EL RITMO DE HARLEM

EL RITMO DE HARLEM

COLSON WHITEHEAD

FRAGMENTOS

No hay que vivir como te han enseñado a hacerlo.

Cada cual viene de un lugar, pero lo importante es hacia dónde quiere ir.

Cocinaba de la misma manera que lo hacía todo: con una saludable pizca de resentimiento.

Rodeada de las cosas que habían intentado evitarle toda la vida.

La suerte compensaba sus muchas carencias.

Despertaba con el temor de haber hablado demasiado de sí mismo.

Una cosa era creer que el mundo era indiferente y cruel, y otra ver a diario las pruebas de ello.

La noche del terremoto pensó que el demonio en persona había venido a reclamarlo, pero luego se acordó de que él no creía en demonios ni en ángeles ni en santos, y siguió durmiendo.

<Puede que a veces esté arruinado, pero aún soy honrado>, se dijo a sí mismo. Hubo de reconocer, sin embargo, que quizás no lo fuera.

Si se altera el orden, todo el sistema se resquebraja.

Bien mirado, en un momento dado, el mundo es como un aula.

Era un hombre (Dumas) que llevaba a cabo cuanto se proponía una vez que decidía el plan de acción.

Las mismas reglas para el mundo de la delincuencia y para el mundo normal: todos con la mano tendida para recibir el sobre.

Le miró desde el otro lado de la mesa como si lo hiciera desde lo alto de un castillo.

Un espacio… hecho de horas perdidas.

Libre de otras cargas salvo la de su ambición.

Simpático, pero reservado, como si quisiera dar a entender que ser amable era un acto de voluntad.

Los cimientos originales, por más que invisibles en la tierra, lo sostenían en pie.

¿Hasta cuándo se empeña uno en salvar lo que ya ha perdido?

Puede que todo este tiempo hayas estado jugando al número que no debías.

Era un edificio que no merecía un nombre pese a las ambiciones de sus arquitectos.

El destino sabe cómo descargar un rayo sobre ciertos lugares para que uno no vuelva a verlos de la misma manera.

El hecho de que no sea de conocimiento público no significa que no ocurra.

Demasiados silencios hacían que te diera por pensar.

Como un anacoreta clamando en el desierto aunque el cielo no le responda.

Si uno se aplicaba el tiempo suficiente a roer sus decepciones, estas acababan perdiendo todo su sabor.

Le caían bien muchas personas, pero no la gente.

Está muy bien llegar pronto. No es preciso ser el primero, según esta filosofía. Con que tengas visión de futuro es suficiente.

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