Jacques Mosseri
Las memorias conversadas son historias de vida escritas en primera persona por Isa López Giraldo.
Jacques Mosseri es descendiente de Jacques Hane quien, a comienzos del siglo pasado y viviendo en Salónica – Grecia, decidió aventurarse viajando con destino a América. Hane perteneció a una comunidad judía muy grande e importante que fue expulsada de España. Los sefarditas se instalaron en varios puertos y lugares del Mediterráneo, entre ellos Salónica, hoy Thessaloniki. Esta es una ciudad de Macedonia con muchísima historia: perteneció a los griegos, a los turcos y a los romanos, quienes se la disputaron.
Su abuelo fue primero a Marsella en barco, colinchado seguramente. Al poco tiempo decidió ir a América oyendo hablar de ella como el futuro del mundo. Se embarcó a Perú y, después de varias semanas, llegó a Puerto Colombia donde decidió bajarse. Alquiló un par de mulas y contrató un guía, desembarcó su baúl que había llenado de mercancía francesa para recorrer la Costa. Como le fue bastante bien, decidió volver a Francia por más y regresar, así lo hizo en repetidas ocasiones. Y es que fue un verdadero aventurero que finalmente decidió subir a Bogotá por el río Magdalena. Luego de un tiempo viajó por su novia, Rita Modiano, quien vivía en Salónica, para establecerse con ella en el país. Montó su primer almacén en la Plaza de Bolívar de Bogotá, llamado La Primavera, en el que vendió paños, ropa y artículos varios.
Su abuela Rita fue una semi italiana de origen sefardita. Sus parientes se habían instalado en Livorno y de allí fueron a Salónica como diplomáticos. Una vez casada con Hane, tuvieron cuatro hijos. Daisy, la mayor, mamá de Jacques. Pablo, médico muy reputado. Julio, un señor muy play boy en su época. Ibeth, a quien Jacques recuerda cantando ópera en italiano y dice que lo hacía muy bien. Todos se quedaron en Colombia donde constituyeron sus hogares.
El abuelo siempre tuvo la ilusión de un apartamento en París. Cuando ya había hecho plata en Colombia llevó a Daisy, de quince o dieciséis años, para que conociera. Tomaron un barco que venía del sur. Cuando se detuvo en Barranquilla les permitió conocer a un gringo muy hippie. Este viajaba en tercera clase y se dedicó a dibujarlos despertando el enojo de Hane. Su disgusto fue mayor cuando este empezó a fijarse en Daisy. A ella le gustó, pero su papá no permitió que se diera un romance entre ellos y los separó. Llegando a las Islas Canarias casi lo hace botar del barco.
Al cabo de un tiempo de estar en París, apareció una película del Pato Donald en la que su compañera era Daisy. Daisy fue un personaje inspirado en su mamá que, además, adoptó su nombre. Fue entonces cuando supieron que se trataba del gringo del barco y que su nombre era Walt Disney.
La familia paterna de Jacques es originaria de Livorno, Italia, que después de vivir un tiempo en Salónica, migró a Suiza. Su papá tuvo dos hermanas mayores. Fueron captadas por el nazismo durante el periodo más fuerte de los alemanes cuando reclutaban judíos y los llevaban a los campos de concentración. Ester, casada con Hassid Fernández de nacionalidad española, se salvó de semejante tragedia. Resulta que Franco repatrió a los judíos de los campos y así fueron a dar a Barcelona. Jacques la conoció en un viaje que hizo a Grecia recién graduado de arquitecto. Pero la otra hermana desapareció, fue incinerada junto con sus hijos y su marido. Siempre la recordaron con una gran tristeza y nostalgia.
Su papá vivió soltero en París donde se dedicó a estudiar y a jugar tenis. Estando aquí conoció a la que se convertiría en su esposa. El origen los unió pues compartían amigos y asistían a las mismas reuniones. Y muy rápidamente se casaron, pues él siempre contó con el beneplácito del abuelo. Se quedaron en París por un par de años donde nació su hermano mayor, Alberto, en 1934.
Por invitación del abuelo materno de Jacques, su papá viajó a Colombia para hacerse comerciante a su lado. Trabajó en J. Glottman. El 9 de abril le tocó vivir la experiencia de que le quemaran el almacén. Este quedaba en plena carrera séptima cuando los hechos del Bogotazo. Ese día, en plena revolución, lo cerraron y se fueron a sus casas. Al siguiente, lo encontraron en ruinas debido a un incendio provocado.
Alberto estudió ingeniería en Rensselaer Polytechnic Institute, en Eitght Street Troy de Nueva York y trabajó muchos años con INGETEC firma de Ingenieros Consultores. Se casó con Martha con quien tuvo tres hijos, dos de ellos gemelos, Mauricio y Daniel, y luego nació Juan Carlos. Hoy en día está retirado, disfrutando de su familia y de su calidad de abuelo de Samy.
Por su parte, Jacques nació en Bogotá el 25 de junio de 1936. Pertenece a una familia muy reducida y unida en todo sentido. Recuerda mucho a su abuelo Hane al que le gustaba el campo y que por lo mismo tuvo una finca en Villeta a la cual fueron siempre de vacaciones donde montaban a caballo, pues él era un buen jinete.
El abuelo les contó muchas anécdotas de su vida, una de ellas fue en su travesía por el río Magdalena cuando venía con su papá de París. Al desembarcar, su papá vio a un señor de uniforme y lo llamó para que le cargara las maletas, pero se trataba de un policía, por lo cual se ganó un buen regaño.
Jacques conserva muy buenos recuerdos de infancia. Disfrutó de una mamá consentidora y también de su abuela paterna, Dodum Musafia, quien siendo ya muy mayor vino a Colombia y vivió unos años con su familia.
Jacques estudió en el Liceo Francés del que conserva muy bellas experiencias y amigos como Phillipe Duchamp, ya fallecido, pero también otros con los que todavía se encuentra en ocasiones, como Carlos Lleras de la Fuente y Hernando Téllez quien además es su vecino.
El colegio inicialmente quedaba en la calle sesenta y cuatro con séptima, en una casa vieja, enorme y tradicional de Chapinero. Contaba con varios pabellones donde pasaron muchas aventuras, pues tenía sótanos y espacios misteriosos que traqueaban al pisarse, sonaba la madera y las puertas chirreaban. Luego construyeron la nueva sede, muy moderna en medio de potreros, colindaba con fincas lo que para todos resultó muy extraño y un contraste muy fuerte haciéndole perder todo su encanto.
No fue muy deportista. Pese a un problema en la pierna jugó futbol desde muy chiquito y participó en campeonatos con los que realmente se divirtió. Le gustaba la prosa y escribió historias de temas muy personales.
Si bien el espíritu de formación francesa es muy rígido, serio, disciplinado y de altísimos estándares, le iba bien con su carácter y con la ventaja de que en su casa también se hablaba francés. Lo castigaron varias veces pues tuvo altibajos con diferentes profesores, pero nunca nada grave.
Jacques siempre ha sido extrovertido y de muchos amigos. Cuando vivieron en Teusaquillo, un barrio muy tradicional de Bogotá, de casas inglesas donde su suegro Manuel Hoyos participó en una proporción importante de su construcción, fueron muy de salir a la calle a jugar con los vecinos y a montar en bicicleta, pues se podía sin que con esto corrieran peligro. También fueron testigos de la construcción de los barrios que hizo la sociedad hebrea, tan icónicos de esta ciudad.
Cuando terminó su bachillerato no sabía qué camino tomar. Tampoco tiene claro por qué decidió inscribirse en Arquitectura en la Universidad Javeriana. Desde el primer día quedó enamorado de la carrera cuando la primera clase se las dictó el decano de ese momento, el arquitecto Carlos Arbeláez Camacho, todo un personaje, muy cuidadoso e impecable con su atuendo.
A Jacques siempre le gustaron las humanidades y las artes, pero también la lectura, visitar museos e ir a los conciertos de la Sinfónica en el Teatro Colón. Por lo mismo, los contenidos de la carrera le apasionaron, en especial por su parte artística.
De esa época recuerda que tuvo amigos muy especiales, pues se armaban pequeños grupos por afinidad. Para citar solo algunos está Jorge Venegas, alguien muy dedicado a la música y al arte, Alfonso Tamayo, El Gato Rodríguez, Guillermo Bayona. Con ellos iba a un bar que se llamaba El 61, ubicado en Chapinero.
Le empezó a ir muy bien con los proyectos que los ponían a diseñar. Se fue aficionando cada vez más, le gustaba hacer maquetas y presentar los trabajos. Ahí se dio cuenta que era muy creativo y observador, antes nunca fue muy dado al dibujo, pero ya como estudiante se propuso tomando apuntes y perspectivas de lo que veía. También tomaba fotos, esas que sirven tanto de referente para lograr un archivo muy importante con ellas.
A través de sus padres tuvo el privilegio de ser amigo de infancia y vecino de Rogelio Salmona siendo mayor. Fueron muy cercanos y estudiaron en el mismo colegio. Él se fue a trabajar por una década en el Atelier 35 de Le Corbusier, pero cuando regresó se acercó mucho con el beneficio de compartir con alguien de su talla.
En ese entonces surgió un movimiento muy fuerte entre los arquitectos conocido como “El Organicismo” influenciado por Alvar Aalto, un finlandés a quien había estudiado a través de sus libros y fotos; también por Frank Lloyd Wright, por Salmona y el Chuly Martínez. Ellos implantaron la modalidad de arquitectura orgánica, mucho más libre y lejana a la rigidez inicial con la que se trabajaba. En ese entonces todo era muy serio, muy marcado, muy duro. Aquí los proyectos obedecían a la naturaleza y debían salir del medio ambiente, debían tener relación con el espacio en el que se estaba trabajando.
Ya graduado y antes de comenzar a ejercer, Jacques decidió viajar a Europa y visitar el taller de Alvar Aalto en Finlandia. Hizo un recorrido muy completo hasta llegar a Grecia. En el taller de Alvar se encontró a un señor muy anciano, muy rígido y neurótico que llegó a regañar a todo su equipo, entonces Jacques decidió hacerse a un lado con prudencia para no molestar.
Se fue aficionando por dibujar, por viajar y por conocer sitios. Hizo un curso de urbanismo en París con una beca del gobierno francés. Fue a Marsella donde Le Corbusier había hecho uno de sus edificios más importantes, se reunió con el jefe de planeación y trabajó un tiempo en esa oficina.
A su regreso se vinculó a Planeación Nacional, pero antes ya había trabajado con el arquitecto Dicken Castro cuando participó de varios de sus proyectos entre los cuales está el mercado de Paloquemao en Bogotá del que fue su coautor. Con Dicken se fue formando, se nutrió muchísimo verlo en su trabajo como arquitecto y este le soltó mucha responsabilidad en varios de sus proyectos.
Trabajó con Hans Drews cuando fue decano de la Universidad de los Andes. Hans siendo socio de la firma Robledo, Drews y Castro, de la que Jacques fue bastante cercano cuando terminaba sus estudios, desarrolló proyectos muy importantes de diseño como el Polo Club, incluido su barrio.
Fue profesor de taller de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Javeriana (1961 – 1967), de los Andes (1968 – 1974), también de la Nacional (1983 – 1985) y de la Tadeo (1998). Esta experiencia como maestro fue muy formadora para Jacques, recuerda cómo llevaba a sus estudiantes a que trazaran sus proyectos en el Parque Nacional, pues era importante que lo hicieran en sitio y no sentados en un escritorio. Jacques afirma que así se brinda mayor perspectiva y consciencia de realidad.
Haber pasado por estas universidades tan diversas le permitió conocer un país de manera muy integral y completa pues el ambiente, el enfoque y los intereses de cada una resultan muy distintos, en especial los de la Nacional. Estas vivencias fueron insumo importante para su trabajo posterior como profesional independiente.
Cuando se sintió listo y contando ya con proyectos pagos, decidió abrir su oficina en un pequeño apartamento para lo que contrató a dos dibujantes muy competentes. Asumió retos cada vez mayores que incluso le permitieron ganar premios de arquitectura de importancia y relevancia nacional, como en 1968 cuando obtuvo el primer puesto en el Concurso Nacional para el Edificio de Dependencias Distritales en la Plaza de Bolívar. Lo curioso es que no lo hicieron, sino después de más de una década con un diseño de un tercero, así que esa plata la perdieron.
Como profesional participó, entre muchas otras cosas, del Congreso Interamericano de Planificación en Bahía Brasil, Barrancabermeja y el Plan de Ordenamiento Urbano en 1970. Quizás estos son de los que considera más importantes y de los que siente gran satisfacción profesional.
A través de un concurso de méritos, logró en 1996 ser nombrado curador Urbano por la Alcaldía Mayor de Bogotá, cuando el alcalde era Antanas Mockus.
Una experiencia que le aportó de manera importante en su formación profesional fue haber desarrollado proyectos con Pedro Gómez cuando él ya estaba muy consolidado como constructor y cuando ya había desarrollado el modelo de centros comerciales con Unicentro. Gracias a su papá, Jacques llegó a él y fue un mentor y un referente muy importante. Fue entonces cuando desarrollaron el proyecto de vivienda Macadamia y Provenza Bosque Residencial.
Si bien los proyectos urbanísticos marcaron su vida profesional desarrollando sectores como La Cabrera, Chicó Alto, Rosales, Los Lagartos, Los Nogales, Bosque Izquierdo, el diseño ha sido para él un hilo conductor que le llevó a diseñar la Galería de Alonso Garcés convirtiendo esa preciosa capilla en lo que se conoce como uno de los más emblemáticos espacios de arte, referente del mundo cultural.
Resulta que alguna vez necesitó diseñar una mesa para la sala de su casa y otras auxiliares, estos diseños gustaron tanto que fueron exhibidos para abrirse una nueva línea de negocio. Igual ocurrió con un juego de té en plata que destacaron en una revista de decoración.
Así pues, no solo expuso, sino que fue el responsable de generar los espacios que sirvieron de base para exposiciones colectivas e individuales como las que asumió en los años 1985, 1986 y 1988 en la Galería Deimos, pero también en 1990 en el Museo de Arte Moderno de Bogotá y en el 2002 en la Galería La Cometa en un homenaje a Nueva York.
Esto le lleva a mencionar el protagonismo que ha tenido en su vida el arte. Desde la universidad cuando se reunía con los amigos, desde entonces, lo invitaron a participar de una obra de teatro en calidad de actor, experiencia que disfrutó ampliamente. También con ellos fue uno de los fundadores de la Casa de la Cultura, hoy Teatro La Candelaria, que guarda mil recuerdos y vivencias especiales y queridas.
Pero esto no fue lo más importante, sino lo que vino después cuando Umberto Giangrandi, en una de sus exposiciones, le presentó a quien se convertiría desde ese primer momento en el amor de su vida, su compañera de camino y madre de su única hija, Ana.
Ana Mercedes Hoyos, a sus ojos la mujer más hermosa, la del talento que se habla con su arquitectura, la mujer de convicciones fuertes, pero formas dulces, con la que construyó su casa en Bosque Izquierdo, hogar para convivir en medio del amor y del arte, pero también espacio para los amigos y los eventos enriqueció su existencia y se hizo irremplazable e irrepetible.
Tuvieron una vida cultural muy enriquecida que los animó a crear un espacio satélite en Nueva York, cuna de múltiples exposiciones suyas, lugar de inspiración y gozo por la vida cultural tan inagotable.
La vida no lo preparó para lo que venía y tuvo que asumir la muerte de Ana Mercedes, tan inesperada como insospechada. Aún hoy Jacques no logra superar el dolor que su ausencia le genera. Su alegría está en su hija y en sus nietas a quienes rodea con este temperamento que le permite alimentar la fuerza para seguirse levantando cada uno de los días desde que su Ana Mercedes partió.
- ¿Qué lecciones toma de la adversidad?
En la vida la adversidad me preparó para forjar carácter. Esto es así, pues no todo fluye siempre como se quisiera y no siempre las cosas salen como se ha trabajado para lograrlas. Es ahí donde se mide la capacidad de resistencia y el temple, el coraje y la valentía, las mismas que suelen ser esquivas en ocasiones.
- ¿Ha sentido miedos?
Pienso que la mejor manera de vencer los miedos es echándoles tierra para no alimentarlos.
- ¿Tiene alguna frustración?
No la llamaría frustración porque he sido muy feliz y pleno con lo que la vida me ha dado, pero hubiera querido una familia numerosa. Hoy disfruto de mis nietas como uno de los grandes regalos.
- ¿Cuál es su sentido de la existencia?
Si algo define mi existencia es ser arquitecto. Me siento profesionalmente completo desde ese arte y enriquecido con el de Ana Mercedes, pues los dos nos complementamos en una danza perfecta.
- ¿Qué le gusta dejar en las personas que se acercan a usted?
Trascender es permanecer y quiero hacerlo desde mi obra, esa que habla por mí y me revela.
- ¿Cómo le gustaría ser recordado?
Espero ser recordado por quienes me conocen como una buena persona.
- ¿Qué debería decir su epitafio?
(Risas).