LOS HECHOS CASUALES
FRAGMENTOS
Su conducta era la de esos sujetos habitantes de un mundo aparte y superior.
Ante todo, era un hombre privado, alguien que interponía una distancia entre su ámbito personal y el resto del mundo.
La mirada de quien ha perdido una tajada esencial de la vida.
Su rostro no irradiaba rencor o molestia, sino honestidad y nobleza.
La normalidad no se define según su contenido sino según su frecuencia.
Sus lecturas representaban una fuente secreta de felicidad, una aventura interna del conocimiento… solo obedecían a la búsqueda de su propio placer intelectual.
Esa habilidad para contar sin asombro cosas asombrosas.
Inmunes a la distancia o a la erosión del tiempo.
La virtud y la necesidad de la discreción.
El valor y la importancia del anonimato.
La notoriedad -de cualquier tipo y por cualquier motivo- viene siempre acompañada de una etiqueta de precio.
Sensación de desamparo y de soledad.
Pesadillas vivas ambientadas siempre en penumbras.
La calidad de una persona no se mide en lo que puede producir para sí, sino en la felicidad y en la plenitud que puede producir para los demás.
Creer que hay una motivación política o ideológica detrás de esta guerra sucia y sangrienta es de una candidez ridícula.
Un sendero de pétalos que conducen al cordero al matadero.
Comprender que el pasado no era un trayecto estático y congelado en el tiempo, inmune al peligro y a salvo en la memoria.
Cualquier suceso es trivial únicamente en apariencia, pues los hechos insignificantes no existen.
El valor de una biblioteca no es por la cantidad de libros que se tiene sino por lo bien leídos que estos sean.
La bondad es discreta y modesta, casi invisible, adversa a la fama y a la figuración.
El pesimismo es un lujo que sólo se dan aquellas personas que no son conscientes de que son mortales.
Ahí adentro se queda solo mi amigo acompañado de sus traumas y sus demonios.
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