LAURA CAMILA ARÉVALO
Isa López Giraldo es responsable del contenido de su sitio web. Davivienda actúa como patrocinador de la sección Jóvenes Talentos.
Soy una adulta que todavía se siente muy joven y que se fue de su casa en el 2017. Heredé el carácter de mi mamá. Como ella soy soñadora, valiente, arrojada, impulsiva, dulce, generosa, familiar. Según las personas más cercanas a mi intimidad y a mis afectos, resulto muy géminis. He trabajado por cada uno de mis sueños con los sustos propios de la incertidumbre, los de los millennials.
Tengo habilidades comunicativas, pero soy muy hermética a la hora de entablar relaciones con los demás. Como mi familia más cercana no vive en Bogotá, mis pocas amigas son mi núcleo en esta ciudad y una parte muy importante de mi vida.
Mis aficiones están muy conectadas a la curiosidad que tenga con respecto a cualquier tema. En ese sentido, uso mi tiempo libre leyendo, viendo cine, compartiendo con mis amigas y con mi novio. La experiencia de ir a la sala de cine me hace muy feliz, también ir a conciertos, pero creo que el lugar que más plena me hace sentir son las montañas. Allí la vida mejora, se ve amable, me permite sentirme blindada de cualquier angustia o tristeza.
ORÍGENES
RAMA MATERNA
Francisco Domínguez, Kiko, mi abuelo, es de Aguadas, Caldas. Pertenece a una familia de cinco o seis hermanos, uno de ellos sacerdote, otro abogado quienes apoyaron a los menores. Muy joven se escapó de su casa huyendo del rigor de sus papás. Se dedicó a trabajar en fincas en Pailitas, César. Fue allí donde conoció a mi abuela siendo ella de Santander. Más adelante fue conductor de mulas en Bucaramanga.
Lo recuerdo como un abuelo muy consentidor y mimado, realmente muy dulce, alcahueta, colmado de detalles. Fue la autoridad de la casa en términos de decisiones importantes. Murió en el 2009.
Margarita Nieto, mi abuela, fue un ama de casa elegante, delicada, organizada, pero distante, poco afectuosa. Se dedicó a sus cinco hijos: María Helena, Liliana que es mi mamá, Antonio, Sonia (enfermera) y Laura (médica). Con el tiempo se instalaron en Bucaramanga con la ayuda de su cuñado, el sacerdote. Más adelante se trasladaron a Medellín, ciudad que abrazaron como propia y con la que tuve un vínculo muy estrecho durante mi infancia. En efecto, siempre he sentido esa tradición paisa, que es tan fuerte en mi familia materna. Mi abuela aún vive y es una señora amante de los jardines, los viajes y los momentos en los que logramos estar juntos. Es un terrón de azúcar. Le decimos Margot.
LILIANA DOMÍNGUEZ
Liliana Domínguez, mi mamá, nació en Pailitas. Fue educada bajo las buenas maneras, el protocolo, los códigos sociales para dirigirse al otro, para ser bien comportado. Los abuelos procuraron que estos valores suyos nos alcanzaran a nosotros sus nietos.
Curiosamente, mi mamá fue la rebelde de su casa. Estuvo en un internado de Pamplona donde armó complot con sus compañeros para robarse el mecato que mantenían bajo llave y durante alguna operación de estas mató a un perro de una patada porque las descubrió y con sus ladridos las podrían descubrir. Era inquieta, traviesa. El gusto por el dulce llegó hasta Medellín. Cuando ya se iba a graduar del colegio, ella y sus compañeras tuvieron que ponerse el uniforme, pues todas subieron de peso y no pudieron lucir los vestidos que tenían dispuestos para la ocasión.
Montaba caballo a pelo. Ha sido una mujer muy recia, arrojada, algo imprudente, sin filtro. Es dulce y profundamente amorosa, también muy susceptible al desafío.
Inició sus estudios de bacteriología, pero se vio obligada a abandonar su carrera dado que un profesor la acosó por una nota. Fue cuando comenzó a trabajar.
A sus veintiocho años se enamoró de un economista quien la retó diciéndole que seguramente ella no sería de capaz de casarse con él. Se casaron y tuvo a Andrés, mi hermano mayor. Tiempo después se separaron.
En la época de la violencia generada por Pablo Escobar mataron a su hermano. Nunca me han dicho que fuera él quien matara a mi tío, pero fue en esos días. Con humor negro y con desolación, algunas familias de Medellín dicen que casi todas pusieron su cuota de violencia. La nuestra fue Toño. Apareció pasados tres días, precisamente en el cumpleaños de mi mamá. Todos quedaron muy impresionados con la noticia, pero ella no pudo con lo que estaba sintiendo, se vio muy perturbada. Entonces preguntó en la Fiscalía (o en la Policía) por lo ocurrido y le aconsejaron no hacer nada, no preguntar, esto con el fin de no correr la misma suerte.
Dada esta circunstancia decidió trasladarse a Bogotá con Andrés. Organizó su vida de tal forma que pudiera trabajar. Después de pasar por muchos empleos distintos, llegó a Fenalco como asesora comercial. Estando aquí conoció a mi papá.
RAMA PATERNA
Juan Bautista Arévalo, mi abuelo, fue un patriarca, exigente, machista, familiar, luz de la calle, oscuridad de la casa por estricto, por duro. También dicen que fue amoroso y exigente en valores. Como carpintero fue muy exitoso, logró hacerse a un patrimonio importante. Compró su casa en el barrio Restrepo, en Bogotá. Tuvo ancianato como una manera de ayudar a sus vecinos de la tercera edad, lo que lo convirtió en una especie de celebridad en la zona. Dejó escrito su testamento y recuerdo haberlo leído. Encontré una libreta en que tenía anotado el nombre de cada uno de sus hijos con la fecha de nacimiento.
Inés Cortés, mi abuela, se casó a los trece años con mi abuelo, de veintiséis. Tuvieron veinte hijos, los dos mayores murieron recién nacidos. Quedaron nueve mujeres y nueve hombres, donde ellas tenían que atender a sus hermanos con oficios que iban desde lavar su ropa, tender sus camas y servirles la mesa.
Cuando mi abuela salía con sus hijos al parque, los vestía con ropa marcada con sus nombres y los hacía formar en fila india amarraditos con cuerdas para que no se extraviara ninguno.
La abuela siempre fue muy recia, solo en los últimos años se volvió un confite. Murió a sus casi cien años rodeada del amor de su familia.
Joaquín Arévalo, mi papá, fue siempre muy apuesto, galante, noviero, travieso, alegre, vanidoso, nocturno. Le encantaba conquistar, jugar fútbol e irse de fiesta. Inició contaduría, pero la buena vida hizo que no le interesara mucho consagrarse en nada. Por su simpatía se convirtió en un gran vendedor, en asesor comercial, aunque me cuenta que joven alcanzó puestos altos a los que renunció. Recuerdo que, ya casado, sus vestidos los planchaban con agua a una determinada temperatura y se disponían muy bien. Se demoraba eternidades organizándose antes de salir, precisamente por su vanidad, porque fue muy esclavo de su apariencia.
PRIMEROS AÑOS
Mis papás se conocieron cuando él tenía treinta y ocho años y mi mamá uno menos. Fueron una pareja volátil, vibrante. Soy la mayor de sus hijos seguida de Ricardo José. Andrés, once años mayor que yo, vivió un tiempo con nosotros. En su adolescencia se fue con su papá, pero siempre ha sido muy cercano a nuestros corazones.
En la casa se tenían rituales familiares los domingos, en los almuerzos y en las salidas. Mi mamá siempre procuró que viviéramos a plenitud nuestra infancia. Para ella fue importante que nos divirtiéramos. Su familia siempre estuvo muy presente en nuestra vida y en nuestra crianza pues fuimos los únicos sobrinos y nietos. En la casa de mi papá somos los menores, dado que tuvo hijos siendo ya muy mayor.
Siempre me he sentido muy orgullosa de mi mamá y alardeaba con ella. La veía muy delicada, suave, elegante, bien comportada, bien puesta. Fue muy estricta, era quien imponía las reglas. Mi papá fue muy alcahueta, solo una vez me regañó estando yo muy chiquita. Gracias a él pude ir a pijamadas y tener novios. Recuerdo sus rituales para ver fútbol como hincha del Santa Fe.
Nos enseñaron códigos sociales en la comunicación, en la presentación personal, en las formas y buenas maneras, lo que nos ha resultado muy útil en la vida. Esto va desde tener las manos muy bien organizadas, vestirnos de cierta manera, cuidar el tono de voz, elegir muy bien con quien nos relacionamos. Porque nos protegieron de correr riesgos que dañaran nuestra integridad. Fuimos educados para que a la gente le resultara agradable estar con nosotros. También nos criaron en valores como la honestidad, la honradez, la solidaridad.
Tuve mucho afán de crecer, cosa de la que ahora me arrepiento profundamente. Me da risa saber que no tenía la dimensión de lo que venía en la vida adulta. Siempre he querido saber y vivir todo lo que me causa curiosidad.
ACADEMIA
PRIMEROS AÑOS
Mi mamá siempre quiso que estudiara en colegio mixto para que aprendiera a desenvolverme con hombres preparándome así para mi vida adulta. Fui muy juiciosa hasta quinto de primaria, tiempo durante el cual me gané todas las medallas. Era suave y tranquila. Pero esto cambió.
MEDELLÍN
Mis papás se separaron cuando yo tenía once años y cursaba quinto de primaria. A partir de ese momento mi mamá nos llevó a vivir a Medellín. Estando allí las tías quisieron matricularme en un colegio de monjas muy prestigioso, pero mi mamá fue muy inteligente al decidir que no lo haría. Tuvo dos razones: era colegio femenino y de otro estrato social. Ella nunca quiso que sus hijos padeciéramos lo que las diferencias sociales significan para unos adolescentes. Entonces nos protegió y nos matriculó en el Ferrini, colegio privado y mixto, por supuesto.
Cursando sexto me enloquecí, porque fui una adolescente insoportable. Me sentía la niña diferente, la que hablaba con acento rolo, me volví mentirosa, terrible. Nunca hice nada grave, pero controlarme o sobreprotegerme no debió haber sido fácil para mi mamá.
AMAGÁ
Coincidió este momento con el reencuentro con el novio que había tenido mi mamá en su adolescencia. Él administraba ladrilleras en la periferia de Medellín, lo que resultaba muy peligroso dados los traslados diarios hasta Medellín por carretera. Por lo cual decidieron instalarse en Amagá, en una cabaña preciosa que hacía parte de una parcelación en lo alto de una loma desde la que se divisaba el pueblo.
En la parcelación teníamos piscina, cancha de tenis, de fútbol y demás. Entonces mis amigos del colegio subían a visitarme y solo con ellos mi mamá me dejaba compartir, pero estando en la casa. Si tenía alguna fiesta, primero iba, inspeccionaba el lugar, revisaba las salidas de emergencia. Cuando me escondían el teléfono sobornaba a mi hermano para que me vendiera minutos o me entregara mi celular y así poderme comunicar con mis amigos.
Mi mamá hizo parte del consejo de padres. Enviaba a algún trabajador de la ladrillera a que me recogiera a la salida del colegio, porque comencé a tener novios, quienes desde chiquita fueron muy mayores que yo.
Estas dos circunstancias dieron la idea de que éramos millonarios, sin serlo.
Estudié en la Normal de Amagá. Esta era la opción menos grave o menos peligrosa (según mi mamá) de las dos que el pueblo ofrecía. Pero antes de que terminara el año mi madre fue sobrepasada por los peligros de la violencia que amenazaba el pueblo y mi rebeldía o mi adolescencia, así que decidió que debíamos devolvernos a Bogotá con mi papá. Amagá estaba muy amenazado por paramilitares. Mi mamá temía que, en medio de mi locura, terminara secuestrada, embarazada o en cualquier situación que después lamentáramos.
BOGOTÁ
Llegué a vivir con mi papá, quien estaba en una relación con Teresa Pérez. Tere ha sido como una segunda mamá, la amamos profundamente.
Regresé a mi antiguo colegio, pero no sola, sino con mi hermano quien ha sido mi compañero en todas las circunstancias de mi vida. Fue una experiencia tranquila, pues mi papá era más permisivo. Toda la locura que me invadía se calmó al no verme tan controlada. Y me ennovié muy temprano con un joven estudiante de universidad. Yo tenía catorce años. La relación fue desde octavo grado hasta once.
Mi papá no salía de la coordinación del colegio, porque yo era inquieta, indisciplinada, intensa y distraída. Nunca perdí un año, pero no era la más aconductada (sic). Como mi papá, quise vivir la vida, la adolescencia, salir de fiesta, descubrir el mundo.
A mí nunca me ha intimidado eso de ser nueva en un lugar. Llego con mucha fuerza, arrasando con todo. Fui de esas niñas un poco montadorcitas (sic), saboteadora, desafiante, adolescente dura. . Lo que me deja tranquila es que nunca fui cruel, aunque uno nunca sabe el grado de daño que pueda causar en el otro, y lo subestima. Pero me encantaba jugar a eso, me parecía divertidísimo.
No me gusta demostrar que soy vulnerable. Considero que soy ese tipo de persona que cae mal, pero no me ha afectado en lo más mínimo. Por el contrario, uso esto a mi favor. Es decir, sé muy bien que lo que cae mal es una suerte de fuerza que no me incomoda. Fui educada por muchas mujeres fuertes que me enseñaron a encarar cualquier desafío sin miedos, lo que puede resultar intimidante. Me gusta actuar con seguridad, así me invadan las inseguridades. Si alguna vez sufrí acoso, no debí derramar una sola lágrima, seguro me recuperé rapidísimo, eso si es que me di cuenta, porque no recuerdo.
VOCACIÓN
Desde primaria supe que quería ser periodista, decisión que nunca cambió. Tuve tres motivadores. Uno fue la muerte de mi tío Antonio que me generó una impresión muy fuerte. Realmente me afectó la forma como lo encontraron, como lo mataron. También me afectaron las noticias.
Otra fue que el conflicto del país no me fue indiferente, despertó mi curiosidad. Recuerdo a mi papá escuchando radio mientras se arreglaba para ir a la oficina. Este fue un sonido ambiente en el que nunca daban buenas noticias, sino las que todos conocemos con suficiencia.
Uno de los hijos de mi tío Víctor, abogado y hermano de mi abuelo Kiko, murió con la bomba de el club El Nogal. No olvido el mensaje que recibió mi mamá en su beeper con la noticia. Nos encontrábamos en el centro, junto a un Arturo Calle. Pidió el teléfono prestado en el almacén y le confirmaron la noticia.
Finalmente, en Medellín, mis tías Sonia y Laura, una médica y otra enfermera, me dejaron el recuerdo de las navidades en las que ellas abortaban los planes por salir corriendo al hospital a atender heridos. Detenían el carro, nos dejaban encargadas con alguien mientras se iban afanadas.
Una situación muy especial se dio, a mis once años, mientras nos encontrábamos en una panadería. Recuerdo estarme comiendo un churro de arequipe cuando empezó a sonar pólvora. Elevé mi mirada para de inmediato darme cuenta de la situación. Vi a un sicario asesinando a una señora. Vi cómo salían los chispazos de la pistola, como cayó la señora al suelo, la manera como la mató y como se fue del lugar.
Esto me implantó una semilla en la que supe que quería ser parte de la historia, pero contándola. Además, tengo muy presentes las conversaciones conmigo misma desde que soy muy joven. Crecí con una sensibilidad sobre muchos temas que no tenían los otros niños y que yo tampoco compartía porque no lo creía necesario. Esas charlas íntimas han sido las que me han conducido por caminos de mucha reflexión y crisis constantes. Crisis que agradezco y que he aprendido a manejar: son mi espacio para la transformación constante.
He sido buena para comunicarme, no soy tímida, lo que ayuda enormemente. Me parecía ridículo, pero sobre todo muy impresionante lo que pasaba en el país. Y tenía un afán, un motor interno que me impulsaba a comunicar cosas.
Al graduarme dije que quería ser periodista para lo que conté con el apoyo de mi mamá, con su confianza. Mi papá pensó que seguiría buscando excusas para no concentrarme en algo serio. Entonces me invitó a pensarlo, me di una licencia de seis meses mientras consideraba si estudiar Periodismo, Derecho o Psicología, como mi papá sugería.
UNIVERSIDAD CENTRAL
Comenzó mi proceso de buscar universidad. Revisé la Sabana, la Central y el Politécnico. Decidí la Central porque me quedaba más cerca. El aviso, el nombre del lugar, no me preocupaba, sabía que iba a ser buena independiente de este. Además, aquí estudiaba publicidad quien había sido mi novio durante tantos años.
Resulto muy intuitiva, entonces no pienso mucho las cosas que están en mi sensación. Por el contrario, a las que están muy en blanco sí les dedico tiempo.
Mi expectativa era aprender la manera como se cubre una guerra, que me enseñaran sobre el conflicto armado, conocer más sobre el Plebiscito. Me empezó a ir muy bien en radio y televisión, pues soy muy desenvuelta frente a un micrófono y frente a una cámara. En diseño audiovisual me lucí por mi facilidad natural. Nunca exploré la escritura.
ESTADOS UNIDOS
Cursando cuarto semestre mi papá y Tere se casaron. Lo hicieron para poder aprovechar que un tío ya era ciudadano americano y favorecer el trámite de solicitud de visa familiar. Fue así como en el 2015 nos fuimos a vivir en calidad de residentes Hollywood , Florida.
Yo no quería viajar, pero suspendí mi carrera para ensayar. Busqué universidades para continuar mi carrera. Encontré, pero eran ridículamente costosas. Tampoco era un lugar que me emocionara para ejercer mi profesión, pues mi interés estaba en lo que ocurría en Colombia.
En algún momento le dije a mi papá que quería regresar, pese a tener mi green card. Contaba con una ventaja enorme sobre tantos que desearían semejante oportunidad, como me lo hizo ver mi papá. Pero no me importó. Busqué trabajo en una panadería argentina en la zona, ahorré la plata y regresé a Bogotá sabiendo que perdía su protección.
BOGOTÁ
Tomé el riesgo de estar sola, de quedar por mi cuenta, pues mis papás no querían que yo desaprovechara lo que me estaban brindando. Pero no sentí miedo, por el contrario, me reté entusiasta y todo salió bien.
Mis amigas se encargaron de conseguirme el apartamento y de amoblarlo. Así, cuando me bajé del avión, me recibieron en el aeropuerto y al día siguiente me acompañaron a amoblarlo. Entonces, sin llegar ya tenía mi espacio y veinte días más tarde retomé mis estudios.
Uno de mis novios había sido profesor mío en la Universidad. Teníamos la expectativa de continuar la relación una vez yo regresara, lo que no ocurrió. Pero me recomendó en una agencia de comunicaciones que manejaba películas y en la que estaban buscando un jefe de prensa. Presenté la entrevista y resulté elegida.
En el ejercicio de mi cargo me relacioné con directores de cine, fotógrafos, actores. Realmente disfruté esta experiencia, me hizo muy feliz. Por otra parte, me fue posible seguir viajando a los Estados Unidos por dos meses, y cada cuatro, a fin de no perder mi residencia.
TRAYECTORIA PROFESIONAL
EL ESPECTADOR
Una gira de medios que suelen hacerse para buscar periodistas me llevó a El Espectador. Aquí conocí a Fernando Araújo quien, después de casi dos años y terminando yo mi carrera, me preguntó dónde haría mis prácticas y me invitó a adelantarlas en el periódico. No lo dudé un segundo. De inmediato llamé a mi papá a decirle que no regresaría dado que había conseguido trabajo, aunque como practicante, no indefinido. Pero nuevamente tomé el riesgo.
La pandemia me encerró en Colombia haciendo que perdiera definitivamente mi residencia al no poder viajar. Empecé a escribir, fueron textos de principiante, de una que no había escrito antes y que poco leía, por supuesto. Se me empezó a abrir un mundo que satisfizo mi curiosidad.
PERIODISTA CULTURAL
Me sentaba a leer los libros que no me recomendaban. Por rebeldía dejaba de leer cuando me lo ordenaban y leía lo que no debía leer. Durante algunos años mi mamá me dejó lecturas y me pidió hacer un resumen que revisaría a su regreso de la oficina. Ahora lamento haber usado distinto mi tiempo libre siendo una rebelde sin causa Las veces en las que me acerqué al arte la literatura o al cine, fue obligada Lo hice por genuina voluntad dada la oportunidad de trabajo que tuve, llegó a mi vida por suerte, no fue producto de una búsqueda.
Pasados cinco meses fui contratada como periodista cultural, en el 2018. Este es el medio que encuentro más maravilloso que permite transformar a los seres humanos, comenzando por mí.
Gracias a esta experiencia, la que me brindó Fernando Araújo, mi mundo ha cambiado, también la manera como quiero vivir y el sentido de lo importante. Fernando me hizo ver mis fortalezas, mis habilidades innatas, también mis debilidades como la falta de concentración y la grandísima ingenuidad, un problema en el periodismo. Él me retó intelectualmente. Pude inventarme de forma muy diferente y dejar de ser lo que los demás no querían, para ser consciente de lo que yo esperaba de mí. Me inventé una nueva Laura Camila y con esa vivo ahora.
PODCAST
Aunque ahora escribo la mayor parte de mi tiempo, siempre he querido trabajar en radio. He descubierto que mi proceso tiene que ver, en gran medida, con las transformaciones a través de la escritura, la lectura y el trabajo diario. Quería un proyecto un poco más propio.
Hablé con Fernando de esto muchas veces hasta que se me ocurrió mezclar algunas de las cosas que más me gusta hacer como periodista: entrevistar, conversar, hacer preguntas sobre temas como la vida, la muerte, el amor. Hago reflexiones a partir de problemas que, al parecer, son muy importantes como para relacionarlos con las pasiones humanas.
Disfruto del contacto con las personas. Me gusta observarlas mientras responden. Leo las frases que me producen la sensación de descubrir el gran código por el que esperé tantos años y que me permitirán continuar mi camino. Esto siempre lo he hallado en los libros.
El refugio de los tocados tiene una dinámica diseñada para que yo disfrute cada parte del proceso. Primero elijo un invitado por el que tenga una gran curiosidad, le pido que escoja una obra literaria que sea muy importante para él. La leo y finalmente diseño una entrevista con dos objetivos. Primero busco hablar del libro, pero, sobre todo, busco conocer al invitado a través de esa elección. Después, edito. Este es un trabajo largo, requiere de muchos pasos, pero lo disfruto muchísimo.
Me siento muy orgullosa de ese proyecto, que ya va en su segunda temporada y ha tenido invitados como Nicolás Montero, María José Pizarro, Jaime Granados, Salud Hernández, Juan Gabriel Vásquez, Mario Mendoza, etc.
PROYECCIÓN
Amo mi fuente y estoy absolutamente comprometida con todo lo que rodee la cultura y las artes. He tenido la oportunidad de ser periodista política o jefe de prensa, pero no he querido dejar El Espectador. Aquí he crecido como profesional y tengo lo más importante en mi trabajo como es la libertad.
A futuro quisiera hacer radio, ser editora, escribir un libro. Sobre todo, quisiera descubrir más formas de inspirar y contagiar a las personas acerca de ese refugio que se puede encontrar en un libro, en una película o en una pintura. Ese descubrimiento ha sido el más importante de mi vida. No creo que quiera hacer otra cosa que defenderlo y promoverlo.