Juan Felipe Riaño

JUAN FELIPE RIAÑO

Isabel López Giraldo es responsable del contenido de este sitio web en el que Davivienda actúa como patrocinador de la sección Jóvenes Talentos Davivienda.

Soy un economista, ingeniero, académico, alguien a quien le gusta estar aprendiendo cosas nuevas y enseñándolas. Una persona curiosa que quiere entender por qué estamos aquí, por qué las oportunidades no están distribuidas de forma equitativa.

Me gusta leer sobre temas relacionados con mi profesión, sobre la inferencia causal, por ejemplo. Nada me apasiona tanto como mi trabajo.

ORÍGENES

RAMA PATERNA

Mis abuelos son de Güicán, al norte de Boyacá.

Luis Eduardo Riaño, mi abuelo, fue un hombre muy serio. Dado que no le era posible estudiar el bachillerato en su pueblo, repitió cinco veces quinto grado de primaria. Esto fue así hasta que tuvo edad para enlistarse en la Policía donde logró el grado de suboficial. Porque le gustó el servicio público, la política. Fue nombrado alcalde de varios municipios, aunque pequeños. De manera infortunada lo mató la guerrilla por temas que aún hoy desconocemos.

Hilda María Varón, mi abuela, fue una mujer muy retraída, silenciosa, huraña. Vivió una situación muy traumática en su niñez que hizo que se fuera de su casa embarazada de su padrastro. Ya con una niña en sus brazos conoció a mi abuelo, se enamoraron para iniciar su nuevo hogar y tener siete hijos.

William Darío Riaño, mi papá, nació en Tunja. Obtuvo siempre buenos resultados académicos, era quien le ayudaba a los otros con sus proyectos. Fueron muchas sus aficiones, tocaba guitarra, practicaba deportes, fue muy atlético. Es ingeniero de vías y transportes de la UPTC de su ciudad. Estando en último año de universidad quiso estudiar una maestría en Israel, lo que no se le dio. También sufrió un accidente que marcó un nuevo comienzo en su vida.

RAMA MATERNA

José del Carmen Rodríguez Cárdenas, mi abuelo, nació en Moniquirá, Boyacá. Fue ebanista, trabajó también en una empresa de bocadillos para los que fabricaba las cajas. Estando ahí conoció a mi abuelita, quien era la hija del dueño. Tuvieron un amor idílico que lo llevó a él a trabajar sin cobrar. Viajaron por el país repartiendo bocadillos hasta instalarse en el Valle del Cauca.

Tuvieron dos hijos, pero mi abuela murió dando a luz a mi mamá. Esto hizo que mi abuelo entrara en depresión profunda, que sufriera un shock que le dañó la vida. Entró en una espiral terrible que impidió que se hiciera cargo de sus hijos.

Amelia Rodríguez López, mi mamá, nació y creció en Palmira, pero tuvo que vivir luego en la casa de uno de sus tíos en Tunja, mientras que su hermano llegó donde otro pariente. Para mi mamá no fue fácil adaptarse al cambio ni al clima ni a la gastronomía. Nunca entendió cómo podían mezclar cebolla con leche en una sopa y, además, llamarla changua.

SUS PADRES

Mis padres se conocieron estudiando en el colegio y se enamoraron para siempre. Juntos estudiaron en el INEM y en la UPTC, mamá Enfermería y papá Ingeniería de transportes.

Una vez graduados mi mamá hizo su rural en un municipio de Boyacá. Pero, en ese entre tanto, mi papá se accidentó gravemente. Aunque el diagnóstico fue una hernia discal, en cirugía le aplicaron anestesia en exceso dejándolo en coma. Despertó a los tres meses sin que mi mamá se le hubiera despegado un minuto.

Se pensó que quedaría vegetando, pero por fortuna no fue así. Claro, tuvo que volver a aprender a escribir, a hablar, a caminar. No perdió su memoria, pero sí la habilidad corporal. Esa situación los unió muchísimo. Como mi papá se encontraba hospitalizado en el Instituto Neurológico de Bogotá, decidieron quedarse a vivir en la ciudad y se instalaron en el barrio El Tunal.

El primer trabajo para mi papá fue el de asistente de investigación en ingeniería en la Universidad Nacional al tiempo que adelantó su especialización en transporte, pese a sus limitaciones. Mi mamá lo apoyó, le ayudó a practicar los exámenes orales y escritos. Esta es una historia de superación impresionante. De cero a cien, porque las secuelas fueron mínimas.

Luego mi papá trabajó en una empresa de carrocerías y actualmente es supervisor en el SENA. Mi mamá se vinculó a la Fundación Santa Fe como enfermera y con los años pasó a la parte administrativa. Y fue la primera enfermera que trabajó en la Superintendencia de Salud.

DANIEL ESTEBAN

Daniel Esteban, mi hermano menor, empezó a mostrar comportamientos. La situación lo obligó a cambiar muchas veces de colegio. Si bien se intuía que podía ser autismo, no contábamos con las herramientas para diagnosticarlo y darle manejo. Cuando cursaba mi doctorado me encontré con personas que se comportaban como lo hacía mi hermano y, al preguntar, supe del espectro Asperger.

La mayor dificultad ha estado en la socialización. Nunca fuimos a fiestas, matrimonios o eventos que implicaran compartir con otras personas o soportar ruido. En mi caso, los encontraba vacíos, innecesarios.

Para dicha de todos, se graduó con mención especial del colegio. Actualmente está en un programa profesional de la Universidad del Rosario que lo involucra en el ambiente universitario.

Con mi hermano aprendimos que no hay una única forma de ver el mundo y que las personas aprendemos todas de maneras muy diferentes.

PILARES DE FAMILIA

El amor ha sido nuestro pilar más importante, la forma de salir adelante como familia: somos cariñosos, expresamos los sentimientos. Aunque también hemos sido muy solos.

INFANCIA

La discapacidad física que vivió mi papá y la condición de mi hermano marcaron mi infancia. Tuve que madurar muy rápido, desde muy temprano en mi vida.

Mi relación con mi papá se dio a nivel intelectual: entre otras cosas me enseñó a jugar ajedrez y la importancia de estudiar. El lazo estrecho con mi hermano me enseñó a ser muy empático con las personas, especialmente con las diferentes, con las excluidas socialmente. Por ejemplo, a quienes no eran aceptadas en los juegos, yo las integraba en alguna actividad que me inventaba. Me siento atraído por quienes otros descalifican.

Nunca quise ser un problema para mis papás, ni siquiera en mi adolescencia. Busqué siempre brindar lo mejor, tanto con mi comportamiento como con mi emocionalidad. Es más, cuando intento divertirme por fuera de lo cotidiano, quizás hacer cosas locas, me siento horrible y prefiero evitar.

ACADEMIA

Cuando comencé a estudiar mis papás habían comprado ya su primer carro, un Sprint rojo. Para nosotros fue el señor carro, todo un lujo, pero por el que recibieron amenazas de muerte. A alguien no le gustó la situación, nunca supimos si se trataba de una amenaza vacía.

Como siempre quisieron brindarnos la mejor educación, buscaron un buen colegio que pudieran pagar. El caso es que decidieron que nos mudaríamos a Pablo Sexto, en Teusaquillo. El cambio les sirvió para este propósito, para evitar nos hicieran daño y para estar más cerca de sus trabajos.

COLEGIO REFOUS

Estando Teusaquillo nos matricularon en el Refous. Este es un colegio que recibe a los estudiantes en transición, luego ya no. Con este sistema se va formando una especie de pirámide en la que se pueden repetir años, pero no llegar de afuera.

Su enfoque es muy matemático, con temas de equidad que se ven desde el hecho de que no se usa uniforme hasta por los rangos de estratos tan amplios de los estudiantes. La estructura jerárquica de poder les funciona muy bien, y se alineó perfecto conmigo.

Fui muy ñoño, entonces me tocó ver cómo muchos de mis compañeros repetían año o se cambiaban de colegio. Después de cuarto de primaria debíamos estudiar los sábados, lo que no era común con respecto a los otros colegios. Para mí fue extraño. Me dediqué a la cerámica, una vocacional en la que me volví muy bueno.

Cuando llegaba a la casa me dedicaba a acompañaba a mi hermano con el apoyo de una empleada. Tiempo después mis papás contrataron para él un tutor. Y yo dediqué mi tiempo para estudiar, para leer, porque siempre estuve en función de mi crecimiento personal.

En el colegio hice muy buenos amigos con quienes conservo un vínculo muy fuerte desde entonces.

VOCACIÓN

La conexión con mis papás no fue nunca de hacer actividades por fuera, al aire libre o socializando, sino que fue muy cognitiva. Conversábamos muchísimo, sobre noticias. El que mi papá me enseñara a jugar ajedrez implicó que yo aprendiera de estrategia, de jerarquías, de orden. Me hizo consciente de que existen las consecuencias irreversibles que determinan el camino hacia adelante.

Las conversaciones con mis padres me hicieron curioso, despertaron mi gusto por aprender. A ellos siempre los vi preparándose para presentar exámenes que les permitirían ser promovidos, lo que fue una motivación y una influencia importante en mí.

Recuerdo que en algún momento el profesor de geografía nos puso a estudiar el Tratado de Libre Comercio – TLC. Entonces me consagré a ese dulce de tarea, me dediqué al tema, leí noticias. Se me volvió una obsesión entenderlo, saber si era bueno o malo. Y preparé una cartelera estupenda. Pasado un mes, cuando debíamos sustentar, al profesor se tenía por completo olvidado el tema. Nadie había hecho nada cuando para mí era el todo. Igual presenté. Lo más importante fue que me quedó el bichito del gusto por la economía.

ELECCIÓN DE UNIVERSIDAD

Para los estudiantes del Refous significaba todo un reto estudiar en la Nacional, pero yo me desvié. Para ese momento quería ser ingeniero y como tal averigüé los detalles, también los de cómo adelantar dos carreras, las que me había planteado desde muy niño.  

Me obsesioné con el ICFES, y en efecto obtuve el mejor puntaje. Entonces todos esperaban que estudiara en la Nacional, como lo hicieron muchos de mis compañeros. Para ese momento salió la beca Quiero Estudiar que otorgaba la Universidad de los Andes a la que apliqué y fui aceptado.

UNIVERSIDAD DE LOS ANDES

Mi experiencia en la universidad fue maravillosa, aunque desde el inicio me fue muy evidente la diferencia de oportunidades con mis compañeros. Ellos todos hablaban perfectamente inglés, pues venían de colegios bilingües, eran estudiantes de calendario B, habían viajado, tenían deportes, vestían ropa de marca.

Recuerdo que alguna vez dijeron que iban a comprar un cuaderno de hojas. Como para mí todos los cuadernos eran de hojas, entonces no entendí el comentario. Resultó que se referían a una marca.

Los becarios teníamos reuniones semanales y salíamos de ellas para encontrarnos con los otros compañeros, a los que no sentíamos pertenecer. Al principio uno no es consciente de la diferencia. Claramente empezamos a sentir discriminación social por las interacciones que se iban produciendo. No nos tenían en cuenta para las fiestas, luego escuchábamos los comentarios. Así muchos ejemplos. Esto conllevó a que hiciéramos un grupo aparte, los de Quiero Estudiar.

Nos retamos con los resultados académicos, los que nos implicaron más esfuerzo, más dedicación de tiempo, pese a la barrera que existía con el inglés. Los otros podían leer los libros en inglés, remitirse a YouTube para aclarar sus dudas. Porque, además, tenían los recursos tecnológicos.

La experiencia con los profesores fue otra. Quizás la universidad los preparó para recibirnos, más no a los alumnos que serían nuestros pares quienes no sabían cómo aceptar la diversidad de los que en ese momento éramos los diferentes. Esto fue así a excepción de dos amigos, quienes empatizaron con nosotros.

En primer año conocí a Tatiana, mi esposa, nos hicimos muy amigos. Nos acercó la diferencia que había entre nosotros y el resto del grupo. Entonces nos apoyamos, nos esforzamos juntos, nos dimos valor y entusiasmo e iniciamos un camino juntos.

DOBLE PROGRAMA

Pese a todas estas dificultades inicié, junto a Tatiana, el doble programa en Ingeniería Industrial durante el segundo año de Economía.

En la bienvenida de primer año, el día de la inducción, mi papá se entusiasmó con Alejandro Gaviria cuando contó su historia de cómo siendo ingeniero se volvió economista para comprobar que sí era posible ser ingeniero, pues él se sentía de alguna manera frustrado cuando no seguí sus pasos.

ASISTENTE

Mi proyecto era salir a conseguir trabajo. Ese era el deber ser.  El cambio de mentalidad se dio cuando me vi obligado a ser asistente en las materia de ingeniería.

Cuando estaba por graduarme del pregrado, vi cómo mis compañeros hacían pasantías en las empresas o trabajaban para los profesores. Yo me preguntaba cómo hacían, cómo lo lograban. En muchas ocasiones fui el mejor de la clase, pero nadie me llamaba. Me enteré de que había que solicitar esos espacios, que era yo quien tenía que buscar la oportunidad.

De esta manera pude hacer mi maestría. Supe que si seguía estudiando me abriría las puertas a nuevos caminos. También supe que mis profesores todos tenían doctorado, entonces me pregunté la razón. Vi cómo había otros caminos, uno de ellos era irse a estudiar por fuera.

PASANTÍA

Porque era el deber ser, hice mi pasantía en el Ministerio de Hacienda cuando el ministro era Mauricio Cárdenas. Todos las buscaban, pero a mí no me gustó ser servidor público, me estresó.

Entonces comencé a buscar entre los profesores alguno con quien pudiera trabajar. De esta manera conocí a quien se convertiría en mi primer mentor académico, Leopoldo Fergusson. Leopoldo acababa de llegar al país, hacía política fiscal, enseñaba economía política, tema del que yo no sabía.

Toqué a su puerta para cambiar mi mundo. Él fue claro al decirme que en ese momento no tenía una posición para darme, pero me invitó a trabajar en proyectos conjuntos. Fue cuando me entusiasmé a estudiar inglés y me envió a presentar en La Haya el trabajo que habíamos hecho sobre la violencia en Colombia. Fue mi primer viaje a Europa, no dominaba el idioma, entonces me lanzó al agua, pero fue la experiencia más maravillosa.

También me enseñó la manera cómo las relaciones políticas afectan la economía. Esto fue así cuando en mi carrera no me había acercado a la simple idea, todo eran modelos matemáticos. Ahí encontré una respuesta a mis inquietudes, a las de la diferencia de oportunidades, y entendí que pueden reducirse desde la política.

Trabajé con Fergusson por cuatro años, tiempo durante el cual no solo terminé mi pregrado, sino que adelanté mi maestría. Es mi coautor en la mayoría de mis documentos. Me enseñó las claves importantes para salir adelante, a diferenciar entre lo que quiero y lo que puedo hacer. Es un padrino que impulsa, que orienta, que enseña. Alguien que brinda un trato de iguales, de pares.

Leopoldo iba a dictar un curso de verano del que saldrían nombres de estudiantes que aplicarían al doctorado. Por si fuera poco, escribió una carta presentándome. Además, fue mi asesor de tesis: el comité lo conformaron Guillermo Perry y Carlos Caballero Argáez. Tiene un estudiante en Toulouse, otro en Harvard, y a mí me tiene en Georgetown.

Realmente me encantó ser académico, formularme preguntas, resolverlas y tener la agencia de decidir en qué participar y en qué no.

DOCTORADO

Tuve una limitación económica muy grande para aplicar a mi doctorado. Gracias a los documentos que escribí en coautoría con Leopoldo fui aceptado en Brown University, estuve en lista de espera en NYU y Undergraduate Economics Council – UEC en Canadá. UEC me aceptó pagándome todo, es decir, no requería hacer trámites por becas o créditos ante el Banco de la República.

Conté con mi novia como uno de los apoyos más importantes durante todo este proceso. Gracias a ella me gradué, terminé el doble programa y apliqué al doctorado. Su persistencia me llenó de entusiasmo, su respaldo fue fundamental. Todos estos procesos los vivimos juntos. Tatiana aplicó a un trabajo en el Banco Mundial lo que la mantuvo en Washington mientras yo estaba en Vancouver. Fueron dos años de distancia, visitándonos con frecuencia. Después de este tiempo fue aceptada en el UEC para hacer su doctorado.

En mi tercer año de doctorado Leopoldo me conectó con Felipe Valencia quien venía de Berlín. Él como profesor y yo como estudiante hicimos proyectos juntos. Felipe me enseñó cualquier cantidad de protocolos que se usan en la academia.

POSDOCTORADO

Escribí las palabras de grado, fui al job market en la que me salió una posición buenísima para hacer un posdoctorado en Stanford con todo pago por un año para investigar, y en Georgetown en D.C, me esperaron para ser profesor de Economía. Tuve la oferta de los Andes, otra en Reino Unido.

Mi discusión interna era si volver al país en agradecimiento a Leopoldo, pero no pude negarme ante la oferta de Georgetown, la que, además, para Tatiana significaba volver a D.C. Como hice mi doctorado en seis años y Tatiana en cinco, comenzamos nuestras posiciones laborales al mismo tiempo y compartimos juntos en California mientras ella vivió la virtualidad.

Me tomó todo ese tiempo dado que la información que debía recoger me llevaba a los burócratas del país. Necesitaba recrear sus familias y la carrera en el sector privado y público desde el 2010 hasta el 2017. La llamé Nepotismo burocrático. Allí muestro la importancia de las conexiones familiares para los servidores públicos y el costo que eso implica para la sociedad colombiana. Mi trabajo le fue útil a Alejandro Gaviria durante su campaña presidencial, cuando lo citó repetidas veces.

Llegué al centro King Center on Global Development, cuyo objetivo es hacer investigación que ayude a reducir la pobreza en el mundo, ojalá a acabarla. Parte de su motivación es formar nuevos investigadores procedentes de países en desarrollo que ayuden a evidenciar el problema desde otras perspectivas. Conté con recursos ilimitados para mi investigación. Hice seminarios en Harvard, Yale, y cualquier cantidad de escenarios que me recordaron La Haya.

Estando aquí me encontré con Javier Mejía Cubillos a quien había conocido cuando durante mi doctorado presenté en Abu Dabi. Estando allá me llevó al desierto, a diferentes lugares, porque fue muy generoso y buen anfitrión.

GEORGETOWN

Comencé mi posición como profesor asistente en Georgetown University, el primero de agosto del 2023. Esta es una universidad jesuita magnífica en la que me concentro en mi tema, Economía del Desarrollo, nicho muy específico de la Economía. La perspectiva de una persona de una país en desarrollo es clave para hablar de estos temas.

TATIANA

Le propuse matrimonio a Tatiana cuando estábamos en Canadá. Si bien compartimos en California ahora es profesora asistente en la Universidad de Texas. Esperamos reunirnos muy rápidamente.

PROYECCIÓN

Quiero llegar a ser el mejor economista posible y devolverle a la sociedad lo que he recibido en la vida. Busco nivelar la balanza de la inequidad imitando el ejemplo de mi familia. Porque mis papás se dedicaron a dar, como lo han hecho mis mentores, mis profesores Leopoldo, Felipe, Francesco. Agradezco su apoyo constante, quienes son mi motor.