LAS MIRADAS DE MEDUSA
NATALIE HAYNES
FRAGMENTOS
No supo sacudirse su propio miedo.
Ya sabía qué tenía que hacer para detener el dolor. Someterse a otro dolor.
¿Cómo gana el mar cualquiera de sus batallas? Por desgaste.
Sintió lástima. Imagínate ser un dios y tener que decirle a todo el mundo lo impresionante que eres.
No podemos demostrar lo que creemos. Sólo podemos creerlo.
Ella vio toda su vanidad y su mezquindad, y se preguntó por qué los mortales adoraban a semejante dios.
Nido de alianzas temporales y enfados entre rivales.
Siempre prefería tener razón a ser feliz, y prefería ganar una discusión a tener razón.
Como si el mundo existiera solo para decepcionar.
Nunca le había hablado de la crueldad de los hombres, había creído que no le hacía falta enterarse.
Solo es un hombrecillo pomposo que guarda un rencor irracional.
Fue la preocupación y no la arrogancia lo que la llevó a pronunciar las palabras que arruinaron su vida.
Todos los mortales son iguales. Creen que sus preocupaciones son las de todos.
Echaba de menos todo lo que oía y muchas más cosas que no llegaba a oír.
Un lugar donde todo llega a su fin. Los mortales no encajan en él porque les provoca melancolía.
Quizás tienes alguna razón acuciante que supera el rechazo natural que te produce estar donde no debes.
La mayoría de los rumores que corrían como certezas no lo eran en absoluto.
Siempre tan seguro de su discreción y tan errado.
¿Quién eres tú para decidir quién es digno de amor?
Le vendaban los ojos para que se enfrentara secretamente con su destino.
Se está acercando dispuesto a matar a una criatura que no le ha hecho nada solo por obtener un trofeo para un hombre al que desprecia.
La destreza del escultor engaña la vista.
Esta estatua nunca llegó a esculpirse, así que solo existe como idea.
La muerte reconoce a la muerte cuando la ve.
¿Echas de menos un lugar en el que nunca has estado?
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