GUILLERMO PERRY
Las Memorias conversadas® son historias de vida escritas en primera persona por Isa López Giraldo
13 de octubre de 1945 – 27 de septiembre de 2019
El Profesional
- ¿Porque decidió ser economista?
Cuando llegué a sexto bachillerato descubrí que era uno de los pocos de mi clase que no había pensado qué carrera iba a estudiar. Lo que más me gustaba era, en su orden, literatura, matemáticas y filosofía. Descarté filosofía porque, en ese momento, no era una profesión que diera para comer. Luego descarté literatura porque me pareció demasiado hermosa cómo para volverla una profesión de la cual uno viviera. Pensé que yo siempre iba a escribir, como en efecto lo hice, hasta cuando fui ministro por primera vez. Escribí cuentos y poesía que nunca he publicado.
Mi tío Gustavo Perry era profesor de matemáticas en la Universidad Nacional. Y me recomendó entrar a Ingeniería en Los Andes y tomar todos los cursos posibles de matemáticas. En ese momento había un grupo excepcional de profesores visitantes reunidos por Monsieur Yerly, director del Departamento. Aún no había carrera. Ellos eran Felipe Ruiz, Peter Paul Konder, Wexler, etc. Según el, luego podría finalizar matemáticas afuera en cualquiera de las mejores universidades del exterior.
Por el camino llegué a la conclusión de que, aun cuando las matemáticas me encantaban, no eran una profesión adecuada para mí. Se trata de un trabajo muy solitario. A mí me gusta estar en contacto con la gente y hacer cosas que le sirvan a corto plazo. Decidí, entonces, terminar ingeniería eléctrica, porque era la que tenía más matemáticas, mientras encontraba lo que quería hacer. Nunca pensé en ejercer la ingeniería.
En el último año tomé un curso llamado “Economía de la Ingeniería” que me gustó porque daba instrumentos de análisis para la toma de decisiones. Fui aceptado en MIT para hacer un máster en Ingeniería de Comunicaciones. Y por pura suerte me ofrecieron un trabajo en el Departamento Nacional de Planeación. Debía ayudar a un profesor de Harvard a diseñar e implementar los primeros modelos matemáticos. Esto con el fin de evaluar programas de expansión y operación en el sistema eléctrico interconectado. Las líneas de interconexión se estaban construyendo en ésa época. En esa tarea tenía que utilizar mis matemáticas y algo de ingeniería eléctrica y aprender más de economía. Entonces Planeación me pagó el magister de economía en Los Andes.
Dos años después decidí ir a hacer un doctorado en economía. Fui aceptado en Harvard y MIT. Escogí MIT porque su Facultad de Economía tenía una mayor orientación matemática y me permitía obtener un grado mixto con Investigación Operacional (matemáticas aplicadas). Fue allí, en MIT, donde me enamoré de la economía hasta el día de hoy.
La política
- ¿Y cuándo le dio por la política?
Los años en MIT afectaron otras dimensiones de mi vida. Era la época del movimiento estudiantil de Berkeley (1967), la marcha sobre Washington para protestar contra la guerra de Vietnam (1968) y mayo del 68 en Francia. Antes nunca me había preocupado por la política, pero esta vivencia me terminó politizando e inclinándome a la izquierda. Fue también la época del hipismo, Woodstock, los Beatles y la hierba. Los sesenta fueron una década maravillosa, de un idealismo puro, aunque algo ingenuo, para el que todo parecía posible. A mí me influenció muchísimo.
- ¿Y después de MIT?
Cuando terminé los exámenes doctorales no tenía un buen tema de tesis. En Planeación Nacional me ofrecieron ser director de la Unidad de Coordinación Presupuestal, encargada de lo tributario y de organizar el presupuesto de inversiones. Decidí aceptar y posponer la tesis. Me había acercado a la economía a través de la evaluación de proyectos de inversión pública. En MIT estudié finanzas públicas con Peter Diamond y, en Harvard, donde podíamos tomar clases, con Dick Musgrave. Mi primer campo de especialización fué lo fiscal. Me recorrí medio mundo ayudando a hacer reformas tributarias (Indonesia, Macedonia, Gambia, Checoslovaquia, Ecuador, Venezuela) y aún hoy no me he podido desprender del tema. Por eso sigo haciendo parte de Comisiones de Reforma Tributaria.
Luego me nombraron secretario general de Planeación, que equivalía a subdirector. En esas cambió el Gobierno: de Carlos Lleras a Misael Pastrana. Fue un cambio brutal para quienes estábamos en Planeación. Éramos unos tecnócratas, con mucha influencia, consentidos por Lleras. Pero pasamos a ser utilizados como ´tecnótas útiles´ (término acuñado por Javier Toro) por Pastrana.
A los seis meses decidimos que no podíamos seguir trabajando con un Gobierno que no tomaba en serio lo técnico. Habíamos sido ´boy scouts´ protegidos por Lleras que pensábamos que todos en el Gobierno trabajaban por el bien del país. Con Pastrana nos atropelló el clientelismo y la política de intereses. El equipo directivo estaba conformado por Jorge Ruiz Lara, Roberto Junguito, Antonio Urdinola, Antonio Barrera Carrasquilla –tío de Alberto- y yo, entre otros. Renunciamos pensando que Pastrana nos llamaría a preguntar por qué estábamos descontentos. Pero nos aceptó la renuncia por periódico. No sin antes enviarme a Rodrigo Escobar. Rodrigo era un gran hombre, había sido el mejor alcalde de Colombia por muchos años (en Cali). En ese momento era su secretario económico. La idea era que me convenciera de quedarme encargado, lo que no acepté.
Fedesarrollo
- ¿Y para dónde cogió entonces?
Rodrigo Botero, había sido el secretario económico de Lleras. Y convenció a unos empresarios a donar los aportes iniciales para el primer ´Think Tank´ económico del país: Fedesarrollo. Cuando iba a comenzar, salimos de Planeación. Entonces nos llamó a Jorge Ruiz Lara, a Junguito, a Antonio Barrera y a mí a acompañarlo en esa aventura. Después se nos unió Hernando Gómez Otálora, quien salía de rector de los Andes. Ese fue el primer Fedesarrollo.
Al año, como yo tenía una “encrucijada en el alma”, como dice Uribe, acepté una invitación de los Gobiernos de Francia y Holanda. La tenía aplazada desde que estaba en Planeación. Se trataba de conocer de cerca cómo funcionaba la planeación económica en esos países. Después de un mes en Francia y otro en Holanda, decidí tomarme un tiempo para re-encontrar mi norte. Duré seis meses conociendo Europa, viajando solo como mochilero, con morral y quedándome en youth hostels de cinco dólares la noche. Y yendo a todos los museos, los palacios, los conciertos y las obras de teatro posibles. Desde entonces soy un viajero impenitente. Fue una experiencia maravillosa, que más tarde repetí en otras latitudes.
El Gobierno López
- ¿Y cuándo vuelve al Gobierno?
Volví a Fedesarrollo y un año después me llamaron de la Universidad de los Andes para dirigir el CEDE (Centro de Estudios de Desarrollo Económico). Había retomado mi tesis doctoral. Estuve seis meses de nuevo en MIT trabajando con Robert Solow, mi asesor, quien luego ganaría el Nobel. La estaba acabando cuando ganó López Michelsen la elección. Y nos llamó a un grupo de economistas. Con Rodrigo Botero a la cabeza, quien iba a ser su ministro de Hacienda. Miguel Urrutia. Pacho Ortega, gerente del Banco de la República. Jorge Ramírez Ocampo y dos jóvenes imberbes: Roberto Junguito y yo.
López se había comprometido con el país a parar la inflación. Esta se había disparado en el gobierno de Misael Pastrana. Pasó del 8% al 30% y costó muchísimos años y esfuerzos controlarla y después bajarla. En ese equipo mi contribución fue la de mostrar que no bastaba con una reforma monetaria. Si no se reducía el abultado déficit fiscal, que se financiaba con emisión, no habría manera de controlar la inflación.
El equipo y López estuvieron de acuerdo y me pidieron preparar una propuesta detallada de reforma tributaria. Como conocía bien el tema, me apoyé en los estudios de la Comisión Musgrave y en un grupo de expertos. Elaboré la propuesta de lo que habría de ser (según los especialistas) la reforma tributaria estructural más importante de la segunda mitad del siglo pasado. Al presentársela, López me dijo: “Estoy dispuesto a jugarme mi capital político por esa reforma, como hizo mi padre (López Pumarejo), con la de 1936″. Esta última había sido la primera gran reforma tributaria en la historia de Colombia. Continuó diciendo: “Pero Usted se tiene que comprometer a entrar al Gobierno como director de Impuestos y a quedarse dos años administrándola. Bien sé que usted no votó por mí, sino que lo hizo por la izquierda, pero no me importa”.
Había conocido a López en el Gobierno de Carlos Lleras cuando yo era el segundo de Planeación. Él era un gran admirador del gobierno Lleras y de Planeación Nacional. Fue el único que nos defendió públicamente cuando le renunciamos a Pastrana (Lleras estaba manejando la FAO). Estando en París me llamó Alfonso López Caballero, quien había sido compañero mío dos años en el colegio. Me dijo que su papá estaba visitándolo en Fontainebleau y que quería hablarme. En un día largo y reposado de conversación sobre lo divino y lo humano, surgió una gran amistad que para mí fue absolutamente determinante. López era un hombre brillante, de una cultura amplísima y muy generoso con su tiempo y sus conocimientos. Lo era tambi con jóvenes como yo que llevábamos ya por dentro el gusanito de lo público.
La reforma tributaria de 1974
La Reforma Tributaria de 1974 sacudió al país. Recogió cerca de 2% del PIB y puso por primera vez a pagar impuestos a los ricos de Colombia. Se hizo por emergencia económica, pero después el Congreso tenía que ratificarla (recuperaba durante un año iniciativa en materia tributaria). Por supuesto, los gremios estaban bastante indignados. También debía conducir el trámite de ajustes en el Congreso. Por razones que no vale la pena detallar, Rodrigo Botero decidió enviarme a enfrentar la discusión pública. Rodrigo, como ministro de Hacienda era mi Jefe y estaba de acuerdo con la reforma. Con escasos treinta años me tocó defender la reforma más impopular imaginable. Así en los medios y en las Asambleas gremiales como la Asociación Bancaria, la ANDI. Esa defensa me proyectó, sin haberlo buscado, a la vida pública.
El primer matrimonio y el Viaje a China
A los dos años le dije a López: ´Me voy porque mi compromiso con Usted fueron dos años y se cumplen en quince días´. Me ofreció quedarme en otro cargo en el Gobierno, pero no acepté. Había decidido casarme e irme de viaje por el Asia, y en especial a la China, con mi señora y otra pareja. De nuevo como mochilero.
El viaje se prolongó cuatro o cinco meses. Fuimos a Turquía, Irán, la India (un mes en tren de lado a lado), Nepal, Tailandia, Burma (hoy Myanmar), Hong Kong y China. En China tuvimos un mes de recorrido invitados por la Asociación de Amistad del Pueblo Chino con el Extranjero, arreglado por Ricardo Samper. Y luego casi un mes en la Unión Soviética, gracias a Felipe López. Felipe, al saber que íbamos a China, nos hizo invitar a la Unión Soviética. Cruzamos en un tren la frontera de China con la Unión Soviética cuando estaban enfrentados. Había miles de hombres armados de lado y lado de la frontera. Isabel y yo éramos los únicos turistas en ese tren.
Siempre pensé que era imprescindible conocer el Asia, que aloja mas de la mitad de la población humana y a varias culturas milenarias. Lo era para poder tener una cabal comprensión del mundo en que vivimos. Y fue un gran privilegio contar con la oportunidad de conocer algo de la Unión Soviética y la China de Mao. Se trata de dos estructuras políticas que tuvieron un impacto enorme en nuestra vida contemporánea.
Gobierno, Congreso y Constituyente
A mi regreso, volví a Fedesarrollo. Siempre he alternando mi vida profesional entre la investigación y la cosa pública. Posteriormente establecimos una firma consultora con dos ingenieros amigos. Se llamó Mejía, Millán y Perry, llegó a ser muy conocida en el campo energético. En ella dirigí, entre otros, el primer Estudio Nacional de Energía. Este estudio analizó integralmente al sector y propuso una agenda que fue muy influyente. También un estudio financiero del sector eléctrico, que sirvió luego de base para iniciar su saneamiento. Este atravesaba una profunda crisis.
Estando en esas, un día Ernesto Samper me invitó a que fuera su suplente en el Senado para el período 1986-1990. Le acepté y me retiré de la firma. Yo había conocido a Ernesto por Daniel, que era compañero mío de curso y uno de mis amigos más cercanos en la juventud. Y nos habíamos acercado mucho desde cuando Ernesto, como presidente de ANIF, fue el único dirigente gremial que apoyó entusiastamente la reforma tributaria de 1974. El político era, por supuesto, Samper. Pero yo colaboré mucho en la concepción, estrategia y programas de lo que luego llamamos el Poder Popular. En este participaron, entre otros políticos jóvenes, Horacio Serpa y Alvaro Uribe Vélez. Y me tocó participar en muchas giras y hablar en plaza pública.
Luego Barco me nombró ministro de Minas y Energía en 1986. Ministerio desde el que pude poner en práctica todas las políticas que habíamos diseñado y recomendado desde Mejia Millan y Perry. Por ejemplo, el Programa de Gas para el Cambio. Este fue el inicio de la masificación del uso del gas en el país. La reactivación de la exploración petrolera había sufrido un bajonazo en los años anteriores. El desarrollo de los yacimientos carboníferos del Cesa. Tambié un amplio programa de ´formalización´ minera (legalización de títulos) en Cundinamarca, Boyacá y los Santaderes. El establecimiento de una estructura tarifaria eléctrica a nivel nacional (era regional), con subsidios cruzados. Y el inicio de la reestructuración financiera del sistema eléctrico que estaba quebrado.
Tuve una excelente relación con Barco, de quien guardo el más grato recuerdo por su visión de estadista y su carácter vertical. Barco enfrentó al clientelismo. Pocos recuerdan ya su política moderna de gobierno-oposición que dio fin al Frente Nacional. Pero también enfrentó al narcotráfico en una guerra sin cuartel. En esos años aprendimos a vivir en peligro. Fui declarado objetivo militar por el ELN. Muchas noches, al ser avisados por los servicios de inteligencia que el ELN había activado un operativo contra mí, tuvimos que salir de mi casa e irnos a pasar la noche a un hotel con la familia.. Perdí grandes amigos, asesinados por los narcos, como Enrique Low Murtra y Luis Carlos Galán.
La Asamblea Constituyente
Para mí, la experiencia profesional más importante y más grata de mi vida fue la participación en la Asamblea Nacional Constituyente. Fue un momento en que la que las cien personas elegidas, de todas las vertientes políticas, religiosas y raciales nos dedicamos a soñar y forjar el país del futuro en forma consensuada. Hubo gente que llegó con ambiciones parroquiales, otros con metas partidistas, pero al muy poco tiempo entendieron que estábamos escribiendo la constitución que regiría los siguientes cien años del país.
Fue una Asamblea donde nadie tenía mayorías, porque los partidos que dominaban el Congreso (liberal y conservador) tuvieron que actuar como minorías. Solo había mayorías claras cuando el M-19 y Salvación Nacional (Alvaro Gómez), o sea la izquierda y derecha extremas en el recinto, se ponían de acuerdo sobre un tema, como por ejemplo oponerse al fortalecimiento y democratización de los partidos (porque eran movimientos caudillistas) o a la reforma militar (objeción de conciencia, responsabilidad y judicialización de crímenes atroces) que intentó la bancada liberal.
En esas condiciones tuvimos que hacer una nueva constitución por consenso y de ahí vienen las grandes virtudes y los defectos de nuestra nueva Carta. Fue un proceso profundamente democrático que le devolvió poder a los ciudadanos, seguido por TV y radio por el país entero. Por eso la Constitución del 91 está muy arraigada en los colombianos (a diferencia de la de 1886) y tiene defensores espontáneos de todas las tendencias cada vez que han tratado de modificar temas esenciales.
Su mayor contribución fue el enorme avance en la protección de los derechos humanos modernos: los fundamentales, amparados por la tutela; los económicos y sociales, de progresivo cumplimiento; y los colectivos (como el medio ambiente y el espacio público), amparados por las acciones populares. Pero la Constitución del 91 cambió al país en muchas otras formas: dejó de ser un país gobernado mediante decretos de Estado de sitio (como lo había sido); descentralizó el Estado (para bien y para mal) como correspondía a un país diverso y geográficamente complejo; puso la protección ambiental y la provisión universal de servicios públicos en el centro de la acción estatal; le dio autonomía al Banco de la República, etc.
Hubo temas en los que algunos creíamos mucho y nos tocó sacrificarlos para que no se rompiera el consenso. Por ejemplo, el derecho de la mujer al aborto y los derechos de preferencia sexual. Tratamos de que quedaran expresamente en la Constitución pero los dos sectores conservadores, amenazaron con retirarse, pues para ellos esas cosas no eran negociables. Sin embargo, la manera como se redactaron los derechos fundamentales dio pie para que la Corte Constitucional haya ido desarrollando los derechos de la mujer y a la diferencia de una manera muy importante. Por eso fue tan preocupante lo que pasó hace un año, cuando un grupo de iglesias cristianas, el Procurador Ordoñez y el Centro Democrático, se empeñaron en una campaña en contra de los derechos a la diversidad, lo que influyó en la caída del Plebiscito así no tuviera ninguna relación.
Mi contribución en la Asamblea se centró, por supuesto, en los temas económicos y sociales, pero fui ponente en la Subcomisión y la Plenaria de dos de los avances más importantes. Primero, los derechos colectivos (medio ambiente –lo que hizo que ésta se conozca universalmente como una Constitución Verde-, espacio público, patrimonio público, libre competencia económica) y las acciones populares que permiten a los ciudadanos defenderlos. La Constitución de 1886 solo se refería a derechos individuales. Esta fue una innovación profunda, de la mayor trascendencia.
Y segundo, el nuevo régimen de servicios públicos. Colombia fue el primer país en el mundo cuya Constitución dice que el sector privado y la comunidad tienen derecho a prestar los servicios públicos, bajo regulación y supervisión estatal. Y que el Estado debe garantizar la prestación de calidad a todos los ciudadanos, incluyendo a través de tarifas subsidiadas para familias de ingresos bajos.
Logramos un consenso sobre éste punto con el M-19, con el argumento de Teng Tsiao Ping de que “No importa que el gato sea rojo o negro con tal de que cace los ratones.” Lo que importa no es que haya funcionarios públicos recogiendo las basuras, como piensan retrógrados como Gustavo Petro, o que el Estado sea dueño de Isagén, como piensan otros retrógrados como Uribe y Robledo, sino que haya una buena regulación (a través de las leyes de servicios públicos y las Comisiones de Regulación) y supervisión (a través de la Superintendencia de Servicios Públicos) que garantice que los servicios públicos le lleguen a todos los colombianos en condiciones de calidad y continuidad.
El cambio que ocurrió en el país bajo éste nuevo régimen (en sectores como gas, energía eléctrica y telecomunicaciones y, en menor medida en agua potable) fue impresionante y ampliamente reconocido: un enorme aumento de cobertura y calidad. En la actualidad, se está tratando de reformar el servicio de transporte con una institucionalidad parecida (las recomendaciones de la Comisión de Infraestructura), que iban viento en popa (la ANI, la FDN, la nueva Ley de Infraestructura) hasta que Germán Vargas las puso en el congelador (la Unidad de Planeación y la Comisión de Regulación).
En resumen, la participación en la Constituyente fue la actividad profesional y política que mas satisfacción me dejó en la vida y que me llena de orgullo.
El Ministerio de Hacienda
Samper me nombró como Ministro de Hacienda apenas fue elegido (a tiempo con Horacio Serpa como Ministro del Interior y Nestor Humberto Martinez como Ministro de Justicia). En los años de construcción del Poder Popular habíamos desarrollado una estrecha amistad y una visión compartida del país que tomó forma en el llamado Plan del Salto Social. Se trataba de consolidar las reformas económicas de Gaviria (la apertura) y la Constitución del 91 (el nuevo régimen de servicios públicos) complementándolos con un ambicioso programa en educación, salud y protección social (la Red de Solidaridad Social, antecesora de Familias y Jóvenes en Acción y el programa Juntos).
Estas tareas demandaban nuevos recursos y por ello logré en el Congreso la aprobación de la Reforma Tributaria de 1995, incluyendo el aumento de 14% a 16% en el IVA, que se denominó ¨IVA social¨ por su destinación. Teníamos un excelente gabinete económico y social (Jose Antonio Ocampo, Antonio Hernandez Gamarra, Cecilia Lopez, Augusto Galán, Daniel Mazuera, Jorge Eduardo Cock, Juan Gomez Martinez, Maria Emma Mejia), en cuya escogencia tuve la oportunidad de participar por mi cercanía de entonces con Samper y que trabajaba en forma muy coordinada (a diferencia de lo que hemos visto bajo Santos, donde cada cual va por su lado).
Todo iba viento en popa (la economía creciendo al 5%, la inflación bajando con el Pacto Social, los recursos obtenidos, los programas sociales tomando forma, la llamada privatización del sector eléctrico muy avanzada) cuando arreciaron las acusaciones contra Samper bajo el llamado proceso 8000. Cuando leí el Informe del Fiscal Valdivieso al Congreso y luego vino la confesión de Botero, ya no me cupo duda de que había entrado dinero del cartel de Cali a chorros a la campaña.
Y tuve la convicción íntima de que eso no pudo suceder a las espaldas de Samper, como él dijo en su defensa. Como comentó por entonces Carlos Andrés Perez, cualquiera que haya participado en política sabe que nadie da contribuciones grandes sin asegurarse de que el candidato lo sabe: de hecho, los donantes insisten en entregar personalmente los cheques al candidato. Como dijo, Monseñor Rubiano , uno no puede dejar de advertir que entra un elefante al comedor de su casa.
Con ese convencimiento le renuncié a Samper en una de las conversaciones más duras de mi vida. Le dije que así hubiese sido a sus espaldas, era su responsabilidad política pues él había nombrado a Botero y Medina, que la mayoría del país (incluyéndome a mí) no le creía y que, por tanto, había perdido legitimidad para gobernar. Le sugerí que debía renunciar (casi me mata) o anticipar las elecciones, como le recomendaron también López Michelsen y otros amigos suyos de verdad.
Samper me pidió demorar unas semanas el hacer pública la renuncia, pero cuando me di cuenta que había decidido quedarse a cualquier costo para el país, aconsejado por quienes siguieron en su Gobierno, y que me estaba mamando gallo, fui hasta Hato Grande un Domingo a entregarle una renuncia irrevocable que ya había enviado a Hernando Santos a el Tiempo, como él lo narra en su libro.
Esta fue la mayor decepción de mi vida, pues yo había dedicado mis mayores esfuerzos a ese proyecto político y había confiado en Samper como persona, por el conocimiento cercano que tenía de Daniel y el resto de su familia. Decidí desde entonces no volver nunca al sector público, ni participar activamente en política. Me dolió, también, el inevitable alejamiento con Daniel (que por fortuna se superó con el tiempo) y el resto de la familia, a quienes apreciaba mucho.
El daño que le hizo Samper y el proceso 8000 a la visión social-demócrata (la visión liberal de izquierda) en Colombia fue muy profundo. Es parecido al daño que le hicieron Samuel Moreno y Petro a la izquierda socialista.
El Banco Mundial
Nunca me había llamado la atención trabajar en una burocracia internacional. Pero, cuando renuncié (como lo hicieron también el Vicepresidente Humberto de la Calle, de quien tengo la mejor opinión, Nohemí Sanin, que estaba de Embajadora en Londres, y, muy discretamente, Augusto Galán y Daniel Mazuera), el ambiente estaba muy polarizado. Los opositores querían tumbar a Samper, y usar mi renuncia para eso, y el grupo que se quedó con él no escatimó recursos para tratar de hacernos la vida imposible a quienes nos apartamos del gobierno.
Los Presidentes del Banco Mundial y del BID, Wolfhenson e Iglesias, apenas se enteraron de mi renuncia, se solidarizaron y me ofrecieron ir a trabajar con ellos en una Vicepresidencia. Cómo no me parecía agradable pasar a negociar préstamos con otros Ministros de Hacienda de la región que eran mis colegas y amigos, le dije a Wolfhenson que aceptaría un trabajo técnico. El se sorprendió de esa elección y, después de averiguar, me llamó y dijo: “Estamos por nombrar al Economista en Jefe para América Latina y el Caribe, que es el puesto técnico más importante para la región. ¿Le interesa?”.
Después de unas breves entrevistas y la formalización del ofrecimiento, acepté con la condición de que pudiera escoger mi equipo y me asignaran un presupuesto holgado para llevar a cabo un ambicioso programa de investigación. El Banco tiene un Departamento de Investigación muy grande y competente, pero que estaba volcado a trabajar sobre los problemas más graves del subdesarrollo de Africa y los más complejos de los países en transición del socialismo al capitalismo en Europa del Este y Asia.
Estuve once años en ese cargo (que había aceptado inicialmente por solo tres), los siete últimos despachando desde Bogotá por consideraciones familiares. Resultó una experiencia apasionante.
Conformé un grupo con algunos de los mejores investigadores del Banco bajo mi dirección y con ellos, y con otros que colaboraban puntualmente desde el Departamento de investigación del Banco, elaboramos, publicamos y diseminamos más de veinte libros sobre temas críticos del desarrollo de América Latina (la alta desigualdad e informalidad, los problemas de volatilidad y vulnerabilidad, los círculos viciosos de pobreza y crecimiento, como usar mejor los recursos naturales para el desarrollo, la baja calidad de la educación, la lenta innovación tecnológica, el atraso en infraestructura, los perennes problemas fiscales, el complejo desarrollo rural, los problemas institucionales), algunos de los cuales tuvieron una profunda influencia en la región y son todavía hoy muy citados en publicaciones académicas.
Fue la época intelectualmente más productiva de mi vida, aun más que los períodos en Fedesarrollo y el CEDE.
Además, tuve la oportunidad de trabajar muy estrechamente con Joe Stiglitz, Nicholas Stern y Francois Bourguigon, como Economistas Jefes del Banco, en temas críticos del desarrollo global. Fue particularmente enriquecedor el trabajo con Stiglitz para entender la crisis Asiática de 1997, sus causas y consecuencias, y como superarla, lo que nos llevó a un enfrentamiento con el Fondo Monetario Internacional y el Tesoro Americano que habían equivocado el diagnóstico y la receta.
Ese enfrentamiento determinó la salida de Stiglitz del Banco. Pero, antes de que saliera, organizamos juntos una hermosa institución que aún sobrevive: el Global Development Network (en cuyo Consejo Directivo aún participo), una red de centros de investigación sobre el desarrollo en todo el mundo. Tuve también una relación muy estrecha y productiva con Michel Camdessus, el Presidente del Fondo Monetario, y con Stan Fischer, su segundo, hoy segundo del FED.
Así mismo, fue muy enriquecedor y grato trabajar mano a mano con todos los Ministros de Hacienda y Presidentes de los Bancos Centrales de América Latina, con muchos de los cuales conservo una grata amistad. Las visitas a los países me ofrecían oportunidades de dialogar a fondo con los equipos económicos, con los Presidentes, con los líderes gremiales, con los académicos independientes y con políticos prominentes sobre los problemas locales y su visión de la región y de la economía global.
Con varios de ellos continuamos una fructífera amistad. Y tengo, en especial, recuerdos imborrables de largas conversaciones con los dos presidentes más sobresalientes que ha tenido la región en las últimas décadas, Fernando Henrique Cardoso de Brasil y Ricardo Lagos de Chile, así como con figuras polémicas pero que marcaron el rumbo de sus países, como Fujimori en Perú y Lula en Brasil.
El regreso a la academia
Desde que salí del Banco, y de eso ya han pasado nueve años, me vinculé de nuevo con Fedesarrollo (primero como Investigador Asociado y hoy como miembro del Consejo Directivo) y la Universidad de los Andes, donde enseño medio tiempo, dirijo tesis y hago investigación con algunos colegas y estudiantes. Estuve también enseñando un año en Harvard (en el Kennedy School), como lo había hecho mucho antes (en 1979) en Oxford, como profesor visitante.
Un segundo medio tiempo lo dedico a cuatro organizaciones internacionales en temas de desarrollo (el GDN, ya mencionado, el Centro de Desarrollo Global y el Woodrow Wilson Institute, en Washington y, especialmente, la CAF, en donde estuve asesorando al presidente saliente, Enrique García, y al grupo de investigación). Participo activamente en conferencias académicas regionales e internacionales.
El tercer medio tiempo se va en cuatro Juntas Directivas en Colombia y centro América (sector financiero y teatro!), participación –ad honorem- en Comisiones Gubernamentales (la de Infraestructura , la Tributaria, la de Logística y una nueva de Desarrollo Verde), escribir en El Tiempo, conferencias y consultorías eventuales.
Vida personal y familiar
- Y ahora, para terminar, hábleme de sus aficiones y su vida familiar.
Sigo siendo un apasionado de la literatura. Devoro novelas de escritores de todas las latitudes y tenemos un grupo de discusión con otros amigos y amigas fanáticos de la literatura, que disfruto muchísimo. Me fascina la ópera, la música clásica, la danza y el teatro (soy miembro de la Junta del teatro Libre desde que se ´formalizó, hace ya más de treinta años). También, aunque menos, las artes plásticas. Cuando viajo, y viajo mucho, no me pierdo los conciertos, las obras de teatro y danza, y las exposiciones del momento. A mi esposa y mis hijos los desespera el tiempo que gasto en los museos. No concibo una vida plena sin el placer que dan las actividades culturales.
Tampoco sin viajar. Mis hijos cuentan los países que conozco (voy en noventa) y han viajado conmigo y mi mujer desde niños por todo Colombia y buena parte de Sur America, Europa, Africa Subsahara, los países Arabes y Asia. En esos viajes hacemos largos recorridos por carro y tren, buscando bellezas naturales y áreas de importancia cultural e histórica. Pienso que los viajes, además de placenteros y de unir como pocas cosas a las familias, son claves para comprender lo que sucede en el mundo.
Tenemos una casa de recreo en un sitio bellísimo abajo de Pacho, Cundinamarca, a la que vamos (o voy) todos los fines de semana que estoy en Bogotá y un apartamento pequeño en el casco histórico de Cartagena que utilizo varias veces al año.
Somos también una familia de jugadores (bridge, acquaire, seven up, ¡lo que nos pongan!) y deportistas. Me encanta el tenis, la natación y la vela. Mi hija y mi hijo han hecho y hacen toda suerte de deportes (futbol, rugby, boxeo, danza). Hacíamos largas caminadas (especialmente con un grupo de amigos jugadores en el área de Villa de Leyva), pero una operación de meniscos de hace cincuenta años me sacó ya factura y no he vuelto a hacerlas.
Mi hija Juana tiene treinta y ocho años (es hija del primer matrimonio de Claudia, pero vive conmigo desde los cuatro años, de modo que tiene dos papás que la compartimos sin celos paternales) estudió derecho y está terminando su tesis doctoral en Antropología Social en Harvard. Está casada con un músico compositor y canta en su banda. Hace danza, juega bridge y un millón más de cosas.
Compartimos muchos intereses y la visión del mundo, aunque ella está un poco más a la izquierda, como estuve yo cuando tenía su edad. Ha trabajado en temas de restitución de tierras y desplazados. Como quien dice, está en la pomada del momento. Es una mujer hermosa, brillante e independiente, pero al mismo tiempo muy cercana a nosotros. La quiero entrañablemente.
Mi hijo también salió mucho mejor que sus padres. Tiene veinticuatro años y está terminando derecho. Es muy inteligente, reflexivo, maduro y disciplinado, pero también es un gran deportista y un rumbero consumado. Le gusta pensar las cosas a largo plazo (en eso es muy diferente a mí, pues yo vivía al día y la vida me presentó muchas oportunidades que tomé y aproveché, así como algunas decepciones grandes, porque la vida está compuesta de ambas cosas). Es un tipo encantador, muy sociable y con muchos amigos. No sé a qué se dedicará (le ha gustado mucho el derecho comercial, financiero y de promoción de la competencia) pero estoy seguro de que será muy exitoso donde esté.
Soy uno de los hombres mejor casados que conozco. Claudia es una mujer excepcionalmente perceptiva (capta de una todo lo que yo solo acabo por percatarme y entender después de un tiempo) y generosa. Nos queremos mucho y nos entendemos muy bien. Somos los mejores amigos y compañeros. Aunque también discutimos con frecuencia, y a veces peleamos, porque la señora tiene una personalidad y convicciones fuertes y yo tampoco soy una pera en dulce.
Su casa materna
Fui muy privilegiado. Mi padre y mi madre se adoraron hasta el último momento. Cuando murió mamá sabíamos que papá no iba a durar más de cuatro meses solo, tal como ocurrió.
Papá era un hombre generosísimo, muy sensible e inteligente y de un gran sentido del humor. Un tipo adorado. Le fascinaba también la literatura, la música, los juegos y el deporte. Pero éramos muy distintos en otras cosas. A él lo que pasara por fuera de su casa y de su familia le importaba muy poco. Nunca entendió porqué yo quería trabajar en el Gobierno y en la academia. Fue ingeniero civil de la Universidad Nacional, trabajaba con arquitectos y toda la vida se dedicó a la construcción. Trabajaba lo mínimo necesario para vivir razonablemente bien.
Papá no nos regañó en la vida. Esa tarea era de mi mamá, quien era la parte fuerte y disciplinadora de la casa (aunque también nos consentía muchísimo). Con ella teníamos choques los cuatro hijos varones. El no haber tenido hermanas, sumado a haber estudiado en un colegio para hombres, hizo que me haya pasado la vida entera tratando de entender a las mujeres. Ahora que lo pienso bien, con mi mamá aprendí el gusto por las mujeres bonitas, muy femeninas, pero con personalidad fuerte. Y aprendí que es mejor no contradecirlas mucho y obedecerlas, o aparentar que se les obedece.
Fui el mayor de mis hermanos y de mis primos, con la ventaja de ser por ello muy consentido (no hay nada mejor que ser consentido en la vida: eso da seguridad y lo vuelve a uno gozetas), pero con la desventaja de ser el que tiene que romper paradigmas en el hogar. Los otros hermanos siguen un camino ya abierto. No me sorprende que la mayoría de mis amigos más cercanos son también hijos mayores, con experiencias parecidas. Tengo una excelente relación con dos de mis hermanos. Hay uno con quien no me entiendo y lo lamento mucho.
En mi visión del mundo, y en mi inclinación por lo público y la academia, me influyeron más mi abuelo paterno y mi colegio (el Gimnasio Moderno) que mi padre o mi madre. Mi abuelo fue uno de los primeros ingenieros de petróleos en el país, y tenía sociedad con un geólogo muy conocido, Alberto Loboguerrero. Todas las petroleras los consultaban. Pero a él lo jalaba mucho lo público y la educación, y por eso fue maestro y Viceministro, redactó el primer código de petróleos y dirigió la Cementera Boyacá, cuando la creó su Departamento de origen.
La familia Perry llegó de Inglaterra a instalar las siderúrgicas de Pacho (con los Corradine) y de Samacá, donde se asentaron y terminaron por establecer una Fábrica de Hilados y Tejidos. Mi abuelo era la persona con la que yo hablaba sobre el mundo, el país y las corrientes políticas.
- ¿Qué consejos le da a los jóvenes?
Primero, que estudien y trabajen en lo que les gusté. Tengo un sobrino que estudió cocina y vive feliz como chef, aunque no le ha ido aún tan bien como a Gastón Ecureo. Y una sobrina a la que le fascina el periodismo deportivo y es mucho más atractiva e inteligente que el negro Perea.
Si uno se dedica a lo que le gusta, acabará siendo bueno y reconocido y no tendrá problemas económicos, aunque no se haga rico. Tengo amigos que escogieron actividades y trabajos por el dinero: a la mayoría les fue menos bien económicamente que a los que nos dedicamos a lo que nos gusta. Aun a los que les fue bien, no les envidio para nada su vida, a mi juicio bastante vacía.
Segundo, que sean conscientes de que tienen una deuda con Colombia (como me lo inculcó mi colegio y mi abuelo), porque todo el que puede ser universitario es un privilegiado en éste país. Y es un privilegio adicional vivir en un país en que hay tanta cosa por hacer y por corregir, porque eso le permite a uno hacer una diferencia.
Tercero, que cuiden su hogar y sus amigos. Y, si son hombres, que trabajen con mujeres que son más juiciosas y disciplinadas. Y que les hagan caso; sobre todo a la compañera.
Cuarto, que cuiden su salud. Mucho deporte y comida sana. Esa inversión rinde grandes frutos, sobre todo cuando uno llega a la tercera juventud.
Publicado por Blogger “http://isalopezgiraldo.blogspot.com/2017/02/perfiles-guillermo-perry-rubio.html” El Blog de Isa López Giraldo el 2/18/2017