Santiago Rivas

Santiago Rivas

Las memorias conversadas son historias de vida escritas en primera persona por Isa López Giraldo.

Soy un hacedor de collage. Construyo mi vida recortando pedazos, pegándolos y haciendo cosas nuevas apoyado en lo que recibo. Creo que todo llega en una corriente que somos incapaces de controlar.

He sido un rebuscador que ahora ocupa espacios más tranquilos. El universo me ha mostrado un camino que me ha resultado muy interesante. Pienso con la emoción y siento con el pensamiento.

Tengo la convicción plena de que lo afectivo es político, de que como colectivo a menudo nos falla el amor, por lo mismo descreo de mis propias emociones. Busco observar en perspectiva.

ORÍGENES

RAMA PATERNA

No se tiene claro que el origen del apellido Rivas sea napolitano o de Castilla, pues existe una población muy cerca de Madrid llamada Rivas-Vaciamadrid. El vocablo proviene de ríos y me gusta su significado pues fluye, tiene sus rápidos, sus lentos, sus cascadas.

Beatriz Franco Isaza, mi abuela, nació en Sogamoso, Boyacá. Fue una mujer inteligente, muy capaz. Perteneció a una de las familias desplazadas por la violencia de los años cincuenta. El éxodo la trajo a la capital siendo muy joven y sin terminar el colegio.

Jorge Rivas, mi abuelo, fue un mayor del ejército quien se fue de la casa, no sin dejar rastro, pero decidió hacerse a un lado. Esto quizás porque su cuñado Eduardo fue fundador de las guerrillas del Llano, entonces se vio impedido para combatirlo. Si bien no tengo muchas vivencias a su lado, recuerdo que mi abuelo fue muy rolo, un cachaco que nos decía a los nietos: “Ala, caray: chato, barato, narices de gato”.

Esta fue una familia de siete hijos que mi abuela crio con ayuda de su hermana y de su mamá. Un verdadero matriarcado, también en cuanto al carácter. Alguna vez persiguieron a unos ladrones que pretendían robarlas.

Con mi abuela, quien también fuera mi madrina, compartía los fines de semana. Ella organizaba un pesebre entorno de la chimenea de su casa que quedaba en la calle sesenta con carrera quinta. La decoraba para Halloween, en calabazas de plástico nos repartía cualquier cantidad de dulces. Cada vez que la visitábamos nos atendía con chocolates Jet, Frunas, dulces con polvo efervescente. Cuando nos hicimos más grandes nos pasaba en la mano billetes de diez mil pesos.

ALEJANDRO RIVAS

A mi papá, Alejandro Rivas, lo define el ser caballo en el horóscopo chino: se le puede llevar al pasto, pero no obligar a comer. Es alguien muy en su punto, firme, fiel a su idea del mundo. En mi infancia lo tenía por bravo, ahora mi percepción es otra, me parece muy dulce. Fue jugador de fútbol, le decían el uruguayo, hincha del Santa Fe como lo han sido los Franco quienes alcanzaron a jugar en 1941.

Mi papá estudió en el Campestre, pese a ser muy liberal. Esto fue así porque mi abuela hacía los cuellos de las camisas de la primera comunión de los estudiantes de esa institución, entonces el colegio le apadrinó el estudio a sus hijos y nietos.

Si bien mi papá comenzó una carrera, en la crisis económica de los noventa dejó su profesión de ingeniero de sistemas para dedicarse a hacer crucigramas, los mismos que hasta ese momento habían sido su pasatiempo. Comenzó a publicarlos en La Prensa y cuando la cerraron los diseñó para otros periódicos. Pero no solo hizo crucigramas, sino también otro tipo de pasatiempos para constituirse en el negocio familiar.

RAMA MATERNA

Es poca la información que tengo de mi familia materna. Sé que fueron terratenientes, dueños de tierra desde Fusagasugá hasta Melgar, pero los herederos acabaron con ella. Madrugaban a levantarse y se acostaban temprano. Tuvieron horarios estrictos: almorzaban, sin falta, a las doce del día. Iban a misa. Veían televisión. Comían dulces.

Alicia Inés Aya Villaveces, mi abuela Tata, tuvo una gran facilidad para el dibujo. Se casó a sus treinta y tres años, tarde en los términos de su época. A ella no le gustó nadie hasta que mi abuelo en una fiesta la hizo reír con su fino humor. Tuvieron cuatro hijos.

Las fotos de la abuela de mi abuelo materno, es decir, de mi tatarabuela quien murió muy joven, parecen suspendidas, misteriosas, producen miedo: son típicas de película de terror.

Los Camargo fueron muy recursivos, diría que el lado nocturno de mi vida. Era a los últimos que pasábamos a visitar en las fechas especiales como navidades para trasnochar con ellos.

Alberto Camargo Torres, mi abuelo To, fue abogado; entre liberal y godo; buen lector; tuvo una gran sensibilidad para el arte; medio brujo por talento, porque tuvo una gran intuición.

Le encantaron las antigüedades, tuvo objetos de verdadero valor con los que decoró su casa. Curiosamente, usaba un solo pantalón por mucho tiempo: al quitárselo, lo metía debajo del colchón para que al día siguiente no tuviera arrugas y así poderlo usar repetidas veces.

To fue el primero de mis abuelos en morir, lo que ocurrió en 1986. Recuerdo el inmenso afecto que le tuve y la manera como consolé a mi madre.

INÉS ELVIRA CAMARGO

Inés Elvira Camargo, mi mamá, la menor de sus hermanos, de signo Virgo al que representa la cabra, es una persona buena, noble, inteligente, dulce, híper sensible, discreta, pasivo agresiva, con un amor por el arte y la música que compartimos. Tiene muy buena memoria. Como los materiales nobles, se adapta y aprende.

No es convencional porque es una mega mamá. Es el ideal de la mamá abnegada, pero que no se deja quitar terreno. Tiene una intuición que sorprende. Estudió en el colegio Femenino y es diseñadora gráfica.

CASA MATERNA

La mayor información que he recibido de la familia la tengo gracias a conversaciones extensas y amenas con mi mamá.

Mis papás se conocieron el 19 de septiembre, fecha de cumpleaños de mi esposa. Tuvieron un matrimonio de más de dos décadas, y conservan una relación muy fuerte: trabajan juntos, juegan tenis, se reúnen en fechas especiales. En nadie confían tanto como el uno en el otro.

Era mi mamá quien restablecía el orden en la casa, lo que habla muy bien de su carácter. Brindaba sensatez en medio de tanta testosterona.

Soy el mayor de tres hijos hombres. Me sigue Juan Antonio, diseñador gráfico, guitarrista, bajista y baterista que toca punk. Daniel es chef con un talento excepcional para los deportes, medallista y papá de Emilio: un niño sensible, inteligente, piscis como yo, alma vieja, maduro para su edad.

PILARES DE FAMILIA

Las casas en la familia marcaron época, las recuerdan por edades, por momentos de vida. Crecí en la de mi abuela materna que quedaba en la calle 109 con 15. Era tan grande que la partieron a la mitad para construir un edificio. Resultaba un poco paranormal, se sentían presencias extrañas, miradas y sombras. Fue ahí donde empecé a creer en fantasmas.

Las grandes lecciones recibidas de mi papá me han sido muy valiosas. Cursando cuarto de primaria tuve que analizar la fábula de El perro y el lobo de Jean de La Fontaine. La menciono a continuación.

Estando el perro en las inmediaciones de su casa en la montaña, se le acerca el lobo que deambulaba y que se encontraba muy, muy flaco. Se saludan. El perro le pregunta al lobo la razón de su delgadez y este le contesta que no ha podido encontrar comida por el invierno. El perro lo invita a su casa donde encontrará alimento, donde tendrá techo y cuidados. Entonces el lobo le pregunta por la marca en su cuello, la misma que el perro desestima al considerarla poca cosa. El lobo insiste y el perro le cuenta que el amo lo amarra para evitar que se vaya. Como el lobo no negocia su libertad por comida, se va.

Parte de la tarea consistía en preguntarle a los papás con cuál de los dos personajes de la fábula se identificaban. Asumí que mi papá lo haría con el perro, pues vivíamos muy bien y le creí al perro cuando indicó que una cadena era poca cosa. Me afané a contestar, pero mi papá me hizo ver que no, que para él su libertad no es negociable. Esto me abrió la mente para siempre, ha influido en mis convicciones políticas porque lo extrapolé. También ha influido en la manera como llevo a cabo mi trabajo.

Mi papá, además, es un gran profesor. Recuerdo cuando me ayudó con un trabajo creativo que debía llevar al colegio y para el que, como de costumbre, se me hizo tarde. Debía usar elementos de la naturaleza, entonces mi papá me dio la idea de hacer un gallo. Fuimos al parque, recogimos arena, hojas secas largas de color rojo y palitos. Pintamos una tabla verde y azul. Colamos la arena para hacer las veces de sol. Este proyecto lo vi expuesto en el colegio años después, cuando fui profesor en él.

Mi papá también me enseñó que la base para jugar bien fútbol es detener el balón: algo tan simple, pero que no es poca cosa. Se hace evidente quiénes no han recibido esta lección, muchos profesionales no lo tienen claro y flotan en su cabeza. Para citar un ejemplo en el fútbol está Neimar, quien prefiere lanzarse al piso en vez de buscar recursos. Otros que prefieren hacer la gambeta en vez del pase. Hay otros más a los que les rebota la pelota.

De mi madre aprendí a aceptar mis errores. Mi temperamento es apasionado y el haber estudiado con hombres hace que uno tienda a imponerse con sarcasmo, con furia. Fue así como me hizo ver que eso no es viable, que no debía pretender tener la razón. Me enseñó a bajarle al tono y a no ser pedante.

Mi mamá nos defendía de los gamines. Alguna vez le intentaron robar la patineta a mi hermano y ella fue quien lo evitó.

A mis dos años vivimos en Suba, el paraíso de la clase media. Allí conocí a quienes aún hoy son mis amigos y a quienes considero hermanos. Con ellos jugué en las zonas verdes, que eran muy amplias. Pero a mis amigos los hice peleando. Como me matoneaban, el consejo de mis papás fue el de que me defendiera. El diálogo no era opción, mucho menos lo era huir.

ACADEMIA

Siempre he sido romántico, mi carácter es tranquilo. Paz y amor son mi lema. Me enamoré de una niña de mi curso de vacaciones en el jardín infantil El Taller. Ella era proclive al drama: lloraba, hablaba mimado. Pero yo soñaba con ella, quería ser su caballero andante, protegerla y defenderla. Cualquier día le dio una gripa muy fuerte que le impidió volver, y yo la extrañé de tal forma que aún la recuerdo.

No olvido el momento en el que entré al salón, a mis cinco años y vi a Luis Eduardo Tovar, a Juan Camilo Maldonado, a Juan Sebastián Botero. Mis eternos amigos.

Siempre me salí de la línea coloreando, pero desde chiquito me gustó dibujar, herencia de familia materna y paterna como lo es el gusto por el fútbol y por la lectura. Gracias a mi madre y a mi tío Alberto aprendí a leer a mis tres años. Cuando llegué al jardín me preguntaron por lo que estaba leyendo. Les dije: “Estoy leyendo a Sócrates”. Entonces hablamos con mis papás porque si bien les encantaba que supiera leer, les preocupaba las lecturas que tenía a esa edad. Resultó que Sócrates era el nombre de un conejo de un cuento en el que explica qué es la lluvia.

Desde muy pequeño me gustó hablar con adultos, porque fui un metido a grande. Fui monaguillo. En la adolescencia tomé consciencia de que era histriónico, pues siempre fui juicioso y aplicado, buen estudiante, consentido de los profesores, de la maestra Casas. En un mundo que privilegia a los oradores, tuve la gran ventaja de ser extrovertido. Me molestó mucho y me rebelé contra esa evaluación de que la gente carismática es mejor.

Desde chiquito he seguido reglas, he sido un apegado al deber ser, y lo seré hasta el punto de que deje de tener sentido. La rebeldía debe ser estructural, debe buscar cambiar fundamentales.

Cada vez que tenía inquietud por algo y les preguntaba a mis padres, me mandaban a la biblioteca a leer. Esto se volvió una muy buena costumbre y fórmula para mi vida. Por fortuna en mi casa siempre hubo libros, privilegio enorme que debería alcanzar a todos: una ayuda solidaria es la de lograr que todos tengan libros en sus casas.  

Me he sentido muy confiado, cuidado, protegido. En mi casa me brindaron mucha confianza y me dieron mucha libertad. En la época de los celulares recuerdo ver a mis amigos monitoreados por sus padres. No tuve uno, pero soy un convencido de que tampoco me hubieran agotado con seguimiento. Ellos tan solo me pedían que me reportara.

Alguna vez fui al Alto Puno, pero me dio un edema pulmonar agudo, el mal de alturas. Los pulmones se me llenaron de agua por la falta de oxígeno al pasar del nivel del mar, en el que se encuentra Lima, a más de tres mil quinientos metros de altura. Estuve hospitalizado una noche. Al día siguiente volví a Lima pasando por Arequipa. Curiosamente, a mi regreso me enteré de que mientras yo vivía esta crisis a mi mamá le había faltado el aire sin tener idea de lo que me estaba pasando. Este es el grado de nuestra conexión, pues ella es muy intuitiva.

GIMNASIO CAMPESTRE

Gracias a mi abuela estudié en el Gimnasio Campestre, un colegio que busca que esta etapa sea importante para sus alumnos, que seamos comunidad gimnasiana. Así estamos en grupos de chat y nos reunimos. Es más, conservo el vínculo con mi profesora de teatro.

Fui muy activo como estudiante, aprovechaba al máximo todo lo que nos ofrecía el colegio pese a ser tradicional no bilingüe, porque lo fue solo hasta hace muy poco.

Me considero muy afortunado de haber podido estudiar allí, pese a que mis condiciones no se equiparaban con las de mis compañeros. Les protesté a mis papás pidiéndoles que me matricularan en un colegio con énfasis más creativo, pero su reacción fue la de que debía continuar en el Campestre. No atendieron mis reclamos.

He de confesar que tengo una relación de amor y odio con el Campestre al ser un colegio godo al grado de ser bastión del uribismo. Pero al mismo tiempo nos permitía rebelarnos y protestar. En mi caso armé escándalos y dejé de ir a misa, aunque no por eso me expulsaron.

Un hecho es que nunca fumé ni consumí drogas y, de haberlo hecho, tampoco me hubieran echado del Campestre. Hoy me encuentro en plena crisis de los cuarenta, con el síndrome de Peter Pan. Escucho mucha música, con especial gusto la que disfruté en mi adolescencia. Nirvana fue el primer grupo al que le presté atención, cuando empecé a definir mi gusto musical. Luego escuché Pixies, que sigue siendo mi banda favorita. Pero también Nine Inch Nails, Pearl Jam, Neubauten, The Young Gods, KMFDM, Skinny Puppy, Sonic Youth, Sepultura, Blur, Pulp, Los Fabulosos Cadillacs, Los Tres, 1280 Almas, Aterciopelados, Café Tacvba. No fui de los que prefirió a Guns N’Roses, solo más adelante los disfruté, como lo hicimos todos. Fui el típico adolescente que durante años vistió de riguroso y estricto negro.

Si bien tuve momentos duros, quizás por ser el menor del barrio y del grupo, aprendí a manejar este tipo de situaciones. Me tocó defenderme a los golpes, pues me agredían por orejón.

No considero que hubiera sido un ratón de biblioteca, pero siempre fui muy buen estudiante en casi todas las áreas. Prefería sociales, literatura y artes, yéndome muy bien en las otras. Era costumbre que izara bandera y jugara fútbol lo que hizo que mi experiencia colegial fuera más grata, pese a ser anarquista y rebelde.  

En el colegio descubrí que uno es sistémicamente clasista y racista, sin quererlo. Resulta que el clasismo es racismo, sin que yo lo fuera. Nunca me consideré un gomelo, pues de mi colegio yo era el que más calle tenía, aunque ya en la universidad descubrí que sí lo era. En este momento de mi vida no tenía clara la desigualdad, quizás en abstracto.

Por otro lado, en grado once tuve una novia con mamá alcohólica. Como era consciente de que esto es algo que se puede heredar y como he sido una persona responsable y estricta en la práctica, apegada al libro de reglas, aunque rebelde conceptualmente, le pedí a mi novia que no volviéramos a tomar.

He buscado retener y reprimir las emociones. Así lo hice cuando, alguna vez después de una fiesta en la que hubo licor, tuve un conflicto con mi novia. Por esto lo mejor era ser abstemios. Cuando terminó la relación no volví a tomar, sino que decidí jugar rugby, un deporte superior al fútbol siendo este de mi predilección. También, como estudiante, hice parte del equipo de la Universidad Nacional.

UNIVERSIDAD NACIONAL

Nunca recibí orientación profesional. Con uno de mis mejores amigos del barrio, a quien conocí a mis cuatro años, cuando llovía nos sentábamos a ver los libros de arte de mi mamá, que no son pocos. Me acostumbré a ver pinturas, también dibujé. Esto como estímulo creativo.

Tuve la fortuna de contar con una familia que me respaldó en mi deseo manifiesto a los once años de querer estudiar Artes Plásticas en la Nacional, Bellas Artes, como se llamaba en la época. En realidad, fue por mi mamá y gracias a su colección de arte del Círculo de Lectores que decidí estudiar Artes Plásticas. Cuando lo manifesté a terceros, esta decisión generó inquietud, malestar y comentarios que conducían a que estudiara Administración en el CESA, casi que como única opción.

Esto me lleva a pensar que en mi vida he optado por caminos de acuerdo con mi intuición, no por una decisión deliberada. Luego, cuando me informo, confirmo que estoy donde me corresponde estar y sin tener que cambiar de opinión.

Como estudiante de arte muchas veces tuve que dejar de comprar materiales, pues la prioridad era comer. Por fortuna, podía pedir fiado en la papelería de mi barrio Santa Paula, que era muy buena. Entonces siempre conté con pinturas, lienzos, pinceles. Como estudiante de la Nacional entendí la manera como está segregada la población y con esto también entendí una cantidad de cosas que me cambiaron la manera de concebir la vida.

Tras años de ser abstemio empecé a beber nuevamente. Por mi buen estado físico resistía tomando mucho trago, a esto se sumaba el hecho de haberme ido a vivir solo y de retomar la fiesta. En un momento me lesioné, recibí un golpe en el ojo jugando rugby, así me fui de fiesta y tardé cinco semanas en recuperarme, lo que coincidió con cambio de semestre y de horarios de entrenamiento, entonces dejé la costumbre de asistir a los entrenamientos.

Sin que hubiera sido mal estudiante, me resultó muy liberador pasar materias con 3.1 como nota cuando estaba acostumbrado a que mis resultados fueran excelentes. Mi énfasis en séptimo semestre fue en producción sonora que me exigió hacer ecuaciones de física de ondas, pero ya había olvidado absolutamente todo.

Tuve un problema burocrático en la Universidad. El hecho de haberme graduado del Campestre hizo que me cobraran más de lo que podía pagar por cada semestre, entonces perdí la matrícula que mis papás la partían en tres cuotas.

Muchas de las materias que había dejado en cinco reflejaron cero, como parte de un error del sistema de la universidad. Teniendo un promedio que me hubiera permitido aspirar a cursar una maestría, no pude hacerlo al perder la calidad de estudiante, pues pagábamos extemporáneamente la última cuota del semestre. Debo reconocer que también pasaba esto porque yo me demoraba en tramitar los documentos requeridos para la matrícula. Todo esto me obligó a retirarme.

A mis veinte años vivía en la casa de unos amigos que querían convertirla en edificio de apartamentos, pero no contaban con las licencias que otorga Curaduría. Por fortuna, al ser de preservación arquitectónica, los servicios eran los mínimos de estrato uno. Si bien había conseguido un trabajo como profesor de un colegio yo no tenía con qué pagarlos y, si tenía la plata, tampoco recordaba que debía hacerlo. Me pidieron la casa, entonces regresé a la de mis papás.

Poco después logré vincularme al Gimnasio Campestre en un trimestre de prueba cuando una profesora estaba por retirarse. Por primera vez supe lo que era manejar plata. Fue cuando inició una etapa distinta de mi vida.

Para este momento comencé a hacer los trámites en la universidad que me permitieran continuar en noveno semestre. Como los estudiantes entraron en paro, asumí que también las oficinas, entonces no hice seguimiento y perdí nuevamente la matrícula. Más adelante retomé, presenté mi tesis, recibí mi nota, pero no me gradué al no tener libreta militar. No la tenía pues me costaba una plata importante y ya no trabajaba porque el nuevo rector me había echado.

Yo no estaba en la rosca del rector, decía que me quejaba por todo. Como había empezado a poner música en bares por las noches, entonces repetidas veces llegué a dictar clases tarde y enguayabado, nunca borracho. Pero ante los problemas intensifiqué el consumo de licor.

Cuando finalmente tuve libreta militar, pagada por mi papá y por mi hermano, fui a la Nacional, pero me exigieron unos créditos que realmente no debía. Ya no podía matricularme nuevamente por normas internas.

Confieso que no me he graduado de Artes Plásticas, aunque presenté mi tesis. Perdí repetidas veces la matrícula en la Nacional. La última vez ya cursaba octavo semestre, momento en el que me fui a enseñar a mi colegio. Como estudiante universitario descubrí que me gusta más trabajar que estudiar, aunque amé mi paso por la universidad.

TRAYECTORIA PROFESIONAL

La plasticidad de mi carrera obliga a pensar de forma distinta, de eso se trata precisamente, transformar materia en imagen. Es una cosa que parte de la mirada y que lleva a observar los distintos ángulos. Esta habilidad desarrollada me ha llevado a trabajar en medios, a presentar mi monólogo en vivo, a ser mejor profesor. 

No tenía muy claro qué quería hacer con mi vida. Lo que más me gusta de mi carrera es hacer instalaciones, pero estas requieren tiempo y plata. En algún momento pensé que en adelante sería docente.

FRANCISCO EL MATEMÁTICO

Ahora recuerdo que, en algún momento, quizás antes de graduarme del colegio, alcancé a ser extra en Francisco el matemático. Esta fue la peor experiencia que he podido tener, y no me la pagaron. Tuve que pagar unas fotos, sin tener plata, también tuve que esperar trece horas sentado en RCN de Las Américas para grabar tres escenas.

Solo sabía que no iba a ser artista ni profesor ni profesional con título.

PROFESOR DE COLEGIO

He trabajado como profesor de colegios. Me he ocupado de maneras muy distintas para generar ingresos, pero también he podido volcar toda mi capacidad creativa aportando a proyectos que han tenido impacto, gran magnitud.

LOS PUROS CRIOLLOS

Mientras trabajaba por mi cuenta, en el 2008 participé en una convocatoria con la posibilidad de hacer un piloto para el programa Los puros criollos para Señal Colombia antes de la Ley MinTIC. Este es un programa creado por Néstor Oliveros, director, dramaturgo, actor de teatro, escritor de guiones para televisión pública, alguien muy brillante. Se trataba de producir capítulos de media hora, con notas de humor.

El programa es una serie documental sobre los símbolos patrios no oficiales. Oliveros se apoyó en los resultados de una encuesta que había publicado la revista Semana en 2004, durante el Gobierno Uribe, que permitió conocer lo que hacía sentir a los colombianos identificados con su país.

Oliveros se concentró en los doce primeros y le sumó el Escudo Nacional como símbolo patrio oficial. Recuerdo algunos: El Divino Niño, la ruana, el vallenato, el aguardiente, el río Magdalena, el álbum de chocolatinas Jet, Macondo, el sombrero vueltiao, las esmeraldas.  

Al ganarnos la convocatoria grabamos la primera temporada. Aunque no fue muy popular y no pagaba muy bien, si punteó en buenas calificaciones por parte de la audiencia. Sin sospecharlo, en ese momento mi vida estaba dando un giro muy importante y decisivo.

En febrero de 2012 me llamaron para hacer la segunda temporada, pues tomó tres años saber si nos había ido bien, pues la inmediatez que conocemos hoy no existía. Por supuesto, fue más exigente porque nos propusimos sacar en un año treinta episodios alusivos al Choco Ramo, al Renault 4, a la lechona, a las empanadas, a los tamales…

Señal Colombia ya tenía canal en YouTube y cuenta de Twitter, por donde se promocionaba. El programa iba después de la repetición de Don Chinche. Todo esto disparó la audiencia, de alguna manera me dio a conocer y nos permitió hacer cinco temporadas durante las cuales se produjeron ochenta y cinco capítulos.

Los puros criollos señalaron el clasismo, el racismo. El programa mostró una idea sencilla, pero desenfadada de lo nacional, pero sin lo patriótico tradicional, sin poses, sin traicionar todo aquello que nos permite sentirnos en casa, en nuestro país, con esa identidad propia real.

Gané tres premios India Catalina por mi rol de presentador. Aunque también escribí con Oliveros, porque él me dio mucha participación, como se la dio al público, porque todos cabían en el programa. Pero se cerró después de una disputa con el gobierno Duque precisamente por la Ley MinTIC que ponía en riesgo la financiación de la televisión pública, como ahora es evidente.

La respuesta a nuestras manifestaciones por parte de la gerencia en cabeza de Juan Pablo Bieri, fue la de empezar a vigilar las redes de los empleados del canal. Por ejemplo, pidieron mi carpeta para revisar mis ingresos, lo que supe después.

Le manifesté a María Paulina Baena que queríamos hacer un video de La Pulla sobre el tema de la Ley que por ser tan larga escondía vicios. El video salió el viernes 6 de diciembre y el 7 avisaron sobre la no renovación del contrato a muchos del programa, movida legal porque no fue un despido arbitrario. Ese mismo día movieron la franja del programa del prime time para las dos de la mañana.

En enero siguiente se hicieron públicos unos audios en los que quedó en evidencia que Juan Pablo Bieri había tomado la decisión de sacar de la parrilla las repeticiones y, ante la imposibilidad de suspender el estreno de la quinta temporada, mover su emisión a un horario sin audiencia, como a las dos ó tres de la mañana.

Luego vino la renuncia de Bieri y de Ramón Samper. Álvaro García, exdirector de Cromos quien había sido jefe de prensa de Palacio, asumió la gerencia de RTVC, montó noticiero, y fue reemplazado por Hollman Morris a quien he criticado.

Ahora tenemos una televisión pública entregada al gobierno, generada, vigilada y controlada por el gobierno haciendo parte del Ministerio de las TIC.

SEÑAL DEPORTES

Luego trabajé como escritor y presentador de Señal Deportes donde fui guionista y donde por primera vez tuve un sueldo considerable.

EN ÓRBITA

Después trabajé en En Órbita, magazín cultural transmedia que hicimos para RTVC de Señal Colombia, con episodios cortos en televisión, contenidos más completos en YouTube, página web y presencia en radio.

Haciéndolo aprendí muchísimo sobre estos temas, cambió mi forma de entenderlos, me dio muchas herramientas. Fue un trabajo de tiempo completo que duró dos años porque, como considero, se cometieron errores en su formato.

Este fue el proyecto que no logró florecer, pese a su importancia.

SEÑAL COLOMBIA

Trabajé durante casi un año en comunicación digital en Señal Colombia. Si bien agradezco el que me llamaran y acogieran para no dejarme morir, este fue un ejercicio muy frustrante dado que Señal Colombia apenas se estaba acoplando a lo digital. Mis ideas, mis aportes, no encontraron su norte.

CARACOL RADIO

Trabajé tres años en Caracol Radio. Inicié con Frank Solano en La ventana, luego en Dos y punto con Diana Montoya. Si bien a Frank le tengo gran aprecio, debo decir que la experiencia en Caracol resultó compleja por su idea tradicional de construir la radio.

Conté con jefes magníficos que abrieron espacios para que pasaran cosas, para que se presentaran propuestas, pero en lo logístico y en lo económico realmente no fue fácil. Por un tema de auditorías debí abrir una S.A.S. para que contratara con el Grupo Prisa. Por cuenta de ese modelo yo no tenía derecho al incremento anual ni tampoco a aumentos de sueldo ni opciones de crecer.

La idea era darle una nueva fuerza a La ventana, programa que Frank lo convirtió en un espacio de variedades, de cultura popular, autóctona. Pero entró en un valle y se esperaba que mi voz incidiera ayudando a revitalizarlo, pese a que yo no hablo en lo cotidiano como solía hacerlo en Los puros criollos.

En agosto de 2016 le notificaron a Frank que daban por terminado su contrato. Bajo la dirección de Diana Montoya el programa cambió, lo hizo más convencional, de entretenimiento, con invitados especiales se abordaron temas de actualidad culturales no políticos. La dinámica con Diana no me resultó fácil dados nuestros estilos tan diferentes.

EL ALARGUE

Dado que yo no tenía vacaciones, para poder tomarme un descanso negociaba hacer un trabajo extra a cambio de dos semanas pagas. Uno de esos trabajos fue en El alargue, con Diego Rueda, poniendo música y hablando de los países que participaban en el Mundial 2018.

Amé esta experiencia, la crítica fue buena, la gente habló muy bien de esas transmisiones en las que todos estaban en Rusia mientras que yo permanecía en el país.

Al terminar el Mundial, Diego dijo al aire que quería que yo continuara en el programa. Lo vi como una oportunidad de crecer profesionalmente, además porque me gusta mucho el deporte y estaba haciendo un buen papel. Pero esto no se dio. Por el contrario, enviaron a otra persona para que atendiera lo de la música. Entonces renuncié, salté sin red, pues no tenía un lugar donde llegar.

FREELANCE

Volví a trabajar por mi cuenta. A los pocos meses reventó lo de Los puros criollos, entoncesquedé en el aire perdiendo mi tiempo y mi energía.

Como fui tan crítico de esa Ley específica y del gobierno, la gente me empezó a preguntar: “¿Ya lo amenazaron?”. Pero, la verdad, nunca recibí un sufragio ni coronas de flores ni nada por el estilo. Solo un día me sentí perseguido y me robaron mi computador en el Teatro La Candelaria.

En el paro del 2021 me sentí vulnerable cuando alguien compartió un video en el que supuestamente yo apoyaba el asesinato de policías y militares, con esto me puso una mira en la cabeza, me dejó en riesgo, en peligro. Entonces consideré irme del país, pero no era una decisión fácil, tampoco quería desacomodar a mi esposa.

ACABA COLOMBIA

En agosto de 2018 la Editorial Planeta me había publicado el libro Acaba Colombia, que me ayudó para ser llamado de la Feria del Libro, del Hay Festival, de universidades y de otros escenarios visibilizándome mucho más de lo que logré trabajando en Caracol.

Es un libro satírico que plantea que la solución a los problemas de Colombia es acabar el país, pero no destruyéndolo, sino desmantelándolo. En él presento seis argumentos para que se acabe Colombia.

El primero es que el país no existe, es de mentiras, porque es de papel, aunque esté documentado, reglamentado, organizado en hojas de ruta, con una cantidad de constituciones históricas y una de trescientas páginas con mil artículos que nadie lee. El otro país es el que funciona sin tener en cuenta lo que dice nuestra Constitución.

El segundo argumento es que Colombia es un país sin verdad, nadie sabe nada. La Comisión de la verdad vino después de que terminara de escribir el libro en marzo de 2018. Pero, a pesar de la Comisión, esto sigue siendo cierto. Tenemos una crisis de medios que no nos deja conocer la verdad.

Lo tercero es que Colombia no tiene ciudadanía, es un país de enemigos. Los nacionales piensan que los demás son sus enemigos incluso los mismos miembros de su familia. Por esto unos pasan por encima de los otros.

La gente tiene miedo, vive asustada pensando que la van a robar, que la van a amenazar si le va bien. El miedo lleva a alinearse con el matón para evitar ser matoneado.

Nadie quiere ser colombiano. Por el contrario, todos quieren ser españoles, argentinos o, como Julito, quiere ser las dos cosas. La gente se identifica más con su región que con su país, como los paisas que son federalistas. Las ciudades capitales las comparan con las grandes ciudades en el mundo, porque no hay ese arraigo ni el reconocimiento por lo propio.

Finalmente, Colombia es un país diseñado para no cambiar. Todo lo que hacemos está marcado por un pesimismo que se reproduce a sí mismo. Nuestra clase dirigente es como un novio tóxico que siempre está ahí.

En el libro incluí el escándalo con Bieri lo que disparó mis seguidores en Twitter. También contiene una cantidad de pies de páginas porque está pensando para que se lea como yo hablo.

En el 2022 convertí Acaba Colombia en monólogo de sátira política y comedia. Abordo cuatro argumentos porque fusioné dos.

La verdad es que yo nunca había hecho stand up comedy, no tenía experiencia escénica. Durante la pandemia me senté a analizar cuanto especial de comedia me encontrara en cuestiones de forma, de estilo y demás detalles, pues quería dedicarme a eso.

Luego hablé con un amigo para presentarme en el segundo piso de su restaurante donde contaba con una programación que incluía noches musicales y de poesía. Entonces me reservó los miércoles, pero yo no me decidía hasta que un viernes no tuvo a quién presentar y me llamó. Me lancé al agua, aunque muy asustado. Una hora antes tomé notas del libro para apoyarme en ellas. Salió bien, fueron dos horas de las que recibí retroalimentación. Al comienzo tuve audiencias de cuatro, de diez, de dos personas, pero que me ayudaron a entrenarme para presentarlo ante un público más grande, más desafiante y retador.

Más adelante recibí clases que me permitieron entender cómo se escribe una rutina, porque mi proceso fue al revés, invertido. He ido perfeccionándome porque lo sigo presentando. Lo he llevado al Teatro Petra, a Libélula Dorada, a la Javeriana, al Estudio De La Piña y a otros sitios y a diferentes ciudades.

PRESUNTO PODCAST

Actualmente realizo el Presunto podcast en el que soy abierto a la participación de todo el equipo con un liderazgo muy horizontal. En él analizamos la participación de los medios de comunicación colombianos, sus narrativas y demás.

Presunto podcast me llevó a dirigir los contenidos sonoros de Capital y me permite postularme a hacer podcast para entidades y ONG. Va a cumplir seis años con un equipo conformado por siete personas.

PUNTOS CAPITALES

Durante la pandemia y desde la casa, hice un programa de opinión de nombre Puntos Capitales, a manera de informativo no editorializado. Analizaba tres o cuatro noticias al día, lo que resultaba exigente. Era televisión pandémica, usaba la cámara del computador y en el estante de atrás de mi estudio se asomaba mi gato.

MESA CAPITAL

En Capital se inventaron la franja de opinión Mesa Capital. Inicié con el último gran proyecto, El lunes. Los lunes a las ocho de la noche presentaba un monólogo de opinión de quince minutos y cuarenta y cinco de entrevista sobre temas específicos. Fueron tres años de programa.

PODCAST DE CAPITAL

Como mencioné, dirigí los podcast que habían comenzado como contenidos sonoros de Capital. Tuve a mi cargo un equipo que empezó con cuatro personas y terminó con siete.

PODCAST – EXPERTOS DE SILLÓN

El podcast Expertos de sillón habla sobre las visiones totalizantes. La mía es el collage, una reunión de elementos que no necesariamente se mezclan ni difuminan los bordes, por el contrario, se ven, se notan. Cada vez que se unen dos, se genera una semántica completamente distinta, un significado diferente, una sintaxis única.

Esto hace que el sentido esté en la construcción, además es concluyente en que no hay nada que nazca de uno solo. Necesariamente incluye variedad, multiplicidad.

Los vendo a módico precio y doy talleres en Urraca. El nombre Urraca obedece a que ellas recogen cosas que les parecen llamativas para llevarlas a su nido. He logrado construir un espacio muy bello que deja un rédito más allá de lo monetario.

Por otro lado, he escrito artículos sobre este tema y voy a hacer un taller para niños con el Fondo de Cultura Económica.

SECRETARÍA DE CULTURA DEL DISTRITO

Mi trabajo en la Secretaría de Cultura del Distrito es muy institucional en el que comparto con gente muy profesional desde la oficina de asesoría en comunicaciones a cargo de Santiago Trujillo.

Soy líder creativo tiempo parcial y estoy planeando hacer un podcast; participo en la generación de ideas para distintas campañas de la Secretaría.

Desde mi cargo sigo publicando mi opinión sin restricciones, porque soy fiel a mis principios y no quiero traicionarme.

FAMILIA

A Viviana Londoño Calle, mi esposa, la conocí en 2016. Llevábamos buscándonos desde hacía un tiempo por razones distintas a cualquier acercamiento romántico. La primera vez que nos vimos fue circunstancial y hubo química desde el comienzo, pero no estábamos pensando iniciar una relación. Por mi parte estaba haciendo el duelo de una anterior y Vivi vivía en Medellín.

Algunos meses después, tras haber mantenido el contacto por asuntos de trabajo, me fui a Medellín a pasar unos días y decidí escribirle sin ningún objetivo específico. Era 7 de mayo de 2016. Todavía recuerdo los nervios que sentí cuando decidí buscarla. Esa misma noche nos reunimos, declaramos nuestro vínculo, por lo mismo, empezamos a contar los días de nuestra relación. He de confesar que sentí pasos de animal grande. Desde entonces, nuestra consigna ha sido: “Esto puede durar un día o un montón de tiempo, lo importante es el habernos encontrado”.

Me dijo que en un par de semanas se mudaría a Bogotá, entonces la acompañé a buscar su apartamento. Pero pronto lo cerramos, también el mío. Esto fue así para pasarnos a vivir juntos a otro sitio. Cuatro años más tarde nació Violeta. Vivi y Violeta son mi familia en todo el sentido de la palabra.

A los dos nos une un vínculo muy profundo. Todos y cada uno de mis días siento plena confianza en la solidez de lo nuestro. Sobre esa base hemos logrado resolver cualquier tipo de problemas, hablando y concertando. Nos hemos apoyado en situaciones de mucho estrés. Por ejemplo, recuerdo aquel viaje en el que estuve hospitalizado por un edema pulmonar agudo en Puno. Criamos en pandemia, algo realmente muy complicado. También afrontamos los últimos meses de vida de Stella, la mamá de Vivi, pues tuvimos que estar separados la mayor parte del tiempo. He tenido que aprender a manejar mi tiempo para no afectar a mi familia porque, entre varios proyectos que atiendo, también soy DJ de fiestas y eventos.

Tal vez algún día hagamos nuestra fiesta de matrimonio. Igual, yo la presento siempre como mi esposa.

REFLEXIONES

  • ¿Te habita la calma?

Soy apasionado por lo que me gusta, no pasional. Acelerado. Me interesa aprender tanto como sea posible, entender los distintos temas.

Por mi falta de disciplina natural me gusta tener rutinas que me obliguen a sacar adelante proyectos en plazos definidos. Amo los cronogramas porque me dan una medida de cuánto puedo estar satisfecho.

Por lo general soy paciente, incluso en asuntos urgentes. Me dejo llevar, dejo que las fuerzas me caigan encima, casi que por un asunto teológico pues creo que los seres humanos estamos sometidos por completo al timing.

  • ¿Qué es el tiempo en tu vida?

Jhon Lock decía que a la naturaleza solamente se le puede controlar obedeciéndola. El timing es la naturaleza. Somos seres obligados a confiar en el tiempo o condenados a sufrir por él.

El timing nos lleva de la mano sin darnos la posibilidad real de controlarlo, aunque es lo que creemos, que podemos controlar el devenir de las cosas.

Nuestra necesidad de confiar en el devenir, en la secuencia en la que suceden las cosas, hace que estemos sometidos al tiempo.

Nombre dice que no podemos ser líderes de todo, simplemente tenemos que observar muy bien y cuánto se tardan las cosas. Si uno se afana, las cosas se tardan lo mismo, pero uno sufre.

  • ¿Hay ruido en tus silencios?

Soy muy insomne. Me gusta estar en silencio y este lo tengo categorizado. Casi nunca he logrado tener un silencio mental, pero me gusta silenciarme pues vivo de hablar, ahí descanso.

  • ¿A quién encuentras en esa inmersión?

Me voy a mis lugares felices, aunque la realidad me afecta.

  • ¿Qué característica de personalidad destacas?

Soy compulsivo, como toda persona obsesiva. Y codicioso, me gusta acaparar conocimiento para darle utilidad.

Me he vuelto coleccionista de vinilos, por ejemplo, entonces ahora estoy comprándolos en cantidad. Me encantan los libros de papel, para sentirlos, olerlos, leerlos, es así como tengo varias bibliotecas. Soy coleccionista de revistas. La paternidad es causa del aplazamiento de la lectura seria, más que el teléfono.

CIERRE

Como todos los seres humanos me tengo a mí mismo como mi tema favorito, pero realmente es muy raro que comparta mi historia de esta manera, pese a ser tan extrovertido.

Al comienzo me sentí como en terapia contándote cosas que solo le diría a mi psicóloga, experimenté una especie de resaca por el sobre compartir cosas. Pero me ha gustado hacer esta construcción sobre mi vida. Ha sido una especie de catarsis que me ayuda a entender lo que me frustra en el trabajo, por ejemplo, y de lo que me puedo sentir orgulloso.