LUZ DE AGOSTO
WILLIAM FAULKNER
FRAGMENTOS
Libra una batalla tímida con la prudencia providencial de esta vieja tierra de la cual, con la cual y por la cual vive.
A nuestros ojos, los hombres y las mujeres obran por los mismos motivos que nos empujarían a nosotros si estuviésemos lo bastante locos para obrar como ellos.
En primer lugar, no es asunto mío, y en segundo lugar, suele haber muy poco de verdad en lo que la gente cuenta.
Presentimiento de algo irreparable, de algo que no puede ser revocado.
La gente no olvida mucho más tiempo que el que recuerda.
Cuando alguna cosa se convierte en costumbre, siempre está a mucha distancia de la verdad y de los hechos.
Un hombre teme más a lo que pueda sobrevenirle que a los sufrimientos que ya ha padecido.
Muere en aquella inflexión, como si el pensamiento indiferente se hubiese convertido en miditación y, después, en un sentimiento próximo a la ansiedad.
Le parecía oír una miríada de sonidos.
Se suele decir que solo puede engañar el embustero empedernido. Pero a menudo ocurre que el embustero empedernido y crónico solo se miente a sí mismo.
Lo que él trataba de ocultar era su propia protección.
Se puede asustar a un mentiroso lo bastante para que diga la verdad, igual que, si se tortura a un hombre honrado, se le puede hacer decir una mentira.
La memoria cree antes de que el conocimiento recuerde.
Ignoraba entonces que, para él como para el águila, su propia carne y el espacio entero nunca serían más que una jaula.
Tenía un aire de dignidad ofendida.
Un hecho es olvidado en cuanto sucumbe a la insistencia que pone a la mente en el trance de considerarlo cmo ni verdadero ni falso.
Sabía muy bien que aquel silencio no podía ser producido por una sola persona.
Creía que trataba de escapar de la soledad, no de sí mismo.
Cambiaban frases que no significaban nada, porque ellos no querían ni pretendían que significasen algo.
¿Cuándo dejarán de odiarse los hombres de razas diferentes?
Instinto para la intriga tan inesperado como infalible.
Ahora erraba, desamparada, por los lugares antes apacibles, despojada hasta de la capacidad de lamentarse.
Ahora sé que lo que convierte en imbécil a un hombre es su incapacidad para seguir los buenos consejos que se da a sí mismo.
Todos mostraban ese asombro petrificado e infantil que se apodera de los adultos cuando contemplan su propio e inevitable retrato.
Contemplaron con aquella misma pasividad atónita y estúpida que se habían traído de las antiguas y fétidas cavernas donde el entendimiento naciera.
No eran más que las afirmaciones de un límite alcanzado, más allá del cual los hombres no pueden infligir ni heridas ni dolor.
Quieto, obstinado, con rostro ascético: el rostro del ermitaño que ha vivido mucho tiempo en un desierto donde soplan las ráfagas de arena.
¿Qué proporción del mal hay en la apariencia del mal, dónde se detiene el mal entre la acción y la apariencia?
Sobrio, reservado, con su habitual aspecto de bondad, pero también con un aire de decisión sin arrogancia, de confianza sin exceso de seguridad.
Marchar lenta, levemente, al azar, sobre un suelo sin consistencia.
Una de las más felices facultades de la mente humana es la de poder ignorar lo que la conciencia se niega a asimilar.
Es como si, con su subconsciente, pudiera producir involuntariamente las escasas cristalizaciones de instantes estáticos que regularon, ordenaron en este mundo su vida muerta.
Había algo muy profundo, de total renuncia. De renuncia, no de fatiga, como si hubiese perdido por completo el dominio de esa mezcla de orgullo, de esperanza, de vanidad, de temor, de vigor para aferrarse, sea a la derrota, sea a la victoria.
Ocurre a menudo que nuestras acciones no parecen dignas de nosotros. Ni nosotros dignos de nuestras acciones.
Las quejas de una mujer doliente que ni siquiera escucha lo que ella misma dice.
Parece meditar sobre la infalibilidad perfecta, infinita, de sus imprevisibles fracasos.
Hacer que se volviera contra aquello a lo que había confiado su esperanza de salvación.
En donde la vida cesa antes dd que se detenga el corazón y donde la muerte es deseo y plenitud.
Avanzó deprisa y silencioso, con la delicada rapidez de una aparición, con la implacable línea recta de lo dogmático o del Destino.
Que solo pudiera salvarme yendo a morir al lugar donde mi vida ya había cesado antes de haber comenzado realmente.
Qué falso puede ser el más profundo de todos los libros cuando se pretende aplicarlo a la vida.
EN INSTAGRAM CONSIGNO MI EXPERIENCIA AL LEER, CON LA EMOCIÓN QUE ME GENERA LA LECTURA
AQUÍ EL VIDEO