donde hoy pasa la avenida Boyacá en el barrio Pontevedra. Un grupo de padres de familia generaron presión para que se construyera la pista del Salitre y organizamos un equipo que fue el origen del BMX en la ciudad, compitiendo con los paisas quienes eran muy fuertes. Gané algunas medallas, que conservo. Ocupé buenas posiciones, pero siempre me ganaban dos monstruos, uno de ellos fue Carlos Medina, de los primeros campeones mundiales que tuvo Colombia.
Siendo muy niño inicié en el Liceo belga que cerró a los dos meses. Después pasé al Juan Ramón Jiménez. Más adelante me cambiaron al Refous. Volvimos a Bélgica. Nuevamente en Colombia estudié en el Ramón Jiménez donde tuve unas diferencias conceptuales e ideológicas. Entonces cursé quinto y sexto en el Gimnasio Germán Peña.
Para ese momento ocurrió la toma del Palacio de Justicia, nosotros ese día no sabíamos dónde estaba mi abuelo y sin forma de comunicarnos con él. Esta fue una experiencia muy compleja en ese momento de mi vida.
UNIVERSIDAD DEL ROSARIO
Presenté el ICFES y el resultado me permitió elegir la universidad que quisiera, siempre tuve claro que quería estudiar Derecho, creo que por la inmensa influencia de mi abuelo, quien fue mi ejemplo a seguir. Empecé en el Externado, pero preferí pasarme al Rosario por ser el lugar en el que mis padres tenían un vínculo menor a pesar de haber sido también profesores allí.
Recuerdo que la decana de ese entonces era Marcela Monroy, abogada muy prestigiosa, lideró en la Facultad todo lo relativo a la séptima papeleta, tristemente falleció de COVID durante la pandemia. El rector era Gustavo De Greiff, primer fiscal que tuvo el país.
GINEBRA
Mi abuelo murió en 1989, exactamente un mes antes del asesinato de Luis Carlos Galán, afectándome muchísimo en todo sentido. Para ese momento mi mamá trabajaba en la Consejería para la Protección, Promoción y Divulgación de los Derechos Humanos de la Presidencia de la República. La entonces viceministra de Relaciones Exteriores, Clemencia Forero, le dijo que necesitaban que viajara a Ginebra a la Misión de Colombia ante Naciones Unidas.
Me encontraba en segundo año de Derecho en el Rosario, y en medio de mi crisis, porque me había surgido el deseo de estudiar gastronomía, se decidió que lo mejor era que viajara a Suiza para darle alcance a mi mamá. Suspendí la carrera para estudiar gastronomía, pero muy rápidamente supe que de la gastronomía me gustaba era estar al otro lado, es decir, del lado del comensal.
Estando en Ginebra tuve acceso a Naciones Unidas, fue cuando descubrí el Derecho Internacional. No solo iba a la biblioteca a explorar, sino que mi mamá me orientó y me invitó a varias reuniones. Cualquier día el embajador Rafael Rivas Posada me dijo: “Lo voy a registrar como observador de Colombia en la reunión del Consejo de Seguridad”. Esto fue algo absolutamente excepcional porque este Consejo sesiona en Nueva York, se dio de esta manera porque a Yasser Arafat le negaron la visa. Estando allí supe que tenía varios caminos para poder dedicarme al derecho internacional: la ciencia política, las relaciones internacionales o el derecho. Decidí volver a mis estudios de Derecho para poder especializarme en Derecho Internacional.
Estando aquí perfeccioné mi francés y tomé la decisión de terminar Derecho en el Rosario. Eso sí, tenía claro que no quería regresar con lo mismo que había salido de la Universidad, entonces primero viajé a Cambridge a mejorar mi inglés. Inicialmente fui por tres meses, pero me quedé nueve hasta el momento de presentar el examen con el que ya podía regresar tranquilo a Colombia.
UNIVERSIDAD DEL ROSARIO II
Una vez en el país me reintegré a la Facultad hasta graduarme. Nunca fui sobresaliente, excepto en temas de Derecho Internacional. Fueron mis directores de tesis el decano Marco Gerardo Monroy y Francisco “Pacho” Herrera, filósofo que muere muy joven en un accidente de tránsito.
MONITORÍA
Cualquier día me encontré con un amigo, Andrés Da Costa, que estaba estudiando de un libro de Derecho Internacional cuando yo ya había terminado materias, entonces le pregunté qué estaba haciendo y me dijo: “Es que abrieron entrevistas para monitor del curso con el doctor Monroy”. Averiguando me encontré con el decano quien me preguntó cómo organizaría el curso, pero yo no estaba preparado. Igual le dije lo que pensaba y me agradeció.
Semanas más tarde, mientras caminaba por el claustro, salió de la oficina la secretaria de la decanatura para decirme: “Ricardo, empieza la semana entrante”. / ¿Empiezo qué? / “La monitoría para la que presentó la entrevista”. Todo pensé menos que pudiera ganármela. Ahí empezó mi vínculo con el doctor Monroy Cabra y con el Derecho Internacional.
TRAYECTORIA PROFESIONAL
MINISTERIO DE CULTURA
Por el Derecho Internacional me contactaron para vincularme para trabajar temas internacionales que pudiera haber en la oficina jurídica del Ministerio de Cultura, entidad que se estaba creando. Comencé a trabajar en diciembre de 1997, y me retiré en agosto de 1998.
INSTITUTO DE ALTOS ESTUDIOS INTERNACIONALES Y DEL DESARROLLO – GINEBRA, SUIZA
Estando en el Ministerio de Cultura apliqué para estudiar Derecho Internacional en el Instituto de Altos Estudios Internacionales de Ginebra donde fui admitido. Fueron dos años maravillosos de aprendizaje y de disfrutar la vida. Allí conocí los vericuetos del derecho internacional con profesores maravillosos como Marcelo Kohen, Georges Abi-Saab, Laurence Boisson de Chazournes, Jean Salmon y Hugh Thirlway; así como tuve la oportunidad de hacer grandes amigos. A mi regreso me vinculé a la Universidad e intenté tener oficina, pero no por más de seis meses. Finalmente, me dediqué a la academia.
UNIVERSIDAD DEL ROSARIO III
Después de dos años regresé a Colombia para firmar contrato como profesor con la Universidad del Rosario, donde trabajo actualmente.
Recuerdo que, estando soltero y viviendo con mi mamá, hubo un problema con el pago a los profesores, pero no con los administrativos. Entonces tomé el liderazgo para reclamar, pues mis colegas no querían quejarse dadas sus obligaciones familiares. Asumí la vocería para hablar con María del Rosario Guerra, vicerrectora, quien me atendió. A partir de ese momento nos empezaron a mejorar los contratos firmando a término indefinido y no por cuatro meses como solían hacerlo.
Uno siempre llega a la primera clase del semestre con pánico escénico, pero es una experiencia muy linda, un aprendizaje mutuo, un crecimiento constante. Es una labor muy bonita la de enseñar, la de compartir el conocimiento, la de hacerlo sin límites. Para mí es muy gratificante haber fortalecido el Derecho Internacional en la Facultad, pasar de lo básico que se enseña normalmente en las diferentes facultades a que la Facultad de Jurisprudencia sea reconocida por el Derecho Internacional, no solo a nivel nacional, sino también internacional. Es una de las grandes satisfacciones que tenemos los integrantes del Grupo de Derecho Internacional, el haber logrado toda esa organización, fortaleciendo la Facultad.
COLEGIO DE ABOGADOS ROSARISTAS
Me vinculé al Colegio de Abogados Rosaristas como estudiante de quinto año de derecho. A mi regreso de Suiza conformé el Consejo Directivo donde estuve muchos años, quizás llevo veinte años en él. Me ofrecieron en alguna ocasión la vicepresidencia, pero decliné pues tenía otras obligaciones profesionales en ese momento. Más adelante, cuando me la volvieron a ofrecer, sí la acepté. El paso siguiente fue la Presidencia en la que he estado dos períodos.
Es supremamente gratificante, hay mucho trabajo y una serie de obligaciones contractuales, por lo mismo hay que realizar actividades para pagar salarios. Esto no es fácil para una persona que ha estado dedicada a la academia. Para mí administrar fue todo un aprendizaje.
Se hicieron muchas actividades. Organizamos la exposición para conmemorar la Séptima Papeleta para lo que instalamos la placa en el aula Cistóbal de Araque donde se dio la reunión de la séptima papeleta y que ahora hace parte del museo de la Universidad. En su momento no pude participar en la parte de final del movimiento en 1990 por lo que me fui del país por lo que solo estuve al comienzo de las reuniones de 1989, por lo que tener la posibilidad de conmemorar el trabajo que realizaron mis amigos y compañeros de mis primeros años de estudio fue muy especial para mí. También organizamos diferentes eventos en asocio con la Facultad de Jurisprudencia, hicimos dos congresos e internacionalizamos el Colegio invitando expositores de otros países.
Fueron dos años muy valiosos, muy enriquecedores, los cuales recuerdo con mucho cariño.
MINISTERIO DE RELACIONES EXTERIORES
Me vinculé con el Ministerio de Relaciones Exteriores. Como profesor de Derecho Internacional de la Academia Diplomática me vinculé en el 2009. Posteriormente, como consecuencia del fallo del 2012 del caso entre Nicaragua y Colombia empezaron a llamarme para pedir mi opinión sobre algunos temas puntuales. Aunque nunca fui parte del equipo que manejó los casos, me pidieron consultas sobre el tema.
Esto me acercó profesionalmente a la ministra María Ángela Holguín. En medio de diferentes charlas con la ministra surgió la idea de que Colombia presentara una solicitud de opinión consultiva ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos para la protección del medio ambiente marino en el Mar Caribe. Trabajamos con un grupo de abogados para presentarla a nombre del Gobierno, equipo que lideré. Fui designado como el agente de Colombia para la intervención ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Profesionalmente, este es un gran logro que beneficia al país y a América Latina. Colombia quedó muy bien con esa opinión en ese momento y hoy es un tema fundamental de la agenda internacional.
CORTE PERMANENTE DE ARBITRAJE DE LA HAYA
Fui designado por el Gobierno de Colombia como uno de los cuatro miembros ante la Corte Permanente de Arbitraje de La Haya. Me nombraron en el 2014, mi mandato fue renovado y voy hasta el 2025. Su función principal es la nominación de candidatos para ser jueces de la Corte Internacional de Justicia, cada vez que hay vacantes piden a los grupos nacionales que nominen candidatos.
Otro de los grandes sueños que puede tener cualquier internacionalista es ser invitado a dar el curso de Derecho Internacional de La Haya. En cien años, cinco colombianos hemos sido invitados y a mí me correspondió dictarlo en el 2022. Esta es una invitación que hacen con siete años de anticipación, pero por circunstancias que no conozco me preguntaron que si me podían adelantar el curso y dije que sí. Mi plazo fue más corto, de tan solo un año y fue todo un reto, porque si bien di el curso en francés, para la traducción simultánea, que era al inglés, debía entregar a los intérpretes los contenidos con suficiente tiempo. Ahora estoy escribiendo el curso para que sea publicado en el Recueil des Cours de l’Academie de Droit International de la Academia de Derecho Internacional.
ANUARIO COLOMBIANO DE D.I.
Hace dieciséis años inventé y dirijo el Anuario Colombiano de Derecho Internacional, revista que está indexada internacionalmente en una de las bases de datos más prestigiosas del mundo.
ACADEMIA COLOMBIANA DE D.I.
Me enorgullece haber fundado la Academia Colombiana de Derecho Internacional y fui su presidente durante tres años. Aquí fue donde aprendí a conseguir recursos para una entidad sin ánimo de lucro.
FAMILIA
A mi esposa la conocí en la finca de mi papá en La Calera. Fue él quien me la presentó, con toda la intención de unirnos. Llegué de Suiza de hacer la maestría y me dijo: “Ve, en la Universidad tengo una colega que es de Bélgica. Deberías conocerla”.
Resultó que no solo era de Bélgica, sino que había vivido y estudiado toda su vida en Lovaina La Nueva, donde yo había vivido de niño. Otra coincidencia fue la de que en primaria estuvimos en el mismo colegio: cuando yo iba en sexto, ella cursaba cuarto de primaria. Nunca nos conocimos, pero seguro nos cruzamos.
Algún día tomándome un vino en la casa de mi suegra me preguntó por mis amigos. Mencioné a Valery Hecault. Resultó que vivía en la casa de enfrente. Ahí empecé a reencontrarme con mis amigos de infancia, sin tener redes sociales, porque no fueron necesarias. Si bien nunca tuve la nacionalidad por nacimiento, ahora la tengo por matrimonio.
Muriel Laurent, es historiadora, trabaja en el Departamento de Historia de la Universidad de los Andes como profesora. Lleva veintiséis años en Colombia y nosotros veinte de matrimonio. Tenemos dos hijos. Bruno va a cumplir diecinueve y estudia física en los Andes. Violeta tiene doce años, por lo cual está en una edad bien interesante y estudia en el Liceo Francés
CIERRE
Siendo muy joven he cumplido profesionalmente con lo que esperaba. Estos eran sueños de estudiante que me llegaron antes de mis cincuenta años, por lo que me considero una persona muy afortunada y agradecida con la vida.