CECILIA RAMOS
Las Memorias conversadas son historias de vida escritas en primera persona por Isa López Giraldo.
Isa López Giraldo es responsable del contenido de su sitio web en el que Davivienda actúa como patrocinador de la sección Jóvenes Talentos.
Soy Cecilia, una mujer de 38 años. dibujante, esposa y mamá de una hija de 16. Tengo una vida bastante tranquila, con muchos espacios de silencio, al mismo tiempo, soy muy alegre, me encanta bailar y cantar. Soy de esas caleñas que nacen en Pasto, mis papás se casaron allá, pero siendo yo una bebé se separaron, así que mi mamá se devolvió a Cali a vivir con su familia de donde nunca me fui.
Como me registraron tarde, siempre pensé que mi fecha de nacimiento era diciembre, pero resulta que yo nací en noviembre, entonces, mi fecha de documento es distinta a mi fecha de nacimiento.
Hay una cosa que me parece curiosa, un sino del destino y, es que siempre he estado rodeada de hombres, mi mamá me dice que el día en que nací, toda la salita de bebés estaba llena de niños y yo era la única niña.
Mi abuela fue una mujer de carácter fuerte, muy dura, hecha de otro material, a diferencia del de mi abuelo que era tranquilo y adorable. Él era enfermero y ella, una de las primeras mujeres que se cedularon en Colombia. Fueron desplazados por la violencia. Vivían en Nariño donde nacieron sus primeros hijos, terminaron en Cali y, luego de ser campesinos que llevaban una vida tranquila, les tocó vivir en la ciudad en medio de la pobreza esto marcó la historia familiar.
A mí me parece increíble que, tres generaciones después, yo te esté hablando desde un lugar cómodo gracias a las decisiones de mi abuela y mi madre, por su empuje y por todo lo que me enseñaron.
Mi mamá es una mujer muy especial y linda, marcó mucho mi personalidad porque nunca estuvo limitada por todas las cosas que siempre dicen que ‘la mujer debe ser’ sino muy por el contrario. Mamá podía cambiar el techo de la casa, la tubería si era necesario y, al mismo tiempo, cocía, bordaba y cocinaba delicioso, es increíble, sabe hacer de todo. Nada la limitaba ni lo hacía conmigo diciéndome que hubiera cosas propias de niñas. Mi mamá tuvo un hijo más y mi papá cinco, pero todos son hombres. Soy la única mujer y la mayor.
Estudié en un solo colegio, quedaba cerca de mi casa, resultaba muy práctico porque llegaba caminando, tenía especialidad industrial, enseñaban mecánica y electricidad, y por esa razón, el colegio estaba lleno de hombres: hubo años en los que yo era la única niña de la clase. También crecí con muchos primos hombres, me sentía como mowgli. En contra parte, mis abuelos maternos sólo tuvieron hijas mujeres, entonces crecí en medio de siete tías, un matriarcado total.
Me iba muy bien en mis clases de electricidad y me gustaba mucho las matemáticas, aunque en mi casa no cambio un bombillo. Yo vendía mis dibujos desde segundo de primaria, como no teníamos muchos recursos, me buscaba la manera de hacer unos pesos extras, también vendía mis planchas de dibujo técnico, retratos que me encargaban y fue así como cultivé el hábito de dibujar.
Yo fui una niña muy tranquila y solitaria, porque en casa eran todos adultos. Si bien tengo muy mala memoria, guardo un recuerdo muy especial en el que está una de mis tías enseñándome a hacer una bailarina, luego siempre dibujé figura humana. Seguí la línea de dibujar personas, luego quise pulirlas, entonces usé la cuadrícula, ampliaba
fotos familiares y esto me ayudó a captar las proporciones para que el dibujo fuera muy real. Hice muchos retratos en lápiz.
En casa mi mamá nunca pensó en que debía escoger una carrera que me diera dinero sino felicidad. Ella me apoyó mucho, incluso a mis siete años, vio que tenía habilidad musical y me matriculó en el Instituto Popular de Cultura para estudiar piano, luego en la Universidad del Valle donde al graduarme de bachillerato estudiaría diseño gráfico, pero nunca dejé de dibujar.
En la universidad como monitora de clases de informática me pagaban cuarenta mil pesos mensuales que ahorraba, con eso me compré una cámara réflex, de segunda, con ella trabajaba tomando fotos de matrimonios, primeras comuniones y bebés. Aún tomo fotos como hobbie.
Yo tenía 21 años cuando quedé embarazada, estaba a la mitad de mi carrera y cuando terminé, quise concentrarme en mi hija y gozármela. Por eso decidí trabajar desde casa como freelance, corrí con la fortuna de encontrar buenos clientes para llevar una vida independiente estable.
Trabajé en diseño por diez años hasta que una vez hablando con una gran amiga, le pregunté:
— ¿Uno cuándo empieza a hacer lo que realmente le gusta hacer?
Decidimos un día reunirnos en mi casa, sin pensar en clientes ni en dinero, sólo pintar y dibujar. De ahí salieron una serie de esculturas que llamé “Monstruarium”. Después de esa creación decidí abrir una página en Facebook, ‘La Ché – Taller de ocio creativo’. A esa página subí mis dibujos, mis retratos, mis pinturas en acuarela, mis esculturas; era mi mundo, exponía el trabajo que hacía para mí, era muy personal.
Con eso no pasó mucho, llegaron como trescientas personas a las que llamo las tres efes: Family, Friends and Fools. Un día, que no planeé, hice una ilustración muy rápida de mí misma: estaba yo en pijama haciendo el desayuno y como me gustan las rancheras, las cantaba mientras cocinaba. Era un chiste flojo:
— ¿A qué sabrán los huevos revueltos con rancheras?
Yo no tenía ninguna expectativa, pero gustó. Mi esposo me dijo:
— ¿Por qué no lo repites mañana?
— ¿Por qué no? (dije)
Seguí dibujando, la idea era hacer un diario gráfico. En ocasiones dibujaba cosas que decía mi esposo, en otras las que decía mi hija, las que me parecían divertidas. Hice una carpeta que llamé “Un día a la vez”, eran dibujos diarios, sobre algo me que pasaba durante el día, o alguna reflexión, aunque generalmente estoy riéndome de la vida, en ocasiones también me pongo bastante existencial.
Por esa época, una joven de Bellas Artes hizo un libro “66 días de dibujo” en ese proyecto ella planteaba que uno crea hábitos si hace algo mínimo 66 días y siguiendo su ejemplo decidí dibujar casi todos los días durante un período bastante largo y eso fue exponencial. Entre más dibujaba, más gente llegaba. Al final, La Ché, terminó desplazando todo lo demás. Le quité lo de “Taller de Ocio Creativo” y dejé “La Ché”, me dicen Chechi y una amiga me dice Che, es el diminutivo del diminutivo, por eso el nombre.
Siempre hice dibujos realistas, retratos muy cercanos a la realidad, pero mi dibujo de La Ché, fue lo menos planeado posible: un taco de papel de notas en el que dibujaba con micro punta. Pare de contar. Era un mamarracho realmente, tal cual, un mamarracho, pero el éxito fue precisamente que no estuviera preocupada porque fuera muy bueno, sino que fuera un dibujo rápido y funcionó así.
Lo creaba cada vez mejor pero tratando de mantener la frescura y no pensar demasiado, tampoco preocuparme por lo que pensaran los demás, si les parecía bien o no, o si lo consideraban mediocre. Cuando empezó a coger demasiada fuerza, empecé a tomarlo más en serio.
Luego de dos años de publicar en redes me dije:
— Esto está funcionando bien. Quiero entrar a un medio de comunicación y quiero hacer un libro.
Busqué ferias y a otros dibujantes. Fue un cambio total porque cuando yo estaba en diseño nunca tuve ese interés, sólo hacía mi trabajo, pero el enamoramiento que tengo con el tema del cómic, y el humor gráfico, es muy distinto. Lo puedo sentir. Vivo de la fuerza de mi terquedad, del no desfallecer. Envié mis dibujos a revistas, algunas veces me publicaban lo que me ayudó a crecer en número de seguidores, y otras ocasiones me ignoraron.
Empecé a ir a festivales, en 2015 fui a ‘CaliComix’, dirigido por José. Supe que Julio Cesar Carrero, Betto y Gova estarían en una charla. Esa era mi oportunidad de mostrar mi trabajo, imprimí unas viñetas, las que consideré mejores, lo acompañé de una presentación, lo guardé en un sobre de manila y me fui para la charla. En un acto quizá muy osado con la idea de que me recordaran cuando los abordara más tarde, les pregunté:
— ¿Por qué no hay tantas mujeres haciendo humor político?
No supieron contestar y de hecho, yo tampoco podría hacerlo ahora.
En esa ocasión conocí a Betto, apenas cruzamos dos palabras y él comenzó a darme consejos, recomendaciones, con una generosidad increíble; desde ese entonces ha sido mi mentor, consejero y amigo. José Campo en ese festival decidió echarme al agua, me pidió que me presentara y sin nada más que unos dibujos que mostré desde internet hice una charla improvisada, algunas personas del medio me conocieron ese día. José ha sido otro padrino en mi carrera profesional, me ha apoyado muchísimo.
Cuando terminó el evento, fui directamente donde Julio, me presenté, recibió mi sobre con cordial distancia por lo que pensé que mi sobre terminaría en la caneca de basura del hotel. Resulta que Julio sí le llevó mi portafolio a Fidel Cano y casualmente por esos días había quedado un espacio libre en el periódico, en la sección de opinión del dominical.
Un mes después, Fidel Cano me ofreció trabajar en El Espectador, yo no me lo podía creer, porque para mí, ese periódico era lo máximo que podía lograr en Colombia, era el medio que más respeto. Me sentí muy feliz de poder estar ahí.
Me sentí con más fuerza y con más respaldo. Ya tenía la validación ‘on line’ que se sumaba la de un medio de comunicación serio y de gran trayectoria, entonces decidí que había llegado la hora de hacer mi primer libro, tenía suficiente material.
En 2016 apliqué a una beca que abrieron por primera vez ese mismo año en la Secretaría de Cultura a través del programa ‘Estímulos Cali’. Me presenté y la gané. Me volví a presentar este año y la volví a ganar, entonces, ya tengo el segundo libro que está por salir. El 4 de septiembre (2018) tengo un espacio en el Festival Oiga Mire Lea de Cali, en el que se hará la presentación.
Recuerdo que a mis seis o siete años en una visita de mi papá, me regaló un par de libros de Mafalda. Quino tiene una manera crítica e inteligente de ver la vida y el mundo, y a esa edad me hizo reflexionar. Me gustaba mucho Calvin y Hobbes, por la misma razón. Esas eran las tiras a las que yo podía acceder en esa época.
En mi casa no compraban periódicos, yo recortaba las tiras de periódicos ajenos, así armé mis propios libros, con estas dos series. Por eso decidí empezar mi serie de libros recopilatorios de lo que había publicado, como un recuerdo de ese par de libros de Mafalda y Calvin y Hobbes que tengo desde niña.
* ¿Cuál es el mensaje que quieres transmitir con tus viñetas?
Me gusta reírme de la vida en general, que en ocasiones parece muy trágica pero que al final es un breve paseo. Yo me digo:
— No te tomes tan en serio la vida que al final las cosas más terribles y las más bellas pasan.
Me encuentro con una sociedad que está diciéndole a las mujeres cómo verse, cómo ser, entonces, siempre que puedo comparto mi visión al respecto porque debemos cambiar ese paradigma. Busco reconciliar a las mujeres con sus cuerpos, con sus ideales de belleza.
A través del humor puedes decir cosas muy complicadas de manera sencilla.
Me gusta invitar a que todos pensemos las cosas de otra manera, juntos, en un discurso conciliador.
El tema central de mi trabajo, es la relación que las personas tienen con el trabajo, porque veo mi vida laboral de una manera particular. Me gusta cuestionar el tema de trabajar para vivir. Me parece fundamental pasar tiempo con mi familia, con mis amigos y no vendiéndole mi tiempo a otros. Como decía Mujica:
— Tu pagas todo lo que tienes con tiempo, no con dinero.
- ¿Cuáles son tus nuevos proyectos?
Hace poco me contrataron en una revista financiera dominicana Argentarium, lo que me ha hecho muy feliz. Con ‘Argentarium’ he tenido la oportunidad de dejar salir ese otro lado mío, el de mujer creativa en los negocios.
En este momento yo quiero explotar. Hice mi libro sola, lo edité, lo comercialicé, también atiendo la distribución. Estoy todo el tiempo creando, quiero hacer una revista de comics, por ejemplo. Pero también quiero hacer una novela gráfica que resuene en todo el mundo.
Cuando llegué a El Espectador, me llamó Juan Carlos Rincón y me dijo:
— Me gusta lo que haces. ¿Quieres dibujar para mí?
— Por supuesto que sí.
Y es que yo quiero hacer novela gráfica pero no me va muy bien lo de escribir, entonces él escribe y yo dibujo. También con Juan hacemos en dupla otros proyectos; ‘La Pues Verdad’ y ‘Tedio y Ficción’. Él se enamoró de mi idea de hacer un comic. Me encanta trabajar con él, es que yo no podría trabajar con alguien que no admire.
También estoy en un grupo de mujeres que dibujan. El grupo se dio por pura coincidencia. Nos encontramos algunas dibujantes en la firma de libros de ‘Power Paola’ que hizo en el lanzamiento de su exposición en el Museo de Arte Moderno La Tertulia en Cali. Pensamos que sería chévere hacer un ‘Club de Mujeres Dibujantes’, era perfecto para conectarme con mi género, porque siempre he estado rodeada de hombres.
Eso de tener mi mesa llena con mujeres dibujando es enriquecedor. Seguro un día haremos una exposición para dar nuestra propia visión de la vida pues la historia ha sido contada por hombres y ya llegó nuestra hora.
- Hay mucha música en ti, transmites mucha emoción.
Es que yo no tengo mamá, tengo un canario. Mi mamá es música, canta todo el día. Esos son los recuerdos más lindos que tengo de ella porque a pesar de las dificultades, nunca perdió la alegría. Mi mamá silva todo el tiempo. Es hermoso crecer al lado de alguien así.
Hay una anécdota muy bella. En alguna ocasión vivió con nosotros un primo que era súper salsero, bailó hasta con Amparo Arrebato (bailarina súper famosa de los años 70’s). Él llegaba a cualquier hora, ponía su colección de LP’s y me hacía bailar. Ese dicho de: ‘lo bailan desde chiquito’, es mi caso. A mí me bailaron desde chiquita de ahí viene mi gusto por el baile a veces hasta bailo sola.