Adarley Manrique Ramírez

ADARLEY MANRIQUE

Las Memorias conversadas® son historias de vida escritas en primera persona por Isa López Giraldo

Soy a quien definen como alguien creativo, recursivo y resiliente. Dicen que los zurdos tenemos capacidades excepcionales, el hecho es que la vida y las circunstancias me han formado.

ORÍGENES – RAMA MATERNA

Crecí en Siloé en el Lleras Camargo, el típico barrio popular con múltiples problemas socioculturales, drogadictos en las calles y gente colmada de necesidades. Recuerdo que, de niño, abría la nevera y se parecía a las Empresas Municipales de Cali – EMCALI, porque no había sino agua y luz.

Desde esa edad supe que ese no era el destino que quería para mí, sino tener por lo menos la atención a mis necesidades básicas.

Mis abuelos maternos fueron cofundadores de Siloé, se asentaron en el lugar cuando llegaron de Caldas. Mi abuelo construyó la casa de la loma cerca al sector de La Capilla donde coincidieron con mi familia paterna.

Mi abuelo, Bernardo Ramírez, fue padre de diez hijos. Había administrado fincas cafeteras y llegó a trabajar en las minas de carbón alrededor de las que se formó el barrio. Entonces mi abuela, Ruth Cano, les hacía almuerzos a los trabajadores.

También criaba marranos y sus hijos menores recolectaban las sobras de comida en el sector con el fin de alimentarlos. Además, mi abuela criaba pollos y preparaba tamales para vender con los cuales se ayudó para pagarle la universidad a su hija menor.

Montó un puesto de arepas, y algunos de sus nietos madrugábamos a las cuatro de la mañana para ayudarle a moler el maíz y luego ir a venderlas en la galería. Este plan nos encantaba porque allá comíamos delicioso, abundante y variado.

Pero mi abuela padeció las consecuencias del carácter fuerte y agresivo de su esposo, de su machismo, lo que la obligó, años después, a separarse. Ahora se acerca a los noventa años.

Mi abuelo sufrió varios episodios de trombosis que lo redujeron a la cama hasta causarle la muerte. Una de sus hijas lo cuidó con esmero en la casa donde, años después, trasladamos el colegio que fundamos y donde creció mi hermana menor Lilibeydy, también cofundadora del colegio.

Mi mamá, nació en Calarcá – Quindío. Somos físicamente muy parecidos a mi papá, trigueños e indios, mientras que mi mamá es mona de ojos verdes. El carácter sí se lo heredé a ella que es más sanguínea, más vivaz, rara vez nos vemos aburridos o tristes y somos muy trabajadores.

Es modista, entonces recibía gente en la casa para tomar medidas y definir diseños. Esto me sirvió para aprender a coser pues yo le cogía sus máquinas. También aprendí a cortar telas y a pegar botones. Además de su taller, mi mamá trabajaba en fábricas de confecciones y participaba en cadenas para ahorrar.

Llegó un momento en que el hogar se rompió, después de quince años de matrimonio. Mi mamá se agotó trabajando hasta reventar y decidió irse de la casa para Armenia. Nosotros, sus hijos, nos quedamos a vivir con mi papá.

Crecí en la casa de bareque que mi papá le compró al abuelo cuando todavía era soltero, pero que mi mamá arregló, pues le hizo cimientos y levantó paredes en cemento y ladrillo.

Nunca conocí a mi abuela paterna, pero heredé su lunar en el rostro según me cuenta mi papá. Se llamaba María Jesús Manrique.

Mi abuelo, Juan Gregorio Medina, llegó también al barrio y montó una tienda en la que también vendía mangas que se daban en el patio de su casa, yo las disfrutaba inmensamente al igual que las bananas de aguardiente y otras a las que les decían cucarachas.

Mi papá cuenta que tuvieron fincas muy grandes en la montaña y que, después de varios negocios, el abuelo terminó perdiendo.

Mi papá no tuvo mucho éxito con su trabajo, intentó la jardinería, la fotografía gracias a una cámara que le regaló mi mamá, pero que perdió cuando por alguna necesidad tuvo que empeñar. También trabajó en construcción y yo lo acompañaba a cumplir con sus contratos haciendo paredes de casas vecinas y conocidos.

INFANCIA

Soy el tercero de seis hijos. Disfruté mis primeros años con mis primos con quienes jugábamos en la calle y en el patio de la casa que tenía mucha tierra. Recuerdo que los carros los hacíamos nosotros mismos con diferentes elementos reciclados.

Viajé a Armenia y viví por dos años con mi mamá. Estando allá conocí a unos jóvenes que venían de Londres quienes entre ellos hablaban en inglés, idioma totalmente desconocido para mí. Me gustó tanto que quise aprenderlo y compré, por trescientos pesos, un diccionario para estudiar con el que memorizaba en promedio cinco palabras diarias.

Allá trabajé lijando muebles en una fábrica mientras estudiaba noveno grado, pero no me adapté y regresé a Cali. Terminé el bachillerato a los dieciocho años estudiando por las noches.

SERVICIO MILITAR

Cuando presté servicio como auxiliar bachiller, nos preguntaron quiénes sabían hablar inglés y, por supuesto, dije que yo. Lo aprendí de manera funcional, no consciente, sin reconocer verbos, adjetivos o sustantivos, sin técnica, pero me fluía fácilmente.

Entonces me asignaron a la policía de turismo donde conocí muchísimos extranjeros. Vestía un traje muy elegante para asistir a las reinas como edecán, pero también para ir a los hoteles, al zoológico y a los diferentes destinos turísticos.

UNIVERSIDAD DEL VALLE

Trabajé en mensajería, pintando y estucando casas, y aprendiendo de electricidad, y a los veintiséis años, cuando mi hermana Lili aplicó a la Universidad del Valle, me animé a seguir sus pasos.

A mí me gustó siempre leer y coleccionaba revistas como Muy Interesante, Nat Geo y otras, lo que me ayudó en el ICFES, pues encontré que éste se basaba en interpretación de lectura.

Me fue muy bien, apliqué a la universidad pública y pasé la línea de corte. Si bien rogaba por quedar siquiera al final de la lista, nunca imaginé que pudiera ocupar el cuarto lugar entre tanta gente.

Mis días comenzaban a las cuatro de la mañana, me transportaba en bicicleta para llegar a mi trabajo a las seis, y estudiaba hasta las diez de la noche. Fue tan compleja la adaptación a este ritmo de trabajo que el primer semestre perdí tres materias.

Empecé a estudiar en la Universidad del Valle mientras trabajaba en Carrefour en el área de recibo de mercancía. Rápidamente pedí traslado a la sede sur y me ubicaron en electrodomésticos donde me gané el premio al mejor vendedor de garantía extendida. Pero mi jefe me puso muchas trabas para ir a la Universidad por lo que no duré mucho tiempo ahí.

Para entonces vivía con mi abuela Ruth y con mi tía que me cuidaron y ayudaron muchísimo. Luego de mi traumática experiencia en primer semestre, decidí ver máximo dos materias por semestre para no saturarme de trabajo, fue así como me tomó casi diez años terminar la carrera.

Cuando iba en sexto semestre comencé a enseñar en colegios y me encantó escuchar que me dijeran profe. Fue toda una experiencia, muy emocionante.

Diría que los primeros años como profesor de inglés en colegios bilingües, fueron de explotación laboral porque es un trabajo muy intenso y agotador, pero me sirvió de experiencia y ya ganaba mucho más que lo que hacía antes, además, era más cómodo con respecto a lo que estaba acostumbrado a hacer.

Comencé a subir en el escalafón de los colegios a los que llegaba, ahora ya de estratos altos, como el Philadelphia y Freinet.

En mi casa nos llevaban a la iglesia cristiana, en la que se conocieron mis papás y donde conocí a mi esposa. Me ajuicié, me organicé y me casé cuando estaba en primer semestre porque mi novia, Leydi Johana Mur, me puso un ultimátum, pues ya llevábamos mucho tiempo de novios y yo estaba completamente dedicado a trabajar y a estudiar.

Mi esposa es mi polo a tierra, centrada y aterrizada, y también es mi socia. Su paciencia no tiene límites. Me ha apoyado en mis proyectos como cuando abrí una sala de sistemas en otra ciudad que me obligaba a viajar constantemente y dejarla sola.

Ahora somos padres de una preciosa niña, Emilie Marianne, que nació en el 2012. Asistí al parto, lo que me significó una experiencia única. Juego con ella y nos gusta ir de paseo fuera de la ciudad. Ahora estudia en el colegio que montamos.

EMPRENDIMIENTO

Cuando estaba terminando mi carrera en la universidad, enfoqué todos mis esfuerzos en la creación de un instituto de idiomas para personas de escasos recursos. La investigación y la práctica docente las enfoqué en la recolección de datos a través de encuestas a la comunidad y todo lo que mi directora de tesis me recomendaba.

COLEGIO LA FONTAINE

Cuando me gradué de la universidad le dije a mi hermana que buscáramos cómo hacer realidad todo ese trabajo investigativo, lo cual aceptó junto con nuestras parejas. Empezamos a buscar dónde hacer el instituto de idiomas, pero después de buscar diferentes opciones, finalmente nos ofrecieron un colegio que quedaba en una casa con tres habitaciones y el garaje los cuales servían de salones. Inicialmente a mí no me gustaba la idea por la gran responsabilidad que sabíamos demanda un colegio y las condiciones locativas no eran las mejores.

Hawer por su parte tramitó ante los bancos y cuando todo estuvo todo listo nos dijo que si firmábamos nos prestaban para comprar el colegio, lo cual hicimos y emprendimos este reto

Compramos la experiencia de quince años que tenía el colegio, le cambiamos el nombre, mejoramos las instalaciones y lo rescatamos de la quiebra. No contaba con computadores ni televisores ni escritorios ni Internet ni nada. Tenía una máquina de escribir antigua, un minicomponente y pupitres envejecidos.

Lo empezamos a dotar. Me llevé el televisor de la sala de mi casa para instalarlo en un salón, el televisor de Lili y Hawer también terminó en el colegio. Instalamos ventiladores y cambiamos tableros de tiza por los de marcador. También arreglamos los escritorios.

Al colegio lo remodelamos. Lo pintamos y adaptamos un parque en la parte de atrás para los niños. Intervine la cocina, a la casa le dimos luz con el color blanco y la iluminación.

NUEVA SEDE

Empezó a crecer cada año en veinte niños aproximadamente, luego ya no cabíamos, entonces se presentó la oportunidad de comparar la casa donde creció Lilly.

En el 2017 invertimos en una propiedad que valía el doble y que seguimos pagando y adaptando. Ampliamos las instalaciones, lo dotamos de nuevo mobiliario que fabrico en mis tiempos libres.

La Universidad Autónoma donó los computadores, instalamos aire acondicionado comprado con dinero de donaciones, los materiales con los que fabriqué las mesas fueron donados por la Universidad Católica.

Vivo sin descanso. Actualmente enseño en la Universidad del Valle. Hablar inglés me ha brindado muchas oportunidades que son las que esperamos que tengan nuestros alumnos. Porque, si un niño que se va de La Fontaine y no puede seguir estudiando, con el inglés y las habilidades STEAM que estamos implementando se defiende y sale adelante.

No he salido de Colombia, pero he hablado con gente de todo el mundo. Recuerdo cuando trabajé como traductor en los Juegos Mundiales y otros eventos deportivos de talla internacional con don Pascual Guerrero, hijo de quien donó los lotes para el estadio que lleva su nombre. Pero también trabajé para programas gubernamentales. Con Pascual viajé por todo el Departamento haciendo programas de bilingüismo con profesores de colegios públicos, pero también con la Alcaldía de Cali y actualmente con la Universidad del Valle.

Ahora no me preocupa el que mi nevera esté vacía.

REFLEXIONES
  • ¿Cuéntame del premio Social Skin?

Después de ganar el Premio YLAY, Lili volvió al país con una visión muy amplia con respecto al emprendimiento. Fue así como aplicó al Premio Social Skin del Grupo Bolívar – Davivienda. Este premio nos llena de gratificación pues es el reconocimiento a un muy grande esfuerzo después de todos estos años.

Recibimos la visita de Felipe Villar que nos sirvió para motivarnos, proyectarnos, organizarnos, estructurarnos, y con los recursos abonar a la deuda.

Anhelo tener una sede campestre y continuar con la sección de bachillerato para que los niños no tengan que dejar su colegio al terminar la primaria. Tenemos casi doscientos niños y treinta más con cupos reservados para el año entrante a los que esperamos poder recibir.

  • ¿Quiénes han sido tus mayores referentes?

Ahora que repaso en esta conversación la historia de mi vida, me doy cuenta de que el mayor referente ha sido mi abuela. De ella aprendí lo que es el esfuerzo, la constancia, la persistencia.

En el mundo empresarial destaco a Richard Branson, pues leí su historia junto con la de tantos otros en las revistas que coleccionaba. Me gustó ver cómo desde niño hacía emprendimientos y le llaman “el hombre anuncio”.

  • Basado en tu temprana experiencia, ¿qué recomendación le harías a quien quiera iniciar su camino hacia el emprendimiento?

Que tenga paciencia, porque siempre digo que experiencia es lo que ganas cuando no ganas lo que se buscabas. Entonces nada es pérdida, porque al menos queda esta para no repetir, si es que le fue muy mal.

Que esté abierto al cambio, que no sea cuadriculado, porque se estanca. En el emprendimiento no hay nada escrito, no hay una ley que oriente y, por donde menos piense, por ahí puede ser el camino.

  • ¿Cómo quieres impactar al mundo?

Desde niño aprendí que la vida se trata de vivir el momento y dar lo mejor de sí, aprendí que confiar en un ser todopoderoso que cuida de mí, trae consigo una fuerza interior que nos puede llevar a lugares que jamás podríamos imaginar. Entonces no siento que mi propósito sea impactar al mundo o que tenga el sueño del youtuber o “influencer” famoso, con que mi paso por este mundo deje un legado de que todo es posible si puedes creer y que los que me rodean puedan también vivirlo, estaré satisfecho.

  • ¿Cuáles son tus mayores talentos?

La curiosidad a través de la que he aprendido muchas cosas. Tomo de la película En busca de la felicidad, cuando Chris Gardner en una entrevista de trabajo responde: “Si usted me dice que haga algo y no sé, le diré que no sé, pero cuente con que voy a averiguar cómo hacerlo”. Tal vez a mí me pasa igual.

No se necesita ser el más inteligente, pero sí  disciplinado, constante, y tener la mejor actitud frente a las situaciones que se presenten.

  • ¿Cuál es tu código de ética?

Creo que por encima de la verdad y la sinceridad frente a los otros, el sentido de pertenencia  y compromiso con nuestra comunidad nos ayudan a ser mejores humanos.

Memorias conversadas para Historias de vida por Isalopezgirlado