Héctor Rafael Díaz Beltrán

HÉCTOR RAFAEL DÍAZ BELTRÁN

Las Memorias conversadas® son historias de vida escritas en primera persona por Isa López Giraldo.

Por su hijo, Héctor Mario Díaz.

1922 – 2016

“Hay personas a las que les cuesta, particularmente, las despedidas. Son momentos muy intensos y difíciles, en los que se expresan muchos sentimientos que duermen en el fondo del corazón y que muchas veces tienen miedo de salir a la luz y expresarse de forma directa”. Y así fue que mi padre se nos fue sin despedirse, a él no le gustaban las despedidas pero si hubiera tenido la oportunidad de hacerlo, nos habría dicho que mantuviéramos la fuerza, el ánimo, las ganas y el entusiasmo en cada cosa que hiciéramos. Y sobretodo la visión que Don Héctor tuvo cuando se le ocurrió hacer de ese lugar, de Irotama, un edén en el Caribe colombiano…

Cuando se hable de visión en el turismo y de ser precursor en la hotelería de los resorts en el Caribe, necesariamente se tendrá que hablar de Don Héctor Díaz Beltrán, quien a principios de los años 50 se radicó en la costa Caribe de Colombia, él que venía de la región del Carare, Santander, en plena época de la violencia, y hacia mediados de esta década se enamoró de Santa Marta, en especial del sitio donde años más tarde construiría y fundaría el Hotel Irotama el cual abrió sus puertas en 1963.

Como mi padre mismo lo dijo, “Irotama nació del amor”. Y no podría haber sido de otra manera pues todo lo hizo con mucho amor, como canalizar sus aguas para crear el Lago o Canal de las Iguanas, sembrar árboles de especies nativas, para luego empezar a construir las primeras doce cabañas o bungalows, hacer el primer edificio de 2 plantas, con su recepción, su restaurante “La Terraza” y el elegante restaurante “Carabela” (hoy ya desaparecido), con su atmósfera sofisticada, con aire acondicionado (algo único en esa época) y una imagen gigante de una carabela española.

En donde esas antigüedades rescatadas en las costas samarias de un galeón español hundido: una gigantesca campana de hierro forjado y una lámpara o farol con su vidrio color verde nos sumergen en un aire de misterio y nos llena de nostalgia, como testigos mudos del crecimiento que comenzó a tener Irotama, después de la inauguración del hotel en diciembre del 63.

De allí comenzó Don Héctor a luchar a brazo partido por salir adelante y por dar a conocer el primer resort del Caribe colombiano, y cada vez que las finanzas se lo permitían, construía uno, dos o tres bungalows. Y así poco a poco hasta completar un buen número de habitaciones, unas 60 a finales de la década de los 60. Y a los pocos años comenzaron a llegar huéspedes de diversas regiones del país y también extranjeros, como los gringos que llegaron a finales de los 60 y principios de los 70, quienes haciendo gala del sitio donde estaban, se ponían sus mejores pintas para cenar en “La Terraza” y “El Carabela”, las damas de traje largo y los caballeros con saco y corbata.

De allí con mucho esmero, siempre bajo la dirección de Don Héctor, Irotama fue progresando, hasta llegar a ser el mejor resort de la costa, siempre con la ayuda de su inseparable esposa Doña Anita. Y siempre que podía viajaba con ella a distintos lugares en países lejanos para traer experiencias y sensaciones de otros hoteles que conoció y adaptarlas a Irotama. Le encantaba viajar, solo o con esposa o la familia, para recorrer hoteles y complejos inmobiliarios de distinta índole, y así aprender de lo que hacían en otras partes.

Y así hasta llegar a ser Irotama lo que es hoy, un complejo con 4 torres de Apartahoteles: Irotama XXI, Irotama del Sol, Irotama del Mar e Irotama Reservado, está última la cual entrará en operación este año; con más de 400 llaves, incluidos los bungalows y las Suites Bohío, las suites y apartamentos, y unos lujosos Penthouses con jacuzzi y algunos también con piscina privada, y todos con la mejor vista, el mar y la incomparable playa de Irotama, ancha y cuidada con mucho esmero.

Además se aprecian la Gran Piscina central y un Auditorio de talla mundial, al igual que varios restaurantes entre los que se destacan el famoso “Cocos” Bar y Restaurante, el centro de mucha actividad, y la famosa y única “La Barra Viva”, cuyo lema es “del acuario a su mesa” y fue este el resultado de una idea fabulosa de uno de los muchos viajes de mi padre. Y siempre el verde inmenso por doquier, las palmeras, los almendros, los trupillos, las uvas de playa, las ceibas, los caritos y hasta pinos!

Emparejados con muchas flores como son las cayenas, las trinitarias, y el cortejo que Don Héctor quiso llamar la flor de la Primavera. Puesto que mi padre siempre se preocupó por cada árbol y planta sembrados en el hotel, siempre quería proteger la natura a ultranza, mucho antes que la ecología se volviera un tema de moda. Tanto así que no en vano nuestro eslogan es “El Hotel Verde por Naturaleza”.

Quiso también diseñar cada espacio, cada proyecto y cada plan que tenía pues su manía incorregible era trabajar desde el alba hasta la tarde y noche si fuera necesario. Adicionalmente, la preocupación Don Héctor por su gente, la gente de Irotama, era constante, tanto así que quiso que se creara la Fundación Irotama hace ya varios años, para darles becas a los hijos de empleados y a la gente más necesitada del Barrio La Paz que se encuentra en frente del hotel, y la cual ya tiene más de 200 niños y jóvenes estudiando, desde la escuela primaria hasta la universidad, además de tener esta fundación otros dos objetos: madres cabeza de familia para enseñarlas a ser microempresarias y la ecología para salvaguardar el medio ambiente en los barrios vecinos a Irotama.

Mi padre nos enseñó a creer en lo nuestro, en poder imaginar un mejor país, en hacerlo en familia para trabajar todos unidos por un sueño, para dejarles una mejor Colombia a sus hijos y nietos, pues su preocupación fue siempre su familia, desde sus hijos, incluyendo su “hijo mayor” pues así era como el consideraba a Irotama. Es esta manera como continuaremos manteniendo su presencia y engrandeciendo su gran legado en el turismo y la hotelería colombiana. Y así le hacemos honor a ese primer eslogan: El paraíso se llama Irotama y queda en el Caribe Colombiano.

Larga vida a Don Héctor y a su Irotama, ahora que él disfruta de otro paraíso, el eterno.

Esta columna está inspirada en la que salió en la separata de la Revista Semana del Magdalena de junio de 2017.