Eimy Barahona

 

Eimy Barahona – TeleSAN – Mosquitia

Las Memorias conversadas® son historias de vida escritas en primera persona por Isa López Giraldo

 

Soy una persona feliz y altamente sensible, apasionada por la investigación y por el servicio a los demás.

ORÍGENES – FAMILIA PATERNA

La familia paterna es de agricultores y ganaderos. Mis abuelos provienen de Valle, municipio muy pobre de Honduras. Esto no impidió que sus ocho hijos estudiaran en la ciudad.

Cuando yo tenía ocho años mi papá migró a los Estados Unidos para poder darnos estudio y atender nuestras necesidades básicas. Es un luchador que, a pesar de la distancia y a que nunca nos volvimos a reunir como familia, se esforzó por nosotros y nos brindó un mejor nivel de vida.

Gracias al sacrificio de mi papá, mis hermanos y yo pudimos estudiar en universidades privadas. Con esto nos enseñó fortaleza y a no sucumbir a los sueños. Ha sido una fuente de inspiración muy poderosa.

FAMILIA MATERNA

A la familia materna no la conocemos tanto. Mi mamá creció en medio de relaciones familiares rotas, vivió por su cuenta desde los quince años. Siempre quiso estudiar, pero las cosas no se le dieron tan fácil. Terminó su bachillerato cuando sus hijos ya estábamos grandes.

A mis dieciséis años quedé a cargo de mis hermanos, pues mi mamá tomó la decisión de viajar a España con el fin de brindarnos mejores condiciones cuando las cosas en Honduras se pusieron muy difíciles.

Asumí el rol responsable de la “mamá” de la casa, con la conciencia del sacrificio que nuestros padres estaban haciendo, entonces teníamos que estar a su altura. Animé a mis hermanos a que cumplieran las normas y rutinas.

Alimenté la imagen de la hermana perfecta, con eso me exigí mucho, pero los resultados se vieron. Cuidé a mis hermanos en un momento de alta vulnerabilidad, especialmente para mi hermana menor que apenas tenía trece años.

ACADEMIA

Desde muy pequeña me gustó la ciencia. Recuerdo que soñaba con que me regalaran tubos de ensayo y anilinas para poder combinar sustancias de colores. Por mucho tiempo pensé que sería bióloga marina.

Inicié la carrera de medicina sin dificultades. Me llamaron la atención la genética, la psiquiatría y los temas forenses. Se me dio muy bien la parte clínica por la cercanía con el paciente.

Me reconocí como un técnico de computación que conoce los manuales para arreglar cualquier daño, así fue como apliqué mis conocimientos en el paciente y con la conciencia del que va más allá de suministrar medicamentos.

En séptimo año se hace el internado hospitalario y en octavo se presta servicio social. Me sentí muy a gusto en el hospital, pero me impactó cuidar a los pacientes que no salían adelante. Ver la indiferencia de los médicos, que normalizaron, me arrancó lágrimas y me valió que alguien me dijera que no estaba lista para ejercer esta profesión. No le hacían duelo al paciente y esto afectó mi sensibilidad.

Atendí varios casos de pacientes que venían de lugares de muy difícil acceso, viajaban por semanas para lograrlo y con la barrera de lenguaje. Tomé conciencia de los costos que significaba a tantos pacientes llegar al hospital, que en muchas ocasiones lo hacían tarde en términos del avance de la enfermedad.

PRÁCTICA PROFESIONAL

Decidí viajar como voluntaria al interior del país pese a los riesgos atribuibles al narcotráfico, la violencia e inseguridad, y contra el deseo de mi familia. Una vez llegué a mi destino me sentí algo extraña por el lugar, por el clima de mucho calor y humedad, por la falta de medicamentos, equipos y profesionales para la atención de la salud. Era imposible seguir los protocolos que impone la ciencia.

Tuve que enfrentar muchas situaciones en extremo difíciles que me golpearon profundamente. El abuso sexual infantil, el embarazo adolescente y en niñas, la indiferencia de los padres, el silencio cómplice, partos de altísimo riesgo.

Un caso fatal fue el de unos padres que viajaron cuatro horas en lancha con su bebé de seis meses que se atoró con un fríjol con el que jugaba. En el instante en que la recibí entró en paro respiratorio, llamé a la pediatra y comenzamos a aplicar las maniobras de resucitación, pero no logramos salvarla.

Regresé a Tegucigalpa, presenté la tesis, recibí ofertas laborales, pero me sentía tan rota que decidí regresar.

Resulta que en ese momento un grupo de amigos había iniciado un voluntariado con una ONG irlandesa que llegó cuando se presentó un huracán que destrozó una región del país. Con ella comencé a viajar a las comunidades para dar capacitación, primeros auxilios y responder inquietudes. Esto me hizo ver que el desconocimiento no es por nada diferente a la falta de acceso a la información, al compromiso del Estado para darle alcance a toda la población.

TELESAN- MOSQUITIA

Uno de mis colegas nos animó a que comenzáramos a trabajar en telemedicina para cerrar la brecha en las regiones. Con ella, comunidades de escasos recursos no tendrán que gastar quinientos dólares en un viaje cuando sus ingresos son de dos dólares diarios.

Encontramos jóvenes de veinte y treinta años paralíticos debido a la enfermedad por descompresión del buzo, pues su fuente de sustento los ha venido afectando y no cuentan con atención médica.

Hicimos el planteamiento que exponía la cruda situación de Mosquitia y ganamos una convocatoria a nivel latinoamericano y del Caribe, promovida por CIDEIM y por la Universidad de Antioquia – Social Innovation in Health. Con esto logramos más visibilidad, ampliamos las redes y logramos beneficios para la comunidad.

Recibimos la visita de la investigadora cuantitativa colombiana, Diana Castro, quien nos entrevistó. En esa charla preguntó por nuestros planes. El mío era especializarme. Me hizo ver que debía comprometerme con el proyecto y no abandonarlo, me instó a trabajar por él.

Hablé con mis papás para comentarles que haría una pausa en el estudio y que me entregaría por entero al emprendimiento. Ellos estuvieron de acuerdo y respaldaron mi decisión.

Diana nos puso en contacto con salud pública y con la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad de Honduras. Le presentamos el proyecto al decano y quedó encantado. Logramos la alianza y nos motivaron a participar en una convocatoria de innovación que nos permitiría acceder a recursos con los que podríamos atender todos los frentes que exige una plataforma virtual.

Mucho más establecidos y cuando ya estábamos implementando el proyecto, nos presentamos a Social Skin en Costa Rica para una competencia dirigida a Centroamérica. Recuerdo que mis nervios me traicionaron, pero no fue razón para que no ganáramos pues el proyecto es potente.

REFLEXIONES
  • ¿Quiénes han sido tus mayores referentes?

Los médicos que conocí en mi camino, especialmente los pediatras. Una médica internista en su momento me inspiró. Los jóvenes que trabajaban en salud pública. Y Diana, que me hizo un llamado de atención y me animó a concentrarme en mi labor.

  • ¿Cómo contribuyó Social Skin a tu crecimiento como emprendedora?

Social Skin nos llenó de herramientas corporativas. Aprendimos a presentar de forma profesional nuestro proyecto y a mejorar nuestro discurso frente a los inversores. El networking fue muy importante como lo fue el premio en términos económicos.

  • Basado en tu temprana experiencia, ¿qué recomendación le harías a quien quiera iniciar su camino hacia el emprendimiento?

Que no tenga miedo, que se lance pese a las dificultades. Que busque soluciones, se rodee de personas con visión para crecer. Que confíe en que una semilla sí puede cambiar el rumbo. Porque un fuego, aunque pequeño, alumbra.

  • ¿Cómo quieres impactar al mundo?

Quisiera que más personas tomen conciencia de que podemos hacer la diferencia desde nuestro lugar.

  • ¿Cuáles son tus mayores talentos?

La empatía, sin duda.

  • ¿Cuál es tu código de ética?

Evitar hacer daño.

Isabel López Giraldo es responsable del contenido de este sitio web. Davivienda actúa como patrocinador de la sección “Jóvenes Talentos”.

Memorias conversadas para Historias de vida por Isalopezgirlado