UN PERRO DE CARÁCTER
SÁNDOR MÁRAI
FRAGMENTOS
Solo se da a sí mismo el enfático título de escritor en momentos de arrogancia.
No hay nada más fácil que justificarse.
La compleja maraña que se oculta detrás de la cotidianeidad como la noche se oculta detrás del día.
No hace mucho era capaz de anhelar con furia y vehemencia, y lo que deseaba no eran objetos, sino el mundo entero.
Y en ese instante nace entre ambos el peculiar vínculo que suele unir inevitablemente, de acuerdo con una ley natural misteriosa e inmutable.
Llena de rituales y de recuerdos de un pasado ya muerto.
Esa disciplina es para él la única forma posible de vida.
Con ese laxo sistema solo batalla contra sus obsesiones.
Vivir en este mundo significa también vivir en contra de otros.
Cierra la puerta con llave y se pone a meditar sobre lo penoso y complejo que es vivir en este mundo.
Ya solo me queda la realidad para poner en marcha mi imaginación.
La apatía de la desesperación.
No lo inquietan ni las conjeturas ni los prejuicios; vive fuera del tiempo y es indiferente a las leyes del espacio.
Ociosa divagación que suele suceder al desperatar como si fuera un ensayo matutino de conciencia.
Su ternura se ha ido impregnando de resentimiento y recelo.
Solo comprende las cosas cuando ya no tienen arreglo.
Evitar las curiosidad intrusiva y las preguntas descaradas sobre los íntimos secretos de la existencia.
Solo un joven puede mostrarse tan cruel e indiferente ante los miserables cantos de sirena de la vejez.
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