ANTONIO PURI
Las Memorias conversadas® son historias de vida escritas en primera persona por Isa López Giraldo.
Nací en 1966, Chandigarh, Punjab, India.
“Cuando tenía cinco años empecé a estudiar en Boarding School (internado en el extranjero) y estaba fascinado con el arte. No sé si tuvo que ver el que mi vida fuera muy triste en ese entonces, pero solo estaba interesado en el arte, la gimnasia y la escalada en roca. Antes de esa edad tengo muy pocos recuerdos, pero me acuerdo que la gente ponía botellas en el basurero y yo las guardaba para pintarlas.
Mi vida en la escuela fue muy difícil, se forzaba mucho la religiosidad. Había mucho abuso en la iglesia católica y estos internados legitimaron esa idea. No conozco sitios peores que esas escuelas, en términos del abuso tanto mental como físico.
Crecí sin familia. En mi trabajo exploro estos temas porque quiero abordar todo con el corazón abierto para conocerme mejor.
— Lo único peor que crecer sin padres, es haber tenido un padre como el mío.
Hice una obra para esta exhibición llamada La Tumba, y en ese proyecto abordo la muerte de mi padre. Hice una tumba para él y la llamé:
— Arriba, Dios murió por sus pecados. Y este hombre creía ser un dios y abusó a mucha gente en su nombre.
La tumba tiene inscrita en ella la fecha del nacimiento de mi padre; en este sentido lo estoy matando cuando nació. Así abordo el tema del abuso de un padre abusivo.
— Si mi papá fue un dios e hizo cosas malas, prefiero ser el diablo y hacer cosas buenas.
El arte para mí es un vehículo que me sirve para expresar todo lo que he vivido, pero más que expresar simplemente mi vida, descubrir mi existencia en mi trabajo. Es un proceso de dualidad donde consigno mis experiencias pero también las cosas que me ayudan a descubrir más sobre mí: aspectos personales que van más allá de mi vida en la tierra, y también los factores que me hicieron mortal.
— Es un baile entre el tiempo y lo eterno, lo lógico y la intuición, lo orgánico y lo geométrico, el artista y el abogado que habitan en mí.
A los 20 años mi vida cambia completamente, es como una nueva alma que entra en mi cuerpo.
Gracias a mi bisabuelo, el fue profesor de filosofía en la universidad, para explicarme el significado de lo místico.
Estudié arte en una universidad de Estados Unidos. Una vez graduado trabajé en una firma de abogados, pues necesitaba sobrevivir y era muy difícil pagar las cuentas siendo artista. Después de dos años apliqué a una escuela de arte para hacer mi maestría, y también apliqué para estudiar derecho. Cuando fui aceptado en las dos facultades tuve que decidir cuál escoger, y escuché a la gente, lo que hoy considero un error. Fui a la escuela de leyes y ejercí como abogado mientras seguía con el arte, pues pintaba todos los días.
Abrí una galería de arte y un estudio, e hice todo mi trabajo después de mi práctica como profesional del derecho. Me gradué como abogado, ejercí por cinco años y el 11 de septiembre de 2001 (9/11), después de oír las noticias y salir de ganar un caso en la corte, decidí nunca más ejercer, pues solo quería ir a casa, mirar a mi hijo de tres años a los ojos y decirle:
— Hijo, tienes que hacer lo que te guste en la vida. No escuches a este mundo; escucha a tu corazón y solo a tu corazón.
Si yo mismo no lo hacía ¿cómo le iba a decir esto a mi hijo?
En el 9/11 también me di cuenta que la vida es muy frágil, y puedes gastarla haciendo cosas para complacer a otras personas o la puedes vivir siguiendo tus sueños. Desde
entonces he sido un artista a tiempo completo y nunca he considerado otra opción.
En ese entonces me había divorciado, y mi hijo pasaba un tiempo con la mamá y otro tiempo conmigo. En vez de contratar una niñera, él trabajaba conmigo en el estudio. Actualmente tiene diecinueve años y estudia filosofía y astrofísica. Es mi hijo mi única familia.
Esa época fue interesante, casi llegué al punto de la quiebra. Tenía que pagar la renta, estaba criando a mi hijo y tenía poca plata, ya que había gastado la que gané en el caso del 9/11. Habían pasado 2 años desde ese momento y vivía completamente del arte. Las cosas iban lentas; vendía obras que hice en la universidad y al mismo tiempo estaba haciendo unas obras muy grandes.
Los Himalayas fueron mi gran inspiración, porque al ser las montañas más grandes del mundo, yo resultaba muy pequeño en comparación, y quise que mi arte, como los Himalayas, fuera mucho más grande que yo. Estaba haciendo obras grandes sin pensar a quién podrían interesarles; les puse fe. El derecho fue un gran compromiso, mi matrimonio también, y ya no quería más compromisos. Hice exactamente lo que siempre deseé, con la esperanza de que el universo me apoyara en esa decisión, con el Dharma correcto.
— Dharma en India significa tu responsabilidad espiritual. Cada uno de nosotros nace para hacer algo en la vida y si lo haces, dicen que el universo te ayuda.
Quise ver si el universo me apoyaba con mi decisión de ser artista, Recibí una llamada de un galerista de Baltimore, Walter Gómez:
— Tengo un cliente que está buscando obras de arte grandes, tienes?
— Eso es todo lo que tengo.
— Puedo ir con él a mostrarle?
— ¡Claro!
Conocí al cliente, que ha sido y hoy sigue siendo el más grande cliente. Compraron dos obras, y de esa venta sobreviví los siguientes dos años. Son tan increíbles que me patrocinaron venir a Bogotá, porque compraron una obra que me permitirá vivir por los próximos cuatro años sin preocupación. Estoy muy agradecido con ellos. Me han ayudado todos estos años y han sido mis grandes patrocinadores y amigos.
Me encanta viajar, soy un bohemio y nómada. Hace unos años, como no conocía Colombia, usé las millas que tenía para venir.
Cuando llegué, observé el arte, la gente, el clima, y los espacios y me enamoré de todo. Fue el momento perfecto, porque mi hijo entraba a la universidad en Estados Unidos e iba a vivir en las residencias, por lo mismo me quedaba muy bien mudarme. Durante sus vacaciones me visita.
— Yo no pienso, prefiero sentir.
Es difícil sentir y pensar al mismo tiempo. Con mi trabajo, mi vida y todo lo demás, yo prefiero sentir. Tomo mis decisiones basado en lo que siento.
Ya tengo mi primer cliente en Colombia, Miguel Urrutia, y me alegra mucho porque no sabía si la gente aquí valoraría lo que hago.
Siento que soy un espectador de mi propia vida, la veo como una película. Cuando trabajo con mi arte, en ocasiones solo miro al artista trabajando. No tengo expectativas para otras personas; no hago arte para otras personas; hago el arte para mí y cuando termino la obra espero que guste, pero no tengo expectativas en el proceso.
Quiero que amen mi trabajo más que a mí, aunque mi trabajo soy yo y sabré que estoy con la persona correcta cuando esa persona ame mi trabajo más que a mí.”