Jorge Octavio Ramírez

JORGE OCTAVIO RAMÍREZ

Las Memorias conversadas® son historias de vida escritas en primera persona por Isa López Giraldo.

ORÍGENES

Soy un hombre práctico, pragmático, y esto me viene por mi ancestro paisa y por mi formación profesional, sin ser simplista y sin perder profundidad.

De la misma manera que pasa con el sacerdote o con el militar, el ser juez es una vocación que parte del presupuesto de ser abogado. El serlo en mi caso tiene, además, un origen familiar porque mi abuelo y mi padre fueron abogados. Creo que hay un propósito común entre el juez y el abogado y es la realización de un valor, el de la justicia, entendiendo que cada uno dentro de su papel aspira a ese valor como un mecanismo para que haya armonía en la sociedad.

INFANCIA

Nací en Pereira. Fui un niño curioso y muy imprudente, mi mamá me regañaba mucho porque como decimos coloquialmente “yo metía las patas”, especialmente cuando llegaban las visitas. Hoy sigo siendo el niño curioso, pero no el imprudente. La gran ventaja para uno poder decidir un conflicto humano es mantener la curiosidad de niño para escudriñar en lo que está pasando.

ACADEMIA

Estudié en el Colegio La Salle hasta graduarme de bachiller. Al definir mi carrera debía buscar Universidad y la única pública en mi ciudad era la Universidad Tecnológica que no ofrecía sino carreras técnicas. Me había inscrito en Ingeniería Eléctrica, pero me dieron primero los resultados de Derecho en la Pontificia Bolivariana. Tres meses después me notificaron que fui admitido en la UTP, pero yo ya había empezado en Medellin.

Mi papá, que era antioqueño y abogado de la Universidad de Antioquia, me había dicho:

— “Si vas a estudiar Derecho, te vas para Medellín a una universidad privada.”

Puede decirse que fui un buen estudiante y al terminar mis estudios me ofrecieron un Juzgado en Caucasia- Antioquia-. No lo acepté porque, en conversación con mi padre, consideramos que era mejor que primero me graduara antes de irme a trabajar. Esto ocurrió en diciembre de 1979.

Al regresar al año siguiente, presenté en el mes de febrero un preparatorio que me faltaba y me gradué en el mes de abril. Me volvieron a nombrar juez, pero en el municipio de San Carlos. Tuve que aceptar, ya no tenía excusas para no hacerlo y viajé.

Se trata de un municipio que queda en el Oriente Antioqueño, en la zona de los embalses. Me impactó e incidió en mi vida profesional posterior porque fue uno de los que sufrió con mayor impacto la violencia del conflicto armado en Colombia. A las nueve de la mañana entraba un grupo paramilitar y a las dos de la tarde entraba la guerrilla. Un municipio de veintiocho mil habitantes que quedó prácticamente desocupado. A mí no me tocó esa parte tan dura, pues ya me había ido, pero en marco de esos enfrentamientos la guerrilla incendió el Juzgado. Muchos de mis grandes amigos de juventud de ese momento murieron en esa confrontación guerrilla-paramilitares.

OFICINA DE ABOGADOS

Mi papá siempre pensó que yo debía devolverme y que ya había cumplido mi compromiso, por lo que aprovechó una circunstancia, el nombramiento que le hicieron en un cargo público para sugerirme que atendiera su oficina profesional. Pasé casi un año trabajando con él. Me sentí muy contento, aprendí mucho, trabajamos en armonía. 

EMPRESAS PÚBLICAS DE MEDELLÍN

En algún momento el doctor Humberto Cardenas Gómez, profesor de la universidad y jefede la oficina jurídica de las Empresas Públicas de Medellín en los años ochenta, me ofreció puesto en esa entidad. Era una muy buena oportunidad pues en esa época había tres jurídicas públicas de mucho peso y muy importantes a las cuales querían llegar muchos abogados, la jurídica del Municipio, la del Departamento y podría decir que, por encima de ellas, la jurídica de EPM por la actividad que se desarrollaba y por los salarios pues era la que mejor pagaba.

Fue una experiencia muy bonita desde el punto de vista profesional porque es una de las empresas más importantes en el sector de energía por los desarrollos hidroeléctricos que ejecutaba. Uno de ellos la famosa represa del Peñol, que generó un gran conflicto social. Su construcción implicó el desalojo y traslado de una población completa. Yo creo que solamente ha habido dos casos como estos en Colombia, que son el del Peñol y el de Guatavita. 

Todas esas circunstancias, generan una percepción distinta de las cosas y tal vez por eso cuando ejerzo mi función como juez, reflexiono: “Si fuera yo el que estuviera reclamando ¿tendría derecho?” idea que le inculco a todo el que trabaja conmigo porque creo que hay que ponerse en el papel del otro.

TRIBUNAL ADMINISTRATIVO DE ANTIOQUIA

Me retiré de EPM después de siete años, en el mes de enero de 1998, y en mayo de ese mismo año, me nombraron magistrado del Tribunal Administrativo de Antioquia, cargo que desempeñé por veinticinco años. 

En él manejaba todos los asuntos, revisaba la validez de todos los actos, de los alcaldes, concejos, gobernadores, Asambleas; conocí de las controversias de los servidores públicos; de excesos por parte de las autoridades y de la fuerza pública; de atentados terroristas, ejecuciones judiciales, contratos e impuestos, aspectos electorales. 

CONSEJO DE ESTADO

Pensé que en el Tribunal terminaría mi vida profesional porque, a pesar de que aspiré muchas veces al Consejo de Estado, no lo lograba. Como abogado siempre se piensa terminar en una Alta Corte y el Consejo de Estado es una de ellas, en especial para los que hemos ejercido el derecho público o administrativo.

Exactamente al día siguiente de cumplir veinticinco años en el Tribunal, me nombraron consejero de Estado. Es un cargo de periodo, ocho años. Mis colegas me honraron al elegirme presidente de la Corporación. Tuve a mi cargo los asuntos administrativos, la representación institucional, dirigí las decisiones que se toman en conjunto porque se trata de un juez colegiado o plural: somos treinta y un miembros.

Siempre he ejercido mis funciones con serenidad, sin que me impidan hacerlo los riesgos que pueden derivarse del papel de juez o de abogado aún en épocas críticas vividas en Medellín, en esos tiempos, no obstante que nosotros como magistrados del Tribunal Administrativo no teníamos los riesgos de otros colegas como los de Sala Penal del Tribunal Superior. Muchos de ellos se hicieron matar en una actitud muy valerosa, digna de destacar y reconocer.

Pablo Escobar mandaba razones. Un magistrado, que acababa de dictarle sentencia condenatoria, llegó una noche a la casa y le dijo a la señora:

— “Mija, acabo de firmar mi sentencia de muerte”.

A la semana lo mataron. 

Me pongo sensible con eso porque son circunstancias de vida que muestran que en este país hay muchos héroes olvidados, no famosos, pero como el magistrado, son muchos los que sabían que con sentencias condenatorias estaban firmando su muerte. Personas muy cercanas que desafortunadamente murieron en esa guerra en el cumplimiento de su deber.

Acordarme de esas personas, que fueron capaz de sacrificarse, por eso y por principios, nos impone la obligación de respetar su memoria y de actuar con honradez y corrección, dentro del ejercicio de nuestra función judicial.

ACADEMIA

He sido profesor universitario desde hace más de treinta años. Muchas de las personas que trabajan conmigo han sido mis alumnos. Por eso, cuando me retire, una de mis aspiraciones es retomar la cátedra.

REFLEXIONES

 – ¿Qué es impartir justicia?

Impartir justicia es muy delicado, porque todos tenemos la posibilidad de equivocarnos. Esa circunstancia la hemos vivido todos: los padres respecto al hijo, el profesor con respecto al alumno, el oficial con el soldado, el obispo frente al sacerdote, éste frente al feligrés, el juez frente a las partes.

– ¿Qué es la Justicia?

Hay muchas definiciones, pero le voy a compartir algo que me decía un antiguo consejero de Estado cuando le hacía esa misma pregunta:

— “Yo no voy a definir la justicia, pero sí le puedo decir que la justicia “pica”

– ¿A qué lugar pertenece?

En Pereira me preguntaron alguna vez que si me sentía más pereirano que antioqueño. Yo me siento un pereirano muy antioqueño porque en Pereira nací, crecí, de allá conservo mis amigos de colegio con los que aún me reúno y mantengo un vínculo muy fuerte. Aunque siempre la visito. todo ha cambiado en Pereira. Mi casa todavía existe, donde está la librería Roma, (de libros antiguos) en la calle 21 entre carreras 5ta y 6ta.

Pero indiscutiblemente yo tengo que agradecerle a Antioquia mi vida, pues mis papás y mi familia tienen ese origen. A Antioquia le debo mi vida profesional, mis hijos y mis señoras. Lo menciono de esa forma porque enviudé y me volví a casar. Mis nexos con Antioquia son muy fuertes, las cuatro quintas partes de mi vida las he pasado allí pues de Pereira salí a mis dieciocho años.

  • ¿Qué mueve sus emociones?

Con los años uno se vuelve nostálgico y aprende a llorar. Cuando enviudé aprendí a hacerlo. Lloro cuando mueren los amigos. Como se ha vivido tanto se va tomando más amor a la vida.

– Si fuera un código ¿cuál sería su ley?

Creo que serían dos. La primera y acudiendo al Quijote:

“La vara de la justicia nunca debe doblegarse ante la misericordia y nunca ante la lisonja y el dinero”.

La segunda es una pauta de conducta personal: que lo que uno haga sea con gusto, con vocación y con honradez.